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20: A veces es necesario tirar la toalla

Más tarde...

Casa de los Abascal.

Melissa y su mamá estaban en la sala de la casa, sumamente preocupadas. No dejaban de caminar de un lado a otro.

—¡Andrés no me ha contestado los mensajes, mamá! —exclamó Melissa muy preocupada—. ¿Y qué tal si le pasó algo?

—Tengo miedo, hija... —susurró la mamá muy preocupada, mientras se dirigía hacia Melissa—. Andrés tampoco me ha contestado las llamadas a mí. Y para serte sincera, yo también tengo miedo de que le haya pasado algo.

—¡Sólo quiero que Andrés aparezca con vida, mamá! —sollozaba Melissa desesperada—. ¡Ya perdimos a unos amigos nuestros, no es posible que nos esté pasando esto!

—Tranquila, hija. Todo va a salir bien. Ya lo verás —dijo la mamá preocupada.

—¡Espero que sea así, mamá! ¡No soportaría que algo malo le pase a Andrés! —gritó Melissa muy preocupada.

De repente, alguien tocó el timbre. Melissa y su mamá se dirigieron a la puerta y la abrieron. Era Daniela, quien se dirigió hacia madre e hija.

—¿Tienen noticias de Andrés? —preguntó preocupada.

—No, hija... —susurró la mamá muy preocupada y al borde de las lágrimas—. ¡Ya pasaron unas horas, y aún no tenemos noticias de él!

—¡Andrés lleva varias horas desaparecido, Daniela! —gritó Melissa preocupada.

—Tranquila, Melissa. Todo va a salir bien —dijo Daniela muy preocupada.

—¡No me digas que todo va a salir bien, Daniela! —gritó Melissa más preocupada—. ¡Solo quiero que Andrés aparezca con vida! ¡Es lo único que quiero!

—Hija... —sollozó la mamá—. Ya verás que Andrés va a estar bien.

—Lo siento —dijo Melissa preocupada, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¡Lo único que quiero, es que Andrés esté bien!

—Yo también quiero eso, Melissa... —sollozó Daniela preocupada—. Las tres queremos que esté bien.

Las tres estaban muy preocupadas por lo que estaba pasando. Nadie sabía que Adriano había secuestrado a Andrés y planeaba eliminarlo.

***

Más tarde...

Parque Avándaro.

Matías y Katia estaban en el parque Avándaro, caminando. Katia portaba una blusa verde oscuro de tirantes, minishort negro y un par de zapatos tenis blancos. Los dos chicos estaban desesperados.

—¿Cómo que Andrés está desaparecido? —preguntó Katia desesperada—. ¡Si hace unos momentos estaba bien!

—¡Es que yo tampoco puedo creerlo! —dijo Matías exaltado—. ¡He intentado llamar al celular de Andrés, pero no contesta! ¡Tampoco me contesta los mensajes del WhatsApp!

—¡Lo sé, lo sé! —exclamó Katia alterada—. ¿Cómo es posible que esté pasando esto?

—No lo sé... —dijo Matías preocupado—. ¡Es que no puedo, ya no puedo con esto!

Matías se acercó a una banca y se sentó en ella. Katia también se acercó y se sentó junto a él.

—¿Te encuentras bien, hermano? —preguntó preocupada.

—¡Ya ni siquiera sé si estoy bien, Katia! —gritó Matías exaltado—. ¡Primero me enfrenté a Carlos por lo que quería primero me enfrenté a Carlos por lo de anoche! ¡Y ahora me entero de que Andrés desapareció misteriosamente!

—Lo sé, Matías. Sé cómo te sientes... —dijo Katia mientras intentaba tranquilizar a Matías—. Yo también me siento muy mal. Aún no puedo creer que Andrés esté desaparecido.

—Sólo quiero que aparezca con vida, Katia. Es lo único que quiero... —dijo Matías mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Yo también —dijo Katia un poco más tranquila.

De repente, alguien apareció. Era Alan, quien portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Se acercó a los dos hermanos y quiso hablar con ellos.

—¿Cómo que Andrés está desaparecido, chicos? —preguntó preocupado.

—Sí, es cierto... —dijo Matías preocupado—. Andrés está desaparecido desde hace unos minutos. Andan diciendo que se lo llevó un auto.

—¿Cómo? —preguntó Alan preocupado por las palabras de Matías—. ¿Cómo que un auto se lo llevó?

—Sí, Alan... —dijo Katia triste—. Dicen que un auto se lo llevó, y ahorita no sabemos dónde está. Sólo espero que esté bien.

—Qué horror... —dijo Alan preocupado y horrorizado—. ¿Aún no se sabe quién se lo llevó, Katia?

—No... —dijo Katia preocupada—. No sabemos nada.

—Pero solo podemos desear que Andrés aparezca sano y salvo —dijo Matías preocupado.

—Ojalá que Andrés aparezca con vida... —dijo Alan preocupado.

Los jóvenes estaban muy preocupados por la desaparición de Andrés. Querían que apareciera vivo, y tenían miedo de que le pasara algo. Y no sabían que Adriano se lo había llevado, y estaba decidido a acabar con él.

***

Más tarde...

Apodaca, Nuevo León.

Colonia Avatares.

Adriano se encontraba con Andrés en la colonia Avatares, para deshacerse de él. Un hombre de negro llevaba a Andrés a punta de pistola, y Adriano los iba siguiendo.

—¡Camina! —gritó el hombre de negro.

Andrés sólo se limitaba a caminar, mientras el hombre de negro lo encañonaba con el arma.

—¿Listo para tu final, Andrés Abascal? —dijo Adriano burlón.

—¡No voy a permitir que te le vuelvas a acercar a Daniela, maldito! —gritó Andrés furioso.

—¡Claro que me voy a acercar a ella cuando quiera! —dijo Adriano burlón—. Y voy a iniciar un plan para recuperarla, una vez que estés muerto. Ah, y de paso, voy a eliminar lentamente al resto de tu familia, Andrés.

—¡Si te acercas a mi familia, juro que te mato! —gritó Andrés muy enojado—. ¡Sabes de lo que soy capaz por mi madre y mi hermana!

El hombre de negro encaminó a Andrés hacia una casa abandonada y lo metió ahí. Después, le dió un puñetazo en la cara, tirándolo al suelo. Adriano llegó y se puso a observar cómo el hombre le daba varias patadas a Andrés, lastimando al chico más de la cuenta.

Momentos después, el hombre se detuvo. Andrés ya estaba malherido y cubierto de sangre.

—Pánfilo, trae el bote de gasolina, por favor —dijo Adriano.

Pánfilo, el hombre de negro, salió de la casa para buscar un bote de gasolina, mientras que Adriano se acercó a Andrés para hablarle. Andrés no podía levantarse del suelo, de lo herido que estaba.

—Espero que disfrutes de tu terrible y agonizante final, Andrés Abascal... —dijo burlón—. En unos momentos, tu cuerpo y tu alma arderán en el fuego eterno del infierno.

Pánfilo llegó con el bote de gasolina. Adriano volteó hacia él y tomó el bote para después abrirlo.

—¿Tienes algo que decir, Andrés? —preguntó—. ¿No? Bueno, de todos modos ya es demasiado tarde.

Pánfilo y Adriano salieron de la casa. Adriano empezó a vertir la gasolina por las orillas de la casa. Vertió la gasolina hasta vaciar el bote, el cual arrojó lejos de sí. Acto seguido, Pánfilo le dio una caja de cerillos. Adriano sacó un cerillo y lo encendió.

—Vas a arder en las llamas del infierno, Andrés Abascal. Adiós para siempre —dijo con una sonrisa malévola.

Poco después, arrojó el cerillo a la casa, provocando un gran incendio que empezó a propagarse por toda la casa. Adriano y Pánfilo se fueron hacia el auto y entraron. Adriano encendió el auto.

—Sé que has hecho un buen trabajo, Adriano —dijo Pánfilo sonriendo.

—Lo sé, Pánfilo —dijo Adriano sonriendo, mientras empezaba a manejar—. Espero que con esto, todos aprendan a que nadie se mete con Adriano Villamizar.

El auto se fue del lugar, mientras que la casa abandonada ardía en llamas con Andrés adentro. Andrés se había levantado del suelo, y gritaba asustado mientras la casa seguía ardiendo en llamas. Estaba viendo la forma de salir, antes de que fuera demasiado tarde. Quería hacerle creer a Adriano que había logrado su cometido, pero las llamas lo mantenían rodeado. Su final estaba cerca.

***

Más tarde...

Parque Avándaro.

Melissa estaba en el parque Avándaro, caminando de un lado a otro. Aún se sentía triste y preocupada por la ausencia de Andrés.

Alguien llegó al lugar para encontrarse con Melissa. Era Alan, quien portaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Al verlo, Melissa corrió hacia él para abrazarlo.

—¡Alan...! —sollozaba Melissa.

—¡Melissa! —sollozaba Alan con mucha tristeza.

Melissa seguía abrazando a Alan como si su vida dependiera de ello. Momentos después, los chicos se separaron.

—Siento mucho por lo que estás pasando —sollozaba Melissa sin dejar de abrazar a Alan—. Aquí estoy, para lo que necesites.

—Gracias, Melissa... —dijo Alan tranquilamente, sin dejar de llorar—. Yo también siento mucho por lo que estás pasando. Ya sabes, lo de tu hermano.

—Sí, Andrés lleva ya varios días desaparecido —dijo Melissa triste—. Dicen que ya lo están buscando, pero aún no lo encuentran.

—Lo sé, queremos que aparezca con vida —dijo Alan triste.

—Con cada hora que pasa, mi desesperación aumenta —dijo Melissa triste—. Pero sé que Andrés va a aparecer pronto.

De repente, Franco apareció. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos, además de llevar una mochila negra en su espalda. Se acercó a los chicos para hablar con ellos.

—Tranquilos, chicos.. Estoy con ustedes —dijo Franco.

—Muchas gracias, chicos. Sabía que podía contar con ustedes —dijo Melissa sollozando.

—No hay de qué, Melissa —dijo Franco tranquilo—. Sólo espero que Andrés aparezca con vida.

—Eso es lo que quiero —dijo Melissa triste—. Sólo quiero que Andrés vuelva sano y salvo a casa.

Los chicos estaban sumamente preocupados por lo que estaba pasando, y tenían miedo de que le hubiera pasado algo a Andrés.

***

Más tarde...

Parque Las Fuentes.

Daniela se encontraba en el parque, después de haber tenido un buen día de clases. Portaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—Daría lo que fuera porque estuvieras bien, Andrés... —dijo triste y preocupada, mientras se sentaba en una banca para descansar.

De repente, mientras la chica descansaba, alguien apareció y se dirigió hacia donde estaba ella. Era Adriano, quien portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis negros. Daniela no se percataba de que él había llegado al parque, por lo que prefirió seguir tranquila a pesar de la presencia del joven.

Sin pensarlo, Adriano se encontró con Daniela y empezó a sacarle plática.

—Hola, Daniela... —dijo tranquilamente—. ¿Qué haces aquí sola?

—Disculpa, sólo estoy descansando un poco —dijo Daniela un poco molesta, sin ni siquiera voltear hacia Adriano.

Adriano se sentó a su lado para empezar a platicar con ella.

—Yo sé que sigues muy molesta conmigo por lo que pasó. Pero ya supéralo —dijo Adriano tranquilamente.

—¿Superarlo? ¿Cómo me pides semejante cosa? —preguntó Daniela un poco más molesta—. ¡No entiendo cómo me puedes pedir que supere que me estabas engañando con esa tal Roberta Lazcano! ¿Y todavía pretendes que siga, como si nada hubiera pasado?

—No todo es miel sobre hojuelas, Daniela —dijo Adriano tranquilamente—. En los noviazgos hay problemas. Pero siempre se puede salir adelante, de una forma u otra.

—Claro, si tú lo dices... —refunfuñó Daniela molesta, mientras se levantaba del sofá y enfrentaba a Adriano—. Por cierto, ¿dónde está Andrés? ¡No me digas que tuviste algo que ver con su desaparición!

—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó Adriano asombrado, mientras se levantaba de la banca—. ¡Yo no tuve nada que ver! ¡Te lo juro!

—¡Más te vale que Andrés aparezca sano y salvo! —exclamó Daniela muy enojada—. ¡Porque si me llegó a enterar de que tuviste algo que ver...!

—¡Ya fue suficiente! —gritó Adriano furioso, interrumpiendo a Daniela—. ¡Si no quieres volver conmigo por las buenas, lo vas a hacer por las malas!

Se acercó a Daniela para besarla por la fuerza.

—¡Suéltame, suéltame ahora! —gritó Daniela al forcejear con Adriano.

De repente, Matías apareció portando una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Se enojó al ver a Adriano tratando de besar a Daniela por la fuerza, por lo que se lanzó contra él y le dio un puñetazo en la cara, separándolo de Daniela.

—¡Basta, déjala en paz, Adriano! —gritó Matías.

Adriano se recuperó del puñetazo que le dio Matías, mientras Daniela se ponía detrás de Matías.

—¡Vaya, miren quién decidió aparecer! ¡El príncipe azul! —exclamó burlón.

—¡No voy a dejar que le hagas daño a Daniela! —exclamó Matías furioso.

Adriano respiró profundamente antes de responder.

—Esto no se va a quedar así, par de imbéciles —dijo molesto—. ¡Esto me lo van a pagar! ¡Lo juro!

—¡A ver si eres tan valiente cuando Andrés aparezca! —gritó Matías enojado.

—¡Piensen lo que quieran! Para estos momentos, ¡Andrés ya estará muerto! —dijo Adriano burlón—. No hay nada que puedan hacer para evitarlo..

—¡Mentira! —gritó Daniela enojada—. ¡Andrés no está muerto, y ya verás que tarde o temprano va a aparecer!

—¡Claro que va a aparecer, pero en un maldito ataúd! —dijo Adriano enojado—. ¿Por qué no quieres aceptar que perdiste a Andrés para siempre?

—¡No lo acepto, porque va a regresar muy pronto! —dijo Daniela enojada.

—¡Ya verás que Andrés va a aparecer con vida muy pronto, Adriano Villamizar! —dijo Matías enojado.

—No se hagan más ilusiones, chicos —dijo Adriano burlón—. Claro que Andrés va a aparecer, pero va a aparecer sin vida. Se los aseguro.

Adriano se fue del parque, riéndose y dejando a Matías y a Daniela, preocupados y tristes.

—¿Estás bien, Daniela? —preguntó el chico.

—Tranquilo, estoy bien. Estoy bien —dijo Daniela un poco asustada—. ¡Es que Andrés lleva varias horas desaparecido, y no ha dado señales de vida!

—Tranquila, Daniela —dijo Matías preocupado—. Tarde o temprano, Andrés va a aparecer. Te lo aseguro.

Matías estaba tranquilo después de haber defendido a Daniela contra la ira de Adriano. Pero al igual que Daniela, estaba muy preocupado por el paradero de Andrés, y tenía miedo de que no apareciera con vida.

***

Más tarde...

Casa de los Arévalo.

Luciano y Alessia estaban en la sala de su casa, platicando. Luciano usaba una playera gris oscuro de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Alessia usaba una blusa roja de mangas cortas, minishort negro y un par de zapatos tenis blancos.

—¿Todavía no hay señal de Andrés, Luciano? —preguntó Alessia preocupada.

—No, Alessia... —dijo Luciano preocupado—. Ya ha pasado varios días, y todavía no tenemos noticias de él.

—Dios mío... —dijo Alessia muy preocupada—. Desde el viernes que no se sabe nada de él, que horror...

Alessia se sentó en el sofá para tranquilizarse.

—Nadie nos ha dado noticias de él —dijo Luciano muy preocupado, se sentó en el sofá junto a Alessia—. Y no me imagino cómo se ha de sentir su familia. Sobre todo Melissa, sabiendo que su hermano está desaparecido desde el viernes.

—Todavía no puedo creer lo que está pasando... —dijo Alessia triste—. No es posible que le esté pasando esto a un chico inocente.

—Lo sé... —dijo Luciano triste y preocupado—. Sabes que Andrés es mi mejor amigo, y no soportaría que le pasara algo malo. Solo espero que tarde o temprano, esta pesadilla termine.

—Yo también, Luciano... —sollozó Alessia triste—. Solo quiero que Andrés aparezca sano y salvo, y que se acabe toda esta pesadilla. Porque yo también soy su amiga.

—Ambos somos sus amigos —dijo Luciano triste—. Solo le pido a Dios que Andrés aparezca sano y salvo.

—Yo también, ojalá esta pesadilla se acabe pronto... —sollozó Alessia triste.

Luciano empezó a consolar a Alessia, mientras ella seguía llorando.

—Tranquila, Alessia. Todo va a estar bien —dijo tranquilo—. Ya verás que Andrés va a aparecer muy pronto. Tarde o temprano, esto va a terminar.

—Espero que así sea, Luciano... —sollozó Alessia triste—. Solo quiero que aparezca sano y salvo.

—Ya verás que sí —dijo Luciano triste y preocupado.

A pesar de todo lo que estaba pasando, los dos hermanos querían que Andrés apareciera sano y salvo. Pero ninguno de los dos sabía que Adriano lo había secuestrado, además de que lo había atrapado en un incendio para matarlo.

Lo que es peor; Luciano aún seguía sufriendo por el terrible secreto que Adriano lo estaba obligando a guardar. "Si supieras que yo tuve algo que ver con la muerte de Osvaldo y la violación de Alan, nunca me lo perdonarías", pensaba.

Su terror aumentaba conforme pasaba el tiempo. Luciano tenía miedo de que su secreto saliera a la luz, pues las consecuencias sería muy graves.

***

Más tarde...

Casa de los Ventura.

Alan se encontraba en su casa. Aún se encontraba asustado, después de lo que le había pasado. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo azul y un par de zapatos tenis blancos. Estaba acostado en su cama, y con los ojos llenos de lágrimas. No sólo seguía llorando por la pérdida de su hermano, sino que también, lloraba por el abuso sexual que había sufrido a manos de Roberta, aún si ya habían transcurrido semanas.

—Por favor, ya no quiero seguir sufriendo... —sollozaba muy asustado—. Por favor, ¡ya no quiero seguir viviendo esta pesadilla! ¡A veces es necesario tirar la toalla!

Alan seguía sufriendo mucho, y quería buscar la forma de deshacerse de semejante sufrimiento. Tenía pesadillas, y no hallaba la forma de despertar de ellas.

De repente, alguien abrió la puerta de su habitación, y entró. Y no era otra que su mamá. Ella traía una bandeja blanca, con un plato de comida y un vaso de agua de jamaica. Ella se lo dejó en la mesa al chico.

—Aquí tienes, hijo. Te traje algo de comer —dijo amablemente.

Alan ni siquiera sentía ganas de reaccionar, pero quiso hacer un esfuerzo, con tal de que su mamá no lo viera débil ni cansado.

—Vamos, hijo. Aquí estoy, aquí estoy... —dijo la mamá, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Aquí estamos tu papá y yo. Tranquilo.

La señora se sentó en la cama junto a Alan y, sin mediar palabra, decidió abrazarlo con tal de consolarlo. Alan empezó a llorar desconsoladamente, mientras su mamá lo abrazaba. Era obvio que el chico quería estar con su mamá, y no quería despegarse de ella.

—¡No me dejes solo, mamá! ¡Por favor! —sollozó Alan desconsolado.

—No pasa nada, hijo —dijo la mamá tranquila, sin dejar de abrazar a Alan—. Tranquilo, todo va a estar bien.

La mamá se negó a dejar solo a Alan. Ella estaba dispuesta a todo para consolarlo, aún si había perdido a su hijo mayor. Pero no sabía que Roberta lo había matado, y mucho menos que había abusado de Alan ese día.

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