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17: De verdad que no es fácil convivir con el dolor

Al día siguiente...

5 de septiembre de 2023.

Facultad de Artes Visuales.

Era un nuevo día en la ciudad. El clima estaba cálido, pero el cielo estaba nublado. Las nubes eran grises, y estaban cargadas de agua.

Daniela estaba en la facultad, caminando hacia su salón de clases. Portaba una blusa a cuadros roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba su mochila en su espalda.

—Dios me libre de encontrarme con Adriano... —susurraba mientras caminaba—. Ojalá pudiera retomar mi amistad con Andrés...

Siguió caminando, pero Melissa apareció y la siguió. Melissa portaba una blusa azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba su mochila en su espalda.

Melissa se encontró con Daniela y la enfrentó.

—¿Me quieres explicar cómo es posible que hayas dejado de hablarle a mi hermano desde hace semanas, Daniela? —preguntó Melissa enojada.

—No me molestes, Melissa. Tampoco tengo nada que hablar contigo —dijo Daniela enojada y trató de irse. Pero Melissa la detuvo.

—¿Vas a tirar a la basura muchos años de amistad? —preguntó Melissa enojada—. ¿Es en serio? ¿Cómo puedes tener esa actitud?

—¿Crees que tengo esta actitud porque quiero? —preguntó Daniela enojada—. ¡Ya se lo dije a tu hermano! ¡Él y yo ya no somos amigos! ¡Así que ve y dile que nunca más volveremos a serlo!

—¡No, no me voy a ir! —le gritó Melissa enojada—. ¡De aquí no me voy hasta que me digas por qué dejaste de ser amiga de mi hermano!

—¡Ya deja de insistirme con el tema, Melissa! —gritó Daniela enojada—. ¡Simplemente ya no quiero tener nada que ver con tu hermano! ¡Dile de mi parte que ya no somos amigos, y nunca más volveremos a serlo!

—¿Acaso mi hermano te hizo algo para que te pusieras así? —preguntó Melissa enojada—. ¡Si quieres, hablo con él! ¡Pero, por favor! ¡No tires a la basura tantos años de amistad!

—¿Sabes que? ¡Yo me voy de aquí! —gritó Daniela enojada—. ¡Ya no quiero seguir con esta conversación!

—¡No puedes irte así como así! —gritó Melissa angustiada.

Daniela se fue muy enojada hacia su salón de clases. Por otro lado, Alan llegó a la facultad y se encontró con Melissa. Alan usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla beige y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba su mochila en su espalda.

—Pero, ¿qué le pasa a Daniela? —preguntó un poco asustado—. ¿No que ella y Andrés eran amigos?

—No, Alan. Ya no lo son —dijo Melissa triste—. No sé qué pasó entre ellos. Todo estaba bien hasta que Daniela le cortó la amistad a mi hermano.

—¿Y no sabes qué le pasó para que se pusiera así? —preguntó Alan preocupado.

—No, no sé... —dijo Melissa preocupada y triste—. Pero no es justo que mi hermano la esté pasando mal.

—Parece que tenemos que averiguar por qué se rompió esa amistad de un día para otro —dijo Alan preocupado.

—Sí. Y por cómo están las cosas, esto no será nada fácil —dijo Melissa preocupada.

Alan y Melissa decidieron dirigirse hacia la Facultad de Ciencias de la Comunicación.

Por otra parte, Daniela estaba en su salón de clases, sentada en un banco y llorando.

—¡Lo siento, Melissa! —sollozó triste—. ¡Si supieras por qué tuve que alejarme de tu hermano!

Siguió llorando tristemente, al no poder con la culpa de haber terminado su amistad con Andrés.

***

Más tarde...

Parque de los Sauces.

Andrés estaba caminando en el parque tranquilamente. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

—¿Por qué Daniela me cortó la amistad? —susurró triste.

De repente, Adriano llegó al parque. Portaba un traje y zapatos negros, con una corbata azul. Se acercó a Andrés y lo enfrentó.

—Hola, Andrés. ¿Cómo has estado? —preguntó sonriendo, causando la furia de Andrés.

—¿Qué es lo que quieres, Adriano? —preguntó Andrés furioso—. ¿Cómo te atreves a verme a la cara, después de lo que me hiciste hace más de una semana, cobarde?

—¡Vamos, Andrés! —dijo Adriano burlón—. ¡No sabes cómo estoy disfrutando este momento! ¡Y pensar que iba a ser muy difícil alejarte de Daniela! Ya sabes lo que le va a pasar a tu familia, si te atreves a reanudar tu amistad con Daniela.

—¡Sabes que no le tengo miedo a tus amenazas! —dijo Andrés enojado—. ¡Métete conmigo si quieres, pero no te metas con mi familia!

—¡Claro que tu familia es tu punto débil! —dijo Adriano burlón—. No sabes lo que te espera, si te vuelves a acercar a Daniela. Quizá no te mate, pero vas a desear que lo hubiera hecho rápido, y no poco a poco.

—¡Tú eres el que va a terminar muerto en vida, Adriano Villamizar! —exclamó Andrés furioso—. ¡Tú eres el que no sabe con quién se está metiendo!

—¡No, tú eres el que no sabe con quién se mete! —respondió Adriano furioso—. ¡Sabes que soy un hombre intachable, y no hay nada que puedas hacer contra mí!

—¡No te tengo miedo! —gritó Andrés enojado.

—Lo sé, lo sé. Ya me lo has dicho una y otra vez que no me tienes miedo. Pero tú expresión dice todo lo contrario —dijo Adriano burlón—. Porque sabes que tu familia y la familia de Daniela van a sufrir las consecuencias, si te le vuelves a acercar a Daniela.

—¡Eres un maldito demente, Adriano! —gritó Andrés muy enojado.

—¡Ya sabes que te tengo en mis manos, Andrés! —gritó Adriano burlón—. ¡Nunca debiste haberme alejado de Daniela! ¡Nunca debiste habérmela quitado! ¡Ahora estoy satisfecho con el hecho de que ya no quiere saber nada de ti! ¡Te guste o no, ella va a regresar conmigo!

—¡Tú ya conoces a Daniela! —gritó Andrés enojado—. ¡Ella tiene dignidad, y no va a regresar contigo, hagas lo que hagas!

—¡No me importa si regresa conmigo o no! —dijo Adriano burlón—. Estoy satisfecho con el hecho de que tú y ella ya no van a volver a ser amigos nunca más.

—¡Disfruta tu momento, Adriano! —dijo Andrés enojado—. ¡Porque esto no te va a durar mucho! ¡Daniela yo volveremos a ser amigos, y tarde o temprano, vas a pagar por todo el mal que has hecho!

—¡Di lo que quieras, Andrés! —dijo Adriano burlón—. Porque sabes lo que va a pasar si te le vuelves a acercar. Así que yo en tu lugar, me alejaría de ella para siempre.

—¡Algún día, Daniela y yo vamos a ser amigos! ¡Te lo juro! —gritó Andrés enojado.

—¡Haz lo que quieras, Andrés! —dijo Adriano burlón—. Si quieres volver a ser amigo de Daniela, hazlo. Pero te advierto que vas a sufrir las consecuencias.

Después de esa discusión, Adriano se fue del parque caminando. Andrés se quedó en el parque, furioso después de esa pelea.

—No, no me vas a alejar de Daniela tan fácilmente... —susurró muy enojado.

No soportaba el hecho de que ya no era amigo de Daniela, mucho menos que Adriano se saliera con la suya.

***

Más tarde...

Casa de los Lazcano.

Roberta y Katia estaban en la sala de la casa, sentadas en un comedor y platicando.

Roberta usaba un minivestido rojo de tirantes y un par de zapatos negros. Katia usaba una blusa beige de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

—¿De qué querías hablar, Katia? —preguntó Roberta amablemente.

—Es que te quería contar algo muy serio, algo que me pasó días atrás... —dijo Katia triste.

—Me imagino que algo malo te pasó, ¿no? —preguntó Roberta tranquila.

—Sí, es que no sé cómo decírtelo... —dijo Katia triste—. Pero hace días, alguien entró a la casa. Entró como Pedro por su casa, y se aprovechó de mí.

—¿Cómo que alguien se aprovechó de ti, Katia? —preguntó Roberta sorprendida.

—Sí, Roberta... —sollozó Katia triste—. Fue Carlos, el hermano de Adriano. Entró a la casa y abusó de mí.

Roberta soltó una pequeña risa después de haber escuchado las palabras de Katia.

—Pero, ¿qué pendejadas estás diciendo, Katia? —preguntó burlona, causando la indignación de Katia—. ¿Por qué me sales ahora con que Carlos abusó de ti? ¿Cómo chingados ibas vestida?

—¿Cómo me preguntas esas cosas, Roberta? —preguntó Katia llorando e indignada—. ¡A Carlos no le importó como estuviera vestida! ¡Abusó de mí!

—¡Abusó de ti porque lo provocaste, pendeja! —dijo Roberta burlona, y se levantó de la mesa—. ¿Sabes? Los hombres caen en provocaciones, y mira lo que pasa. Seguramente provocaste a Carlos con tu vestimenta. Y como consecuencia, Carlos reaccionó de esa forma.

Katia se levantó de la mesa.

—¡No entiendo cómo puedes minimizar lo que Carlos me hizo! —gritó Katia sollozando—. ¿No te das cuenta de la clase de monstruo que es?

—Bueno, ¡si Carlos te violó, fue tu culpa! —dijo Roberta ya enojada—. ¡Pensé que me ibas a decir algo más grave, pero ahora resulta que te has vuelto igual de llorona que el pendejo de Matías!

—¡Lo que Carlos me hizo fue muy grave! —sollozó Katia triste—. ¿Cómo crees que reaccionaría Osvaldo si estuviera vivo y se enterara de esto?

—¡Osvaldo ya está muerto, carajo! —dijo Roberta burlona—. ¡Tienes que aprender a dejarlo ir, no puedes estar llorándole para siempre!

—O sea, ¿no vas a hacer nada contra Carlos? —preguntó Katia triste—. ¿No me vas a apoyar a mí que soy tu hermana?

—Lo siento, pero no —dijo Roberta burlona—. Si Carlos te violó, fue por pendeja. Tú te lo buscaste por haberlo provocado. En fin, olvídate de eso y sigue adelante con tu vida.

—¡No puedo olvidarme de algo tan horrible, Roberta! —gritó Katia llorando—. ¿Cómo pretendes que me olvide de una violación?

—¡Pues hazle como quieras! —gritó Roberta enojada—. ¡Soy tu hermana, no tu niñera! ¡Pero no quiero tener que soportar pequeñeces como esta!

Después de esa discusión, Roberta se alejó de Katia y se fue de la casa. Katia por su parte, se sentó en la mesa y empezó a llorar. No podía creer que Roberta hubiera minimizado su tragedia.

***

Más tarde...

Casa de los Abascal.

Melissa y Carlos estaban en la sala de la casa de los Abascal, sentados en el sofá. Carlos usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—¿De verdad que le vas a creer a una loca como Katia? —preguntó Carlos curioso.

—No, se ha vuelto loca desde que perdió a su novio —dijo Melissa burlona—. ¿Cómo se atreve a acusarte de algo tan horrible sin pruebas?

—Sí, Melissa... —dijo Carlos burlón—. Me imagino que se volvió loca desde la muerte de Osvaldo. Yo sé que la está pasando muy mal, pero eso no es razón para acusarme sin pruebas de algo tan feo.

—Lo sé, Carlos... —dijo Melissa tranquila—. Nadie se merece pasar por eso. Espero que se disculpe por haberte difamado de esa forma.

—Así es. Pero conociéndola, no lo va a hacer —dijo Carlos tranquilo—. Muchas gracias por estar conmigo en las buenas y en las malas, Melissa.

—No hay de qué —dijo Melissa.

—Siempre me dijeron que existían los amigos de verdad. Y tú eres una amiga de verdad, Melissa —dijo Carlos sonriendo.

—Ya sabes, los amigos están en las buenas y en las malas —dijo Melissa sonriendo—. Sabes que aquí estoy para lo que necesites.

Carlos se acercó a Melissa lentamente, y le dio un beso en los labios. Ella le correspondió. Después, ambos chicos se separaron.

—Lo siento, no debí hacer eso —dijo Carlos sorprendido.

—Descuida, yo también me deje llevar... —dijo Melissa sorprendida.

—Bueno, es que yo... —dijo Carlos aún sorprendido por el beso que le dio a Melissa.

Pocos segundos después, Carlos se volvió a acercar a Melissa y la volvió a besar en los labios. Ella simplemente le correspondió, y se besó con Carlos. Después, los dos se separaron y platicaron.

—¿Esto quiere decir que ya somos novios, Melissa? —preguntó Carlos sonriendo.

—Sí, Carlos —dijo Melissa sonriendo—. Ya somos novios.

—No dejes que nadie destruya lo nuestro, Melissa —dijo Carlos sonriendo.

—No, nada ni nadie nos va a separar... —dijo Melissa sonriendo—. Te lo prometo.

Los dos chicos ya eran novios. Se siguieron besando apasionadamente, aún si Carlos estaba en casa ajena.

Es obvio que esto no le iba a hacer mucha gracia a Andrés.

***

Más tarde...

Spike's Mederos.

Luciano estaba con Santino en el restaurante Spike's, ubicado en la avenida Eugenio Garza Sada. Ambos estaban sentados en una mesa, comiendo boneless y sodas. Estos eran sus atuendos:

Luciano: Playera roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro, zapatos tenis negros.

Santino: Playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro, zapatos tenis blancos.

—¿Así que tú eres Luciano Arévalo? —preguntó Santino tranquilo.

—Sí, soy yo... —dijo Luciano asustado.

—Me imagino que tú sabes algo sobre la desaparición de Osvaldo Ventura, ¿no es así? —preguntó Santino, y se comió una boneless.

—Sí, yo tengo mucho que ver... —dijo Luciano triste—. Mucha gente cree que Osvaldo está desaparecido, y mucha gente lo anda buscando. Pero lo que nadie sabe, es que Osvaldo no va a aparecer nunca.

—¿Por qué? ¿Acaso murió? —preguntó Santino.

Luciano respiró profundamente antes de responder.

—Sí, Santino. Osvaldo murió hace días —dijo triste—. Yo vi con mis propios ojos cómo Adriano Villamizar lo mataba de un disparo en la frente.

—¿Estás seguro de que Adriano mató a Osvaldo? —preguntó Santino sorprendido.

—Sí, completamente —dijo Luciano triste—. ¿No te digo que lo vi todo con mis propios ojos?

—Sí, lo sé... —dijo Santino preocupado.

—Y no sólo eso —dijo Luciano triste—. Sino que también, vi con horror cómo Roberta estaba sodomizando al hermanito de Osvaldo, Alan, con un palo. Lo estaba violando mientras le gritaba muchas groserías y palabras altisonantes.

—Dios mío... —dijo Santino preocupado—. No puedo creer la clase de monstruo que es Adriano Villamizar.

—Sí, es un ser completamente despreciable —dijo Luciano triste y asustado—. Pero lo peor de todo es que no tengo pruebas, ni de una cosa, ni de la otra. Es mi palabra contra la de Adriano —los ojos de Luciano empezaron a llenarse de lágrimas—. Lo más triste de todo, es que yo mismo le dije a Adriano la ubicación de la casa donde viven los Ventura. Ninguno de mis amigos sabe que Osvaldo murió. Y mucho menos que todo fue mi culpa.

—Dios bendito... —dijo Santino sorprendido.

—Y si mis amigos se llegan a enterar de la verdad, ¡va a arder Troya! —dijo Luciano triste, mientras secaba sus lágrimas.

—Entiendo cómo te sientes, Luciano... —dijo Santino triste—. Pero si te sirve de consuelo, tengo pruebas de algo de lo que dijiste.

—¿En serio? —preguntó Luciano.

—Sí, tengo pruebas que muestran cómo Roberta estaba violando a Alan con un palo —dijo Santino, y sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón—. Tengo un video que lo prueba todo.

Santino le mostró un video a Luciano en el celular. Ese video mostraba claramente como Roberta estaba sodomizando a Alan con un palo, después de la muerte de Osvaldo, a la vez que le gritaba muchas palabras altisonantes. Luciano quedó horrorizado después de ver el video.

—Dios mío... —dijo Luciano horrorizado—. De algo puedo estar seguro, ¡Roberta es un monstruo!

—Y que lo digas —dijo Santino mientras guardaba su celular en el bolsillo derecho de su pantalón—. Yo lo vi con mis propios ojos.

—¿Y por qué no muestras las pruebas a las autoridades? —preguntó Luciano.

—Porque Adriano me tiene amenazado —dijo Santino asustado—. Pero te voy a pasar el video por Whatsapp. En caso de que me llegue a pasar algo, sube el video a las redes sociales. Para que todos sepan la monstruosidad de ser humano que es Roberta Lazcano.

—Así será —dijo Luciano.

Santino estaba decidido a desenmascarar a Adriano y a Roberta, sin importarle las consecuencias. Pero quería hacerlo de manera sigilosa, sin levantar sospechas.

***

Más tarde...

Casa de los Villamizar.

Roberta y Adriano estaban en la casa de los Villamizar, en la sala, sentados en el sofá. Se estaban besando apasionadamente.

—Me alegra que te hayas desecho de ese tal Renato del Olmo, Roberta —dijo Adriano sonriendo.

—Lo sé. Ya no estaba dispuesta a seguirle aguantando un chantaje más a ese pendejo —dijo Roberta tranquila.

—Así es —dijo Adriano tranquilo—. Para bien o para mal, hiciste lo correcto. No tienes por qué sentirte culpable por haber limpiado un poco la basura de este mundo.

—Lo sé... —dijo Roberta tranquila—. Por cierto, unos amigos me estaban comentando que tuviste una novia hace mucho tiempo, antes de Daniela.

Adriano se entristeció un poco tras haber escuchado las palabras de Roberta.

—Sí, me imagino... —dijo triste.

—Y si no me equivoco, esa chica se llama Sofía Martell —dijo Roberta tranquila—. Vamos, Adriano. Sabes que puedes hablar conmigo.

—Es que es un tema muy delicado para mí —dijo Adriano triste—. Y cada vez que lo toco, no sé cómo reaccionar.

—Entiendo... —dijo Roberta tranquila.

Roberta y Adriano se levantaron del sofá.

—Aún recuerdo como me dijeron que la mataron —dijo Adriano mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Mi hermano me dijo que la mataron, pero nunca supe quién lo hizo.

—Me imagino que no la has pasado muy bien desde ese día, ¿no? —dijo Roberta preocupada.

—No... —dijo Adriano triste—. Nunca nadie me dijo quién acabó con su vida. Y hasta ahora, no sé quién la mató.

Roberta empezaba a enfurecer conforme pasar el tiempo.

—¡Maldito pendejo! —gritó Roberta furiosa—. ¡Mil veces pendejo! ¡Maldito!

Roberta respiró profundamente para calmarse. Adriano estaba impresionado por lo ocurrido.

—Roberta... —dijo Adriano preocupado.

—Lo siento, Adriano. No quería gritarte esto a ti. Perdóname —dijo Roberta más tranquila—. Es que me alteré mucho cuando supe que mataron a Sofía Martell hace tiempo. Esos adjetivos que usé, eran para el pinche feminicida de esa chica. Ojalá que el pendejo que la mató, sufra las consecuencias.

—Lo sé... —dijo Adriano triste, mientras Roberta secaba sus lágrimas—. Cuando descubra quién mató a Sofía Martell, te juro que va a haber consecuencias. ¡Y muy graves...!

—Te entiendo, Adriano. Te entiendo —dijo Roberta preocupada—. De verdad que no es fácil convivir con el dolor.

Roberta le dio un abrazo a Adriano para consolarlo. Adriano por su parte, se sentía muy triste por la muerte de Sofía Martell. Pero comprendía que fue asesinada, y quería planear su venganza contra su asesino.

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