16: Hay secretos que no pueden guardarse por mucho tiempo
Esa noche...
Parque de los Sauces.
Ya era de noche. Daniela estaba en el parque, caminando tranquilamente y aprovechando que el clima seguía cálido.
De repente, Adriano llegó al parque, se acercó a Daniela y habló con ella.
—Hola, Daniela —dijo amable—. ¿Cómo has estado? Supe que ya no eres amiga de Andrés.
—Ya estarás contento, ¿verdad, Adriano? —preguntó Daniela enojada—. ¡Tuve que romper mi amistad con él por tu culpa!
—¡Era necesario que lo hicieras! —exclamó Adriano—. ¿Para qué querías perder tu tiempo con alguien que no valía la pena?
—¡Ya basta! —gritó Daniela enojada—. ¡Rompí mi amistad con él para mantenerlos a él y a su familia a salvo! ¡No porque yo quisiera!
—Eso significa que tarde o temprano, vas a volver conmigo —dijo Adriano sonriendo.
—¡Eso nunca! —dijo Daniela enojada—. ¡De ninguna manera voy a volver contigo!
Adriano se echó a reír.
—¿De qué te ríes? —preguntó Daniela enojada.
—¡Claro que vas a volver conmigo, te guste o no! —dijo Adriano ya enojado—. ¡Sabes lo que le va a pasar a la familia de Andrés, si vuelves a encontrarte con él! ¡Y también sabes lo que le va a pasar a tu familia!
—¡No, con mi familia no te metas! —gritó Daniela enojada.
—¡Claro que lo haré! —dijo Adriano enojado—. ¡Si vuelves a juntarte con Andrés, serán tanto la familia de él como la tuya, las que sufran las consecuencias! Pero no les voy a hacer nada, quieras regresar conmigo o no.
—¡Ya te dije que no voy a regresar contigo! ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? —dijo Daniela enojada.
—Tú sabes si quieres regresar conmigo o no —dijo Adriano ya enojado—. Hice de todo para que te alejaras de Andrés, y sí funcionó. Tú sabes que sí quieres volver. Pero no es mi problema si no quieres.
—¡Primero muerta que regresar contigo! —gritó Daniela enojada—. ¡No importa lo que hagas, no voy a regresar contigo! O tal vez lo haga, ¡pero será el 30 de febrero!
—Mira, Daniela —sentenció Adriano enojado—. Puedo aceptar un no por respuesta. Si no quieres regresar conmigo, no te voy a volver a insistir. Pero si me llego a enterar de que vuelves a ser amiga de Andrés, ¡estás muerta! ¿Te quedó claro?
—¿Me estás amenazando, Adriano? —preguntó Daniela horrorizada.
—Tómalo como quieras, Daniela —dijo Adriano enojado—. Pero ya te lo dije. No vuelvas conmigo si no quieres. Pero ya sabes lo que te va a pasar si vuelves a ser amiga de Andrés.
—¡Pues no te tengo miedo, Adriano! —dijo Daniela enojada—. ¡Si quieres, lastímame a mí! ¡Pero no te metas con mi familia!
Adriano se echó a reír.
—¿Ves cómo me gusta ver como otros me suplican piedad? —dijo burlón después de reír—. Ya lo ves, Daniela. Quien se mete conmigo, tarde o temprano sufre las consecuencias. Poco a poco, te das cuenta de que nunca debiste haber terminado conmigo. Y muy pronto vas a saber quién soy en realidad.
Después de esa discusión, Adriano se fue enojado del parque. Daniela por su parte, se quedó sola y horrorizada. No sabía que hacer ante las amenazas de Adriano.
***
Más tarde...
Casa de los Abascal.
Andrés y Luciano estaban en la sala de la casa de los Abascal, sentados en el sofá. Luciano portaba una playera blanca de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—De verdad que no puedo creer que Daniela haya terminado su amistad contigo, Andrés —dijo Luciano preocupado.
—Lo sé, Luciano... —dijo Andrés triste—. Me duele mucho sabrá que Daniela ya no quiere volver a verme. ¿Será que regresó con Adriano?
—No lo sé, pero no creo que Daniela sea capaz de hacer algo así —dijo Luciano tranquilo—. Ella dijo que no regresaría con él. Puedes estar tranquilo.
—¡Es que me da mucho miedo que vaya a regresar con él! —dijo Andrés ya preocupado—. ¿Será que él la amenazó?
—Me consta —dijo Luciano tranquilo—. Se me hace que Adriano la amenazó para que volviera con él. Pero tú no te preocupes, Andrés. Daniela tiene mucha dignidad como para no caer en sus tonterías.
—Muchas gracias, pero no puedo estar tranquilo sabiendo que en algún momento, ella podría retomar su relación con él —dijo Andrés intranquilo—. Sí la clase de persona que es Adriano Villamizar, y de lo que es capaz para quitar a sus enemigos a su camino.
—Tienes razón, Luciano... —dijo Andrés ya tranquilo—. Sólo espero que Daniela cumpla su palabra y no regrese con él.
—Créeme que no soportaría que Daniela regresara con Adriano —dijo Andrés ya enojado.
De repente, Melissa apareció. Portaba una blusa azul de tirantes, minishort deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Se acercó a Andrés y Luciano, y se sentó con ellos.
—Hola, chicos —dijo sonriendo.
—Hola —dijeron Andrés y Luciano al mismo tiempo.
—¿Cómo te sientes, Andrés? —le preguntó Melissa a Andrés.
—No sé, Melissa... —dijo Andrés triste—. Todavía no puedo creer que Daniela haya cortado la amistad conmigo.
—Tal vez es porque se siente triste, Andrés —dijo Melissa un poco triste—. Y quiere aprender a dejar ir la relación que tenía con Adriano.
—No lo sé... —dijo Andrés triste—. Ya pasó una semana desde que dejamos de ser amigos. Y cada día que pasa, me duele más.
—No es el fin del mundo, Andrés —dijo Luciano—. Quizá Daniela haya terminado su amistad contigo, pero es porque aún le duele lo que Adriano le hizo el otro día. Pero ten paciencia. Ya verás que muy pronto, tú y ella volverán a ser buenos amigos como antes.
—Así es, Andrés —dijo Melissa sonriendo—. No olvides que, por más fuerte que sea la tormenta, esta pasará. Después de la tormenta, el sol vuelve a salir.
—Muchas gracias por esas palabras, chicos —dijo Andrés un poco más tranquilo—. Espero que esta tormenta se calme al final.
—Ya verás que esta tormenta se va a calmar, hermanito —dijo Melissa sonriendo—. No te desesperes. Ya verás que con el pasar del tiempo, tú y Daniela volverán a ser amigos.
—Eso espero, Melissa. Eso espero —dijo Andrés tranquilo.
A pesar de lo triste que estaba, Andrés no perdía la esperanza de que él y Daniela volvieran a ser amigos. Aún si tenía miedo de que ella regresara con Adriano.
***
Más tarde...
Parque Murazano.
Adriano estaba en el parque Murazano con Santino. Ambos estaban hablando muy seriamente, mientras caminaban.
—Te cité aquí porque me acabo de enterar de algo horrible —dijo Adriano serio.
—¿Qué quieres decirme, Adriano? —preguntó Santino curioso.
—Pasa, que me acabo de enterar de que asesinaron a un joven llamado Renato del Olmo —dijo Adriano serio—. Dicen que lo mataron, porque andaba investigando acerca de la desaparición de Osvaldo Ventura.
—Dios mío, qué horror... —dijo Santino horrorizado.
—Sí, dicen que una mujer le dio una paliza y lo quemó vivo —dijo Adriano serio—. Y eso es lo que te va a pasar a ti, si sigues investigando.
Los dos jóvenes se detuvieron. Santino decidió confrontar a Adriano.
—¿Estás amenazándome? —preguntó Santino ya enojado.
—Tómalo como quieras —dijo Adriano serio—. Pero sabes que no soporto que la verdad salga a la luz. Te voy a pagar una buena cantidad de dinero, para que dejes de investigar.
—¡No me vas a comprar, Adriano Villamizar! —dijo Santino enojado—. Debes saber que Roberta intentó sobornarme para callarme. Si ella no pudo, ¿qué te hace pensar que tú sí lo harás?
Adriano se echó a reír.
—¿Crees que soy un tonto? —preguntó burlón—. Por favor, Santino. Sé que estás investigando acerca de lo que le pasó a Osvaldo y a Alan. Soy todo oídos, chico. Será mejor que no te metas conmigo, si no quieres saber de lo que soy capaz.
—¡No sé a qué te refieres, pero no me vas a intimidar tan fácilmente, Adriano! —dijo Santino enojado—. ¡Te advierto que también estoy investigando acerca de la muerte del padre de Andrés Abascal! Me odias porque, a diferencia de los demás, yo sé la clase de monstruo que eres.
—Sabes que soy malo. Y puedo ser peor si me provocas, Santino —dijo Adriano burlón—. Así que será mejor que agarres la onda, y dejes a un lado la investigación. Porque si no lo haces, vas a saber de lo que soy capaz.
—No me vas a intimidar tan fácilmente, eso dalo por hecho —dijo Santino enojado.
—Haz lo que quieras, pero te aseguro que vas a sufrir las consecuencias si me traicionas —dijo Adriano serio.
Después de esa discusión, Adriano se fue caminando del parque. Santino por su parte, decidió sentarse en una banca para tranquilizarse. Era obvio que no se dejaba intimidar por Adriano, ni por nadie.
***
Más tarde...
Parque de los Sauces.
Andrés estaba con Daniela en el parque, ambos estaban hablando, pero Andrés se veía preocupado.
—¿Por qué no quieres decirme qué te pasa? —preguntó Andrés preocupado—. ¿Por qué decidiste terminar nuestra amistad así como así?
—¡Porque es necesario, Andrés! —dijo Daniela un poco triste—. ¡Tú y yo ya no podemos ser amigos! ¡Entiéndelo de una vez, por favor!
—¡Tan solo quiero saber que te hizo Adriano para que tomaras esta decisión! —dijo Andrés preocupado—. ¡Solo quiero ayudarte! ¡Quiero que me dejes ayudarte, por favor!
—¡No necesito que me ayudes! —dijo Daniela ya enojada—. ¡Nuestra amistad se terminó, entiende y acéptalo!
—¡Solo quiero ayudarte, para que tú y yo volvamos a ser amigos, Daniela! —dijo Andrés preocupado—. ¿Adriano te hizo algo? ¿Qué te dijo ese tipo para que rompieras nuestra amistad así como así?
—¡No me dijo nada, ya no insistas más, Andrés! —dijo Daniela enojada.
—¡Yo sólo quiero...! —dijo Andrés, pero ya no pudo hablar más, por la tristeza que sentía.
—¡Dije que ya no me insistas! —le gritó Daniela más enojada.
De repente, Emiliano apareció y se acercó a Daniela para ayudarla y enfrentar a Andrés.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Emiliano sorprendido.
—Nada, sólo estaba hablando con Andrés —dijo Daniela un poco más tranquila.
—¿No te das cuenta, Andrés? —le dijo Emiliano a Andrés—. Daniela ya te dijo que ya no quiere ser tu amiga. Déjala en paz, ¿no entiendes que ella ya no quiere saber nada de ti?
—¡No, Emiliano! —dijo Andrés enojado—. ¡Sé que Daniela yo seguimos siendo amigos! —volteó hacia Daniela—. ¡Díselo, Daniela! ¡Dile a Emiliano que tú y yo seguimos siendo amigos!
—No, Andrés... —dijo Daniela ya triste, y volteó hacia Emiliano—. Andrés y yo ya no somos amigos, Emiliano. Hace tiempo que decidí romper mi amistad con él.
—Ya la oíste, Andrés. Mi hermana y tú ya no son amigos, así que déjala en paz —dijo Emiliano enojado—. Ella ya no quiere saber de ti, así que ya no insistas más.
—Lo sé, Emiliano. Vámonos de aquí —dijo Daniela seria—. Aquí ya no tengo nada que hacer.
—Descuida, te acompaño después —dijo Emiliano—. Tú ve a casa, pero con cuidado.
Daniela se fue del parque, dejando a Andrés y a Emiliano. Éste no dudó ni un segundo en enfrentar a Andrés.
—¿No te das cuenta de que ya no eres más que un extraño para Daniela? —preguntó burlón—. ¿No quieres aceptar que ya perdiste?
—¡No, no lo voy a aceptar! —dijo Andrés enojado—. ¡Sabes que Daniela y yo seguimos siendo buenos amigos! ¡Lo que pasa es que Adriano le ha de haber lavado el cerebro!
—¿Lavado de cerebro? ¡Por favor! —dijo Emiliano burlón—. Date cuenta, Andrés. Adriano sólo le abrió los ojos y la hizo darse cuenta de que esta amistad no tenía futuro.
—¡Te juro que un día de estos, Daniela y yo volveremos a ser amigos! —dijo Andrés enojado.
—¡Pues sigue soñando! —dijo Emiliano enojado—. Porque Daniela ya no quiere saber nada de ti, así que aléjate de ella para siempre.
Después de esa pelea, Emiliano se fue del parque. Andrés lo veía marcharse, y se sentía muy triste al saber lo que había pasado. Prefirió sentarse en una banca para descansar y quitarse de encima la tristeza que sentía.
—Dios, por favor... —susurró triste, mientras volteaba hacia la luna—. Ayúdame a recuperar la amistad de Daniela.
Se quedó contemplando la luna, debido a la gran tristeza que sentía. Deseaba que todo esto fuera una pesadilla, de la cual quería despertar.
***
Más tarde...
Casa de los Lazcano.
Roberta y Carlos estaban en la sala de la casa, sentados en el comedor. Sus atuendos:
Roberta: Blusa negra de tirantes, minishort azul, zapatos tenis blancos.
Carlos: Playera celeste de mangas cortas, pantalón deportivo negro, zapatos tenis blancos. Carlos tenía una mochila gris en el suelo.
—A ver, déjame ver si entendí bien: Katia me dijo que abusaste de ella hace días, ¿no es cierto? —preguntó Roberta curiosa.
—Sí, ella te está diciendo la verdad —dijo Carlos tranquilo—. Me metí a tu casa y abusé de tu hermana hace días.
—No sé con qué pendejada me estés saliendo, Carlos. Pero más te vale que me estés diciendo la verdad —dijo Roberta seria.
—¡Claro que te lo estoy diciendo! —dijo Carlos tranquilo—. Me aproveché de tu hermana. Te lo confieso.
—Lo sé —dijo Roberta—. Sabía que ibas a admitir frente a mí, lo que le dijiste a mi hermana. Incluso tengo un video que lo prueba, porque aquí tengo unas cámaras de seguridad.
Roberta sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón, lo desbloqueó, puso un vídeo y le dio el celular a Carlos para que ella pudiera ver ese video.
Está claro que ese video mostraba como Carlos se acercaba a Katia para abusar sexualmente de ella. Le metía su pene en el trasero de la chica. Carlos quedó estupefacto después de haber visto ese video. Roberta bloqueó la pantalla y puso el celular en la mesa.
—Sabes muy bien el problema en el que te estás metido, ¿no es así? —dijo Roberta seria, y tomó su celular de la mesa.
—Lo sé, Roberta. Lo sé —dijo Carlos serio.
—Mira, ahora sí estás metido en una problema muy grande —dijo Roberta seria—. Podría hacerte algo terrible ahora mismo. Pero como eres hermano de Adriano Villamizar, no lo voy a hacer.
—¿Quiere decir que pasa seguir guardando silencio? —preguntó Carlos tranquilo.
—Sí. Sé que violaste a mi hermana, y aquí tengo las pruebas —dijo Roberta seria—. Pero no te voy a denunciar, no te preocupes.
Carlos respiró profundamente antes de hablar.
—Muchas gracias, Roberta. Sabía que podía contar contigo —dijo tranquilo.
—¡Pero no cabtes victoria, cabrón! —dijo Roberta ya enojada—. ¡Sabes que voy a guardar silencio, pero te va a costar muy caro! Vas a tener que pagarme una cuota al mes.
—Bueno, no será tan difícil —dijo Carlos tranquilo, tomó su mochila del suelo, la abrió y sacó un fajo de billetes de 500 pesos para después dárselo a Roberta. Ella tomó el fajo de billetes.
—No quieras dormir tranquilo, pendejo —dijo Roberta más enojada—. Voy a callar lo que le hiciste a mi hermana. Pero si me llegas a traicionar, ¡lo voy a sacar a la luz! ¿Oíste, cabrón?
—No te voy a traicionar, ni ahora, ni nunca dijo Carlos tranquilo.
—Eso espero, Carlos. Eso espero —dijo Roberta—. Hay secretos que no pueden guardarse por mucho tiempo. Te lo aseguro.
Carlos estaba tranquilo al saber que Roberta callaría el abuso que Katia sufrió a manos de él. Sin embargo, tenía miedo de que ese secreto se viera a la luz en algún momento.
***
Más tarde...
Parque Avándaro.
Alan estaba en el parque Avándaro, caminando tranquilamente. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos. Se veía muy triste.
—Dios mío, ¿cómo le voy a decir a todos que mi hermano murió? —susurró con tristeza.
De repente, Adriano llegó al parque y se acercó a Alan para enfrentarlo. Alan volteó hacia él y lo enfrentó.
—¿Qué quieres, Adriano? —preguntó Alan asustado.
—Vaya. Veo que has estado muy callado en estos últimos días, Alan —dijo Adriano burlón—. Ninguno de tus seres queridos sabe que tu hermano murió. Sólo tú, Roberta y yo.
—¿Por qué le hiciste esto a Osvaldo? ¡Él no te hizo nada! —dijo Alan triste y asustado.
—Por favor, todos sabemos que Roberta quería alejarlo de Katia —dijo Adriano asustando más a Alan—. Y por lo que veo, no tuvo otra opción.
—¿Cómo te atreviste a hacer esto? —dijo Alan ya enojado—. ¡Por tu culpa, Roberta me hizo la vida miserable! ¡Nunca le perdonaré a Roberta lo que me hizo! ¡Y tampoco te perdonaré lo que le hiciste a mi hermano!
—¡Por favor, Alan! —dijo Adriano burlón—.
No tienes pruebas, ¡ni de una cosa, ni de la otra! ¿Cómo esperas luchar contra nosotros, en especial contra mí? Te advierto que no puedes hablar sin tener pruebas en las manos, es tu palabra contra la mía.
—¡Te aseguro que voy a conseguir las pruebas! —dijo Alan enojado—. ¡Y te prometo que tú y Roberta pagarán por lo que hicieron!
—¿Muy valiente? —dijo Adriano burlón—. Dices que vas a castigar a Roberta por lo que te hizo el otro día. Pero cuando la tienes frente a ti, ¡tiemblas de miedo!
—¡Eso no es cierto! —gritó Alan muy enojado!
—¡Claro que sí! —dijo Adriano burlón—. Me doy cuenta de que te asustas tanto con Roberta, que incluso llegas al punto de hacerte pipí en la cama. ¿Así o más miedo le tienes a Roberta Lazcano?
—¡Cállate! —gritó Alan enojado.
Cegado por la ira, Alan le dio un puñetazo a Adriano en la cara. Adriano empezó a sangrar por la nariz, y empezó a enfurecer más.
—¡Eres un...! —dijo Adriano enojado, mientras sostenía su nariz con su mano derecha para ralentizar el sangrado—. ¡No sabes con quién te metes!
—¡Claro que sé con quién me estoy metiendo! —gritó Alan enojado—. ¡Todo el mundo va a saber la clase de monstruo que eres, Adriano Villamizar!
—¡Te juro que te vas a arrepentir, Alan! —dijo Adriano enojado, mientras dejaba de sostener su nariz—. ¡Muy pronto, vas a saber de lo que soy capaz! ¡Si te atreves a hablar acerca de lo que pasó el otro día, tú y toda tu familia van a sufrir las consecuencias!
Después de esa discusión, Adriano se fue enojado del parque. Alan por su parte, se quedó en el parque y se citó en una banca. Empezó a llorar desconsoladamente, pues no podía hallar la forma para enfrentar el miedo que sentía.
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