15: El silencio cuesta, y mucho
Días después...
4 de septiembre de 2023.
Facultad de Ciencias de la Comunicación.
Era un nuevo día en la ciudad. El clima estaba cálido, pero el cielo estaba nublado. Y encima, estaba lloviendo ligeramente.
Alessia estaba en su salón de clases, sentado en una banca con un chico.
Ese chico se veía lindo, tenía 20 años. Era delgado y alto, de piel clara, ojos cafés y cabello corto castaño claro. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
Alessia portaba una blusa roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
Los dos platicaban.
—Ya ha pasado una semana, y la investigación ya ha mejorado mucho, eso fue lo que dijo la policía —dijo Alessia sonriendo.
—¡Que buena noticia! —dijo el chico de blanco, feliz—. Me alegro de que todo salga bien. Ya verás que muy pronto, Osvaldo va a aparecer con vida.
—Eso espero, Franco —dijo Alessia sonriendo—. Finalmente, la pesadilla va a terminar, y Osvaldo va a aparecer con vida.
—Cierto, Alessia —dijo Franco, el chico de blanco—. Con esto, finalmente encontraremos paz y tranquilidad.
De repente, Alan y Melissa entraron al salón de clases. Alan portaba una playera guinda de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Melissa portaba una blusa lila de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Ambos llevaban sus mochilas en sus espaldas.
Caminaron hacia Franco y Alessia, y se sentaron con ellos.
—Hola chicos —dijo Franco.
—Hola —dijeron Alan y Melissa.
—Hola —dijo Alessia.
—¿Por qué esas caras, chicos? —preguntó Franco ya preocupado.
—Es que, como ya saben, Andrés y Daniela ya no son amigos —dijo Melissa triste.
—Lo sé, Melissa —dijo Alessia preocupada—. Ya nos enteramos de que todo fue culpa de Adriano Villamizar.
—Sí, Alessia —dijo Melissa triste—. Por su culpa, mi hermano y Daniela decidieron poner fin a su amistad.
—Yo aún estoy en shock por lo que pasó —dijo Alan triste—. Todavía no puedo creer cómo pudo Adriano haber llegado a semejantes extremos.
—Es que su maldad no conoce límites, Alan —dijo Franco triste.
—Ojalá que Andrés y Daniela vuelvan a retomar su amistad —dijo Alessia preocupada.
—No lo sé, Alessia —dijo Melissa triste—. Tal parece que ese día no va a llegar nunca, mientras Adriano Villamizar siga por ahí, saliéndose con la suya.
—Ya verás que algún día, este infierno va a terminar, Melissa. No te preocupes —dijo Franco tranquilo.
—Dios te oiga, Franco... —dijo Melissa triste.
—Sabemos que este infierno se va a acabar muy pronto, amiga —dijo Alessia tranquila.
—Esta tormenta pasará, por más fuerte que sea —dijo Franco mientras sonreía levemente—. El sol siempre vuelve a salir. Te lo aseguro.
Incluso la más fuerte tormenta pasará. Y Melissa ya lo sabía bien. Sabía que esa tormenta iba a pasar algún día.
Pero Alan también sufría por dentro. Sin embargo, no hablaba con nadie del tema. "Si supieran el terrible infierno por el que estoy pasando", pensaba.
***
Más tarde...
Facultad de Artes Visuales.
Andrés estaba en la facultad, caminando hacia su salón de clases. Portaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Por qué no me has hablado desde hace días, Daniela? —susurró triste mientras caminaba.
Antes de entrar, se encontró con Daniela, quien portaba una blusa beige de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
Se le acercó para hablarle, pero ella fue contundente.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, Andrés —dijo Daniela un poco enojada—. Hace más de una semana que ya no somos amigos.
—Lo sé, Daniela —dijo Andrés tranquilo—. Pero, ¿no crees que estás llevando esto un poco lejos?
—¿De qué hablas? —preguntó Daniela.
—Tú misma me dijiste que no te dejarías intimidar por Adriano, ¿ya se te olvidó? —preguntó Andrés tranquilo—. Le dijiste que no ibas a dejar de ser mi amigo, ¿y qué hiciste? ¡Terminaste con nuestra amistad!
—¡No lo entenderías, Andrés! —dijo Daniela enojada—. ¡Entiende una vez que tú y yo ya no podemos ser amigos!
—¡Claro que lo entiendo, Daniela! —dijo Andrés ya enojado—. ¡Sabes perfectamente que terminaste con Adriano hace mucho tiempo! ¿Cómo me sales ahora con que ya no podemos ser amigos?
—¡Adriano no tiene nada que ver en esto! —dijo Daniela enojada—. ¡Es sólo que ya no puedo seguir con esto!
—¿Por qué me haces esto, Daniela? —dijo Andrés enojado, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No puedes destruir nuestra amistad como si nada! ¡Tardamos muchos años en construirla, y ahora resulta que tú decides destruirla en un sólo día!
—¡Nunca vas a entender por qué lo hice, Andrés! —dijo Daniela enojada—. Pero aceptalo de una vez, ¡ya no podremos ser amigos nunca más! ¿Entiendes?
—¿Acaso Adriano te dijo algo? —dijo Andrés enojado, mientras se secaba las lágrimas—. ¡Contesta! ¿Adriano te hizo algo?
—¿A ti qué te importa si Adriano me hizo algo? —dijo Daniela muy enojada—. ¡Solo aléjate de mí, quieres! ¡Tú y yo ya no somos amigos, grábatelo en la cabeza!
—¡Ya deja de negarlo, Daniela! —dijo Andrés alterado—. ¡No es justo que hayas destruido esta amistad de varios años, de un día para otro!
—¿Sabes qué? Ya no quiero seguir con esta discusión —dijo Daniela enojada, mientras se alejaba de Andrés.
—¡A mí se me hace que Adriano te amenazó! —gritó Andrés, causando que Daniela volteara hacia él—. ¡No me lo niegues! ¡Adriano te amenazó!
—¡Piensa lo que quieras, a mí no me importa! —le gritó Daniela enojada.
Daniela se dio la media vuelta y se fue caminando hacia su salón de clases. Andrés entró a su salón y se sentó en una banca, para después empezar a llorar desconsoladamente. Le dolía mucho haber terminado su amistad con Daniela, y anhelaba recuperar esa amistad algún día.
Por otro lado, Daniela estaba en su salón de clases. Estaba sentada en una banca y llorando por lo ocurrido.
—¡Perdóname, Andrés! —sollozó triste—. ¡No quise hablarte así! ¡Perdóname por lo que hice!
Se lamentaba mucho por haber terminado su amistad con Andrés, pero prefería alejarse de él, por miedo a las represalias que Adriano podía tomar.
***
Más tarde...
Parque Avándaro.
Melissa estaba en el parque Avándaro, caminando tranquilamente después de sus clases. Se le veía tranquila mientras caminaba.
De repente, Katia llegó al lugar para hablar con ella. Katia usaba una blusa celeste de mangas cortas, pantalón blanco y zapatos tenis negros. Melissa se molestó al verla.
—¡Otra vez tú , Katia? ¡Ya te lo dije mil veces, Carlos es un buen chico! —dijo Melissa muy enojada.
—¿Porque no quieres entenderlo, Melissa? —preguntó Katia triste—. ¡Carlos se aprovechó de mí hace días! ¡Yo solo quiero evitar que te pase lo mismo que a mí!
—¡A mí no me va a pasar nada, porque sé que Carlos es un buen chico! —dijo Melissa enojada—. ¡Ni tú ni nadie me van a hacer que me aleje de él! ¿Por qué carajo no lo entiendes?
—¡Porque yo solo quiero evitar que te pase algo! —dijo Katia asustada y triste—. ¡Sabes bien que tengo mucho miedo de que Carlos te haga lo mismo que me hizo a mí!
—¿Al menos tienes pruebas? —preguntó Melissa enojada—. ¿Hay videos, hay fotos? ¿Hay fluidos de Carlos en tu ropa?
Katia empezaba a indignarse por las preguntas de Melissa.
—¿Cómo puedes preguntarme algo así? —preguntó triste—. ¡Te digo mil veces que Carlos se aprovechó de mí ese día!
—¡Pues yo no te creo nada! —le dijo Melissa enojada—. Hasta que no me muestres pruebas concretas de que Carlos abusó de ti ese día, no te voy a creer nada. ¡Y voy a seguir siendo su amiga para que te dé más coraje!.
—Melissa... —dijo Katia triste—. Si quieres seguir siendo amiga de Carlos, está bien. Pero por favor, piensa muy bien lo que te estoy diciendo.
—Ya lo pensé bien, Katia —dijo Melissa enojada—. Y ni tú ni nadie me van a dejar de Carlos. Y si de verdad abusó de ti, te exijo que me demuestres pruebas concretas.
—Por favor, Melissa... —dijo Katia asustada y triste—. Sigue siendo amiga de Carlos si quieres. Pero ten mucho cuidado con él, está completamente loco. Sé que te podría hacer lo mismo que me hizo a mí.
—¿Otra vez con lo mismo? —dijo Melissa enojada—. ¿Hasta cuándo van a seguir diciendo cosas de Carlos? ¿Hasta cuándo van a aceptar nuestra amistad? ¡Ya te lo dije mil veces! ¡Carlos no me va a hacer nada malo! ¡Y nada de lo que digas me va a hacer que dude de él. Yo mejor me voy de aquí, ya me cansé de esta conversación.
Melissa se fue muy enojada del parque, mientras que Katia se quedó triste y se sentó en el parque para comenzar a llorar. Le dolía mucho haber sido abusada sexualmente por Carlos, y que nadie le creyera.
***
Más tarde...
Casa de los Villamizar.
Adriano estaba en su casa, portando un traje y zapatos negros, con una corbata roja. Se sentó en el sofá y sonrió.
—Fue mucho más fácil de lo que creía —dijo sonriendo—. Al fin logré separar a Andrés de Daniela. Y pensar que sería muy difícil.
De repente, Carlos llegó a la sala y se acercó a Adriano. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¡No puedo creer que hayas logrado separar a Andrés de Daniela, Adriano! —dijo sonriendo, mientras se sentaba junto a Adriano—. Y pensar que sólo te costó amenazar a toda su familia.
—En lo absoluto, Carlos —dijo Adriano sonriendo, mientras tomaba un vaso de whisky de la mesa—. Le advertí a Andrés que si se volvía a acercar a Daniela, iba a matar a toda su familia.
—Caray, no creí que fueras capaz de darle Andrés en su punto débil —dijo Carlos sonriendo—. Esto es para que aprenda a que nadie se mete con los Villamizar.
—En lo absoluto, Carlos —dijo Adriano sonriendo—. El haberme metido con su familia, es sólo el comienzo. Muy pronto voy a preparar en marcha mi siguiente plan. Con ese plan, me voy a deshacer definitivamente de Andrés Abascal.
—¿A poco ya lo quieres matar, Adriano? —preguntó Carlos sorprendido.
—Sí, no tiene caso dejarlo con vida —dijo Adriano tranquilo—. Yo ya cumplí mi propósito de alejarlo de Daniela. Ahora me toca deshacerme de él de una vez por todas.
—¿Y como le vas a hacer? —preguntó Carlos.
Adriano se quedó pensativo por unos segundos.
—Ya lo sé —dijo tranquilo—. Mañana mismo voy a hablar con unos amigos míos, ellos sabrán qué hacer. Voy a secuestrar a Andrés, y lo voy a llevar a un lugar apartado. Luego, lo voy a meter a una casa, para después quemarla.
—Una muerte lenta, pero dolorosa —dijo Carlos sonriendo.
—Tú lo has dicho, Carlos —dijo Adriano sonriendo—. El plan es darle a Andrés una muerte muy lenta y dolorosa. Y mañana será el día. Ya va siendo hora de demostrarle que nunca debió haberse metido conmigo. Pero por ahora, voy a silenciar a Katia.
Adriano ya había alejado a Andrés de Daniela. Pero no estaba contento: quería acabar con él, para tener el camino libre con Daniela.
***
Más tarde...
Casa de los Montes de Oca.
Daniela ya estaba en su casa. Estaba triste después de haber terminado su amistad con Andrés. Emiliano llegó a la sala. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla y negro y un par de zapatos tenis blancos.
Emiliano se acercó a Daniela para hablar con ella.
—Hola, Daniela —dijo Emiliano tranquilo—. Me acabo de enterar de que rompiste tu amistad con Andrés. Eso habla muy bien de ti.
—Ya estarás contento, ¿verdad, Emiliano? —dijo Daniela enojada—. ¡Al fin se consumó lo que tanto querías!
—¿Por qué te enojas? —preguntó Emiliano tranquilo—. Ya era hora de que rompieras tu amistad con ese chico. Ya sabía que solo te traería problemas.
—¿Sabes? No estoy de humor para esto —dijo Daniela enojada.
—Claro que lo estás —dijo Emiliano tranquilo—. Adriano es el que más feliz está. Me dijo que está muy contento al saber que ya no eres amiga de Andrés Lazcano.
—¿Y por qué no te vas a festejar con él? —gritó Daniela enojada—. ¡Al fin y al cabo, tú y él son los mejores amigos!
—¿No entiendes que era necesario, Daniela? —dijo Emiliano enojado—. ¡Fue Andrés quien destruyó tu relación! ¡Qué bueno que lo mandaste a la mierda!
—¡No sabes cómo quisiera terminar ya con todo esto! —gritó Daniela enojada.
Al escuchar los gritos, la mamá de los chicos se dirigió hacia la sala y los enfrentó.
—¿Qué está pasando aquí? —les preguntó sorprendida—. ¿Cómo es posible que se estén peleando?
—¡Nada, mamá! —dijo Daniela enojada—. ¡Solo quería decirte que Andrés y yo ya no somos amigos! ¿Está bien?
—¿Cómo que tú y Andrés ya no son amigos? —preguntó la mamá sorprendida—. ¿Pero qué pasó?
—¡Nada, mamá! —gritó Daniela enojada—. ¡Solo decidí romper mi amistad con él! ¿Quedó claro? ¡Ya no puedo con esto, sólo déjenme en paz!
Daniela se fue muy enojada a su habitación, mientras que Emiliano habló con su madre.
—Pero, ¿qué le pasa a tu hermana, hijo? —preguntó la mamá sorprendida.
—Nada, mamá —dijo Emiliano tranquilo—. Sólo está pasando por un mal momento. Pero ya era hora de que rompiera su amistad con ese tipo.
—¿Cuál es tu problema? —le preguntó la mamá—. ¿Por qué odias tanto a ese chico?
—¡Porque él rompió la relación que mi hermana y Adriano tenían! —dijo Emiliano enojado—. ¡No puedo ni siquiera escuchar su nombre, mamá! ¿Cómo no quieres que lo odie, después de lo que le hizo a Daniela?
—¿Lo que Andrés le hizo a Daniela? —preguntó la mamá—. Más bien, ¿por qué no cuestionas a Adriano sobre lo que él le hizo a Daniela? ¡Andrés no ha hecho nada malo!
—¡Ya no lo defiendas, mamá! —dijo Emiliano enojado—. ¡Todos sabemos que por culpa de Andrés, Daniela terminó con Adriano! Pero si lo de Adriano es lo que quieres creer, allá tú.
Tras esta discusión, Emiliano se fue enojado hacia su habitación, mientras que la mamá se quedó muy sorprendida después de lo ocurrido.
Momentos después, Daniela salió de su habitación y se dirigió hacia donde estaba su mamá. Le dio un abrazo mientras empezaba a llorar.
—¡Perdóname, mamá! ¡Por favor, perdóname! —sollozó triste—. ¡No era mi intención hablarte así!
—Tranquila, hija. Tranquila... —dijo la mamá mientras abrazaba a Daniela.
Daniela siguió abrazando a su mamá, mientras no paraba de llorar.
***
Más tarde...
Casa de los Lazcano.
Katia estaba en la sala de su casa, sentada en el sofá. Usaba una blusa blanca de mangas cortas, short deportivo negro y un par de sandalias azules. Aún se le veía triste por la violación que sufrió.
—Dios mío, ¿Hasta cuándo voy a seguir soportando este sufrimiento? —susurró triste, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
De repente, alguien tocó el timbre. Katia se levantó de sofá y fue a abrir la puerta.
Se llenó de terror al ver que Adriano había tocado el timbre.
—¿Adriano? —preguntó Katia.
Adriano entró a la casa, y dos hombres encapuchados de negro también lo hicieron. Ellos sometieron a Katia contra la pared.
—¡Suéltenme, qué están haciendo! —gritó Katia mientras los dos hombres la sometían.
Adriano se dirigió hacia Katia.
—¿Así que fuiste víctima de abuso por parte de mi hermano, Katia Lazcano? —preguntó burlón—. Vaya sería una pena que alguien decidiera silenciarte.
Sobre todo porque me enteré de que estás investigando la desaparición de Osvaldo.
—¡No, no es cierto! —gritó Katia desesperada, mientras los dos encapuchados la seguían sometiendo—. ¡Tu hermano me violó, pero te juro que no voy a denunciarlo! ¡Te lo prometo!
—¡Mentirosa! —gritó Adriano enojado, le dio una cachetada a Katia en la mejilla izquierda—. ¡Ya sé que estabas a punto de denunciar a mi hermano!
—¡No, claro que no! —gritó Katia llorando y asustada—. ¡No quería denunciar a tu hermano! ¡Te lo juro!
—No, pero algo me dice que lo vas a hacer en un futuro —dijo Adriano serio—. Ya me enteré de que algunos de tus amigos están colaborando con la investigación sobre la desaparición de Osvaldo Ventura.
—¡No, no es cierto! ¡Claro que no! —gritó Katia asustada y llorando.
—Pues más te vale —dijo Adriano serio—. Porque soy todo oídos, y me doy cuenta de todo lo que pasa a mi alrededor. No quiero que le digas a nadie lo que pasó ese día.
No quieres conocerme enojado, ¿o sí?
El miedo que Katia sentía, aumentaba con el pasar del tiempo. Adriano sabía muy bien cómo intimidarla.
—¡No me hagas daño, por favor! —dijo Katia asustada y llorando—. ¡Te juro que no voy a denunciar a tu hermano por lo que me hizo! ¡Te juro que no le voy a decir a nadie lo que pasó ese día!
—Bueno... —dijo Adriano serio—. Te voy a creer. Sé que no le vas a decir a nadie lo que pasó ese día. Pero para que quedemos a mano, te voy a pagar una fuerte cantidad de dinero. El silencio cuesta, y mucho.
Adreno sacó un fajo de billetes de 500 pesos del bolsillo derecho de su saco. Se lo aventó a Katia en el suelo.
—A ver si con esto te callas la boca —dijo Adriano enojado, mientras Katia veía el fajo de billetes—. Agradece que me estoy portando bien contigo. Si sigues siendo una buena chica y te quedas callada, te voy a dar una buena cantidad de dinero, y mucho más —se acercó a Katia y le levantó la cabeza para que ella lo mirara a los ojos—. Pero si abres la boca, lo único que tendrás será una bala en la frente. ¿Te quedó claro?
Katia hizo un gesto positivo con la cabeza, y los encapuchados la soltaron. Adriano y los encapuchados se fueron a la salida de la casa, caminaron hacia la camioneta negra y entraron. La camioneta se fue del lugar.
Katia se quedó solo en la casa, arrodillada en el suelo y llorando desconsoladamente. Tenía mucho miedo de que Adriano pudiera tomar represalias en su contra, y no sabía qué hacer.
¿Qué opinas del capítulo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro