14: Tarde o temprano, la gente consigue lo que quiere
Esa noche...
Parque de los Sauces.
Ya era de noche. El cielo ya estaba despejado.
Andrés estaba caminando en el parque de los Sauces, para terminar su día.
—Sólo espero que todo salga bien al final... —dijo tranquilamente.
De repente, alguien llegó al parque. Era Roberta, quien se acercó a Andrés para enfrentarlo.
—¿Tú eres el pendejo que se sigue acercando a Matías? —preguntó enojada.
—Vaya, si es Roberta Lazcano —dijo Andrés tranquilo—. ¿Cómo has estado?
—¡No me saludes como si nada, maldito pendejo! —gritó Roberta furiosa—. ¡Ya sé que tú separaste a Adriano de Daniela, cabrón!
—Vamos, Roberta —dijo Andrés tranquilo—. No es mi culpa si alguien te hizo enojar. Tu hermano y yo sólo somos amigos. Nada más.
—¿Eres pendejo, o te haces? —preguntó Roberta enojada—. Ambos sabemos lo que le hiciste a Daniela, cabrón.
—¡Por enésima vez, yo no le hice nada a Daniela! —dijo Lucas tranquilo—. ¿Por qué nadie acepta que fue Adriano quien la engañó contigo?
—¡Ya quítate la pinche venda de los ojos, pinche estúpido! —gritó Roberta furiosa—. ¡Nunca debiste separar a Daniela de Adriano, culero! ¿Cómo chingados puedes dormir tranquilo?
—¿Y tú cómo puedes dormir tranquila sabiendo que eres plato de segunda mesa? —dijo Andrés ya enojado.
Roberta le dio una cachetada a Andrés en la mejilla izquierda.
—¡A mí no me vuelves a insultar, pendejo de mierda! —le dijo muy enojada—. ¡Yo no soy ningún pinche plato de segunda mesa!
Andrés respiró profundamente antes de responder.
—Parece que estás loca, Roberta —dijo tranquilo—. Acepta que tú y Adriano se aman profundamente. No hay duda de por qué eres una…
Roberta intentó darle una cachetada a Andrés, pero éste la detuvo.
—¡Suéltame, pendejo! —gritó Roberta furiosa, mientras se zafaba de Andrés—. ¡A mí ningún pinche gato me va a tocar! ¡Y menos un pinche mugroso como tú!
—¡Y a mí ninguna maldita loca me va a poner un dedo encima, Roberta! —dijo Andrés ya enojado—. ¡Te juro que tú y Adriano se van a arrepentir por lo que le hicieron a Daniela!
—¡Mis huevos, pendejo! ¡Mis huevos! —le gritó Roberta enojada.
—No hay nada que me detenga, Roberta. Ni siquiera tú —dijo Andrés tranquilo—. Y una cosa más: no voy a permitir que te metas con mis amigos, ni siquiera con Alan. ¿Te quedó claro?
Andrés decidió irse del parque, después de haber peleado con Roberta. Ésta estaba increíblemente furiosa al saber que Andrés la había puesto en su lugar.
***
Más tarde...
Casa de los Villamizar.
Adriano estaba en su despacho, sentado en su escritorio y con la laptop abierta. Carlos estaba con él, sentado en el escritorio.
—¿Así que ya encontraste la forma para silenciar a Katia Lazcano, Carlos? —preguntó Adriano.
—Sí, fue mucho más fácil de lo que creía —dijo Carlos sonriendo.
—Vaya, sólo espero que no se le ocurra soltar la sopa —dijo Adriano serio—. Porque si lo intenta, será Matías quien sufra las consecuencias.
—Hablando de Matías, parece que no se ha enterado de lo que le hice a su hermana —dijo Carlos serio.
—Lo sé. Se va a armar la gorda en cuanto se entere —dijo Adriano serio—. Pero la que no se puede enterar es Roberta. Tú sabes muy bien que esa mujer es de armas tomar, y sería capaz de arremeter contra ti, si se llegara a enterar de lo que le hiciste a Katia.
—Lo sé, hermano. Lo sé —dijo Carlos serio—. Sólo le ruego a Dios que esto no llegue a oídos de Roberta. Con lo brava que es.
—Así es —dijo Adriano serio—. Por cierto, Luciano Arévalo se pasó de listo conmigo.
—¿En serio? —preguntó Carlos sorprendido.
—Sí, me dijo que estaba dispuesto a decir lo que pasó con los Ventura —dijo Adriano serio—. Pero yo me advertí que si lo intentaba, su familia sufriría las consecuencias. Sólo quiero hacerle saber que nadie se mete conmigo, sabe perfectamente de lo que soy capaz.
—Está bien —dijo Carlos serio—. Sólo quiero que sepas que muy pronto, se va a saber quién mató a Sofía Martell.
—Ojalá... —dijo Adriano, y empezó a enfurecer lentamente—. A mí nadie me quita de la cabeza que Sofía Martell fue asesinada. Y en cuanto descubra quién la mató, habrá consecuencias. Y muy graves.
Carlos empezaba a asustarse lentamente. La furia de Adriano lo aterraba.
—Adriano, no te ves muy bien... —dijo asustado.
—Sí, lo sé. Pero me voy a poner peor en cuanto me entere quién la mató —dijo Adriano más enojado, justificando su ira—. No me voy a quedar de brazos cruzados viendo cómo Sofía Martell no descansa en paz.
—Te entiendo, hermano. Te entiendo —dijo Carlos un poco menos asustado.
—Te aseguro que voy a vengar la muerte de Sofía, sea como sea —dijo Adriano un poco más tranquilo.
Adriano sabía que Sofía Martell había sido asesinada años atrás. Y estaba deseoso de vengar su muerte en cuanto llegara el momento.
***
Más tarde...
Casa de los Abascal.
Andrés y Melissa estaban en la sala de la casa, sentados en el sofa y platicando tranquilamente. Andrés seguía triste después de lo que pasó aquella mañana. Luciano estaba sentado en el sofá con ellos, portando una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—Siento mucho que Daniela haya decidido terminar su amistad contigo, Andrés —dijo Melissa triste.
—Sí, lo sé, Melissa… —dijo Andrés triste—. De verdad no me cabe en la cabeza lo que pasó.
—De verdad que no me cabe la cabeza que Adriano haya sido capaz de llegar a ese extremo —dijo Luciano enojado.
—Lo sé, Luciano —dijo Melissa triste—. Adriano nos amenazó con hacernos daño si Andrés se volvía a acercar a Daniela.
—Adriano quería destruir nuestra amistad, y lo consiguió —dijo Andrés triste.
—Así es, chicos —dijo Luciano triste—. Yo sabía que Adriano era un hombre de armas tomar. Pero, ¿secuestrar a un chico inocente y amenazarlo con hacerle daño si no se alejaba de su ex novia?
—Sí, eso es un nuevo nivel, Luciano —dijo Melissa triste.
—A mí todavía no me cabe en la cabeza que Adriano haya llegado a esos extremos —dijo Andrés triste—. Y ahora me duele saber que Daniela ya no quiere saber nada de mí. Traté de llamarle varias veces, pero no me ha contestado ni los mensajes.
—Tal vez es porque quiere que nuestra familia esté bien, Andrés —dijo Melissa triste.
—Ojalá nunca hubiera pasado esto… —dijo Andrés triste—. Debí haber tenido cuidado mientras caminaba en la calle.
—No fue tu culpa, Andrés —dijo Luciano tranquilo—. No sabías que esto iba a pasar.
—Me da mucha tristeza saber que Daniela solo me va a tratar como un extraño —dijo Andrés triste—. De verdad que no puedo creer que Adriano sea un mal perdedor.
—Siempre ha sido un mal perdedor —dijo Luciano triste—. Pero en fin, solo espero que esta pesadilla termine.
—Sí, Andrés —dijo Melissa tranquila, con una leve sonrisa—. Ya verás que todo esto va a pasar muy pronto. Y tú y Daniela van a volver a ser amigos. Te lo prometo.
—Sí, hermano —dijo Luciano tranquilo—. Algún día, Adriano va a pagar por lo que ha hecho. Ya verás que algún día, tú y Daniela volverán a ser amigos como siempre lo han sido.
—Eso espero, chicos. Eso espero —dijo Andrés triste.
Andrés se sentía muy triste al saber que Daniela ya no quería ser su amiga. Pero no perdía las esperanzas de que la pesadilla se acabara algún día.
Pero Luciano tenía sus propios problemas, y tenía miedo de que su secreto saliera a la luz. "Si tan sólo supieran lo que pasó con los Ventura. No sé cómo te podrías si supieras lo que pasó con Osvaldo, Andrés. Nunca me lo perdonarías", pensaba asustado.
***
Más tarde...
Parque Murazano.
Renato estaba en el parque Murazano, caminando tranquilamente. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
De repente, Roberta se dirigió hacia él y lo confrontó.
—Espero que tengas una buena razón para hacerme venir aquí, pendejo —dijo enojada.
—¿Y todavía me lo preguntas? —dijo Renato burlón—. Te dije que si no me pagabas una buena suma de dinero semanal, le iba a contar todos tu secreto.
—¿Qué pinches secretos, wey? —le dijo Roberta burlona—. ¡No sabes nada de mí, pendejo!
—¿Crees que no sé lo que hiciste? —preguntó Renato burlón—. ¿Crees que no sé que sodomizaste a Alan Ventura con un palo? ¿Crees que no sé que mataste a su perrito después de haberlo violado? ¿Crees que no sé que mataste a Christian de la Mora hace casi ocho años? ¿Crees que no sé que mataste a Sofía Martell, la primera novia de Adriano?
—¡Cállate ya, pendejo! —gritó Roberta, y le dio una cachetada a Renato en la mejilla izquierda—. ¡Nadie se mete conmigo, hijo de tu puta madre!
Renato sometió a Roberta, sosteniéndola de los brazos.
—¡Quítame las manos de encima, pendejo! —gritó Roberta enojada.
—¡Me vas a dar una fuerte suma de dinero ahora mismo! —gritó Renato enojado—. ¡De lo contrario, ahora mismo te voy a denunciar por lo que le hiciste a los Ventura! ¡Y de paso, voy a buscar a Adriano Villamizar para contarle lo que le hiciste a Sofía Martell!
Roberta soltó una pequeña risa.
—¡Esto es lo único que vas a tener de mí, hijo de tu puta madre! —dijo enojada.
Acto seguido, Roberta le dio un rodillazo a Renato en los testículos, usando su rodilla derecha. Renato se arrodilló y se sostuvo los testículos.
—¡Ningún pendejo se burla de mí, hijo de tu puta madre! —gritó furiosa, y le jaló el cabello a Renato, haciendo gritar al chico—. ¡Ya me tienes hasta la verga con tus pinches chantajes, pendejo!
Dos hombres vestidos de negros se acercaron al lugar y hablaron con Roberta.
—Señores, ¡llévense a este pendejo! —dijo furiosa.
Los dos hombres sometieron a Renato y lo llevaron a una camioneta Tahoe negra. Renato aún sentía mucho dolor después del rodillazo que recibió en los testículos. Poco después, Roberta se acercó a la camioneta y entró.
Al final, la camioneta se fue del lugar, con un rumbo desconocido.
***
Más tarde...
Casa de los Lazcano.
Matías y Katia estaban en la sala de la casa, sentados en el sofá. Matías portaba una playera negra de mangas cortas, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis blancos. Katia portaba una blusa azul de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—Sé que ya han pasado días, Matías —dijo Katia triste—. Pero estoy haciendo todo lo posible por reintegrarme a la vida que tenía antes de la desaparición de Osvaldo.
—Lo sé, Katia —dijo Matías triste—. Sé que no es fácil, pero poco a poco, volverás a la vida que tenías antes.
—Ya pasaron varios días, pero aún así me sigue doliendo lo que le pasó —dijo Katia triste—. Te juro que la noticia me cayó como balde de agua helada. Sólo quiero que aparezca con vida. No pierdo las esperanzas.
—Yo tampoco —dijo Matías triste—. Pero si te sirve de consuelo, la policía me dijo que ya está investigando acerca de lo que pasó.
—Es bueno saberlo… —dijo Katia tranquila—. Me alegro mucho de que la policía está investigando esto. Lo único que quiero es saber quién hizo que Osvaldo desapareciera.
—Ya verás que muy pronto vas a saber la verdad, Katia —dijo Matías tranquilo—. Algún día se va a hacer justicia. Muy pronto, el culpable de la desaparición de Osvaldo va a recibir su castigo.
—Te juro que eso me haría muy feliz —dijo Katia triste—. ¡No sabes cómo desearía buscar al tipo que hizo desaparecer a Osvaldo y decirle sus verdades!
—Ya verás que eso va a pasar algún día —dijo Matías tranquilo—. Te aseguro que Lucas ya está investigando. Y muy pronto, va a encontrar al asesino.
—Lo sé, Matías —dijo Katia triste—. Lo sé…
Matías se levantó del sofá y caminó hacia la cocina. Abrió el refrigerador, sacó dos botellas de agua y volvió a cerrarlo. Volvió a la sala y se volvió a sentar en el sofá junto a Katia, para darle una botella de agua.
—Muchas gracias —dijo Katia mientras tomaba una botella de agua.
—Te lo prometo, Katia —dijo Matías tranquilo—. Esto no se va a quedar así. Ya verás que tarde o temprano, Osvaldo va a aparecer.
—Así es —dijo Katia, abrió la botella de agua, le dio un trago y continuó—. Que el responsable de la desaparición de Osvaldo reciba el castigo que merece. Solo así, estas heridas van a sanar.
—La justicia tarda, pero llega —dijo Matías tranquilo.
Katia aún se sentía triste por la desaparición de Osvaldo. Pero no se animaba a decirle que Carlos la había violado.
***
Más tarde...
Colonia Miguel Hidalgo.
La camioneta Tahoe negra que se había llevado a Renato, estaba en la colonia Miguel Hidalgo, en la calle Julieta, una calle vacía.
Los dos hombres de negro estaban golpeando y pateando brutalmente a Renato, quien estaba tirado en el suelo, lleno de sangre y malherido, y gritaba de dolor con cada golpe que recibía.
Roberta apareció y se acercó a Renato y a los hombres que lo golpeaban.
—¡Ya basta! ¡Deténganse! —gritó.
Los dos hombres se detuvieron, dejaron a Renato boca arriba. Roberta se acercó a Renato y le dio un pisotón en el estómago.
—¿Creíste que podías meterte conmigo, hijo de tu puta madre? —gritó furiosa—. ¿Eh? ¡Contéstame, pendejo!
—¡No te vas a salir con la tuya…! —susurró Renato adolorido.
—¡Nadie se mete conmigo, ni siquiera una chingadera de hombre como tú, hijo de la chingada! —gritó Roberta histérica, y le dio una patada a Renato en la cabeza.
—¡Maldita! ¡Mil veces maldita! —gritó Renato sollozando.
—¿Quién es la perra ahora, culero? —gritó Roberta furiosa, y puso su pie izquierdo en las partes íntimas de Renato, haciéndolo gritar—. ¡Pendejo, pinche basura, pito chico, marica, perro infeliz!
Renato gritaba de dolor, no sólo por la tortura, sino también por los insultos y groserías de una Roberta histérica.
—¿Te duele, culero? ¿Eh? ¿Te duele, pinche perro pendejo? —gritó Roberta histérica, mientras pisaba más fuertemente las partes íntimas de Renato, quien sólo gritaba más—. ¿Sabes qué? ¡Ya me tienes hasta la madre, pendejo, gusano asqueroso!
Roberta quitó su pie izquierdo de los testículos de Renato, y se dirigió hacia la camioneta.
Sacó de la cajuela un bote de gasolina, y se acercó a un Renato agonizante y tirado en el suelo. Abrió el bote y vertió toda la gasolina sobre el cuerpo de Renato, quien gritaba. Después, arrojó el bote lejos de sí. Finalmente, sacó un encendedor y lo prendió.
—¡Hasta nunca, hijo de tu pinche madre! —gritó furiosa.
—¡Te aseguro que la justicia divina existe, Roberta! —gritó Renato furioso y llorando.
—¡Chingatu puta madre, pito chico! —gritó Roberta furiosa.
Acto seguido, Roberta arrojó el encendedor al suelo, provocando un gran incendio que empezaba a consumir a Renato. Éste gritaba y chillaba de dolor, mientras las llamas lo consumían.
Roberta por su parte, observaba cómo el incendio consumía a Renato y acababa con su vida. Renato gritaba mientras ardía en llamas.
Segundos después, Renato dejó de gritar y de existir. Roberta solo veía todo con frialdad. Su mirada era completamente tenebrosa, que podía hacer temblar de miedo incluso, a las personas más valientes.
***
Más tarde...
Casa de los Montes de Oca.
Andrés estaba frente a la puerta de la casa de los Montes de Oca, esperando a Daniela. Quería hablar con ella.
De repente, Daniela llegó a su casa caminando. Al encontrarse a Andrés, decidió hablar con él.
—¿Es que no entendiste? ¡Tú y yo ya no somos amigos! —le dijo enojada—. ¡Así que aléjate de mí!
—¡Ya te lo dije! ¡Sólo quiero que volvamos a ser amigos! —dijo Andrés triste.
—¡Yo ya te lo dije, Andrés! ¡Aléjate de mí! —dijo Daniela enojada—. ¡Ya no quiero seguir siendo tu amiga! ¿No oíste a Adriano?
—¡A mí no me importa lo que diga Adriano! —le dijo Andrés exaltado—. ¡Tú y yo deberíamos volver a ser amigos! ¿O qué pasa? ¿Acaso vas a volver con él?
—¡Si voy a regresar con Adriano o no, eso a ti no te importa! —le dijo Daniela enojada—. ¡Ya me cansé de esta conversación!
—¡Daniela...! —dijo Andrés ya triste.
—¡Ya no quiero tener nada que ver contigo! ¡Ya déjame en paz! —le gritó Daniela enojada.
Acto seguido, Daniela camino hacia la puerta, la abrió y se la cerró a Andrés en la cara. Andrés se mostraba triste ante lo que estaba ocurriendo.
Por otro lado, Daniela se fue hacia su habitación, y cerró la puerta. Acto seguido, se acostó en la cama y empezó a llorar. No podía con la culpa de haberle hablado groseramente a Andrés.
—¡Perdóname, Andrés! —dijo llorando—. ¡Es por tu bien! ¡Adriano nos tiene amenazados a todos!
Daniela siguió llorando hasta quedarse dormida. Sólo añoraba volver a ser amiga de Andrés.
Mientras tanto, afuera de la casa, Andrés decidió alejarse de la casa. De repente, Emiliano llegó al lugar y confrontó a Andrés.
—No tengo ganas de pelear contigo, Emiliano... —dijo Andrés triste.
—Vaya, hasta que por fin lo vas entendiendo —dijo Emiliano burlón—. Para empezar, debiste haberte alejado de mi hermana hace tiempo.
—Tarde o temprano, la gente consigue lo que quiere, ¿no te parece? —preguntó Andrés triste—. Adriano Villamizar consiguió lo que tanto quería.
—Sí, y veo que lo hizo muy bien —dijo Emiliano burlón—. Finalmente, Daniela se dio cuenta de que ya no quiere seguir siendo tu amiga. Y créeme que es lo mejor para todos.
—Al final, Adriano ganó —dijo Andrés mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Así es. ¿No es maravilloso? —preguntó Emiliano burlón—. Adriano finalmente ganó. Y tú te vas a quedar sin tu querida amiga. Acéptalo, Andrés. Daniela ya no quiere volver a saber nada de ti. Perdiste el juego, así que acepta tu derrota. Aléjate de mi hermana para siempre. ¿Entendiste?
Después de unos momentos, Emiliano entró a la casa. Andrés se fue a su casa, llorando y triste al saber que Adriano había ganado su batalla.
¿Qué opinas del capitulo?
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