13: Calladito te ves más bonito
Al día siguiente...
23 de agosto de 2023.
Facultad de Artes Visuales.
Era un nuevo día en la ciudad. El clima estaba cálido, pero el cielo estaba nublado.
Andrés estaba llegando a la facultad. Portaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos, además de una mochila gris en su espalda.
Ahí se encontró a Daniela, quien portaba una blusa azul claro de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos, además de una mochila gris en su espalda.
Se acercó a ella para hablarle.
—Hola, Daniela... —dijo Andrés tranquilo.
—Hola, Andrés —dijo Daniela tranquila.
Daniela quiso alejarse de Andrés, quien quiso detenerla.
—¿Por qué te alejas, Daniela? ¿Está todo bien? —preguntó Andrés preocupado—. Me imagino que ya te enteraste de lo que pasó ayer.
—Sí, ya me enteré —dijo Daniela ya triste—. He estado pensando, y creo que no será fácil decirte esto.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Andrés curioso.
Daniela respiró profundamente antes de responder. Era obvio que lo que iba a decir, no era nada agradable.
—Siento decírtelo. Pero tú y yo ya no podemos seguir siendo amigos —dijo Daniela triste, dejando sorprendido a Andrés.
—¿Cómo que ya no podemos ser amigos? —preguntó Andrés sorprendido—. ¡No me digas que vas a regresar con Adriano! ¡No lo hagas, por favor!
—¡No, no voy a regresar con él! —dijo Daniela triste—. Pero tú y yo ya no podemos ser amigos. ¿No te das cuenta de que ya no podemos ser amigos?
—Adriano está loco, Daniela —dijo Andrés tranquilo—. Él no puede decirte de quién puedes ser amigo y de quién no.
—Yo sé lo que te digo, Andrés —dijo Daniela triste—. Nuestra amistad sólo nos está trayendo más problemas. Ya no puedo más con esto.
—Daniela... —dijo Andrés triste.
—Es mejor que cortemos aquí, Andrés —dijo Daniela triste y con los ojos llenos de lágrimas—. Lo siento mucho. De verdad.
Daniela se despidió de Andrés y caminó hacia su salón de clases.
—¡Pero, Daniela...! —gritó Andrés, provocando que Daniela se detuviera y volteara hacia él.
—¡Ya basta, Andrés! —gritó Daniela triste—. ¡Entiende que ya no podemos seguir siendo amigos! ¡Perdóname!
Después de eso Daniela se dio la media vuelta y se fue caminando hacia su salón de clases, dejando a Andrés con el corazón roto.
Por su lado, Andrés se quedó triste y llorando en el lugar. No podía creer que Daniela hubiera terminado su amistad con él, y todo por culpa de la maldad de Adriano.
***
Más tarde...
Facultad de Economía.
Matías y Katia estaban en la facultad de Economía, caminando. Estos eran sus atuendos:
Matías: Playera roja de mangas cortas, pantalón negro, zapatos tenis blancos, mochila gris.
Katia: Blusa celeste de mangas cortas, pantalón blanco, zapatos tenis blancos, mochila negra.
—Te has vuelto muy distante desde hace varios días, Katia. ¿Te encuentras bien? —preguntó Matías preocupado.
—No, estoy bien... —dijo Katia tranquila.
—Katia, a mí no me engañas —dijo Matías preocupado—. Sé que algo te pasa, pero no me lo quieres contar. Has estado así desde que Osvaldo desapareció. No es normal que hayas cambiado así de la noche a la mañana.
Los dos chicos dejaron de caminar. Katia estaba irritada.
—Ya te dije que estoy bien, ¿ok? —respondió Katia enojada—. ¡No me pasa nada, estoy bien! ¿Qué no lo ves?
—Katia, entiendo que estás pasando por un mal momento dice que Osvaldo desapareció —dijo Matías tranquilo—. Pero algo me dice que te amenazaron para que no hablaras de ello. ¿Es cierto?
—¿Por qué no me dejas en paz? —gritó Katia enojada—. ¡Estoy bien, estoy perfectamente bien! ¡Nadie me amenazó! ¿Estás contento?
Tras contestarle agresivamente a Matías, Katia se fue enojada hacia otro lugar, dejando solo al chico. Matías no tuvo otra opción que ir a su salón de clases.
Katia llegó a su salón de clases, cuando de repente, Carlos apareció. Usaba una playera roja de mangas cortas, pantalón azul y zapatos tenis blancos. Llevaba una mochila gris en su espalda. Al ver a Katia, se le acercó, y ella se alejó.
—Hola, Katia. ¿Cómo has estado? —preguntó Carlos burlón.
—¿Cómo te atreves a hablarme como si nada, después de lo que me hiciste? —preguntó Katia asustada.
—Vamos, te dije que no te iba a pasar nada malo —dijo Carlos tranquilo, mientras se acercaba más a Katia—. Sólo no quiero que hables con nadie de lo que pasó.
—¡No puedo creer que hayas abusado de mí! —dijo Katia asustada—. ¿Cómo fuiste capaz de hacer algo así?
—Katia, Será mejor que mantengas la boca cerrada —dijo Carlos ya serio—. Porque tú sabes que mi hermano es una persona muy peligrosa. Y si me llegas a denunciar, él podría hacer algo contra tu familia.
—¿Cómo quieren que los denuncie? —preguntó Katia asustada—. ¡Si vienes de una familia muy poderosa!
—De eso se trata, Katia —dijo Carlos serio, y sacó un fajo de billetes de 500 pesos de su mochila—. Sé que tu silencio tiene precio, y sí que estoy dispuesto a pagar mucho dinero por él.
—¿Acaso estás tratando de comprar mi silencio? —preguntó Katia indignada.
—¡Pues ya sabes! —dijo Carlos ya enojado—. ¡Si te atreves a hablar de lo que pasó aquel día, tu hermano sufrirá las consecuencias! ¿Te quedó claro? Toma el dinero ahora mismo.
Después de esa discusión, Carlos se fue del salón de clases y dejó sola a Katia. Ésta siento en una banca y empezó a llorar desconsoladamente. Sabía que había sido víctima de abuso sexual, y tenía miedo de contárselo a alguien por temor a las represalias que Adriano pudiera tomar.
***
Más tarde...
Restaurante Antonio Primero.
Adriano y Emiliano estaban en el restaurante Antonio Primero, ubicado en la avenida Constitución, en la colonia Obispado. Ambos estaban sentados en una mesa, portando traje y zapatos negros, sólo que Adriano llevaba una corbata roja, y Emiliano no llevaba corbata.
Ambos estaban felices platicando.
—¡No te creo nada! —exclamó Emiliano muy sorprendido—. ¿Así que finalmente alejaste a Andrés de mi hermana?
—Sí —dijo Adriano sonriendo—. No creerás lo fácil que fue. Le dije a Andrés que si reanudaba su amistad con él, los iba a matar a ella y a su familia.
—No sé qué decirte, Adriano —dijo Emiliano sonriendo—. Con Andrés fuera de tu camino, estoy seguro de que muy pronto volverás con mi hermana.
—Tienes razón, Emiliano —dijo Adriano sonriendo—. No veo la hora de regresar con ella. Por eso organicé esta ida al restaurante para celebrarlo. Con Andrés fuera de mi camino, ya nada me detendrá para reconquistar a tu hermana.
—Y en parte, para descansar de esa sesión que tuviste en el Congreso de Nuevo León —dijo Emiliano.
—Cierto —dijo Adriano.
—Haz que mi hermana vuelva contigo, por las buenas o por las malas —dijo Emiliano—. Amenázala si es necesario. Pero no permitas que reanude su amistad con Andrés.
—En lo absoluto —dijo Adriano tranquilo y sonriendo—. Andrés ya no tiene esperanzas de volver a ser su amigo. Y estoy planeando algo terrible para cuando se atreva a volver a desafiarme.
Alguien llegó al restaurante. Era Carlos, quien portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón negro y un par de zapatos tenis blancos. Se acercó a la mesa donde estaban Adriano y Emiliano, y se sentó con ellos para hablar.
—Hola, chicos —dijo Carlos sonriendo.
—Hola, hermano —dijo Adriano.
—Hola, Carlos —dijo Emiliano sonriendo.
—Chicos, me acabo de enterar de que Andrés y Daniela ya no son amigos —dijo Carlos sonriendo.
—Así es, Carlos —dijo Adriano sonriendo—. Finalmente logré separarlos. No sabes lo fácil que fue.
—Me alegro de que Daniela ya no sea amigo de esa alimaña —dijo Carlos sonriendo—. Me imagino que amenazaste a Andrés con hacerle daño.
—Mejor —dijo Adriano sonriendo—. Le advertí que si se volvía a acercar a Daniela, le iba a hacer daño a su familia. Quizá no voy a matarlo, pero va a desear que lo hubiera hecho rápido y no poco a poco.
—Eso es bueno, hermano —dijo Carlos sonriendo—. No creo que la muerte sea un castigo para él. Si Andrés se vuelve a acercar a Daniela, lo mataremos en vida. Que nunca se muera, para que sufra en vida por lo que hizo el otro día.
—Exactamente, Carlos —dijo Adriano sonriendo de forma malévola—. Que sufra en vida por haberme alejado de Daniela. ¡Quiero matarlo en vida!
—Y alejarlo para siempre de mi hermana, es sólo un pequeño avance —dijo Emiliano.
—Eso es bueno, chicos —dijo Carlos tranquilo—. Mientras tanto, yo ya tengo mis planes con la hermana de Andrés. Yo también quiero poner de mi parte para hacerlo sufrir.
—Todos lo haremos muy pronto, chicos. Ya lo verán —dijo Adriano tranquilo.
Adriano estaba decidido a hacer agonizar a Andrés y matarlo en vida. Y contaba con el apoyo de su hermano y sus cómplices.
***
Más tarde...
Facultad de Ciencias de la Comunicación.
Alan y Melissa estaban en la facultad, caminando tranquilamente hacia su salón de clases.
Alan portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Melissa portaba una blusa beige de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Ambos llevaban sus mochilas en sus espaldas.
Los dos platicaban mientras caminaban.
—¿Es cierto que Adriano secuestró a tu hermano ayer, Melissa? —preguntó Alan consternado.
—Sí, Alan —dijo Melissa triste—. Y por si fuera poco, lo amenazó con matar a mi familia si se volvía a acercar a Daniela.
—¿Cómo? —preguntó Alan sorprendido.
—Sí, eso —dijo Melissa triste—. Le dijo a mi hermano que no se volviera a acercar a Daniela. De verdad que Adriano es capaz de cualquier cosa.
—No puedo creer lo que me estás contando, Melissa —dijo Alan preocupado—. ¡No cabe duda de que es un inmundo animal!
—Esa es la manera más corta de decirlo, Alan —dijo Melissa triste—. Se supone que Andrés y Daniela son los mejores amigos. Pero ojalá que en algún momento, ellos puedan reconciliarse.
—Dios te oiga, Melissa... —dijo Alan un poco triste—. Sólo quiero que Andrés y Daniela se reconcilien pronto. Que este tormento sea pasajero.
—Bueno, me voy a mi salón de clases. Nos vemos —dijo Melissa.
—Está bien. Nos vemos en un rato —dijo Alan.
Melissa se despidió de Alan y se fue hacia su salón de clases.
Por otro lado, alguien le hacía señas a Alan, mientras estaba adentro de una camioneta Chevrolet Tahoe negra. Alan camino hacia esa camioneta, y se encontró con Roberta, quien se asomaba por una ventana y veía a Alan con burla.
—Hola, pendejo. Tanto tiempo sin vernos —dijo burlona.
Alan se asustó al ver a Roberta.
—Entra, quería decirte algo —dijo Roberta burlona.
Alan entró a la camioneta sin decir palabra. Roberta llevaba un minivestido azul de tirantes y un par de zapatos negros.
—¿Qué es lo que quieres, Roberta? —dijo Alan asustado.
—Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos —dijo Roberta burlona—. ¡Espero que no se te haya ocurrido decirle a alguien lo que hice, cabrón!
—¡No, te juro que no le he dicho nada a nadie! —dijo Alan asustado.
Roberta le jaló el cabello a Alan, haciendo que el chico gritara de dolor.
—¡Más te vale que no le digas a nadie lo que pasó, pendejo! —gritó furiosa—. ¡O te enseñaré de lo que soy capaz, hijo de la chingada!
—¡Suéltame, Roberta! ¡Me estás lastimando! —gritó Alan ya llorando.
—Uy, ¡ya va a llorar el machito! —dijo Roberta burlona, mientras seguía jalando a Alan de su cabello—. ¡Mira, pendejo! ¡Si le dices a alguien lo que te hice hace días, te mato, cabrón! ¿Te quedó claro?
—¡Sí, ya me quedó claro! —gritó Alan llorando.
—¡No te oigo, pendejo! —gritó Roberta histérica—. ¿Te quedó claro?
—¡Sí, sí me quedó claro! —gritó Alan llorando.
—Bueno, ahora deja de chillar y compórtate como un hombre, que me cagan los chillones —dijo Roberta sin dejar de jalarle el cabello a Alan—. ¡Ahora lárgate de la camioneta, pendejo!
Roberta abrió la puerta de la camioneta y sacó a Alan, arrojándolo al suelo con todo y mochila. Cerró la puerta, y el conductor empezó a manejar. La camioneta se fue a toda velocidad.
Por su parte, Alan se levantó del suelo y empezó a llorar desconsoladamente al recordar lo que Roberta le había hecho. Tenía mucho miedo de que Roberta pudiera cumplir sus amenazas en su contra.
***
Más tarde...
Casa de los Montes de Oca.
Daniela estaba entrando a su casa, después de haber tenido un largo día de clases. Se encontró en la sala con Emiliano, quien al verla, se le acercó para decirle algo.
—Hola, Daniela. ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó amable.
—¿Qué te importa? —preguntó Daniela enojada.
—¿Te vas a poner así solo porque terminaste tu amistad con Andrés? —preguntó Emiliano burlón—. Ya era hora de que lo hicieras. Sabes que Andrés no valía la pena.
—Mira, Emiliano —dijo Daniela enojada—. Terminé mi amistad con Andrés para salvarlo a él y a su familia. ¡No porque yo quisiera!
—¿No es maravilloso saber que ya no eres amiga de ese mequetrefe? —preguntó Emiliano feliz.
—¿Por qué no vas con Adriano y se lo preguntas? —gritó Daniela enojada.
—Porque él ya te está esperando para que vuelvas con él —dijo Emiliano burlón—. Créeme que sería una buena decisión.
—¡Eso nunca! —gritó Daniela enojada—. ¡Ya te había dicho mil veces! ¡No voy a regresar con Adriano, y lo que hizo no me va a convencer!
Emiliano respiró profundamente antes de responder.
—Veo que destruir tu amistad con Andrés no sirvió de mucho —dijo burlón—. O al menos por ahora. Porque me voy a encargar de que vuelvas con Adriano, quieras o no.
—¡Ya te lo dije, Emiliano! —gritó Daniela enojada—. ¡Hagas lo que hagas no voy a regresar con Adriano!
—Sabes de lo que Adriano es capaz si se llega a enterar de que vuelves a ser amigo de Andrés —dijo Emiliano burlón—. No le gustará nada. Me comentó que es capaz de atentar contra la familia de Andrés.
—No voy a permitir que Adriano se meta con la familia de Andrés —sentenció Daniela enojada—. ¡Ni con la nuestra! ¡Que sepa que no voy a regresar con él! ¡Si lo que quería era que me alejara de Andrés, lo consiguió! ¡Pero eso no garantiza que retomemos nuestra relación!
—Bueno, entonces se puede dar por bien servido —dijo Emiliano burlón—. Es posible que Adriano no le interese que vuelvas con él.
—Por mí está bien —dijo Daniela furiosa.
—Pero no quiere que te vuelvas a acercar a Andrés —dijo Emiliano burlón—. Porque me dijo que también podría atentar contra nuestros padres.
—¿Cómo? —preguntó Daniela sorprendida y asustada.
—Lo que oíste —dijo Emiliano—. Me dijo Adriano que mamá y papá también van a pagar los platos rotos, si se te ocurre volver a ser amiga de Andrés. Así que mejor ándate con cuidado, y piensa si quieres volver a ser su amiga.
Emiliano se fue hacia su habitación, dejando a Daniela sola y completamente aterrada. Daniela estaba muy asustada al saber que Adriano podría atentar contra sus padres, si retomaba su amistad con Andrés.
***
Más tarde...
Parque Murazano.
Luciano estaba en el parque, caminando tranquilamente. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos. Se veía triste, aún semanas después de la desaparición de Osvaldo.
—Dios mío, ¿cómo fuiste capaz de permitir algo así? —preguntó triste, y se sentó en una banca—. ¿Cómo se va a poner Andrés si se llega a enterar de que Osvalod está muerto? Y peor aún, ¿que yo tuve que ver?
Luciano estaba un poco más asustado. Tenía miedo de que su secreto saliera a la luz. De repente, una camioneta Chevrolet Suburban negra llegó al lugar y se acercó al lugar donde estaba Luciano. Adriano bajó de la camioneta y se acercó a Luciano.
—Hola, Luciano. Hace tiempo que no te veía. ¿Cómo has estado? —preguntó burlón.
Al ver a Adriano, Luciano se levantó de la banca y se le acercó para arremeter contra él.
—¡Eres un maldito imbécil! —gritó enojado—. ¿Cómo quieres que esté, después de lo que le hiciste a los Ventura?
—Tranquilo, tranquilo. No te quieras pasar de listo conmigo —dijo Adriano, sacó una pistola negra del bolsillo derecho de su saco y le apuntó a Luciano en la cabeza con ella—. Un paso más, y te mueres. Sabes cómo terminan mis enemigos.
—¡Pues mátame de una vez, maldito! —gritó Luciano enojado—. ¡Vamos! ¿Qué esperas?
Adriano se echó a reír, y guardó la pistola en el bolsillo derecho de su saco.
—¿De verdad quieres saber de lo que soy capaz, Luciano? —preguntó burlón—. ¿Crees que puedes meterte con alguien tan poderoso como yo?
—¡Ponme a prueba, Adriano! —gritó Luciano enojado.
—Bueno. Señores, métanlo a la camioneta, por favor —dijo Adriano.
En el acto, dos hombres de negro encapuchados bajaron de la camioneta y sometieron a Luciano como si fuera un animal salvaje.
—¡Suéltenme, imbéciles! —gritó Luciano mientras los dos capuchados lo sometían—. ¡No sabes con quién te estás metiendo, Adriano!
Los encapuchados metieron a Luciano a la camioneta negra. Adriano entró para amenazar a Luciano.
—Me imagino que no quieres que Andrés se entere de la verdad, ¿o sí? —dijo Adriano burlón—. ¿Quieres que Andrés se entere de que tú tuviste algo que ver con lo que le pasó a los Ventura?
—¡No, basta ya, Adriano! —gritó Luciano histérico.
—¡Vamos, ahora mismo vamos con Andrés y les cuento toda la verdad! —gritó Adriano burlón.
—¡No, no le digas nada a Andrés, por favor! —gritó Luciano desesperado, y empezó a respirar profundamente para calmarse. Era obvio que estaba sintiendo mucho terror.
—Bueno, está bien. Me voy a portar bien contigo —dijo Adriano burlón—. Pero más te vale que sigas guardando silencio, y no te atrevas a decir nada de lo que viste el otro día. Porque si me llego a enterar de que estás soltando la sopa, tu familia sufrirá las consecuencias. ¿Te quedó claro?
Después de unos momentos, Adriano salió de la camioneta y sacó a Luciano a la fuerza, arrojándolo al suelo.
—¡Ya lo sabes! —le dijo Adriano burlón a Luciano—. ¡Guarda silencio, o tu familia lo pagará caro! Calladito te ves maś bonito. Tú dirás.
Adriano subió a la camioneta negra, la cual se alejó a toda velocidad del parque. Luciano se levantó del suelo. Estaba completamente aterrado, y tenía miedo de que su secreto saliera a la luz.
¿Qué opinas del capitulo?
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