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12: La gente va por ahí usando una máscara todo el día

Al día siguiente...

22 de agosto de 2023

Parque Avándaro.

Andrés estaba en el parque Avándaro, trotando tranquilamente. Portaba una playera blanca de tirantes, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

—Nada como una buena tarde de ejercicio después de la escuela —dijo sonriendo mientras trotaba.

De repente, un auto Mercedes-Benz CLA 200 blanco llegó al lugar por la calle Paseo Avandaro. El auto se acercó a Andrés, y se bajó uno de los vidrios. Adriano estaba conduciendo, portando un traje y zapatos negros, sin corbata. Miró a Andrés de arriba a abajo, éste se detuvo.

—Hola, Andrés... —dijo Adriano burlón—. ¿Cómo has estado?

—¿Qué es lo que quieres, Adriano? —preguntó Andrés muy enojado—. ¡Ya te he dicho mil veces que no quiero tener nada que ver contigo!

—Vamos, Andresito —dijo Adriano burlón—. Tú sabes que tu querido Osvaldo Ventura ya no existe. Y te prometí que me las ibas a pagar muy pronto.

—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó Andrés enojado.

—Me refiero a que nunca debiste haber destruido mi relación con Daniela —dijo Adriano ya enojado—. Tú quisiste alejarme de ella. Ahora vas a saber quién soy yo. Chicos, súbanlo al carro, por favor.

Dos hombres de negro se acercaron a Andrés. Quiso escapar, pero los hombres los sometieron fácilmente. Gritó y pataleó para intentar escapar.

—¡Suéltenme, par de gorilas! ¡Suéltenme! —gritó furioso.

Los dos hombres metieron a Andrés al auto de Adriano, quien volteó hacis Andrés y lo enfrentó.

—¿Ahora sí entiendes por qué nadie se mete con Adriano Villamizar? —preguntó burlón—. Te dije que no soy presa fácil. Te dije que el que me busca, me encuentra. Y ahora vas a saber de lo que soy capaz cuando alguien me quita lo que más amo en la vida. Le voy a dar a tu familia en donde más les duele.

—¡Te juro que no te vas a seguir con la tuya, maldito hijo de perra! —dijo Andrés muy enojado—. ¡Tú eres el que va a saber de lo que soy capaz, si te metes con mi familia!

—¡Un simple mortal como tú, no tiene posibilidades contra un diputado local como yo Andrés! —dijo Adriano burlón—. Te advertí que te alejaras de Daniela. Pero no quisiste hacer caso. Ahora sufre las consecuencias.

—¡Sácame de aquí, maldito! —gritó Andrés furioso—. ¡Sácame de aquí ahora mismo! ¡Déjame salir!

Andrés quiso abrir una puerta, Pero Adriano activó los seguros para que no pudiera escapar.

—De aquí no te vas hasta que yo lo decida, Andrés —dijo Adriano burlón—. Ahora vámonos de aquí. Tenemos muchas cosas que hablar contigo.

Ni corto ni perezoso, Adriano empezó a manejar su auto. El auto se dirigió hacia algún otro lugar, Andrés había sido secuestrado.

***

Mientras tanto...

Casa de los Lazcano.

Roberta estaba en la sala de la casa, sentada en el sofá y viendo el televisor. Portaba un minivestido azul de tirantes y un par de zapatos negros.

—Vaya, así que ya nadie ha hablado de la desaparición de ese pendejo... —dijo burlona, mientras veía el televisor.

De repente, Matías salió de su habitación y bajó por las escaleras. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba una mochila negra en su espalda. Al verlo, Roberta se levantó del sofá y se dirigió hacia él.

—¿A dónde crees que vas, Matías? —preguntó enojada.

—Sólo voy al gimnasio con unos amigos —dijo Matías tranquilo.

—¡No me digas que vas a ir con el pendejo de Andrés Abascal, cabrón! —dijo Roberta enojada.

—¡No, no es eso! ¡Ya te dije que sólo voy al gimnasio! —dijo Matías ya enojado—. ¿En qué te afecta esto?

—Es que ese cabrón le bajó la novia a un amigo —dijo Roberta enojada—. A mí se me hace que te estás juntando con el, idiota. ¿Acaso tienes algo con él?

Matías se echó a reír.

—¿De qué te ríes, pendejo? —dijo Roberta enojada.

—¿De qué hablas, Roberta? —preguntó burlón—. Tú sabes que Andrés y yo solo somos amigos. No tenemos una relación amorosa, ni nada por el estilo.

—¡No te hagas, cabrón! —dijo Roberta enojada—. Sé que tienes algo que ver con ese pendejo.

—¡Por última vez, Roberta! ¡Andrés y yo sólo somos amigos! —dijo Matías enojado—. No tenemos ninguna otra relación. Ahora sí me disculpas, me voy al gimnasio. Se me hace tarde.

Matías quiso irse, pero Roberta lo detuvo sosteniéndolo del brazo derecho.

—Mira, pendejo —dijo enojada—. Si eres gay, yo no tengo ningún problema. Yo te acepto tal como eres. Pero si me llego a enterar de que tienes algo con él, te las verás conmigo, cabrón. ¡Ahora lárgate!

Roberta soltó a Matías, quien quiso hacerle una advertencia.

—Ten cuidado, Roberta —dijo Matías enojado—. Si me llego a enterar de que tuviste algo que ver con lo que le pasó a los hermanos Ventura, tú eres la que va a sufrir las consecuencias. ¿Te quedó claro?

Matías se alejó de Roberta y se fue enojado de la casa. Camino hacia algún gimnasio para hacer ejercicio. Roberta se quedó sola en la casa, enfurecida por la advertencia que Matías le había hecho, además de que sentía miedo por el crimen de los Ventura.

***

Más tarde...

Casa de los Villamizar.

Andrés estaba sentado en una silla, amarrado de pies y manos y sin ropa, sólo en calzoncillos boxer negros. También estaba ensangrentado y herido. Dos hombres de negro lo vigilaban. Adriano también lo veía de reojo.

—Por si no lo sabes, Andrés, esta es mi casa —dijo Adriano burlón—. Aquí es donde he vivido desde que tengo memoria.

Adriano tomó una silla de la mesa y la puso frente a Andrés. Se sentó en esa silla para seguir viendo a Andrés de arriba a abajo.

—Sabes que nunca debiste meterte conmigo, Andrés Abascal... —dijo burlón—. Sabes que ya lo pasé muy mal desde que me alejaste de Daniela. Y pensé que sería divertido retenerte aquí por unos momentos. Para que sepas lo que te va a pasar si sigues con ella.

—¡Ya te he visto mil veces, Adriano! —gritó Andrés enojado—. ¡Hagas lo que hagas, no me voy a alejar de ella!

Adriano se levantó lentamente de la silla y le dio una cachetada a Andrés en la mejilla izquierda.

—¡Claro que lo vas a hacer, Andrés! —dijo burlón—. ¡Quizás no te mate! Pero vas a decir que lo hubiera hecho rápido, y no poco a poco. Tú me conoces perfectamente. Siempre hago sufrir y agonizar a mis víctimas antes de acabar con ellas.

—¡Haz lo que quieras, Adriano! —dijo Andrés enojado—. ¡Daniela ya te lo ha dicho hasta el cansancio! ¡Pase lo que pase, ella no va a volver contigo!

Adriano caminó hacia una mesa y tomó un cuchillo de ella. Volvió hacia Andrés y se puso detrás de él. Le puso el cuchillo en su cuello.

—Tú sabes perfectamente lo que tienes que hacer, si no quieres una muerte lenta y dolorosa —dijo burlón—. Te vas a alejar de Daniela, si no quieres sufrir las consecuencias.

Andrés se veía acorralado ante las amenazas de Adriano.

—¡Nunca! —gritó enojado—. ¡Nunca me voy a alejar de Daniela! ¡Primero vas a tener que matarme!

—¿Ah, no? Vas a tener que hacerlo por las malas. Porque también me acabo de enterar de una cosa: alguien está investigando la muerte de Osvaldo Ventura —dijo Adriano burlón—. Si conoces a ese tipo, será mejor que le digas de mi parte, que deje de investigar. Porque no sabe con quién se está metiendo.

Después de esa advertencia, Adriano se alejó de Andrés y empezó a caminar hacia su habitación.

—¡Déjame ir, maldito! ¡Déjame ir ahora mismo! —gritó Andrés enojado.

—No, Andresito. Te voy a dejar ir cuánto yo lo decida —dijo Adriano burlón—. O hasta que aceptes que te vas a alejar de Daniela.

—¡Tú sabes que Daniela es mi mejor amiga! —gritó Andrés enojado—. ¡No puedo alejarme de ella! ¡Por favor, entiéndelo!

—Entonces no —dijo Adriano burlón—. No pienso dejarte ir hasta que no lo entiendas. Si no puedes alejarte de ella por las buenas, entonces tendré que hacerlo yo mismo.

Adriano siguió su camino hacia su habitación, mientras que Andrés estaba furioso al no poder conseguir su libertad.

***

Más tarde...

Parque de los Sauces.

Melissa estaba caminando tranquilamente en el parque de los Sauces. Usaba una blusa celeste de mangas cortas, minishort negro y un par de zapatos tenis blancos.

De repente, Katia llegó al parque y se acercó a Melissa. Portaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

—¿Qué quieres ahora, Katia? —dijo Melissa enojada—. ¡Si viniste a hablar mal de Carlos, ya te puedes ir!

—¡No te estoy hablando mal de él! —dijo Katia llorando—. ¡Es que quiero aconsejarte que te alejes de él! ¡Carlos está loco!

—¡Por favor! —dijo Melissa burlona—. ¡Ya sé que quieres alejarme de Carlos! ¡Pero te advierto que no lo conseguirás!

—¡Tienes que entenderme, Melissa! —dijo Katia ya llorando—. ¡No quiero que seas amiga de Carlos! ¡Anoche vino a mi casa y se aprovechó de mí!

Melissa soltó una carcajada histérica, después de haber escuchado las palabras de Katia.

—¿Te has vuelto loca? —le gritó ya enojada—. ¡Carlos es un buen chico, él jamás haría algo así!

—¡Claro que lo haría! ¡Abusó de mí ayer, en mi propia casa! —gritó Katia asustada—. ¡Tienes que creerme, por favor! ¡Carlos me tocó mi consentimiento anoche! ¡Y me violó! ¿No te das cuenta de la clase de monstruo que tienes por amigo?

Melissa le dio una cachetada a Katia en la mejilla izquierda.

—¡Esto es para que aprendas a no volver a decir mentiras! —gritó enojada—. ¡Nada ni nadie me va a alejar de Carlos! ¡Y si vuelves a acusarlo de algo así, vas a sufrir las consecuencias! ¿Te quedó claro?

—¡Yo sólo quería ayudarte para que abras los ojos, Melissa! —dijo Katia llorando—. ¡Tienes que entenderlo! ¡Carlos es una persona muy peligrosa!

—¡Aquí, la única peligrosa eres tú! —gritó Melissa enojada—. ¡No cabe duda de que eres una loca mentirosa! ¡No tienes vergüenza al acusar a un inocente sin pruebas!

—¡Tienes que creerme, Melissa! —gritó Katia llorando—. ¡Por favor, créeme!

—¿Sabes qué? Mejor me voy de aquí, ya me cansé de esto —dijo Melissa enojada.

Melissa se fue enojada del parque, mientras que Katia se sentó en una banca y empezó a llorar desconsoladamente. No podía con la idea de que Carlos la hubiera violado la noche anterior.

***

Más tarde...

Parque Murazano.

Renato estaba en el parque Murazano, sentado en una banca. Usaba una playera blanca de tirantes, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

De repente, Santino llegó al parque y se acercó a Renato. Usaba una playera negra de mangas blancas y cortas, pantalón me m de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—¿Querías hablar conmigo, Renato? —preguntó Santino.

—Sí, quería contarte algo importante —dijo Renato tranquilo.

—Bueno, dime —dijo Santino, y se sentó en la banca junto a Renato.

—Bueno, ahí te va... —dijo Renato, y respiró profundamente antes de empezar—. Quería decirte que la policía está investigando la desaparición de Osvaldo Ventura.

—¿La policía está investigando lo que le pasó a los Ventura? —preguntó Santino sorprendido.

—Sí, y parece que fueron órdenes de Matías Lazcano —dijo Renato tranquilo—. No sé si eso sea cierto, pero de ser así, a Roberta se le avecina una tormenta, y muy fuerte.

—Vaya, nunca me imaginé que Roberta estuviera bien acorralada —dijo Santino tranquilo—. Todos consideran que Roberta es una mujer íntegra e intachable. Pero nadie la conoce realmente.

—Y nadie pensaría que ella sodomizó a Alan con un palo —dijo Renato tranquilo—. La gente va por ahí usando una máscara todo el día.

—Claro que lo está. La maldad de esa época de albañil no tiene límites —dijo Santino tranquilo—. No sabes lo que pasaría si lo que le hizo a los Ventura, saliera a la luz. Pero no creo que le afecte, porque es diputada local.

—Eso ya lo sé —dijo Renato tranquilo—. A Roberta no le van a hacer nada, incluso si todo su cochinadas salieran a la luz. Es porque tiene fuero.

—Sí. Y cambiando de tema, ¿ya te enteraste de que el hermano de Adriano Villamizar abusó de Katia, la hermana de Roberta? —dijo Santino.

—Eso no se diga, Roberta quiere mucho a Katia y desprecia a Matías —dijo Renato sorprendido—. Sí Roberta se llega a enterar, no sé de lo que sería capaz.

—Así es. No cabe duda de que Adriano y sus amigos son una bola de criminales —dijo Santino tranquilo—. Pero el karma les va a llegar muy pronto.

—Dios te oiga... —dijo Renato.

Los dos chicos siguieron platicando, pero no podían quitarse el mal sabor de boca que les dejó saber que Adriano y sus amigos eran criminales.

***

Esa noche...

Parque Avándaro.

Melissa y Daniela estaban en el parque Avándaro, sentadas en una banca.

Daniela portaba una blusa blanca de mangas cortas, minishort negro y un par de zapatos tenis blancos.

Ambas estaban platicando.

—¡Es que no puedo calmarme, Daniela! —gritó Melissa llorando—. ¡No puedo calmarme sabiendo que Andrés está desaparecido!

—Yo tampoco puedo calmarme, Melissa —dijo Daniela triste—. No me ha contestado ninguna llamada, ni me ha respondido ningún mensaje. Y con cada segundo que pasa, mi desesperación aumenta mucho.

—¡A mí también me pasa! —sollozó Melissa triste—. A mí tampoco me ha contestado una simple llamada. Tengo miedo de que haya pasado algo.

—Yo también —sollozó Daniela triste—. Desde la tarde que está desaparecido, y nadie sabe dónde está.

—¡Solo quiero que mi hermano aparezca sano y salvo! —sollozó Melissa triste—. ¡Mi mamá y yo estamos muy desesperadas por no saber nada de él!

De repente, el celular de Daniela empezó a sonar. Daniela se levantó de la banca, sacó el celular del bolsillo derecho de su minishort y contestó.

—¿Qué es lo que quieres, Adriano? ¿No te das cuenta de que ya no quiero saber nada de ti? —dijo enojada, pero el semblante le cambió, estaba ya asustado—. ¿Cómo que tienes secuestrado a Andrés? ¡Déjalo ir en este instante, por favor!

Al escuchar esas palabras, Melissa se asustó mucho y se levantó de la banca.

—¿Como que Adriano tiene secuestrado a mi hermano? —dijo muy asustada y llorando.

—¡Haré lo que sea, pero por favor, déjalo ir! —gritó Daniela asustada y llorando—. ¡Quiero que lo liberes de inmediato! ¡Libera a Andrés en este mismo instante!

Melissa le quitó el celular a Daniela y contestó.

—¡No sé quién te crees que eres! —gritó enojada—. ¡Pero te exijo que liberes a mi hermano ahora mismo!

—¡Melissa! ¡Dame mi celular, por favor! —dijo Daniela triste.

Melissa le devolvió el celular a Daniela, quien empezó a contestar.

—¡La hermana y mamá de Andrés están muy preocupadas! —gritó Daniela llorando—. ¡Así que libera a Andrés en este instante! ¡Te prometo que me voy a alejar de él! ¡Voy a romper mi amistad con él! ¡Pero quiero que lo liberes ahora mismo! Está bien. Está bien.

La llamada terminó. Daniela guardó su celular en el bolsillo derecho de su minishort y habló con Melissa.

—¿Qué te dijo Adriano, Daniela? —preguntó Melissa triste.

—Me dijo que iba a liberar a Andrés —dijo Daniela triste—. Pero me dijo que rompiera mi amistad con él y me alejara de él.

—¿Cómo? —preguntó Melissa sorprendida.

—Es que nuestra amistad es un riesgo —dijo Daniela triste—. Lo siento mucho, Melissa. Pero tengo que romper mi amistad con tu hermano. No me puedo arriesgar a que Adriano le vuelva a hacer daño.

—¿Es en serio que vas a romper tu amistad con mi hermano? —dijo Melissa triste—. ¡No hagas esto, por favor! ¡Tú y mi hermano han sido los mejores amigos!

—¡Entiende que no puedo arriesgar la vida de tu hermano! —gritó Daniela triste—. ¡Tengo que sacrificar nuestra amistad! ¡Solo así tu hermano estará a salvo!

Daniela y Melissa estaban sumamente preocupadas por lo que estaba pasando. Daniela sabía que Adriano iba a liberar a Andrés, a cambio de que ella rompiera su amistad con él.

***

Más tarde...

Colonia Lomas del Paseo.

Una camioneta Chevrolet Suburban negra iba por la calle Las Gardenias, cerca del Parque Avándaro y la casa de los Abascal.

Adriano estaba con Andrés, adentro de la camioneta. Andrés usaba una playera gris de mangas cortas, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Adriano estaba hablando con el chico.

—¿Ya ves que sí podemos llegar a un acuerdo, Andrés? —preguntó Adriano burlón—. Y pensar que tú nunca querías llegar a semejante acuerdo. Pero lo que tienes que hacer no es tan difícil como parece.

—¡Daniela es mi mejor amiga! —gritó Andrés enojado.

—Sí. O al menos lo era —dijo Adriano burlón—. ¿Sabes una cosa? Acabo de hablar con ella, y le propuse un trato para dejarte libre. Le dije a Daniela que se alejara de ti a cambio de tu libertad. Sabes que al principio quería negarse, pero al ver que estabas en peligro, no tuvo otra opción. ¿Ves como sí fue fácil alejarte de ella?

—¡Te lo advierto, Adriano! —gritó Andrés furioso—. ¡No vas a alejarme de ella!

—De hecho, ya lo hice. ¿No lo entiendes? —dijo Adriano burlón—. Cuando la vuelvas a encontrar, ella te tratará como un simple extraño. Y no querrá volver a ser tu amiga. Su amistad de años se destruyó para siempre.

Los ojos de Andrés se llenaban de lágrimas conforme pasaba el tiempo.

—Aléjate para siempre de Daniela, y sigue adelante con tu vida —dijo Adriano burlón.

Aún llorando, Andrés abrió una de las puertas de la camioneta y salió de ella sin decirle nada a Adriano, quien lo miraba con burla. Andrés volteaba hacia Adriano.

—Ah, y una cosa más —dijo Adriano burlón—. Si me llegó a enterar de que tú y ella son amigos de nuevo, lo sabré y te haré sufrir las consecuencias. ¿Te quedó claro?

Andrés no dijo palabra alguna. La camioneta se alejó del lugar.

Andrés se secó las lágrimas y caminó hacia su casa para encontrarse con su familia. Melissa salió de su casa, y al ver a Andrés, corrió hacia él para darle un fuerte abrazo.

—¡Andrés, hermano! —gritó ella llorando—. ¡Qué bueno que estás bien!

Andrés seguía sin decir nada.

—¿Está todo bien? ¿Adriano te hizo algo? —preguntó Melissa preocupada.

Andrés hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Vámonos a casa. Mamá está muy preocupada —dijo Melissa.

Los dos hermanos caminaron hacia su casa.

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