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1: ¡Vete al carajo!

24 de julio de 2023.

Monterrey, Nuevo León. México.

Parque de los Sauces.

Era un maravilloso día en la ciudad. El clima estaba cálido, y el cielo estaba despejado. Todo se veía tranquilo.

Dos chicos estaban en el Parque de los Sauces, caminando tranquilamente.

Uno de los chicos era guapo, tenía 20 años de edad. Era delgado y de alta estatura, de piel clara, ojos color miel y cabello corto castaño claro. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos.

El otro chico de su misma edad, era guapo. Era delgado y de mediana estatura, de piel clara, ojos cafés y cabello corto castaño. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos.

Los dos chicos platicaban.

—Debió haber sido muy difícil haber dejado la tierra que te vio nacer, Andrés —dijo el chico de gris.

—Lo sé, Luciano —dijo Andrés, el chico de blanco—. Se me hizo muy triste haberme ido de Saltillo, pero no tuve otra opción. No sabes cómo extraño vivir ahí.

—Sí, lo sé —dijo Luciano, el chico de gris—. Es muy difícil tener que irte del lugar que amas. Pero no hay de otra, pues ya casi terminamos nuestras carreras.

—Tú lo has dicho, Luciano —dijo Andrés tranquilo—. De verdad que no fue fácil. Tuve que sacrificar mi vida en Saltillo para estudiar una carrera en Comunicación.

—Yo también estoy a punto de terminar —dijo Luciano tranquilo—. Ya no me queda mucho para graduarme de licenciado en Diseño Gráfico.

—Eso es lo bueno —dijo Andrés tranquilo—. Es cuestión de tiempo para que terminemos nuestras carreras y trabajemos.

—El mundo laboral no va a ser fácil, pero no hay que darnos por vencidos, Andrés —dijo Luciano tranquilo—. Nunca dejamos de aprender, aún después de la escuela.

Mientras los dos chicos platicaban, dos chicas llegaron y se les acercaron.

Una chica era linda, tenía 18 años de edad. Era delgada y de mediana estatura, de piel clara, ojos color miel y cabello largo castaño claro. Usaba una blusa azul a cuadros de mangas cortas, sobre una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y zapatos tenis blancos.

La otra chica de su misma edad, era linda. Era delgada y de mediana estatura, de piel clara, ojos cafés y cabello largo castaño. Usaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos.

—¡Luciano, Andrés! Disculpen la tardanza —dijo la chica de azul.

—Está bien, Melissa. No pasa nada —dijo Andrés tranquilo.

—Es que estábamos viendo a ver quién nos prestaba una bicicleta —dijo la chica de gris—. Dicen unos amigos que les llegó una nueva bicicleta.

—Así es, Alessia —dijo Luciano tranquilo—. Me encantaría pasear en bicicleta, hace tiempo que no lo hago.

—¡Entonces vamos! —dijo Melissa, la chica de azul, sonriendo—. Puedes ir por tu bicicleta, Luciano.

—¿Crees que sí puedo andar bien en bicicleta, Luciano? —preguntó Alessia, la chica de gris—. Porque una vez me caí de una bicicleta.

—Tranquila, Alessia —dijo Luciano sonriendo—. Sólo tienes que practicar mucho.

—¿Y qué estamos esperando? Vamos por las bicis —dijo Andrés sonriendo.

Los cuatro chicos se dirigieron hacia sus casas para ir por sus bicicletas, querían pasar un rato agradable.

***

Más tarde...

Galerías Valle Oriente.

Muchas personas estaban en Galerías Valle Oriente, caminando tranquilamente y visitando varias tiendas. Otros pasaban el rato haciendo otras cosas.

Tres chicos estaban en el área de comidas del centro comercial.

El chico era guapo, tenía 22 años de edad. Era delgado y de alta estatura, de piel clara, ojos azules y cabello corto castaño claro. Además, portaba una playera roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos.

El otro chico también era guapo, de 24 años de edad. Era delgado, con un poco de músculo y de alta estatura. Tenía piel clara, ojos color miel y cabello corto castaño claro. Portaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos.

La chica era linda, tenía 20 años de edad. Era delgada y de mediana estatura, de piel clara, ojos azules y cabello largo castaño claro. Usaba una blusa roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y zapatos tenis blancos.

Los tres platicaban mientras caminaban.

—Muchas gracias por acompañarme, Adriano —le dijo la chica al chico de azul—. Es bueno saber que podamos pasar tiempo juntos, lindo.

—No hay de qué, Daniela —dijo Adriano, el chico de azul—. Aún si tengo mis labores como diputado, siempre puedo encontrar la forma de pasar tiempo contigo.

—Me encanta pasar tiempo contigo, Adriano —dijo Daniela sonriendo.

—Es bueno saber que sí tienes tiempo para nosotros, viejo —dijo el chico de rojo—. ¿Verdad que sí, Daniela?

—Sí, y es que esto no es fácil, Emiliano —dijo Daniela sonriendo—. Con aquello de que estoy estudiando y terminando mi carrera, y tú ya terminaste la tuya.

—Sí, sólo que ya estoy empezando una maestría —dijo Emiliano, el chico de rojo—. Quiero llegar cada día más lejos.

—Eso es bueno, Emiliano —dijo Daniela sonriendo.

—Tú también vas a lograr lo que te propongas, Daniela —dijo Adriano, y le dio un beso en la mejilla izquierda a Daniela—. Recuerda que con esfuerzo y trabajo duro, todo es posible.

—Así es, Adriano —dijo Daniela sonriendo—. No va a ser fácil, pero quiero lograrlo.

—Ten por seguro que vas a lograr tus sueños, si no te das por vencida —dijo Adriano sonriendo—. Yo hice de todo para cumplir mi sueño de estar en la política.

—Ya verás que muy pronto vas a llegar más lejos, lindo —dijo Daniela, y le dio un beso en la mejilla izquierda a Adriano—. Ya te convertiste en diputado local. Y muy pronto verás cómo te vas a convertir en Alcalde.

—Verás que vas a ser el mejor Alcalde que esta ciudad haya tenido —dijo Emiliano sonriendo.

—Gracias, chicos —dijo Adriano sonriendo—. No me daré por vencido. Muy pronto me convertiré en el alcalde de esta ciudad.

—Yo me convertiré en la mejor diseñadora gráfica —dijo Daniela sonriendo.

—Y yo me convertiré en el mejor periodista —dijo Emiliano sonriendo.

—Les voy a dar un consejo, chicos —dijo Adriano sonriendo—. Pase lo que pase, nunca se den por vencidos. Por más difícil que sea el camino, los sueños siempre se hacen realidad, con esfuerzo y trabajo duro.

—Muchas gracias por las palabras, lindo. Las tomaré en cuenta —dijo Daniela sonriendo.

—Yo también, hermano —dijo Emiliano sonriendo—. No olvidaré ese consejo.

—Por cierto, voy al baño —dijo Adriano tranquilo.

—Está bien, ten cuidado, lindo —dijo Daniela sonriendo.

Los tres chicos se veían muy contentos mientras platicaban de sus sueños y planes a futuro. Adriano quería hacer realidad su sueño de convertirse en el Alcalde de Monterrey.

Adriano se dirigió al baño, mientras que Daniela y Emiliano siguieron caminando, viendo las tiendas.

***

Mientras tanto...

Tres chicos también estaban en Galerías Valle Oriente, visitando varias tiendas de ropa. Estaban en el primer piso del lugar.

El chico era guapo, tenía 20 años de edad. Era delgado y de alta estatura, de piel clara, ojos verdes y cabello corto castaño claro. Usaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos.

El otro chico también era guapo, de 20 años de edad. Era delgado y de mediana estatura. Tenía piel clara, ojos azules y cabello corto castaño claro. Portaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos.

La chica era linda, tenía 19 años de edad. Era delgada y de mediana estatura, de piel clara, ojos verdes y cabello largo castaño claro. Usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de vestir negro y zapatos negros.

Los tres platicaban mientras caminaban.

—Muchas gracias por acompañarme, Osvaldo —dijo la chica sonriendo, y le dió un beso en la mejilla izquierda al chico de gris.

—No fue nada, Katia —dijo Osvaldo, el chico de gris, sonriendo—. Lo hago porque me gusta pasar tiempo contigo, linda. Te amo.

—Yo también te amo, lindo —dijo Katia, la chica, sonriendo.

—¿Ya van a empezar de tortolitos? —preguntó el chico de azul.

—¡Vamos, Matías! ¿Cuándo te vas a conseguir una novia? —preguntó Katia sonriendo.

—Pues, aún no lo sé —dijo Matías, el chico de azul.

—Vamos, Matías —dijo Osvaldo sonriendo—. Sabes que sí puedes conseguirte una novia.

Matías se rió.

—¿Cómo creen que voy a conseguir novia? —dijo.

—Vamos, es que te ves guapo —dijo Katia sonriendo—. Puedes conseguirte la novia que quieras. Pero todo a su tiempo.

—Bueno, si ustedes lo dicen... —dijo Matías sonriendo—. Muy pronto conseguiré novia. Ya lo verán.

—Eso espero, porque no te hace bien estar solo —dijo Osvaldo sonriendo.

—Así es —dijo Katia sonriendo—. En fin, ¿qué tal si vamos por un helado?

—Me encantaría —dijo Osvaldo sonriendo.

—Acepto —dijo Matías sonriendo.

Los tres chicos caminaron hacia el área de restaurantes, para buscar un helado.

Por otro lado, una joven mujer los estaba viendo desde lejos, los miraba de reojo. Tenia 25 años de edad. Era delgada y de alta estatura, de piel clara, ojos verdes y cabello largo castaño claro. Usaba una blusa negra de mangas cortas, pantalón de vestir blanco y zapatos negros. Llevaba un bolso negro en su mano derecha.

—¿Cómo es posible que ese pendejo siga con mi hermana? —dijo enojada—. No puede ser, qué asco me da ese culero.

De repente, alguien apareció. Era Adriano, quien se había alejado de Daniela y Emiliano. Se acercó a la mujer para hablarle.

—Veo que no soportas a tu cuñado, Roberta... —dijo tranquilo.

—No, no lo aguanto para nada... —dijo enojada, la mujer de nombre Roberta—. Hubiera esperado a un chico guapo y adinerado. Pero no, tiene que venir un pinche gato como Osvaldo. Pero qué más da, yo odio a los pinches hombres. A todos, excepto a ti, Adriano.

—Es bueno saberlo, Roberta —dijo Adriano tranquilo, y le dio un beso en la mejilla izquierda a Roberta—. Tienes que pensar en la mejor forma para deshacerte de Osvaldo.

—Lo sé, Adriano —dijo Roberta enojada—. Es que no puedo soportar cómo está cerca de mi hermana. Si tengo que deshacerme de ese pendejo, quiero hacerlo ya.

—Todo a su tiempo —dijo Adriano sonriendo—. No puedes deshacerte de Osvaldo de la noche a la mañana.

—Tienes razón, lindo. Tienes razón —dijo Roberta ya sonriendo.

Adriano y Roberta empezaron a besarse apasionadamente, sin importarles que algunas personas los estuvieran viendo. Era obvio que Adriano disfrutaba de su romance con Roberta, sin importarle ser novio de Daniela.

***

Más tarde...

Daniela y Emiliano seguían en el centro comercial, estaban sumamente preocupados por la ausencia de Adriano. Intentaban buscarlo por todas partes.

—¿Dónde está Adriano? ¡Se supone que tenía que estar aquí hace 5 minutos! —dijo Daniela preocupada.

—Lo sé, Daniela —dijo Emiliano preocupado—. Dijo que iba al baño, pero parece ser que ya se tardó.

—¡Le he estado mandando varios mensajes, pero no me contesta! —dijo Daniela más preocupada—. ¿Qué tal si le pasó algo?

—Tranquila, Daniela —dijo Emiliano preocupado—. No le pasó nada, simplemente se tardó mucho.

—¡Espero que esté bien! —dijo Daniela preocupada—. ¡Tengo miedo de que le haya pasado algo malo!

—Lo vamos a encontrar, Daniela. Tranquila —dijo Emiliano preocupado.

Los dos hermanos seguían caminando por el centro comercial para encontrar a Adriano, pero la preocupación de Daniela aumentaba conforme pasaba el tiempo.

De repente, Daniela logró encontrar a Adriano cerca de la entrada de Liverpool. Quedó estupefacta al ver que Adriano se estaba besando apasionadamente con Roberta. No dudó ni un segundo en enfrentarlo.

—¡Adriano! —gritó sorprendida.

Adriano y Roberta voltearon hacia Daniela y quedaron sorprendidos, por lo que se separaron de inmediato.

—¿Qué significa esto? —dijo Daniela enojada y sorprendida.

Adriano y Roberta no hallaban qué decir ante la presencia de Daniela.

—¿Cómo pudiste hacerme esto, Adriano? —gritó Daniela sorprendida—. ¡Me dijiste que ibas a baño, pero no sabía que ibas a besarte con esta mujer!

—Daniela, déjeme explicarte... —dijo Adriano sorprendido.

Daniela le dio una cachetada a Adriano en su mejilla izquierda.

—¡No me expliques nada, Adriano! —le dijo muy enojada—. ¡Claramente vi que te estabas besando con esta mujer!

—¿De qué estás hablando, Daniela? —preguntó Adriano sorprendido.

—¡No te hagas! —dijo Daniela enojada—. ¡Te estabas besando con esta mujer! ¡Yo los vi!

—¡Es mentira, Daniela! —dijo Roberta mientras se acercaba a Daniela—. ¡Adriano y yo sólo estábamos platicando!

—¡Basta, Roberta! —dijo Daniela enojada—. ¡Yo vi como mis propios ojos cómo te estabas besando con Adriano! ¡Los vi juntos! ¿Por qué quieres negarlo?

—Vamos, amor —dijo Adriano sonriendo.

—¡No quieras hablarme como si nada hubiera pasado, Adriano! —gritó Daniela enojada—. ¿Sabes qué? No puedo seguir con esto, terminamos.

—¿Cómo que terminamos? —preguntó Adriano sorprendido.

—¿No oíste lo que te dije? ¡Terminamos! —gritó Daniela enojada—. ¡Ya no quiero seguir con esto! —volteó hacia Roberta—. ¡Y tú, Roberta...! ¡Espero que vivas con la culpa de lo que hiciste!

Acto seguido, Daniela se fue enojada del lugar, mientras que Adriano y Roberta intentaron hablar como si nada.

—Vamos, Adriano —dijo Roberta sonriendo—. No le hagas caso a esa pendeja. Ella se lo pierde.

—¿Sabes qué? Tienes razón, Roberta —dijo Adriano ya tranquilo—. Aquí no pasó nada.

Adriano y Roberta empezaron a caminar juntos, sin importar que algunas personas los estuvieran mirando de reojo, después de la discusión que tuvieron con Daniela.

Por otro lado, Osvaldo, Katia y Matías estaban cerca de la entrada de Liverpool. Los tres estaban viendo ese momento con vergüenza.

—¿Cómo es posible que mi hermana haya sido capaz de hacer algo así? —preguntó Katia muy enojada.

—No lo sé, Katia —dijo Matías enojado—. No puedo creer que haya destruido un noviazgo tan bonito como el de Daniela y Adriano.

—Qué bajo ha caído Roberta —dijo Osvaldo enojado, pero al voltear a Katia, volvió a sonreír—. Lo bueno es que tú no eres así, Katia. Tú no serías capaz de hacer algo así.

—Jamás, lindo —le dijo Katia ya sonriendo—. Yo no odio a los hombres, y mucho menos sería capaz de quitarle el novio a una chica.

—Lo sé, linda —dijo Osvaldo sonriendo—. Yo sé que tú eres una chica con valores, a diferencia de Roberta.

—No sé ustedes, chicos. Pero Roberta tiene que darnos explicaciones más tarde —dijo Matías enojado.

Los tres chicos decidieron ir a otro lugar, para no seguir perdiendo su tiempo, después de lo que habían visto.

***

Mientras tanto...

Daniela caminaba furiosa hacia la salida del centro comercial. Emiliano la encontró y se dirigió hacia ella.

—¿Estás bien, Daniela? —preguntó preocupado.

—¡Claro que estoy bien, Emiliano! —gritó Daniela enojada—. ¿Por qué te importa?

—¿Por qué te comportas así? —preguntó Emiliano preocupado.

—¡Acabo de ver a Adriano con otra mujer! —gritó Daniela enojada—. ¡Lo vi con Roberta Lazcano!

—¿Roberta Lazcano? —preguntó Emiliano preocupado.

—¡Sí! —gritó Daniela enojada—. ¿Acaso no eres amigo de ella?

—Claro que lo soy, pero no tienes por qué ponerte así —dijo Emiliano preocupado.

—¿Y cómo quieres que me ponga después de lo que pasó? —gritó Daniela enojada—. ¿Acaso quieres que sonría como si nada hubiera pasado?

—Lo sé, Daniela. Sé cómo te sientes —dijo Emiliano preocupado—. Pero no puedes tirar todo a la basura como si nada. Tal vez sólo fue un malentendido. Deberías hablar con Adriano y Roberta para solucionar las cosas.

—¿Cómo quieres que arregle algo que ya está roto, Emiliano? —preguntó Daniela enojada—. ¿Y encima dices que todo fue malentendido? ¡Por favor, yo vi con mis propios ojos como esos dos estaban abrazados y besándose!

—¿Y por eso vas a terminar con Adriano? —preguntó Emiliano.

—¡No, no voy a terminar con Adriano! —dijo Daniela enojada—. ¡De hecho, ya lo hice!

—¿Cómo que ya lo hiciste? —preguntó Emiliano sorprendido.

—¿Acaso estás sordo? ¡Terminé con Adriano después de haberlo visto con Roberta! —dijo Daniela enojada.

—Vamos, Daniela. Cometiste un gran error al haberlo terminado —dijo Emiliano tranquilo.

—¿Sabes qué? Ya no quiero seguir con esto. Mejor me voy a casa —dijo Daniela enojada.

Daniela se fue enojada del centro comercial, mientras que Emiliano se quedó en el lugar.

Adriano llegó a la salida del centro comercial. Se encontró a Emiliano y se le acercó para hablarle.

—¿Has visto a Daniela, Emiliano? —preguntó tranquilo.

—Sí, se acaba de ir hace rato —dijo Emiliano tranquilo.

—Será mejor que vaya a seguirla —dijo Adriano tranquilo.

—¡No, no tiene caso que la sigas! —dijo Emiliano enojado—. ¡Ella te dijo que te vio hace rato, dijo que te estabas besando con Roberta!

—¿Qué tiene de malo? —preguntó Adriano sorprendido.

—¿Y todavía lo preguntas? —dijo Emiliano enojado—. ¡Se supone que tú y Roberta solo son amigos! ¿Cómo me sale a esa hora con que tú y ella se estaban besando apasionadamente?

—Vamos, es que me dejé llevar —dijo Adriano sorprendido.

—¡No, no te dejaste llevar! —dijo Emiliano enojado—. ¡Roberta es nuestra amiga! ¡No se vale que hayas traicionado a mi hermana de esa forma!

—¡Lo sé lo admito, lo sé! —gritó Adriano preocupado—. ¡Daniela terminó conmigo, y me lo merezco! ¡Pero no puedo dejar que una relación de un año, se vaya a la basura como si nada! ¡No era mi intención haber engañado a tu hermana! No sabes cómo quisiera volver con ella.

—¡Yo no sé cómo le vas a hacer, Adriano! —dijo Emiliano enojado—. ¡Pero será mejor que te pongas las pilas y trates de arreglar las cosas con mi hermana! ¡Porque no voy a soportar una humillación como esta!

Después esa discusión, Emiliano se fue enojado del centro comercial, mientras que Adriano se quedó en el lugar y sin saber qué hacer.

—No, esto no se va a quedar así —dijo ya enojado—. Tengo que recuperar a Daniela, sea como sea.

Decidió volver a caminar por el centro comercial, para despejar su mente y pensar en un plan para recuperar a Daniela.

***

Más tarde...

Parque de los Sauces.

Andrés estaba en el Parque de los Sauces, caminando tranquilamente.

De repente, Daniela llegó caminando furiosa al parque. Ella se topó con Andrés y chocó con él, empujándolo. Y lo enfrentó sin verlo.

—¡Fíjate por dónde caminas! —gritó enojada.

—¡Lo siento, es que fuiste tú la que chocó conmigo! —dijo Andrés sorprendido.

—¡Pues abre los ojos! —gritó Daniela enojada, pero se calmó al ver que el chico al que le estaba gritando, era Andrés—. ¿Andrés? ¿Eres tú?

—Sí, soy yo. Andrés. ¿Te acuerdas de mí? —preguntó Andrés.

—¡Andrés! —dijo Daniela ya sonriendo, y abrazó a Andrés—. ¡Qué gusto volver a verte después de tantos años!

—A mí también, Daniela —dijo Andrés sonriendo.

Daniela dejó de abrazar a Andrés y empezó a hablar con él.

—No sabes cómo lamento haberte gritado, Andrés —dijo ya tranquila—. Es que acabo de regresar de un centro comercial, ya sabes.

—Está bien, no pasa nada —dijo Andrés ya tranquilo—. Pero, ¿se puede saber por qué venías tan enojada?

—Es una larga historia —dijo Daniela ya tranquila—. Es que hace rato, acabo de terminar con mi novio.

—¿Acaso tienes novio, Daniela? —preguntó Andrés.

—Más bien, tenía —dijo Daniela tranquila—. Él y yo estábamos muy bien, hasta que de repente se me perdió. Lo encontré besándose con otra mujer.

—Lo sé, se llama Adriano Villamizar —dijo Andrés.

—¿Cómo sabes que mi ahora ex se llama Adriano Villamizar? —preguntó Daniela sorprendida.

—Es que los he estado viendo en redes sociales —dijo Andrés tranquilo—. Sé que es diputado. He visto que publica fotos contigo, pero nunca pensé que fuera a engañarte con otra.

De repente, alguien apareció en el parque. Y no era otro que Adriano, él se acercó a Daniela para hablar con ella.

—Hola, Daniela. Qué bueno que te encuentro. Déjame explicarte, te juro que yo no quería hacerte esto —dijo tranquilo, pero al verla con Andrés, enfureció de inmediato—. ¡Vaya, con que esas tenemos!

Daniela y Andrés voltearon hacia Adriano y se sorprendieron.

—¿Adriano? —preguntó Andrés.

—¡Ya te lo dije, Adriano! —dijo Daniela enojada—. ¡Hace rato que terminé contigo!

—¿Terminas conmigo por algo que acepto que hice? —dijo Adriano enojado—. ¡Está bien, pero no puedo creer que me estés cambiando por este maldito!

—¡Mira, a mí no me estés insultando, Adriano! —dijo Andrés enojado.

—¡Yo te llamo como a mí se me antoja, Andrés! —gritó Adriano enojado—. ¡Acabas de quitarme a mi novia!

—¡Ya no soy tu novia, Adriano! —gritó Daniela enojada—. ¡Además, Andrés y yo sólo somos amigos!

—¡Mentira! —gritó Adriano enojado—. ¡Primero terminas conmigo, y ahora te das el lujo de estar con el primer chico con el que re encuentras! ¡No puedo creer que te hayas convertido en una ofrecida!

—¡Basta! ¡No voy a permitir que insultes a Daniela de esa forma! —gritó Andrés enojado.

—¡Yo no soy ninguna ofrecida, Adriano! —gritó Daniela enojado—. ¡Si así fuera, ya me estaría besando con el primer chico con el que me encontraba! ¡Pero no voy a hacer eso!

—¡Está bien! —gritó Adriano enojado—. ¡De todas maneras, no es posible que me estés cambiando por Andrés! Seguro ya se van a hacer novios...

—¡Basta! ¡Daniela y yo no somos novios! —gritó Andrés enojado.

—¡Acepta de una vez que ya lo son! —gritó Adriano enojado—. ¡Tú me quitaste a Daniela, idiota!

—¡Vete al carajo, Adriano! —gritó Andrés enojado.

Cegado por la ira, Adriano le dio un puñetazo a Andrés en la cara, causando el horror en Daniela.

—¡Basta, Adriano! ¡Ya no sigas con esto! —gritó Daniela ya asustada, mientras ayudaba a Andrés, quien sangraba de la nariz.

—¡Te juro que te vas a arrepentir por haberme dejado, Daniela! —gritó Adriano enojado, y volteó hacia Andrés—. ¡Y tú, Andrés! ¡Te vas a arrepentir por haberme quitado a mi novia! ¡Te lo juro!

Adriano se fue enojado del parque, mientras que Daniela intentaba ayudar a Andrés.

—¿Te encuentras bien, Andrés? —preguntó Daniela preocupada.

—Sí, tranquila. Estoy bien... —dijo Andrés ya tranquilo.

—¡Te juro que no sabía que esto iba a pasar! —dijo Daniela preocupada—. No sabes como lamento hacerte pasar por esto.

—Tranquila, estoy bien. No pasa nada... —dijo Andrés tranquilo.

Los dos chicos decidieron irse del parque para no seguir teniendo problemas. Pero estaban muy preocupados por la ira de Adriano, y las represalias que él podía tomar contra ellos.

***

Momentos después...

Parque Avándaro.

Luciano estaba caminando en el parque, después de un largo día. De repente, una camioneta Suburban negra llegó al parque y se acercó. Dos hombres encapuchados bajaron de ella y sometieron a Luciano, quien empezó a gritar.

—¡Suéltenme, par de idiotas! ¿Qué están haciendo? —gritó desesperado, mientras trataba de zafarse de los encapuchados.

Los dos lo metieron a la camioneta, a la segunda fila de asientos, en la que Adriano estaba sentado. Adriano tomó una pistola negra de un compartimiento y le apuntó a Luciano con ella.

—¿Así que tú eres el mejor amigo de Andrés Abascal? —preguntó burlón.

—¿Qué es lo que quieres, Adriano? —preguntó Luciano enojado.

—¡Sabía que eras el mejor amigo de Andrés! —gritó burlón—. Si no quieres que aquí mismo te meta una bala en la cabeza, me vas a dar información acerca de ese imbécil.

—¡Eso nunca, maldito! —gritó Luciano enojado.

—¿Por qué quieres empeorar las cosas? —preguntó Adriano burlón—. No llegué hasta aquí para hablar contigo, así que te lo voy a pedir por las buenas. ¿Dónde viven Andrés Abascal y su familia?

—¡Si lo supiera, no te lo diría! —gritó Luciano furioso—. ¡Nunca te diré nada!

—¿Ah, no? ¿Muy valiente? —preguntó Adriano ya enojado—. Si no me dices ahora mismo dónde viven los Abascal, tu familia va a sufrir las consecuencias. ¿Qué te parece?

—¡No, no le hagas daño a mi familia! —gritó Luciano ya asustado.

—¿Ahora sí temes por tu familia? —preguntó Adriano burlón—. Dime ahora mismo, si no quieres que mate a toda tu familia.

Luciano respiró profundamente antes de responder. Estaba muy asustado, y tenía mucho miedo por la seguridad de su familia.

—Te lo diré, pero no le hagas daño a mi familia, por favor... —dijo asutado—. Andrés vive con su familia en la colonia Lomas del Paseo, calle Las Gardenias, número 5480. Ahí es donde viven.

Adriano se quedó pensativo después de haber escuchado las palabras de Luciano.

—¿En serio? ¿No me estás mintiendo? —preguntó Adriano.

—No, no te miento. Te lo juro... —dijo Luciano asustado.

—Bueno... —dijo Adriano, y guardó la pistola en el compartimiento—. Te voy a creer. Y si averiguo que me estás mintiendo, toda tu familia va a sufrir las consecuencias, ¿te quedó claro?

Luciano asintió asustado, y salió de la camioneta sin decir palabra. Adriano bajó la ventana de una puerta y se asomó por ella.

—Ya sabes lo que va a pasar si mientes, Luciano —dijo burlón.

Finalmente, Adriano subió el vidrio de la camioneta, que se fue del parque. Luciano se quedó solo en el parque, asustado y sin saber qué hacer. Le había dado información delicada a Adriano acerca de la familia de Andrés, y tenía mucho miedo de lo que iba a pasar.

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