IV. Las manchas
Hacia las tres y nueve de la mañana, Ephreid Absoluz tuvo ganas de ir al baño. Había bebido todo lo habido y por haber en aquel club de mala muerte y apenas quedaban ya camareros que no le esquivasen apresurados con tal de no aguantar su charlatanería sin sentido. Sin sentido para ellos, obviamente. Ephreid Absoluz sabía muy bien a qué se refería cuando decía que debería haber adoptado un tatzelwurm(16), como tenía planeado, antes que asistir a semejante espectáculo. Al fin y al cabo, todos y cada uno de sus compañeros en aquella reunión habían sido quitados del medio. Y ahora él era el siguiente.
«Bueno, estoy borracho... Borracho todo duele menos, ¿no?», pensó, intentando levantarse con la mirada mareada en la chica de blanco. Lo cierto es que no le había quitado los ojos de encima desde que la vio bailando con esos dos tipos tan curiosos. Un borroncillo serio, de pelo albino y piel bronceada que después había comenzado a reír de manera tímida... «Una buena vista antes de morir, supongo», sonrió para sí mismo, apoyándose en la encimera de la barra. Como no se diera prisa, terminaría por hacérselo encima... Sin embargo, la sorpresa que ojeó en ese momento le dio el empujón que necesitaba para ponerse de pie y no tambalearse: la chica de blanco iba también al lavabo, ¡qué coincidencia!
Los ojos de Ephreid Absoluz se iluminaron con esas malas intenciones que tenía de vez en cuando, y caminó en la misma dirección.
Era difícil saber que baño era cuál en el MUSICE. Todos eran puertas circulares cubiertas con cortinas de color crema, como las de la entrada. Así que Ily entró en la primera que se le ocurrió sin prestar demasiada atención a su alrededor. Había dejado al detective y a Macer en la pista, con una mueca en la cara, y aunque sabía que había venido por otros motivos de importancia, en el fondo de su mente deseaba que aquel momento no acabara tan deprisa. Sonrió de forma tonta mientras comprobaba cada cubículo entrecerrado: no, no había nadie, para su alivio. ¿O no era incómodo hacer tus necesidades rodeado de desconocidos?
Ily abrió la puerta de en medio y se dispuso a entrar cuando a su lado apareció un hombre trajeado de negro y carmín. La cortina se movía ligeramente a su espalda, como si acabara de catapultarse al interior, y con los ojos enfocados en su vestido parecía que le faltaba un hervor. Ily quiso decir algo, pero, de pronto, un escalofrío la interrumpió desde el retrete que tenía delante.
—Tiene el cuerpo de un cerdo... ¿no crees? —susurró una voz masculina que también alarmó al desconocido. No obstante, antes siquiera de que ella pudiera volverse y comprobar que era lo que hablaba, dos gigantes, esqueléticas y repugnantes piernas de insecto la estamparon contra el enorme espejo del fondo, destrozándolo en mil pedazos junto a algún que otro lavamanos de porcelana. Ily Blauvemark se quedó inconsciente en el suelo del baño, que cada vez estaba más mojado. Mientras, Ephreid Absoluz solo pudo paralizarse frente a la visión de aquel monstruo de El Abismo y murmurar, como si la borrachera se le hubiese pasado de golpe:
—Seguro que me has estado buscando de manera insaciable... Como a todos ellos... Como a los cuatro mil novecientos noventa y siete individuos que rindieron tributo a tu ama... hasta el aburrimiento...
La mujer polilla, en cambio, no dijo nada y atacó sin darle oportunidad a más. Nadie, a excepción de Izan Gakuma, pudo percibirlo en el MUSICE. Y a su vez, el detective mantuvo la calma con una sonrisa de triunfo, bebiendo su cuarto Retsiemjagger de la noche. Todo estaba saliendo según lo planeado y ahora solo quedaba lo difícil: que Ily Blauvemark saliera corriendo hacia su casa en la calle Ba'Kissers y, con suerte, sus tíos la estuviesen esperando allí.
Por el contrario, Ily despertó en el mundo de los sueños. O al menos, en uno extremadamente parecido. Era de noche y una estrella rojiza e intensa era lo único que iluminaba las eternas llanuras de terciopelo granate. Ily sentía cosquillas en los brazos cada vez que soplaba la brisa desde ninguna parte. Le dio la impresión de estar en una especie de planeta perdido y desolado... hasta que su dolor de cabeza se apaciguó y consiguió sentarse.
Entre los huecos de las llanuras más altas se mostraban unas cabezas desproporcionadas. Al achicar la mirada le parecieron niños de ojos colosos con la piel putrefacta y el pelo achicharrado. La observaban como si no hubiese nada más que ver en aquel paisaje, sin parpadear. Y, en realidad, Ily pensó que muy probablemente fuese tal cual. Sin embargo, le resultaban alimañas extrañas... Peor, molestas. Un sentimiento desagradable le apretaba las extrañas cuanto más los miraba. Así que decidió ignorar de una vez por todas su migraña y alzarse para contemplar el resto del paisaje. Como sospechaba, no había más que cráneos de niños muertos asomados aquí y allá. Algunos, incluso, estaban de pie sobre la tierra de mentira sujetando un arma enastada, con sus cuerpos amarillentos cubiertos en taparrabos. Ily tenía un estremecimiento palpitándole la cabeza; una señal de alerta. Pero fue la voz de la chica la que la sacó de dudas:
—¿Qué haces ahí plantada?
Confiada, Ily miró por todas partes y luego se dio la vuelta, topándose de golpe y porrazo con la araña. Un ser descomunal que sonreía con dentadura humana y ojos hundidos, al punto de parecer inexistentes, que goteaban una espesura oscura desde las cuencas. Dos de sus patas eran extremidades de persona, muertas e inservibles al parecer, pero el resto, verdaderas piernas de insecto, le hacían de soporte. No obstante, estaba tan cerca de Ily que esta solo pudo jadear el aroma a cerrado que poseía su enorme mandíbula antes de despertarse en el mundo real.
Primero abrió el ojo derecho, impactado por la imagen de su sueño, y después el izquierdo. Un chorretón de sangre le había pintado el párpado y le costaba enfocarse a su alrededor. ¿Qué había pasado? Tenía la espalda empapada y el dolor de cabeza era todavía peor que en sus pesadillas. Un poco más lejos, frente al lavabo que había quedado abierto y medio borrosas para Ily, hablaban dos personas extrañas.
—¿Te parece bien montar este espectáculo por un tío tan patético? ¡Casi te cargas mi arma secreta! —dijo el más bajito, la mancha de pelo naranja que sonaba como un niño diabólico. Pero, a un costado, la mancha oscura en forma de diábolo no respondió. Lo único que hizo fue respirar de manera agitada, como si le costase, y el chico continuó—: Había que asustarla, no destrozar el maldito baño, joder... ¿Acaso estás de mal humor? Espero que después de esto me dejéis tranquilo una buena temporada, ¿eh? Macer está preocupado por mí, ¿sabes? Es tan atento y servicial... Seguro que ya se ha preparado para llevarme en hombros hasta allí. ¡Tengo las piernas cortas!
En cuanto la figura diminuta se echó a cacarear tal y como lo habría hecho el detective, la vista de Ily recuperó la suficiente claridad para reconocer al que, en efecto, era Izan Gakuma. A su lado permanecía inmóvil la mujer elegante que vio en aquel edificio meses atrás, y ambos estaban de espaldas a ella sin notarla despierta. Los ojos se le abrieron de par en par, sin poder creerlo todavía. Había confiado en la persona menos indicada de la Kapital y en ese instante estaba bien jodida.
La mujer elegante inspiró con dificultad, moviendo su cabeza ovalada hacia el techo, casi rozándolo. Ily no pudo evitar, entonces, prestarle una atención especial. La tenía tan cerca como a la araña de su pesadilla y podía apreciar que disponía de unas alas gigantescas parecidas a las de una polilla. Sin embargo, carecía de varias cosas de las mismas y la forma de sus garras de hugin-munin no eran siquiera lo más impactante. Los miles de ojos que se le abrieron en las alas y la miraron con indiferencia sí lo fueron. En consecuencia, Ily ahogó un grito en su garganta y se levantó a toda prisa, con torpeza. Tenía que escapar, ¡todo aquello era una trampa!
—Oh, Ily —dijo Izan al percatarse, pero ella no tardó ni un segundo más en salir corriendo de allí, aparentando ser una lunática. La poca gente que quedaba en el club, bailando al ritmo del ambiente, la vio de reojo mientras escapaba con esa misma impresión en el rostro. No obstante, nadie presintió a la mujer polilla salir de detrás de la cortina, moverse entre ellos como una sombra y dirigirse al exterior. Al partir, las bombillas de colores que decoraban el MUSICE reventaron como en una subida de tensión y el público chilló.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro