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Capitulo V

capítulo 05

Una pareja de franceses charlaba en su idioma natal mientras tomaban una copa de vino, en un refinado hospedaje en Sicilia.

- “¿Crees que mandar a ese idiota haya servido de algo?”- Mencionó Vera sentada en un sofá.

- “El punto no es matarlo, es ponerlo a prueba querida” - Dijo Frederick mirando por la ventana de la oficina.

- “Sigo sin entender por qué alguien como él te llama la atención”- Menciono la mujer algo cansada del hombre.

-“Solo son viejas memorias Vera, las cosas son mejor cuando estas seguro de que nada puede cambiar”- Dijo el hombre ahora reflejándose en su pasado.

1902

Un joven Frederick caminaba por las calles de Marsella en Francia, repleto de matones y demás gente de mala reputación. No era nada más que un niño caminando entre el crimen, nada nuevo en los barrios bajos de aquel país.
Caminaba descalzo y con la ropa hecha arrapos, flaco como una rama e igual de débil como una pluma en una ventisca. Husmeaba entre los lugares repletos de matones, buscando un rastro de buena voluntad o pena, del cual tal vez conseguiría un trozo de pan o agua potable. No le iba precisamente mal ya que todos eran iguales a él, jóvenes que crecieron en las mismas condiciones le tenían algo de empatía a aquel niño frágil, así que le ofrecían un par de monedas o un trozo de pan con el cual sobrevivir del hambre.
Todo cambió cuando conoció a aquel joven policía.
- “Hola pequeño, ¿qué haces aquí?” – Preguntó el hombre con voz amable, su tono era tranquilo como los campos de Córcega.

Frederick no era un mal chico, así qué no huyo como todos lo hicieron al notar a un policía, el solo siguió en lo suyo sin intención de molestar al hombre de la placa.

- “De pocas palabras, ¿eh?” – Mencionó el hombre atento a las expresiones del joven rostro del niño.

El hombre solo dio un suspiro y no insistió más en el chico, solo lo observó un poco y sacudió su pálido cabello.

- “Oye, ¿me quieres acompañar?, conozco un lugar mucho más limpio que este”- Dijo el hombre tranquilamente.

El chico lo miró con sospecha, si bien no tuvo educación ni padres que le enseñarán, sabía que ir con alguien desconocido era sospechoso, pero mirando y pensando su estado actual, no hizo mucho revuelto por la petición y termino por aceptarla.

El hombre lo subió a su patrulla y navegaron juntos por la ciudad de Marsella. El pequeño Frederick miró por la ventana del auto la faceta más limpia de su ciudad natal, un lugar mucho más bello y acogedor que el rincón donde el solía habitar, hogar de muchos niños como el en la más baja miseria de Marsella.

- “Oye amigo, ¿cuál es tu nombre?”– Dijo el hombre mirando de reojo al niño.

- “Frederick...” - Dijo en tono bajo, casi un murmuro para los oídos del oficial.

- “¿Sabes Frederick?, eres muy pequeño para estar solo con la gente de ese sector, ¿tus padres no te lo han enseñado?” – Preguntó el hombre con la sonrisa tan cálida que comenzaba a caracterizar su rostro.

- “No tengo padres...” - Dijo Frederick con el ceño fruncido en señal de molestia.

-“Ohh, vaya... lamento escuchar eso amigo, pero tranquilo, los papás no siempre son cool, ¿sabes?” - Dijo el hombre deteniendo el auto en un pequeño establecimiento. –“Mírame, soy un oficial de policía, pero no gracias a mis padres, también estuve solo un tiempo. Mi padre y madre eran muy estrictos, así que un día tuve una pelea con mi padre y decidí huir antes de que me matara a golpes”
El hombre en un punto pareció forzar su característica sonrisa, y miró al niño mientras volvía a sacudir su cabello.

Frederick miró al hombre con el ceño un poco fruncido por la acción, pero dentro de él, admiraba que el policía frente a el tuviera un arma y una placa en su uniforme.

- “Ven, acompáñame” - Dijo el oficial bajando del auto.

Frederick bajó de la patrulla aún descalzo, y siguió al oficial hasta el establecimiento donde pidió una pizza grande con un total de 14 rebanadas. Contenía la salsa de tomate, el brillante queso y salchichas encima junto a un par de vegetales. Después, el oficial llevo la caja de pizza hacia la patrulla y se sentó dentro en el asiento del conductor, Frederick se sentó en el asiento del copiloto.
El hombre coló la pizza en medio de los dos asientos y tomó un trozo que llevo a su boca, Frederick solo miro con estrellas en los ojos la pizza que tenía frente a él.

- “Adelante, come, no podré acabarla yo solo, necesito de tu ayuda amigo”- Dijo el hombre sonriéndole al niño.

Frederick sonrió y tomo un trozo de aquella pizza que media casi lo mismo que su cabeza, comenzó a comerla rápidamente que casi se ahoga.

-“Oye oye, tranquilo, no es un carrera, es para ti así que come con calma” - Dijo el hombre riendo un poco por el comportamiento del niño.

Frederick solo miro con el ceño fruncido al oficial y comenzó a comer un poco mas despacio, ganándose otra sacudida de cabello del hombre.

-“Oye Frederick, ¿podrías decirme tu edad?, te ves muy pequeño” - Dijo el oficial acabando su trozo de pizza.

-“9” - Dijo Frederick tomando su tercer trozo de aquella pizza.

-“Vaya, comes a la velocidad de 2 adultos para tener 9 años Frederick” - Dijo el hombre.

-“¿Y usted cuantos años tiene señor?” - Dijo Frederick mirando al hombre a los ojos.

- “Yo tengo 18 años Frederick, ¡y no me llames señor!, solo llámame Herman, Herman Balsa” -Dijo el hombre sonriéndole nuevamente con aquella cálida sonrisa.

Frederick no sabía que había hecho para merecer a este hombre, pero estaba agradecido por la comida y por el trato que le había dado, se sentía cálido el tener a alguien así cerca.

Herman continuó charlando con Frederick y dejó que el niño acabara con la mayoría de la pizza hasta que quedó completamente lleno y apunto de explotar.

- “Vaya Frederick, sí que te gusta la pizza”- Dijo Herman riendo.

El niño no pudo más y se rindió, cayó dormido en la patrulla de Herman,  quién solo sacudió una ultima vez su pálido cabello, no sin antes de arroparlo con su chaqueta y manejar hasta su departamento. Herman cargó en brazos al pequeño Frederick, dejándolo en su colchón, el solamente se recostó en su sofá dejando sus botas, arma y placa, y cambiándose de ropa en su baño.

A la mañana siguiente, Frederick había despertado desorientado y extrañamente cómodo comparado al frio piso que lo arropaba todas sus noches. Salió de la habitación, mirando a Herman dormir en el sofá, el niño solo sonrió un poco y decidió despertarlo amablemente con una bofetada en la mejilla, a lo que el policía aulló con un "auch", abriendo con flojera los ojos.

- “Buenos días Frederick, gracias por despertarme” - Dijo Herman dando un vistazo de su sonrisa.

El adulto se dirigió al baño, donde se metió a duchar rápidamente y se preparó para el trabajo, colocándose bien la corbata y el uniforme, sin olvidar después el cinturón. Mientras buscaba su placa, miró a Frederick sosteniéndola con sus pequeñas y pálidas manos, admirándola con un destello de luz en sus ojos, a lo que Herman sonrió ampliamente. Le indicó a Frederick que se diese un baño, a lo que el obedeció y tomó una ducha caliente, soltando consigo mucha suciedad que reflejaban años de miseria en las oscuras y frías calles de Marsella. Por fin alguien le daba un trato humano, un trato que nunca nadie más le había dado, un trato que dejó soltar unas pequeñas lágrimas qué se mezclaban con el agua caliente que salía de la ducha.
Después de terminar de lavarse, tuvo que colocarse su ropa vieja de nuevo, ya que Herman no tenía ropa de su talla. Después de desayunar cereales, Herman se dirigió hacia el baño.
- “¡Oye Frederick, ven!, ¡tenemos que lavarnos los dientes y peinarnos! -Dijo con su característico entusiasmo Herman desde el baño.
Frederick lo siguió a paso firme, y cuando Herman notó que no era lo suficientemente alto para alcanzar a ver su reflejo, corrió a su cocina trayendo consigo un pequeño taburete que colocó frente al espejo, donde Frederick se subió y sonrió al espejo.
- “Tienes suerte que los paquetes de higiene que me dio la comisaria vengan con dos cepillos de dientes” - Dijo Herman dándole el segundo cepillo al niño y un vaso con agua.
Herman comenzó a lavar sus dientes, pero notó a Frederick que lo miraba con confusión y solo tenía el cepillo en su mano. Herman dio un trago a su vaso con agua y escupió la pasta dental en su lavamanos y miro nuevamente al niño.
- “¿No sabes cómo hacerlo?” – Preguntó Herman.
Frederick negó con su cabeza y Herman solo le sonrió con los labios cerrados.
- “No te preocupes, yo te enseño, mira, primero tomaras el cepillo de esta manera y harás de arriba hacia abajo en tu boca después de ponerte la pasta dental, cuando ya salga mucha espuma, la escupirás aquí”- Dijo apuntando el lavamanos.
Frederick estaba dispuesto a imitar a la perfección lo que Herman había hecho, pero apenas probó la pasta dental, hizo una mueca de desagrado que causó gracia en Herman, quien solo le dijo que ignorara el sabor y cepillara.
Después de cepillar sus dientes, el hombre tomó un peine y se hizo un buen peinado. Ayudó también a Frederick a arreglar su desordenado y largo cabello, cepillando algo fuerte por los nudos enormes que tenía, recibiendo quejas del pequeño. Al terminar, Frederick quedó con el cabello más suave que el propio Herman, sin ni un solo nudo.
Al ver la hora, Herman notó que aún quedaban 30 minutos antes de que empezará su turno, así que llevó a Frederick a una tienda de ropa y le compró dos pequeñas prendas, no muy caras de hecho, incluso algo baratas.
Frederick se colocó su nueva ropa y Herman desechó sus harapos, sonriéndole al nuevo chico que tenía ante sus ojos, el cual no se comparaba al que había encontrado en esas sucias calles.
- “Te ves muy guapo Frederick, apuesto que serás muy popular con las chicas” - Dijo Herman riéndose.
Frederick frunció su ceño, pero le gustó mucho su nueva ropa, ganando algo de orgullo y ego, sentimientos que escasamente se presentaban en el en sus antiguos días.
 
Herman llevó a Frederick a su turno, ambos volvieron a dormir en los mismos sitios y así pasaron los días, semanas, meses y años. Cuando Herman quiso darse cuenta de su decisión, Frederick ya vivía con él, eso representaba un mayor gasto, pero siendo alguien que no gastaba en lujos, ni siquiera en televisión, no fue gran problema los gastos extras. No comían una pizza grande todos los días, pero podían permitirse una de esas cada 2 semanas.
 
1908
 
-“Frederick, tengo que volver a Italia” - Dijo Herman sin la cálida sonrisa que siempre vivía en su rostro.
-“¿P-por que tendrías que volver?” - dijo Frederick algo atónito por lo dicho del hombre.
- “Mis superiores mencionaron que me necesitaban en la ciudad de Sicilia, el crimen ha aumentado y como soy de nacionalidad italiana, quieren que vaya a apoyar a mi país”- Dijo Herman serio y algo preocupado por el futuro de Frederick.
La charla fue algo incomoda, Frederick dejó caer un par de lágrimas de enojo por la situación, trató de ir con Herman, pero no pudo debido a su nacionalidad. Sacar sus papeles seria extremadamente complicado, había mucha gente en espera de esos permisos y el solo sería uno más en la fila. Herman partió a Italia dejando todos sus ahorros a Frederick y ambos se prometieron volver a encontrarse algún día.
 
1910
 
Frederick había dejado de tener contacto con Herman hace 1 año, en todo ese transcurso una fuerte crisis azoto a Marsella, dejando a muchos sin empleo, entre ellos Frederick. Por más que no quiso recurrir a el crimen y las bandas de su niñez, terminó en aquel lugar después de conocer a un joven llamado Andrew Kreiss, quien decidió elegirlo como uno más a su banda. No tardó mucho para que el intelecto y habilidad de Frederick resaltara por encima de todos, ganándose el puesto de ser la mano derecha del líder.  A él no le bastaba eso, así que terminó por asesinar a sangre fría a su líder.

Andrew fue asesinado por su mano derecha de un certero disparo en la cabeza. A sus 17 años ya se había convertido en un asesino, algo de lo que se sentía horrible, no por asesinar, si no por pensar que ya no podría ser un oficial como Herman.
Ya nunca podría portar esa placa, había defraudado los valores de Herman, hombre que él consideraba, su padre.
 
1911
 
A sus 18 años conoció a una mujer llamada Vera Nair, una joven abatida por la vida al igual que el en su niñez, pero el estaba ahí para ayudar a la joven en aquel momento, tal como Herman lo hizo con el, dándole un hogar, comida, compañía y todo lo que pudiera ofrecer para seguir los valores del oficial de noble corazón.
 
1912
 
Cuando Frederick había cumplido 19 años, se convirtió en el líder de la mafia de Marsella, conociendo al famoso capo italiano Antonio Paganini, un hombre alto de apenas 25 años y que no cerraba la boca. Hizo tratos con él, logrando entrar a la distribución de alcohol y viajando a Italia con un pensamiento emprendedor.
 
1913
 
Después de haberse establecido en Italia junto a Nair y alguna de su gente, pudo trabajar en Italia en sus fechorías con 20 años, no sin antes el permiso de Paganini.
 
1913, septiembre 14.
 
Frederick junto a sus hombres contaban la mercancía dentro de un barco carbonero estacionado en un muelle, cuando fueron detenidos por los oficiales sicilianos. A pesar de que la gran mayoría ya hubiesen sido comprados por Paganini, había algunos que jamás cederían ante ese hombre.

- “¡Quedan ustedes 4 bajo arresto!”- Dijo una voz ronca y familiar para Frederick.

Frederick y sus 3 hombres voltearon lentamente a ver la patrulla qué estaba bajo el puente, los dos oficiales apuntaban hacia ellos, y en el momento de tensión los disparos no tardaron en aparecer.

En el enfrentamiento cayeron 2 hombres de Frederick y uno de los oficiales. Cuando por fin las balas del oficial parecían agotadas, Frederick avanzó hacia la patrulla y disparó al oficial que aún seguía con vida,  ganando una mirada que hizo detener el tiempo para Frederick.

- “Frederick, tenia ese mal presentimiento pero no lo quizá aceptar”- Dijo Herman mirando al ya crecido Frederick.

Frederick miró impactado al ya cansado Herman con esa mirada tan familiar y la sonrisa cálida que se comenzaba a asomar en sus labios, aquella sonrisa que lo recogió en esas calles de Marsella.

- “Perdóname por dejarte solo...hijo” - Dijo Herman con la voz quebrantada.

Frederick sin tocarse el corazón más tiempo con rencor por el abandono, disparó la bala de gracia a Herman, acabando la chispa de aquel dulce hombre que lo acogió. Frederick rompió en llanto, gritos y maldiciones en francés, odiándose a sí mismo por no haber podido respetar los ideales de Herman y haberse encontrado de esa manera después de tantos años.
El hombre que fue presente del quiebre de Frederick no vivió para contarlo, fue asesinado por el mismo apenas este recordó su presencia, disparándole en la frente.
Frederick se agachó y abrazó el cuerpo de Herman, diciéndole sus últimas palabras para él.

- “Gracias por fijarte en mí y perdóname por haber tomado el camino equivocado...lo siento papá” - Dijo Frederick con lágrimas en sus ojos, dejando atrás su pasado, los recuerdos, la felicidad y junto con ella, el alma de su padre.
En la revisión de las pertenecías de Herman, Frederick encontró su placa y su billetera, en ella había dos fotos, una del pequeño Frederick ya arrugada y vieja por los años, y junto con ella la de un bebe, por detrás de la foto tenía un mensaje escrito.

"Tu padre te ama, Luca"

Frederick guardó la placa de Herman en su chaqueta y dejó el resto en el cuerpo de Herman, huyendo del lugar.

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