La noche comenzaba a caer y se veía como el cielo se pintaba con los colores del crepúsculo. Se estaba cálido y con una brisa suave. Sería una noche hermosa, de no ser por el hecho de que estaban por el hacho de que estaban pérdidas en medio del bosque. Mientras veían los colores que decían el cielo, decidieron que lo mejor era buscar refugio. Dormir a la intemperie era peligroso y a Safina no le agradaba la idea de dormir en un árbol. Qué sucedería si se movía un poco o se volteara de lado?

Comenzaron a caminar y se comenzaban a desanimar.Parda se ponía ansiosa al oír los sonidos del bosque. Ese era su ambiente natural y se podía mover con completo silencio y sigilo por el bosque, nadie nunca la encontraría. Safina, en la otra mano, se sentía como un dinosaurio dentro de una casa. Completamente lo contrario a Parda.

En un momento, Parda se detuvo. Safina no entendía lo que veía u escuchaba. Entonces, Parda le dijo:

-Hemos llegado
-A donde?
-A una ciudad abandonada.
-Tú sabías dónde estaba?
-De dónde estábamos, note unas antiguas marcas de huellas
-Y las seguimos todo este camino?
-Am, si.
-Yo no vi nada.
-Bueno, no estabas acostumbrada.
-Cierto. Pero tú sí?
-Am...mejor continuemos si?
-Claro.

Encontraron una linda torre al centro de la ciudad. Aún quedaba la mayoría de las escaleras y dentro no se sentía como rugía el viento. Safina miraba asqueada el lugar, pues no le hacía nada de gracia que tener que acostarse en el suelo. Pero también le angustiaba ver a Parda. Ella se sostenía la cabeza con fuerza, tratando de no caer fuera de sí. La luna llena y el bosque la llamaban con todas sus fuerzas inundando sus venas con sus gritos. Pero ella no debía. No debía dejarse llevar. Debía esperar.

Cuando llegaron, A Safina le costaba dormir. Por más que cerrara los ojos, no podía dormir. Los abrió un poco y vio a Parda, quien miraba atentamente a la luna desde la ventana de la torre. Se veía angustiada. Safina ya había visto esa mirada. Fue en su madre, mucho tiempo atrás. Su madre contemplaba los cielos. En aquel tiempo, su padre estaba muy enfermo, era Cancer. Su madre miraba la inmensidad del cielo, conteniendo cada una de sus lágrimas. Safina noto que Parda también estaba angustiada y que trataba de contener con todas sus fuerzas algo, aunque ella no sabía. Pero sabía que ella necesitaba ayuda. Y tal como lo hizo con su madre en aquel entonces, ella supo qué hacer. Miro las estrellas y las sintió con el corazón y cuando estuvo lista, salió desde el fondo de su pecho, una música que inundó el bosque y ella comenzó a cantar. (Una disculpa, pero la música no se puede escribir. Piensen en una melodía suave y que llegue al alma)

Oh no tengas miedo,
Oh yo estoy aquí,
Oh no te angusties,
Oh estoy para ti.

Tú sabrás
Aquí estoy,
No importe tu elección.

Estas aquí, mirando las estrellas.
Estás aquí, viendo el universo.
Estás aquí, no tengas miedo.
Estás aquí, junto a mí.

Parda la miraba asombrada. Nadie jamás había tenido u gesto amable así con ella. Nadie nunca había tratado de consolarla. Nadie jamás le había tenido un gesto así con ella. Y cuando miro las estrellas sintió algo desde el fondo de su pecho y comenzó a acompañar la voz de Safina con un tono más grave. Sus voces, se mezclaban con los sonidos del silencio y esparcían sus melodías. Parda lo había olvidado, pero el canto, siempre la regresaba a la realidad y en cuestión de segundos, dejó de sentir la opresión en su pecho.

Cuando la música termino, las dos se miraban sonrientes y Parda solo pudo decir: gracias. Su corazón se sentía tan feliz pues finalmente había tenido una amiga que la entendía. Se quedaron viendo el cielo unos minutos más y a continuación, Safina se acostó y se quedó dormida. Parda miraba atentamente al bosque cuando muy a lo lejos hacia el este, donde se veía la luna.

Y entonces, a lo lejos escucho un sonido. Era un aullido de lobo. Aunque en realidad, ella sabía que no era de lobo. Ella conocía aquel aullido casi como su propia voz. Aquel era el aullido de Alex. Ella misma le había enseñado a hacerlo y recordaba aquel día como si hubiera sido al anterior, aunque esto había sucedido cinco años. Ella misma le había dicho que si algo sucedía, que él le aullara y que no importa donde estuviese, ella contestaría. Jamás había olvidado aquel episodio y por lo que veía, el tampoco.

Salió por la ventana y se quedó parada en el techo viéndolo todo. Y desde ahí arribo, correspondió a su aullido, haciendo a Alex, quien estaba a kilómetros de distancia de ahí, el hombre más dichoso se la faz de la tierra, al saber que ella estaba viva. Pero parda no sólo sintió gozo por eso, sino porque el aullido, la había devuelto a la realidad, a su realidad. Bajo corriendo, lo más rápido posible hacia el suelo y una vez ahí se quitó el calzado. Cuando sus pies descalzos tocaron el suelo, sintió como la tierra la llamaba, y ella aceptó el pedido.

Comenzó a crecer en tamaño y a cambiar en forma. La transformación se comenzó a realizar y una luz resplandeciente lleno el bosque. Cuando terminó, soltó un aullido que inundó el silencio, pero no como una humana, sino como lo que en realidad es: una fuerte y poderosa loba.