Capítulo 4
Paulo había hecho un drama, pataleó y gritó como si yo hubiese dicho la cosa más indignante jamás escuchada. Así que lo mandé sacar con mis guardias, los cuales no fueron muy amables.
Lucían sorprendidos, sobre todo porque era la primera vez que mandaba sacar a Paulo. Parecía que ya le tenían odio, así que se desquitaron.
Katy no tarda mucho en aparecer después de eso. Tiene una sonrisa enorme en la cara y una mirada maliciosa.
—La mujer más poderosa que conozco está soltera —dice y me guiña un ojo de manera obscena—. ¿Qué te parece inaugurar tu soltería en el club?
El club, sí, por qué no. Lo que necesito justo ahora es un pene, si es igual de problemático e imbécil que el que acaba de ser arrojado a la calle, mejor.
—No, gracias —le digo, ya un poco más calmada—. Disfruta tú.
Empieza a negar con la cabeza, como si no le importara mi opinión, por lo que sé, seguro que no lo hace.
—Anoche me dijiste que necesitabas un orgasmo en serio —me recuerda—. Y conozco a cierto hombre alemán que te trae ganas desde hace tiempo.
Suspiro. Al menos espero que no me presente a un imbécil.
—¿Un amigo tuyo o uno de tus clientes? —le pregunto.
—Una mezcla de ambas, pero no me acosté con él —replica—. Lo representé en una demanda contra Sebastián Kersten.
—Oh, recuerdo eso —asiento.
Sebastián Kersten, al parecer, plagió una idea de uno de los diseñadores de cierto hombre. Y este hombre no se andaba con chingaderas, así que lo demandó y al final fue el hermano mayor de Sebastián quien arregló todo. Y por arreglar me refiero a pagar los daños.
Y si mi memoria no falla, ese cierto hombre no es nada menos que Landon Schlesinger. Lo conocí en una fiesta benéfica hace cinco meses, pero casi no recuerdo mucho sobre él, salvo por sus penetrantes ojos azules.
—Sí —me dice, porque sabe que lo recordé—. El señor Schlesinger.
—¿Hace cuánto le dijiste que me venderías a él? —le pregunto, entrecerrando los ojos.
Katy suelta una carcajada, justo en el momento en que la puerta se abre y por ella entra Leonel. Se la queda mirando por un largo minuto, hasta que ella se tranquiliza.
Él lleva el pelo café oscuro un poco más largo de lo normal, sus ojos negros no se apartan de mi abogada.
—Tal vez se lo diga más tarde —dice como si nada, aún no ve a mi socio comercial—. Cuando te vaya a recoger para llevarte al mejor orgasmo de...
Leonel carraspea, haciendo que Katy se sobresalte. Ella se levanta a prisa y se lo queda viendo.
—Mancini —espeta—, ¿No te enseñaron a tocar la puerta?
Leonel hace un gesto despectivo, casi de desprecio. Una técnica que ambos usan con el otro desde que se conocieron, de alguna forma terminaron gustándose mutuamente y ni todo el odio fingido puede cambiarlo.
No comprendo como funcionó así.
—Comunmente —responde—, uno tampoco esperaría escuchar sobre temas sexuales en ambientes laborales.
—A veces también hacemos apuestas —responde Katy. La mayoría de las veces, estas conversaciones se extienden hasta que uno de los dos se pone nervioso. No tengo tiempo—. Sobre quién...
—Katy —interrumpo con suavidad—, ¿podrías darnos un momento?
Ella me mira y levanta una ceja, pero mira de reojo a Leonel, y finalmente asiente.
—Nos vemos más tarde —me dice, acercándose por el documento que trajo más temprano hoy. El de Paulo terminó hecho un desastre cuando lo hice una bola y se lo lancé en la cara a mi ex novio—. Ponte ese vestido negro con espalda descubierta, te luce genial.
Se da la vuelta y camina en dirección a la puerta y pasa al lado de Leonel sin apartar la mirada de él, una comedia de más temprano cuando Paulo llegó, la diferencia es que a Paulo lo odia de verdad y a Leonel se lo quiere follar.
Mi vida es un desastre. Tal vez los deba encerrar en una habitación por horas, seguro que a los quince minutos la tensión sexual los vence.
—¿De qué hablaban? —me pregunta, intentando lucir despreocupado. Fracasa terriblemente.
—Del club —explico, porque no tengo tiempo para hacer su tortura celosa más larga—. Quiere llevarme más tarde.
—¿Cuál club? —pregunta, confundido.
Sonrío inevitablemente. Se va a volver loco de los celos, y yo lo podré molestar con ello más adelante. No creo que su orgullo lo detenga esta vez.
—El Cielo —le digo lentamente—, por supuesto. No iríamos a un club sexual que no sea ese.
—¿A qué van a ir? —exige, y si no estuviera provocándolo, lo detendría—. No lo necesitan... ¿Que no estás comprometida? ¿Qué está pensando hacer...?
—Rompí mi compromiso —interrumpo.
Se calla abruptamente, parece que no comprende correctamente lo que dije.
—¿De verdad? —pregunta, completamente incrédulo—. Pues ya te estabas tardando.
Asiento, porque es verdad. Pero él no vino por eso, ni siquiera por Katy.
—Dijiste que vendrías a las doce —le recuerdo.
—Me quedé sin paciencia —revela con sencillez. Luego, como si se le ocurriera algo, sonríe con malicia—. Hagamos un intercambio de información.
—Depende de si tu información me sea útil —replico.
—Es sobre la competencia —anuncia.
—No me puedes vender información, tu trabajo es traerla —le recuerdo.
—Puedo fingir que no la tengo —se mira las uñas.
Suspiro. Leonel a veces actúa como un niño caprichoso. Es peor que Mark.
Ahora que lo recuerdo, debo llamar a Mark antes de que me llame él y esté furioso por no ir ni una sola vez a salvarlo de mis padres. Es su culpa por no nacer primero.
—¿Qué quieres? —le concedo a mi amigo y estúpido socio.
—La hora —responde.
—Jódete, Mancini. No estoy para chistes.
—La hora en que lleguen al club —completa.
Por supuesto. Maldito posesivo de mierda.
—Aún no lo sé.
—Bueno —dice—, entonces me lo dirás cuando lo sepas.
—¿Para qué quieres saberlo? —le pregunto. No es que no lo sepa, solo quiero oírlo de su boca.
—Yo no hablo sobre temas sexuales en ambientes laborales —dice con una sonrisa.
—Ya te estabas tardando —me burlo de él—. Muy bien, hagamos intercambio de información. Aunque sea completamente injusto.
No me da pesar vender a Katy así. Después de todo, ella ya me vendió a mí.
Se viene capítulo hot XD ☢︎︎
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