Rompiendo reglas en el armario
El viaje en auto fue bastante largo y podría haberse tornado incómodo después de los acontecimientos anteriores, pero Calem se encargó de hablar sobre temas entretenidos y curiosos, retomando varias anécdotas de su alocada adolescencia llena de adrenalina y aventuras.
—¿Todavía te gusta el bungee jumping? —preguntó Stefan, con una pequeña sonrisa interrogativa.
—Si puedo ser completamente honesto contigo, y sé que puedo, sí me gusta. ¿Te imaginas si lo hiciera ahora y pam me caigo y solo queda sujeta la prótesis?
—Si serás idiota —rió imaginándolo.
—Adoro hacer deportes y vivir experiencias como esas. Son momentos únicos, imborrables y me hacían sentir que la vida era un sin fin de experiencias por descubrir... —Su mirada decayó y apoyó su rostro contra la ventanilla cerrada.
—¿Dejaste de hacerlo por la amputación? —Cero tacto, como siempre.
Calem sonrió sin emoción alguna al oírlo, pero no fue por la poca sutileza, sino por la pregunta en sí.
—Ojalá fuese tan fácil. —Tocó su rodilla y segundos después miró fijamente a Stefan—. Estoy aterrado. Si algo como eso vuelve a suceder... si destruyo a más personas importantes para mí, no sé cómo podría levantarme... —Stefan lo miró y regresó su vista al frente—. Mi hermano no volvió a ser el mismo luego del accidente, física y mentalmente se dañó.
—¿Quedó cuadripléjico o algo así?
—No, el daño es... psicológico, a mí me cuesta depender de los demás, a él le cuesta relacionarse con otros, no deja entrar a nadie... ni a mí. Hubiese dado todo por ser yo quien lo salve, quien lo rescate de su propia conciencia, daría mi otra pierna por recuperarlo.
—No es tu trabajo hacerlo.
—Creo que lo es, el que rompe paga y yo sigo pagando. Ambos lo hacemos. Siento que sería injusto si yo fuese feliz al hacer deportes arriesgados como antes, ser plenamente feliz, siendo que él ya no puede volver a ser como era... en realidad ninguno puede. Quedamos atrapados en ese accidente, arrastrándonos por la acera de manera interminable, esperando... —calló al sentir la mano de Stefan sobre su cabeza.
—A ver... —dijo y bajó dicha mano hasta su cuello pasando por su rostro, seguido recorrió y presionó de manera brusca ciertos sectores, descendiendo y deteniéndose en su entrepierna.
Calem lo empujó y golpeó. Nuevamente acercó su mano, deteniéndose ese suave rostro, tomando sus mejillas con una mano y obligándolo a ver hacia el frente.
—¡Suelta!
—Mira al frente —ordenó implacable.
Reacio a la idea, Calem terminó aceptando, ya que la atípica seriedad de su colega era penetrante.
—¿Ves la carretera? —Su expresión incrédula se fue suavizando al oír las palabras de Stefan—: No estás ahí, estás aquí conmigo, Calem. —Deslizó sus dedos a la nuca de éste y presionó ligeramente, acariciando con su pulgar esa superficie— ¿Lo sientes? Estás aquí, justo a mi lado.
Dicho esto sonrió noble y fríamente, ocasionando un caos en ese pequeño pecho que ahora lo observaba.
Por un instante sus ojos se encontraron, acelerando aún más el corazón de Calem y por primera vez no supo qué hacer.
Stefan lo notó y deslizó su mano por el interior del cuello de su camisa, erizando la piel del joven y éste lo apartó nuevamente.
—E-Esto me pasa por hablar con un vikingo como tú, solo querías manosearme —alegó, acallando como podía el fuerte martillar en su interior.
Éste rió dejándose llevar y le contagió la diversión a Calem.
—Gracias... de verdad —musitó, segundos antes de que Stefan aparcara el vehículo frente a unas gigantescas rejas negras, conectadas por grandes murallas y columnas de un color ocre.
—Llegamos —informó, saliendo sin aviso del automóvil y rápidamente Calem lo siguió.
—¿Qué lugar es este? No sé siquiera en qué parte de la ciudad estamos —indagó.
—Te lo dije, eres la persona más secuestrable que existe —Calem entrecerró sus párpados—. Todo el terreno es de mi familia, son extensas hectáreas, grandes sectores verdes; eso me hizo pensar que al chico del campo le gustaría venir. —Lo vió sonreír de manera afirmativa—. Deberemos caminar un poco, subiendo las escaleras, ya que en medio del lugar se encuentra mi madre.
—¿Sola?
—No, hay muchas personas a su alrededor constantemente, no te preocupes.
Stefan notó la molestia de Calem con su prótesis y rascó su nuca, pensando en posibles soluciones.
—No podemos ir con el automóvil porque eso alertará a mi padre y querrá una fastidiosa reunión familiar que prefiero evadir... —Calem movió su mano restándole importancia, si recordar fríamente cuál era la poderosa familia de Stefan y éste lo sujetó por su hombro— ¿Si te apoyas en mí no te sería menos doloroso? Te cargaría, pero no vas a dejarte, princesita coja.
—Ni que fueras un príncipe, mono —aseveró orgullosamente y llevó su mano hasta el hombro de Stefan, estirando mucho su brazo y viéndolo agacharse y reír—. "Muletas marca vikingo, viene con soporte incluido y funciones adicionales como la habilidad de dar buenas mamadas" —bromeó Calem, oyendo la carcajada de Stefan, sintiendo como ese gran tórax cerca de su rostro se contraía y expandía.
En ese momento, podía apostar que sentir a Stefan así era una de las mejores sensaciones que experimentó en toda su vida.
—Sabía que te tenían a mis pies mis habilidades sexuales superiores, ojalá pudiera decir lo mismo de ti —fingió resignación al negar con la cabeza y recibió un golpe en su costado.
—Cavernícola imbé... cil... —guardó silencio gradualmente al divisar lápidas a su alrededor—. Oh no, Dios, tu madre esta... —Se separó de Stefan y observó que, a un lado de las grandes escaleras de piedra por las que iban, había un enorme número de lujosas e increíbles lápidas, deteniéndose en la que decía "amada madre" e inclinándose allí.
Stefan levantó una ceja y Calem parecía muy afligido por no haberlo previsto.
—Oh cielos... Fui tan insensible, lo siento. Debí notar las señales... —Cerró sus ojos, juntó ambas manos a modo de oración respetuosa por la difunta y Stefan sopló en su oído— ¡Hey! Sé respetuoso.
—Me parece tierno que le des respetos a mi abuela, pero, ¿qué tal si mueves el culo? Mi madre esta arriba. Por cierto, esta viva, deja de ser tan precipitado. —Retomó su anterior posición y con la mano se despidió rápido de la tumba de su querida abuela.
—¡Ay tarado, me asustaste! —chilló Calem y Stefan sonrió.
—¡Tú sacaste conclusiones solo! —dijo entre risas— Si no fuera tan tarde te hubiese dejado ahí haciendo el ridículo hasta que no pudiera aguantar más la risa. Eres jodidamente ingenuo en ocasiones.
Calem no llegó a reprochar que ya se veía la sima. El lugar parecía una especie de santuario, impecable y resplandeciente, la vegetación poseía colores vívidos, la estructura de piedra hacia que sintiera que había entrado en una especie de cuento antiguo y místico.
Un lugar espacioso, abierto y pacífico, estaba encantado caminando con Stefan por los jardines cuando señaló una construcción en medio del basto y verde terreno.
Al fondo había una gran casa, con apariencia aristócrata y clásica, pero a su vez se notaba que estaba excelentemente cuidada. Frente a esta un camino que la conectaba a unas pérgolas al aire libre, donde había una silla de ruedas, en ella reposaba una delgada mujer de cabello canoso, que a pesar de sus arrugas y marcas de su avanzada edad, todavía podía verse claramente un reflejo de lo hermosa que había sido en su juventud. Detrás de esta, una corpulenta mujer de pie y a su lado otra señorita más pequeña, ambas con uniformes de enfermeras.
—Diablos, olvidé las flores —maldijo y se dispuso a descender esas interminables escaleras—. Espérame aquí, vas a morir a mitad de camino si tienes que volver a subir, te enterraré junto a la abuela y me voy a encargar de hacer una vulgar descripción en tu bonita lápida —Le enseñó el dedo medio con una sonrisa burlona y Calem rodó sus ojos en respuesta.
—Lo bueno es que con mi tamaño no vamos a gastar tanto dinero en un gran ataúd —admitió con positivismo y Stefan carcajeó bajando.
—Tacaño hasta el final eh. —Calem se cruzó de brazos y se sentó en el último escalón— No hables con extraños.
—Tú no me mandas y ya mueve ese firme trasero, que me hago viejo esperándote aquí, subnormal que olvida el ramo y lo recuerda recién hasta que llegamos arriba —Se burló descaradamente—. Además, luego de conseguir la BiOM ya no tendré que ahorrar y podré comer carne sin llorar antes —afirmó y Stefan no sabía si reír o preocuparse.
Mientras bajaba, mentalmente anotó en una parte de su memoria que debía comprar más carne las veces que fuese a casa de Calem o buscar maneras en que el enano orgulloso aceptace salir a comer y lo dejase pagar la cuenta completa sin querer poner a medias.
Mientras tanto, a medida que descendía la luz, Calem se encontró con un insecto que hacía años no veía: una luciérnaga.
Fascinado, siendo que en la cuidad no habían ya, porque el exceso de luces artificiales ocasionaba estragos en la vida de las luciérnagas, al punto de ser un gran problema y seguramente, en un futuro cercano, serían el causante de la extinción de dicha criatura.
La siguió sin darse cuenta y se topó con una esbelta y atractiva figura ante sus ojos. El hombre, que no aparentaba ser mayor de treinta y siete años, vestía un traje azul tan profundo que se confundía con el negro, zapatos negros y camisa del mismo color, con postura seria, noble y responsable. Su rostro era un sin fin de adjetivos positivos, con ojos oscuros y cejas pobladas, dándole una mirada inquisidora, llegando a ser intimidante por su expresión de rechazo al ver a un intruso ante su presencia.
—Se encuentra en propiedad privada, muchacho, salga inmediatamente —ordenó con cierta calma, sin dejar de ser autoritario y tajante.
—¿Eh? Sí—pestañeó varías veces y negó con su cabeza—. Digo, no, no puedo irme.
El hombre se vio confundido y levantó su barbilla, analizando al joven en cuestión.
—Te escoltaré a la salida o llamaré a la policía. Tú elije, por favor. —sentenció y la sangre del rostro de Calem se esfumó.
—V-Vine con Stefan, cumple años su madre, solo pasaba a saludarla, juro que no soy sospecho y tampoco quiero hacer nada inconveniente para nadie —informó firme y sin rodeos, levantando su rostro frente a su interlocutor.
Éste parpadeó varias veces y examinó nuevamente a Calem, esta vez, lleno de sorpresa en sus pupilas y una expresión desconfiada.
—Mientes.
—No lo hago —sacó de su bolsillo su móvil y le enseñó una foto que le tomó a Stefan con Anpan una vez que estaban viendo televisión los tres.
Bueno, Stefan y Calem veían una serie y Anpan miraba con sus dos ojos dispersos hacia la nada entretenido en su propio mundo.
—Oh... Ya veo... no puedo creer que Stefan haya hecho algo así —suspiró, pasando su mano por su rostro, donde su expresión calmada y deductiva cambió a una gélida, clavando su mirada en Calem nuevamente.
—¿Y tú eres...? —cuestionó Calem, retrocediendo y volviéndose más cauteloso.
—Un pariente cercano —sonrió, una sonrisa que parecía honesta, pero juzgando por su extrañeza, Calem no se confiaba del todo.
—Oh... un placer... supongo.
—No, no es un placer. Stefan es peculiar y los que se acercan a él son despreciables. —La calma y paciencia con la que dijo aquello confundió y alertó completamente a Calem.
—¿Qué diablos? No bromees conmigo, no me conoces y vienes a insultarme.
—No lo hago, tampoco te insulto, la honestidad es mi fuerte —sentenció y un segundo hombre apareció detrás de este.
—La honestidad esta sobrevalorada —dictaminó sin rodeos el tercero en cuestión.
Si el primero era atractivo, cordial y desconfiado, este nuevo hombre era la mismísima personificación del autoritarismo, la vanidad y superioridad encarnada.
Analizó de manera apresurada a ese pulcro, ilustre y atemorizante hombre con una postura distinguida, su masculina barbilla en alto con un porte despectivo y soberbio.
De manera involuntaria Calem se sintió acorralado, dos imponentes hombres, con una presencia fuerte y llenos de cautela hacia el intruso, o sea él, lo miraban desde arriba... bueno, como todos, medir 1,54 no ayudaba mucho que digamos. Pero Calem no era un gnomo común y corriente, no, no iba a dejarse intimidar y llenó sus pulmones de aire, levantando su barbilla con altivez.
—¿Un nuevo empleado de limpieza? —siseó Cristopher, sarcásticamente.
—Un amigo de Stefan —aclaró escéptico el de traje azul.
Cristopher clavó su mirada en éste, examinando de pies a cabeza a Calem.
—Dejen de inspeccionarme de ese modo, es inquietante.
—Tampoco hay tanto por recorrer ¿Cuánto mides? ¿1.50? —ironizó soberbio y su contrario llevó una mano a su propio pecho. Golpe bajo.
—¿Eres mayor de edad, verdad? ¿Viniste por propia voluntad? —interrogó preocupado el hombre de azul.
—¡Ya veo que lo imbécil viene de familia! —estalló y ambos se asombraron, haciendo sonreír a uno y enojar al otro, esto último específicamente a Cristopher.
—No me compares con otros, soy único en su totalidad —sentenció autoritario y acortó la distancia, casi acechando a Calem—. Imprudente intruso ¿Qué eres de Stefan? ¿Por qué estás aquí? ¿Qué pretendes obtener de él? —escrutaba sin dejar de avanzar, deteniéndose frente al rostro de éste.
—Nada. No quiero nada. —Al soltar aquello algo no se sintió bien, como si estuviese mintiendo, porque en el fondo deseaba algo. Algo que prometió no anhelar, algo más importante que cualquier suma de dinero y que no debía codiciar bajo ningún punto.
—Ya sé quien eres —afirmó y tomó su barbilla—. Por las cámaras te ves más alto.
—Para aparentar ser tan elegantes, son muy poco educados, emboscándome sin siquiera decirme sus nombres —gruñó.
—¿No reconoces al hermano mayor de Stefan cuando lo ves? Tan amigos no deben ser —aseveró el hombre de azul detrás del par, refiriéndose a Cristopher.
Si Calem estuviese en sus cinco sentidos estría en crisis, pero en ese instante, lejos de la empresa, de las responsabilidades y preocupaciones habituales, solo podía centrarse en los dos desconocidos que lo menospreciaban.
Para Alister y Cristopher esto no era un ataque, tampoco nada personal, solo querían a su manera proteger a Stefan y la empresa, ya que los que solían acercarse a ellos eran siempre personas oportunistas e interesadas, por un lado sonriendo y por el otro esperando obtener algo a cambio.
Era muy difícil descubrir en quien confiar, quien no iba a tentarse por el dinero, quienes los veían realmente a ellos y no a su fortuna y status social. Ambos eran hermanos mayores, con el peso de un gran apellido en sus hombros, constantemente siendo blancos de oportunistas y engaños; volviendo a uno melancólico y al otro cínico y soberbio... bueno, Cristopher de por sí ya tenía ese carácter ligeramente retorcido.
—No es su amigo, es su pareja —soltó como un yunque y Alister se detuvo en seco sobre sus pies, no daba merito a lo que oía.
Calem por otra parte se ruborizó sin poder detener su acelerado pulso, no esperaba toda esta situación y le tomó por sorpresa, una tras otra.
—Bueno, tampoco creo que llegue a tanto, no con Stefan. —Calem frunció sus cejas y su expresión corporal delataba su enojo—. Adivinaré: solo sexo.
No pudo negarlo apropiadamente o defenderse de esa declaración.
—Nunca lo hicieron en su cama, ¿cierto? Tampoco van mucho a su casa, si es que alguna vez llegaste a ir, ¿Verdad? —Los ojos de Calem titubearon y Cristopher sonrió.
Si la personalidad de Stefan era voraz, la de Cristopher era mortífera.
—Es porque crear recuerdos a su alrededor le es asqueroso. Si tuviera sexo contigo en su cama, al despertar te recordaría y si desapareces de su vida tendría que deshacerse de todo y empezar de nuevo. Pero no eres tanto para Stefan. No vales el riesgo. Así que si planeas entrar en su vida: ríndete, no obtendrás nada.
Esa ultima palabra formó una atípica sonrisa en Calem y tomando la corbata de Cristopher jaló de ella con fuerza, inclinándolo en su dirección y hablándole a centímetros del rostro.
—Eso siempre lo supe. Desde el inicio. Yo no soy lo que ustedes imaginan, del mismo modo, nuestra relación no es la usual. Tampoco puedes compararme a nadie más, porque soy excepcional —aseguró sin titubear.
Alister se interpuso entre ambos, notando el tic que se formó en Cristopher al ver su propia ropa desalineada a causa se Calem.
—Hablas como si no te importara, con ese tono inescrutable y mordaz —continuó Calem con su cabeza en alto—, pero sabes mucho sobre Stefan. Ni yo sé tanto sobre mi hermano y a mí no me cuesta admitir que los amo —sonrió, asombrando a Alister—. Entonces, debe ser tu preciado hermanito, aunque intentes ocultarlo. Me gusta saberlo. Que lo quieran es bueno.
El mayor se giró y acomodó una milimétrica arruga que quedaba en Cris, sus ojos se encontraron y le sonrió. De algún modo logró convencerlo con la mirada de que estaba bien dejar al joven en paz por ahora.
En ese mismo instante su móvil sonó y se retiró sin siquiera despedirse, dejando a Calem con la indignación en la punta de su lengua.
—Me disculpo —agregó Alister, relajándose finalmente y acercándose a Calem.
Miró hacia el sector lleno de arboles y flores dentro del lugar, donde el viento que soplaba se sentía fresco y puro, a comparación del aire denso y viciado de la ciudad.
En ese momento Calem pudo ver la verdadera expresión de ese atrayente hombre de aspecto solitario: pacífico y melancólico, un aura completamente opuesta a la de antes, trasmitiendo serenidad.
La profundidad en sus pupilas y benevolencia en sus labios iban a juego con su energía particular.
—Fui descortés porque no sabía tus intenciones, siendo honesto todavía no te comprendo, pero puedo reconocer las mentiras... —Acomodó el cuello de la camisa de Calem que se había movido por el viento—. No creo que seas completamente sincero en todo, pero ¿Quién sí lo es?
En silencio y sin saber cómo reaccionar, Calem le dejó terminar su acción sutilmente y seguido los dedos de Alister se posaron en su barbilla, para divisar mejor las facciones del joven, percatándose de la presencia deslumbrante que poseía naturalmente en su mirar.
—A pesar de ello, me cautivó tu determinación, pareces excepcional, como dijiste. —Con paciencia alejó sus manos, siendo su tacto y reacciones opuestas a la ferocidad y poca delicadeza de Stefan—. Siempre quise cuidarlo, aprecio mucho a ese hombre, es una buena persona. Es... el más amable de todos los presentes aquí, solo tiene miedo. No lo culpo, el dinero atrae a las mentiras y aleja a las buenas personas...
—Entiendo eso.
Calem se vio serio y Alister continuó:
—Me alegra que estés aquí y conocerte, ver que esta bien acompañado... quizá de una extraña manera, pero no te rindas con él. Seguramente lo notaste, no cualquiera puede seguir su ritmo, aunque lo intentase, no puede ser cualquier persona —dijo esto último de manera muy personal y Calem inclinó levemente su rostro hacia un lado— Necesita...
—Necesita que no lo traicionen —finalizó su frase, tajante, hasta amenazante.
Calem quería proteger a Stefan de esos sentimientos desgarradores.
—Lo peor de una traición, es que nunca viene de un enemigo. Y todos necesitamos a alguien que en quien confiar, que nos devuelva la paz —rió suave, entrecerrando sus ojos y desprendiendo una sensación de soledad—. No es fácil de hallar, a veces no eres correspondido, a veces es imposible y se vuelve una obsesión. Así que si crees que él es "eso" que realmente buscas, no te apartes, hazlo todo para permanecer de ese modo, ya que si lo arruinas... puede no haber vuelta atrás. Me agradas lo suficiente como para desperdiciarlo —concluyó y se apartó con una sonrisa distante.
—También me caes... bien —alcanzó a decir y gradualmente bajó su voz porque el inusual hombre no pensaba seguir la charla y se dirigía tranquilamente a la gigantesca mansión a lo lejos—. Ni siquiera dijo su nombre ¿Quién diablos era? ¿En esta familia no les enseñaron a decir "chau" o qué?
—¿Hablando con fantasmas? —bromeó Stefan, apareciendo por detrás de Calem sorpresivamente y recibiendo un puntazo en el rostro— ¡Hey!
—¡Cielos! Me asustaste, animal, casi me da algo. —Se disculpaba Calem... de cierta forma y apoyó su rostro en el brazo de Stefan, cansado por todo lo ocurrido en tan corto tiempo.
—Oye... me golpeas y el que parece exhausto eres tú —comentó sobando su mejilla y tomando su fuerte barbilla—. ¿Ocurrió algo?
—Bueno, sí, pero no tengo ganas de hablar de ellos. Más tarde, quizá. —Stefan elevó una ceja y le dio dos palmadas a su pequeño compañero.
—Bien. Vamos —ordenó con una sonrisa, apoyando el gran ramo en su hombro con esa postura imponente y demandante que lo caracterizaba.
En el corto trayecto hacia la mujer sobre la silla de ruedas, Calem recordó la conversación que tuvo con el hermano mayor de Stefan, dándose cuenta que el mismo Stefan había hecho algo muy comprometedor trayéndolo a uno de sus lugares cruciales. Su rostro enrojeció y respiró hondo, disipando esos codiciosos pensamientos.
Una vez de pie a pocos metros de la mujer, Stefan comenzó a hablarle con completa normalidad, siendo que ella no le miraba o respondía, cuando de repente tomó a Calem por sus hombros y lo puso frente a su madre, al son de "él es mi colega, Calem" con completo orgullo de ello, generándole nervios al susodicho.
—Hola, me llamo Calem, digo, bueno, ya se lo dijo Stefan, pero lo repito porque... Dios, porque soy medio idiota, disculpe, empecemos de nuevo —comentó a toda velocidad, pensando en suicidarse al arrojarse por las escaleras y romperse el cuello.
No obtuvo ningún tipo de reacción y la enfermera mayor miró a un costado con resignación en su rostro; mientras la más delgada observaba al par llena de asombro.
En el momento que Stefan se inclinó frente a su madre, una de las mujeres se acercó a Calem, notando su desconcierto y lo atípico que era ver a un visitante ajeno a la familia allí, orientándolo en la situación:
—Nuestra señora, Stefanie Diederich, tuvo un repentino derrame hace muchos años; al inicio parecía que iba a salir de ello, yo trabajaba en el hospital en esa época y todos nos asombramos con su recaída. Sin explicación cayó en coma y después de su hospitalización su cerebro no recuperó sus funciones, quedando en estado vegetativo, como puedes ver. Pero... el señor Diederich y el joven amo no pudieron aceptar aquello. Hacemos todo por ella, no podría subsistir sin ayuda de las maquinas y atención constante. Su esposo viene regularmente, sus hijos no tanto, el mayor es muy consiente de la realidad y el menor... eran muy unidos. La trata como si ella estuviese aquí, como si no lo hubiese dejado hace tanto tiempo. Me rompe el corazón verlo.
—Ella esta aquí —afirmó Calem y la mujer lo miró extrañada—. No pudo evitar perder su mente, pero si sigue aquí es por algo, quizá no quiere dejar a sus amados hijos todavía, ya que con ayuda de maquinas y asistencia muchas personas en su situación no sobreviven tantos años sin importar los esfuerzos de los doctores. Es una mujer asombrosa, no siento lastima, de hecho la admiro por resistir tanto, por permanecer atada a ese cuerpo pesado y obsoleto, negándose a ir al paraíso y tirar la toalla antes de tiempo. —Dicho esto se acercó a ella.
Tomando la mano de su colega le pidió permiso para hablar con Stefanie y éste asintió tranquilamente.
—Bueno... ¿Por dónde empezar? —Tomó aire y adoptó un postura decidida— Stefan es un hombre bruto e insensible que le gusta estar de vago por la empresa, estoy seguro usted no tuvo nada que ver con eso. —Todos en el lugar abrieron sus ojos en dirección a Calem—. Apuesto que lo crió bien, solo que es un tipo incorregible... —rió por lo bajo y tomó las manos de la mujer— Pero... es inteligente y osado... Muy divertido, con gran resistencia y no se deja intimidar. Además, no existe maldad en sus ojos, ni un gramo... —sonrió dulcemente—Tiene un excelente hijo, sé que lo sabe y esta orgullosa de él, solo quería decírselo ya que finalmente la conozco, no sé cuándo podré venir de nuevo, así que: gracias, por traer a este idiota al mundo, seguramente mi vida sería insípida si no aparecía Stefan en ella... Puede sentirse tranquila, lo cuidaré mucho, aunque no prometo no golpearlo cuando se ponga en idiota —finalizó con tanta naturalidad que incluso la enfermera mayor olvidó por un segundo el estado de su señora.
Stefan se hallaba sin palabras, su corazón y mente eran un tornado de emociones, donde lo único que tenía claro era lo que sentía por Calem, lo mucho que le dolía la presión en su pecho cuando la voz de ese chico pronunciaba su nombre con tanta calma.
Un milisegundo se pudo ver elevarse la comisura del labio superior de la mujer postrada a la silla, la joven enfermera también creyó ver lo mismo que la pareja de hombres y zamarreó a su superiora con emoción.
—¡Juro que sonrió! —gritó y la mayor casi la abofetea por gritarle de repente.
—Shh, no grites. No desvaríes, seguramente vieron mal o fue un espejismo de su visión. No te dejes engañar y sorprendas tan fácilmente, muchacha.
Ella podía decir lo que deseara, pero para Calem y Stefan, la señora Diederich había sonreído, no importaba si fue un espejismo, cosa que nadie sabría con seguridad, pero para ellos se sintió reconfortante.
Al terminar de despedirse, como si fuese un sexto sentidos, Stefan creyó que su hermano y padre harían acto de presencia, por ello tomó a Calem de la mano y se dirigieron a la gigantesca escalera.
Descendiendo lentamente la noche hizo presencia y unas pequeñas luces comenzaron a parpadear por todo el lugar.
—Luciérnagas —susurró Calem, ilusionado.
—Sabía que te gustarían.
—Las luces de la ciudad mataron a gran parte de las luciérnagas, no he visto una desde... hace mucho tiempo. —Sus ojos parecían brillar melancólicamente.
Siguió a uno de esos insectos con la mirada y sus pensamientos se dispersaron al encontrarse con el imponente y atractivo rostro de Stefan, perdiéndose unos instantes en el color esmeralda iluminado por la distante luz artificial y maravillosa iluminación natural a su alrededor.
El viento sopló nuevamente y Stefan sonrió, cerrando sus ojos y disfrutando de la brisa fresca de la noche.
Ese gesto provocó que Calem involuntariamente entrelazara sus dedos con los de Stefan y presionara su mano.
Abrió sus ojos ante el sorpresivo contacto y seguido suavizó su mirada, cautivado por el sonrojo de su intrépido colega. Una vez dentro del auto lo vio quitarse la prótesis y soltar un suspiro de alivio masajeando esa zona. Elevó una ceja interrogativo y Calem, que ya reconocía varias miradas de Stefan, le sonrió y restó importancia.
—Te exigiste demasiado —reconoció Stefan y frunció el ceño—. Te llevaré a tu departamento y descansarás, deja de sollozar en mi auto que van a pensar que estamos follando. —Lo miró de arriba abajo y esa era otra mirada que el joven conocía bien.
—En tus sueños —siseó y éste sonrió en un implícito "en mi sueños te hago cosas peores".
Ante esa expresión y verlo relamer sus propios labios con deseo, Calem continuó:
—No en el auto... sería incómodo —intentó no titubear y tomó toda la iniciativa—, vayamos a tu casa.
El asombro en el mayor era innegable y la posesividad que crecía en Calem también, quería hacerlo en su cama, quería ser parte de su vida y borrar lentamente todos los malos recuerdos de su pasado, creando nuevos.
Stefan era difícil de tratar para Calem, el cual tenía nula experiencia en el amor y las relaciones sentimentales. Creyendo que lo único que lo mantenía unido a su compañero, era ese acuerdo de colegas sexuales, atesorando eso que los mantenía juntos a toda costa y al mismo tiempo no pudiendo resistirse al impuso de querer más de Stefan. Mucho más.
Una vez dentro de la casa de Stefan, los sentimientos y emociones de Calem estaban en su límite, fuera de control, en otras palabras, necesitaba hablar con Joey para pedirle ayuda. Pero su colega estaba demasiado deseoso como para darle tiempo a hacerlo y lo tomó sorpresivamente desde atrás, con ambas manos en su cadera, pegándolo completamente contra sí.
No alcanzó a protestar cuando esas grandes manos lo apresaron con rudeza e inclinaron su pequeño cuerpo contra el sillón, sintiendo por un lado la suave tela y por el otro un intenso calor proveniente del cuerpo de su colega.
—Aquí no, oye, no quiero hacer... —Stefan lo presionó con más fuerza y un jadeo escapó de sus labios por la presión.
Casi dejándose llevar por esa intensidad y deseo... Si no fuese Calem del que estuviéramos hablando, claro, porque éste irguió bruscamente todo su metro y cincuenta y cuatro centímetros de existencia, empujando a Stefan por el movimiento repentino y mirándolo sobre su hombro con autoridad.
—Dije que aquí no —demandó y lo vio fruncir sus cejas.
—¿Era en serio? Joder, por un segundo me emocioné tanto porque querías hacerlo ¿Entonces qué quieres? ¿Ver películas o algo así? —preguntó frustrado, pero comprensivo, irguiendo su trabajando cuerpo y peinando su semilargo cabello que estaba sobre parte de su rostro en ese momento.
—Quiero tener sexo contigo.
«En este punto de la conversación estoy más perdido que ciego en medio de una orgía» pensó Stefan.
—Vete y toma tus antipsicóticos, no acepto gente sin tratar sus trastornos después de las ocho de la noche, gracias y buenas noches —ironizó fingiendo absoluta seriedad.
—¡Stefan!
—¡Es que no te entiendo!
—Quiero ir a tu habitación y hacerlo apropiadamente en una cama.
—¿Como en la tuya? —susurró sarcástico, recibiendo un bufido por parte de Calem.
—Solo espero que no rompamos nada esta vez.
Se acercó nuevamente y jalando de su corbata levantó el rostro de Calem en su dirección.
—¿"Romper"? Mmh... —musitó, enfrentando ambos rostros cargados de orgullo y competitividad, separados por escasos milímetros—, romperte apropiadamente... me gusta, vamos arriba —ordenó soltándolo y dirigiéndose hacia la escaleras, seguido por un cauteloso aunque decidido Calem.
Al final del pasillo del segundo piso se encontraba la habitación del dueño de la propiedad, detrás de esa gran puerta de un oscuro marrón, Calem se encontró con un extenso habitáculo: el suelo contaba con grandes alfombras, una exageradamente grande e imponente cama con el respaldar contra la pared justo en medio del lugar, varios recuerdos y discos de su banda favorita en las paredes, antigüedades llamativas y singulares en los estantes de una gruesa biblioteca llena de libros. Butacas y sillones frente a una pantalla que ocupaba media pared prácticamente; todo de una gama de colores fuertes, opacos y oscuros, a juego con la luz y armonizando en conjunto.
Todo en la habitación daba a entender que era un espacio personal, propio y privado, reflejando la personalidad de Stefan. Mismo lugar que había dejado por propia voluntad que fuese invadido por Calem.
—¿Nos duchamos juntos, enano? —sugirió, pasando por su lado y erizando su piel gracias al calor de su aliento.
—No gracias, tú acapararás todo el lugar, prefiero usar otro baño. —Stefan levantó una de sus cejas y sonrió egocéntrico.
—No confundas mis habitaciones con las tuyas, mi baño más pequeño debe tener el doble de metros cuadrados que todo tu departamento —bromeó, recibiendo un sermón absurdo de "si no te gusta pues no vayas" e insultos hacia los millonarios excéntricos.
Stefan entre risas le señaló donde estaba uno de los tres baños restantes para posteriormente entrar al más cercano que se encontraba dentro de su recámara.
Mientras esto sucedía, Calem se sentó en la reluciente tina y aprovechó esa oportunidad para llamar a Joey, esperando que calmara el revoltijo que tenía en su pecho, cosa que no iba a suceder, de hecho todo lo contrario.
Al coger la llamada Joey se encontró con la voz de su mejor amigo, casi susurrando y con un evidente nerviosismo.
—¿Calem?
—Mujer, escucha, me dejé llevar y...
—Oh mi Dios, la última vez que dijiste algo así entraste a hurtadillas en la casa del profe de física, con guantes y un gorro estúpido, robaste su muñeca inflable y apareciste en mi puerta. Dime que no estás abajo esperando que abra con algo raro entre las manos...
—Ese viejo era un intolerante de mente cuadrada, además, Lulu merecía una mejor vida y ser libre —rió recordando la cara de su profesor en su aula cuando recibió una foto de la muñeca, bautizada como Lulu por Calem, con un cartel que decía "hasta el silicón es demasiado para usted, retrógrada impotente"
—Cállate, enano diabólico, tirarla al río no es sinónimo de ser libre.
—Ya. Esto es diferente, es decir, sí y no, hice una estupidez, pero... —soltó un suspiro lastimero—. Me dejé llevar y ahora estoy en su casa, me siento ansioso, es que hicimos muchas cosas muy extrañas hoy y el corazón se me saldrá por la boca a este ritmo —dijo a máxima velocidad, frotando el sudor de sus manos sobre su pantalón y caminando de un lado a otro dentro de la inmensa habitación de Stefan.
—¿El mismo sujeto que dijo que solo eras un culo dulce para él?
—"Delicioso culo" —corrigió casi orgulloso y Joey bufó—. Es que... Pasaron muchas cosas en el tiempo que no estuviste y ya no sé qué pensar.
—¿Están saliendo? ¿Dijo que deseaba algo serio?
—No...
—No quiero que te ilusiones y termines herido —sentenció sin rodeos. Su amigo era su prioridad—. Mantente sereno y usa la razón antes de actuar. No conozco personalmente a ese Stefan del que tanto hablas, pero no me parece del tipo sentimental que se enamoraría mágicamente de su conocido de sexo casual.
Calem recordó claramente las palabras que Stefan le dijo a Félix horas atrás: "estaba enamorado de ti".
—Esta tarde conocí a su... ¿Ex? —sentenció y Joey cayó de su cama.
—No jodas ¿Estaba buena? O bueno.
—Jodidamente atractivo. Elegante. Un completo homofóbico de mierda que no vale ni mi saliva al nombrarlo.
—Su ex es homofóbico, yo ya no sé ni dónde te metiste, huye mientras puedas —rió y Calem no sentía deseos de hacerlo.
Solo suspiró y cerró sus ojos.
—Imposible. Me gusta estar con él... me gusta mucho. No voy a dejarlo.
—Hey...
—No pienso arruinar esto, no te preocupes.
Colgó e inclinando su rostro llevó ambas manos a su cabeza, sin cambiar de posición observó la amputación en su extremidad, la cicatriz sobre su piel, delineando esa zona lentamente con su dedo índice, recordando con cada centímetro que su dedo avanzaba, la expresión de su hermano al verlo por primera vez, cuando dejó de dirigirle la palabra, Marc mudándose de la casa que compartían con sus padres y seguido la espalda de ese amable hombre desapareciendo de su vista indefinidamente.
Stefan no era un sustituto para el espacio vacío que dejó su hermano, pero ocupaba un lugar todavía mayor en el corazón de Calem, para esas instancias le era indispensable en su día a día, verlo, hablarle o simplemente enviarle un mensaje. Por esa razón se propuso no arruinarlo, no romper ese lazo pasara lo que pasara, costara lo que le costara.
Si Stefan no daba el primer paso, él no lo haría, no sería el primero en tomar una decisión arriesgada sobre su acuerdo.
Se sentó en la tina y tomó una ducha rápida, enfriando su cabeza. Terminó, se colocó su incómoda prótesis y caminó de regresó a la habitación, donde se encontró a Stefan secando burdamente su cabello con una toalla y otra rodeando su cintura.
Involuntariamente lo examinó con la mirada y quedó varios segundos embobado con semejante espectáculo visual: gotas cayendo por su semilargo cabello castaño, gruesos y tonificados músculos tensionados en sus brazos elevados al secar su pelo, dos imponentes pectorales adornando su pecho, seguidos por un camino de envidiables abdominales y terminando en una hilera de vellos que se ocultaban debajo de esa pequeña toalla sujeta a su cadera.
El brillo esmeralda de sus ojos se clavaron en Calem al notar su presencia y sonrió de lado, orgulloso de lo que sucedía, irguiéndose y ladeando su rostro, invitándolo a devorarlo con la mirada sin prejuicio.
Apartó la mirada fingiendo desinterés por ese cuerpo que tanto le gustaba y se acercó al espejo detrás de Stefan, no pensaba alimentar su ego al seguir admirándolo.
Divisó su propio cuerpo y la abismal diferencia con el de Stefan, soltando una risa y llamándolo:
—Hey, mira esto —dijo cómico y el imponente hombre se acercó.
Obviando la diferencia de altura y tamaños, siendo cautivado por la semidesnudez del inconscientemente erótico Calem. Sus ojos parecieron oscurecerse y su pequeño colega tragó grueso al descubrir esa voracidad a través del reflejo.
Su cabello castaño oscuro, corto y algo revuelto, cuerpo tonificado en la medida justa, grandes ojos miel y labios húmedos, a juego con su confiada expresión: visualmente era un ataque directo a la cordura de Stefan.
Sin emitir palabras se posicionó detrás de Calem, eliminando la distancia y dejando a sus manos caer en la tentación de tocar esa suave piel. Bajó hacia sus clavículas, siguió ese tortuoso recorrido de caricias descendiendo por su abdomen, delineando cada músculo, hasta llegar a esa incitante capa de vellos donde coló sus dedos sugerentemente por debajo del nudo de la toalla, causando que el abdomen de Calem se contrajera de repente.
Bajó todavía más, donde finalmente se encontró con esa tan esperada erección deseosa por ser atendida, todo siendo seguido por la mirada del contrario en el espejo. Así mismo comenzó a masturbarlo, consiguiendo que la única prenda que lo cubría cediera y cayera al suelo.
Stefan relamió sus labios, cada parte de Calem le seducía y su intimidad no era una excepción. Ver esa erección siendo rodeada por sus gruesos dedos y cómo ese chico apoyaba una de sus manos sobre la superficie del espejo para no perder el equilibrio mientras suspiraba entrecortadamente.
—Dime... ¿Qué querías que viese?, ¿lo mucho que te gusta ser masturbado por mí?, ¿Cómo te deshaces entre mis manos? —siseó en su oído y Calem lo vio sobre su hombro.
—No es suficiente —contraatacó y llevó la mano que Stefan mantenía fija en su cadera hacia sus labios, abriendo su boca y lamiéndolos insinuante, para seguido clavar sus ojos en un punto fijo lejos de la atónita y consumida mirada de Stefan cuando guió esa mano hacia la parte trasera de su cuerpo.
—Joder —maldijo entre dientes con una sugestiva sonrisa, introduciendo sin aviso uno de esos humedecidos dedos dentro de ese apretado orificio, oyendo un jadeo y viéndolo presionar sus ojos, sintiéndolo contraer su interior.
La estimulación pasó de ser sutil y sorpresiva, a una intensa e invasiva, donde abrieron un condón y utilizaron la loción de éste como lubricante, consiguiendo entre gemidos y caricias, introducir ya un tercer dedo y arremeter con un dejo de violencia al presionar ese punto dulce que le generaba tanto placer a Calem.
El calor subió en cuestión de segundos y sin cuidado tomó a Calem de su antebrazo, besando su hombro y guiándolo hacia la cama ambos sin ninguna ropa de por medio.
—Ponte en cuatro —ordenó y el joven rió por lo bajo al mirarlo con una chisma de diversión.
—En 3/4 o nada, tómalo o déjalo —bromeó al deshacerse de su prótesis y tomar dicha posición sobre sus rodillas, remarcándole a Stefan que le faltaba por debajo de la izquierda, soltando este último una risa baja y ronca.
El humor negro de Calem no era suficiente como para bajar a semejante hombre de su incontrolable excitación y tomó posesivamente su cadera, acercándolo de un tirón. Introdujo nuevamente dos de sus dedos y los abrió, cerciorándose que efectivamente podía dejarse llevar y liberar a su palpitante erección de su tortuosa espera.
Presionó su trasero para así abrirlo con ambos pulgares en la parte interna y sus largos dedos en la extensión de esa parte del cuerpo de Calem que tanto lo excitaba.
Divisó atentamente esa zona enrojecida y estimulada, alineando su glande del cual ya brotaba presemen y pudo ver cómo ese líquido rozaba la entrada de Calem, relamiendo sus labios y arremetiendo de repente y sin aviso, oyéndolo soltar un sonoro grito.
—Acabo de darme cuenta de algo interesante —siseó con sus ojos perdidos en el placer—. Aquí puedes gritar todo lo que desees. Grita más —ordenó al arremeter nuevamente, llevando una de sus manos a la nuca de Calem y presionando con la otra su cadera, siendo testigo de los espasmos que le generaba.
—Cálmate —demandó Calem al conseguir elevar su rostro y ver a Stefan hacia atrás—, que estemos en tu casa no me intimida —manifestó y Stefan mordió su propio labio.
Se inclinó sobre él para seguido susurrar en su oído:
—Lo que intimida no es el lugar, es la persona —dicho esto Calem no supo si preocuparse o asentir, no tuvo tiempo de ninguna opción porque el vaivén de la cadera de su colega tomó cierto impulso y su cuerpo era empujado cada vez más contra las sábanas, siéndole difícil mantenerse sobre sus rodillas y no dejarse caer sobre la cama completamente.
Con sus ojos cerrados recibía los golpes secos de esa cadera contra su trasero, haciendo eco en esa espaciosa habitación. La rapidez de su vaivén era concisa y sin pause, tenía un objetivo único y era incrementar cada vez más esa sensación de éxtasis y descontrol en ambos.
El menor llevó una de sus manos hacia atrás, donde Stefan se encontraba sujetándolo y martillando su próstata sin cansarse en absoluto, e intentó clavar sus uñas sobre su piel para traerlo a la realidad, consiguiéndolo finalmente al gemir con fuerza su nombre:
—¡Stefan! —Esa voz demandante y jadeante lo situó nuevamente en esta realidad y bajó gradualmente su ferocidad, besando pausadamente la espalda descubierta de su exhausto chico y rozándolo con su corta barba, provocándole un ligero cosquilleo.
Hasta pasados diez tortuosos minutos donde Stefan no pensaba retomar su frenética y dura forma de poseer a Calem hasta que éste se lo rogase, hasta oírlo desearlo.
Minutos que a Calem le parecieron una eternidad, él y su cuerpo se habían amoldado perfectamente a los deseos bruscos y voraces de Stefan, anhelando nuevamente esa intensidad. Más fuerza, más desenfreno, sentirse en su límite tanto físico como mental por causa de Stefan.
—E-Eres un m-maldito... —masculló con su cabeza en las nubes, el éxtasis era tal, que no le importaba nada más—. Más rápido. —suplicó altanero a modo de demanda y sorprendió a Stefan, el cual no se negaría a semejante petición y sus invasivas estocadas aumentaron sin piedad.
—¿Yo? Tú eres el que tiene un cuerpo insaciable... mira, estás absorbiéndome y apretándome tanto, el calor alrededor de mi pene es tan delicioso que no puedo dejarte, empujando una y otra vez —decía a medida que lo profanaba con dureza, yendo hasta el final, saliendo casi por completo y arremetiendo imperiosamente, apoyando su peso sobre sus antebrazos, pero con cada embestida le dejaba sentir parte del peso de su cuerpo sobre Calem, aumentando la fricción, posesividad y deseos que lo consumían por completo.
Tomó una gran bocanada de aire cuando lo sintió tomar un poco de distancia y seguido volvió a invadirlo hasta no quedar ni un milímetro de separación entre ellos.
—No solo puedo sentirlo, también puedo verlo... —tocó el vientre de Calem, donde literalmente se podía ver y palpar al tacto, sobre la piel debajo de su obligo, cómo el miembro de Stefan arremetía una y otra vez su interior—. Justo aquí —finalizó, presionando su mano sobre su abdomen, extasiado de percibir los estragos que generaba en ese resistente y pequeño cuerpo.
Retrocedió lenta y tortuosamente, llegando hasta quedar únicamente conectados por su glande a punto de salir de ese dilatado e hinchado esfínter, pero contrariamente, tomó firme su cadera y entró de una contundente estocada, oyendo el exquisito sonido de sus pieles chocando y los fuertes gritos adoloridos, sorprendidos y placenteros que su colega dejaba salir sin pudor.
Cada movimiento amplificaba las sensaciones y la resistencia del menor llegó a su límite, corriéndose sobre las sábanas debajo de sí, pero Stefan no iba a detenerse, mordiendo su hombro y provocando que se encogiera en su sitio por el sorpresivo ardor en su piel.
—No tengo por qué contenerme aquí. Nadie nos interrumpirá. No hay descansos u horas límite. Solo de pensarlo me siento jodidamente caliente —manifestó tomándolo por su muslo izquierdo y tumbándolo sobre la cama, quedando esa pequeña pierna con su característica cicatriz contra su gran pecho y el resto del cuerpo de Calem de costado sobre la cama.
—Me sorprende... —dijo entre cortado, llamando la atención de Stefan—. Lo natural que es para ti... mi pierna, mi amputación, se volvió tan reconfortante tu actitud... Estar a tu alrededor es un lugar seguro —confesó un agotado Calem, todavía tiritando por su intenso orgasmo.
Stefan pasó sus dedos por esa zona, subiendo por su rodilla, muslos y deteniéndose en el costado de su cadera.
—No pongas esa dulce expresión viendo una amputación, eso te vuelve un tipo raro y fetichista, me podría ilusionar —ironizó en un intento por fingir que los ojos de Stefan no estaban provocándole una enorme presión en el tórax.
—Tú estás jodido por fuera —sonrió de lado— y yo en todo lo demás. Solo nos diferencia que lo mío no se ve a simple vista. —Su sonrisa altanera se transformó a una gentil y atípicamente honesta— Tu cuerpo es hermoso, Calem, endemoniadamente increíble.
Eso lo desconcertó y el carmesí de sus mejillas aumentó a un intenso e innegable rojo, tragando grueso cuando sintió las manos de Stefan sobre su pierna y cadera, utilizándolas para impulsar su cuerpo contra el suyo.
Bajó la mirada hacia esa zona que los conectaba, deteniéndose en el vientre bien trabajado de su colega, donde se podía ver una gruesa y erógena vena descendiendo hasta desaparecer entre sus castaños vellos, excitando todavía más a Calem.
—No me puedo mover —refutó un tanto inquieto y jadeante, ante la arrasadora forma en que Stefan lo estaba poseyendo.
—No te preocupes —contestó con un tono grave y consumido—, déjamelo a mí y haré todo por ti, haré de todo contigo y tu cuerpo... lo haré todo por ti —admitió sin pensar, sonando esto último como algo fuera de lo sexual.
Estaba perdido entre el placer y sus sentimientos desbordantes, no podía distinguir entre lo que decía por lujuria y lo que decía por amor, siendo dominado por su instinto más profundo y primitivo en ese ardiente y sofocante momento de pasión.
Calem comenzó a hacer leves círculos con su cadera y aprisionó su labio inferior entre sus dientes, conteniendo sus gemidos y acompañando los movimientos de su compañero.
—Yo también lo haré por ti —respondió por impulso y el corazón de Stefan creyó detenerse unos segundos, corriéndose en su interior al aumentar la velocidad de sus estocadas.
Después de llegar al clímax respiró de forma irregular varios segundos, recorrió a Calem con la mirada a medida que besaba su piel expuesta y su erección retomó fuerza, volviendo a endurecerse todavía dentro del joven, moviéndose y sintiendo ese adolorido y complacido orificio rebosante de su semen.
—No pienso dormir en toda la noche —sentenció y los grandes ojos debajo de él se abrieron de par en par.
—¿Insomnio? —bromeó y cerró uno de sus ojos cuando Stefan pellizcó bruscamente uno de sus pezones— O-Oye...
Sujetó su brazo ahínco y levantó la barbilla en señal de desacuerdo con el dolor.
—Si todavía bromeas significa que no he ido lo suficientemente lejos —asumió altaneramente y Calem presionó sus manos en los brazos de Stefan cuando su martilleo tomó un ritmo que casi le hizo perder la conciencia y el aire.
—Vas demasiado lejos —manifestó con los dedos de sus manos entumecidos y sus ojos en blanco—. Muy profundo —sollozó, siendo melodía para los oídos del mayor.
—Di mi nombre. Llora cada sílaba de mi nombre. Gime para mí —demandaba fuera de sí.
—N-No —negó con su orgullo en alto, bajándolo de una fuerte nalgada en su trasero— ¡Ah, Stefan, ya! —El mayor sonrió caprichoso y alegre al obtener, en parte, lo que quería—. No cuenta... —gimoteó y mordió su mano tratando de contenerse.
—Vamos, déjate llevar. De todas formas, no voy a dejártelo fácil a tu autocontrol, sede un poco conmigo y compláceme. Sé osado y haz lo que quieras hoy. —Esa última frase presionó un interruptor algo peligroso en Calem y curvó su espalda al máximo, aumentando la profundidad de Stefan en él y oyéndolo jadear.
—No tener miedo a las consecuencias... Eso amo del sexo contigo, soy enteramente libre de ser yo mismo —confesó, miró fijamente a Stefan, se levantó sutilmente sobre su antebrazo y besó el su cuello, dejando un fino hilo de saliva al separarse.
No era solo pasión en esa habitación y podían sentirlo. Sus miradas los delataban, sus caricias eran erráticas y carnales, pero acompañadas de sonrisas cómplices y emociones cruzadas, cada roce y contacto era más allá de lo externo, no eran solo piel y calor, era confortante y necesitado. Su relación no era solo física y se volvió un hecho innegable que ninguno se atrevía a mencionar.
En ese momento Stefan ladeó esa media pierna hacia un lado, para así dejarlo boca arriba, con su pequeña espalda completamente pegada a las sábanas. Apoyó sus manos a los costados y soportando el peso de su cuerpo con éstas se inclinó sobre Calem.
Las cejas del menor se fruncieron al notarlo peligrosamente cerca e intentó tomar distancia, imposible dada la posición contra la cama, estaba acorralado por ese enorme sujeto.
Miró a ambos lados y se detuvo de nuevo en el verde casi grisáceo de los ojos de Stefan, con un signo de interrogación dibujado en su expresión al verlo acortando la distancia entre sus rostros.
—Stefan... —susurró inquieto denotando su preocupación y Stefan sonrió ligeramente.
—¿Qué te ocurre? —fingió no entender sus interrogativas, llevó una de sus manos al cuello de Calem y la plantó allí, dominando la cercanía entre ambos.
Se percató de la herida que Félix le propició a Calem, acercó su rostro al punto de que podía sentir el calor del aliento fresco chocando contra su labio, donde esa sensación lamió ese sector enrojecido y el pulso del menor se disparó erráticamente.
—¿Qué estas... ¿Qué haces? —cuestionó atónito, intrigado y mentiría si no dijera que deseoso por ver qué ocurriría.
Sin apuro besó su cuello, su mejilla y seguido se detuvo frente a sus labios, de nuevo.
—Te beso —declaró y cerrando ambos párpados unió sus labios.
Fue un beso sumamente corto, Calem no podía salir del asombro con sus ojos bien abiertos y Stefan mantuvo los suyos tan cerrados que parecía no sentir placer de ello, separándose con un ligero suspiro de hastío, candado de esa desagradable sensación, harto de sí mismo y esa barrera que no podía derribar.
Su mente lo traicionaba de la peor manera y revivía uno de los peores días de su vida cada vez que percibían el contacto de otros labios contra los suyos. Al cerrar sus ojos no era capaz de controlar las desagradables sensaciones a lo largo de su organismo.
—Mírame —demandó Calem y tomó su rostro con ambas manos—. Abre tus ojos. Estás aquí conmigo, en ningún otro sitio, no sé qué ves cuando los cierras, así que no lo hagas y solo mírame.
Dicho esto se acercó y suavemente inclinó ese imponente y dubitativo rostro hasta suyo, manteniendo sus ojos semiabiertos, el brillo y calidez de éstos era incomparable a cualquier otra mirada que Stefan haya visto dirigida hacia él.
Dejó que la distancia desapareciera y mantuvo sus ojos en Calem, siguiendo sus movimientos, viendo sus labios, sus mejillas, el largo de sus pestañas y el miel de sus iris, era él, siempre fue él.
La sensación de los labios de Calem era extraña, verlo lo hacía presenciar y distinguir otro tipo de percepción ante el contacto. No era del todo agradable, le era un trauma muy arraigado y clavado en su conciencia como para poder desenterrarlo de raíz, pero por suerte Calem era un chico de campo y no se rendía ante las malas hierbas, succionando levemente el labio inferior de Stefan y guiándolo de manera sutil y paciente a que intensificara ese casto beso.
Stefan frunció sus cejas y se separó nuevamente, tomó aire y lo soltó lentamente, volviendo su vista a la sonrisa expectante y pacífica de su colega.
Finalmente decidió retomar su accionar cuando Calem acompañó el primer beso consensuado de Stefan con el implacable y decidido movimiento de su cadera, produciendo una electrizante fricción, aprisionando toda la extensión de su virilidad entre sus paredes y la suyo siendo apastada en medio de sus vientres.
—Juro que podría estar así el resto de mi vida. —Arremetió con ímpetu, provocando que Calem abriese su boca involuntariamente, aunque no entrase ni un poco de aire a sus pulmones y se corriese nuevamente.
—Ni lo pienses —contestó con una sonrisa adolorida—. Ningún ser humano sobreviviría a tenerte tanto tiempo atacando y sometiendo así su cuerpo —siseó entre gemidos y espasmos musculares después de su segundo orgasmo.
—Entonces es bueno que seas un androide... —esgrimió mordiendo su propio labio y empujando su cadera de tal manera que Calem apoyó una de sus manos en el respaldar de la cama para evitar que su cuerpo se deslizara hacia arriba—. Uno delicioso, insaciable y resistente.
De repente las paredes de su interior se contrajeron y con una de sus manos se sujetó con fuerza del hombro de Stefan, sintiendo cómo ese particular calor lo invadía.
Después de ese profundo orgasmo, Calem creyó que Stefan tomaría distancia y su apasionado encuentro llegaría a su fin. Lo que no sabía, era que Stefan había sido completamente literal y honesto al decir que no pensaba dormir en absoluto.
Al llegar las cuatro de la madrugada, la mente de Calem no respondía de manera racional, perdido en las sensaciones abrumadoras que no paraban de invadir sus sentidos. A su vez, asombrado por su propio cuerpo y lo compatible que era ante la voracidad de ese gigantesco hombre que parecía no cansarse: rozando, degustando y causando fricción en cada ínfima parte de su cuerpo, siendo correspondido por completo.
Entre las pequeñas pausas para recuperarse de sus orgasmos y cambios de posiciones, se escuchaban pequeños y esporádicos besos juguetones, sonrisas cómplices y palabras cargadas de emociones camufladas de excitación.
Pasadas varias horas desde que entraron en la habitación, el calor parecía haberse expandido a cada ínfimo espacio de la superficie y nublado la poca prudencia de ambos hombres.
—Stefan, ya no puedo, no puedo correrme más —admitió Calem habiendo retomado la famosa posición sobre sus rodillas y manos, con la parte superior de su pecho completamente contra las sábanas y la parte inferior en alto, sostenido por Stefan y siendo castigado una y otra vez por el incesante martilleo de su cadera, agitados y sudorosos.
—¿Tú crees? —ironizó, paralelamente sobre estimuló su miembro con el vaivén tortuoso de su mano derecha y aminoró la distancia entre sus cuerpos, dejando un beso húmedo en su nuca—. Estoy seguro que podemos hacerlo una última vez.
Aumentó violentamente sus movimientos, viniéndose en ese dilatado, palpitante y empapado lugar lleno de su propia escancia, escuchando el chapoteo que provocaron esas últimas embestidas, erizando y sacudiendo al pequeño cuerpo entre sus manos, divisando cómo éste temblaba, perdía la fuerza en sus extremidades y con una mueca de aparente dolor y sorpresa abría sus labios en busca de oxígeno, contrayendo su interior y la parte baja de su cuerpo, para después de unos segundos de tensión relajar todos sus músculos de repente y caer rendido ante el cansancio.
—No jodas, tuviste un orgasmo seco, nunca vi uno —comentó con complacencia al saber que él lo provoco.
—Es la primera vez que no puedo moverme al terminar de hacerlo... francamente, me cuesta abrir los ojos y hasta hablar —admitió jadeante y encogido sobre la superficie de la cama—. Nos pasamos... fue demasiado...
Stefan de sintió orgulloso internamente y llenó sus pulmones de aire.
—Demasiado bueno —continuó su frase y saliendo lentamente de su interior se recostó a su lado.
Calem, aturdido y cansado, estiró lentamente su cabeza hacia atrás y la reposó sobre el enorme y cálido pecho de Stefan, dejando salir un suspiro de alivio mezclado con satisfacción absoluta.
Para su sorpresa y sin que se lo pidiese, Stefan acercó voluntariamente su mano hasta el vientre de Calem y lo acercó a sí, estrujándolo con cuidado entre sus brazos y respirando suavemente en el cuello de éste, degustando el aroma de su shampoo y sudor mezclados.
—Si no huyes después de esto significa que eres muy masoquista o de verdad estás loco por mí —bromeó con la clara intención de "es broma, pero si quieres no es broma".
—No soy masoquista —refutó Calem, que no iba a retroceder, produciendo un inmenso y aplastante calor en el corazón de Stefan.
—Carajo... jodidamente lindo —musitó de manera mínimamente audible, apoyando su frente sobre el cabello del joven semi inconsciente, pero ni el fuego de todos los infiernos juntos iba a impedir que Calem oyese frase semejante saliendo de esos carnosos y hostiles labios.
Con una sonrisa el silencio tomó lugar varios minutos y el menor, antes de perder por completo la batalla contra Morfeo, recordó la temible pregunta hipotética que Stefan le hizo con anterioridad, por lo que tuvo un momento de flaqueza donde expuso por unos intentes parte de sus peligrosos sentimientos:
—Sí lo haría... —impulsado por el silencio armó de valentía al pensar erróneamente que su colega se había dormido, sonriendo con cierta tristeza—. Yo sí saldría contigo.
Sintió la pesada mano de Stefan presionar sobre su cadera y soltó un sutil gemido, dándose cuenta que ese hombre estaba en sus plenos cinco sentidos y había escuchado de manera atenta y clara cada palabra, queriendo morir si llegaba a tornarse en una especie de ruptura de su acuerdo haberse dejado llevar.
—Eres el primero —susurró Stefan con una voz seria y serena, como si todavía no diera mérito a lo que sus oídos habían percibido.
En una fracción de segundos un pensamiento fugaz pasó por la mente de Calem, recordando que no era el primero teniendo sexo con Stefan, ni su primer amor, tampoco su primer beso, no era el primero en la mayoría de sus experiencias.
—¿Acaso importa eso? —refutó y seguido respiró hondo, deslizando sus dedos por su cabello y alejando esos pensamientos nada positivos de su organismo—. Te di muchas de mis primeras veces, es justo que me des algunas tuyas.
Entrelazó sus dedos, rezando porque no notase su nerviosismo y que estaba intentando ir más allá de lo permitido. Esa noche habían roto muchas reglas y si al día siguiente algo había cambiado para mal, Calem no sabía si podría recuperarse de un segundo desastre por sus acciones imprudentes.
—Pfff, es lo opuesto. Hay mil cosas que todavía no he hecho, en cambio aquí el señor instinto suicida ya hizo prácticamente todos los deportes y pasatiempos bien conocidos por provocar infartos —contestó y Calem rió por lo bajo, no tenía energía ni para reír fuerte—. No te quedan muchas cosas por experimentar por primera vez conmigo.
—Yo seré bueno en eso, pero tú eres experto en cosas igual de... intensas, podemos aprender del otro, yo te enseñaré algún deporte extremo y tú... sobre todo lo que sabes.
—Que uses palabras delicadas no quita el hecho de que me estás pidiendo que te enseñe los placeres más vulgares y bajos que conozca sobre el sexo —contestó, relamiendo sus labios antes de sonreír con suficiencia—. Me pone mucho que me pidas que te folle.
Dicho esto respiró profundo y se calmó a sí mismo, a pesar de su resistencia, también sintió deseos de descansar junto a ese chico lleno de mordidas, fluidos y leves moretones a lo largo de su cuerpo.
—Stefan.
—¿Qué quieres?
Calem se giró con dificultad, elevó su rostro hasta el de Stefan, tomó su barbilla de manera sorpresiva y unió sus narices, notando que contrajo sus músculos antes de darse cuenta que solo sería un beso esquimal.
—Un beso de buenas noches —sentenció, apacible y somnoliento, recostándose allí mismo sobre la almohada.
Sabía que debía ir con cuidado sobre ese terreno infestado de minas y explosivos listos a estallar, no tenía problema alguno en darle su espacio y tiempo para avanzar a su ritmo sobre ese aspecto tan complicado en su vida.
Stefan sonrió involuntariamente y la guardia baja de Calem sufrió un ataque directo, llenando sus pulmones de aire y mentalizándose a no dejarse llevar.
Era evidente que Stefan no era el único con asuntos complejos a tratar en ese habitáculo, pero siempre es más fácil intentar ayudar a los demás a superar sus problemas que enfrentarlos de uno mismo.
Podían ser adultos, pero en ese efímero momento los corazones de esos hombres latían del mismo modo que lo hacían cuando eran niños a los que nada podía perturbar su inocente tranquilidad.
Sentían que nada realmente podía llegar a separarlos... por desgracia su ingenuidad llegaría a su fin esa misma semana.
Amores, como siempre GRACIAS por su paciencia, tuve un SEVERO bloqueo con esta belleza, pero gracias a Dios lo superé un poco y pude terminar este capítulo tan crucial.
¿Opiniones? Descargo emocional por el capítulo here♥
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