Rompiendo corazones en el armario.
—No jodas, no puedes ser marica, es decir, carajo, eres todo un macho alfa y al final te van las vergas... hombre, que enfermo.
El nudo en su estómago pasó de ser doloroso, a verdaderamente insoportable, llevando su mano derecha a esa zona.
—Félix... Ya fue suficiente. Para —decretó con su lenguaje corporal en total desacuerdo a lo que su amigo le estaba haciendo.
Era un "no" inamovible, rotundo y decisivo, sin lugar a dudas.
—Pero te gusto —siseó aquello en voz baja, sin mirarlo a los ojos—. Vaya, entonces se te para pensando en mí.
—¡Oye! Ya, cállate, no es as... —quiso alegar, pero fue interrumpido por su interlocutor:
—¡Claro que sí! Ahora lo veo, las veces que te quedabas viéndome se me hacían extrañas. Cuando ibas a casa nunca pasabas la noche, despertaba y te habías ido ¿Era demasiado para ti? ¿Tanto querías cogerme?
«No, es solo que... podía pasar toda la noche simplemente viéndote dormir, viendo la armonía jodidamente perfecta de tus pestañas, contando tus lunares, deseando acariciar tu cabello... estaba tan feliz que me costaba dormir en la misma habitación... por eso nuestras pijamadas nunca fueron verdaderas pijamadas y yo huía antes de que despertaras» pensó Stefan con el nudo en su garganta que le impedía hablar
Se sentía débil físicamente, era un ardor tan grande en su pecho que juraría se volvía algo físico, un dolor indescriptible. Paralizado. Abrumado. Culpable.
No sabía cómo salvarse a sí mismo de esa situación, cómo parar lo que estaba ocurriendo ante sus ojos.
—Te negabas a compartir la cama... Pensé que era porque soy tu único jodido amigo y no sabías bien cómo expresarte, pero esto... carajo. —La confusión abrumó el rostro de Félix y Stefan lo notó, pero eso se esfumó de repente, presenciando el brillo en los ojos de su amigo borrarse a medida que una fría sonrisa se le formaba.
Sin ningún aviso lo acorraló, chocando la parte trasera de su pierna contra el pupitre a sus espaldas y plantó su mano justo en medio de su entrepierna, contrayendo sus músculos de repente.
—Querías cogerme, todo un degenerado, eso es asqueroso y encima lo niegas ¿Por qué lo niegas? ¿Tanto asco de ti mismo sientes? ¿Crees que soy idiota para no darme cuenta a estas alturas?
Stefan no emitió palabras, estaba petrificado. Hasta podría decirse que a esas alturas se encontraba paralizado por el miedo.
Más que eso, como si de alguna forma él lo hubiese causado, así se sentía. Tal vez algo había hecho mal y no sabía qué. No lograba entenderlo. No podía estarle pasando eso a él.
—Si es así, vamos a ver lo mentiroso que es el marica de Stef —sentenció, adentrando su mano por debajo del característico pantalón color negro del uniforme escolar.
—¡Qué haces? ¡No quiero esta mierda! —forcejeó, pero sin ejercer verdadera fuerza. Sus manos temblaban, solo atinó a sujetarlo por sus hombros y encogerse un poco en su sitio cuando su esa suave mano envolvió su miembro.
De hecho, era la primera vez que alguien lo tocaba, él estaba esperando que fuese algo especial. Que todo fuese mágico como solía narrar su madre en los cuentos de hadas.
Pero esto no era así. Era asqueroso, invasivo y frío. Lleno de sentimientos desagradables por parte de ambos que no se asemejaban ni un poco al amor.
Quería pegarle, pero a su vez, no podía herirlo... jamás lastimaría a la persona que más amaba y hasta ese preciso momento, ese puesto le pertenecía únicamente a Félix.
¿Cómo podía hacerle semejante cosa el mismo chico que hasta el día anterior lo miraba con tanto cariño? Se sentía querido por él, a gusto y protegido en su presencia.
Sus labios chocaron contra los suyos por la fuerza y a pesar de ser más alto, más fuerte y más imponente: no supo cómo defenderse.
No podía darle un sentido a lo que sucedía. Todo iba muy rápido. Un cosquilleo se plantó en su vientre y soltó un jadeo casi lastimero.
¿Por qué pasaba esto?
No lograba asimilarlo, era imposible que la persona que tanto lo defendía, hacía reír en los recreos, acompañaba sus tardes y apaciguaba su soledad; fuese la misma que lo estaba haciendo sentir la peor basura en ese instante, empujándolo finalmente al sentir esa húmeda lengua entrando en su boca.
—No me apartaste cuando te toqué, pero sí por un estúpido beso —sostuvo indiferente—. No jodas, ¿en serio decías eso de que besar era por amor? Joder... Acaso ese era, ¿tu primer beso?
Sus ojos se llenaron de lágrimas cargadas de un profundo resentimiento, decepción e impotencia.
—No puedo creer que era tu amigo... Bueno, solo me daba lástima ver lo solo que estabas y que la gente te tuviera miedo por tu apariencia gigantesca y ser tan... —Sus ojos titubearon, todos los adjetivos en su cabeza eran favorables hacia Stefan y delataban sus verdaderos sentimientos incrustados cómo dagas.
Por un instante la vacilación se vio en Félix, hasta pareciera que también le doliese aquello.
Pero eso fue: un instante. Uno muy corto, porque mordió sus labios, regresando a su postura anterior.
Pero Stefan reaccionó, lo tomó por la camisa y deseó ser menos emocional para arremeter en el centro de su cara con sus nudillos... mas no podía.
A pesar de todo y aunque esa persona lo dañaba, era difícil explicarle eso a su propio corazón roto.
Ese era su amado amigo. A quien tantas veces Stefan le repitió lo importante que era en su vida y lo mucho que lo quería.
Ese, su mejor amigo... Una gran mentira.
Mientras Stefan al inicio sí apreciaba a Félix como amigo y después desarrollo otro tipo de sentimientos; Félix nunca vio a Stefan únicamente como amigo, por mucho que lo negara.
Por mucho asco que sintiera de sí mismo.
La verdad era que, el que cayó primero de los dos resultó ser el de la mentalidad cerrada y cargada de ideas retrógradas, perjudiciales y corrosivas para sí mismo y los que lo rodeaban.
Félix lo amó primero.
Félix se derrumbó primero.
Félix rompió una parte de Stefan en el proceso.
Reprimir su sexualidad detrás de la negación y el rechazo interno, junto a las connotaciones negativas y hasta violentas de su entorno con respecto a las personas homosexuales desde que nació hasta ese momento, lo volvieron una bomba lista a estallar, en una constante tensión en su mente y lo que creía era lo "correcto e incorrecto".
¿Y lo peor? Esa bomba explotó en las manos de un joven e inocente Stefan que no tenía la culpa de absolutamente nada.
Un Stefan que no temía amar, sin prejuicios, fiel a sus creencias y brutalmente honesto. Sonriente, en armonía con sus emociones y hambriento de sus propias expectativas con respecto al amor verdadero.
Le gustaba estar rodeado de otros, sentirse querido, oír y que lo oyesen. Eso era una libertad que disfrutaba estando junto a su mejor amigo. Oyéndolo reír. Siendo feliz.
Se sentía invencible, indestructible, pleno sin siquiera saberlo. No desconfiaba constantemente de los demás, aunque su hermano mayor y varios parientes le advirtieran que era peligroso ser ingenuo en el mundo avaricioso donde ellos habían nacido.
Querían protegerlo. Intentaron hacerlo durante su infancia sin que él lo supiera, pero mientras más crecía, más se alejaba de sus manos protectoras y nadie pudo salvarlo de la dura realidad.
De las confundidas manos de Félix que parecían quemar donde lo tocasen y no de una buena manera, ya que ser estimulado a la fuerza no le provocó ningún placer o reacción positiva. Siquiera su cuerpo reaccionó al estímulo, solo tembló y se paralizó.
Stefan lo amaba ciegamente, nunca vio venir semejante situación y cuando lo hizo su corazón ya estaba irremediablemente roto.
No había vuelta atrás y al verlo acercarse a sus labios otra vez, lo empujó con todas sus fuerzas. Sus ojos enrojecidos se clavaron en el chico que había caído al suelo por el impacto de sus grandes manos al alejarlo de sí y sintió asco de todo: su propia ropa desabrochada, su cuerpo tiritando, Félix limpiando la comisura de su labio con una expresión de verdadera repulsión.
Sus labios y corazón sentían rechazo por el contacto de otros.
Temor y rechazo.
Su mente lo traicionaba y hacía que su carrera lejos de ese aula de clases hacia el armario fuese en cámara lenta, como si corriera sobre arena, sus piernas pesaban, la gravedad aumentaba, una pesadilla de la cual no podía escapar fácilmente y una voz cargada de preocupación logró finalmente traerlo a la realidad nuevamente.
Levantó la parte superior de su cuerpo de repente, creía que pasaba en las películas eso de despertar abruptamente, pero al verse sentado en cama descubrió que de verdad pasaba.
Se reincorporó mejor, flexionó una de sus rodillas, apoyó su codo allí y llevó esa misma mano a su rostro, donde semilargos mechones de su cabello castaño claro caían a los costados de su rostro con unas pocas gotas de sudor frío.
Silencio, una sensación de escalofrío en su pecho y algo de ansiedad en su mente. Hacía años no soñaba algo tan vívido.
—Stefan... —Reaccionó de que había alguien a su lado y se tensó, tranquilizándose al descubrir a Calem con sus brazos abiertos viendo en su dirección.
—¿Qué quieres?
—Nada, así me ventilo las axilas cuando tengo cal¡Oviamente quiero un abrazo, cavernícola! —exclamó con su voz ronca por haberla usado tanto la noche anterior.
Stefan se enterneció y suspiró, demasiado abrumado para siquiera pensar claramente, fue e hizo lo que Calem deseaba, rodeándolo con sus gigantescos brazos por debajo de su cintura, apoyando su rostro en su pecho y haciéndole cosquillas con su corta barba.
Lo oyó reír por esa misma razón y cómo su pecho se contraía y expandía al hacerlo, dándole una paz que no creía poder conseguir en horas.
Eso hizo al mayor cerrar sus ojos con un nudo en su pecho. Estaba perdido. Sus sentimientos hacia Calem eran tan grandes que no pudo evitar sentir un segundo de pánico al darse cuenta que estaba exponiéndose otra vez ante otra persona. Dejando ver su lado miserable. Su lado fácil de romper.
—¿Estabas despierto? —preguntó Stefan al fin.
—¿Mmh? —Frotó sus grandes ojos y acarició bien trabajada espalda, subiendo y enredando los dedos de una de sus manos en ese suave cabello— ¿Qué sucede? ¿No puedes dormir? —inquirió excesivamente somnoliento— Quédate así y te haré mimos.
Y de ese modo permaneció unos minutos, hasta que notó que su peso le impedía a Calem respirar con normalidad, cosa que al menor no le importaba en absoluto, pero a Stefan sí.
Se levantó sobre sus brazos y miró fijamente a Calem, el cual estaba en su modo zombie, esos momentos al despertar donde no lograba conectar todos sus engranajes cerebrales y lo hacía lentamente, viéndose tierno y ligeramente sumiso.
Tomó distancia y el frío de la separación molestó a Calem, pero se recompuso al moverse hacia el pecho de Stefan, ahora era él quien se encontraba sobre su colega... aunque 1,54mts no eran nada incómodos de sujetar para los casi dos metros de persona que era Stefan.
El chico de ojos miel regó descaradamente pequeños besos desde el pecho hasta su cuello y se detuvo en su mejilla.
Quería cuidarlo.
Lo vio tener una pesadilla y eso le preocupó a pesar de estar sumamente agotado.
—¿Todo esta bien?
La quijada de Stefan se trabó y despejó su rostro de su cabello al peinarlo hacia atrás con una de sus manos.
—Ajá... Claro —contestó a secas.
—¿Una mal sueño?
—¿Hablé dormido?
—No, pero por tu expresión ahora y todo lo que vivimos en un solo día... sería lo más lógico.
En medio del silencio, Stefan se sintió intranquilo, con extrañas ganas de ser honesto con ese pequeño hombre.
—Es asfixiante —habló por primera vez algo que le resultaba incómodo y delicado para él: sus emociones—: Sigue jodiéndome cuando lo recuerdo, porque... tampoco creo que sea la situación en específico o nuestra corta edad en esa época, ¿sabes? Sino mis propias expectativas, mis esperanzas... la puta confianza. Es tan jodido cuando trato de...
Todo su ser se tensó, para relajarse al suspirar, levantando la barbilla con superioridad.
—Que idiota, es decir, patético, ya sabes. Subí tan alto por mi cuenta que cuando él lo tiró todo abajo caí malditamente fuerte contra la realidad.
La situación se puso tensa y demasiado personal pera Stefan, alguien que durante más de una década guardó todo para sí mismo y bloqueó todo tipo de pensamiento que lo hiciera sentir vulnerable nuevamente.
Quería retractarse, retroceder. Sentía que abría su caja torácica de par en par, dejando su corazón a merced de otro que fácilmente podría acabar con su vida.
—Los enanos como tú no tienen que preocuparse por eso ya que están tan cerca del piso que ni notan cuando se caen.
Sujetó con dos de dos dedos su barbilla y lo obligó a verlo a los ojos.
—No podrás desviar el tema con ironía o bromas, no ahora que iniciaste una de las conversaciones que más deseaba tener contigo... —Respiró hondo y abrió sus ojos decidido—. Verás, me era muy frustrante no saber qué te hacía daño, porque no podía hacer nada al respecto. Es como ver a alguien agonizar de dolor y que esa persona no te diga dónde le duele, siendo imposible de averiguar por pura casualidad.
Respiró hondo y con una mirada tajante continuó:
—Ahora, a pesar del enojo que siento por ese maldito imbécil, creo que puedo hacer algo, o tal vez no, pero me dejaste estar a tu lado, por así decirlo y eso ya es un avance.
Stefan rodó los ojos.
—Haces que todo suene tan dramático.
—Eres una persona con sentimientos todavía más grandes que tu físico —afirmó y Stefan hizo una mueca de incredulidad y desagrado—, antes de conocerte bien, si alguien me decía que podías hacer algo más allá de "tener sexo y ser obsceno" juraría que perdió la razón... Pero tú y yo sabemos que eres asombroso. En serio, alguien inteligente, obstinado, fuerte... Aunque sin tacto, obsceno y sexópata —rio de manera resignada—. Una de las personas más increíbles y complejas que he conocido... sé que podrías romperle el rostro a ese maldito Félix con una sola mano si quisieras, pero también estoy conciente de que no lo harías, que todavía es un tema delicado a tratar... lo comprendo. No tienes por qué apresurarte, no le debes esto a nadie. Si vas a enfrentar tus traumas, hazlo por ti y solo por ti.
—Es que... Ya. Bueno. Entiendo lo que dices.
Calem casi se ahogó y pestañeó varias veces.
—Oh Dios... —Se irguió ligeramente y lo tomó por los hombros con fuerza— ¿Con qué derecho vienes y posees a mi Stefan? Manifiestate, criatura. Él nunca podría decir cosas tan maduras y reflexivas por su cuenta —vociferaba y lo persignaba.
—¿¡Quieres pelear, maldito enano de mierda!? —Lo tumbó en la cama y quedó sobre él.
—Ah, volviste, creí que te había perdido, estaba marcando el número del vaticano —bromeó y sonrió, viendo a Stefan devolverle la sonrisa involuntariamente mientras negaba con la cabeza.
—En serio tienes problemas mentales.
Calem llevó una mano a su mejilla y ladeó su rostro.
—Y tú tienes una sonrisa jodidamente hermosa.
Sin poder evitarlo su rostro enrojeció después de oírlo soltar aquello y frunció sus cejas.
—Maldito bipolar —masculló inclinándose para besar su cuello y escapar de la mirada complacida del joven que logró ruborizar su cara.
Seguido sintió sus dedos enredarse en su cabello y acariciarlo.
—Todo lo bueno viene en frasco pequeño —se defendió y ahora los besos de Stefan llegaron hasta su hombro, regresando a su cuello donde deslizó su lengua sugerentemente.
—También los venenos —contraatacó y presionó un poco su cuerpo contra el de Calem, haciéndolo gemir bajo.
En respuesta Calem con sus dedos todavía en su nuca tiró de su cabello, éste levantó la mirada y el menor aprovechó la oportunidad para deslizar su lengua por su mejilla, viéndolo tragar grueso.
—Y antídotos —finalizó dejando un sutil beso en su marcada barbilla.
Seguido se giró boca abajo y se acurrucó abrazando la almohada.
—Vamos a dormir —demandó y Stefan le hizo saber su respuesta al levantarse un poco sobre sus manos y apoyar la parte inferior de su cuerpo contra el tentador trasero de Calem.
Éste jadeó y presionó con sus dedos la almohada bajo su cara.
—Y-Ya... estoy agotado, creo que me enderezaste la columna anoche —sollozó y el suspiro de Stefan recorrió su nuca, erizando su piel.
Se inclinó y mordió suavemente ese lugar, no era un chupón, pero tampoco un beso inocente, era una clara declaración de lo que haría en su próximo encuentro.
—Entonces duérmete y deja de llorar —susurró en su oído—, porque tus lamentos se me hacen jodidamente eróticos.
Calem se ruborizó hasta las orejas y respiró con algo de dificultad. Ese hombre no tenía filtro alguno. No era tarea fácil domar a una bestia como aquella, pero no iba a mentir, le encantaban los retos.
Seguido sintió su peso reposar a su lado y como si estuviera jugando con el autocontrol de su compañero, acortó toda distancia apoyando su espalda contra su pecho, percibiendo su respiración sobre su cabeza.
—Eres un... —lo escuchó soltar una especie de risa resignada y sintió un muy suave beso en su cabello.
Calem sonrió con sus ojos cerrados y en medio del silencio algo absurdo cruzó su mente, pero no pudo aguantar sus dudas y habló:
—Hey...
—Puta madre.
Calló, miró sobre su hombro e hizo una mueca de que quería decir algo, expectante a que su colega tuviera curiosidad de qué era lo que deseaba.
Funcionó.
—Suéltalo, a ver, dilo —demandó Stefan rodando los ojos.
—Si vas caminando tranquilamente por un recorrido que haces a diario —planteó— y ya estás a dos calles esta tu destino final...
—Ajá.
—Pero una voz, como un presentimiento en tu cabeza, te dice "gira a la derecha y rodea la cuadra" ¿Tú escuchas esa voz y lo haces o simplemente sigues tu camino como siempre?
—¿Escuchas voces?
—Vamos, no te hagas el idiota.
—En caso de oír voces consulte a su médico de confianza, la esquizofrenia no es un tema de bromas —ironizó con voz de comercial y Calem estaba tan cansado que ni se dignó a darle un codazo.
Hizo una mueca caprichosa, el doble de efectivo y Stefan cedió fingiendo desinterés:
—No lo sé, creo que me daría igual, aunque nunca oí ese tipo de conciencia o mala sensación que suelen tener algunos a veces cuando van por calles oscuras y así. Creo que no le haría caso, ya que no creo mucho en eso. ¿Y tú qué...? —antes de terminar la pregunta, Calem contestó:
—Efectivamente, claro que sí, por supuesto que sí, hoy y siempre: sí. Si algo así me pasara, aunque fuera solo una mala sensación, seguiría mi instinto y daría vuelta en la esquina.
Stefan sonrió y respiró profundo en su cuello.
—Eso me gusta... es muy curiosa tu forma de pensar, tan maduro y responsable, a su vez, caprichoso y algo supersticioso, de verdad eres endemoniadamente... —guardó silencio y lo presionó un poco.
Calem enrojeció sin darse cuenta cuando oyó a Stefan decir (con honestidad y por primera vez) que le gustaba algo de él más allá de su "dulce culo".
—No importa que no sigas los consejos de tus ángeles guardianes o espíritus buenos, ya que yo estaré contigo y te mantendré sano y salvo, no te preocupes, tienes a tu psíquico personal.
Stefan rio bajo y acarició bruscamente su mejilla, como pellizcando suave de ella y sintiendo confort del contacto juguetón que compartían.
—Te duele tener nulo sentido paranormal, solo admítelo, no naciste con ese don psíquico o problema mental, sea cuál fuese la causa de la gente que ve cosas raras, tú no la tienes. —A pesar de estar en la posición cucharita, al ser más alto y grande, pudo ver perfectamente que Calem tenía sus ojos llorosos, sintiendo una presión en su tórax instantáneamente—. C-Carajo, no creí que fueses a ponerte así, mierda, solo...
—¿Así cómo?
—¿No estás llorando?
—¿Crees que tengo cinco años? Solo bostecé.
Stefan tomando su rostro bruscamente miró bien sus ojos húmedos y una única lágrima en su rostro. Su nariz no estaba roja, sus mejillas tampoco, ambos ojos (a pesar de verse brillosos) no parecían enrojecidos.
Efectivamente, eso no era llanto.
—Carajo, no bosteces nunca más, tarado. Lo tienes prohibido —A lo que Calem rio bajo y le dejo un beso sobre su brazo, dónde descansaba su rostro.
—Como si fuera... posible... —De nuevo otro bostezo, el sueño le estaba ganando y hablaba más y más lento— Se ve que no soy el único cansado ... estúpido y hermoso vikingsh... —balbuceó antes de rendirse ante el sueño.
Stefan lo observó porque pensó que estaba bromeando, pero realmente cayó dormido.
—No sé cómo te duermes tan rápido —se quejó falsamente.
En realidad le generaba alegría ver que Calem podía dormir sin insomnio, sabiendo lo mucho que le costó de jóven conciliar el sueño después de su accidente y la cantidad de medicamentos que tomaba en esa época.
Calem con solo estar allí le otorgaba esperanza a Stefan, ya que ese chico pudo dejar atrás situaciones tan difíciles de superar como dolorosas. Mientras que él, apesar de haber pasado tanto tiempo, todavía arrastraba las cadenas de sus traumas como si fuesen grilletes permanentes en sus muñecas.
Ese día sintió que había avanzado, después de años en el limbo y negación, una pequeña brisa de lo que él solía ser se removió en su pecho, deseando poder creer otra vez en sí mismo... y en alguien más.
Tal vez no fue un gran salto de fe, pero sí un pequeño paso de esperanza, hacia un futuro donde pudiese afrontar sus traumas sin quebrarse en el proceso.
Un proceso lento, pero seguro y reconfortante junto a ese intrépido chico de ojos miel.
Ensimismado en esos pensamientos cayó dormido, abrazando ese cuerpo lleno de marcas de su intenso encuentro.
Su sueño esta vez tenía una sensación diferente, un aroma y calidez familiar. Especial. Mirando frente a sí a un pequeño hombre con una pierna mecánica y una sonrisa genuina.
—¿No piensas venir? —Lo oyó llamarlo hacia ese enorme barranco.
"Que locura" pensó Stefan devolviéndole la sonrisa.
Parecía peligroso siquiera verlo de lejos, mucho más acercarse junto a ese hombre a ese precipicio. Siquiera se veía si había algo al final de tanta profundidad y oscuridad. Lo desconocido. Aterrador.
Calem regresó sus aventureros orbes hacia más allá del barranco, estaba claro que iba a saltar, su sangre parecía hervir de emoción, adrenalina, sed de más.
Movió su pierna izquierda con la prótesis hacia adelante y repentinamente se detuvo.
—¿Por qué no saltas? —cuestionó Stefan, que juraba que ese chico iba a desaparecer de su vista en un instante.
Se enderezó, entrelazó sus pequeños dedos en su espalda y lo observó sobre su hombro con una sonrisa firme y aguerrida.
—No tienes que apresurarte por mí. Estaré aquí, esperaré por ti el tiempo que sea necesario, Bestia.
Ahí estaba, de pie, regalándole implícitamente la confianza que Stefan necesitaba, animándole en silencio a seguir adelante.
La alarma trajo a nuestro adolorido hombre de su apetecible sueño, estando tan cansado que no reaccionaba correctamente.
Al entender el porqué del sonido retumbante abrió sus ojos de repente.
—¡El trabajo! Diablos, no me di cuenta de la distancia, debí poner la alarma una hora antes, estamos más lejos que en mi departamento, tengo que apresurarme, el tren... —farfullaba al erguirse rápidamente e intentar ponerse de pie sujetándose de la mesita de noche, ya que su prótesis había quedado lejos de la cama la noche anterior.
Pero cayó de bruces al sentir la parte inferior de su cuerpo adolorida y casi paralizada.
—Me lleva la... —maldijo en el suelo.
—Si me río por algo así iré al infierno, ¿verdad?
—Ya tienes un lugar vip reservado allí desde que me dijiste que no te gustan los musicales.
Hizo una mueca de asco y Calem le enseñó el dedo medio.
—¿Terminaste de limpiar el piso con el hocico? —bromeó en un bostezo y el joven recordó que debía apurarse, clavando su mirada asesina en Stefan.
—¡Es tu maldita culpa! No me caí, es que mi cuerpo esta... todo... —habló y guardó silencio al notar el placer en el contrario— Mueve tu puto culo y ayúdame a ir a la ducha, ya.
Stefan hizo una mueca de falso asombro por oírlo insultar deliberadamente y esa altanería, estando completamente de acuerdo en obedecerlo a pesar de fingir que no era así.
—Con ese humor matutino me parece que dormirás solo de ahora en más —advirtió con cierta diversión y Calem estaba a punto de cometer un delito contra la vida de ese imprudente hombre que estiraba sus músculos a medida que se desperezaba sobre la cama, sentándose y finalmente colocándose de pie.
—Cállate, tú dormirás conmigo quieras o no. —Sus ojos subieron a su entrepierna sin querer y frunció más su gesto—. Enorme arrogante estúpido.
—¿Soy enorme? —cuestionó soberbio.
—Que te calles, dije.
Desnudo y sin pudor alguno se acercó a Calem, poniéndose de cuclillas frente a él y ladeando su rostro a medida que examinaba su pequeño cuerpo en el piso.
—¿No puedes tomarte el día libre? —cuestionó divisando los moretones, chupetones, marcas y cansancio en Calem.
—Por supuesto que no —dijo contundente—. Jamás he tomado un día libre desde que comencé a trabajar en Sovereing. No me subestimes, solo necesito una ducha y recuperar algo de fuerza.
"El trabajo es primero", "Nada es más importante que el trabajo". Esas frases eran una mantra recurrente en la mente de Calem.
Desde que se independizó, se prometió poder vivir por su cuenta y hacerlo lo mejor posible, para no cargar a nadie con sus problemas.
Él se haría cargo completamente de sí mismo. No era necesario molestar a otros.
Siempre que tuviera trabajo podría comprar su nueva prótesis y volver a estar bien ante los ojos de Mark. La BiOM era tan funcional y dinámica que ni se notaría que tendría una prótesis, inconsciente quería eso, verse como su hermano tanto soñaba verlo: completo otra vez.
Stefan rodó los ojos mientras lo tomaba en brazos, poniéndose de pie, sintiendo las manos de Calem tocando su pecho y cómo recargó el peso de su cabeza contra él. El agotamiento era tal que le costaba incluso mantener sus ojos abiertos.
Eso lo enterneció, pero no dijo una sola palabra al respecto, simplemente lo adentró en la tina y sentó en el suelo, oyendo un pequeño gemido cuando tocó la fría superficie y por lo mucho que azotó la parte baja de su cuerpo la noche anterior.
Tomó los potes de shampoo y acondicionador y los dejó en el borde de la tina, al alcance de su colega. Después de semejante acto desinteresado abrió el agua de repente, mojando el rostro de Calem, haciéndolo fruncir sus cejas.
—No podías no ser un idiota —masculló cuando ese gigantesco se inclinó hasta su rostro y creyendo que sería besado cerró los ojos.
Cuando los abrió después de no recibir ninguna respuesta física de su parte, se encontró con Stefan sonriendo con cierta soberbia.
—Bien que saldrías con este idiota —aseguró victorioso y se irguió, dirigiéndose a dónde estaba su cepillo de dientes y dentífrico.
Calem quedó procesando la situación y todo lo ocurrido la noche anterior.
—Carajo... —murmuró inaudible gracias al sonido del agua.
«Joey me romperá la quijada de un puñetazo cuando se entere»
Stefan sin ningún pudor se posicionó frente al inodoro, soltó un leve suspiro seguido de un bostezo mientras orinaba y cepillaba dientes a la vez.
—¿No piensas bañarte? —preguntó Calem y lo observó retirarse el semi largo cabello de su rostro.
Escupió dentro del váter y presionó el botón que dejaba correr el agua. Calem se preparó para la destemplanza del agua por esa acción, pero no sucedió, la ducha estaba diseñada para no ser afectado por el resto de la grifería.
«Cosas de ricos» pensó cómico y Stefan interrumpió su ensimismamiento:
—¿Es una invitación? —La sugerencia aumentó el calor en el pecho de Calem y negó con la cabeza.
—Sé que si entras, no será solo un baño —le acusó y Stefan sonrió con sus perfectamente alineados dientes.
—Inteligente el enano —soltó y se giró hacia la puerta—. Tomaré una ducha en otro de los baños.
A medida que se retiraba, Calem guio su vista hacia la marcada espalda de Stefan cuando él casualmente llevó su mano a su nuca para masajear su cuello, eso ocasionó que sus músculos se marcaran, haciendo tragar grueso a Calem.
No sé detuvo allí y continuó bajando hacia su cintura, recorrió esa pálida piel hacia su firme trasero, sus grandes muslos y finalmente largas piernas.
En conclusión: Stefan era físicamente su tipo ideal.
—Por alguna razón tengo una jodida cantidad absurda de toallas en ese estante —dijo señalando el mueble blanco—. Usa y toma lo que quieras —finalizó viéndolo sobre su hombro con una sonrisa juguetona.
Y por alguna razón, Calem comenzó a pensar que no solo físicamente era su ideal.
Mientras el agua de la ducha corría y con ella cualquier rastro de suciedad en el menor desaparecía, Stefan se duchó a máxima velocidad mientras llamaba a su ama de llaves y mayordomo por su móvil, procurando no mojarlo.
Ambos llegaron cuando el hombre estaba a medio vestir en su recamara y sin inhibiciones les informó el porqué de haberlos citado de repente, ya que ambos solo estaban en la casa mientras Stefan trabajaba y al anochecer una cocinera iba día de por medio.
Les encargó el desayuno de su huésped con varias especificaciones, también que pidieran con antelación un taxi que lo llevase a su trabajo a tiempo y por último que bajaran todos los comestibles y reservas de sus alacenas un estante más abajo.
Ambos trabajadores no solo de sorprendieron al ser llamados de ese modo y recibir extrañas peticiones, sino por el simple hecho de que alguien hubiese pasado la noche con su jefe.
Nadie antes de Calem, a excepción de su familia que solía quedarse muy ocasionalmente. Menos alguien tan particular como lo era ese chico para ellos, acostumbrados a la alta sociedad.
Cuando el joven sin una pierna salió del baño con una toalla enrollada en su cintura y sujetándose de los objetos a su alrededor para mejorar su equilibrio, Stefan ya se encontraraba sentado sobre un cómodo sofá al otro extremo de la inmensa habitación.
De día la casa parecía incluso más grande y espaciosa.
Cuando vio la postura hastiada de su compañero, Calem supo que no se hallaba en ese sofá porque tuviese ganas de ello, sino porque estaban terminando de alistar la cama con sábanas limpias.
Calem miró al adulto mayor estirando el gran acolchado de piel sintética y abrió excesivamente sus ojos notando un vergonzoso detalle:
—Dios, cambió las sábanas todas sucias con... pobre hombre —finalizó frotándose los ojos con su dedo pulgar e índice, intentando no pensar demasiado y enrojecer más de lo que ya estaba.
Percibió un calambre en su cadera y agradeció mentalmente haber nacido en el campo y así poseer un cuerpo fuerte, porque aunque iba a tomar calmantes, la noche había sido excesiva.
—Estoy bien, es mi trabajo —contestó con una voz neutral y marcada por la edad el mayordomo, devolviéndolo a la realidad.
SintIó demasiada incomodidad al no estar acostumbrado a que otros limpien sus pertenencias y mucho menos su semen regado por doquier. Mas Stefan simplemente rio ante la expresión de pena en su compañero.
—Pero...
—Pregúntale cuánto cobra —sugirió, socarrón.
El anciano se le acercó y le susurró la cifra con una expresión de normalidad, a lo que Calem casi falleció allí mismo.
—H-Hey, vikingo ¿No necesitas un esclavo o algo? Sé abanicar de puta madre eh, te puedo tirar vientito y darte uvas por un cuarto de su salario —bromeó haciendo una pose "sexy", casi perdiendo el equilibrio y sujetándose al fin de la pared.
El mayordomo le acercó su prótesis respetuosamente y Calem le agradeció en silencio, sin perder tiempo al ponérsela rápido.
Mientras tanto, Stefan se irguió, ensanchando su ya grande espalda repleta de trabajados músculos.
—El dinero no es un problema para mí, si tú lo aceptaras, te compraría un vehículo, cancelaría el jodido contrato de ese pequeño departamento que se cae a pedazos, te conseguiría un nuevo departamento ubicado en una zona privada y lo equiparía con lo que desearas.
Estaba en blanco, tanto así que no pudo pasar saliva por su garganta, no lo decía en serio, pero Stefan parecía hacerlo, sin lugar a dudas era serio.
Sonaba tan irreal que el menor rio por lo bajo, en un tono burlista y surrealista.
Y también estaba el hecho de que seguía sin poder aceptar ayuda fácilmente, así que sonrió algo nervioso, queriendo retomar el tono ambiguo de antes:
—Carajo, la definición exacta de un sugar daddy —bromeó inquieto por semejante proposición y la cantidad de dinero, todavía no razonaba lo inmensamente adinerado que esa ese hombre.
Mientras el hombre limpiaba los cristales de la ventana, el menor aprovechó y se vistió velozmente mientras pensaba algo absurdo.
—En vez de gastar tanto, sería mejor vivir juntos, no ocupo mucho espacio así que puedo dormir afuera en la casita de Mila y Mali —bromeó, pero Stefan por alguna razón sonrió después de humedecer sus labios.
Claramente no lo tomó en serio, pero solo de imaginar a Calem todas las mañanas y noches con él, se lo hizo sentir extrañamente realizado.
—Claro, porque la casa de mis perras debe tener el doble de metros cuadrados que todo tu departamento roñoso —se jactó y Calem abrió su boca con total indignación.
Antes de abrir la puerta, Calem no escuchó la advertencia del anciano y dos gigantescas Rottweilers entraron corriendo.
Saltaron sobre la cama, saludando emocionadas a Stefan y seguido meneandose alegres por la presencia de ese joven que ya reconocían por su encuentro anterior.
—Las dejas subir a la cama... —Se asombró —. Además... —siseó cuando vio cómo las acariciaba y jugaba ligeramente bruto con esos preciosos ejemplares.
Su mirada se suavizó, evidentemente Stefan escuchó sus consejos y estaba siendo más honesto con sus queridas mascotas. Había empezado a abrir su corazón a esas criaturas que tanto lo amaban.
Eso le dió esperanza a Calem.
¿Esperanza de qué?
Quien sabe.
Él fingía no saberlo.
Todo estaba bien, no lo arruinaría con pretensiones o cambios bruscos... prefería esperar pacientemente.
—No las dejo, ellas hacen lo que quieren —se defendió el indefendible y ambas corrieron hacia la cocina al escuchar que estaban recargando su plato de comida.
—Sí, ajá, seguiremos trabajando con tu honestidad —pensó en alto y Stefan lo ignoró rotundamente.
—Deberías trabajar con tus mamadas, sigo en shock por no poder hacer el sesenta y nueve como Dios manda.
Calem rodó los ojos con un ligero rubor.
—Dios no manda nada de eso, cavernícola sexópata.
Calem se despidió al son de "te veo más tarde", listo a salir por la puerta... en realidad, casi salió, pero regresó extrañamente rápido.
Apoyó su mano en el sofá y depósito un rápido beso en su mejilla, sonriendo justo frente a sus labios, como si eso que hizo fuese una especie de travesura o azaña.
Stefan quedó en blanco.
Seguido tomó coraje y sujetando su cintura lo acercó a sí, devolviéndole esa salvaje sonrisa y besando sus labios, acción que llevó a las manos de Calem a enredarse en ese semilargo cabello y jalar con cierta excitación de él, jadeando bajo al separarse de ese beso corto y cargado de sentimientos.
—Ahora sí, lárgate.
—No me extrañes —ironizó saludando con la mano en alto al darle la espalda y salir de la habitación.
Caminó con paso firme ignorando el dolor y buscó su maletín con la mirada, recordando que sus cosas estaban en el auto.
—Señor —lo llamó una mujer mayor sonriendo amenamente y cuando levantó su mano ahí estaba lo que él joven buscaba.
—Oh, se lo agradezco...
—No hay por qué —le restó importancia y le indicó que la siguiera hasta la cocina—. El señor Diederich nos encargó tu desayuno, espero sea de su agrado —informó y en la mesa había tostadas con mermelada, una manzana cortada en trozos grandes, café bien caliente con mucha azúcar y poca leche, exactamente como le gustaba.
—E-Esto... —Se le hizo agua la boca, tenía demasiada hambre, pero no contaba con el tiempo suficiente y el trabajo era lo más importante en su vida—. Le juro que lamento no poder quedarme, llegaré tarde y...
—Hay un auto esperando por ustedes en la puerta, tiene más de diez minutos para comer adecuadamente y llegará sin contratiempos a la empresa.
Eso lo sorprendió y cauteloso se sentó.
—¿Un auto?
—El señor ordenó por él mientras usted tomaba una ducha... —Ella miró al joven y le acomodo el cuello de la camisa que se había arrugado por semejante beso compartido minutos atrás—. Puede parecer un irresponsable, pero se ocupa mucho de las cosas que le importan —aseguró confiada y Calem sintió la sangre bombear en su rostro.
—P-Puede ser ¿Quién sabe? —tartamudeó y le dió una gigantesca mordida a la tostada—. Delicioso, es realmente... Wow ¿Esto es pan? Es como si toda mi vida hubiera comido cartón en comparación... Pensé que mi mamá era la mejor, pero esto es otro nivel.
—Lo encargamos de una gran panadería orgánica que trabaja cada pedido de modo particular.
—Suena costoso —dijo tomando su café con cierta velocidad.
Ese comentario la hizo levantar una ceja y cubrir su boca al reír.
—Jovencito, sí que eres diferente.
—Si lo dice con una sonrisa, debe ser un cumplido —comentó devolviéndole el gesto y haciéndola abrir sus ojos un instante.
Calem y su nulo sentido del coqueteo, ni las señoras mayores se salvaban de esa sonrisa.
—Ya hacía falta algo que le diera emoción a la vida del señor Diederich —aseguró con una mirada suspicaz, verdaderamente contenta de que el señor de la casa por fin estuviese en compañía de alguien que le diera vida al lugar.
—Dagger ¿fuiste a la reunión de la mañana? —preguntó Toby, que acababa de llegar, con su cabello rubio todavía mojado.
El aire en la oficina era refrescante, un día brillante y luminoso, como si el buen estado de ánimo de Calem afectara su entorno... Obviamente era una simple casualidad, pero le agradaba el buen clima y la pacífica mañana que avanzaba con lentitud.
—Sí... —Antes de oírlo suplicarle que le dijera de qué hablaron y demás cosas, se adelantó y continuó—: te enviaré el vídeo a tu móvil, suelo grabar con una aplicación las reuniones o temas importantes para repasarlos en casa y así no olvidar nada —finalizó sacando su móvil y Toby contuvo sus ganas de abrazarlo, juntando sus manos como si le estuviera rezando.
—Eres increíble, en serio, te admiro —dijo un sin fin de cumplidos y Calem simplemente le extendió su móvil para que anotase su número, lo hizo y envió lo necesario.
—Procura llegar a tiempo la próxima vez —advirtió Vaughan con voz estricta a sus espaldas, infartando al menor de los tres, mientras que a Calem solo lo hizo sonreír.
—Buenos días, otra vez —dijo con sus ojos miel brillantes y una ligera línea negra bajo estos por la falta de sueño.
—Buen día —le devolvió el saludo y su cambio de expresión indicó que tenía algo más que decir —: Después del primer almuerzo viene uno de los jefes de RR.PP Sovering del norte y nuestro ex-jefe, los tres vamos a tener una reunión y me gustaría que mi gerente y tú estuviesen allí, Calem.
—¿Yo? ¿Por qué?
Vaughan le miró con paciencia, conteniendo sus ganas de acomodar ese mechon rebelde que se asomaba sobre su coronilla.
—Quiero presumir a mis mejores empleados... —dijo con un tono relajado, para recobrar la seriedad—: La verdad es que Fox es muy eficiente y sé que estará respaldándome, pero no la conozco tanto como a ti, por eso tenerte cerca me daría verdadera tranquilidad... La verdad dudé si pedirte esto porque sé cómo es tu personalidad, pero es la primer reunión a la que iré como Jefe y estoy... ansioso.
Los ojos de Calem reflejaron su emoción y se acercó con una sonrisa.
—¡Claro! —No se sentía presionando a hacerlo, sino que deseaba verdaderamente ayudar a Vaughan, de hecho, era la primera vez que le pedía algo así.
Si hubiera que nombrar un común denominador en ese par, era lo independientes y centrados que podían ser con sus trabajos... pero empezaron a sentir que podían contar un poco en el otro sin sentirse mal por ello.
Al tenerlo de frente pudo notar sus ojeras y se inclinó hacia Calem, lo suficiente como para distinguir un agradable y nuevo olor a shampoo en su cabello.
—¿Te encuentras bien? —indagó analizando sus facciones y éste le restó importancia con el movimiento de su mano.
—No es nada, solo tuve una noche... agitada. —soltó llevando una de sus manos a su cuello, justo donde Stefan había clavado sus dientes.
La mirada de Toby era muy transparente, casi soltando un "Mmh" cómico.
Vaughan por su parte abrió sus sutiles párpados, que casi siempre estaban entrecerrados formando una mirada suave, para verse fijos en Calem.
Cuando éste se dio cuenta de lo comprometedora que fue su confesión, fingió que no era eso a lo que se refería y rodó los ojos en dirección a Toby.
—Porque tuve muchas tareas pendientes en casa —aclaró hastiado y recordó que verdaderamente tenía mucha ropa en el cesto y debía ir a lavarla esa tarde.
—A trabajar —le ordenó a Tobías y éste corrió a su cubículo.
Seguido miró a Calem y peinó su cabello hasta que se vio armonioso, dejando una que otra caricia afectuosa en su cabeza antes de finalizar.
Calem levantó la vista en su dirección y se percató de que Vaughan guío sus ojos a sus pupilas fijamente, sin titubeos o discreción.
—Si lo que sea que te tiene tan agotado es la misma razón por la que pareces más alegre y asequible últimamente, yo voy a estar de acuerdo con ello —finalizó al regalarle una de sus mejores sonrisas y el corazón de Calem se aceleró.
Su admiración y cariño por él era tal, que recibir ese tipo de apoyo le otorgó una felicidad inmensa.
Antes lo sentía lejano e inalcanzable a todo tipo de interacción no laboral. Se negaba a fraternizar en su trabajo porque no quería ser una carga, que descubrieran su amputación y le vieran diferente de mala manera.
Pero desde la llegada de Stefan a su vida, inconscientemente se había vuelto más honesto y cercano a los demás, esperando que más personas lo vieran con la misma igualdad que Stefan lo hacía.
Eso lo hizo sonreír en su sitio, ansioso por la hora del almuerzo y poder verlo... Pero la verdadera ansiedad apareció cuando leyó un atípico mensaje de sus padres en su móvil:
Le dijeron con pocas palabras que su testarudo hermano tenía problemas y le pedían que hablara con él.
—¿Qué carajo significa...? —balbuceó y su mano tembló, sujetando su muñeca con su otra mano—. Calma, si fuese tan grave hubiesen llamado... —dicho esto último notó la infinidad de llamadas perdidas.
Intentó calmarse y contestó con la mayor tranquilidad posible en su situación, preguntando qué había sucedido y que si no era algo urgente los llamaría.
Eternos minutos después recibió un "ok" seguido de un "olvidé que estás trabajando ahora mismo, hablamos cuando termines" de su padre.
Por lo menos no sonaba extraño o alterado por texto. No usó mayúsculas o lo llamó directamente, como hubiese hecho su madre si era algo de urgencia inmediata.
Eso tranquilizó momentáneamente a Calem, pero en el fondo no podía dejar de pensar qué era lo que sucedía con Marc e intentó como pudo mantener sus emociones a raya.
Antes de poder huir hacia su lugar de encuentro habitual y desahogarse con Stefan, Tamara, su compañera, le encargó recoger unos papales que fueron a parar a recepción ya aue el novato encargado olvidó hacerlo antes de salir por su almuerzo.
Sin ánimos en absoluto fue a su escritorio, tomó un frasco de píldoras e ingirió uno de sus calmantes sin siquiera pasar agua por su garganta.
Lo bueno de haber tenido que tomar medicamentos, antibióticos y un sin fin pastillas después de su accidente, fue la facilidad con las que pasaban por su garganta en la actualidad.
Y gracias a Dios era un fuerte chico de campo, porque después de la desenfrenada noche que compartió con Stefan, si su cuerpo no tuviese resistencia, habría colapsado horas atrás.
Con un traje blanco, que constaba de un pantalón tiro alto, camisa y chaqueta del mismo color que su atuendo inferior, accesorios en dorado al igual que su cabellera y zapatos taco alto, llegaba a la empresa para arreglar unos asuntos y papeleos que Stefan odiaba atender, pero debían hacerlo de todos modos.
Calem vió a Stefan dentro del ascensor ejecutivo y levantó su mano para saludarlo, pero una cabellera dorada y larga entró al cubículo frente a sus ojos, tomando ambas mejillas de su colega sexual y mientras las puertas se cerraban se podía deducir claramente cómo esa alta mujer lo besaba.
No podía creerlo.
Después de todo lo vivido, sus expectativas tan elevadas en su relación y lo que creía saber sobre Stefan, todo sufrió un colapso.
¿No que eran importantes los besos para él? ¿No era especial? ¿No le era difícil besar?
No iba a quedarse así y le envió un mensaje, al son de "tú, yo, el armario, ahora".
Mientras lo esperaba allí, mil escenarios y excusas pasaron por su mente, repiqueteando su dedo incidente sobre su otro brazo al tenerlos cruzados, su postura delataba lo enojado que estaba y parecía arder allí dentro.
Pero en el momento que ese gigantesco hombre cruzó la puerta, todas sus ideas consiliaron una en común: "¿Qué le reclamarás si no son nada?", haciendole difícil pasar saliva por la sequedad que experimentó su garganta.
—Hey, enano ¿Por qué la urgencia? —increpó sin ningún tipo de remordimiento por lo ocurrido en el ascensor.
Esa actitud desconcertó a Calem.
—Quería... —suspiró y se resignó —. Quiero tener sexo —demandó entre confundido y cauteloso, dejando su móvil sobre el estante.
Stefan inclinó su rostro leves centímetros para la derecha y curvó sus cejas.
—No pensé que pudieras siquiera caminar después de anoche y quieres seguir... Es decir, por mí genial, pero tú... —No sabía bien cómo expresar su preocupación y acercó su mano a su rostro, siendo evadido por Calem al quitarse su camisa rápidamente.
—B-Bueno, pues ocurrió algo y una cosa llevó a la otra, así que hagámoslo.
Stefan sonrió confundido y le restó importancia al encogerse de hombros.
—Tampoco iba a hacerme de rogar —ironizó al repetir la acción de su colega y descubrir su trabajado torso, sonriendo con soberbia al ver la mirada fija de Calem sobre él.
Pero Calem estaba pensando en algo completamente diferente: que Stefan había dicho que no tendría sexo o besaría a otros, pero, si besó a otra persona, también podría haber tenido sexo. Uno sin protección, tal vez, aunque dijo que no era de hacerlo de ese modo sin ver sus certificados de salud, ahora todo parecía estar en tela de juicio.
Basta una única mentira, para poner en duda todas las verdades.
—Pero con condón —aclaró y Stefan se vio confundido.
—¿Excuse me? —habló con tono de burla y Calem no estaba jugando en absoluto—. Ayer casi te reorganicé los órganos desde adentro y ahora quieres...
—¿Aceptas o no? Nunca lo hice con uno, no sé cómo se siente, si no quieres solo vete —habló fríamente y eso sí fue nuevo para Stefan.
Calem no tenía cambios de actitud repentinos, esto era nuevo y no planteaba acostumbrarse a esa nueva faceta déspota de su colega.
—Puedo hacerlo como quieres, pero pídemelo bonito o te quedas sin follar.
Calem rodó los ojos y Stefan ya no entendía nada en absoluto, en ese momento sería cuando ese pequeño chico soltaba algo irónico y le sonría.
¿Por qué no le sonreía? ¿Por qué se sentía lejos?
—¿De verdad estás bien? —preguntó con todo el valor que acumuló, ya que no le era sencillo o natural mostrar sus emociones, aunque fuesen de preocupación.
Calem cerró sus ojos y suspiró.
—Algo le pasó a mi hermano y estoy muy ansioso porque todavía no sé qué es —admitió, siendo de algún modo verdad, ya que era parte del enorme tormenta de emociones acumuladas de Calem.
Y la intensidad de esta tormenta era de esas que arrastran consigo casas enteras hasta los cimientos.
—Ah, ya veo.
No dijo más a medida que desprendía su pantalón y liberaba su erección bajo su bóxer. Al bajar la mirada hacia esa zona sus semi largos cabellos ondulados y recogidos se escaparon de su media coleta y cayeron por uno de los costados de su rostro, dándole un aspecto sumamente erótico mientras se masturbaba lentamente.
Una vez erecto sacó de su caja habitual el paquete con la talla más grande de condones que encontró, lo abrió con sus dedos y el calor en Calem ya había pasado los límites que creía tener por el agotamiento.
Bajó sin emoción visible su viejo pantalón, giró su cuerpo y le dio la espalda. No quería verlo, no quería pesar en nada. Estaba cansado de todo.
—¿Debería prepararte? —susurró casi hablando consigo mismo cuando sus grandes dedos tomaron el redondo trasero de Calem, lo presionó y abrió, introduciendo su dedo pulgar estiró esa enrojecida zona íntima.
Un gemido escapó de los labios del menor y apoyó ambas manos contra la pared.
—Vaya, realmente me sorprende tu cuerpo, todavía estás muy suave aquí, mira cómo puedo abrirte —advirtió estirando con ambos dedos ese orificio.
Cada vello y centímetro de piel se erizó en Calem, curvando su adolorida espalda.
Se inclinó descansando el peso de su cuerpo sobre sus rodillas y sin previo aviso su rostro se encontraba frente a frente con semejante espectáculo visual.
—Eres tan eficiente limpiando todo, el semen rebasaba una y otra vez justo en este erótico punto hace pocas horas... Todavía recuerdo ese obsceno sonido al chapotear, era algo así —finalizó victorioso antes de sacar su lengua e introducirla lo más profundo que pudo, oyendo los quejidos impactados y deseosos de su colega.
—Aah, carajo, yo nunca, tú jamás... —gimió clavando sus uñas en la superficie lisa frente a sus ojos, sin poder explicarle a sus pulmones que debían respirar correctamente.
—Ohh, sí, algo así era el sonido —afirmaba y en medio de cada palabra probaba una y otra vez ese lugar que tanto disfrutaba penetrar de todas las formas posibles.
—Solo... ya hazlo —pidió con su frente contra la pared y sus manos empuñadas sobre la misma superficie.
Stefan levantó su barbilla e hizo un gesto ligeramente incrédulo.
—Bien, basta de juegos —dijo irguiéndose, atento a la nuca de Calem y cómo sus dientes todavía podían verse allí marcados—. Intenta no desmayarte.
Una vez terminó su frase, arremetió lenta y duramente, invadiendo y expandiendo el interior de Calem, mismo que recordaba perfectamente la forma del hombre que lo moldeó incansables veces antes de que saliese el sol ese mismo día.
Los gemidos de Calem parecían ser de dolor y la forma en la que alejaba la parte superior del cuerpo de Stefan lo estaban inquietando.
—Más —demandó con un hilo de saliva descendiendo por su barbilla, siquiera parecía poder cerrar su boca correctamente.
—¿No piensas decirme qué ocurre? —manifestó su duda cerca de su oído y Calem se encogió levemente, volviendo a mover su cadera, más fuerte, rápido y profundo.
Ya en el límite de su poca paciencia Stefan tomó su rostro fuertemente desde atrás.
—Algo no está bien contigo.
Pero Calem sonrió desafiante.
—Si crees que a la fuerza conseguirás algo de mí, me estás subestimando demasiado. Deberías centrarte en follar apropiadamente, porque estoy durmiéndome aquí.
Eso despertó la competitividad en Stefan y el sexo retomó su vaivén desenfrenado, sin pensar, sin charlar, sin sentir más allá de lo físico.
Una vez ambos acabaron, se sintió una especie de vacío y mal sabor en ambos. Eso no había sido como debería, algo faltaba y muchas malos sentimientos sobraban.
Acomodaron su ropa apropiadamente y Calem se dispuso a salir, sin siquiera saludarlo, mucho menos mirarlo, mas Stefan tomó su mano, impidiendo que lo dejara.
—Dimelo... —articuló nuevamente, pero esta vez con un tono neutro, rozando peligrosamente con la preocupación y amabilidad, atípicas en él.
Sin levantar la vista hacia Calem, jaló lentamente de su pequeña mano y con su mano izquierda tomó el brazo libre de Calem, apoyando su rostro inclinado en el pecho del joven.
—Nada... Es solo que estaba... Irritado.
Le costó admitirlo, ya que ni él mismo entendía todo lo que hacía cortocircuito en su interior. Sin contar la falta de sueño, agotamiento y hambre que solo empeoraban su estado mental.
—¿Cómo diablos no ibas a estarlo si tuvimos sexo de esta forma? Pero bien que lo pedías a grit...
—¡No hablo de tener irritación en alguna parte del cuerpo, hombre! Decía de... Es... —Apretó sus puños— Quería liberar estrés, como dices, para eso nos juntamos y tenemos sexo, para satisfacer nuestras necesidades mutuamente, eso necesitaba.
Eso sí lo dejó en silencio unos segundos, sus cejas se curvaron gracias a la sorpresa y confusión.
«¿No habíamos avanzado? ¿Qué esta diciendo?» esa negra nube revoloteó por la cabeza de Stefan y su mirada inquisidora mostraba su desconcierto.
—No entiendo por qué mierda estás así. Es decir, ¿Qué diablos quieres de mí?
«¿Qué quiero? Todo, pero podría empezar por...»
—Que me beses —demandó con una mano en su cadera.
—¿A-Ah? —acalaró su garganta un poco y se irguió, tomando una posición corporal más confiada— ¿Por qué?
—Dijiste que los besos eran importantes, demuéstramelo, bésame, aquí. Ahora —exigió fuera de sí.
Quería confirmarlo, quería ser especial. Supuso que beso a esa otra persona porque era alguien importante para Stefan, pero él también era importante, quería serlo.
Tal vez no era su novio como creyó la noche anterior, pero era su colega sexual y ya había probado estos tercos y dulces labios. Debía significar algo.
Se sintió valioso en su vida y besarlo reafirmaría el hecho de que Stefan lo hizo porque lo deseaba y no por un esporádico momento de calor.
—No —contestó reacio.
Pedirle eso tan de repente y sin emoción en su voz, viéndose tan consternado y sin su alegría habitual, confundió a Stefan. No le era fácil y después de tantos años no podía apresurarse a cambiar de la noche a la mañana.
—Hablo en serio, solo uno y ya. Prometo conformarme, no volveré a pedirte demasiado, solo hoy... —rogó llevando ambas manos a la camisa de Stefan, se sentía débil de muchas maneras y quería aferrarse a algo.
Sentirse bien a pesar de que todo pareciera estar mal.
—Si crees que a la fuerza conseguirás algo, me estás subestimando demasiado —citó sus palabras y Calem frunció negativamente sus cejas, apartándose.
No fue su intención presionarlo, pero no estaba razonando correctamente y la imagen de esa persona besando a Stefan se repetía como un bucle infinito en su memoria.
—¿Por qué no quieres? —preguntó ocultando su nudo en la garganta.
Hace unos instantes acababa de besar a alguien, ¿Por qué a él no? ¿Por qué no tenía el mismo valor en su vida que esa mujer?
—¿En serio lo preguntas? —inquirió sorprendido y ofendido por la actitud de Calem, que ayer mismo parecía entender sus sentimientos y traumas a la perfección y ahora estaba actuando como un desconsiderado— Porque no, es un tema jodido para mí y no puedo besar a alguien de repente.
Calem chasqueó la lengua y se cruzó de brazos.
—Te ví hacerlo con una mujer.
El rostro de Stefan se contorsionó en una clara negativa a esa idea.
—No es cierto.
—¡Lo es! No me tomes por idiota. Tú eres muchas cosas, pero no un mentiroso, así que sé hombre y admítelo, por lo menos.
—Es que no es así, estás delirando.
Calem sintió que estaba insultando su inteligencia al negar algo que claramente vio y apretó los dientes, iracundo.
—¿Ah sí?—dirigió su rostro hacia Stefan y caminando hacia adelante lo hizo dar dos pasos atrás, hasta chocar contra la pared— Rubia. Alta. En el ascensor. Sus brazos alrededor de tu cuello como su fuese una boa constrictor.
En ese instante algo hizo sentido en Stefan.
—¿Paris? —inquirió casi riendo.
—¿Mágicamente recuerdas?
—Es que estás equivocado de muchas maneras —informó casi arrogante, negando con la cabeza— No nos besamos, solo hace eso porque es una persona muy rara y sabe que odio que intenten besarme, pero puse mi mano en su cara, como siempre.
La expresión de Calem titubeó, pero la subida de adrenalina y lo irreal que sonaba eso, junto a lo que creyó ver y sumando lo alterado que estaba por no saber qué sucedía con su hermano mayor, sintió que todo se le iba de las manos y quería aunque fuese un poco de estabilidad.
Estabilidad que no iba a conseguir en un colega sexual.
—Joder, en serio que ponerte así por algo tan estúpido —soltó con nula madurez, delicadeza o conocimiento sobre relaciones románticas, cualquiera con un mínimo de experiencia no se hubiese reído al ver el desequilibrio en su "pareja".
—Aunque eso fuese verdad... digamos que creo en ti, ajá... bien. —Levantó su mirada con resignación— Esto hizo que me diera cuenta de algo que no puedo dejar pasar... es decir, llegué a rebajarme tanto como para rogar por algo básico ¿No se te hace patético?
La mordacidad con la que soltó aquello volvió el rostro de Stefan a la seriedad.
—¿Patético?
—Exacto. Yo era alguien seguro de sí mismo, incapaz de restarme el valor que sé que tengo y merezco... pero ahora, en este preciso instante estuve humillándome por ti, rogándote por algo que me haga sentir especial... Suplicándole migajas de cariño a alguien que es incapaz de quererme honestamente y todo le importa una mierda.
—¡A ti te importa un carajo todo! Ya hablamos de esto, creí que lo entendías, precisamente eso no puedo dártelo como el resto podría —masculló con sus puños apretados y su mirada evasiva a los ojos de Calem.
—¿Hablas de besarme o quererme? —esa declaración de proporciones nucleares detonó sin previo aviso y Stefan contuvo el aire.
Todo en Calem temblaba por dentro y ciertas centrales nerviosas se exteriorizaron, como sus manos y pierna, esta última parecía que en cualquier momento flaquearía a causa del estrés de la situación.
—No puedes siquiera responder algo tan simple...
Stefan se encogió levemente y algo en su pecho se removió violentamente. Después de años sin expresar sus emociones, ahora le estaban pidiendo una fuerte y clara confesión de amor.
—Estoy intentándolo... Me esfuerzo —admitió llevando una de sus manos al centro de su pecho, presionando la tela de su camisa entre sus dedos.
Calló, para seguido abrir unos pocos milímetros su boca, como si las palabras se hubieran atorado en su garganta.
Quería ser normal para Calem, llenar sus expectativas y deseos en ese instante, pero parecía que incluso físicamente le era imposible exponer sus debilidades sin titubear.
—Comportate como un adulto, yo lo estoy haciendo y te estoy diciendo todo lo que no me atreví en meses: que estoy harto de tener algo a medias, de no saber qué sientes, ser y no ser, no discernir hasta qué punto puedo ilusionarm...
Su silencio cabreó más a Calem, lo hacía sentir un lunático monologándo.
—¡Di algo! —vociferó, sintiendo un picor detrás de sus ojos, señal de que pronto se llenarían de lágrimas— ¿O acaso vas a echarle la culpa de todas las putas decisiones que tomes en tu vida a los fantasmas de tu pasado?
Stefan frunció sus cejas, llenó sus pulmones de aire y la forma acusatoria con la que miró a Calem le quitó el aliento, pero no retrocedió.
—No vengas a refregar mis traumas en mi cara como si nada ¿Crees que estás mejor que yo? Sigues ocultando tu jodida pierna de hojalata como si tu vida dependiera de ello y de modo hipócrita te metas en mi vida.
—El colmo —se quejó iracundo—. ¿Qué diablos estaba esperando de ti? En serio, dejaste todo claro desde un inicio y fui un imbécil por siquiera creer que llegamos a tener algo especial, es decir, eres incapaz de darme lo que quiero de ti y yo no puedo rebajarme a suplicarlo.
Se giró en dirección a la puerta y Stefan lo sostuvo del brazo.
—Suelta, algunos sí tenemos que trabajar, al menos en eso sé maduro —intentó jalar su brazo, sin éxito, su mano parecía un grillete inquebrantable.
—No vas a irte en medio de la puta conversación —decretó soltándolo para cerrar la puerta. El dolor lo consumía completamente, transformandose en ira para así protegerse a sí mismo de la tristeza que le ocasionó todo lo ocurrido—.¿Quién diablos querría tener algo serio contigo? Eres un jodido desastre que prefiere trabajar que vivir, y cuando no, solo piensas en tu puto hermano cada vez que vas a hacer algo que requiera un mínimo de valor o te obligas a hacer mierdas que no quieres con tal de no delegar a alguien má...
—¡Hablas sin saber! —interrumpió.
—¡Claro que sí sé! ¿Cómo no hacerlo si te la pasas lloriqueando por ese imbécil a quien claramente le vales verga! ¡Ya supéralo! Si tanto quieres que otros superen lo que los aterra, hazlo tú primero. Vamos, dilo, repite después de mí: "mi hermano me odia".
Los grandes ojos miel no pudieron contener más el mar de lágrimas que venían reteniendo y mordió sus labios, todavía viéndose cegado por el enfado al igual que su colega.
Calem levantó su rostro excesivamente enfadado, como nunca antes, y soltó una de las declaraciones más impactantes que pudo haber dicho:
—No quiero... No, no puedo seguir siendo tu colega sexual.
Ahora quien parecía estar a punto de romperse era Stefan, su corazón bombeó con tanta presión que le zumbaron los oídos y oyó un agudo pitido ensordecedor.
—E-Esta relación no es suficiente. Ya no quiero seguir haciéndome esto, no lo soporto, solo quiero que todo acabe, nunca debí aceptar algo así, fui un imbécil —sollozaba secando su rostro bruscamente con sus mangas, odiando el no poder evitar llorar por más que quisiera.
—¿Es... así? —jadeó Stefan con un hilo de voz, viendo lo mal que se hallaba su tan importante colega frente a sus ojos.
El mismo que tantas veces le regaló sonrisas y procuró hacerle bien, ahora se veía completamente desolado entre pequeñas perlas de agua que rodaban sus mejillas y parecían no tener un fin.
Ya no había enojo ni hostilidad en su voz, sino remordimiento en su estado puro.
Llevó una mano a su rostro y su espalda chocó contra la pared cuando casi perdió el equilibrio.
—Mierda... es... Esto es mi culpa ¿Verdad? Jodí todo —esas últimas palabras tuvieron un impacto catastrófico para Calem.
Si a Stefan lo mortificaba no ser suficiente, a Calem lo destrozaba que Stefan cargara con esa mirada llena de culpa.
Notó que su móvil no había parado de brillar sobre el estante y recordó la importante reunión de su jefe, la había olvidado por completo y ya era demasiado tarde.
Salió de la habitación con sus ojos hinchados y Stefan no lo siguió, no pudo procesarlo.
Llevó una de sus manos a su otro brazo y presionó allí, como un vago intento por consolarse, tranquilizarse a sí mismo.
Y una vez más, su felicidad parecía desvanecerse dentro de un pequeño armario.
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