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Pasión en armario.


Pov Stefan.

Su actitud cambió drásticamente y accedió a hacerlo. No iba a preguntar por qué o qué le pasaba para tomar esa decisión de repente, ya que no me importaba un carajo y mientras le pudiera dar no había problema para mí.

Sorpresa número uno: él realmente vino. Y sorpresa número dos: aceptó tener sexo. Una buena mañana y ni siquiera era medio día.

Di unos pasos en su dirección y me detuve al ver su almuerzo. «Quizá su intención en primer lugar era comer y por eso no apareció a la hora acordada» pensé. Pero junto a éste había una caja con algo inusual dentro.

—Hey ¿Qué es... esto? —inquirí abriéndola y enseñándole el jodido consolador y distintas cosas sexuales al muchacho—. No intentes decirme que son parte de los artículos de limpieza.

—Ohh cielos... —cubrió su cara con vergüenza ajena y propia, moviendo su otra mano para restarle importancia—. Deja eso por favor.

—Entonces sí que es tuyo —no pude contener la risa y me empujó, queríendo alejarme de la caja y casi cae al percatarse que no traía su prótesis.

Soltó un sonido parecido a un "Uops" y retomó su postura, sujetándose de una caja enorme detrás de él y sonriendo orgulloso, casi apaludiéndose a sí mismo por no caer de cara al suelo.

«Cierto, a este tipo le falta una pierna» Levanté la mirada a su cadera y recordé su perfecto culo. «Como si me fuese a importar, con ese culo puede tener tentáculos si quiere que le sigo dando»

—Hay dos opciones: o estuviste todos estos años reprimido y desesperado por tener sexo fantaseando y jugando con estas cosas en tu trasero; o no eres virgen, solo dilo, no juzgo hombre. —continué burlándome por sus juguetes sexuales.

Enfureció todavía más, parecía que iba a irse si continuaba hostigándolo, pero no se quedó callado y levantando la mirada se defendió.

—Cierra tu boca —miró a un lado—. Dijiste que viniera preparado, así que estando ebrio busqué en internet y eso hice. Dijiste... cosas tan extrañas que no pude pensar en otra cosa —admitió con normalidad—. No todos estamos acostumbrados a que un extraño nos haga esas propuestas.

Acaba de admitir que pensó en mí todo el día de ayer. Mi ego estaba complacido con su ingenuidad.

—Me refería a que te prepararas mentalmente, porque sería tu primera follada —sonreí con sorna—. Yo siendo generoso con el virgen y mira tú, todo un pervertido —estrechó los ojos y abrió su boca indicando—. Si estás tan deseoso vayamos a los bueno. —me acerqué por completo y alejó un poco la parte superior de su cuerpo hacia atrás.

—Esp-Espera —elevé las cejas—, ve despacio ¿Entendido? Si haces algo que me haga doler me iré, me iré y n-no apareceré más por aquí. —me amenazó convencido y temeroso.

—Investigaste eh, que aplicado. —me mofé de él pero esa mirada decidida continuaba en su suave rostro y cada parte de mi cuerpo se emocionó.

Quería cambiar esa confianza y altanería por éxtasis, que me suplicara con esos rojizos y carnosos labios que lo penetrara duro.

Ese pensamiento envió una corriente eléctrica directo a mi entrepierna y me puse duro rápidamente.

—Si supones que no te va doler entonces eres más crédulo de lo que pensé —eso lo hizo empalidecer—. Pero sé como tratar a los tipos como tú, así que relájate.

«De hecho no suelo hacerlo con novatos porque me fastidia tener que prepararlos cuidadosamente, prefiero que ellos mismos se dilaten y cuando estén listos follarlos. Pero con ser menos impulsivo y brusco que de costumbre bastará... Espero.»

—¿"Como yo"? —preguntó con frialdad bajándome de mis pensamientos.

—Virgen —parecía sorprendido y rodé los ojos—, cero kilómetro, aceite de oliva, sin estrenar, próximo al convento, más cerrado que las puertas del cielo para Hitler ¿Quieres que sea más específico?

—¡Ya entendí, gracias! —no sé por qué, pero sonrió segundos después.

Lo miré atentamente cuando su camisa desordenada me dejó ver la piel de su abdomen al cruzarse de brazos, parecía tan suave y tentadora que volví a calentarme solo con eso.

—No prometo ser gentil —toqué su cuello—. Pero hoy, como es tu primera vez, te destrozaré con cuidado... —afirmé pensativo— Supongo. —mostré mis dientes en una maliciosa sonrisa e intentaba no mostrarse asustado.

Debo dejar de prestarle tanta atención a su persona, que esté tranquilo o inquieto no me concierne, solo quiero poseer ese pequeño e insinuante cuerpo frente a mis ojos.

Acorté toda la distancia y tomé su cadera sobre la ropa, viendo como se tensaba con algo tan superfluo.

—Y tú solo... Solo así —preguntó mientras yo desabrochaba los botones de su camisa blanca— ¿Puedes hacerlo con cualquiera sin problemas?

—Si a lo que te refieres es si se me para con cualquiera la respuesta sería no. Tiene que tener un cuerpo que me guste, ese es el único requisito.

—El c-cuerpo eh... —«¿Habla cuando esta nervioso o qué?»— ¿Mi cuerpo es de tu tipo? Porque... Ya sabes, me falta una pierna. —al quitarle finalmente la camisa me detuve fascinado por la vista, su menudo pecho con esos pequeños pezones pedían a gritos que me lo cogiera.

—Solo me interesa ésto de aquí —lo tomé por el trasero acercándolo y rozando su entrepierna con la mía, acción que lo hizo encogerse entre mis brazos y sujetarse de mí para no perder el equilibrio—. Y quizá... ésto —con mis dedos toqué su labio—, solo si los usas bien y me la chupas. Más allá no me importa —sonreí con obviedad y sus grandes ojos miel se abrieron del todo.

Su respiración se volvió irregular cuando bajé mi mano de su boca hasta ese delicado botón en su pecho, provocando que soltase un jadeo temeroso y cerrara fuertemente sus ojos. Tomó mi brazo y lo apretó, mientras mi otra mano permanecía en su redondo trasero.

Su calor era esquisto, ardía cada vez más, la fricción aumentaba y cualquier lugar que acariciaba parecía reaccionar a mí. Era endemoniadamente receptivo y levanté la barbilla extasiado.

—Joder, me pones así solo con esto, es... espectacular—articulé incrédulo, viendo como abría uno de sus ojos para verme hacia arriba.

—No he hecho nada —jadeó cuando pellizqué su pezón y ahogó un fuerte gemido hundiendo su rostro en mi camisa—. N-No hagas eso, no es... Se siente raro —se estaba dejando llevar y su erección rozó con la mía a través de la tela.

Fascinante.

En medio de caricias y jadeos se colocó en puntitas de pié, acercando sus labios a los míos. Me asombró, ya que no pensé que fuese a tener el valor de moverse en absoluto por como temblaba su cuerpo.

Lo tomé de la barbilla, ladeé su rostro inclinándome hacia su cuello, rozando y lamiendo allí de forma dominante, oyéndolo gemir muy cerca de mi oído.

—Nada de besos. —le informé al erguirme ligeramente, quedando a milímetros de su rostro.

—¿Q-Qué? —preguntó conteniendo sus quejidos cuando apreté su trasero, estrujándolo contra mí.

—No doy besos. Ni se te ocurra intentar besarme. Es la única regla. —no muy convencido asintió y con brusquedad comencé a desabrochar su pantalón, liberando su erección al bajarlo finalmente junto al bóxer.

¿Quién hubiese imaginado que debajo de esos feos pantalones holgados y camisa sin gracia había semejante potencial sexual?

Del mismo modo saqué mi pene de su asfixiante encierro y esas interesantes pupilas se fijaron en él. Haciéndome soltar una risa de superioridad. Sonrisa que sin duda le molestó y desvió la vista. Pero el virgen estaba tan nervioso que comenzó a aguantar la respiración.

Lo mantenía sujeto por su diminuta cintura y respiré profundo sobre su piel. Olía extrañamente bien. ¿A ésto se refería al "prepararse"?

Cada vez que me dejaba llevar y lo presionaba demasiado al mordisquear y besar violentamente su piel, parecía que le haría daño. Pero al mismo tiempo lo sentía muy resistente, sus pequeños músculos me gustaban y quería deshacerme de su puta ropa para tocarlo y apretarlo más.

Y eso hice, le quité por completo ese molesto pantalón seguido por mi camisa, uniendo finalmente todo de él a mí entre chupetones y caricias.

Inocentemente se levantó, sujetándose de mis hombros para besar y lamer mi cuello, imitando torpemente lo que yo le había hecho recientemente. Era un buen aprendiz y me ponía eufórico su entusiasmo, sumado a la química entre ambos.

—Gírate e inclinate —demandé y tomó una gran bocanada de aire mientras lo hacía.

Se giró, sí, pero no obedeció a lo segundo. Entonces besé su nuca sin una pizca de suavidad, besé casa lunar que pude ver gracias a la poca iluminación y descendí por su espalda hasta llegar a su cadera.

Sorpresa número tres del día: no solo su cintura era pequeña, que iba a juego con su precioso culo, cosa que es poco usual en hombres. Sino que poseía dos particulares hoyuelos en su espalda baja, jodidos y malditamente lindos hoyuelos. Deslicé mi lengua sobre ellos y lo sentía retorcerse con timidez.

Retomé mi postura y con una mano en su hombro lo obligué a bajar la parte superior de su cuerpo, hasta apoyar su pecho contra la superficie de la caja.

Encogió sus dos brazos entre la caja y su tórax, apenado. A esas alturas ya no pudo detener su nerviosismo por más que lo intentara y admito que me gustó ser el primero en ver eso.

—Si mantienes así el aire vas a desmayarte —musité en en su oído y se estremeció, apoyando su frente en dicha caja.

Tomé su rostro y abrí su boca demandante, al mismo tiempo mordí ese pálido hombro haciéndolo soltar un sollozo, seguido tomo una bocanada de aire.

—¿Qué parte de respirar no estás entiendo, virgen? —sus ojos llorosos me miraron con enfado.

—P-Para ti es fácil decirlo, yo soy el que tendrá que soportar ese descomunal... —mordió sus labios y volvió a apartar la vista.

Maliciosamente apoyé toda la extensión de mi erección sobre su trasero, divisando cuán profundo llegaría cuando lo penetrase completamente, contrajo sus hombros y mis manos sujetaron su cadera con fuerza. Al comparar mi pene con su cuerpo vaya que se notaba la diferencia y humedecí mis labios ansioso.

Bajé hasta sus nalgas y las separé, guiando mi miembro allí y rozando su pequeña entrada. Aterrado giró su rostro hacia mí.

—No-No se puede solo hacerlo así —su voz salió casi rota de su garganta por la mezcla entre temor y excitación.

Hablaba como si hubiese aprendido eso en una clase de historia, algo confundido y casi preguntándome si hacerlo así era posible.

—Lo sé, te lastimaría si lo metiera ahora... solo me gusta jugar un poco contigo —le di una nalgada y soltó un sollozo ahogado—, no todos los días un inexperto se me entrega tan rápido, déjame disfrutarlo.

Se levantó sobre sus brazos de golpe y lo supe, se iría ahí mismo, lo había hecho enfadar. Al parecer no es el pasivo llorón que deduje por su apariencia simple. Era todavía mejor de lo que imaginé.

Antes de que se levantara lo abracé sobre sus brazos, sujetándolo e inclinándome sobre su espalda, para luego sonreír en el hueco en su cuello.

—No te enojes —le pedí con diversión, que comenzó a transformarse en calentura por su desnudez debajo de mí—. Prometo hacerte sentir muy bien ¿De acuerdo? —lamí su oreja—. La pasaremos tan bien. —sin creerme apoyó ambas manos debajo de él, me paré derecho nuevamente y se levantó un poco sobre sus brazos, todo sin dejar de mirarme.

—Tienes un ego muy alto —masculló y levantó su barbilla—, intenta no decepcionarme.

«¿Qué acaba de decir éste tenso y tembloroso virgen con tanta altanería?»

—Porque si no soy bueno en ésto por lo menos tengo la excusa de ser "el virgen" —imitó mi voz más grave que la suya—. Pero tú, hablando tanto de follar y aparentando ser un experto, si no me complaces... —su mirada despectiva y desafiante me hizo apretar la mandíbula en una sonrisa sin mostrar los dientes.

—Jodido personaje resultaste ser —pensé en alto—. Me gustan los retos.

Estiré mi brazo hacia la caja a un costado y sonreí al ver su pánico observándome, seguro imagino que sacaría uno de esos juguetes. Pero ni loco iba a meter un consolador en ese precioso y dulce lugar, yo tenía que ser el que lo tomara primero.

Así escogí el lubricante, con una mano lo abrí y en esa misma palma esparcí bastante ágilmente, para luego arrojar el recipiente a un lado. Sin dudarlo separé sus piernas con fuerza, acerqué mis dedos a su entrada y los rocé sobre ella, bajando hasta sus testículos y viviendo a subir, para finalmente introducir el anular en su interior. Sus paredes se contrajeron y jadeó de forma sublime mientras sus piernas temblaban.

—Woh espera, e-ese lugar... —protestó tragando con dificultad.

Con mi mano libre tomé su rostro y lo obligué a mirarme sobre su hombro.

—No vine aquí para hablar —apretó sus puños y mordió su labio inferior caprichosamente.

Sujeté su pene, oyéndolo gemir y retorcerse. Era pequeño para el tamaño de mi mano, pero tenía un lindo color rosado en su punta y bellos sumamente claros en la base.

Se sentía como si estuviera haciendo algo realmente malo y dudé un segundo, si no trabajara en la empresa juraría que es un adolescente por su tamaño corporal tan diminuto a mi lado, pero la actitud desafiante del tipo no era la de un crío para nada y eso me gustaba.

—Aahg —gimió algo fuerte cuando comencé a subir y bajar mi mano en su extensión y se encorvó en el momento que lo penetré con mi dedo, hasta entonces, inmóvil en su interior.

Iba a volverme loco si no apuraba el asunto para poder follarlo, sentía que estallaría oyéndolo tiritar y gimotear debajo de mí.

Continué masturbándolo hasta que dos dedos entraron, cada acción hacía pulsar mi pene y quería destrozarlo ahí mismo.

No iba a lastimarlo, es solo que tampoco era de mi interés que lo sintiera y gozara tanto, solo sería alguien para coger. Pero no, él me desafió descaradamente y merecía una recompensa por su osadía... O un castigo. Haría que se tragara sus palabras.

Deleitándome al ver como perdía la razón y soltaba su voz cada vez más aumenté la velocidad y profundidad de mis dedos.

Su cuerpo se estremeció por completo y noté que encontré su punto dulce dentro de su caliente entrada.

Su pene vibró inmediatamente luego de meter y sacar mis dedos a gran velocidad tocando su próstata, mientras mi otra mano le daba placer por delante. Finamente se corrió en una de las paredes de la caja frente a él y su pierna le falló unos instantes, por lo que se recargó sobre esta y respiró entrecortado.

Sin darle tiempo a recuperarse continué moviendo mis dedos en ambas partes y giré mi pulgar en su húmedo glande, escuchándolo sollozar.

—N-No ah... Por favor, duele, siento que duele... —imploró entre espasmos y su magnífica reacción provocó que una punzada atravesara mi pene a punto de estallar y pidiendo atención.

—No es dolor, es sensibilidad —le aclaré con la voz ronca y casi jadeante—. Como si tu sistema sufriera un cortocircuito, se tensara y quemara —su media erección en respuesta a mis estímulos me hizo sonreír y pasé mi lengua sobre mis dientes—, pero a su vez te da un placer increíble ¿Cierto?

—Sí... Es aterrador —admitió sorpresivamente con una expresión de dolor y satisfacción.

Y ahí mi cordura expiró.

Abrí mis dedos dentro de ese inexplorado lugar y con ambas manos cubrió su boca para no gemir alto y que nos descubrieran, casi olvidaba que estábamos en el trabajo.

—A la mierda, ya es suficiente —susurré para mí mismo luego de esos eternos y lujuriosos minutos de preparación.

Nunca creí excitarme tanto solo con la previa, pero ahora venía lo realmente bueno y no podía esperar más.

Pensé colocarme un condón, porque no confío en lo que digan las demás personas sobre sí mismas, pero por primera vez no tuve deseos de usarlo.

De todos modos los controles de salud eran estrictos sobre enfermedades, trastornos y tratamientos médicos. Sin contar que el calor no me dejaba razonar bien y quería sentir enteramente cada centímetro de su interior envolviendo mi erección.

Alineé mi glande en su pequeña cavidad llena de lubricante, desbordaba ese líquido transparente y palpitaba frente mi pene como invitándolo a entrar y destrozarlo. 

Presioné un poco y sentí como oponía resistencia, tanto en su mirada como su cuerpo, por lo que comencé a besar su espalda y sin pensar el lóbulo de su oreja

—Si no pones de tu parte será más difícil para ti —advertí enterrando mis grandes dedos en su piel.

—Lo sé —jadeó tiritando—, eso intento... juro que sí, ah... Ah Cielos —podía verlo morder sus enrojecidos labios.

Cuando el glande entró por completo arañó con fuerza donde estaba recargado su cuerpo y se levantó de repente, chocando su espalda contra mi pecho. Por mi parte lo tenía sujeto de la cadera y no lo dejaría ir, parecía un animalito pequeño siendo atacado.

—Arde... mucho a-ah... —apretó fuertemente mi brazo y estiró su cabeza hacía atrás con desesperación buscando mi cuello para refugiarse— otra posición o a-algo auh, sácalo, no puedo... —suplicó y sentí una electricidad recorrer mi espina por su accionar.

«¿Lo hace a propósito?»

—Creció m-más —sollozó sin aliento y con sus manos abiertas y tensas a más no poder, reacción que me hizo apretar la mandíbula satisfecho.

—En este lugar tan limitado... —susurré señalando el ambiente, consumido por su erotismo natural— esta es la mejor posición para ti. Si haces lo que te digo sentirás mucho placer en poco tiempo. —demandé y asintió como si fuese una órden.

Soltó un pequeño grito cuando lo rodeé por el abdomen, adentrándome en él y sintiendo como presionaba sus músculos, volviéndose así más estrecho.

Gruñí en su cuello y sus paredes aprisionaban mi polla de una forma increíble, cuando comencé a moverme ejerciendo presión sus gemidos adoloridos resonaron en la  habitación.

Tomé su miembro y nuevamente lo estimulé, para distraerlo del ardor y dolor que le estaba provocando cada penetración.

—Ogh ahh...  —su labio inferior temblaba con cada profunda bocanada de aire que tomaba y al mismo tiempo apretaba los párpados.

Mis estocadas invadían su interior más y más, era tan apretado que podría sentir como mi pene lo abría y expandía duramente.

Su pequeño cuerpo chocaba contra el mío y lo movía a mi antojo. Literalmente yo lo guiaba al sujetarlo por su abdomen, lo alejaba de mí para luego atraerlo con cada vez más fuerza. Él solo podía temblar, enterrar sus uñas en mi brazo y tratar de contener sus gritos.

En comparación a mi físico el suyo era diminuto, pero me eclipsaba por completo. Cada roce, gemido y reacción de su parte me volvía loco, el calor en su interior parecía como el mejor infierno del puto mundo y mi cordura iba desapareciendo. Hacerlo mío de éste modo era jodidamente bueno.

—Con que podías hacer este tipo de sonidos —musité en su cuello y la parte baja de su cuerpo se contrajo.

Que estuviera cada vez más sumido en el placer me calentaba como el demonio, su voz lujuriosa y que su cuerpo reaccionara a mis dominantes movimientos me hacían querer corromperlo.

—Detente... —penetré bruscamente y con un agudo quejido curvó su espalda, dándome paso para profanar a profundidad su precioso culo virgen. Nuevamente lo penetré sujetándolo de sus brazos y  enterrándome en él— ¡No! Ah... No puede... Ah... —pequeñas lágrimas de placer caían por sus rojas mejillas y tomando su rostro las besé.

No sé por qué. Quizá quería apoderarme de cada parte de él, ni sus lágrimas se escaparían de mí.

—¿Lo odias? —inquirí con la voz ronca, antes de besar su tiritante nuca, estiró su cuello dándome permiso de apoderarme de éste y me emocionó lo receptivo que era.

—Yo, ah... —sus hombros se contrajeron  y levantó su rostro hacia arriba— No... Es, Mnh ahh... ahí... —gimió con sus los labios semiabiertos y un ligero hilo de saliva en su comisura. Creí que me vendría al verlo tan excitado y sumido en el éxtasis cuando puso sus ojos en blanco.

Jodidamente sexy resultó el chico virgen.

No pude contenerme más y mis embestidas aumentaron al igual que mi estimulación en su miembro. La velocidad y ferocidad con la que me apoderaba de él hizo inevitable que contuviese su preciosa voz y arañase cada parte de mi cuerpo expuesta a sus manos. 

Su miembro vibró nuevamente entre mis dedos y yo también sentía el mío pulsar en su húmedo y enrojecido recto. Suelo tener más resistencia, pero tener que preparlo fue algo nuevo y más placentero de lo que creí. Sin contar que este tipo parecía excitarme sin notarlo, reaccionado de formas exquisitas.

Una y otra vez me enterré en su interior, no podía parar, lo oía tan fuera de sí e irreconocible que solo quería ir más profundo y que no parara de gemir para mí.

—Ya no, ah... No resisto —gimoteó casi llegando al clímax— P-Por favor detente... Voy a... Por favor —volteó su rostro en mi dirección y sus brillantes ojos se clavaron en los míos de forma inmediata—. Stefan. —mi nombre salió de su boca tan consumido que jadeé involuntariamente.

La idea de devorarlo hasta que desgarrara su garganta de tanto decir mi nombre me dio un escalofrío y mi abdomen se contrajo, señal de que estaba por venirme.

Lo penetré profundamente, entrando por completo en ese pequeño chico y ahogó un grito apretando con fuerza sus dientes, acto seguido se corrió y su espasmódico cuerpo perdió toda su fuerza, desplomándose y quedando a mi merced. Continué masturbándolo hasta que terminó del todo y lo arrojé sobre la caja, para salir tocándome de su hinchada y palpitante entrada.

Su lascivo y fuerte gemido al salir de él así casi provocó que me corriera sin siquiera tocarme, pero me contuve unos segundos para agarrar su brazo con fuerza y girarlo boca arriba, mirándome.

Estaba tan agitado que su pálido pecho subía y bajaba a gran velocidad, abrió un poco sus ojos intentando retomar el control de sí y sin pensarlo dos veces tomé mi miembro en su dirección.

Terminé con fuerza sobre él y la imagen que resultó de eso fue gloriosa. Quería follarlo de nuevo, mi semen junto a leves gotas de sudor en su pecho casi me provocan otra erección. Las zonas enrojecidas de su cuerpo por mis mordidas, nalgadas y potentes penetraciones me incitaban continuar haciendo un desastre de él.

Pero al subir hacia su rostro mi raciocinio volvió. Estaba agotado, algo abrumado y casi inconciente por los recientes orgasmos. Quería ver ese rostro nuevamente, pero no lo iba a conseguir si le sobreexigía tanto en su primera vez.

Tomarlo ahora solo le causaría dolor. Sin contar que es un fanático por el trabajo y si por mi culpa no puede caminar va a detestarme y no querrá repetirlo. Y ya que pensé en eso... quizá me pasé un poco con él y le arda como el infierno.

—¿Por qué hiciste... Esto? —preguntó consternado al recuperarse un poco y tocar con desaprobación mi semen en su pecho.

Milagrosamente la caja donde estaba era resistente y se levantó sobre sus brazos, para luego apoyar su pierna en el suelo y con algo de dolor erguirse.

—Porque te ves lindo cubierto de mi semen. —me encogí de hombros con obviedad y frunció sus cejas mientras me colocaban y acomodaba mi ropa.

—Eres un... —se calló cuando abrí la puerta, vi que no había nadie y sonreí.

—Bueno, me gustó bastante así que te felicito —solté y abrió su boca indignado.

—¿No me ayudarás a limpiar? —se quejó.

—Nop.

—Pero tú me... Todo el cuerpo y... —su nariz se arrugó formando una caprichosa e interesante cara.

—Raro —pensé en alto y me miró extrañado—. Si no limpias el conserje descubrirá que alguien entra en su ausencia y cambiará la cerradura, te quedarás sin base secreta para descansar, barra, follar. —le guiñé el ojo y lo escaneé con la mirada.

Seguía viéndose tan apetecible que instantáneamente mordí mi labio. Lo notó y cubrió sus partes con su mano, estrechando los ojos.

—Pedazo de desconsiderado, no puedo creer lo insensible que puedes... —maldecía mientras yo sonreía victorioso para mis adentros.

—Vamos, apresurate... —chasqueé mis dedos con falsa autoridad—. A menos que me pidas que te ayude gimiendo como recién, ahí quizá lo piense. —me burlé listo para irme.

—¡Jodete! —escupió—. De todos en la empresa el más anormal tuvo que venir a cruzarse conmigo y seducirme, mi suerte es una mierda. —maldecía colocándose antes que nada su prótesis, para luego recoger la ropa y con mucha vergüenza intentar limpiar su cuerpo.

Antes de salir rasqué mi nuca y tomé aire. No era muy caballero que digamos, ni de los que llamaban al día siguiente y mucho menos interesado en relaciones sentimentales dentro de la empresa, pero tenía ganas de repetir este revolcón. No había nada de malo en ello y tener un compañero sexual sonaba bien.

—Mañana seguro te dolerá tu lindo agujerito —me interrumpió protestando.

—¡Hey, no digas-! —ignoré sus lloriqueos sin importancia.

—Pero, el viernes... —guardó silencio— ¿A la misma hora? —pregunté levantando la vista y se sorprendió.

Seguido respiró pensativo y cerrando sus ojos exhaló. Los abrió de repente, viéndome sin vacilar, como si me estuviese midiendo aquel hombre tan peculiar.

Un tímido y pequeño gesto similar a una sonrisa de su parte fue respuesta suficiente afirmación para mí.

—Nos vemos vir... —me interrumpió firme.

—Calem —enarqué una ceja—. Me llamo Calem, ya sabes, no soy más... virgen. —afirmó con un poco de diversión y mi pecho se infló mientras una expresión complacida y sobreviva aparecía en mi rostro.

—Ya veo —susurré—. Adios, Calem —sonreí con suficiencia y saliendo cerré la puerta.

Joder que si me quedaba más tiempo no iba a poder detenerme.

Mi cabello desordenado, el sudor y la ropa arrugada me delataban, así que observé en mi reloj, alegre al saber que el presidente estaría en una reunión con el director ejecutivo a estas alturas y podría usar la ducha de su oficina vacía.

Ni puta idea como iba a trabajar ese chico cuando finamente la pasión abandonara su organismo y sintiera las consecuencias de una buena cogida. Pero me divertía la idea de él maldiciendome internamente, siempre que el viernes volviese a tirármelo podía odiarme cuanto quisiera.

Y la sorpresa mas grande que tuve en el día: me gustó demasiado follar a este sujeto.

¡Hola amores! 

Los amo, bai 💕

Pd: el papi de Teen Wolf no representa a Stefan en la novela, solo su expresión en ese gif fue perfecta. Para mí sería como una mezcla con las mejores partes físicas de Jason Momoa, Ian Somerhalder y Chris Hemsworth ke(? Jajajs.  Onda un vikingo precioso, descarado, imponente, arrogante y físicamente majestuoso♥
Pero dejo eso a su imaginación.

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