Accidentes en el armario
—Y pensar que regresé voluntariamente a esta trampa para ratas —admitió Stefan, viendo el moho que había aumentado su color y tamaño en la esquina del pasillo fuera del departamento de Calem.
—Bien que funcionó, atrapó un animal roñoso —mascullaba con su mirada acusatoria y Stefan contuvo una risa burlesca, emitiendo el tenue sonido a través de sus labios sellados, de forma ronca y corta.
Se percató de la naturalidad con la que su sonrisa aparecía a causa de Calem.
La manera en la que se sentía en paz solo de compartir un mismo espacio, un par de palabras y miradas.
—No enojes o te empujo —lo amenazó y señaló con mirada arrogante la pierna de Calem, debido a que se quitó su prótesis rota en la empresa y apoyado en su hombro logró llegar al vehículo y después a su departamento.
El jóven levantó la prótesis y lo amenazó con ella.
—Pruébame —ordenó desafiante y competitivo, con esa mirada afilada en sus grandes ojos.
—¿Aquí? Bastante osado de tu parte —susurró dando un paso al frente, donde lo acorraló contra la puerta principal—. Con gusto acepto, me excita la idea de probarte aquí y ahora —murmuró con deseo, vibrando el sonido contra la piel del cuello de Calem, erizando cada vello de su cuerpo.
Lo empujó y se afirmó de la pared.
—¡Sht! —lo reprendió como a perro desobediente—. Tengo vecinos, compórtate.
—Uno nunca esta —señaló la puerta a su izquierda y seguido la de la derecha— y a la otra le vendría bien una alegría de vez en cuando, démosle un buen espectáculo a la vieja —ofreció el buen samaritano llamado Stefan.
—¡Apoyo la idea! —se escuchó la frágil voz de la anciana a través de la puerta de su departamento y Calem enrojeció hasta la frente.
Stefan sonrió de oreja a oreja por la situación, con ambas manos en sus bolsillos y esa expresión corporal de falsa inocencia, como si no hubiera estado a punto de devorarlo en medio del pasillo común.
Fue torpemente empujado por Calem, como pudo, hacia el interior de la vivienda entre reprochés y risas nerviosas.
El toque de sus manos, su voz, el exquisito aroma de su piel y el ambiente que se formaba en cuanto Calem lo miraba a los ojos.
Stefan entendió que tenerlo a su lado y ser correspondido era mejor que el sexo.
Se inclinó un poco, entrenando sus rostros y Calem lo apartó por acto reflejo.
—No me evites —siseó demandante y Calem tragó grueso.
—No quiero traerte malos recuerdos.
Stefan vaciló un instante y se recuperó al ver ese rostro que tanto le fascinaba.
—Trabajo en ello. Puedes ayudarme si quieres.
Eso animó a Calem y el brillo volvió a sus iris.
—¿Puedo?
Stefan asintió.
—¿Cómo?
—Supongo que como lo haces hasta ahora: teniéndome paciencia y siendo tú mismo.
El corazón de Calem se inundó de buenos sentimientos y soltó un pequeño suspiro de alivio.
—Muy bien, si es así... —pensó y lo rodeó con sus brazos—. Puedes besarme cuando sea que desees y cómo desees, más y más, hasta que tu cerebro solo relacione la palabra "besar" a mí. Decodificarte para que solo pienses en mí... Que tus labios ansien los míos, que tu boca le pertenezca a la mía ¿Qué dices? ¿Lo intentamos?
Sorprendió mucho a Stefan, pero le encantó esa posesividad.
—Suena tentador. —Lo toma de la cadera, pegando su cuerpo al suyo—. Avanzar de a poco.
Se sentó en el sofá, arrastrando consigo a Calem, el cual cayó sobre su regazo. Sin permiso y con rudeza se apoderó de su delgado cuello, besando y succionando sutilmente, con la fuerza suficiente para robar gemidos de sus labios.
Sin medir su fuerza presionó bastante fuerte el trasero de Calem, frotando la erección que crecía entre sus piernas y la suya. Un placer divino el oírlo jadear y gimotear por placer.
—Lo romperé —susurró en referencia al pantalón de Calem al cual tomó por los bolsillos traseros.
—No.
—Te pagaré por ellos, quiero destrozar tu ropa —sin decir más comenzó su labor, percibiendo el característico sonido de la tela al ser desgarrado por sus costuras, haciendo añicos ese gastado y viejo pantalón.
—Eres una bestia.
—No es mi culpa que sea de mala calidad —ironizó con la voz ronca—. Además, era horrible, te estoy haciendo un favor... O dos —musitó al apartar el bóxer y tocar su trasero descaradamente.
Levantó la vista con soberbia y se detuvo en sus labios, ligeramente contrariado y pensativo.
—No lo hagas si no lo deseas.
Un pequeño nudo se formó en la garganta de Stefan, un pensamiento contradictorio, porque quería besarlo, a su vez, era difícil. No le gustaba que Calem se condicionara por sus limitaciones.
—Tú quieres hacerlo y soy la razón por la que te limitas —pudo decir gracias a su enorme fuerza de voluntad, huyendo de sus pupilas al apartar la vista.
Calem tomó su rostro con ambas manos y le sonrió muy suave, una expresión casi nostálgica.
—También tengo mis limitaciones, conmigo no puedes jugar a ese juego de tres piernas y una bolsa —dijo con su humor negro habitual y Stefan rio sin querer.
—Eres un imbécil.
—Tú igual. Ambos. Digo... Los dos tenemos cosas que llevan tiempo y no serán del todo fáciles, no todo es felicidad cuando se comparte un camino ¿Sabes? Cuando planeas estar junto a alguien, ambos deben hacer concesiones y algunos cambios, trabajar en eso juntos. Como comprar café por ti, tomar té por mí cuando no haya café. Para nosotros siempre fue natural adaptarnos el uno al otro.
Stefan llevó su mano libre a su rostro y frotó sus ojos, pensativo, seguido peinó su cabello hacia atrás y Calem pestañeó dos veces admirando su fuerte brazo y antebrazo.
—Te distraes fácil eh, sinvergüenza —bromeó Stefan y Calem enrojeció, dándole una mala mirada.
—¡Como decía! No besarte no es algo que me impida estar contigo, por eso digo que de verdad esta bien para mí seguir tu ritmo.
—Eres muy dramático.
—Stefan... —lo miró con sensualidad, se acercó lentamente a su rostro y se detuvo a escasos centímetros— Ya dije lo que quería decir, ahora es cuando deberías follarme. —humedeció de forma provocativa sus labios, recordando Stefan la dura erección que palpitaba en su entrepierna— Así que deja de mirarme como si me debieras algo, solo acércate y tómame como siempre lo has hecho —susurró y lentamente ese imponente rostro se acercó.
La expresión del mayor era difícil de leer, una mezcla de deseo, admiración y competitividad.
—¿Tú siendo putamente pasivo? ¿Sometiéndote a mí?
—A ver si así entiendes lo lejos que soy capaz de llegar.
«No eres el único» pensó Stefan y miró a un lado.
Stefan divagaba y se contenía para no caer en esas raras tentaciones, pero sus dientes aprisionando su labios delataban su batalla interna.
—Igual voy consentirte hoy.
—¿Y eso esta bien para ti? No eres para nada sumiso.
—Esta bien, de vez en cuando... porque eres tú, solo para ti. —Se ruborizó y tragó con dificultad, la situación era demasiado vergonzosa y sentía su cuerpo arder, pero le gustaba la sensación, la expresión de asombro y cada vez más consumida de Stefan— Así que te dejaré hacer lo que quieras una vez.
—Eres un jodido muy obstinado —sonrió con absoluta excitación—. Tu yo habitual esta bien, aunque... no desperdiciaré la oportunidad de hacerte llorar de placer —respondió enredando sus dedos en el cabello detrás de la cabeza de Calem, jalando lo suficiente para que el menor apretara los dientes y lo mirara con rebeldía—. Vaya, casi sale tu verdadera personalidad, que obstinado, lograste resistir el impulso eh —siseaba deseoso por ver hasta dónde aguantaría su fuerza chico de campo.
—En serio me gustas —admitió Calem y Stefan perdió dos segundos el aliento, sonriendo finalmente sobre sus labios, bajando de repente hasta su cuello el cual atacó:
El calor y la humedad enviaron una corriente eléctrica a la entrepierna de Calem, soltando un gemido y clavando sus dedos en esos anchos hombros.
Subió gradualmente, deslizando sus labios por su mandíbula, mejilla y se detuvo en la comisura de su labio. Cada músculo en Calem se contrajo.
Un beso. Inició como un roce, una caricia de sus labios, que Stefan sin apuro fue escalando hasta volverlo un acalorado e intenso encuentro, separándose escasos milímetros para volver a arremeter, saborear y presionar.
La boca de Calem se dejaba hacer. Estaba a su merced, le permitió saber que correspondería cada movimiento que su dominante lengua hiciera dentro de él y no lo presionaría.
Stefan siempre estuvo a salvo en brazos de Calem.
La tranquilidad que sintió fue nueva para él, igual de nuevo que le era besar. Se separó divisando un delgado hilo de saliva y el rojo en los labios abiertos y deseosos de Calem, enviando una gran punzada derecho a su entrepierna.
Fue exquisito. Delicioso. Quería ver cuánto más se podría excitar ese pequeño cuerpo entre sus manos solo con besos y roces, descendiendo hacia su cuello, dónde succionó con sus labios y lo tomó fuerte con una mano en su nuca.
Contando únicamente con sus boxers Calem jaló del elástico del suyo seguido por el de Stefan al mismo tiempo, chocando ambas erecciones duras y húmedas.
Esto arrancó un jadeo de sus gargantas, inmersos en el momento, desesperados por sentirse más el uno al otro, frotándose al mover sus caderas por acto reflejo.
Se conocían tanto que sus movimientos parecían coordinados, y a su vez, cada sitio donde se tocaban ardía en cada roce, como si jamas se hubiesen tocado antes.
Porque, de cierto modo, esta vez era diferente. Sus sentimientos estaban expuestos y en igual sincronía que sus cuerpos, sus deseos y anhelos.
Con ambas rodillas a sus costados elevó su cadera para provocar mayor fricción, una y otra vez, escurriendo líquido preseminal que desbordaba de su glande y caía sobre el de Stefan.
—Endemoniadamente lascivo —murmuró Stefan y consumido por el momento apretó sus nalgas desnudas, arrancando un gemido de Calem.
—Es un poco... hipócrita decir eso estando así —se concentró para decir la oración completa y señaló el pene de Stefan con la mirada.
Una escena por demás obscena, con una tentadora vena decorando su extensión, hinchado, grande y casi palpitando en cada movimiento.
Con una de sus manos lo tomó firme, tan mojado que sus falanges se deslizaban sin impedimento de arriba abajo, rodeando tal dureza con deseo, bajando hasta la base y subiendo hasta la punta donde se detuvo e hizo círculos con su pulgar en ese pequeño orificio que parecía listo para estallar.
—Muévete más duro, sé que puedes, chico de campo —Stefan lo desafió en su oído y enterró los dientes sobre su hombro desnudo, obligándolo a encogerse en su agarre.
No solo la voz de Stefan era demandante y sugestiva, sino cada apretón de sus grandes manos, cada mirada dominante, el movimiento casi injusto de sus brazos, torso y cadera. El cuerpo de Stefan parecía haber sido creado para dar la más absoluta satisfacción sexual y ahora Calem era el único en disfrutar de los frutos de tal bendición.
Les otorgaba una sensación de dominio y sumisión, gratificación y entrega, placer y amor. Indescriptible, un sentimiento único que compartían.
En medio de su calor y ansia, ambos se vinieron sobre sus vientres.
Respiraciones agitadas, su pecho subiendo y bajando al compás del otro, ojos cerrados gozando la oleada de placer que continuaba en sus organismos.
Stefan fue el primero en recuperarse, miró hacia abajo y sin perder tiempo embarrunó los dedos de su mano derecha con ese líquido blanquecino, seguido tomó con la izquierda la cadera de Calem, brusco, firme, llevando sus dedos húmedos a su entrada.
El menor sintió un escalofrío y se aferró a Stefan. Su cuerpo sin duda era una de las cosas que enloquecían de buena manera a Calem: el grosor de su musculatura, apretar y sentir el trabajo bajo esos amplios hombros.
Su altura y complexión de por sí era superior al promedio, pero era evidente el tiempo invertido en esa fuerza. Lo fácil que le resultaba manipular el pequeño cuerpo de Calem a su antojo, sin importar que tuviera músculos firmes, le era imposible soltarse de su agarre. Tampoco es que quisiera soltarse.
Sin olvidar sus insinuantes pectorales que lo incitaban a crear un sendero de besos en su superficie, cosa que hizo, un dulce y caliente camino de besos húmedos hasta su cuello.
Stefan soltó al aire de sus pulmones con placer, Calem estaba siendo sumamente asertivo y audaz, aumentando la excitación hasta resurgir su indomable erección.
Acarició su muslo y con absoluta malicia rozó el borde de su entrada, percibiendo cómo se contraía contra la yema de sus dedos.
—Vamos, hombre... ¿No ibas a ser sumiso toda la noche? —ironizó socarrón, le emocionaba ver hasta dónde llegaba la paciencia de Calem y con su otra mano estampó una nalgada que hizo saltar al joven.
—No dije eso, dije que sería por una única vez y esa vez ya pasó —advirtió, tomando tu cabello y jalando de él suavemente.
Cada cosa que Calem hacía, a Stefan lo sorprendía y fascinaba.
—Y no eres tan bueno como crees —lo retó con los dientes apretados y ojos desafiantes, aunque también se podía ver la excitación y el deseo de competir.
Ambos tenían más en común de lo que creían.
—Puede ser... —siseó Stefan con soberbia—, tu cuerpo me dice que soy incluso mejor de lo que pienso.
Atacó su cuello otra vez y ejerció más fuerza al presionar sus dientes, se estremeció en su agarre y despertó todavía más sus deseos de presionarlo.
Era como un animal salvaje y carnívoro jugando con su presa, una que le daba pelea y se robaba su total atención.
Calem enterró sus uñas en su hombro y en respuesta Stefan introdujo dos dedos de una estocada en su interior, oyendo su delicioso gemido en su oído.
—Se siente tan caliente aquí, el infierno debe arder menos.
Todo el cuerpo de Calem mostró los típicos espasmos musculares al correrse, su organismo lo había traicionado. Pero eso no era suficiente para Stefan, recién iniciaba, ansioso por sentir ese mismo calor rodeando su miembro.
Y quería llevar a Calem a su límite, lo vio tomar el lubricante que estaba a mano y lo esparció por su grueso miembro de arriba abajo con ambas manos, dejándolo listo para enterrarse en su interior.
Lo miró y se conocían tanto que era obvio lo que quería. Stefan continuó dilatando su entrada con sus falanges e ignorando la frustración que comenzaba a crecer en el vientre de Calem.
No obstante, en este encuentro ambos podían usar sus más bajos recursos y Calem pensaba hacerlo:
—¿Solo usarás tus dedos? —jadeó todavía recuperándose de su orgasmo, con una pequeña sonrisa diabólica y viendolo a través de esos cortos mechones de cabello.
El mayor levantó una de sus cejas y cada extremo de su garganta se secó cuando lo vi: levantó su cadera, se giró dándole la espalda y enseñando su redondo trasero le miró sobre su hombro.
Bajó una de sus manos hacia su miembro y siguió más abajo, acariciando su propia entrada. Frotó esa zona con necesidad, de arriba abajo, sus dedos danzaban y se deslizaban entre sus testículos y esa zona enrojecida, moviendo su cadera de un modo más que sugerente.
Si a Stefan le excitaba el simple hecho de oír a Calem gemir... este despliegue de movimientos por poco lo mata.
Tomó su cadera con ambas manos, casi estampando sus palmas allí, con deseo y posesividad, ejerció la suficiente fuerza como para verlo lamentarse entre dientes.
Presionó sus dedos hasta marcarlos sobre su piel y éste tomó aire con un ligero dolor, regalándole una mala mirada hacia atrás, seguido por la característica sonrisa de Calem al saberse ganador.
—¿Por qué tan duro? —preguntó arrogante y retrocedió su pelvis, sintiendo la caliente humedad del líquido preseminal chocar contra su nalga, proveniente de ese glande hinchado y al límite—. ¿Ya quieres metermelo? Nah, no es necesario porque eres "tan bueno" —soltó eso último con un dejo de ironía.
Stefan apretó los dientes.
—Tan bueno que ya me corrí con tus dedos, por mi parte estoy perfectamente satisfecho, tus dedos son suficiente, así que gracias —susurraba moviendo su pelvis en pequeños círculos, frotándome una y otra vez.
—Tu lascivo y apretado trasero no esta de acuerdo con esa mentira —siseó mordaz, haciendo a Calem tragar con dificultad—. Por tu osadía no pienso parar hasta hacerte tragar tus palabras.
Sujetó la base con una mano y alineó la punta a su entrada, jaló del brazo a Calem sin darle tiempo a respirar, enterrandose hasta la mitad.
Le era exquisito cómo el cuerpo de Calem se crispaba y estremecía involuntariamente.
—Deja de apretar, quiero ir más profundo —su lado más demandante salió a la luz y rodeó el cuello del jóven, arrastrando todo su cuerpo hacia abajo.
—¡Carajo! Eres un maldito muy arrogante —maldecía con sus ojos empuñados y una de sus manos contra la pierna de Stefan, queriendo impedir que vaya tan hondo.
—¿Recuerdas mi forma? ¿Cómo se siente tenerme dentro de ti?
—Extrañé... —contestó sorpresivamente y bajó sus dedos al sur, donde estaban conectados— tenerte dentro.
—¿Solo eso?
Calem sonrió con sus mejillas rojas, ojos cargados de deseo y determinación y su cuerpo agitado y ligeramente brillante por el sudor.
—Todo. Absolutamente todo de ti.
Una vez se limpiaron un poco el desastre que ocasionaron, se vistieron únicamente con sus boxers.
Caminaron hacia la habitación y metieron al cesto sus ropas formales que estaban por el suelo de la sala. Su trayectoria y movimientos fueron casi coordinados, acostumbrados el uno al otro, a esta rutina que tanto extrañaron.
—Pensé que habías tirado toda mi ropa cuando peleamos —admitió Stefan y Calem quedó inmóvil.
La curiosidad se plantó en el rostro de Stefan y buscó a su alrededor con la mirada. «Ah, ahí esta la razón por la que parece que Calem vio un fantasma» se dijo al reconocer su camiseta enredada entre las sábanas.
—¿Dormías abrazando mi...?
—¡Claro que no! La uso para, para dormir y así, es que me cubre todo y ya. Acá señorito duerme con pijama o desnudo, pero los pobres nos ingeniamos ¿Quedó claro? No te hagas ideas.
Stefan rio para sus adentros y apretó los labios en un intento de no expresarlo, quería ver un poco más los intentos de Calem por ocultar la realidad.
—¿Ah sí?
—Mentira no es.
—¿Dices que no la usabas por las noches con el fin de sentir mi aroma?
Calem lo miró de costado, altanero.
—Nunca dije tal cosa.
«Hombre astuto»
Stefan se apoyó en el marco de la puerta y sonrió, mostrando sus grandes caninos.
—Tomaré una ducha, luego tú —ordenó Calem huyendo de la escena, con su pecho presionado por cada sonoro palpitar.
«Es muy atractivo» pensó el menor ya sin ropa y abrió el agua fría.
Ya listos para dormir como Dios manda, Stefan recordó algo importante:
—Hice algo terrible mientras estuvimos separados —admitió con un dejo de nerviosismo.
La culpa era palpable en su semblante sombrío. Calem elevó una ceja y se vio inquieto.
—¿Te acostaste con alguien?
—Peor.
El menor llevó una mano a su propio pecho y después de pensar, abrió grande sus párpados cuando reconoció cuál podría ser su pecado.
—No me digas que...
Stefan asintió con los ojos cerrados.
—¿¡Viste el final de la serie sin mí!? —chilló indignado y Stefan simplemente asintió de nuevo— ¿¡Cómo pudiste!? Eso es traición.
Lo acusó con su dedo índice.
—En mi defensa estaba muy solo y triste.
—¡Excusa de infiel!
—Obviamente —bromeó abrazando a Calem por su cadera mientras este intentaba huir.
—No, ya nada, quiero el divorcio.
—Primero tendríamos que casarnos, hasta entonces no te permito divorciarte de mí —soltó juguetón y mordió su hombro.
—¡Ah! Carajo, eres un... —suspiró y lo abrazó fuerte.
—¿Qué pasa? —preguntó al ver su expresión seria de repente.
—Quiero hablar, para después no lamentarme, sino acabo dando vueltas con ideas negativas en mi cabeza, quiero zanjar este asunto de raíz.
—¿Todo por una serie?
—No, no es eso. Solo recordé algo.
—Hablas como todo un adulto —dijo juguetón, como siempre evadiendo un poco la seriedad de las conversaciones y Calem lo miró mal—. Bien. Te oigo. Di lo que quieras.
—Fui... Soy, soy muy orgulloso. Lamento que mi orgullo me ganara la vez que discutimos y decirte cosas hirientes.
—Ya, eso ya lo dijiste y te perdoné ¿Qué quieres? ¿Darte latigazos en la espalda en una plaza pública?
—Es que me siento mal por lo que dije y odio no poder tragarme esas horribles palabras.
—Como el adulto funcional que soy, voy a guardarme mi comentario sobre que te puedes tragar mi verga con todo y huevos, de nada —dijo con fingida seriedad y Calem intentó levantarse para tomar distancia, siendo sostenido por la cintura.
Cayó sobre sus grandes muslos y fue sujeto por tales brazos injustamente fuertes.
—No es fácil diferenciar entre orgullo y dignidad, me pasa lo mismo. Pero creo que lo estamos haciendo mejor desde esa pelea ¿No crees? Estábamos estancados y no podíamos avanzar.
La madurez con la que Stefan dijo aquello sorprendió a Calem, ese lado serio, asertivo y contundente se le hacía muy atractivo.
—Me acostumbré a estancarme, era una zona segura no cambiar —contestó Calem.
—Es raro oírlo de alguien con alma de deportista extremo.
Calem rio bajo, abanicando esas oscuras pestañas que adornan sus grandes ojos.
—Pasaron cosas —bromeó en relación a su pierna y suspiró—. En realidad... no quería herir a nadie más. Lastimar a quien más quieres es como apuñalarlo con un cúter sin mango, sujetando solo la hoja, inevitablemente te hieres a ti mismo en el proceso. Y no soy tan fuerte como crees.
—Cállate. Eres más fuerte de lo que pensé, que hables de estos temas lo demuestra. Porque a pesar de toda la mierda del pasado, te animaste a... Esto —afirmó señalando a ambos.
Stefan apretó los labios y apartó su vista.
—También hay algo que diré. Solo una vez. Pero tengo que decir lo que pienso y esa mierda, no seré menos que un metro y medio de huesos —ironizó y Calem lo empujó—. Sin importar qué tan enfadado esté, no volveré a echarte en cara los problemas que me hayas contado. Eso es de hijos de puta, imperdonable.
—Pero no fue tu cul...
—¡Sh! Es mi turno de hablar. Eso estuvo mal, ambos lo hicimos y no volveré a hacer algo tan bajo. No soy así, no hay excusas.
Calem finalmente sonrió.
—También juro no hacer algo tan ruin, los traumas no son un arma para usar contra la persona que quieres.
Esa última palabra aceleró con violencia el gran corazón de Stefan. Sus manos y rostro cosquillearon, igual que su columna hasta la nuca, una sensación eléctrica.
Calem desbordaba una cantidad abrumadora de sensaciones y sentimientos en Stefan, intensos como él mismo, capaces de hacerlo sentir vivo otra vez.
Después de tantos años de experiencias efímeras y superficiales, finalmente podía abrir su corazón y permitirse sentir todo aquello que escondió tan profundo en su pecho.
—Si pudieras elegir...
—Ya empezaste con tus preguntas extrañas.
—No, no, esta vez es algo normal —se defendió—. Si pudieras elegir entre perder un brazo o una pierna ¿Cuál preferirías?
—Pierna.
—¿Para hacer juego conmigo? —bromeó el menor y su contrario rodó los ojos.
—Eres tan malditamente raro a veces.
—El que me chupó la amputación no puede quejarse.
—¡¿Nunca lo vas a dejar pasar!? Vaya marica, no fue para tanto.
—Esta en mi top de momentos sensorialmente abrumadores y tú encabezas la mayoría de ellos.
—Me halagas, continúa —lo incentivó a qué siguiera, moviendo su mano.
—¡Dios! En serio no puedo creer que extrañé incluso estás estupideces, en serio, creo que perdí la razón ¿Es así con todas las parejas? Cielos, sosegate, Calem —se reprendía a sí mismo.
La palabra "parejas" desbarató por completo cualquier razonamiento en Stefan y su mente quedó en blanco, casi flotando por la idea.
Mientras tanto, Calem comenzó a dar pequeñas idas y venidas, sujetándose de los objetos a su alrededor para tener estabilidad sin su pierna.
—¡Olvidé pagar la boleta del gas! Carajo, vendrá con aumento, no puedo darme ese lujo a esta altura del mes y año, en serio, que idiota —seguía divagando.
Calló y se detuvo sobre sus pasos al darse cuenta que Stefan se dedicó a apreciar su existencia fijamente desde que empezó a quejarse de la vida.
—¿Qué? —tartamudeó, queriendo sonar intimidante, levantando la barbilla.
—Eres malditamente hermoso —fue contundente y Calem casi se ahogó con puro aire.
—Es, sí, por supuesto ¿No? —no supo qué responder, eso de saber manejar los halagos era nuevo para él.
El mayor humedeció sus labios en una fracción de segundo y seguido sonrió con sus dientes perfectamente alineados.
Calem miró su propia ropa, arrugada y sin estilo, y se apoyó sobre la cama, descansando finalmente su pierna.
—¿En serio lo dices? Debe ser ironía por el traje que usé hoy. Ya podré lucir uno ajustado y sensual, hombre, solo espera que tenga mi prótesis nueva. Ahí ya no habrá nada que cambiar y seré un diez.
Esa frase resonó en el mayor.
«Ya lo eres»
—No digas pendejadas.
Calem rio y seguido lo observó sin expresión aparente.
—¿No te gustaría? Es decir, si pudieras cambiar algo en mí ¿No me pondrías una pierna?
Stefan negó con la cabeza.
—Te pondría más culo.
—¡Stefan! Vamos ¿No te gustaría? Sería normal, no tendría problemas como los de esta noche.
—Puedo cargar con ello ¿Para qué diablos crees que tengo músculos? Eso no es nada para mí.
Calem no pudo contener su enorme sonrisa de alivio y satisfacción.
—V-Vaya ego.
—Además, con o sin pierna, tú no serías normal en absoluto, culón fanático de lo paranormal.
—Ya, no se puede ser serio contigo, solo quería saber.
Stefan parecía incluso confundido por la pregunta.
—¿Era en serio?
—Obvio.
—No veo nada malo en ti. Ni una cosa.
Calem enrojeció hasta las orejas y pestañeó lento.
—Puedes cambiar cosas que a ti no te gusten, ya sabes, también hago eso, pero no por los demás.
Calem sonrió, orgulloso de la mentalidad de su hombre.
—Eso es verdad —susurró.
—Si quieres podemos ayudarnos en eso, juntos intentar mejorar en lo que somos un desastre y...
—Sí quiero.
—¿Aunque tengamos futuras discusiones? —Este asintió— ¿Y mi mal genio?
—Lo controlaré, tengo un certificado en domador de bestias —contestó Calem.
Stefan sonrió altanero.
—¿Incluso cuando me enoje contigo y esconda tu prótesis? —bromeó el mayor con falsa seriedad.
—¿Sabías que para castrar a sus animales los viejos en el campo les ataban los testículos hasta que se secaban?
Stefan sintió un escalofrío y carcajeó de un modo único.
—¡Oye!
Calem rio malicioso mientras sentía esos gruesos y largos dedos despeinar su cabello bruscamente, plantándose en su nuca.
—Había olvidado tu carácter, carajo, me pone mucho cuando peleas conmigo—dijo con ese tono insinuante y Calem le dió la espalda.
—No gracias, ahora solo quiero cariñitos.
—No perdía nada con intentar —confesó y lo abrazó, besando el lugar en su nuca donde reposaba su mano anteriormente.
La paz formada se interrumpió con un mensaje que brilló en la pantalla del móvil de Stefan con un nombre inusual: pene flácido.
—¿Quién es...?
Stefan se estiró para observar el móvil y se recostó otra vez, aburrido.
—Una loquera.
—¿Mmh?
—Empecé a eso, ya sabes, hablar con una de esas. Psicólogas.
Calem no daba crédito a lo que oyó. Sonrió repleto de dudas y confusión, parecía estúpido que dijese tal cosa con semejante nombre de contacto.
—Es difícil de creer, su nombre es "pene flácido".
Stefan río, sonaba cómico saliendo de los labios de Calem.
—Se llama Penélope y es una anciana.
—Tus fetiches escalaron a esto, ya veo.
Una ruidosa carcajada salió de Stefan y Calem no rio en absoluto.
—Abrélo, debe estar quejándose porque hace una semana no voy a las citas. Esta semana estuve muy ocupado con la organización de la fiesta.
Calem negó con la cabeza.
—Esta bien, te creo, solo que, vaya, era más lógico que fuese alguien con quién follabas que una psicóloga... Es increíble.
Stefan sonrió sin mostrar los dientes, una especie de mueca que le daba la razón.
—Soy increíble, ajá, así que deja hacer un escándalo por ello —comenzó a pellizcar sus costados.
Calem se subió sobre él, abrazándolo, riendo sobre su pecho.
—Dormiré así, quieras o no.
—No me quejo —contestó tomando su trasero con una de sus manos y su cintura con la otra.
Rodó sus ojos miel y sonrió contra su voluntad.
—Quiero dormir siempre así.
—¿Como cría de mono bebé?
—Contigo, imbécil.
—Es entendible, tu cama es una porquería barata con la pata rota y resortes salidos, en cambio la mía es más costosa que tu apartamento.
Recibió un golpe en el pecho y una fuerte mordida.
—¡Ah! ¡Suelta, rabioso!
Lo hizo y entre pequeñas risitas frotó su frente en el hueco de su fuerte cuello.
—Me vas a terminar matando de un coraje de tanto fastidiarme.
Stefan lo miró sin creerle en absoluto su drama.
—Si te mueres primero que yo, voy a hacer que te embalsamen en cuatro, estás avisado —dijo con falsa seriedad.
—¡Stefan! Ya. Y deja de criticar mi pobreza, sin importar cuan cara sea tu cama, extrañabas la mía.
El mayor guardó silencio y finalmente sonrió sin mostrar los dientes. No dijo nada en particular, pero lo rodeó con sus brazos, apoyando sus labios sobre su frente.
—Sh, ya duerme, enano bocón —susurró apretando su cintura y trasero.
Al pasar los minutos se relajaron lo suficiente para conciliar el sueño, un sueño muy cálido y agradable.
En medio de la madrugada, Calem comenzó a tener un muy vívido sueño. Uno caliente y excitante. En él estaba Stefan, tomándolo de la cadera y frotando su miembro en medio de sus muslos, pero sin entrar donde tanto deseaba Calem.
Eso comenzó a frustrarlo, por alguna razón sin importar cuánto le dijera que quería ir más allá, en el sueño Stefan solo se frotaba insinuante.
En la vida real, Stefan dormía plácidamente, hasta que el trasero de Calem comenzó a empujarse contra él, demandante, necesitado.
Adormilado gruñó en respuesta.
Calem no se detuvo ahí, su mano fue hacia atrás donde la entrepierna de Stefan se hallaba y se adentró a su bóxer, tocando directamente esa cálida piel, consiguiendo una gran erección en cuestión de segundos.
Los sueños de Stefan se tornaron igual de problemáticos, con ese atrevido hombre rogándole por ser follado. No sería la primera vez que soñaba con Calem, formaba parte de sus mejores sueños, según Stefan.
La mano libre de Calem se encargó de bajar su propio bóxer y entre balbuceos le exigió que se apresurara y lo hiciera de una vez. La realidad y la inconsciencia batallaban por dominar sus mentes, no obstante, ninguno estaba en sus cinco sentidos.
La paciencia de Stefan se esfumó y teniendo nula delicadeza lo tomó de su muslo izquierdo, estirando su pierna para mayor acceso a su entrada.
Subió hasta su cadera y plantó su palma allí, acercó su glande al centro de sus nalgas y entró de una fuerte estocada, enviando una corriente de dolor absurdamente real a Calem.
Eso lo despertó como un balde de agua fría, pero no entendía del todo dónde estaba o qué hacía, según su sueño tenía sexo con Stefan en la oficina, este cambio repentino y el dolor punzante lo descansaron.
—Ah, arde —murmuró y otra invasiva penetración lo hizo encogerse sobre su cuerpo.
La mano firme de Stefan le impedía alejar su cadera y sentía la nula fricción en su recto, no se deslizaba en su interior, sino que era forzado a entrar con intensidad, quitándole el aliento.
Una vez reaccionó, comenzó a hablar fuerte, desesperado, casi gritando:
—¡Stefan! ¡Para! —sollozó un poco ahogado, al mismo tiempo, le dio un codazo y fuertes puñetazos hacia atrás, directo en su brazo, despertándolo de repente.
—¿Qué? ¿Cómo?
—¡Aléjate! Muévete, por favor, ah —exigió empujando con la palma sobre la cadera de Stefan, dónde miró hacia abajo y entendió a qué se refería, soltó a Calem y retrocedió.
—¿Qué pasó? —susurró con su voz ronca y confusa por la situación, sobre todo por él liquido que escurría por su miembro y los sonidos de agonía que escapaban de Calem.
Se puso de pie y encendió la luz. La sangre desapareció de su rostro al ver el color rojo sobre las sábanas y muslos de Calem.
El menor acostumbró su vista a la luz y el espectáculo similar a una película de terror sobre su cama lo mareó. Odiaba la sangre.
—Demonios... —alcanzó a decir Calem con una mano en su boca, misma mano que temblaba.
Estaba en shock, parecía aterrado al ver la escena y Stefan sin perder tiempo lo llevó a la ducha. El mayor también se higienizó, pero fuera de la pequeña tina donde estaba Calem.
Se sentó en el váter y miró a su compañero, el cual se aterró notando la culpabilidad en el rostro de Stefan.
Su peor miedo.
—E-Es mi culpa —dijo queriendo sonar convincente y calmado.
El mayor chasqueó la lengua, su expresión reflejaba angustia, confusión, culpa y negatividad.
—Déjame ver —ordenó y Calem llevó una mano a su pecho, contrariado.
—Ni loco. Que vergüenza.
—Hablo en serio. Si es grave podrías desangrarte. Te arrastraré al hospital si no estoy seguro de dónde diablos vino tanta... —calló ahí, odiaba la idea de haberlo hecho sangrar, no podía siquiera pronunciarlo.
Calem finalmente accedió, entre culpable y ansioso, no sabía bien qué hacer. Le dió la espalda y levantó su cadera, en cuatro. Stefan, serio, sin ningún tipo de sentimiento más allá de la preocupación, revisó ese lugar.
—Ya veo. Tienes un corte aquí —habló con una voz fría que ocultaba su angustia.
Se levantó, vistió rápido y fue a comprarle un ungüento. Cuando regresó, Calem ya estaba en el sillón vistiendo un nuevo bóxer y una camiseta mangas largas. También había cambiado las sábanas.
—Ten. Pregunté en la farmacia y dijeron que es la mejor para cosas así.
«¿En serio preguntó algo tan vergonzoso e íntimo? No imagino la cara de la persona en la farmacéutica»
—Oh... Gracias. Es genial, no tenía ningún medicamento o crema para esto, me salvaste. —Le sonrió, pero Stefan no lo miró a la cara—. Lo hicimos hace poco, por eso no fue tan grave, todo está bien.
Stefan parecía muy dolido en su mirada con ambas cejas fruncidas y sus puños apretados. No quería oírlo fingir que todo estaba bien cuando no era así.
—Me iré a casa.
Calem lo tomó del brazo y lo detuvo.
—No me hagas esto —susurró con su voz cortada y Stefan abrió casi por completo sus párpados—. Fue mi culpa. No hiciste nada malo. No pasó nada. Ni me duele. Llévate el ungüento, verás que estoy bien, me revisé con un espejo y no es tan grave como parecía.
Stefan se sentó a su lado y movió su pierna, oyéndolo contener un gemido de dolor.
—Mentiroso —masculló— no quiero verte fingir bienestar. Es doloroso. Para.
Calem aguantó sus ganas de llorar y apretó los labios.
—Es imposible que yo crea que "fue tu culpa y yo fui la víctima de las circunstancias", cuando eres tú al que le sangró hasta el alma. No importa cuánto me repitas que solo fue tu culpa, es más contundente lo que veo.
Los ojos de Calem se inundaron, su pecho dolía y le costaba respirar con normalidad.
—No puedes sentirte culpable. Por favor... tú no. Prefiero que me lastimes sin querer mil veces, a tener que ver tu rostro con esa expresión que tanto me asusta. No podría soportarlo.
—Sí que eres masoquista.
Lo miró mal y apretó sus grandes manos. Stefan rodó los ojos y quedó en silencio, viendo un punto fijo en la pared.
—La manera en la que estabas cuando encendí la luz... —susurró Stefan, con su voz luchando por no flaquear— me sigue dando escalofríos, tu mirada, el miedo... yo jamás te haría... algo de ese índole, ya sabes, es imperdonable someter a alguien contra su voluntad. Yo te... te asusté, lastimé y forcé a algo horrible, pensé que tendrías un ataque de ansie...
—¡La sangre! —interrumpió fuerte—. No fue lo que pasó, ni la situación, sino cuando veo sangre repentinamente, muy cerca o sin prepararme mentalmente, tengo... pánico. Cuando tuve el accidente todo lo que había a mi alrededor, sobre mí, a lo largo de la carretera y sobre él era ese olor, ese rojizo y espeso líquido que parecía no tener fin.
Stefan se sorprendió y el menor buscó su mirada, encontrándola.
—Escúchame, Calem, lo que tu quieres es que admita que todo esto fue tu culpa, lo olvide y siga como si nada —su contrario asintió con mucha ilusión y Stefan le dio un golpe en la sien— ¡No, idiota! Eso es imposible. Sigo siendo responsable.
—Pero yo estaba soñando que teníamos sexo, luego sentí que el sueño se volvía más y más realista, me pegué a ti y no quería parar, estaba muy excitado y quise hacerlo contigo, desperté por el dolor, pero hasta entonces estaba de acuerdo y si no recuerdo mal fui yo quien bajó mi boxer y el tuyo.
—De todas formas, yo estaba igual de caliente y somnoliento, no puedes tener sexo solo, imbécil, es estúpido que digas que fue tu culpa únicamente. Nadie aceptaría semejante cosa. —Los ojos de Calem finalmente desbordaron sus lágrimas— Pero en esta ocasión pudo ser culpa de ambos. —Se asombró y más gotas tibias bañaron sus mejillas— Como un cincuenta/cincuenta.
Secó bruscamente la mejilla de Calem.
—De ahora en más tendremos un pote de vaselina o lubricante en la mesita de noche, para evitar esto cuando estemos de calientes en medio de la noche.
Calem lo abrazó con todas sus fuerzas y escondió su cara contra su pecho. El pecho de Stefan se infló de calidez.
—Si solo te culpas a ti mismo, nada se solucionaría, únicamente harías que me sintiese peor al ver lo mucho que quieres protegerme. Me llenaría de inseguridad, porque no sería alguien confiable para ti y no podremos buscar una solución para que algo como esto no se repita. Además... si quitas toda la culpa de mis hombros, significa que no podría pedirte que me perdones.
—Eso yo... No lo había pensado.
—¿Entonces?
—Mmh?
—¿Lo harías?
—¿Qué cosa?
Hubo un silencio que pareció eterno, viendo Calem como Stefan apartaba a la mirada.
—Perdonarme —ese susurro bajo y expectante desarmó por completo a Calem y le abrazó hundiendo su rostro en el hueco de su cuello—. Herir a quien te importa duele más que ser herido, sentí que él mundo se caía, Calem, fue horrible. En serio, por favor...
—Por supuesto que te perdono —respondió aliviado—. Seremos más cuidadosos a futuro.
Stefan asintió y el alivio inundó su sistema, casi le devolvió el abrazo, solo que Calem habló de repente:
—Wow, ahora que lo pienso... Nunca te has disculpado de manera humilde y honesta.
—Lo haces sonar como si fuese un imbécil arrogante y maleducado.
Silencio y más silencio.
—¡Niegalo, enano!
Ambos rieron, pero un ligero dolor atravesó a Calem y Stefan lo tomó entre sus brazos como si fuese el objeto más frágil y valioso en la tierra.
—¿Estás...? —fue interrumpido por el menor:
—Perdón por seducirte entre sueños y causar tanto alboroto —pidió culpable—, ambos estábamos muy dormidos, ni siquiera me tomé tiempo de dilatarme y ya quería... Bueno, ya sabes.
—Tenerme dentro de tu hermoso y ahora herido trasero.
Recibió un merecido golpe en el pecho.
—No te soporto, vikingo vulgar.
Ambos sonrieron de forma muy sutil y Calem lo miró serio.
—Entonces no... ¿No estás enojado? —preguntó Calem.
—¿Ah? No, claro que no, enano idiota. —Despeinó su cabello— No quiero volver a lastimarte, sea sin querer o no, la sensación de hacerte daño es... joder, sigo sintiendo la piel de gallina, puta madre. —Frotó sus brazos y los llevó a su cabeza, escondiendo sus ojos— ¿No me odias por esto?
—¡Claro que no! Fue un accidente, nunca me hieres a propósito y yo estaba tan dormido que inicié todo el asunto. —Lo abrazó y se aferró a él, siendo sostenido por su cadera por la firme mano del mayor— Seremos más cuidadosos.
—Bien. Esto en pasa por soñar tan seguido que te follo. Seré más cuidadoso —pensó en alto y Calem enrojeció todavía más.
—Tonto.
El mayor le acarició el cabello algo bruto y respiró hondo, tratando de calmar esas emociones negativas que tuvo hace instantes, siendo cada vez más suave, pausada y lenta su caricia sobre su cabeza.
—Stefan...
—Mmh.
—Vamos a la cama.
—Que consentido que te has vuelto.
Una vez frente a la cama con Calem en brazos, descubrió las sábanas limpias y se asombraró
—Eres malditamente fuerte, estoy seguro que en tu situación me hubiera quedado hecho un ovillo y chillando un par de horas. En serio. Solo de pensarlo me duele el culo. No. Que horror. En serio eres tan —lo halagaba sin pensar a medida que lo dejaba en la cama y cubría con las sábanas y mantas.
Calem se sintió orgulloso de sí mismo y levantó su rostro con una expresión cómica que decía "claro que lo soy, dime más".
De repente Stefan se detuvo y recobró la seriedad.
—¿Puedo quedarme?
—No te perdonaré si te vas —contestó Calem y la mirada de Stefan se suavizó, acelerando el pulso de su contrario
Apagó la luz y regresó a su lado, donde se acostó, acomodó y tomó aire, soltandolo en un suspiro de calma.
Pasaron minutos de paz y Calem habló:
—Stefan.
—Por la puta madre ¿Ahora qué?
—Mimos.
—Lo siento, ya me dormí, chau —soltó dándole la espalda.
—Oh... Bueno —la resignación en su voz sonó real y algo en el pecho de Stefan se arremolinó, obligandolo a voltearse otra vez.
Cuando miró nuevamente el rostro de Calem, estaba inclinado hacia abajo, por ello se encogió un poco para distinguir su expresión, creyendo que estaba llorando.
Pero la malvada sonrisa del enano hijo de Satanás lo hizo fruncir las cejas y antes de poder reaccionar lo atrapó en un abrazo que parecía más una llave de lucha que otra cosa.
—¡Ya, quítate, duende manipulador!
—¡Bien que funcionó eh! Te preocupaste, que lindo —se burlaba con ternura y los movimientos bruscos se detuvieron cuando el cuerpo de este se estremeció de dolor— ¡Ah!
—Calem —su voz salió inmensamente preocupada y ronca.
Mientras a Calem se le erizaba la piel cuando Stefan lo nombraba.
«Millones de personas deben tener el mismo nombre, cualquiera que me conoce lo dice a menudo, incluso quienes no me conocen suelen nombrarme en el trabajo, lo sé. No obstante... Para mí se vuelve la palabra más preciada cada vez que sale de sus labios, amo que me nombre, sobre todo cuando lo hace con cariño, deseo o preocupación» recapacitó Calem en un segundo que pareció eterno, viendo directamente a los ojos de Stefan.
—No pasa nada, me moví de más —se justificó por el dolor.
—Oye, no seas idiota y toma reposo correctamente, no te pongas a jugar bruto si sabes que no puedes hacerlo ahora mismo.
—Es que...
—Estás bien tonto.
—Cuando estoy contigo olvido las cosas malas muy rápido y, aunque suene tonto, se fue de mi mente por completo el dolor hasta que me moví así. Estar contigo es mi mejor analgésico.
El rostro y orejas del fornido hombre enrojecieron sin poder evitarlo.
«Maldita sea, no puedo estar tan alterado por una frase cursi que a Calem no le costó nada soltar» pensó Stefan.
Pero lo estaba.
—Eso se llama déficit de atención —ironizó queriendo fingir que nada pasaba con su acelerado corazón.
—Mucha queja y poco mimo —se quejó, Stefan lo pellizcó y Calem le hizo lo mismo.
Seguido acarició su espalda y lo acercó a sí.
—Stefan...
—Me voy a cambiar el puto nombre, decidido.
—¿Crees que mi hermano sintió lo mismo que tú ahora?
El aire se llenó de tensión y hubo un gran silencio.
—El incesto abunda por aquí —bromeó con falsa seriedad y Calem mordió su gran pectoral— ¡Ouch!
—¡Hablo de lo otro! De que... Quiza yo hice mal en culparme por todo creyendo que eso lo ayudaría e ignoré lo que él podría estar pensando realmente... Tal vez todavía espera ser perdonado... O me odia por no haberle dado la razón, me odia porque perdí mi pie y pantorrilla, me... —Stefan lo abrazó con fuerza y lo subió sobre su pecho.
—No puedes saber eso solo adivinando. —Calem escondió su cara en el cuello de su colega y apoyó sus manos en él— Deberías verlo y sacar todo lo que le quieras decir, porque si de todos modos te odia como dices, ¿Qué puta diferencia haría que hables firmemente con él? No puede odiarte más ¿Verdad? No pierdes nada y quizá aclaren qué mierda les pasa a los dos, que se yo, eso creo.
—Gracias, Stefan, me gusta hablar contigo... Gracias por esto. De verdad, me gustas.
—¿Ah? —tartamudeó Stefan.
—Como eres, me gusta. Algo idiota en muchas, muuuchas ocasiones, pero muy bueno por dentro. La cara que pusiste cuando creíste herirme fue la de un niño aterrado, cuando hablaste honestamente sobre tu ex amigo de la infancia, tus ojos juguetones cuando sonríes malicioso, la mirada que se forma cuando estas excitado... llega hasta a intimidarme y juro que lucho contra lo dominante que eres para no ceder y decirte "sí" a lo que me pidas, porque vaya, eres convincente. Me gusta, eres diferente a todo lo que he conocido hasta el día de hoy y quiero cuidar cada parte de ti.
De repente el menor se recostó boca arriba y abrió ambos brazos.
—Ven, abrázame.
—¿Ahora quieres que te mate asfixiandote con mi cuerpo? ¿No te bastó con que rompiera tu culo?
—Me enojo en cinco, cuatro, tres, dos... —Stefan a regañadientes obedeció.
—Puto infantil.
—Recuerdo que ese chantaje lo aprendí de ti —canturreó y lo rodeó con sus brazos.
Percibió como solo un poco del peso de Stefan lo aprisionaba contra el colchón y el resto lo sostenía en sus antebrazos.
—Cuando estás sobre mí... Casi nunca dejas todo tu peso, es solo el suficiente para no poder moverme demasiado, lo justo y necesario para abrazarte. Y oigo el latido fuerte de tu corazón, tu respiración, el calor de tu piel me envuelve y es como si no existiera nada fuera de esto, solo tú a mi alrededor, cubriéndome, cuidándome, es una sensación de seguridad difícil de poner en palabras... Por eso me gusta cuando estás sobre mí, ya sea que estemos haciéndolo o simplemente abrazados, esto es algo que adoro. Me gustaría ser así de grande e incluso más que tú para poder hacerte sentir resguardado de este modo.
Stefan calló pocos segundos, debatiéndose el cómo decir lo que estaba pensando o si sus pensamientos eran demasiado estúpidos como para decirlos en voz alta.
Finalmente optó por hablar como le saliera:
—La... Es decir, la sensación, esa de la que hablas, no tiene nada que ver con el tamaño de la persona.
—¿Cómo que no? Cuando me sujetas así yo...
—Creeme —decretó inamovible, sabiendo perfectamente el significado de sus palabras, mismas que Calem intentaba razonar—, no es el tamaño o la presión en sí... Puede ser alguien jodidamente enano y hacerte sentir protegido con una caricia. Hasta una mirada. Por eso lo digo, en serio, el tamaño vale un carajo.
Calem está vez comprendió absolutamente cada confesión y su rostro se tiñó de rojo, sin poder moverse gracias a la posición.
—Oh... Vaya, te ves tan indefenso, tan sometido a mí en este instante —susurró Stefan inclinándose para besar su cuello, intentando cambiar el rumbo de la conversación, con su propio corazón latiendo a mil por hora gracias a lo mucho que expuso sus sentimientos anteriormente.
—N-No te emociones, todavía me duele muchísimo y... —un traicionero jadeo escapó de su boca y una vez Stefan se apartó de su cuello sonrió sobre sus labios.
—¿Puedo intentar avanzar? —habló extrañamente calmado y Calem elevó una ceja, con su respiración irregular.
De repente entendió todo cuando la lengua de Stefan rozó vorazmente su labio inferior, tensando sus músculos involuntariamente.
Stefan percibió cada pequeño cambio en su cuerpo, gracias a que no había ni una ínfima separación entre ambos, deslizando su mano derecha por su cuello, pecho y cadera posesivamente.
Sin apuro besó su mejilla, recorrió su barbilla y degustó tortuosamente lento sus labios con los suyos, sin intensificar el beso o introducir su lengua, pero se percibió tan erótico e intenso que un gemido escapó de Calem y se encorvó lo poco que pudo gracias a la nula movilidad por el cuerpo de Stefan aprisionándolo.
—Diablos —gimió entrecortado—. Cada vez que... Ah... No, en serio no —soltó aquello al percatarse de que cada contracción corporal que le generaba la excitación, lo llevaba inconscientemente a empuñar su entrada, sus paredes presionaban con deseo de ser llenadas por Stefan, pero eso mismo que era motivado por el placer ahora le dolía demasiado.
Debían esperar a que se sanara.
—Pero serán solo caricias.
—No, no puedo hacerlo —decretó contundente y Stefan conocía esa mirada, no eran sus habituales "no, para" a modo de cachondeo o palabras eróticas del momento, era real.
No quería y si insistía despertaría a esa pequeña fiera que ardía en los ojos de Calem cuando enfurecía. Pero Stefan no llegaría a eso, respetaba sus deseos.
—Oh, ya veo, me pasé.
—No, esta bien, es solo que si me excitas m-me, ah, cielos, mis músculos se contraen y duele.
—Sí, no es necesario que digas nada, en serio, olvídalo.
Regresó a su postura inicial y para sorpresa de Calem no le dió la espalda, sino que lo abrazó y apoyó su barbilla sobre su cabeza.
—Duérmete y deja de provocarme tanto.
—A ti te excita todo.
Stefan sonrió.
—Cuando viene de ti —susurró en un leve descuido de su mente.
Calem se sentía en el cielo cuando oía los verdaderos sentimientos de Stefan y escondió la cara en su cuello.
—Quiero sanar pronto... Muy rápido —susurró dejando allí un beso casto y seco—. Descansa, novio.
Y esa palabra le robó el sueño por completo a Stefan.
—Maldita sea —susurró más que nervioso, esto era tan nuevo para él que no sabía siquiera identificar el nombre de ese sentimiento tan profundo o por qué su mente no paraba de repetir "novio" como un niño ilusionado.
Me encantó este capítulo, ojalá a ustedes también 💗
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