Epílogo
¿A dónde es que podría ir? Tarde o temprano vendrían por mí, me buscarían y pagaría por lo que había hecho. ¿En qué momento fue donde caí lo demasiado bajo para arruinar mi vida? Estaba perdida, destruida, todo lo que tenía se había terminado, el amor de mis hijos, el amor del hombre al que yo amaba, amigos, familia, todo, cuantas veces me prometí no rendirme ante las adversidades, a las pruebas que año con año se fueron haciendo mucho peores, ya no pude controlarme, perdí el mando a este juego, había perdido. Podía dar lo que fuera por tener la oportunidad de haber podido abrir mis ojos a tiempo y ver lo cerca que estaba cayendo a mi propia destrucción, hoy ya no podía existir más esa oportunidad, se había acabado.
Detenidamente me puse a reflexionar sobre el pasado, fue irónico ponerme a pensar en ello cuando en realidad era absurdo imaginar mi vida cuando era mucho mejor que la de ahora, ¿De que me servía pensarlo? ¿Para darme cuenta ya muy tarde lo desafortunada que fui? ¿Qué debí haber hecho caso y que jamás debí haberme enamorado de un hombre prohibido desde el principio? El amor que sentí por Richard me engañó lo bastante bien para disfrazar la realidad siniestra que me esperó a su lado, me había dado un cuento de hadas sin mentiras ni malicia solo al principio, el final fue mucho peor, se convirtió en el infierno, en aquel mismo que estaba arrastrándome ahora mismo y lo peor es que ya no hubo cómo salir.
Ya no existían motivos para mantenerme en este mundo vagando sin rumbo especifico, mi tarea había terminado, lo único bueno que logré fue darle a Lucy una familia que la adoraría, la cuidaría mucho mejor que yo, fue tarde para Frederick y Richard el poder demostrarles lo buena que podía ser en sus vidas, fue tarde para mí también el poder enfrentarme a tantas cosas cómo fueron los engaños de Nicholas y los abusos de Alexander, no pude defenderme como quise, fui débil y estúpida y por ello justifique que por mi cuenta había llegado hasta acá.
A mi destrucción. No quería terminar de esta forma pero agradecía que nadie pudiera verme aquí parada frente a la ventana, mirando hacia la calle y la gente que circulaba sin preocupación alguna por el vecindario, sabía que muchos de ellos debían tener sus propios secretos, sus errores, aquellos detalles que los avergonzaban pero nada idéntico a lo mío, nadie podía igualar ni soportar el camino que había dado yo sola para llegar a este lugar porque realmente nadie lo hubiera querido ni soportado.
Tenía el arma recién cargada en la mano, la mecí hacia delante y atrás, ignorado la insoportable pesadez con la que se hizo sentir de repente, con algo de esfuerzo la levanté y traté de posicionarla con mis manos trémulas y débiles justo en mi sien, el metal frígido en seguida choco contra mi piel, podía oler el metal perforándome las fosas nasales cuando inhale para encontrarme valor.
No confiaba en nadie, ya nunca más, perdí la fe, deje que mis miedos ganaran la batalla. Me siento sola, siento que desaparezco, sé que nadie podrá ayudarme jamás, solo soy yo tratando de volver pero sé que de todas formas no valdrá la pena regresar porque no habrá nada ni nadie esperando por mí, más que mis recuerdos absurdos que me han traído hasta acá.
Perdónenme papá y mamá, perdóname Richard, nunca dejé de amarte, te amaré por siempre, perdónenme Frederick y Lucy, será tarde para intentar pagarles aquella felicidad celestial que me entregaron con su existencia. No quise decepcionarlos pero no se preocupen ya estoy pagando por ello.
Cerré los ojos con fuerza, invadiéndome la oscuridad absoluta al igual que cada uno de los rostros de quienes se habían cruzado en mi camino, pasaron con muchísima rapidez, envolviéndome de coraje, tristeza y felicidad, cuando me decidí a hacerlo mi corazón fue capaz de detener a todos aquellos rostros para mostrarme solo a los más importantes, a los que seguramente me complacería ver una última vez antes de irme.
—Lo siento. —susurré con un hilo de voz, no fue más que un suave roce en el aire lo que apenas fueron mis últimas palabras, fue un toque fúnebre.
No quise mirar el cuerpo de Alexander que yacía todavía en el suelo, el mío terminaría junto con el suyo, ambos monstruos abominables había merecido el final más desgraciado. No quise morir entre tinieblas, entrecerré los ojos para llevarme como última escena los tibios rayos del sol que atravesaban las ventanas, acariciándome casi cómo en consuelo por el alma desdichada que se iría, el níveo y esponjoso color de las nubes que me hacían sustituir la muerte cómo el descanso más profundo e imperturbable que pude haber conciliado jamás y el azul claro que me arrullo con los más temples tonos expuestos solo para mí, así fue cómo decidí irme finalmente.
Accione el gatillo y en una brecha de aliento que salió de entre mis labios fue cómo desapareció todo a mi alrededor, el mundo acabo, el bien y el mal no compartían diferencias, nada existía, viajé sin temerle al rumbo nuevo que me esperaba por un largo tiempo.
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