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Capítulo 6. Una petición


Pegue mi oído a la puerta y escuche algo que me dejo boquiabierta, no quería asegurar nada hasta estar segura de que era lo que estaba sucediendo ahí mismo, armé valor y con el menor ruido posible hice que la cerradura no produjera ese rechinido molesto, lentamente me arrodille y abrí la puerta para mirar, mis ojos buscaron algo en el interior de aquel cuarto, fue una cosa que ni en mi vida hubiera querido presenciar.

Sobre la cama estaba un hombre que producía unos ruidos que se asemejaban a los gruñidos de un animal salvaje, estaba jadeando y se retorcía sobre el cuerpo de alguien que estaba debajo de él y que estaba acariciándole la espalda, ambos estaban desnudos, él estaba introduciéndose una y otra vez en aquella persona que más tarde se dejo ver cuando se acerco al hombre para pegar sus labios a su oído y suplicarle por más, era Stella, era mi prima, era la misma que estaba haciendo el amor con un hombre desconocido en la penumbra de su habitación, estaba gozandolo, estaba eufórica, ella misma lo dejaba saber al gemir cada vez que él exploraba su cuerpo ¿Cómo podía permitírselo?. No pude evitarlo, quise gritar, decirle que le ordenara que se quitara de encima pero ella estaba disfrutando de ese placer prohibido, del mismo que mi tía no quería que probáramos, estaba quebrando sus reglas y en su propia casa.

Cerré la puerta con incredulidad, me lleve las manos a la boca, santo dios, ¿Por qué? ¿Por qué a mi? Porque habré sido yo la que allá descubierto este secreto, me destruía al saber que ella fuera a pagar por este error, había cometido el peor de todos que era haberse dejado influenciar por sus deseos, por sus bajos y peligrosos instintos. ¿Cómo iba a arreglarlo? Era una ramera, eso es lo que seguramente mi tía iba a pensar y que todos también lo pensáramos de su hija.

Tenía que decírselo, la cuestión de esto era ¿Me creería?

(...)

En la cena compartimos mesa con casi la mayoría de los invitados, muchos de ellos se retiraron así que cuando anunciaron la cena muy pocos se quedaron porque eso significaba la ronda final de la noche. Esta vez se hizo buena utilidad nuestra grande y larga mesa así que los invitados estaban muy bien acomodados, yo tome mi lugar de siempre solo que esta vez Félix ocupo el lugar de Stella, miré a mi alrededor y vi que ella recién entraba junto con su acompañante, tenía un semblante que en años había visto, estaba llena de vida y de esa alegría que nada podía desaparecerla, era de esperarse.

Vi que se acercaba y que tomaba lugar del otro lado de la mesa, no cruce mi mirada con la suya y eso hizo que me diera cuenta que Richard y su acompañante tomaban asiento a dos lugares de mi prima, fue difícil para mi tener que presenciar como él encantando le ayudaba a sentarse.

Tuve que bajar la mirada, la sensación de tener un gran malestar se hizo presente, lo sentía en el pecho luego me recorrió el cuerpo completo.

—¿Te sientes mal? —sentí una de las manos de Félix en mi brazo, me contemplo con preocupación

Negué he hice un esfuerzo por mostrarme afable.

—Estoy bien —le mentí.

No me preguntó más, volví a hacer el esfuerzo de cohibir todos mis malestares y mi sufrimiento pero eso empeoraba mi estado, no comí, solo bebí sin darme cuenta de que llevaba más de cuatro copas, hacía un esfuerzo descomunal para no mirar hacia Richard y su quizá novia o esposa pero lo hice, ahí estaba yo de obstinada y masoquista, levantando la vista de vez en cuando y otras tanto eludiendo la escena, solo me detenía a mirar a Richard, en lo confortable que estaba.

El pecho se me apretujo, trate de ocultar mis sentimientos en un semblante sin vida, no sonreí, no interactue con los demás, sentí que estaba aferrada a la peor de mis vivencias y si es que no huía rápido de ahí sería mi destrucción total.

Para suerte mi tío dio el último brindis de la noche y encontré ahí mi libertad, me disculpe con Félix y camine ignorando las miradas y murmurros de la gente detrás de mi.

(...)

—Solo me sentí enferma, eso es todo —le aclaré a mi tía cuando me preguntó por mi extraña e inapropiado comportamiento del día de ayer.

Ella no discutió conmigo, me dejo sola en la habitación no sin antes darme el recado de que Félix había llamado dos veces preguntando por mi, le dije que le asegurara que estaba perfecta luego me dejo.

Hoy era domingo, nadie venía a trabajar, eso significaba que nadie estaba en casa, a excepción de mi tía, la cocinera y criada, por extraño que sonara finalmente Stella se había librado de estar aburrida, había logrado salir ya que su pretendiente, Daniel Jensen la invitó a pasar una mañana divertida, ella aceptó no solo porque le agradaba que la sacara cuantas veces quisiera de esa casa si no por su montón de dinero.

Yo me encontraba prácticamente sola, vacía, y con esa dolorosa sensación de decepción al recordarme una y otra vez la felicidad de Richard, la misma que yo quería causarle. Al final me canse de lamentarme, yo no era así no me gustaba abatirme por un hombre, por una decepción amorosa, baje hacia la cocina donde estaba Barbara, llevaba unas dos semanas y yo ya había hecho una amistad.

Cuando me vio llegar me sonrió, estaba preparándonos el almuerzo.

—Buenos días, señorita.

—Buenos días, Barbara. ¿En que puedo ayudarte? Necesito distraerme.

Me contemplo de manera inquisitiva, me siguió con la mirada y yo solo esperé a que me dijera algo.

—Creí que con la fiesta de ayer usted la había pasado bien.

—En realidad...—le dije como si me estuviera inventando una excusa —Me sentí algo enferma y no disfrute como quise la noche así que como hoy mi prima no está quise venir a ver en que podía ser útil.

Ella sonrió ampliamente y se sacudió las manos de harina y azúcar.

—Creo que no le haría mal aire fresco ¿Quiere acompañarme a traer lo que falta para el almuerzo?

Le regresé la sonrisa, era lo que necesitaba.

—Por supuesto.

Salimos a la calle para ir por lo más básico, leche, pan y avena, iba a hacer un recorrido bastante corto pero fuera poco o mucho lo agradecía de corazón, fuimos a una tienda cercana que estaba a dos cuadras y luego a una de las cafeterías de a lado donde Barbara me aseguro era donde compraba el pan ya que era al que mi tío le gustaba mucho.

La esperé no más de tres minutos en una de las mesas más arrinconadas y de repente vi entrar a Richard y a su glamurosa acompañante, aferré mis uñas a la madera de la silla y me levante de un salto, les di la espalda esperando a que no me reconocieran pero su voz hizo que automáticamente mis ojos se cerraran del disgusto.

—¿Juliette?

Perdí fuerza de voluntad y me volví para mirarlo, estaba sonriéndome con suavidad, estaba torturándome, era delicioso contemplarle, era bello por donde lo mirase, era perfecto pero no era mio.

Con timidez traté de ser gentil pero al mirar a su acompañante tuve que ser realista, yo no era ella, jamás iba a igualarla, mis esperanzas estaban hechas polvo, se desaparecían cada vez más.

—Te vi en la fiesta pero no quise ser descortés —me comentó con cierta gracia —Estabas ocupada así que no te lo quise pedir.

Abrí la boca, sabía a lo que se refería, malinterpretó a Félix pero antes de decir algo me interrumpió.

—Oh cielos, no las he presentado. —miró a la mujer y luego a mi. —Juliette, ella es Heather, Heather, ella es Juliette, la artista de la familia Cronwell.

Nos saludamos con un apretón y ella alzó una ceja pensativa.

—¿La violinista? —me preguntó dudosa.

Palidecí de súbito, Richard asintió ligeramente pero ella esperaba mi respuesta.

—Sí, la violinista de la familia.—acepté intentando ser cortés.

Dio una corta y débil carcajada y Richard retomo de nuevo la conversación.

—No se si recuerdes a mi abuela pero al contarle de ti se emociono mucho, no sabes ella me propuso esta locura —sonrió con timidez y ruborizándose en el camino conforme me contaba todo, me clavo sus ojos azules y otra vez fui presa de ellos, me hacían temblar de todos lados. —Ella me pregunto si estarías dispuesta a ir a tocar para ella, serían solo los días que estés tu disponible, ella solo quiere escucharte tocar.

Eche mi cabeza hacia atrás totalmente acomplejada, anonadada y sorprendida, parpadee las veces necesarias para hacerme entender que esto era real, que era sobre todo él quien me estaba pidiendo esto, Richard, me pedía que tocara.

Mi interior delirando de felicidad, era claro que no iba a ponerme saltar frente a los dos así que solo les mostré una sonrisa que respondía su petición

—La verdad me encantaría, yo siempre quise tocar para muchas personas y no me molestaría empezar por tocarle a una persona.

Richard rió con gracia.

—Para ella será un placer escucharte, te diré esto pero no te conoce y ya le fascinas.

Reí jovial.

—Me gustaría conocerla.

—Cuando gustes, tienen mucho en común.

Trate de ser acertada al contar mis días libres pero no sabía si podría darle una respuesta inmediata, tenía que ensayar y además mi tía me tenia algunas citas con Félix los cuales ella ponía hora y fecha.

Richard leyó mi semblante y me tranquilizo.

—¿Que tal mañana? Iré a tu casa para hacer mi trabajo como siempre y puedes pensar más claramente respecto a ello. ¿Te parece?

Era una idea brillante, asentí.

—Sí claro, pensaré cuales son mis horas libres y te lo haré saber.

Me regaló una sonrisa que me sobrecogió el cuerpo y me hizo temblar como gelatina, esperé que no lo hubiera notado cuando nos estrujamos la mano, percibí el electrizante toque sobre mi piel, desee llevar conmigo aquella sensación por el resto del día.

—Nos vemos, Juliette, ¡Ah! y gracias por considerarlo.

Inhale profundamente, mi corazón volvió a comportarse de forma rebelde cuando lo contemple a la cara.

—Gracias a ti. —susurré débilmente, así era como me sentía, débil y perdidamente enamorada.

De un hombre que yo no debía amar, ni mucho menos desear tan intensamente.



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