Capítulo 55. Arrepentimiento.
Esa noche preparé las maletas de Lucy, hoy sería el último día que pasaría conmigo, mañana a primera hora del día ya no sería mi hija, se las entregaría oficialmente a Heather y su esposo, yo estaba tranquila porque confiaba en ellos, no dude ni un segundo en que podrían amarla y quererla como a un hijo propio, comprendía su dolor al no poder tener hijos propios y cuando me encontraron pareció haber una salida para ellos finalmente a su problema, yo estaba agradecida porque mantendrían a mi hija a salvo de mí y mis errores, lo que menos quería era que ellas las pagara siendo completamente inocente.
Alexander todavía no llegaba del trabajo, me pregunté si sería por la tremenda lluvia que se desató desde la tarde, no había parado de llover que ni un alma se asomaba en la calle, todos había corrido a refugiarse a sus casas yo esperaba que al menos se quitará en la mañana porque no quería salir con Lucy estando un clima tan horrible. Baje las escaleras para hacer la cena ya que me entretuve haciendo las maletas de Lucy y las mías, lo había decidido, me iría de esta casa y empezaría desde cero, yo sola, sin depender de nadie esta vez, no me obligaría a soportar esta situación nunca más, se había acabado.
Termine de hacer la cena exactamente cuándo Alexander entró, di un saltó al escuchar como cerró la puerta de golpe, supe de inmediato que había sido un mal día en el trabajo, debió haber perdido mucho dinero esta vez, en estas últimas semanas había estado sucediendo y eso lograba que su humor fuera letal. Se fue hacia el despacho, sabía lo que tenía que hacer, llevarle la comida allá y no molestarlo en todo la noche, no necesitaba hacer nada más que eso, preparé lo último cuando se escuchó el llanto de Lucy, el golpe a la puerta debió haberla despertado.
Me estremecí cuando su llanto se escuchó con más potencia y a continuación el gritó de Alexander.
—¡Calla a esa bebe ahora, Juliette!
Mis movimientos fueron torpes, se me cayó el plato de porcelana y aquel ruido acompaño a los llantos de Lucy, el piso de la cocina estaba repleta de pequeños trozos de porcelana que hice a un lado lo más rápido que pude, el llanto de Lucy fue continuo sin restarle la potencia del principio.
—¡¡Te dije que la callaras!! —estalló en un grito feroz y lo peor de todo es que el llanto de Lucy se escuchó al mismo tiempo casi como si estuviera desafiándolo
Me erguí con rapidez para ir a tranquilizarla hasta que escuche las puertas del despacho abrirse y en seguida vi a Alexander salir derribando todo a su alrededor para llegar a las escaleras, sus movimientos cargados de ira eran pesados, llevaba las manos hechos puños a los lados.
—¡Si no lo haces tú lo haré yo! —concluyó entre dientes, llegando con pasos largos hacia las escaleras.
Salí corriendo de la cocina detrás de él con los pedazos de porcelana incrustados en la suela de mis zapatos.
—¡Por favor, Alexander, espera! ¡No hagas esto! —le pedí con tono suplicante, traté de tomarlo de los brazos pero su cólera le daba una velocidad que no pude igualar —¡Alexander, por favor!
Llegó a la planta alta y se acercó a la puerta de nuestra habitación, corrí lo más rápido que pude cuando la abrió y entonces yo lo jale del brazo con todas las fuerzas que podía acumular mi cuerpo, retrocedió unos pasos pero se deshizo de mi agarre cuando me tiró de un empujón fuera de la habitación. En el suelo pude ver que dentro del pantalón llevaba guardaba la misma pistola que había visto en el cajón de su despacho, no iba a dejar que la usara, no permitiría que le hiciera daño a Lucy jamás.
Me arrastre y me levanté, llegó a la cuna de Lucy y la agitó para que dejara de llorar pero eso solo aumentaba sus llantos desesperantes, tome un jarrón de vidrio que estaba en uno de los muebles y se lo estrelle en la cabeza.
—¡No la toques! —le grité cuando el jarrón cayo en pedazos pequeños sobre mis brazos y el suelo.
Se desplomo gimiendo de dolor, se llevó una mano a la cabeza para tratar de tapar la herida que se abrió y que comenzó a sangrar, aproveche que estaba adolorido y aturdido para inclinarme y tratar de quitarle el arma, me arriesgue y me incline para tomarla pero no me esperé la reacción automática de sus reflejos, me tomo del brazo y me tiró a un lado suyo. Los pedazos de vidrio se me encajaron en los brazos como si fueran gruesas agujas perforándome la piel, no grité porque fue peor cuando se hecho sobre mí y me dio varias bofetadas.
—¡Eres una perra malagradecida! ¡Te odio a ti y a tu hija huérfana!
Fue dándome bofetadas que me estaba haciendo desfallecer pero no podía ignorar el llanto en agonía de Lucy, no iba a dejarla sola, no permitiría que nadie la lastimara, nadie. Me quedé tendida en el suelo con la cabeza estallándome de todos los lados, imploré en voz casi inaudible que no le hiciera nada cuando se levantó y se fue directo hacia Lucy, los párpados me pesaban tanto que era difícil mantenerlos abiertos, quería cerrarlos pero si lo hacía temía no poder abrirlos después de mucho tiempo.
Lucy desgarraba su garganta con ese llanto impaciente, Alexander agitaba su cuna, creí que la tiraría al suelo y cuando intenté levantarme renació un coraje del mismo infierno lo que me hizo incorporarme, cómo me daba la espalda fue fácil quitarle el arma del pantalón, al momento en que lo sintió levanto las manos con una expresión de fingida inocencia.
Lo apunte con el arma que recién cargue.
—Aléjate de ella, ya mismo —le ordene con un gruñido, clave mis ojos en los suyos, evaluando su expresión, estaba distante y enojado pero se mantenía sereno, sabía que se contenía las ganas de golpearme.
—¿Vas a dejarme, verdad? Por eso están las maletas aquí. —apuntó con la barbilla las maletas hechas a un lado de la cama.
Hice que retrocediera varios pasos porque necesitaba ir a ver a Lucy.
—No te muevas de donde estás —me posicione a un lado de la cuna sin quitarle los ojos de encima. —Quiero que te largues.
Rió con poca gracia, aquella risa manifestó en mi un coraje que me preocupaba, quería accionar el gatillo y matarlo, había soportado tanto y que se hubiera atrevido atacar a Lucy no se lo perdonaría nunca, no volvería a hacerlo, de eso me encargaría.
—¿Me estás echando de mi propia casa? ¿Qué la que se van no eres tú? No digas estupideces, yo no me voy, tú si te largas junto con tu repugnante hija, no las quiero volver.
Lucy lloraba, quería cargarla pero no podía dejar de apuntarle porque aprovecharía cualquier distracción mía para acercarse y seguramente matarme con sus propias manos, miré de reojo a Lucy, estaba roja de tanto llorar, fulmine con la mirada a Lucy y Alexander, él seguía con las manos alzadas pero no le tenía confianza.
—No te muevas, ¿Me escuchas? —lo apunté con más fuerza —Si te mueves, disparó, tenlo por seguro.
Con una de mis manos libres traté de levantar a Lucy, giré solo la mitad de mi cuerpo para tratar de cargarla pero era imposible, necesitaba mis dos manos, no supe si sería buena idea sujetar el arma en el cinturón de mi vestido pero lo hice, con movimientos rápidos traté de cargar a Lucy y fue donde aprovecho para quitármela.
Tenía ahora a Lucy en mis brazos, con una mano traté de alejarlo de nosotras para que tomara el arma de mi cinturón, casi se me cae Lucy de mis brazos, la deje sobre la cama y con movimientos fugaces evite que me quitara el arma, la saque y en ese preciso instante cuando se echó sobre mí pegue la punta del arma en su pecho y disparé, el cartucho vacío cayo ardiendo sobre mis pies.
El sonido de la torrencial lluvia había ensordecido el ruido del disparo, su boca quedó desencajada, escuche el último gemido que salió de boca, quise traspasar las impenetrables sombras que se alojaron en sus ojos cuando nuestras miradas se cruzaron pero se habían quedado en silencio, no pudieron hablar más, sus facciones se aflojaron cada vez más rápido hasta caer en la nada, en lo muerto, el peso de su cuerpo pareció aumentar el doble sobre mí, lo hice a un lado dejándolo caer con pesadez en el suelo.
No me hice a la idea más tarde cuando miré el arma en mi mano, el cartucho en mis pies y la mancha de sangre que se expandía con decadencia por la camisa blanca de Alexander como una manta espesa que representaba el fin de su existencia. Lo había matado, maté a un hombre ¿Cómo pude haber hecho esto? Acabé con una vida, se la arrebaté, yo misma lo hice, lo mate. No escuche por un segundo ni la lluvia ni el llanto de Lucy, pareció que el mundo se había quedado en silencio por primera vez en mucho tiempo, donde la muerte se había tragado todo en la habitación incluso a mí. Lo maté, maté a alguien, yo lo hice.
Pasaron minutos que no conté siquiera, no reaccione hasta que los llantos de Lucy no pudieron ser más fuertes, al cargarla lloró con más potencia como si ella hubiera sabido lo que hice, tratando de librarse de mí, le desagradaba, la descomponía mi tacto que ya estaba maldito, había hecho lo imperdonable, ya no podía caer más bajo en esta vida, me había ganado el infierno.
Y ya nada me podría sacar de allí, ojala alguien pudiera perdonarme por lo que había hecho, cómo abandonar a mi hija y el haber matado a un hombre, ojala pudiera tener una oportunidad de volver el tiempo y no arriesgarme a tentar jamás a la suerte porque sin duda es un juego en donde siempre se termina perdiendo.
Lo hablaban las pérdidas totales que se lograban contar en mi vida.
(...)
Tarde o temprano vendrían por mí, no quería que se llevaran a Lucy, prometí que nadie la lastimaría y lo cumpliría. Apenas y se notaba la luz del recién amanecer en el cielo cuando salí corriendo de la casa, la lluvia se había acabado esa madrugada, había charcos que no me importo pisar, la calle estaba casi vacía a excepción de pocos vecinos pero aun así sus miradas me parecían inquisidoras, cómo si hablaran a mis espaldas, parecía que detectaban que ocultaba algo, lo podían jurar, eso solo me hizo aumentar el paso hasta llegar a la casa de Heather.
Subí los escalones de la gran entrada y di varios golpes a la puerta, ya tenía la maleta en la mano, estaba lista para entregarla a un futuro limpio, puro y sobre todo sano. Toque más fuerte y mi corazón dio saltos desenfrenados cuando quitaron el seguro y la abrieron, no era Heather, era un ama de llaves quien me saludó.
—¿Está la señora de la casa? —le pregunté con la respiración agitada, estaba acelerada, quería dejarla ya en un lugar seguro.
La ama de llaves estaba somnolienta, era muy temprano para que estuviera levantada, debían ser apenas las seis, se frotó los ojos y con una sonrisa apenada me respondió que estaba dormida ya que tuvo un fiesta que la desveló mucho. Actué sin importar su indignación, le entregue la maleta y a Lucy con muchísimo cuidado, era de esperarse que se llevara una sorpresa estar recibiendo a una bebe sin saber realmente lo que pasaba.
—Dígale que siento mucho no entregarle a Lucy personalmente pero no puedo traerla a la hora que acordamos —saque de mi bolsa una carta que había escrito antes de salir con toda las cosas preparadas, ahí le explicaba lo poco que podía contarle —Entréguele esto, es de mi parte, ahí explica por qué la anterioridad.
La ama de llaves se quedó muda, no supo que hacer pero tampoco refutó a nada de lo que le dije y le pedí. Quise irme pero no se que clase de fuerza sobrenatural me aferró a quedarme unos segundos más para despedirme de mi hija, sonreí cuando descubrí que se trataban de sus ojos los que me llamaban a quedarme, eran dulces, sobrecogedores, tiernos y tan compasivos, ella sabía que la dejaba porque nunca me había contemplado con tanta serenidad, lo delataba su semblante y el movimiento de su boca, me lo gritaba a la única forma que podía, quería una explicación a su abandono pero no podía dársela, sería una de las miles de cosas que nunca pude ni podría darle.
Alcé una mano para acariciarle el rostro, su piel de satín hizo que mis dedos se deslizaran con suma facilidad, era como acariciar una pluma, siempre se disfrutaba del tacto, atraía tanta paz interior, una relajación que pocas veces se encontraba tan placentero.
—Perdóname —le susurré, le planté un beso en la frente contemplándola con el sumo dolor estremeciendo mi alma, atravesándome los huesos, reduciendo mis pocas fuerzas a gramos inservibles. —Te amo, Lucy, te amo, cuídate mucho.
Incline mi cara a su pecho para dejar caer mis lágrimas sobre su ropa, no quería que la ama de llaves me viera llorar aunque de todas maneras se dio cuenta porque podía sentir su incomodidad en lo rígida que se había puesto. Les di la espalda enjuagándome las lágrimas con el dorso de la mano, baje las escaleras sin echarle un último vistazo a Lucy, entendí que así era mejor, ya no era mía, ya no podía sufrir más por ella porque era en vano, ella estaba mucho mejor y lo sabía.
La protegí de mi misma que era lo más peligro que existía para ella en este mundo.
YA TERMINO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
JAJAJAAJ ¿Que dijeron? ¿Así acaba? Pues no, todavía falta el epílogo que es hasta el domingo que sigue, yo se que ya quieren acabar y saber que pasa pero me gusta dejarles lo mejor para el final. Oh dios no puedo creer que este sea el penúltimo capítulo :( Esta historia ha sido una parte importante en mi vida, no puedo creer que se acabe.
Las voy a extrañar muchote chicas, pero no me despido porque luego de verdad me creo que ya se acabo y todavía falta.
Un besote enorme y los leemos en el siguiente y último capítulo.
¡¡¡¡Gracias!!!
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