Capítulo 52. Vuelve a Mi
Tome el primer taxi que me encontré en la calle y fui directo a su departamento, le daría toda la explicación porque era seguro que no se iba a esperar mi llegada, no sabía cómo empezaríamos esta odisea juntos, yo lo único que esperaba era que hoy mismo estuviéramos tomando un tren a Italia y sentirme aliviada de que al fin las cosas salieran bien después de mucho tiempo.
Llegue al edificio, subí cada escalón ideando una buena forma de explicarle a Nicholas todo este dilema, le diría cada detalle y estaba segura de que entendería y que ya no habría nada que pudiera separarnos, nos iríamos, seríamos felices en alguna ciudad tranquila de Italia dejando finalmente este lugar para siempre.
Toque la puerta dos veces, no podía estar dormido ya era mediodía y yo llevaba unas horas atrás de haber venido y entregarle el dinero, ¿Se habrá ido a comprar la comida? Toque otras dos veces, incline la oreja a la puerta y dentro no se escuchaba nada, era silencio muerto, fue una urgencia lo que se convirtió mi paciencia en un solo segundo, ¿Dónde estaba? No debía alarmarme, él no sabía que yo estaba aquí así que debió haber salido, me senté en el piso a esperar a que llegara.
Los minutos se sintieron imperceptibles, no sabía cuantos minutos llevaba aquí sentada pero fácil podían ser más de quince, me la pase ahí sin hacer nada más que matar tiempo que no parecía pasar nunca, fue estar una eternidad esperando aparecer un milagro delante de mí. Abrumada y cansada me levanté y baje las escaleras hacia la recepción que era un pequeño cuarto de lado izquierdo, toque la puerta y me dieron el pase.
—Buenos días —me saludo un hombre alto y delgado con un bigote recortado, me sonrió —¿Le puedo ayudar?
—Sí, vengo a buscar a Nicholas Coulter pero nadie responde y lo estuve esperando por casi media hora y no llega. ¿Sabe a dónde fue?
El semblante del hombre se mostró muy apenado, hiso un gesto en los labios en disculpa y sus ojos me observaron con mucha lastima, fue donde mis peores pensamientos comenzaron a atacarme.
—Disculpe señorita pero el señor Nicholas Coulter dejo apenas hace una hora el departamento, pago todo lo que debía así que me temo que no regresara. Cuanto lo siento.
Negué con la cabeza sin poder contar las veces, quise ahuyentar a esos pensamientos que se hicieron más grandes y muy fuertes, me estaban dando un golpe a la realidad que no quería aceptar. Me había dejado, se había ido sin mí y con mi dinero.
—¿Qué? ¿A dónde? ¡Dígame! —grité con desesperación, no podía estar abandonada, no podía ser cierto.
El hombre trató de explicármelo pero no sabía nada, solo se fue sin dejar recado ni nada y cuando le dije mi nombre no supo de quien se trataba, no le había dicho a nadie acerca de mí. Me falto el aire al descubrir que no me había esperado que se fue sin decirme nada, me había visto la cara, me engaño, solo quería mi dinero para largarse él solo.
—¿Señorita? ¿Se siente bien?
No le contesté, salí de ahí y corrí por calle, sí se había ido hace una hora debía estar esperando el siguiente tren, debía detenerlo si podía, si quería escapar de mí no lo lograría lo atraparía y lo haría pagar. Fui hacia allá pidiéndole al chofer que acelerara, no quería perder tiempo, debía llegar, tenía que hacerlo.
Ya no pude dominar mi ansiedad, le grité a todo el mundo que se me cruzara que se alejara, ignoré a todos aquellos que me brindaban ayuda, me olvide del mundo para correr y llegar a la taquilla, debía correr y ganarle la carrera al tiempo antes de que me ganara y se llevara todo.
—¡El tren de salida a Italia! —le pedí con insistencia a la mujer cuando apenas toque el espacio de taquilla —¿¡Cuando sale!?
La mujer se asustó, la congelé unos segundos y con torpeza reviso el horario en unas hojas que amontono, tartamudeo.
—Tren... a Italia...sale en —hizo una pausa para confirmar leyendo con los ojos entrecerrados —Es aquel que está allá, sale en cinco minutos.
Señalo con la cabeza el tren que estaba todavía ahí recibiendo pasajeros, corrí haciendo a un lado a la gente que se amontonaba para despedirse de sus seres queridos, fui revisando las ventanillas de principio y fin del tren, no lo encontraba, por ningún lado, traté de entrar al tren para solo revisar si estaba, era lo único que me faltaba.
Un guardia que estaba cerca me vio y me detuvo en seguida.
—¿Trae boleto, señorita?
—No lo tengo pero solo quiero confirmar si alguien está en este tren, déjeme subir y buscar y saldré por este mismo lugar. Por favor, por favor.
—Lo siento mucho pero el tren ya va arrancar y no permitimos entrar a nadie. Lo lamento, señorita.
—No, no por favor, solo un minuto —fue alejándome del tren.
—Lo siento.
No había nada que hacer, ya habían dado el permiso para arrancar el tren, escuche a la locomotora gritar y poco a poco fue avanzando delante de mí, mi respiración se aceleró cuando intenté no llorar pero no pude, la nostalgia gano cualquier fuerza de voluntad, lloré cuando el tren ya había tomado potencia y se fue más rápido, la gente que se despedía se amontono dejándome sola, vi desaparecer mi vida como un gran manto de humo que arrastra el viento, llevándolo sin rumbo alguno pero que de todos modos desaparece sin dejar rastro, eso era yo, humo, frágil, sin vida, ni rumbo e importancia, yo solo quería desaparecer y era una lástima que no fuera así de sencillo.
No quise que la gente me viera llorar, baje la mirada y me limpie las lágrimas muy rápido, salí de ahí evitando a la gente hasta que vi que un hombre llevaba lo que parecía ser un violín en su estuche, ahí reaccione en seco, había olvidado mi violín en casa, salí tan rápido que olvide llevármelo y lo deje ahí, ¿Qué podía hacer para recuperarlo? ¿Debía volver y pedírselo a Richard? ¿Con que cara iría? Pero por otro lado no podía dejarlo, era mío y yo quería tenerlo. ¿Qué debía hacer? No podía volver, debía hacerme a la idea de que lo había perdido pero no, volvería y sería a lo único por lo que me arriesgaría, era todo, quizá esta era buena oportunidad de despedirme y darle mi adiós en definitivo.
(...)
Abrí la puerta con una delicadeza y cautela, no quería que me escuchara llegar ni me que sintiera, cuando me escabullí hacia adentro su presencia no se notaba por ningún lado, ni en la sala ni en la cocina, era seguro que estaba en su habitación. Deje mi maleta en el vestíbulo, la escondí con ayuda de una planta vieja que teníamos como decoración y subí las escaleras cuidando de no hacer crujir la madera debajo de mis pies.
Encontré todo a la mano, puse mi violín en su estuche pero al prepararme para salir del cuarto me plantee la idea de escribirle una carta y dejársela donde yo pudiera explicarle todo y decirle cuanto sentía haberle gritado, de no haber soportado más por los dos y que a pesar de todo fue difícil tomar esta decisión, me convertía en hija de la suerte porque no sabía a donde iría a parar después de salir de esta casa. Escribí lo que sentía en ese momento lo que en su mayoría fueron disculpas y explicaciones que tal vez no lo decían todo
De nueva cuenta no estaba por ningún lado de la casa, me acerque a la mesita de centro que fue donde deje el dinero, no me sorprendí que no lo hubiera tomado pudo no haberlo visto y sabía que no iba a salir de su habitación en varias horas, ¿Debía dejar mi carta ahí? Me la pase sopesando la idea hasta que decidí por dejársela en su recamara, si estaba dormido sería fácil, si no entonces aprovecharía mi regreso para una despedida, no le contaría lo que me había hecho Nicholas porque todavía quedaba el asunto del bebe que no tenía nada que ver con él, este era mi problema y lo mejor era dejarlo fuera de esto.
La puerta estaba entre abierta, quise espiar por el hueco para ver si estaba dormido y sin querer moví mucho la puerta que termino por abrirse más de lo que quise, estaba frente a la ventana, mirando fijamente dándome la espalda, no había sentido mi presencia y si lo hizo la ignoró por completo.
No sabía cómo empezar esta despedida, no quería alterarlo pero si no lo hacía no me perdonaría haberme ido sin darle mis últimas palabras.
—Siento mucho lo que te hice, Richard, solo vine por mi violín —al darme cuenta que no había respuesta por parte de él supe que no quería saber más de mí, era muy comprensible y era obvio que no valía la pena darme la cara. Baje la mirada hasta el suelo al comprender que mi oportunidad ya no existía más —Adiós, Richard, buena suerte.
Tome la manija de su puerta para cerrarla, deje mis ojos en el suelo cuando vi a la orilla de la cama un frasco de medicina vacío, reconocí el frasco, era la medicina del dolor, la que recién había comprado, estaba vacía. Me quedé quieta sin poder avanzar por un segundo hasta haber hecho conexión a la relación que llevaba esto, el corazón me dio un salto con brusquedad, esto no estaba bien.
—¡¿Richard?! —lo llame con urgencia, sintiendo mi corazón atorándose en mi garganta. —¡Richard!
Corrí hacia donde estaba y me arrodille a su lado, tenía los ojos cerrados, la expresión caída, estaba inerte, moví su silla con ligereza para hacerlo despertar pero su cabeza se ladeo aterrizando en un peso muerto, su piel estaba lívida, marchita, sus extremidades caían endurecidas, su cuerpo entero estaba pétreo, gélido, sin vida.
—¡Richard! ¡Despierta! —sacudí la silla esta vez con más brusquedad, mi garganta se cerraba manteniendo prisionera a mi voz, no podía estar pasando, no podía haber muerto, no pudo hacerme esto. —¡¡Despierta, Richard, por favor!!
No había movimiento en él solo estaba el que yo ejercía sacudiéndolo en su silla, rogué con voz ahogada que no me dejara, que me perdonara, quería su perdón era lo que yo quería y lo que había venido a buscar, ¿Qué había hecho? Tome su cuerpo pesado y rígido haciéndolo caer al suelo junto conmigo, lo abrace y lloré sobre su hombro, le acaricie el cabello que lucía pálido y opaco a los rayos del sol que irrumpían desde la ventana.
—¡¿Por qué hiciste esto!? ¡Porque! —le grité cerca del oído, desafiando a que me respondiera, nunca iba a pasar, solloce hasta atragantarme con mis lágrimas, hasta que la tristeza me arrebato el aire para respirar. —¿Por qué, Richard? ¿Por qué? ¿Por qué?
Cerré los ojos muy fuerte esperanzada que al abrirlos no estuviera sosteniendo esta realidad siniestra pero no había forma de escapar, nunca más se trataría de un sueño o una pesadilla de la cual pudiera despertar, era la realidad, era mi vida y no cambiaría jamás.
Sostuve su cuerpo muy cerca del mío, no era Richard era solo un cuerpo sin vida lo que lo sustituía, fue tarde, había dañado todo a mi alrededor, en un momento arruine mi vida entera por el instinto más insolente, la lujuria, el deseo.
—Perdóname, perdóname —le susurré sin abrir los ojos, di un alarido quejumbroso, estaba iracunda, no quería que estuviera pasando esto, ¿Qué había hecho? Lo había matado, termine con una vida y había sido mi culpa, lo deje solo, prácticamente lo desahucie, nunca debí haberme ido, maldije a gritos haber sido tan estúpida y por no haber impedido esto, ¿Cómo no lo vi? Era cuestión de tiempo para que su pena llegara al extremo y mi abandono lo convirtió en este suicidio.
Permanecí sentada en el suelo con el cuerpo de Richard sobre mi pecho, acaricie su cabello frágil, casi quebradizo, quería que la calidez de mi cuerpo pudiera quitarle esa rigidez que me estremecía pero fue como abrazar a una piedra, fría, dura, como el mármol. No iba a moverme de aquí, no lo dejaría aunque mi error fue no haberme quedado cuando mi presencia valía la pena.
El tiempo quedo atrapado entre los dos, desapareció, dejo de existir, desee con el alma que también me llevara al espacio del olvido donde a final de cuentas todos nos reuniríamos alguna vez.
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