Capítulo 45. Desprecio
Se acercaba mi cumpleaños, exactamente en dos días sería la pequeña y privada celebración que haría en casa, no teníamos amigos y nuestro único conocido era Nicholas, así que solo seríamos tres personas los que estaríamos ahí. Había pasado dos semanas después de esa discusión que tuve con Richard, en estos días los dos no habíamos vuelto a hablar del tema, nos quedábamos callados cuando queríamos o intentábamos decir algo, no quise presionarlo a que me hablara, ni yo tampoco quise rogarle más , dejamos las cosas como estábamos y tenía que admitir que era mucho pero mucho peor, no podía negarlo pero al acercarme era una tensión que se me acumulaba en el cuerpo , era inquietud y desesperación, era más difícil acercarme a él sin evitar alterarme, no era bueno y no me gustaba sentirme de tal forma.
Esa mañana salí a comprar lo que necesitaba para la reunión, Richard dormía y yo volvería para antes de que despertara porque no pensaba tardarme nada. La mañana era muy fría así que fue otra razón para volver a casa antes, aceleré el paso al mercado de frutas y verduras y a llegar compré lo que necesitaba, me faltaban uvas frescas para el platillo final y en lo que las escogía jadee llena de alegría al reconocer a Nicholas quien compraba justo al lado del puesto donde estaba yo, no me reconocía todavía así que aproveche para mirarlo sin su consentimiento, no me había fijado que tenía un perfil muy llamativo, esbelto y lleno de una gracia refinada, una nariz respingada, unas largas y abundantes pestañas negras que abanicaban de arriba abajo, una mandíbula cuadrada y varonil, una mirada intensa que lograba darle sentido a lo más mínimo, era peligrosa, temerosa pero muy adictiva y potente, se disfrutaba tanto el tan doloroso placer de ser objeto de aquellos ojos.
Fue tanto el adentramiento al estudiarlo que se me cayó el nido de uvas al suelo, el ruido de varias mujeres al reprobar mis distraídos movimientos hicieron que Nicholas al final terminaría volviéndose a donde estaba, levanté todo rápido y al encontrármelo fue con la misma expresión que la mía, estaba lleno de alegría, sorpresa e incredulidad.
—Juliette, ¿Cómo estás? —me saludo con esa sonrisa ancha que revoloteaba los latidos de mi corazón.
Sonreí también y lo salude, había venido a casa hace dos semanas y encontrármelo en un lugar donde no fuera en casa y sin la misma rutina de siempre fue como hablar sin tener la obligación de darle detalles de Richard respecto a su salud.
—¿Qué haces por aquí, comprando despensa?
Reímos al unísono, no sabía nada de la reunión, lo había olvidado y es que yo la había planeado hace pocos días, iba a llamarlo para darle el aviso pero ahora que nos encontrábamos me pareció mucho mejor darle la noticia personalmente.
—En realidad estoy comprando los ingredientes para el menú de la reunión que haré para celebrar mi cumpleaños —levantó ambas cejas, boquiabierto, sonreí porque me esperaba la misma reacción —Por cierto nos gustaría que vinieras, en verdad, eres muy importante para la familia y me agradaría que estuviéramos todos, claro, si estas disponible.
Dio una sonrisa agradable, mucho muy agradable que me hacía comprender que podría estar aceptando la invitación, esperaba que lo hiciera, sus ojos se fijaron en los míos para así afianzar su respuesta.
—Me encantaría asistir, con gusto estaré ahí.
—¡Qué bien! —acepté con evidente entusiasmo, tenía que calmarme. —Es este sábado a las seis, será sencillo así que no es nada formal.
Asintió una sola vez.
—De acuerdo, estaré ahí entonces a las seis —me guiño un ojo y me sumergí en los profundos fulgores que emanaban sus pupilas verdes sobre los míos, estremeciéndome de repente. —Veo que necesitarás ayuda, traes muchas bolsas, te ayudo a llegar a casa.
Di una risa nerviosa, sonó muyo estúpida pero no hubo tiempo de corregirla, Nicholas sonrió y sabía a qué se debía a mi risa tonta.
—Eres muy amable —le confesé al momento en que me ayudo con todas las bolsas, absolutamente todas las que llevaba.
Fui detrás de él, me fui preocupando de que fuera demasiado peso lo que llevara en ambas manos pero era fuerte, quedo en evidencia cuando se arremango las mangas de su camisa y dejo al descubierto la palidez tan pulcra, limpia y delicada a los escasos rayos de sol que se colaban de entre las nubes espesas y grises, las venas y los tendones de sus brazos se marcaron tan fuerte que hicieron un relieve tan impactante en sus manos y a lo largo de su brazo, era un secreto suyo que jamás había visto y me había dejado muy asombrada.
En todo el camino que era bastante corto hablamos de la fiesta, le conté lo que pensaba hacer para la cena y todas mis ideas le gustaron mucho, me prometió que traería algún aperitivo pero no quería obligarlo a nada, le pedí que no lo hiciera pero cuando me daba sus razones ya no era fácil decirle que no.
Dejo las bolsas justo encima del escalón de la entrada, me daba una tentación enorme invitarlo a pasar ero me contuve, no quería hacerlo perder más el tiempo con mis cosas.
—Muchas gracias por ayudarme, no era necesario que lo hicieras.
—No fue nada —hizo una ademán con la mano para que no le diera importancia.
Quería seguir agradeciéndole aunque no debía ser tan insistente, no quería causarle una mala impresión a Nicholas, había sido un acto de buena voluntad como cualquier otra persona lo hubiera hecho. Nos sonreímos mutuamente, quería entrar a la casa pero no sabía cómo despedirme sin ser descortés.
—Entonces —empezó él con ese tono de despedida muy casual —Los veo el sábado a las seis.
—Sí, a las seis —le recordé, siguiéndole la mirada incluso cuando se estaba yendo hacia la calle.
—Gracias por invitarme.
Esperé que no fuese a notar mi ilusión cuando le respondí agradecida el haber aceptado la invitación, nuestras miradas se cruzaron unos segundos hasta que yo finalice tal contacto para abrir la puerta de la casa, santo dios, ¿Qué estaba pasándome? Era una cierta verdad que le estaba tomando mucho cariño a Nicholas por ser tan altruista con nosotros, hacía las terapias a Richard sin cobrar, me ayudaba sin pedírselo y contaba con él en todo momento, era nuestro soporte en todo esto y era obvio que yo lo considerara muy importante en todos los ámbitos de nuestras vidas.
(....)
Había optado por lo que encontré decente en mi poco repertorio de ropa, fue un vestido hermoso color vino con encaje color crema en las solapas, botones color dorado con grabados en el centro, mangas a tres cuartos, era un vestido entallado y de algodón, muy cómodo, me sentía espectacular luciéndolo, había ejercido un esfuerzo evidente en mi arreglo personal, me tarde más de lo que pensé en mi peinado, un recogido con una pinza que llevaba piedras de imitación y aretes casi parecido a los botones del vestido para hacer juego, me encantaba verme en el espejo y verme diferente, habían pasado ya casi dos años de haber comenzado esta aventura con Richard y verme a través del espejo fue un recorrido ante mis ojos de todo los sufrimientos, desdichas, la felicidad de años atrás junto con la tolerancia que era la que vivíamos ahora lo que se reflejó en mí, ya no era una Juliette inocente, recatada, cohibida y alentada por otros, era todo lo contrario y eso se traspasaba a mi personalidad de hoy.
Baje las escaleras para preparar a Richard y cuando entré a su habitación estaba sobre la cama, ayudándose solo para ponerse los pantalones, camine a paso acelerado para ayudarlo ya que se veía que era mucho el esfuerzo lo que había estado haciendo en mi ausencia. Me arrodille a su lado y para cuando apenas toque la tela su mano hizo que parara.
—Déjalo, lo quiero intentar yo.
No quise mirarlo porque solo así se daría cuenta de mi contrariedad, tenía los labios apretados para no decir nada que pudiera hacerlo enfadar, no iba a hacer posible que lo hiciera solo pero debía dejarlo y que se diera cuenta al fin que ya no iba a hacer siempre él, jamás sería así.
—De acuerdo —acepté con voz baja, levantándome a fin de cuentas —Si necesitas...algo, llámame.
Fui a terminar de preparar el toque final al pastel que había preparado, colocaba las frutas frescas que había comprado esa vez que me encontré a Nicholas cuando escuche ese golpes seco y vibrante de alguien cayendo directo al suelo, fue donde instantáneamente deje todo y corrí hacia la habitación, estaba tirado intentando ponerse los pantalones. Resople para mi misma, me harté, fui hacia él y lo ayude a levantarse arruinándome un poco el arreglo del vestido.
—Maldita sea, maldita sea —masculló en lo que volvía a ponerlo en la cama, estaba rojo del esfuerzo y la cara bañada en sudor —Esto me frustra, es imposible que no pueda con unos pantalones, es una estupidez.
Inhale con profundidad sin decir nada, no iba a enfurecerlo más con las cosas que en mi cabeza ideaba para contestar, no iba a arruinarme más el día, ya era muy deprimente que ni quisiera me hubiera felicitado esta mañana o que no hubiera notado lo bien arreglada que estaba, ya era para mí el más doloroso recibimiento. De mala gana dejo que lo ayudara con el pantalón, cuando lo quise ayudar con la cama hizo lo mismo, me frenó con la mano.
—No necesito ayuda con esto, puedo solo.
Salí callada hacia lo que quedaba por hacer, así pasaron los minutos y cuando regresé de ver como estaba me di cuenta que tenía razón, no necesitó de mi ayuda aunque para otras necesidades lo necesitaba, no sería solo ponerse camisas y un saco, era más que eso, atenderlo cuando necesitaba tomar sus medicamentos o correr al auxilio cuando gritaba en madrugada por que tenía el cuerpo infestado en dolor que le atravesaba hasta en la medula de los huesos, yo era la única que estaba ahí y desde el principio parecía no tomárselo mucho en cuenta.
Tocaron la puerta, no saque a Richard de la habitación, a él le gustaba salir solo, fui yo casi corriendo y al abrirla me enderece de pura felicidad al encontrarme con esos ojos suyos tan impenetrables, tan llenos de vida, adornados con el más delicado y perfecto centellar, aquella mirada se volvió irresistible cuando se fijó boquiabierto en mí y lo decía exactamente cuando me echo un vistazo de pies a cabeza, quedando anonadado, baje la mirada al instante en que ese rubor carmesí invadió mi cara completa.
—Dios, te vez...muy elegante —titubeo para tratar de encontrar las palabras exactas pero falló rotundamente —Muy bella.
Acto seguido cerró la boca de un golpe, sonreí con más timidez al ver que también ruborizaba sin querer y que ahora éramos los dos los que pasábamos por este incomodo momento, se quedó quieto unos segundos hasta que rompió tensión total del momento cuando me entregó su detalle.
—Traje una botella de vino, no son galletas ya que sería el colmo que las trajera en tu cumpleaños también—rió con nerviosismo, era un detalle muy considerado no traerlas, la verdad.
Reí encantada, el vino era perfecto, hacía falta tomarme unas cuantas copas y si que lo necesitaba.
—Es grandioso, Nicholas, me encanta, adelante, ya vamos a comenzar.
Cuando entró se encontró con Richard, se saludaron como era costumbre, un abrazo y un apretón de manos, percibí un poco de desánimo por parte de Richard, era extraño ya que con su primo siempre era más efusivo, no mucho pero era muy evidente, al menos hubiera fingido más entusiasmo siendo mi cumpleaños pero ya no podía pedir mucho si nuestra situación no cambiaba todavía.
Así comenzamos mi fiesta de cumpleaños, encendí la radio haciendo caso omiso al gesto que hizo Richard porque encenderla era para él desagradable, el ruido lo ponía irritable pero hoy ya no me importo él, por este día me olvide de su detestable humor irracional y estúpido y fui yo la que hizo lo que quiso, lo convertí en mi día porque los demás siempre eran suyos
(...)
Estábamos los tres en la sala, Nicholas y yo fuimos los únicos que tomábamos del vino y eso nos ponía más eufórico que Richard quien fingía que nos seguía la corriente con nuestros chistes sin sentido, hacíamos burla al día en que Nicholas peleo con un hombre por la ultima cesta de galletas, nos relató que no quería dejársela porque lo tuvo en la mira por más tiempo, di unas carcajadas porque su recreación era tan chistosa que saco unas cuantas sonrisas fingidas a Richard.
—Casi me sacan de la tienda —tomo un trago más y continuo con la expresión exaltada —¡Yo estaba a punto de arruinarle el negocio a ese hombre con mi espectáculo! Pero a fin de cuentas valió la pena, cumplí con mi deber y eso es lo que importa.
Di risitas que cesaron para callarse de repente cuando reconocí en la radio que permanecía encendida una canción que me trajo recuerdos instantáneos, la temporada más espectacular de mi vida estaba en esa canción, fue sobrecogedor que fuera tan veloz la holeada de recuerdos que fue pasándose al avanzar la letra, era la canción que bailamos Richard y yo por su cumpleaños cuando vivíamos en el departamento de Victoria, donde manifestó que su deseo más añorado era en convertirme en su esposa, donde me hacía la mujer más feliz y bendecida del mundo, esos años donde valía la pena todo.
—Esa canción...—murmure para mí misma, casi inaudible.
Me había paralizado yo tan rápido que ambos también se quedaron quietos, me escudriñaron el semblante para ver que sucedía y fue cuando contemple a Richard esperando que estuviera sintiendo lo mismo que yo, la nostalgia de esos viejos momentos que vivían solo en nuestro recuerdo a menos que él lo hubiera querido así, todavía los mantenía conmigo aunque fuesen dolorosos por aquellas perdidas que parecían nunca terminar, a pesar de eso recordaba todo y cada especial detalle junto a la máxima expresión de amor que me demostró.
—¿Recuerdas? Esa canción, fue la primera que bailamos juntos, antes de que te hubieras ido por tanto tiempo.
Estaba impaciente por lo que fuera a decirme, no podría decirme que no, habíamos guardado el momento exacto en nuestros corazones, tenía que reaccionar. Bajo un poco la mirada, interprete su expresión con algo de pena y también cierta disculpa, no sabía si estaba a punto de hacerme destrozos la ilusión pero me preparé.
—Sí, lo recuerdo —admitió al fin con firmeza y serenidad, alzó sus ojos a mí con tanta constancia que estaba a punto de levantarme y pedirle que me dijera más, que me contara todo lo que pasaba por su cabeza al escucharlo pero todos se fue al demonio cuando cambió de posición, sus facciones se transformaron y se endurecieron con violencia, quebrándole toda buena voluntad y desechando mi ilusión sin duda —Pero no quiero escucharla, no quiero, por favor, no es buena idea que la tengamos sonado, cambia de estación.
Estaba hecha toda una confusión, parpadee perpleja, frunciendo el ceño, calmando la turbulencia de sentimientos que estaban lastimándome el corazón, ¿Por qué se empeñaba en hacerme esto? ¿Qué quería que yo hiciera para hacerlo feliz? Tuve que contenerme mucho, no quería gritarle, ni echarle en cara nada pero era mi cumpleaños y no quería comportarme por hoy como una abnegada que le cumplía todo.
—¿Qué quieres decir? —le exigí explicármelo con voz sosegada. — ¿Por qué quieres cambiar de estación, creí que te gustaba esa canción?
Su expresión era insoportable, le molestaba lo que le pregunté y no trató de fingirlo si quiera, se acomodaba en la silla para quitarse de encima esa frustración que siempre llevaba a cada momento del día que me tenía más gastada que nunca en todo este tiempo, movió sus ojos a cada rincón para calmar esas ideas suyas que corrían por su cabeza.
—Me gustaba, ahora ya no —confesó de mala gana, con evidente irritación y poca tolerancia.
—¿Por qué? —inquirí con curiosidad, sobre todo con la necesidad de saber la verdad a sus sentimientos.
Y entonces hizo rebotar las ruedas de su silla con escandalo para callarme al fin y acabar con tanta insistencia, al volverse hacia mí lo hizo con los ojos abiertos completamente iracundos, lastimosos, tomados en furia total, convirtiéndose en un desconocido ante mí.
—¡Porque no volveré a bailarla estando en esta silla de porquería! ¡Es esta la maldita razón! —agitó su silla para darnos a entender que era la razón exacta y nos dio la espalda para irse directo hacia su habitación.
La canción no terminaba todavía, se había quedado sonado de fondo a la abrupta salida de Richard descoordinado el ambiente de la casa por todos lados, una canción tan hermosa y perfecta que sonaba por toda la casa se desmembró al ser atacada por la indolencia, el desprecio y la melancolía encarcelada que duró su abandono de la habitación.
¡Hola a todas! Trayéndoles fielmente capítulo doble como cada domingo, así es cómo se va a manejar ahora, los domingos se sube con dos capítulos para que la historia vaya avanzando más rápido, no quiero decirles esto pero quizá falten unos 11 o unos 15 a lo mucho para que se termine, trabajo en esto todos los días porque creo que merece un buen final, quiero que el proyecto acabe bien.
Les aviso que la historia está en los Wattys 2016, yo no tengo twitter pero por lo que se es cómo se esta nominando a las historias, ganar no importa mucho yo quiero nada más tenerlas a ustedes siguiendome hasta el final.
Gracias otra vez y nos leemos. Besitos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro