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Capítulo 33. Frente A La Verdad


—Espero y te guste la carne en sala —me sonrió Rachel, la prima mayor de Olga y Alexander, no era tan mayor, quizá unos cuatro pero se veía joven, era un poco más regordeta que Olga, tenía el cabello rubio, el rostro más ovalado, unos pómulos prominentes y ojos verdes casi iguales a los de Alexander.

—Claro que sí —respondí con entusiasmo, después de un día muy pesado y difícil para mí cualquier cosa era exquisita —Huele muy bien.

Ya estábamos todos sentados en la mesa, Olga se sentó a lado mío y Rachel alado de Alexander, la mesa estaba bien servida, había de todo, inclusive los postres, había todo tipo de guarnición, más salsas para acompañar, pan, ensaladas y crema de elote.

—¡Empecemos a comer! —nos alentó Alexander con los ojos bien abiertos en la comida.

Cada quien tomo lo que quería, yo no quise ser muy abusiva y comí primero la carne en sala, luego me serví un poco de ensalada, tampoco quise acelerarme al comer, no quería zamparme tan rápido de comida y no poder disfrutarla toda, no era por quedar bien pero estaba deliciosa, tenía un sazón muy peculiar, los condimentos estaban frescos y muy bien elegidos, fue un banquete completo en lo que se refiere a sabor.

Nadie platicaba porque comíamos haciendo suficiente ruido con los cubiertos pero me sorprendió que entre todo ese escándalo Rachel se animara a hablar y más hacia mí.

—Así que Juliette, ¿Eres compañera de Olga?

Trague porque me tomó por sorpresa tener a una velocidad increíble la mirada de todos encima de mí.

—Sí, apenas acabo de unirme al programa de voluntariado. —me limpie la boca con una servilleta para que no se viera mi dificultad al tragar —Fue suerte que volviéramos a encontrarnos.

—¡Es tan cierto! —exclamó Olga maravillada —La conocí hace un mes en su tienda de costura, no creí que nos volviéramos a encontrar, digo si lo pensé porque cuando me pregunto acerca del programa estaba casi segura de que podría verla pronto por el hospital pero es genial todo esto, ya saben, las coincidencias.

Cuando acabo de hablar todos nos quedamos callados por la forma acelerada con la que hablo, parecía que no necesitaba inhalar para hablar tan rápido, fue como si no necesitara nada de aire. Rachel dejo escapar unas risitas que Olga compartió también.

—Pues parece increíble la historia que acabas de contar, es genial que se hayan encontrado de nuevo —repuso Rachel con voz suave.

—¿Un mes? —preguntó Alexander con preocupación —¿Decidiste unirte al programa después de un mes?

Escuche el carraspeo de Olga y como Rachel intentaba encontrar una posición cómoda sobre la silla, las observé a ellas y luego a Alexander, sin miedo a encararlo.

—Sí, así es, tuve mucho en que pensar antes de poder tomar una decisión, deje mucho para poder venir aquí.

—Y bueno ¿No te importaría contarnos algo de ti? Ya que solo sabemos la versión que nos repite Olga.

Vi de reojo que ella le hizo una gran mueca que él ignoro, la impaciencia y la curiosidad de todos en la habitación era algo que me apretujaba, una sensación muy difícil de dominar. Un poco indecisa fue que comencé, no quise dar detalles muy privados así que cuide todo lo que salía de mi boca.

—Pues es complicado hablar de mí —solté una risita nerviosa, mis pensamientos estaban enmarañados, se revolvían unas con otras.—¿Qué quieren saber?

Creí que no podía ser peor cuando Alexander fue el primer voluntario.

—¿A quién vienes a buscar?

Fueron escasos segundos en los que quedé distante a todos porque tuve que sufrir en silencio el tormento que siempre atraía los recuerdos más insoportables.

—A mi esposo, es lo único que me queda así que tengo fe en que pueda encontrarlo con bien.

A mi lado vi de reojo que Olga fue quien se sintió un poco incomoda a causa de mi dificultad para responder la pregunta de Alexander. Pasaron segundos que a todos nos parecieron eternos minutos de silencio hueco.

—Y ¿Hace cuánto que se fue? —quiso saber Rachel usando un tono respetuoso y cordial.

Tuve que inhalar aire para responder pero sobre todo para hacerme a la idea del tiempo que permanecía sin él.

—Un año y diez meses.

—Eso es mucho tiempo —comentó Alexander, atrayendo la atención de todas nosotras. —Entonces, prácticamente ¿Estás sola? ¿No tienes a nadie, ahora?

Fue otro golpe de hierro a mi pecho lo que sentí de nuevo, el recordarlo era lo que más me lastimaba, era muy duro recordar a quienes había dejado en el pasado y quienes se habían ido sin haberlo querido, no supe que hubiera pasado si Victoria y Frederick no hubieran muerto, quizá todavía estaría esperando a Richard en casa, contando las horas como era costumbre.

Baje la mirada hacia el plato donde intenté distraerme, calmar un poco el revuelo que se había hecho en mi cabeza por su pregunta, se vinieron encima de mi las imágenes de mi hijo y un agujero en el pecho empezó a succionarme fuerza.

—Tenía pero ellos fallecieron en el bombardeo de Birmingham hace cuatro meses —carraspee con debilidad, esperé deshacer el nudo en la garganta para no dificultarme al hablar—Murió una gran amiga y mi hijo de un año y seis meses.

El profundo silencio que se escuchó en el lugar me obligó a levantar la vista, como lo supuse todos estaban consternados, se mantuvieron callados y a muchos les costó regresarme la mirada, sobre todo Olga que noté como se había tensando su cuerpo y apenas levanto la cuchara para comer.

—Lo siento tanto —susurró Rachel, pasándose el trago amargo que le produjo escuchar algo tan privado. —No era necesario que nos lo contaras.

Sonreí sin ganas.

—La verdad no es que sea difícil para mí, trato de superarlo como lo hice con la muerte de mis padres, siempre hay que superarlo tarde o temprano, no podemos vivir con la tristeza por siempre.

—Creo que tienes razón —indicó Olga con prisa, levantando la mirada hacia su primo y no hacia mí —No hay porque aferrarnos a la tristeza por siempre y por cierto Alexander el interrogatorio termino.

Alexander quiso protestar pero se calló cuando detecto en Olga esa expresión endurecida que reflejaba desaprobación. No dije nada y me ocupe en terminar de comer, por un rato se pudo sentir el ambiente más sosegado, cada quien tenía sus asuntos y al final de la cena Olga insistió en enseñarme mi recamara.

—Vamos, te enseñare, está allá arriba. —me tomo del brazo, fuimos al vestíbulo por mi maleta y subimos las escaleras.

No era una casa tan grande pero tenía suficientes cuartos en la planta de arriba, había solo tres, uno debía ser de Alexander y el otro me suponía lo compartía con Rachel. El mío era pequeño, muy sencillo, tenía todo lo necesario, la cama, un tocado, dos mesitas de noche, lámpara y dos ventanas que apenas reflejaban la luz de la luna.

—Espero te guste, puedo ayudarte a desempacar y luego puedo enseñarte algo de enfermería. ¿Te parece?

—¿Eres enfermera? —le pregunté con impresión, me volví hacia ella.

Dejo mi maleta en la cama y sin habérselo pedido me ayudo a sacar la poca ropa y mis cosas que tenía en la maleta.

—Sí, estudie enfermería hace ya tres años, así que estás hablando con una verdadera enfermera —rió entre dientes, volviendo al trabajo y a su plática —Pedí trabajo en el hospital y fue ahí donde me dieron el puesto, muchas de las que somos enfermeras de piso somos verdaderas enfermeras, otras logran subir de puesto siendo unas novatas, por eso te sugiero que no te preocupes, aprenderás y yo puedo ayudarte.

—La verdad me ayudarías demasiado, yo no tengo experiencia, me costó mucho cuando Sharon me lo explicó —resople, recordando lo mal que lo hacía y lo incomoda que estaba con su presencia —No quiero ser una inútil.

—No lo eres —remarcó la frase con voz grave y lenta —Yo te enseñare, sabrás más conmigo que con cualquier otra.

Le sonreí de oreja a oreja y me senté en la cama para ayudarla con lo poco que tenía que guardar, no llene el armario pero al menos ya no se veía tan vacío.

—¿Es todo lo que tienes? —preguntó con la voz cuidadosa, tal vez no quería herir mis sentimientos.

Me ruborice sin querer, era una vergüenza que hubiera tenido que ver la poca ropa que tenía pero no podía hacer nada al respecto., era lo que tenía.

—Perdí mucho, apenas pude recuperar algunas cosas.

Olga me echo una mirada especulativa hasta que una expresión de asombro la asaltó de repente.

—¡Ya sé! Tengo ropa que podría quedarte, la traje conmigo y no me ha quedado como debería, podría servirte a ti. Te la traeré junto con lo que voy a enseñarte para mañana.

Ya iba camino hacia la puerta y tuve que apresurarme antes de que saliera.

—¿Estás segura? No tienes por qué hacer esto por mí.

Se giró con cara divertida, como si le hubiera contado un gran chiste.

—No es obligación ni nada por el estilo, déjame ayudarte. ¿Está bien?

Baje la mirada, sonriéndole al piso y luego a ella, no se cómo había pasado pero me sentía tan bendecida como antes, lo más extraño en esta vida es que nunca me encontraba sola.

—Gracias, Olga.

Me guiño un ojo.

—Por nada.

(...)

Ya no tuve que soportar los regaños de Sharon, ni tampoco sus quejas respecto a mi trabajo, después de lo que Olga pudo enseñarme ayer prácticamente pude dejar muda a Sharon y con rabietas se volvía sin encontrar nada malo a lo que hacía, no necesitaba ayuda para curaciones simples como desinfectar alguna herida o poner vendas, lo que si todavía necesitaba encontrar en mí esa fuerza para no terminar vomitando al ver toda esa sangre y el hedor que emanaban las mismas.

No me gustaba la poca voluntad que tenía para evitar que eso me molestara, era débil y lo odiaba. Esa misma tarde en lo que llego un nuevo grupo de pacientes yo me manche el uniforme de sangre, estaba limpiando una herida en el antebrazo de uno de ellos y sin saber me había salpicado, para cuando acordé estaba muy manchada. Al dar mi hora de descanso tuve que correr al baño, quite lo que pude pero tuve que cambiarme el mantel blanco por otro limpio de todos modos.

En lo que salía del baño vi a Olga corriendo hacia mí por todo el pasillo, no comprendí su ansiedad inclusive me causó pánico, estaba acelerada por decirme algo.

—¿Qué sucede? —le pregunté cuando con demasiada fuerza me tomo del brazo.

Sus ojos estaban dilatados y su mano me jalaba hacia la puerta de salida.

—Tenemos que comprar el periódico, ya mismo —me dijo con voz sofocada.

—¿Por qué? —fruncí el ceño —¿Qué es tan importante de ver?

Sus ojos ansiosos rodaron por toda mi cara, en segundos se le formo una expresión casi de locura.

—Están publicando los nombres de los soldados que están cayendo en el fuerte en Alemania, tenemos que conseguirlo ya mismo.

No me dio tiempo de hablar, el pecho se me acelero y me fui dejando llevar por el jalón rápido que me dio Olga para salir del hospital. Podría decirse que casi corrimos para llegar a uno de los restaurantes más cercanos que vendían periódicos, ella fue quien hizo el favor de comprarlo.

Nos echamos una mirada fugaz y en seguida nos leímos el pensamiento.

—¿Quieres leerlo tu primero? —sugirió con cierto nerviosismo, toda aquella adrenalina suya se había borrado.

Quería acelerar las cosas, si su nombre estaba ahí era mejor saberlo pero tampoco quería arrancarme el alma de un solo tirón, quería aguardar todavía una esperanza así que me aferré a esa esperanza el poco tiempo que podría durarme.

Negué.

—No, léelo tu primero.

Indecisa y temerosa al igual que yo fue que termino por ser la primera en leer el periódico, lo abrió y empezó a dar seguimiento a las hojas con la cara entumecida, sin expresión, se contenía la respiración cada que daba vuelta a una por una de las páginas que terminaba de leer, cuando ya iba en la última pude notar que fue donde más le afecto llegar porque podría ser que estaba ahí su nombre pero en cuanto sus ojos se fueron hacia abajo en la última fila fue ahí donde la sangre le regreso al rostro y dejo caer su angustia en un suspiro.

—Gracias a dios —le costó respirar luego de recobrarse —No está ahí.

Apenas pude tragar saliva cuando me lo paso a mí, juro que mis manos se adormecieron cuando lo tome, cada palpitar de mi corazón era doloroso, muy fuerte y me impedía respirar, traté de mantenerme erguida pero fue difícil, mi cuerpo ya estaba preparándose en automático por si algo pasaba. Abrí el periódico y fui leyendo las primeras filas, había tantos nombres, tantas personas que habían muerto que daba una tristeza enorme ser testigo de esta horrorosa cantidad. Avancé con cautela para estar segura de que su nombre no estaba ahí, fui pasándola de mal en peor porque avanzar no significaba que podría estar vivo, me hacía pensar que su nombre podría estar en la última página y es a donde no quería llegar.

Suplique internamente que no estuviera su nombre en la última página cuando llegue a esta, fui conduciendo mis ojos hacia las filas penúltimas y mi respiración quedo sepultada en mi pecho, casi creí desvanecer, cerré los ojos tan fuerte que no quise abrirlos, ignore la sensación de ardor sobre mis parpados, básicamente todo quedo ignorado a mi alrededor.

No pude hablar, mi voz estaba prisionera.

—¿Lo está? —preguntó Olga con voz preocupada.

Abrí mis ojos lentamente y me volví hacia ella que estaba disgustada, miedosa, no se qué pudo haber leído en mi expresión pero a ella la empeoro por completo así que tuve que responderle para que al fin nos hiciéramos a la idea de la verdad las dos juntas.


El siguiente capítulo les va a gustar mucho :3 Yo se que sí.

Las quiero un montón, gracias por sus votos y leídas, las llevo en mi corazón por todo el apoyo que me dan. Nos seguimos leyendo

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