Capítulo 31. Mi Pertenencia
Éramos más de cien los que nos encontrábamos viviendo en el albergue, era un lugar amplio que la iglesia había ofrecido a todos quienes habíamos perdido toda pertenencia, casa, ropa, todo. Yo había pasado cinco días completos aquí, comíamos lo que la gente se ofrecía a traer y nos duchábamos una vez cada tres días a causa de la gran cantidad de gente, dormía en un catre que al menos no compartía con nadie a pesar de estar rodeada de tanta gente yo no parecía percibir a ninguna persona. Al día siguiente del bombardeo tuve que identificar los cuerpos de Frederick y Victoria, después los hombres del voluntariado vinieron a traerme lo que pudieron rescatar de los escombros, mi violín, ropa de Richard y mía y unas cuantas fotografías de la juventud de Richard, no hubo recuerdos de Frederick, nada de lo que pudiera aferrarme a él y pensé, tal vez así era mucho mejor, la vida me lo arrebató y ya no había nada que pudiera cambiar, solo quedaban mis recuerdos, los últimos que pase con él, lo peor de todo es ¿Cómo iba a decírselo a su padre? ¿Qué iba a pensar Richard de mí? Había sido mi culpa, no había cuidado de él, si tan solo me hubiera quedado, hubiéramos sido los tres quienes sufriéramos juntos, lo hubiera protegido, le hubiera dado mi último aliento para que siguiera en pie, disfrutando de una vida tan prospera que pudo esperarle porque así lo habíamos querido, así debió ser.
Mi vista se quedaba clavada siempre en un punto fijo en el techo sin prestarle atención a nadie, ni a quienes intentaban ser amables y platicar conmigo, me dedique a perderme en un punto ciego y sin sentido el cual me hacía desconectarme de la realidad. No me movía si no era para comer o ducharme, no gastaba energías en nada que no fuera lo vital, me había obligado a comer solo porque dormía con las fotografías de Richard y me susurraba a mi misma en la oscuridad que nunca nos abandonaba que solo me proponía a vivir si él mantenía firme su promesa, si no me dejaba yo no lo haría. Esperaba rogándole a dios que algún día pudiera perdonarme por no haber cuidado a nuestro hijo como debió ser, le falle tanto a ambos que ahora vivía con la culpa arrastrándose sobre mi espalda, lastimándome sin piedad en cada uno de los segundos que se marcaban a duras penas en el reloj.
—Disculpe...¿La señorita Juliette Norrington?
Había estado ausente por un tiempo indefinido hasta que una voz masculina me llamó, apenas y giré la cabeza con lentitud para verlo, era alto, un poco regordete, vestía de traje con un sombrero que se quitó en cuanto le clave la mirada para confirmarle su pregunta. Carraspeo con discreción y se acercó una silla vieja y rota, dejando su maletín negro de cuero sobre el regazo.
—Perdone mi atrevimiento, llevaba dos días buscándola y apenas pude dar con usted —se apretó los labios, parecía no tener intención de seguir hablando porque seguramente mi apariencia lo tenía bastante incomodo —Estoy seguro de que no sabe quién soy.
Me incorporé y le eche una mirada de pies a cabeza con suspicacia, no tenía ni la más remota idea de quien se trataba, no tenía ningún conocido en este lugar, no había posibilidad de que lo hubiera.
—No —le respondí con un tono más grave que el de mi voz —¿Quién es y que desea?
Se acomodó la solapa de su saco y abrió su maletín con un click que hizo la cerradura, saco una carpeta amarillenta de un grosor liviano, uso su maletín como apoyo para recargar sus manos, cuando me volvió a observar se podía notar todavía esa incomodidad suya por mi indiferencia.
Tartamudeo sin querer y supe a que se debía.
—Yo soy el abogado de...Victoria, ella era mi clienta, desde hace mucho tiempo, fui gran amigo de su padre y yo veía por sus intereses—dio un asentimiento como si quisiera que lo comprendiera —Lamento muchísimo lo que paso, señorita, ella también era una gran amiga para mí y fue un trago muy difícil de procesar.
Fue inevitable no bajar la mirada para poder tragar ese nudo impenetrable que se formaba automáticamente en mi garganta, me sofocaba, me hacía sentir fatal. El hombre se dio cuenta de mi trago amargo y entonces volvió a carraspear queriendo limpiar el daño intencional que había causado.
—Yo solo vengo a traerle estos documentos que dan legalidad a su testamento y a sus propiedades. —alargó la mano para entregarme la carpeta.
Me quedé viéndola unos segundos con desconcierto y luego a él para confirmar que no se trataba de ninguna broma
—¿De qué está hablando? —inquirí con la expresión crispada, echándome hacia atrás —No se de que se trata todo esto.
—Tiene razón, no le he explicado muy bien las cosas —levanto ambas cejas y soltó un suspiro que lo descargó del estrés que se había acumulado en él desde que llego —Este es su testamento, desde hace años ella lo actualizo, dejándola a usted completa dueña de sus pertenencias.
Como yo no tomaba todavía la carpeta la regreso a él otra vez y la abrió, sacando unas cuantas hojas que no aclaraban nada porque yo no entendía hasta que se inclinó y me apunto con él dedo cada uno de los términos y condiciones del testamento para más entendimiento.
—Le dejo el terreno de la casa —volteo a otra hoja —La tienda de costura y unas cuantas joyas familiares que supongo no se recuperaron, por lo que tengo entendido. Todo esto es suyo, señorita, así lo dicta y mi trabajo es hacerlo saber y entregarle por supuesto lo que por derecho es suyo ahora.
Parpadee atónita, asustada, ¿Qué es lo que estaba diciendo? Oh no, yo no podía aceptar esto, ¿Cómo podría? Yo no fui más que una conocida para Victoria, no teníamos algún lazo de sangre que nos hubiera unido como debía ser, era su trabajo, la historia de su vida, no podía hacerlo mío.
—Lo siento tanto pero no puedo aceptar esto —admití con tono tajante, negando con la cabeza —Esto no me pertenece a mí ¿Por qué no busca a alguien que sea de su familia y se lo entrega? Yo no merezco sus propiedades.
—Pero señorita...—intentó hacerme entender mostrándose impaciente —Aquí lo aclara y lo explica, la ha puesto a usted como la dueña de todo, no puedo buscar a nadie si aquí ella no lo solicita.
Nos miramos uno al otro con la misma impaciencia, yo para que entendiera que no lo aceptaría y él para convencerme de lo contrario.
—Compréndalo, por favor...—me pidió con una apariencia exhausta por hacérmelo entender, sostenía la carpeta con un poco de debilidad —Ella la apreciaba demasiado ¿Por qué no lo entiende? Victoria no tenia a nadie y usted lo sabe también, se lo debió haber dicho, ustedes eran su familia, ella me lo había dicho tantas veces que darle todo lo que tenía ella esperaba poder agradecerles todo lo que hicieron para hacerla sentir viva. Así que usted, hágalo por ella.
Oh Victoria, cuanto sentía tanto su ida, lo sentía como un peso muerto sobre mi pecho impidiéndome respirar, me quebraba en mil pedazos imposibles de unir, recordaba todo el tiempo lo grandiosa que era, lo que pudimos pasar juntas, lo que hubiera disfrutado a nuestro lado. Me reprimí tanto el volver a llorar, tenía que hacerlo por mi bien, había estado llorando días sin parar y sabía que no era suficiente para hacerme extrañar menos a mi hijo y a Victoria.
Titube más de lo que esperaba y al final cedí porque a pesar de mi terquedad él tenía razón, yo no quería olvidarme de ella, le prometí que no la decepcionaría y el legado de su nombre y la historia de su tienda debía seguir.
—No quiero decepcionarla —susurré, tomando con fuerza la carpeta, me hacía imaginar que ella sonreía al no darme por vencida.
El hombre dio una sonrisa a medias, se había quitado un peso de encima eso era seguro, debía reconocer que me había abierto los ojos y me había hecho reflexionar de lo que ahora dependería mi vida.
—No lo hará, ella está segura de eso. No lo olvide, era lo único que tenía y siendo sincero, señorita, estoy seguro que ha dejado en muy buenas manos lo que ella más quería.
Ahora lo sabía, yo también debía agradecerle todo lo que había hecho por nosotros en este tiempo, las veces que nos ayudó, que estaba al tanto de mí y Frederick, fue mi apoyo tantas veces cuando me sentía perdida, ella logró sacarme de mi depresión, fue la luz al final del túnel en mis momentos más críticos.
—Haga lo que crea correcto con lo que ahora es suyo —repuso con tono casual levantándose de la vieja silla, alcé mi mirada hacia él todavía un poco aterrada por la idea de que ahora todo esto era mío. —Gracias por su tiempo, señorita y de nueva cuenta lamento tanto su perdida. Espero que todo salga bien y que encuentre pronta resignación. Tuvo mucha suerte, consideré eso.
Lo vi alejarse entre la línea larga de catres que estaba formada por todo el lugar. Sus últimas palabras reverberaron en mi cabeza como el sonido insoportable de una campana, el pulso se me acelero al tener muy consciente que así era, era una mujer que vivió para contar este horror de la humanidad y ni siquiera le había dado vueltas a ello, no supe porque las cosas suceden de tal forma pero era un destino muy especial lo que la vida tenía para mí sí había logrado salvarme de una muerte tan cercana.
(...)
Eran dos meses los que se cumplían de haber dejado finalmente el albergue, muchos de los que se quedaron el tiempo que yo lo hice fue porque no teníamos familia con quien pudiéramos quedarnos, éramos almas en pena buscando un lugar donde establecernos nuevamente. Por mi parte no tenía casa donde pudiera quedarme, lo único que quedo de ella fue el espacio vacío lleno de rocas y pedazos de ladrillos que se quedaron en una montaña, así que mi único refugio fue la tienda que di utilidad como casa y negocio al mismo tiempo, logré hacerme un colchón con viejas telas que no servían y me cosí una almohada así como nueva ropa para mí, también reutilice un pequeño frigo de agua en el sótano que nunca abrimos y que ahora era mi baño personal.
No tenia dinero para reconstruir la casa, incluso había varios compradores interesados en el terreno porque ellos tenían la disponibilidad de dinero para reconstruir la casa pero no pude hacerlo, no iba a vender el espacio que tenía una importancia infinita y especial, a Victoria no le hubiera gustado, era lo único valioso junto con la tienda lo que yo tenía ahora. Esa mañana abrí como de costumbre, por lo natural no había tantos clientes, no los demasiados porque la calle todavía tenia difícil acceso así que solo llegaban alrededor de diecisiete en todo el día, de todas formas abrí y me sorprendió ver a mitad del mediodía una mujer de quizá la edad de veinticinco años, cabello castaño claro, ojos grandes y almendrados, una nariz respingada, piel clara y muy delgada. Era cliente nueva, jamás había venido por aquí.
Se acercó al mostrador, le sonreí y nos saludamos mutuamente.
—Buenos días, disculpe quería saber si podría confeccionarme este uniforme....—subió la larga bolsa de plástico que cubría lo que sería un uniforme de enfermera. —Me queda un poco grande y quisiera ajustarlo de las mangas.
Quite la bolsa de encima y en efecto parecía ser un uniforme de enfermería, al mirarlo me di cuenta de que era mucha tela para tan delgado y pequeño cuerpo que tenía.
—Claro, podemos hacer algo por usted —acepté dándole una sonrisa amistosa, tome la cinta de medir y baje del mostrador para hacer mi trabajo.
No fue mucho lo que pude haberme tardado, si lo hice solo fue para confirmar sus medidas pero en sí tome todo en menos de cinco minutos. Volví al mostrador e hice el papeleo.
—¿Para cuándo lo necesita, exactamente?
Movió sus labios de un lado a otro, calculando.
—Quizá en dos días.
—¿Su nombre?
—Olga Weeden
En lo que yo acomodaba mis apuntes noté de reojo que para matar tiempo ella paseo toda su mirada en el lugar, encantada de las telas, acariciándolas y estudiando con atención los diseños que teníamos como muestra de trajes y vestidos cerca de la ventana.
Escuche que soltó una risita liviana y se volvió a mí.
—Es una bonita tienda, muy cálida. ¿Es suya?
Levanté mis ojos y por un momento pensé que no podría contestar a su pregunta pero una extraña fuerza explotó desde mi interior dándome el arranque de voluntad necesario para decírselo.
—No, era de una gran amiga —una sonrisa apagada se formó en mi rostro, como si eso me facilitara pasar el trago amargo del recuerdo —Pero ella murió en el bombardeo junto con mi hijo.
No tarde en esperar su reacción atónita, boquiabierta bajo la mirada hacia el suelo y cuando me dirigió la palabra no pudo mirarme a los ojos, debió incomodarle haberme preguntando tal cosa.
—Lo siento tanto —susurró, levantando con mucho cuidado sus ojos a mí, acepté sus disculpas sonriendo a medias y volví a mi trabajo. Ella retomo la plática con voz suave cuando se sintió menos inquieta —No quería ser imprudente, sabe en estos tiempos todo el mundo está perdiendo a mucha gente, no sabemos cómo pasan estas cosas pero tratamos de resignarnos a cómo podemos. Yo también perdí a alguien y tengo esperanza de que esté bien.
Me detuve casi automáticamente, alcé la cabeza y nuestros ojos se encontraron de inmediato, no se por qué razón quería que tratara de explicarme lo que me había dicho, tenía algo de interés en conocer que era lo que pasaba con ella.
—No comprendo ¿Qué trata de decir? —inquirí con los ojos entrecerrados, manteniendo una voz casual y amigable.
Ella se acercó más al mostrador y de la manera más atenta me explico todo.
—Mi hermano se fue a la guerra hace dos años, mi madre tiene poca fe de que pueda volver, estos años han sido terribles para ella porque cree que no está vivo, jura que lo siente pero yo estoy en contra de todo en lo que ella piense, por eso me uní al voluntariado de enfermeras en Londres, me iré a vivir con unos primos y hasta que no acabe esta maldita guerra no dejaré de luchar porque se que puedo encontrarlo y traerlo de vuelta.
Pude sentir mis ojos muy intensos y penetrables cuando le clave la mirada con aire ausente, mi ser completo se desapareció pocos segundos hasta que todo a mi alrededor comprendió y se alegró de escuchar cada una de sus palabras como una forma maravillosa de aliviar cada día la herida que con un ardor infernal me quemaba las entrañas.
—¿Qué ha dicho? —mi voz se elevó un poco que Olga tuvo que retroceder para no ensordecerse, parpadee tomando compostura como pude —¿Ha dicho voluntariado de enfermeras? ¿A qué se refiere con eso?
Mis ojos la apremiaban a hablar que se aceleró cuando quiso explicármelo.
—En Londres están buscando mujeres para ayudar en los hospitales, necesitan a mucha gente, reciben heridos de los fuertes más cercanos como también lejanos, mucha gente utiliza este medio para encontrar a quienes creen perdidos. Y yo lo intentaré por mi madre y mi hermano.
Eso explicaba el uniforme. Empecé a respirar con brusquedad por mi impaciencia que estaba consumiéndome el cuerpo, las esperanzas perdidas estaban regresando a mi otra vez así como la motivación de vida ahora más fuerte que nunca, esta podría ser lo que necesitaba, yo tampoco me daría por vencida.
Quedé tan sumida en mis pensamientos que ignoré por completo que Olga me estudiaba sin mover ningún músculo.
—¿Acaso le interesa? —preguntó con sumo interés.
Me volví con brusquedad y entonces cuando iba a darle una respuesta afirmativa se cruzó por mi cabeza la razón que derrumbó todos mis planes, la ocupación y la responsabilidad que tenía en estos momentos, la tienda, no iba a poder dejarla, si me iba sería para regresar solo cuando encontrara a Richard y yo no sabía cuánto tiempo sería el que tendría que dejar pasar.
Mis ánimos se desplomaron estampándose contra el suelo, fue tan rápido la forma en que me sentí tan afligida que mi cuerpo cayó también.
—Solo quería un poco de información, eso es todo —le aseguré con mi intento inútil de ocultar mi desánimo, me volví para que no se encontrara con mi rostro apagado. Le entregue una hoja con los datos de su pedido —Esto es lo de su uniforme, lo tendré muy temprano si desea venir a primera hora.
Tomo la hoja y yo seguía percibiendo que tenía su mirada vagándome por todo el rostro. Cuando se fue hacia la salida no sin antes agradecerme fue de sorpresa que se detuviera en la puerta unos dos minutos y que regresara al mostrador casi corriendo, dejándome un papel encima.
—Tome, este es el lugar donde están pidiendo la ayuda, quien esté desesperado puede brindarle la información, tenemos que apoyarnos unos a otros en todo este infierno que pasamos.
No pude decir nada, ni siquiera pude darle las gracias, se fue tan rápido como llego, dejándome una tarjeta con una dirección que se notaba acababa de anotar. No se cómo pudo encontrar la forma irrefutable para leerme el pensamiento y saber que se había vuelto una urgencia poder saber más de todo esto, mi desesperación quizá fue un factor importante no lo dudaba pero no se por qué razón sabía que estaba tan necesitada como ella al no darme por vencida en la lucha de traer de vuelta lo que siempre nos perteneció.
¿Que creen que haga Juliette? Siguiente capítulo, esperenlo, la respuesta se encontrará ahí...
Besotes enormes a todas ustedes y gracias porque casi llegamos a los 5k!!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Ahhhhh!!!!!!!!!!! (espero mi grito les haga llegado hasta sus cómodas viviendas)
YA CASI!!!!!! GRACIAS!!!!
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