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Capítulo 25. El Origen


Cuatro meses. No se había molestado en responder mi carta hace ya cuatro meses, los había contado desde el primer día y hoy el tiempo daba como resultado los largos cuatro meses desde entonces, ¿Por qué? ¿Qué había pasado con ella? ¿Qué era lo que estaba pasando en su vida que no había contestado ni siquiera para tratar de explicármelo? Eran cuatro meses que yo había dado para su ventaja, era un tiempo que había dejado pasar pero ya no estaba dispuesta a dejar pasar más tiempo, ya no iba a soportar más ausencia.

Victoria estaba conmigo en casa, estábamos preparando agua de frutas como el que habíamos hecho en navidad y más porque hacía mucho calor, ya era mayo, la primavera estaba renaciendo de todos los rincones del país, hacia un clima esplendido, llenaba de mucha energía y uno se sentía de excelente humor andando por la calle, los rayos del sol eran roces suaves y el viento era de una temperatura temple que no rebasaba a lo incómodo y sofocante.

Estaba sentada en la mesa de la cocina en lo que ella me servía jugo, podía sentir que me echo un vistazo que por supuesto yo ignore, tenía los brazos apoyadas sobre los codos y me límite a ignorar todo a mi alrededor.

—Sigues angustiada por tu prima ¿Verdad, Juliette? —al sentarse dio un bufido de frustración —Olvídalo, querida, quizá no te contesta porque debe estar muy ocupada, tú has cumplido con darle señales tuyas, si ella no responde ella es quien deba sentirse muy mal.

No le respondí en varios minutos, pensé un poco en lo que me decía y tenia algo de razón, yo ya había hecho mi parte, era cuestión de Stella el responderme o no.

—De todas formas, es de muy poca consideración tenerme de esta manera y no se porque pero algo me dice que se trata de algo más —admití, con ojos entrecerrados, manteniendo mi apariencia especulativa —Yo lo siento, se que ella no me ha contestado por una razón.

—¿Y qué razón puedes creer que haya para no responderte?

Me levanté a como pude ya que mi barriga había crecido demasiado, tenía siete meses y ahora si que se dificultaba un poco caminar y hacer mis rutinas normales con una barriga que me cubría los pies, ya no iba a la tienda de Victoria desde hace dos meses, ella me lo había negado y también Richard, se había unido para tratar de mantenerme en casa ahora si para descansar. Me acerque al cajón de mi mesita de noche y saque la primera y única carta de Stella, leí la dirección una y otra vez para tratar de memorizarla.

—Tengo que ir a verla —deje la carta sobre la mesa para que ella pudiera leer también la dirección —Necesito saber que ha pasado con ella.

Sacudió la cabeza, contemplándome asustada e inquieta.

—¿Acaso perdiste cordura? —sus ojos se dilataron un poco —¿Piensas de verdad que conseguirías algo si vas y la enfrentas?

—Por favor, señora Girard, acompáñeme a buscarla, necesito al menos saber cómo le va —le suplique con los ojos que se desvanecían en pena y angustia, arrugue la frente lo más que pude para que pudiera expresar con más autenticidad mi tristeza —Es la única familia con la que tengo comunicación, los perdí a todos menos a ella y me hace sentir triste si llego a enterarme que está pasándola muy mal.

—Pero aquí dice que es un poco más lejos de donde tu vivías. ¿Crees que puedas aguantar? Me preocupas tú que debes estar aquí.

—Estaré bien, lo prometo —puse los ojos en blanco al perder la cuenta de las veces que repetía la misma frase a todo el mundo —Iremos en tren y solo necesitaríamos caminar unas cuadras. Por favor, no se lo diremos a nadie.

Lo pensó un largo rato, frunciendo el ceño y mirándome a mi y luego a la ventana, le tome las manos para asegurarle que todo estaría bien, que confiara en mí. Tras varios minutos de dolorosa decisión ella aceptó haciéndome prometerle que si Richard se enteraba que tratara de evitar ponerla en aprietos por aceptar esta locura.

—No se preocupe, nadie se va a enterar —le juré con una sonrisa complaciente y un abrazo que le estrecho el cuerpo.

Compramos los boletos para tomar el primer tren del mediodía, no empacamos nada porque sería un viaje fugaz que no iba a llevar estadía, lo único que quería era ir hacia la dirección que marcaba la carta y poder regresar antes del anochecer sin ningún desperfecto. Nuestro viaje de tren me hizo perderme en mis pensamientos y en esos viejos recuerdos que llevaba muy guardados en mi mente, tenía miedo como también emoción de poder encontrarme con ella, había pasado tanto tiempo desde la última vez y lo que más deseaba era poder abrazarla una vez más olvidándome de las diferencias que alguna vez tuvimos, al parecer todas aquellas diferencias se habían escapado de nuestras vidas esa vez que nos habíamos despedido en el invernadero, ahí habíamos partido nuestras vidas en caminos diferentes y habíamos madurado como las reales mujeres que éramos.

Caminamos un par de calles ya al bajar del tren, como lo había advertido Victoria eran unas ocho o nueve cuadras que debíamos caminar pero ella insistió en que no debíamos caminar estando yo en mi estado de embarazo, pidió un taxi y le pidió que nos llevara exactamente a la dirección anotada en la carta. Fue un trayecto de unos cinco o siete minutos hasta que el taxi nos dejo frente a una casa de dos pisos muy hermosa con un jardín abundante y verde con una cerca de madera tallada y barnizada, tenia una fachada de ladrillos, podría jurar que había un montón de habitaciones por dentro ya que había más de seis ventajas por fuera que lo dejaba claro.

Esta debía ser calle de Stella en definitivo, se había casado con un hombre con posición bastante alta de dinero así que esta debió haber sido una casa que ella pudo bien haberla escogido. Tome a Victoria del brazo y avanzamos hacia el porche, quitamos el seguro de la cerca y subimos los escalones que llegaban hacia la puerta. Toque tres veces y en seguida escuchamos ruido desde el interior.

—¿Sí? —preguntó un mayordomo, lo supe porque llevaba traje e iba con un bandeja de agua fresca en una mano, al mirarnos se sorprendió un poco, tal vez no era la gente que recurría este lugar.

Victoria y yo nos echamos una mirada rápida y yo hable porque era la más interés tenía en saber del paradero de mi prima.

—Buenas tardes, queremos encontrarnos con la señorita Stella Jensen ¿Se encuentra ella?

El mayordomo echo la cabeza hacia atrás, entrando en razón.

—¿La esposa del señor Daniel Jensen?

Mi cuerpo estaba sacudiéndose por una aproximada inmensa felicidad, ya estaba preparada para encontrarme con ella, para poder decirle cuanto la extrañaba, mi pecho palpitaba elocuente, extremadamente impaciente, los latidos de mi corazón eran como un tambor golpeándome las extremidades hasta que el mayordomo hizo un gesto de disculpa.

—Lo siento tanto pero ellos ya no viven más aquí, ahora la residencia le pertenece a la familia Parker.

Sentí la cara dura como piedra al escucharlo, fui rompiendo el aire con mi sofocada respiración, me atragante con mi propio aliento y Victoria tuvo que darme un apretón al brazo para regresarme a la realidad, a la terrible realidad.

—¿Qué? ¿Ya no viven aquí? —jadee, mi voz tembló cuando formulé otra pregunta —¿A dónde se fueron?

Mis ojos se fueron directo hacia el mayordomo como el asalto de un animal salvaje y aquello lo intimido, empezó a tartamudear un poco porque no se esperaba mi abrupto cambio de humor.

—Ellos se fueron hace tres meses de la ciudad, señorita, solo se sabe que se fueron a América y no han dejado información a absolutamente nadie para quienes en algún momento hubieran venido a preguntar. Lo siento tanto pero tengo entendido que no volverán porque estaban desesperados por vender esta casa.

Una repentina sensación de nausea me invadió de repente, sentía mi garganta aplastada por esas ganas de correr y echar toda el malestar y la enfermiza sensación de la decepción y la tristeza, mi respiración se vio afectada un poco que tuve que aferrarme a Victoria, ella se alertó de inmediato, calmándome, acariciándome el hombro, quise calmarme porque ella no merecía pasar este trago amargo.

—¿No dejaron una carta, un recado? —preguntó Victoria con un tono ligero de irritación, ella también indago al hombre con los ojos.

—Lo siento Madam, no han dejado nada. Que tengan buena tarde, disculpen.

Ya no me quedaba nadie, el contacto con el único miembro de mi familia había terminado desde hace tiempo y no me había dado cuenta, ¿mi carta habría sido leída por ella al menos? Nadie lo sabía, tal vez ella nuca había estado interesada por mí, quizá quería quitarse de encima mi recuerdo al igual que sus padres, olvidarme, burlándose de mí a mis espaldas, hablando y viviendo una vida sin llevar mi nombre sobre la espalda, así había sido desde el principio.

¿Por qué no decirme? ¿Por qué quitarme del camino como un estorbo? Me dolía, su desprecio me sepultaba muy profundamente a la peor de mi tristeza porque Stella era lo único que me quedaba y que podía conservar de mi vieja vida, ahora ya no existía más, cada gramo de aquella vieja vida que deje se desintegro por el aire, haciéndola inexistente, como si nunca hubiera existido, como si nunca la hubiera vivido.

Me aferré fuerte a Victoria y llore sobre su hombro sentadas sobre las escaleras de la casa, mi familia me despreciaba, me negaba y por un lapso de tiempo dolió muy fuerte pero después me regeneró, me hizo ver que no los necesitaba porque tenía mucho más de lo que pude tener antes y eso me dio fuerza para levantarme y regresar a casa sin perder tiempo en desgastarme en ninguna pérdida más.

(...)

Esa noche me dispuse a sentarme en el sofá y por primera vez desde que habíamos llegado a este lugar toque violín otra vez, volví a mis tiempos de gloria y esperanza, recordándome mi sueño como una fantasía loca, como un anhelo, un suspiro que disfrutaba saliera de mi cuerpo. Lloré como nunca porque me gustaba escucharme tocar en silencio, era un silencio lleno de paz y que hacía un excelente juego en mi tocada, me proporcionaba una ayuda extra muy buena porque escuchaba con claridad todo, era hermoso, había estado queriendo poder tener una experiencia para mí sola hace tiempo con lo que más ame alguna vez, mi música, porque ahora tenía personas a quien amar más que todo lo que pude desear como ser una buena violinista, tenía amor que brindar a Richard y a nuestro hijo que esperaba pudiera verme interpretar con el mismo sentimiento de hoy la canción que me liberaba de mis desdichas.

No escuche que Richard había entrado así que cuando acabe de tocar lo encontré frente a la puerta con las manos metidas en los bolsillos y una pequeña sonrisa que apenas se curvaba en sus labios, me estudiaba con mucha atención.

—¿Dónde habías dejado a la vieja tú? —susurró.

Me volví hacia la ventana que era para quien tocaba, dándole la espalda.

—Se escondió por un tiempo.

Acaricie el violín que hace tiempo no tocaba por el hecho de que envolvía recuerdos de mis tíos y de Stella, lo tenía guardado en el armario como una reliquia ya que no tenía intención de volver a tocarlo ya que era un regalo suyo pero hoy ahora lo hacía mío de nuevo y de nadie más.

Sentí como se sentaba a mi lado y me giré hacia él, sus ojos relumbraron como la potente luz de la luna que entraba a chorros por la ventana, cubriéndome con una manta que hacía explotar mis sentidos, que me invadía el cuerpo helado en llamas que quemaban debajo de mi piel, esa forma de mirar suya era mi razón de vida siempre.

—Me alegro que hoy la hayas dejado salir —completó aquella sonrisa invisible frente a mi, dándole una expresión tierna y con una voz muy comprensible.

Me acaricio la cara con sus manos que nunca carecían de suavidad, haciéndome estallar de amor.

—¿La extrañabas? —le pregunté con adoración al disfrutar de esas caricias que sabía que tanto me gustaban.

—Sí —admitió, convirtiendo su voz en una brisa que me recorrió la cara, quedándose atrapada en mi garganta cuando inhale con fuerza.

—Pues acostúmbrate, porque no volverá a desaparecer, te lo prometo.

—Amaré quien hayas sido y quienes eres hoy, siempre. —me aseguró con ese rostro eterno lleno de amor, pasión, vida y esperanza que necesitaba contemplar para hacerme la mujer más feliz del mundo, quien me hacía estremecer debajo de la piel, siempre.

Le sonreí a como pude porque sentí que me quebraba en ese dolor seco al recordar lo de esta tarde, me abrazo con fuerza abrigándome lo más que pudo mientras yo lo abrigaba con el calor de mi llanto silencioso y reservado. Minutos más tarde le conté todo lo que había pasado, lo que había descubierto y él como yo quedo estupefacto ante tanta desconsideración y crueldad por parte de Stella porque entre los dos habíamos llegado a imaginar que ella no podía ser tan cruel como para desaparecer sin darme razón, habíamos prometido seguir en contacto pero ahora sabíamos que para ella no se había vuelto una promesa, nunca sabré que se había significado realmente para ella nuestra despedida.

(...)

Después de la tormenta que había pasado meses atrás había logrado recuperarme y me había levantado a pesar de la depresión que se había acumulado en mi por semanas, a pesar de eso todo se terminó, se fue, cambio para bien sobre todo cuando finalmente la espera se acabó al tener entre mis brazos a mi primer hijo quien nació un bello siete de julio de 1939 con el nombre de Frederick, "Freddie" como le llamábamos de cariño. Era un hermoso y perfecto varón que peso dos kilos setecientos, nos llenó de inmediato a todos con una emoción inmensa que no nos pudo evitar el llanto, era más que perfecto, era mi mundo ahora, era tan frágil y pequeño, lo sentía pesado entre mis brazos pero para mi era una como sostener una hoja de papel, no quería causarle ningún daño, lo acariciaba con sumo cuidado como si temiera romperlo al tacto, no sabía si se parecía a su padre o a mí pero eso ya no importaba, lo amaba por sobre todas las cosas porque era una nueva persona quien se nos unía a nuestras vidas.

Richard no se pudo evitar el llanto por una larga semana, insistía en que a veces le lloraban los ojos pero yo sabía que era por Freddie porque al tenerlo en sus brazos y mirarlo fijamente era como si se encerrara con su hijo en su propia burbuja, lo arrullaba y le cantaba o le inventaba una canción de cuna improvisada, era una ternura verlo gozando de su faceta de padre cuando meses atrás éramos quienes moríamos de miedo, sobre todo yo que ahora reía para mi misma al recordar lo estúpidamente aterrada que me sentía, tenía a gente maravillosa conmigo quienes me ayudaban, ¿Cómo pude sentir tanto miedo? Dude de todas aquellas personas y ahora solo me avergonzaba de eso.

En una tarde que Victoria se fue a atender la tienda ella volvió al anochecer a nuestro departamento para preguntar con un poco de timidez si podía volver a ver a Freddie ya que nuca dejaba de visitarlo, desde que nació su mundo pareció haberse despertado de repente, convirtiéndola en la mujer más plena que haya visto.

—¿Puedo ver al pequeño, Freddie? —preguntó, parada en la puerta entre abierta, asomando la cabeza con una amplia sonrisa y con una bolsa grande que supuse debía ser otro regalo.

Richard la invitó a pasar en lo que yo estaba recostada en la cama, entreteniéndolo con uno de los tantos regalos que ella le había hecho. Victoria había sido demasiado bondadosa con nosotros, nos había regalado un montón de ropa y artículos para el bebe, insistía en que nosotros no le debíamos nada, era ella quien se sentía en deuda con nosotros por hacerla sentir viva y por permitirnos ser parte de la familia, porque ahora ella no tenia a nadie más que nosotros y nosotros a nadie más que a ella.

—¿Cómo va todo en la tienda, señora Girard? —le pregunté con sumo interés. Ahora era ella quien por ahora atendía sola la tienda y me gustaba saber cómo le iba siempre.

—Nada mal, querida, no hay mucho trabajo, lo normal no te preocupes, yo se que estás desesperada por regresar pero no te angusties, todo va de maravilla.

Me mordí el labio con timidez al saber que ella detecto el porqué de mis frecuentes preguntas acerca de la tienda, si quería regresar, ya habían pasado meses que deje de ir, resulto que fue primero para atender mi embarazo y ahora era para cuidar de Freddie.

—Disfruto mucho estar ahí y créame que tengo intención de volver.

Rió para sus adentros, divertida de la idea y me echo una mirada en desacuerdo.

—No por ahora, ahora tienes responsabilidades más importantes que ayudarme en mi vieja tienda, tienes a tu hijo —se volvió hacia Freddie quien se mantenía en silencio jugando con una sonaja —Es tu prioridad ahora.

—Nuestra prioridad —añadió Richard desde la cocina, sonriéndome solamente a mí, me guiño un ojo y volvió al trabajo de preparar su café.

Victoria lo escucho que sonrió también, meció a Freddie en sus brazos hasta que esté se quedó dormido, habíamos tenido suerte, casi no lloraba y cuando lo hacía era para dar a entender que tenía hambre o si estaba sucio.

Cuando pasaron unos minutos Victoria llevo al bebe a su cuna que no estaba lejos, estaba justo del lado donde yo dormía a unos cuantos centímetros, lo velaba día y noche sin parar, no dormía hasta asegurarme que también él lo hacía. Invitamos a Victoria a cenar ya que yo había preparado estofado con carne, ella aceptó encantada, tuvimos una charla acerca de los días en los que yo estaba con ella en la tienda, fue una cena tranquila y armoniosa.

Al finalizar nos despedimos de ella y agradeciéndole de antemano los regalos que siempre le hacía a Freddie. Cuando me dispuse para ir a dormir escuchamos al bebe llorar, recordaba que ya habían pasado cuatro horas desde la última vez que comió así que me preparé para darle de comer, lo lleve a la cama conmigo y lo arrulle cuando termino, pasee por todo el departamento y me senté justo a lado de Richard en uno de los pequeños sofás que teníamos.

—Puedo dormirlo yo —sugirió Richard con una sonrisita, estaba más que encantado en ayudar.

Me sentía algo cansada así que acepté porque quería descansar sobre el sofá un poco, le di a Freddie y sus arrullos fueron más constantes que los míos ya que a mi me quedaban menos fuerzas que a él. Los contemple a ambos con adoración sin poder reprimir una sonrisa orgullosa, era la imagen más perfecta, no podía existir una mejor, ya no iba a poder vivir sin ambos, era lo que más amaba en todo el mundo y quería que de verdad mi familia pudiera saber que me hacían muy feliz, que no existió jamás un error en la decisión que aquel día tome.

Imagine de repente cómo hubiera sido mi vida si Richard jamás se hubiera presentado, si no se hubieran juntado nuestras vidas y cada quien hubiera disfrutado de su camino. ¿Habríamos sentido esta plenitud antes? No podía sentirme más satisfecha ahora que alguna vez en toda mi vida.

—¿En que piensas? —irrumpió mis cavilaciones, despegando por un momento sus ojos del bebe sin dejar de mecerlo.

Menee la cabeza un poco, deshaciéndome de los pensamientos del pasado porque ya no quería aferrarme a eso como a una parte de mí, sabiendo que lo era.

—Solo trato de grabar la escena, es todo.

Nos quedamos unos largos segundos viéndonos a los ojos, conteniéndose una sonrisa tímida, instintivamente me volví hacia una de las paredes del rincón justado a lado de la ventana, ahí mismo fue donde habíamos colgado toda las fotografías que Richard había conservado de su vida, fotos de su infancia, adolescencia, sus entrenamientos militares y las pocas que tenía con Sylvia.

Di un respingo cuando la voz grave de Richard me saco de mis pensamientos.

—Tendríamos que tener guardado esta faceta de nuestras vidas ¿No lo crees?

Sabía a lo que se refería, no fue necesario que lo señalara, de forma automática miré a Freddie que dormía con mucha tranquilidad en los brazos de su padre, sonreí tan fuerte que Richard creyó que había tomado como una broma su sugerencia.

—Está faceta es para siempre pero tener guardado el inicio me parece una gran idea.

Quería conservar la tradición y crear nuestra propia línea de vida desde un origen y empezarla con nuestro hijo era una idea de lo más acertada.

Gracias por votos y comentarios, bien bellas ustedes <3 Las quiero mucho, espero les guste el capítulo ahora que ya se están desatando las cositas que estarán dándole más fuerza a la historia.

Nos seguimos leyendo.


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