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Capítulo 22. La Noticia del Caos


Richard llegó a casa diez minutos después de que Victoria se hubiera ido, en efecto había traído de cenar para ambos y cuando intenté levantarme para preparar la mesa el insistió en que me quedara en la cama, decidió servirme la cena en una bandeja para que yo no tuviera la necesidad de nada.

Se veía delicioso, era una crema de champiñones con puré y pan recién horneado, con cuidado lo dejo sobre mi regazo manteniéndolo sujeto hasta que yo lo acomodé.

—Gracias —le agradecí con una sonrisa que me suavizo el rostro.

Se le formo un brillo estremecedor en los ojos cuando respondió a mi sonrisa, se quedó mirándome fijamente con toda atención posible en mi y en mis movimientos, está cuidando de mí en exceso, tanto que intentaba guiar todo lo que hacía.

—De nada, cuidado que está muy caliente —trato de tomar mi mano con la cuchara servida en crema.

Reí entre dientes sin poder evitarlo, era un cuidado que no necesitaba tanto pero aun así lo agradecía mucho.

—No es necesario tanta atención, ya paso lo que tenía que pasar, ahora me siento bastante bien.

Su intranquilidad todavía no abandonaba su expresión, había hecho caso omiso a todo lo que le había dicho y siguió dándome toda de esa atención exagerada que no parecía desaparecer nunca.

—No sabes lo asustado que estaba —repuso con voz seria, intentando que esta no se quebrara al hablar —Creí que todo esto se pondría peor, de verdad lo creí.

—Pero no fue así —lo interrumpí con tono tajante, le clave la mirada para que le quedara bastante claro, luego mi rostro tomo un aspecto culpable —Y discúlpame si los he asustado a ti y a la señora Girard, ella como tú estaba muy asustada.

Sus labios se curvaron un poco, todavía seguía con esa expresión llena de disgusto y preocupación.

—Los dos lo estábamos —un suspiró pesado apareció segundos después, aquello trajo consigo una posición más rígida en Richard y sus ojos comenzaron a mostrarse intimidantes. —Juliette, yo de verdad pensé que la respuesta de Stella jamás iba a llegar, tu viste las semanas pasar y creí que te habías hecho a la idea pero después de lo que te acaba de suceder, quisiera saber que ha sido lo que te ha dicho. ¿Qué decía?

Me petrifique.

—Creí que tú lo habías leído —musité.

—No lo hice, no iba a hacerlo, es algo que no me corresponde.

Baje la mirada hacia la sopa y comí tratando de hacer el mínimo ruido posible con la cuchara, ignoré los ojos de Richard sobre mí todavía un poco insistentes y termine por acabar con esto.

—No quiero hablar de eso —replique con frialdad —No ahora, por favor.

—Lo entiendo, Juliette, lo sé, debe ser difícil —aceptó, ahora su mirada se sentía discreta y comprensiva, se inclinó hacia mi para presionar sus labios muy suavemente sobre mi frente.

Se levantó de la cama para poder tomar su cena en la mesa de la cocina, intenté fingir que comía todo con ganas pero solo acumule la cantidad más grande de sopa en la boca y la mantuve ahí hasta que trague muy a mi pesar. Al terminar de cenar me recosté en la cama en lo que escuchaba que Richard se preparaba para dormir, ya habíamos apagado todas las luces de la habitación así que solo lo visualice como una sombra que se movía de un lado a otro por los rincones intentando buscar algo.

Al final lo sentí deslizarse dentro de la cama, yo le daba la espalda porque me había cubierto hasta el cuello con las sabanas, la noche era gélida y supe que era la única que se lo imaginaba porque Richard dormía sin su camisa puesta. No había grillos esa noche, no soplaba el viento, lo único que se podía ver era la negra melena de sombras que cubría todo el lugar, con ese silencio que no era más que un grito suplicante pegado a mi oído.

Escuche la respiración rítmica de Richard del otro lado, cerré los ojos imaginándome dormida igual a como él debía estarlo pero cuando sentí todavía movimiento de sus brazos debajo de la sabana me di cuenta que debía estar atormentadose como yo en sus pensamientos.

—Richard.—susurré, mi voz era de un tono elevado vagando entre tanto silencio.

Escuche como se volvía con rapidez a mi dirección.

—¿Sí?

Me mordí el labio y comencé a decírselo todo, no iba a poder retener todo lo que sabía por mucho tiempo, quería dejarlo ir y que me liberara al fin.

—Ella solo me hizo saber lo que yo ya suponía, para ellos estoy muerta, no soy más que una desgracia que paso en sus vidas, le cause un dolor terrible a todos —mi voz se desvanecía entre la agonía del dolor, estaba mirando fijamente hacia ese rincón oscuro lleno de sombras que lograba hacerme perder el sentido de todo —Nunca pensé en llegar a hacer una abominación para la gente que un día me amaron tanto.

Volví a llorar sin siquiera darme cuenta, las lágrimas se soltaron de mis ojos y se escaparon por mis mejillas, derramándome más frialdad al cuerpo, me estremecí al sentir el tacto glacial correr por mi espina dorsal, de forma repentina sentí el cuerpo de Richard de mi lado y sus brazos me rodearon por detrás, pegándome los labios al oído.

—Juliette, mírame, aquí estoy, yo soy quien jamás te dejará.

Giré mi cuerpo para encontrarme con el suyo, tenía su rostro tan cerca del mío que lo veía a través del velo de las sombras, aquel rostro sufrido y atormentado por la más desgraciada tristeza, tomo mi rostro y me obligo a verlo.

—Lo sé, lo sé, eres lo único que tengo y es todo lo que quiero —susurré con voz débil a causa de los estragos de mis sollozos.

Me abrazó tan fuerte que el calor de su cuerpo me resguardo el tiempo necesario para que el frio que estaba molestando a mi cuerpo se esfumara.

—Todavía hay ese dolor en ti, se que te duele haberte ido y lo entiendo, no tienes por qué ocultármelo.

Me apreté los dientes tan fuerte para hacerme olvidar que era cierto, tristemente así era y era increíble que él pudiera haberlo percibido.

—Quisiera que desapareciera, no quiero tenerlo todavía molestándome —tuve que ofrecerle una disculpa porque sabía que estaba haciéndole un daño —No quiero que te sientas mal pero si tú lo sabes no hay forma que te lo siga ocultando.

Sus ojos azules me traspasaron a pesar de la oscuridad intensa que nos cubría toda la habitación, era mi única fuente de luz.

—No eres fácil de leer pero hasta ahora he logrado saber que es lo que te molesta y que no —dio una media sonrisita que decoró su rostro tan pacifico —Y se que nada de esto ha sido fácil para ti pero estás aquí y me haces feliz que lo hagas por mí.

Nuestras miradas se entrelazaron un buen rato, sus ojos ante mi se convirtieron en un espejo profundo que me hacía ver el relampagueo de su deseo y de su alma.

—Y yo estoy más que feliz porque me hayas dejado estar aquí.

Esbozo una amplia sonrisa que le cegaron los ojos en ese brillo suyo tan peculiar.

—Eres todo lo que necesito. ¿Cómo no iba a dejarte estar a mi lado?

Sus brazos me envolvieron mucho más fuerte y me acercaron a su pecho, yo repose mi cabeza sobre el más que satisfecha.

Nos quedamos en silencio un rato escuchando la suave brisa del viento que empezaba a tocar en nuestra ventana, no hubo más interrupciones así que traté de dormir cerrando los ojos, no alcancé el suficiente cansancio para caer rendida así que esperé a que Richard pudiera quedarse dormido y así tener la libertad para observarlo.

—Siento mucho lo que paso, Juliette —murmuro, interrumpiendo sin querer mi meditación. —Me duele aunque no lo creas que tu familia este siendo injusta contigo, es insoportable, no me gusta que te hagan sufrir.

Eche mi cabeza hacia atrás, de inmediato se cruzaron nuestras miradas, levanté mi mano para acariciarle la mejilla.

—Estoy segura de que el tiempo me curara todas esas heridas del pasado, no viviré llorando ni lamentándome siempre por aquel odio que he ganado, ellos intentan vivir sin mi, yo intentaré lo mismo.

Hizo un leve gesto con los labios que me decía que era una dificultad para él tener que escucharme hablar así, era mi familia, borrarla era para él un sacrificio que no le gustaba yo hiciera, lástima que no había más opciones.

—No intentes echarte la culpa de nada, estoy segura de que lo tienes en mente —su gesto se intensifico más porque no se esperaba ser descubierto —Tú no tienes la culpa de lo que haya hecho, fue mi decisión.

—Lo sé...—hizo una pausa para suspirar —Nunca me dejas vivir con esa culpa.

—Porque no la tienes —enfatice, arqueando las cejas —Por favor, no insistas.

Se rindió ante mi petición cerrando los ojos y dejando caer su cabeza sobre la almohada, de forma inconsciente pose mi mano sobre su pecho para arrinconarme más a él y dormir finalmente como esperaba. Deje de escuchar lo demás para concentrarme en los latidos de Richard que se agudizaban en mi oído, sonreí con discreción para no interrumpir los sueños de Richard pero fue una grata sorpresa sentir sus brazos a mi alrededor atrayéndome a su cuerpo.

Con cautela levanté mi cabeza para ver si estaba despierto y lo sorprendí mirando hacia la nada, pensativo, viajando entre sus pensamientos, al verme se desconectó de todo y me regalo una sonrisa radiante que detuvo el tiempo e ilumino la habitación entera por su belleza.

Me arrastre para alcanzar su rostro y con las dos manos sujete su cara para besarlo apasionadamente, entregándole en cada movimiento ese deseo que siempre se acumulaba en mí y nunca terminaba. Me regreso el beso, acariciándome la espalda, aceptando siempre a mis peticiones.

Me beso cada parte de la piel donde pudiera alcanzarle, las mejillas, la mandíbula, el cuello, suspiré cerca de su rostro para dejarle caer a propósito mi aliento que se convirtió en holeadas de fuego. Subí encima de su cuerpo y logré levantar su cabeza para prolongar el nuevo beso que estaba por recibir, lo bese sin cansarme ya que era una necesidad que nunca desaparecía.

Rodeo mi cintura con sus brazos y me apretó deseoso, con su cuerpo que emanaba un tierno temblor. Lo guie de nuevo hacia la almohada, recostándolo, haciéndolo preso de mis caricias. Con mis manos que todavía estaban tocándolo, viaje desde su cuello, su pecho suave y lívido hasta abajo donde quería llegar, a su ropa interior. Baje toda su ropa interior y me acomodé encima para lograr mi objetivo, me abrí lista al ser esperada por su miembro erecto, me deshice de mi ropa interior y lo introduje con suavidad, con movimientos de cadera oscilatorios lo penetre hacia lo más profundo de mi interior, adorando el goce de Richard al hacerlo gemir mientras sostenía mi cintura, integrándose al compás de mi movimiento.

Amaba perderme entre nuestro amor, solo así lograba viajar lejos de mis disgustos, me convertía en la mujer más feliz, me hacía ver que todo valía la pena.

(1Mes después)

Mi lugar en la tienda de Victoria había pasado de una simple novata inexperta a conocedora de cada función de la tienda y a tratar con clientes y los pedidos, el tiempo había surtido efecto en todo este tiempo en lo que Victoria me tuvo como su alumna, había tenido una paciencia increíble conmigo y yo podía finalmente surgir como su empleada de confianza.

Al subir desde el sótano con unas telas que estaba necesitando para acabar un traje de gala, Victoria se dio cuenta de mi rendimiento, mi esfuerzo y constancia para poder salir adelante, por aprender y ganarme su confianza, yo la adoraba y la quería por haberme dado la oportunidad de trabajar en todo este tiempo y por ser además de Richard alguien que se preocupara por mí.

—¿Necesitas ayuda con el traje del señor Jones?

Negué y coloque mis materiales necesarios sobre la mesa del rincón, justo a lado de la vieja pero efectiva máquina de coser.

—No se preocupe, estoy segura de que lo terminare muy pronto, no es tan difícil cuando ya puedo hacerlo sola.

Me sonrió con ese aire de confianza que ya era muy común, siguió acomodando los papeles de los pedidos que teníamos para la próxima semana, teníamos muchísimo trabajo, el invierno se acercaba, ya estábamos en noviembre y mucha gente venía a que se le arreglaran los abrigos y prendas invernales, a este paso yo los acababa mucho antes que Victoria y así fue como yo comencé a hacer la mayoría de los pedidos en lo que ella recibía los que podía.

Todo esa tarde me la pase arreglando prendas y abrigos como también el traje de gala del señor Jones, así fue como el día se pasó entre mis manos y para cuando acordé ya estaba poniéndose el anochecer.

—Creo que es hora de cerrar, Juliette, pronto anochecerá —Victoria estaba acomodando su papeleo y ya estaba poniéndose su abrigo lista para irse.

Yo todavía no tenía terminada la entrega del señor Jones y era para mañana, me faltaban solo unas bastillas simples en las mangas y pantalones, era algo que podía tomarme veinte minutos.

—Señora Girard no se preocupe, si quiere yo puedo cerrar, no tardare mucho solo necesito detalles en el traje y quedará listo.

—Pero Juliette, se hará de noche además hace mucho frio, puedo esperarte si quieres.

—No, no, vaya con confianza, tomaré un taxi si me cae la noche, no se preocupe por mí.

Con poca seguridad me entregó las llaves del lugar, traté de asegurarle que todo estaría bien pero ella insistía que podía ser tarde cuando yo terminara y no quería dejarme sola caminando por las calles ya muy tarde, al final la convencí y ella se fue.

—No olvides tomar el taxi si se hace tarde —me recordó todavía muy insistente antes de cerrar la puerta.

Cuando estuve sola pude girar el anuncio para tener la tienda cerrada y sin clientes, apague todas las luces menos la lámpara que estaba sobre mi mesa y trate de ser lo más rápida con las bastillas, hacerlo sola era un proceso más concentrado y fácil ya que no había ruido de ninguna clase ni presión, como supuse me estaba costando menos tiempo del que pensé y acabe en media hora todo lo que tenía que hacer. Guarde el traje en una bolsa grande de seguridad listo para su entrega mañana a primera hora.

Cerré la tienda con llave y camine por la acera repleta de gente ya que era una hora muy común para que la gente saliera de su trabajo, eran apenas las siete y media y ver que todavía había personas en la calle me hizo sentir más tranquila. Camine esquivando gente, me detuve en la esquina de la calle para cruzar el otro lado, esperé a que el semáforo se pusiera en verde y cuando cambio avance detrás de todo el grupo pero cuando apenas iba a llegar al otro extremo un fuerte y horrible mareo me sobresalto de pronto que me impidió subir la acera correctamente.

Como fue de esperarse caí y un hombre me ayudo a levantarme, en seguida se hizo un pequeño escandalo al ver el suceso y lo peor de todo es que cuando logré incorporare el mareo se volvió una punzada afilada que me hizo imposible caminar por mi sola.

—¿Señorita? ¿Puede oírme?

El hombre intentaba encontrarse con mi mirada ya que yo no podía tener la mirada fija en ningún punto, mi vista se nublo como si todo estuviera cubierto por una capa de humo muy densa.

—Pida un taxi, por favor, necesito llegar a mi casa —le pedí, tocándome las sienes y doblando mi cara en dolor.

El hombre tuvo la amabilidad de pedirme un taxi, fue suerte que consiguiéramos uno rápido, me ayudo a subirme y yo le di la dirección al chofer para que me llevara cuanto antes. El tiempo se hizo una agonía maldita, el dolor era insoportable, quería arrancármelo de la cabeza, quería golpearme contra el suelo para quitarlo, esto no era normal, no era un mareo como el de la otra ocasión, esto era muy intenso , era preocupante.

Al llegar baje como pude y camine hacia la puerta, cuando cruce por el vestíbulo Victoria salió de su ventanilla y cuando me vio quejándome y gritando para mis adentros fue presa del pánico.

—¡¿Juliette?! ¿Qué pasa? —jadeo asustada, con los ojos dilatados.

—Llame al médico por favor, necesito que venga...—respiré con dificultad ya que el dolor me quitaba la fuerza del cuerpo —Llámelo...

Subí los escalones uno por uno, tardando un tiempo innecesario, más tarde tuve a Victoria tomándome de los brazos ayudándome a subir, me aferré a ella para no volver a caer con nada en el camino. Al llegar a la habitación me deje caer en la cama y Victoria preparo algodón con alcohol para ayudarme a sosegar mi mareo que me cubría toda la cabeza.

Respire el alcohol con mucha insistencia y noté que me quemaba las fosas nasales y eso no me ayudaba, Victoria trato de calmarme y cuando respiré con regularidad la potencia del alcohol empezó a surtir algo de efecto, me aclaraba el aire que inhalaba y me ayudaba muy bien. En minutos mi cabeza se desinflamo de tanta presión y me recargue en la almohada, no del todo aliviada pero intentando mantener todo como ahora, Victoria me preparo té en lo que llegaba el doctor y esté tardo en lo que quedo listo el té de medicina botánica de Victoria.

Victoria salió de la habitación dejándome con el doctor, era el mismo que de la otra ocasión, ahora podía verlo con más detenida atención, era anciano pero sabía lo que hacía, su experiencia se veía reflejada en todo lo que hacía, tomo mi temperatura y mi presión arterial.

—Parece que su temperatura está bien —levanto el termómetro hacia la luz para ver el mercurio rojo que se veía a penas duras. —Y su presión arterial esta quizá algo elevada.

—¿Qué sucedió? —le exigí decirme cuando empezó a guardar todo sus utensilios en su clásico maletín negro de cuero. —¿Volvió el estrés?

El doctor tomó su maletín y negó con la cabeza, con indignación lo contemple al ver que de su rostro se lograba descubrir una media sonrisa que no me hacía ninguna gracia.

—Señorita Norrington, permítame asegurarle que no se trata de ningún estrés ni nada por el estilo —suspiró sintiéndose de lo más relajado. —Usted está embarazada.

El pánico se manifestó en mi cuerpo, en mi voz, comencé a hiperventilar, a perder control de mi cuerpo, del sentido de todo, me petrifique ahí mismo, siendo arrastrada por el terror que llegó corriendo a invadirme el pensamiento, dios mio, no, no, embarazada, no. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a decirle a Richard?

—No, no...—mi cuerpo cayó derrotado contra la cabecera, el mundo se hacía pequeño a mi alrededor, lo perdía cada vez más. —Debe ser otra cosa, no puede ser esto...

El doctor no soportó mi terquedad y se acercó para tomarme una mano.

—Siéntalo usted misma —apretó mi mano en mi abdomen y me hizo sentir un bulto extraño que estaba duro, era como tocar una pequeña piedra blanda pero firme —Ahí está, traté de no apretar demasiado, ahí lo tiene. ¿Lo siente?

Ahí estaba, era la prueba más evidente para confirmarlo. Me paralice de nuevo y el doctor dejo con lentitud mi mano sobre mi vientre, la deje caer a un lado.

—Debe tener apenas un mes de embarazo, dígame ¿Ha sentido algo más que el mareo, quizá nausea?

Negué con la cabeza, fijando mi vista a la nada.

—¿Tiene alguna molestia ahora?

Volví a negar, sin decir nada.

—El mareo que sintió debió haber sido uno de sus primeros síntomas, si vuelve a pasar traté de no estar haciendo algo, manténgase en un lugar despejado y fresco, si se vuelven intensos llámeme, necesitará medicamento si se pone peor.

Esperó a que me despidiera pero no pude hacerlo, se fue hacia la puerta y al abrirla Victoria lo esperaba, escuche que murmuraron algo y cuando el doctor termino yéndose por las escaleras escuche venir a Victoria con pasos cortos.

—¿Juliette?

Todavía estaba paralizada, no podía moverme, estaba sufriendo un colapso, no podía encararla, todo esto me destruyo por completo, había destruido mi vida, ¿Qué había hecho? ¿Un bebe? ¿Qué iba a hacer con un bebe? Ni siquiera habíamos planeado nada de esto, no estaba preparada, no lo había deseado, menos ahora que Richard y yo apenas estábamos acomodándonos en una vida estable, ni siquiera estábamos casados, mi hijo sería un bastardo ante la sociedad, ante mi familia si ellos no supieran, no era lo que deseaba para el hijo que en un futuro deseaba procrear.

La fuerza se desvaneció de mi y comencé a llorar a mares enloquecidos, porque eso era, estaba enloqueciendo, no era lo que yo esperaba. Escuche a Victoria venir a mi rescate y cuando finalmente tuve valor para mirarla la necesidad de su presencia se hizo enorme para que yo no cayera al borde del precipicio.

—Victoria...Victoria —solloce, abrí mis brazos para que se me acercara.

Me abrazó de inmediato y yo me deje sostener de su fuerte abrazo, le agradecía a dios enormemente el haberme puesto a Victoria en estos momentos de tormentoso dolor, ella era como la madre que había deseado, era mi guía y mi inspiración, ella era de quien me sostenía ahora para enfrentarme con valor a la creciente vida que llevaba dentro de mí, la que convirtió en segundos mi existencia en un caos. ¿Qué iba a hacer?

No había otra salida, debía confesárselo a Richard, era nuestro problema, lo peor de todo es ¿Cómo reaccionaría? ¿Lo perdería? Había sido la primera angustia que se cruzo por mi cabeza al enterarme que ahora tendría un hijo suyo.

Suyo, nuestro. Pensé, si al menos no lo tendría a él después de esto, al menos tendría a nuestro hijo conmigo.


Maratón!!!!!!!!! Yo les avise que a veces que me iba a poner loquita he iba a hacer maratón así que me volví loca y les traje esto jajaja ojala les guste

Un besote.

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