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Capítulo 14. El Descenso


El invernadero está casi por ser terminado, el proyecto podría acabar en menos de dos semanas, o al menos eso daba por asegurado mi tío quien ahora volvía a retomar confianza en Richard, al parecer Richard había regresado con una eficiencia que logró en mi tío un perdón y por supuesto en una confianza que los dos dábamos por perdida.

Esa tarde baje directo hacia el jardín ya que todos los empleados se encontraba en el comedor, aproveche para salir y ver cómo era que estaba quedando por dentro ya que por afuera era una gran y hermosa construcción, muy amplia y moderna, tal y como lo quería mi tía. Cuando me acerque al invernadero abrí la puerta de cristal con la seguridad del mundo pensando que no había nadie hasta que me encontré con todo lo contrario, Ethan y Richard estaban revisando un plano y supervisando que todo estuviera en su lugar, cuando me escucharon se volvieron y yo me congele sin decir ni mover nada.

—Oh, lo siento —murmure con vergüenza, salí con la cabeza abajo y con mucha discreción.

—¡Señorita! —escuche que gritaba Ethan desde el interior.

Me volví justo antes de cerrar la puerta, vi por encima del hombro de Ethan que Richard se reprimía una sonrisa de esas traviesas que me atravesaban el corazón al verle tan encantador.

—Nosotros somos quienes nos vamos —prosiguió Ethan, con voz respetuosa directo hacia la puerta —Adelante, pase con confianza.

Le agradecí con media sonrisa justo cuando pasaba a mi lado, no sin antes detenerse para mandar llamar a Richard quien le aseguró que no tardaría, al principio Ethan se incomodó que él todavía estuviera ahí así que tuve que intervenir para que no intentara llevárselo de ahí.

—No se preocupe, está bien —le aseguré.

Podía verle la inconformidad en el semblante cuando se fue sin lograr convencer a Richard pero la verdad era lo que menos me importaba, él y yo sabíamos que no queríamos perder momentos juntos si la construcción estaba por terminar, era aprovechar al máximo nuestras horas aunque fueran pocas y cortas.

No deje la puerta cerrada del todo porque no quería causar sospechas de ningún tipo, además mi familia podía estar rondando o mirando por todos lados, la ausencia de Richard y la mía podía causar ideas erróneas y nosotros no queríamos eso. Cuando finalmente nos quedamos solos la sensación de emoción fue inevitable, poderosa y magistral, la adrenalina corría a través de mis venas a una velocidad impresionante que me sacudía toda.

Sus ojos se apoderaron de mi cuerpo dejándome otra vez a su merced, era suya cuando me tomaba con sus esplendorosos ojos, cuando me miraba me sentía perdida y enamorada.

—Estaba dispuesto a ir a la biblioteca para tener la suerte de encontrarme contigo —sonrió de oreja a oreja, ahí venía otra vez, se me encogió el corazón y la sangre me recorría el cuerpo en un cosquilleo y se acumulaba directo en mi rostro —Tenía la insistencia de encontrarme contigo a como diera lugar.

No pude evitarlo, tuve la necesidad de mirar hacia el piso para que el rubor de mi cara pudiera desplazarse con libertad por mi rostro, escuche que se acercaba a mí con pasos sigilosos, pedí a dios que no fuera a derrumbarme ya que los latidos de mi corazón estaba fuera de lugar, podía sentir mis palpitaciones subir por mi garganta, ahogándome.

Cuando levanté mis ojos para comprobar que se acercaba, choque con su mirada angelical, tierna, radiante, con un deseo y amor que centellaban con tanta genuinidad.

—Juliette —susurró con voz aterciopelada, muy cálida.

Temblaba sin control, no podía detenerme, ni siquiera cuando me tome el tiempo para controlar mis latidos frenéticos, ni tampoco cuando tuve que mirar hacia otro lado para no perderme más en su bella apariencia. No supe porque, pero esté temblor era inusual.

—Juliette. ¿Qué pasa? ¿Por qué tiemblas? —su voz se escucha angustiada.

Supe más tarde que era lo que sucedía. Lo encaré con poca seguridad porque yo miraba lo que podía a todos los lados para asegurarme que nadie estaba cerca.

—Tengo miedo, no quiero que nos descubran, no sé pero siento que alguien nos observa —mi pecho se me apretujaba cada vez que yo indagaba más en dirección a la casa. —No quiero que nadie se entere.

—Juliette, mírame —me acarició la mejilla intentando tomar mi atención, lo observé y lentamente me acaricio dándome la total calma que necesitaba —Sí te incomoda que esté aquí puedo irme, no quiero que nadie te eche en cara nada, yo comprendo que no podemos vernos estando tan cerca de todo los demás. Me voy si tú quieres.

—No, no te vayas —lo tome de los brazos, le suplique con la mirada que no me dejara, lo necesitaba demasiado, más de lo que él podría imaginar —Quédate, por favor.

Podía sentirme todavía temblar pero esta vez fue algo más placentero sentirme vibrar cuando se acercó y me beso la frente con delicadeza, dejándome marcado sus labios sobre la piel.

—Me quedaré hasta cuando tú lo desees. —me prometió, con una mirada intensa.

No le respondí, sujete mis manos a la solapa de su saco y lo jale hacia a mi boca, parecía que le había tomado por sorpresa la forma repentina en la que lo bese y aun así toda aquella sorpresa se le cayó de encima porque no esperé  que pudiera responderme con una necesidad delirante. Fue extremadamente generoso cuando me dejo a su completo manejo, se dejó caer en mis brazos para que pudiera hacer lo que yo quisiera los pocos minutos que pudieran estar quedándonos, así que ceñí mis manos a su nuca y volví a jugar con su cabello, revolví su manta rubia brillosa en desesperación, entrelazándolo entre mis dedos, atrape el perfume de su aliento en mi boca una vez más, embriagándome, deleitándome, llevándome su sabor a la garganta y luego directo hacia mi cuerpo.

Me aleje de inmediato para no llegar más lejos, el pecho me ardía a causa de jadeos cansados y pesados, necesitaba de toda esa fuerza que solo sus besos me robaban para  lograr normalizarme. El rostro de Richard se ilumino cuando atrapó con su boca cada uno de mis jadeos imperdonables.

—Ve, antes de que noten tú ausencia —le explique, aun sofocada, yo intentaba con todas mis fuerzas poder equilibrar mi respiración —Te buscaran si no vas.

Unió nuestras frentes unos instantes y antes de irse pego sus labios a mi oído para que pudiera escuchar con claridad sus delicadas palabras.

—Había añorado poder permanecer más tiempo aquí contigo...—se interrumpió cuando yo empecé a sentirme de nuevo muy ansiosa, mi rostro lo decía todo, mis ojos se movía de un lado a otro, explorando cada rincón que nos rodeaba.

—Apresúrate, se darán cuenta —insistí, a pesar de estar pidiéndoselo con urgencia yo todavía tenia los brazos rodeados a su cuello.

Asintió solo una vez y con una lastimosa expresión se deshizo de mi agarre, nuestras miradas se congelaron un par de minutos y después salió del invernadero mirándome de reojo hasta que tuvo que olvidarse de que yo lo seguía con la mirada cuando se acercaba a la casa.

(...)

Volvía a llover, se acercaba el otoño así que eso significaba que ya habían pasado casi los tres meses del verano y también los mismo que llevaba el proyecto, estaba ya casi en su fin. Era una tarde muy monótona y triste, a pesar de que era domingo toda la gente estaba en su casa ya que se reportó que el día de ayer y hoy serían los días que se manifestaría una llovizna constante así que para divertirnos en casa, mi tía ayudo esta vez a la cocinera a preparar la cena, Stella se estaba arreglando para cuando llegara su prometido y yo utilice todo el día de hoy para practicar en silencio, a excepción claro del estruendo reconfortante del agua caer sobre el tejado y las ventanas.

Para cuando iba a mitad de mi ensayo me percaté de que necesitaba otro par de partituras para poder variar un poco, así que baje los escalones para ir directo a la biblioteca y para cuando caminaba hacia allá la voz vacía y breve de mi tío me hizo detenerme. Me escondí en una de las puertas corredizas de la entrada de la sala y ahí agudice mi oído.

—Lo comprendo perfecto —respondió con serenidad —No te preocupes de eso, Richard, considero que estés pasando por esta situación.

La mención de Richard me hizo dar un respingo, me lleve las manos a la boca para detener mi jadeo, mi atención quedo depositada sin dudar en la conversación, en querer comprender que era lo que estaba pasando. ¿Es que acaso ya lo estaba despidiendo?

Escuche que del otro lado de la línea era Richard quien tenía la palabra, pasaron largos dos minutos para que volviera a intervenir mi tío, esta vez queriendo disminuir su serenidad para ser remplazada por la compresión.

—Tienes cualquier apoyo de la familia y no dudes en pedir algo, de verdad lo siento mucho.

Un minuto más donde escuche distorsionada la voz de Richard para luego escuchar a mi tío colgar el teléfono dando terminada la llamada. Me erguí rápido para hacerle creer que no estaba espiándolo e intente fingir que pasaba por ahí escuchando la conversación por pura casualidad.

—¿Quién llamaba, tío?

Mi tío se paso la mano por la frente que estaba llena de arrugas, sus facciones se llenaron de ligero disgusto y sus ojos albergaron cierta tristeza que sin duda me envolvieron en un pánico que traté de mantener en mi interior.

—Richard, llamo para avisarme que tal vez no pueda venir mañana a trabajar, es su abuela, está ya en los últimos momentos —suspiró lleno de pena, seguía frotándose la frente —Me siento mal por él porque sin duda hizo mucho por ella, es increíble cómo de repente la gente se va, nunca sabes cuándo será el día de la despedida.

Mi respiración se frenó de golpe, fue como si alguien hubiera preparado un gran puño de hierro y me lo hubiera enterrado en el pecho, no pude fingir frente a mi tío, esta vez deje que mis sentimientos se albergaran en mi rostro con libertad, sin miedo ni culpabilidad.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Ella está muriendo? —me quedé inerte, no pude mover nada más que mis ojos que iban de un lado otro sobre el  rostro de mi tío. —Dios mío...

Mi tío coincidió conmigo bajando un poco la mirada y negando con la cabeza lo más que podía.

—Es una pena, de verdad lo siento mucho por él. Mañana es seguro que no vendrá a trabajar, le di el permiso para que  faltara, por respeto a su luto.

—¿No vendrá? —inquirí, con el corazón destrozándose en más pedazos, no lo tendría mañana y quien sabe si podría verlo los días siguientes. —¿Cuánto le darás de luto?

—No puedo darle más que un día, el proyecto está a nada de concluir, puede que acabe en la próxima semana, es lo más seguro. Tuvimos suerte de terminarla antes de que empezara el otoño, porque de tal forma estaríamos deteniendo todo por la lluvia.

¿Una semana? Solo una semana es la que podría aprovechar para permanecer cerca de Richard, era una límite de tiempo corto, egoísta e injusto, una sola semana para tenerlo a mi lado no iba a ser suficiente, en una semana no iba a poder hacerme a la idea que serían nuestros últimos días, horas, segundos y quizá besos.

—¿Una semana? —repetí, incrédula —Es tan poco, ¿Estás seguro que no falta nada más?

No pude horrorizarme más cuando me confirmo que todo estaba en su lugar, maldije para mis adentros, desee presionarlo a que alargara más el proyecto, alguna forma de conservar a Richard unas semanas más.

—Todo ha quedado listo, en una semana tu tía tendrá su querido invernadero, al fin tendrá algo con lo cual sentirse ocupada —levanto las cejas sintiéndose aliviado —Nuestras vidas volverán a la normalidad.

Dio una sonrisa imperceptible y salió de la sala dejándome a mí al borde del oscuro abismo que me tragaba sin compasión hacia el dolor, la tristeza y el miedo.

(...)

Había tocado dos veces a la puerta y para cuando intenté tocar una tercera vez me encontré con Richard, un Richard transformado y diferente, estaba abatido, infeliz, tenía la cara más pálida de lo que realmente es, el cabello desaliñado, ojeras purpuras bien marcadas debajo de los ojos y con una leve hinchazón, la ropa desarregla, se había aflojado el corbatín y tenía la camisa desfajada, todo esto me parecía nuevo, nuca lo había visto tan perdido y derrotado, estaba muy mal y por primera vez me alegre de no haberme cohibido y negarme a venir a verlo porque estaba corriendo un peligro total al haberme escapado, porque no sabía cuánto tiempo tenía para estar a su lado.

Me sostuvo la mirada casi podría asegurar que en auxilio, porque no sabía cómo pasar por algo así, asustado e indefenso.

—¿Cómo está, Sylvia? —le pregunté, adentrándome a la casa. Ya había dejado de llover así que solo una ráfaga húmeda y fría se podía sentir afuera.

Señalo una de las habitaciones, la única que tenia la puerta abierta. Bajo la mirada y cuando la volvió a levantar estaba deshecho, su dolor se volvió físico e interno.

—Bastante mal —respondió con voz densa, vi de reojo que tragó con dificultad.

—¿Puedo verla?

—Claro. —trato de sonreírme pero ni siquiera sus labios pudieron curvarse para mostrarlo.

Me guio hacia la habitación que quedaba hasta el final, yo estaba aterrada, de tan solo avanzar hacia la habitación comencé a sentir que las manos me sudaban y que el pecho se me achicaba, cuando llegamos pude sentir la sensación más extraña y perturbadora que pude haber experimentado. La habitación estaba casi a oscuras porque la única fuente de luz eran las ventanas que dejaban correr luz y por el día que hoy se presentaba todo se veía gris y fúnebre, la atmósfera se sentía gélida y muy pesada. Avance hasta ver a Sylvia recostada sobre la cama , estaba dormida o eso me parecía, aun respiraba pero lo hacía con dificultad y muy deprisa, los labios estaban lívidos, sus facciones derribadas, calladas, estaban desapareciendo.

Richard estaba detrás de mi cuando me le acerque a Sylvia, sus manos reposaban sobre su vientre y yo traté de tomarle una de sus manos, cuando apenas y roce mi piel con la suya ella despertó, casi me echo para atrás cuando me encontré con sus ojos, deje mi mano sobre la suya que estaba helada y le hable muy despacio.

—Sylvia —musité, la miré con un cariño que había nacido dentro de mí las semanas que convivimos, que disfrutábamos de nuestra compañía, porque después de todo yo la admiraba y la quería.

No supe que más decirle, ella tenía sus ojos fijos en los míos y de repente uno de sus dedos se movió como dando a entender que quería hablar, decirme algo, la detuve de inmediato acercándome a su cara y acariciándole la frente, ella miraba fijamente a la pared y el movimiento de su mano iba perdiendo fuerza. No soporté más y deje caer la primera lágrima que me había contenido cuando la vi sobre aquella cama, para cuando acordé las lágrimas se dejaron caer sin ser consciente de cómo fue que me había empapado la cara, ni los sollozos que intentaba enjaular en mi garganta.

Le bese la frente cuidando de no dejarle caer ni una sola de mis lágrimas en la cara.

—Te quiero, Sylvia, gracias por todo. —le susurré, con la voz lastimada y temblorosa.

Me incorporé y no pude si quiera mirarla una última vez, era insoportable está perdida. Salí de la habitación sin decirle nada a Richard, me esperé a lo que tenía que pasar sentada en la sala, ahogándome en mi dolor, asfixiándome. No sé cuantos minutos pasaron cuando escuche la puerta de su habitación cerrarse, creí que Richard necesitaba privacidad pero escuche unos pasos en el pasillo acercándose a la sala, me convertí en una estatua viviente cuando lo vi acercarse con el alma desdichada, enterrada en su semblante.

Me levante a como pude y me sostuve clavando mis pies al piso para no caer, mis rodillas no estaban estables y no sabía si iban a poder sostenerme mientras Richard me hablaba. Se me acercó con pasos muy lentos, casi creí que tendría que correr a su auxilio, estaba muy mal.

—Ya termino —me informo, su voz era casi inaudible y se extinguía aún más cuando hablo —Ya no hay nada más que hacer.

Le clave la mirada para intentar leerle el pensamiento y de todas formas no fue suficiente, tenía una expresión neutra, muerta. Me acerque a él hasta quedar a centímetros de su rostro y le acaricie la mejilla con ternura, por primera vez era yo quien lo tocaba y eso solo hizo reaccionar en Richard todo lo que él estaba conteniéndose.

—Richard, lo siento tanto. —seguí acariciándole la mejilla y de repente me tomo por sorpresa que sus brazos me rodearan el cuerpo, hundió su rostro en mi hombro y de ahí escuche que dejaba de contener toda su pena.

Sus lágrimas me atravesaron la ropa y mientras más sentía esas ganas de llorar suyas más me apretujaba, intentaba ser fuerte y esa fortaleza intentaba tomarla de mí, le acaricie el cabello y deje que pudiera desahogarse de todas las formas posibles. Lo lleve hacia el sofá donde pude verle el rostro, tenía los ojos irritados y rojizos, la cara húmeda y los labios resecos.

Resguarde su rostro en mi pecho y de esa forma pude acariciarle con más facilidad, su aliento cálido me traspasaba, podía sentirlo acariciarme la garganta. Permaneció diez minutos sobre mi pecho y cuando noté que estaba más tranquilo me di cuenta de que se había quedado dormido, me pareció extraño que su respiración se hubiese regularizado y ahora sabía porque.

Traté de no moverlo demasiado pero de vez en cuando tuve que mirarlo con los ojos cerrados y la expresión tan pacifica, todavía tenía la nariz roja y el rostro húmedo así que intenté quitarle restos de sus lágrimas con las yemas de los dedos, para mi mala suerte lo desperté y eso lo hizo incorporarse.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Se terminó de limpiar la cara con el dorso de la mano con rapidez, no quería que lo viera llorar así que aparté la mirada para que no se incomodara aún más.

—Siento mucho haberme quedado dormido. ¿Te moleste? —su voz todavía estaba ronca y quebradiza.

Sonreí a medias.

—No, no lo hiciste.

Se quedó unos segundos sin decir nada, miró hacia el reloj de pared y luego a mí.

—Deben estar buscándote, estoy seguro de que no saben que estás aquí ¿Verdad?

Titubee como era de esperarse.

—No, no lo saben —carraspee, se me dificulto un poco tener que decírselo a la cara —Ellos creen que he ido a buscar algunas cosas para Stella.

Medito un poco mi respuesta, se quedó mirando hacia la nada un par de minutos y después se volvió a mi disculpándose de no haberme prestado atención, sabía que estaba a punto de decirme algo pero se lo retenía, yo sabía cuándo era que él se ocultaba una petición, se tensaba, sus manos estaban cargadas de tensión y su semblante también.

—Richard. Dímelo ¿Qué ocurre? —tarde o temprano tenía que decírmelo, fuera el momento correcto o no.

Se levantó y trato de acomodarse la ropa que estaba muy desarreglada, fue muy evidente su titubeo que ni negándome que todo estaba bien iba a poder ser suficiente para creerle. Camino directo hacia la cocina donde yo de inmediato lo seguí.

—No quiero que tengas problemas, Juliette, es tarde, debes irte —murmuró con voz ligera, de todas formas logré escuchar ese tono poco convencido que se escondía en su voz.

—Richard, Richard —intento prepararse té para evitar mirarme a la cara, así que lo jale del brazo y con poca fuerza logré encararlo conmigo—Te lo pido, por favor, lo que tengas que decirme...dímelo.

El brillo de sus ojos se iban apagando en melancolía, estaba llevando una pelea interna y lo veía reflejado en su cara, en cómo le costaba avanzar, las palabras querían salir.

—Juliette, me siento terrible, no quiero hacer esto pero lo necesito —dejo a un lado toda forma de distracción, dejo la tetera para tomar mis manos y llevarlas hacia su pecho donde las resguardo con el calor que emanaba su cuerpo. —Quédate conmigo, no te pido que sea todo lo que resta del día, aunque sea un par de minutos más, no te vayas, te necesito.

Y yo también a él pero el remordimiento en estos momentos me estaba matando, mi culpabilidad me estaba impidiendo rendirme ante la petición de Richard, miré el reloj, ya llevaba aproximadamente media hora aquí, no quería imaginarme la reacción de mi tía si llegaba con más retraso, ¿Qué podía hacer? No quería dejarlo solo, había muerto la persona más importante en su vida y él mismo me pedía que me quedara porque solo así iba a poder soportar esta lucha dolorosa de su perdida.

Sus hermosos ojos parecían también estar en mi contra, estaban fijamente sobre mi posible reacción, tenía que ser justa ante la situación. Sonreí.

—Claro que me voy a quedar —le afirme, me quedé mirando el eufórico centellar de sus ojos cuando se lo dije.

Besó mis manos que aún estaba atadas a las suyas con mucha presión.

—No pienso quitarte mucho tiempo, solo quédate hasta cuando vuelva a quedarme dormido y luego puedes irte.

Asentí. Fuimos de nuevo hacia la sala donde nos sentamos en el mismo sofá, él tomo uno de los cojines y lo coloco sobre mi regazo, dejo caer la cabeza sobre esta y cerró los ojos. Comencé a acariciarle el cabello, a jugar con sus rizos, acaricie su frente y las sienes, podía ver su respiración que poco a poco se iba haciendo lenta y pesada, no pude dejar de mirarlo, tenía la apariencia de un niño indefenso, era todavía tan bello dormido, su rostro era encantador y muy apuesto cuando se veía quieto y tranquilo, no supe cuando fue que termino por dejarse caer en un profundo y placido sueño, lo que tal vez nunca sabría es que no me fui hasta que pude robarle un beso en sueños.

Le escribí una nota rápida que le metí en el bolsillo de su saco, cuando me detuve en la puerta tuve la necesidad de llevarme el retrato más hermoso de su rostro en mi memoria.


Chicas!! les tengo noticias, la historia esta participando en los premios WFW 2016 :D así que pronto espero poder contar con su ayuda con votaciones, los administradores todavía no eligen las novelas las cuales el público vote y lo convierta en ganadora, yo les avisaré si la novela está o no ganadora para votaciones del público

Besitos a todas!! Nos seguimos leyendo.


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