Capítulo 23
Sus nervios no podían mantenerlo en calma, Aiacos le comentó que tenía una sorpresa para él.
Desde que salió del hospital lo había notado muy extraño en su comportamiento.
Su pareja le había mencionado que este día lo llevaría a su casa para que pudiera conocerla y sobre todo que se fuera haciendo a la idea que cuando termine el tiempo del trabajo de Milo, Aiacos tendría que regresar nuevamente a su casa.
Y esta ocasión no lo haría solo, Camus se unía a su círculo familiar, así como aquel pequeño que venía en camino.
- Ya está lista la maleta... Este fin de semana podrás conocer el lugar donde estaremos juntos.
Aiacos se acercó a su pareja y depositó un beso en su frente, después tomó las maletas que llevarían para poder descansar lejos de la vida rutinaria de la ciudad.
- Jamás me dijiste que tu casa se situaba a las afueras de la ciudad.
- Me gustaba ser el ermitaño del trabajo que con nadie se llevaba... A las afueras de la ciudad nadie me molesta. Pero todo cambió cuando te conocí - En ese momento Aiacos dejó nuevamente las maletas en el suelo para poder sacar algo que guardaba con mucha cautela dentro de su abrigo.
- Esto es...
- Es la libreta que usaste como diario, lamento ser un atrevido pero con lo que escribías aquí te pude conocer más a fondo. Te sentías como yo, sin rumbo y sin una razón por la cual salir adelante... Pero todo ha cambiado.
Aiacos tomó la mano de Camus y entrelazó sus dedos, ambos se perdían en la mirada del contrario, los dos adoraban sonreír de la nada todo el tiempo.
¿Sonreír?
Ninguno de los dos lo hacía anteriormente, sin embargo ellos dos eran dos almas destinadas a estar juntas en esta vida y ambos descubrieron una faceta que jamás se imaginarían.
Aiacos se había cerrado totalmente a los sentimientos después de que su anterior pareja lo usara a su antojo.
Camus, él creía que nada valía en esta vida, ni siquiera su existencia... En aquel diario Aiacos pudo leer las ocasiones que aquel joven de cabellos esmeraldas relataba como se sentía solo y esto derivó a intentar querer quitarse la vida.
Aunque conocer a Aiacos de manera repentina y haberlo confundido con su hermano fue lo mejor que le había pasado.
Camus miró aquel diario y lo arrojó al bote de la basura, tan solo eran escritos que quería olvidar...
La última hoja recuerda perfectamente lo que había escrito:
Es increíble haber confundido a una persona, sin saber que ese alguien se está convirtiendo en mi mayor alegría...
Ese pequeño y sencillo sentir lo había escrito después de haberlo conocido y que mejor... Llevar ese pensamiento en sus recuerdos.
Una nueva vida lo espera juntos.
Aquellos pensamientos y ese bello momento fue interrumpido por Kardia quien entraba a la casa con una gran sonrisa, una que jamás habían visto en él.
- ¡Quítense porqué también me voy! - Exclamó el mayor de los Samaras pasando entre ellos dos.
- ¿No te dijeron que es de mala educación pasar entre las personas cuando están hablando? - Cuestionó Aiacos soltando lentamente de la mano a su pareja, su mirada se posaba en su hermano mayor.
- No... Además recuerda que yo no viví con ustedes, así que no me hables de modales.
Camus colocó su mano sobre el hombro de Aiacos para que se tranquilizara y esto no se convirtiera en una gran pelea entre los dos.
- Bueno ya... Cambiando de tema ¿A donde vas? - Aiacos se moría de las ganas por saber porqué se encontraba muy animado.
- Camus y tu se van a ir este fin de semana. Para que Degel no se sienta solo lo invité a salir estos días fuera de la ciudad, renté una cabaña y regresamos en cuatro días.
Kardia tomó la maleta que tenía en la sala de Milo, la subió al sillón y comenzó acomodar sus pertenencias que llevaría consigo.
- Mi hermano estará encantado de que lo lleves a distraerse un poco, desde que trabajaba para poder cubrir mis gastos médicos, jamás tuvo un merecido descanso - Respondió Camus.
- Así es... Y no te preocupes cuñadito que cuidaré muy bien a tu hermano - En ese momento Kardia le regaló una sonrisa y un guiño.
Aunque Camus entendió perfectamente a lo que Kardia se refería.
Aiacos rodó los ojos molesto, poco a poco se agachó un poco para tomar nuevamente las maletas.
- Por cierto Kardia... ¿Has hablado con Milo? Tiene varios días que no me responde los mensajes que le he enviado.
- Ayer tuve una video llamada con él, me dijo que lo disculparas pero ha estado muy ocupado; incluso lo noté muy animado, ya no tenía la cara de perro regañado como la última vez.
Camus no entendía de lo que hablaban sobre él, Aiacos simplemente comenzó a reírse ante el comentario de su hermano, los dos tomados de la mano se acercaron para poder despedirse de Kardia, no podían perder más tiempo, el servicio de taxi privado ya se encontraba afuera de la casa de Milo para llevarlos a su destino.
El viaje no fue tan largo para Camus. En la situación que se encontraba lo agotaba más rápido y sumando a ello que aún tenía que descansar después de la cirugía que le habían practicado.
El recuerdo que le quedaba en ese momento era la cicatriz que le dejaron en la parte izquierda de su pecho, una que recordará con mucho amor porqué para él aquella enfermedad que sufrió era un gran recuerdo de su nueva vida junto a la persona que había dado todo por él.
No faltaba mucho para que llegaran a su destino, en ese preciso momento su celular comenzó a vibrar.
Sin hacer mucho movimiento porqué su brazo izquierdo se encontraba rodeando la espalda del joven galo, con su mano derecha saco su celular de su bolsillo para poder ver de quien se trataba.
Aiacos, dejamos listo todo lo que nos pediste.
Suerte.
Le había pedido a su amigo Radamanthys un enorme favor, una de ellas era que su casa estuviera en orden y en segunda una sorpresa que seguramente a Camus le gustaría mucho.
Respondió aquel mensaje agradeciendo el favor y nuevamente lo guardó en su bolsillo.
Con mucha ternura depositó un beso en la frente de Camus y con su mano libre tocó el vientre de su pareja.
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