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Capítulo 17

El ocaso llegaba, varios de los empleados de la oficina se habían pasado a retirar.
No tenía ganas de ver a nadie, ni mucho menos de hablar con su hermano. Aún le dolía muy en el fondo de su corazón la decisión definitiva de Camus.
Estaba dispuesto a dar por lo menos la mitad del costo total, era lo único que podía hacer por él a estas alturas.
Sabía que Aiacos era una persona sumamente responsable con sus palabras, de eso no dudaba, Camus estaba en muy buenas manos.

Nuevamente se acomodó en su silla giratoria mientras sacaba un cigarro de la cajetilla que guardaba en su cajón, solo de esa manera se relajaría un poco.

Mientras dejaba escapar el humo producido por la combustión de aquel tabaco, cerraba sus párpados cansados por el trabajo del día de hoy.

Su jefa inmediata la señorita Kido; había salido desde la hora de la comida con el joven Julián Solo.
Tan solo estaba esperando que absolutamente todo el personal del edificio saliera para poder cerrar, aunque los últimos empleados en irse eran los del servicio de intendencia ya que pasaban a dejar limpio para el día siguiente.

— El amor no es para mi — Susurró dejando escapar el humo entre sus labios.

No tenía ganas de llegar al lugar donde se estaba quedando en todo este tiempo lejos de su casa, ni mucho menos salir a cenar, no tenía a nadie.
Se terminó aquel cigarro y después lo apagó para tirar la colilla al bote de basura.

Nuevamente tomó asiento en su silla giratoria y entrelazó sus dedos para poder recargar su mentón mientras pensaba en algo que le ayudara a olvidar lo que sucedía entre su hermano y Camus.

Pasaron unos cuantos minutos, se levantó de su silla para poder asomarse a través de los cristales que todos los demás empleados salieron del lugar.

Arrastrando las suelas de sus zapatos entró a la oficina de Saori para buscar las llaves y pasar a cerrar antes de irse, sin embargo al buscarlas en su estante se encontró con varias botellas de bebidas alcohólicas  que seguramente usaba para ofrecerle a sus socios cuando la venían a visitar.

— Si tomo una ni cuenta se dará — Se dijo a si mismo alzando los hombros como si nada le importara y agarró una botella de aquel mueble.






Mientras tanto afuera del edificio se encontraba Hyoga escondido detrás de algunos árboles de la calle esperando que Milo saliera para poder hablar con él.
Sin embargo la espera cada vez se volvía mucho más larga y aquel joven de cabellos alborotados azules no salía del lugar.

Aquel joven rubio nuevamente miró su reloj de mano, había pasado cuarenta minutos desde que el resto del personal salió.

Con una suma preocupación tomó sus pertenecías y entró al edificio nuevamente para buscar a Milo, tenía la extraña sensación que algo malo estaba ocurriendo.

Desesperado subía rápidamente las escaleras, los ascensores era mala idea ya que a la hora de salida, uno de los empleados de mantenimiento los apagaba  para evitar algún incidente, después de todo ya no quedaba nadie más en el lugar.

Lo primero que hizo Hyoga fue correr hasta la oficina que le correspondía a Milo, sin embargo no lo encontró.

— ¿Acaso habrá salido primero y ahora estoy solo en este lugar? — Se cuestionó con mucho nervisismo, esperaba que aquella idea no fuera cierta, todo el lugar estaba en calma, silencio total.

Salió de la oficina de Milo, lo buscaba con la mirada en los alrededores pero no había alguna señal de él.

Comenzó a dar unos pasos sin rumbo, pero el sonido de algún objeto cayendo que provenía de la oficina de Saori fue lo que lo alertó.

Apresuró sus pasos y corrió hasta donde estaba la oficina de su jefa.
Ahí se encontraba a quien buscaba con desesperación, la silla en la que se encontraba sentado se había roto dejándolo en el suelo mientras intentaba levantarse.

— ¡Milo! — Gritó desesperadamente, dejó caer en el suelo sus pertenencias y corrió para ayudarle a levantarse del suelo.

— Hyoga ¿Qué... Haces aquí? — Preguntó Milo observando como aquel ayudante suyo intentaba con todas sus fuerzas levantarlo del suelo — Te dije que te fueras a tu casa.

El joven rubio hizo caso omiso a las palabras de Milo y lo ayudó a levantarse hasta quedar completamente de pie.

— Milo... ¿Acaso estás tomando? — Cuestionó Hyoga llevándose una mano a su frente y la otra colocándolo en su cintura intentando entender porqué había terminado de esa forma.

— Eso no te incumbe... Yo hago lo que quiero con mi vida — Respondió molesto mientras se daba la vuelta dándole la espalda para seguir ignorándolo.

— Claro que me incumbe... ¡No me gusta verte así!

Milo seguía sin querer escucharlo, se acercó al escritorio donde había dejado la botella para nuevamente darle otro trago.

— Lo hago para olvidar — Murmuró después de dejar aquella botella nuevamente en el escritorio.

El joven rubio pudo alcanzar a escuchar sus palabras, se acercó con sigilo y colocó su mano sobre el hombro de Milo.

— No sé que te haya pasado pero si de algo te sirve... Puedes contar conmigo.

Aquellas palabras de aliento no las esperaba realmente, nadie en su vida le había ofrecido su apoyo incondicional de esa manera. Siempre se había centrado en su trabajo y nada más, su casa era un total desastre porqué poco le importaba que pasa en su alrededor y había olvidado la sutileza y la ayuda de los demás.

— No he sido buena persona contigo para que me des tu ayuda... Realmente no lo merezco.

Hyoga tomó la mano de Milo, con mucha cautela lo fue guiando hasta el sillón que tenía Saori en su oficina.

— Yo creo que eres una buena persona que ha sufrido por tratar de alcanzar la perfección en su trabajo y lo sé, te admiro porqué eres muy dedicado a tu trabajo.

Aún con el efecto del alcohol  no sabía si recordaría aquellas palabras de aliento de su asistente rubio, simplemente le dedicó una sonrisa y dejó que Hyoga lo abrazara hasta quedarse profundamente en sus brazos.

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Buenas tardes personitas bellas siento la demora pero ya está aquí este capítulo. Los quiero les mando un abrazo 🥰🥰🥰














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