Capítulo 16
Al día siguiente, Aiacos despertó muy temprano. Quería despedirse de Milo ya que nuevamente regresaría a sus actividades diarias en el trabajo.
Pero no se percató que Milo había partido en la madrugada sin despedirse de él, ni mucho menos de Kardia.
Llegó hasta la sala y se dio cuenta que pasó a dejar una nota sobre la mesita de centro.
Con mucha curiosidad la tomó con cuidado abriéndolo lentamente.
Aiacos, te dejo lo que más amo en esta vida en tus manos.
Sé que le darás todo de ti, incluso tu tiempo... Algo que ni yo pude lograr, en esta semana te ayudaré a cubrir parte de aquella cirugía que Camus necesita.
Sólo te pido un favor, no le digas que fui yo quien pagó, si de esta manera puedo verlo feliz aunque sea a tu lado, para mi es más que suficiente.
Te llamo en esta semana, despídeme de Kardia...
— Milo — Susurró doblando aquella nota para guardarla nuevamente. Dejó escapar una risilla al momento de recordar cuando ayer después de sus reclamos por haberse quedado con Camus.
Flashback
A regañadientes, Kardia llevaba a Milo del brazo, después de haber escuchado aquella plática entre Degel y Camus no le quedó de otra más que resignarse.
Estaba completamente seguro que Camus le correspondería pero no fue así, el amor que guarda en su corazón era para Aiacos.
Cuando entraron a la casa, Aiacos ya se encontraba en el sillón tomando su café tranquilamente.
— Yo buscándote y aquí estás — Respondió Kardia entrando junto con Milo quien arrastraba los pies muy a su pesar.
— Yo estaba por prepararme mi café pero ya no quise seguir escuchando los reclamos de Milo.
En ese momento Aiacos se levantó del sillón y se acercó a su hermano, se veía muy mal físicamente, tomó asiento en el sillón quedando justamente a lado de Aiacos.
— ¿Qué tiene Camus exactamente? — Cuestionó mirando a su hermano con preocupación.
— Me imagino que ya terminaste de ver todo su historial médico — Aiacos se sentó en el sillón de la derecha, entrelazó sus dedos y comenzó a platicarle todo lo que había ocurrido desde que Milo se fue, también como había conocido a Camus, le confesó el porqué decidió estar a lado de Aiacos y los estudios que finalmente revelaron que tenía una oportunidad de vivir siempre y cuando se le realizara aquella operación a tiempo.
Cada palabra que escuchaba de Aiacos sentía como si unos cuchillos perforaban su corazón.
Cuando su hermano terminó de explicarle, se levantó del sillón sin muchas ganas, arrastrando sus zapatos al caminar, se dirigió a su recámara.
— ¡Milo a donde vas! — Cuestionó Kardia saliendo de la cocina con dos platos donde llevaba una variedad de galletas de pasta seca que habían comprado el día anterior.
— Quiero dormir un rato, no me molesten por favor — Respondió mientras subía las escaleras que lo conducían a su habitación.
Minutos después escucharon como había azotado la puerta de su cuarto.
— Sin duda esto le pego mucho ¿Verdad?— Preguntó Kardia tomando asiento en el sillón mirando a Aiacos con la mirada perdida observando la manera en la que Milo pasó a retirarse.
— Kardia.... — Lo llamó tomando nuevamente su lugar en el sillón.
— Dime — Esperó que prosiguiera con su pregunta tomando unas galletas del plato.
— ¿Será buena idea ver a Milo más tarde?
— No, nadie quisiera estar en el lugar de Milo en estos momento... Lo sé, pero aunque vayas tu, vaya yo... No podemos hacer nada. Es algo que Milo debe aceptar y ver nuevos horizontes, nadie dice que amar es fácil, no lo es, sin embargo debemos dejar que libere esos sentimientos que no son correspondidos.
Aiacos dejó escapar un suspiro, quizá eso era cierto... Él ya había pasado por eso y es algo que no quisiera volver a repetir, sólo esperaba que Milo tuviera la oportunidad de amar a alguien que lo mire de la misma forma...
Fin flashback.
No se esperaba un detalle así para Camus, tenía muchas ganas de llamarle y cuestionarlo el porqué se había ido sin avisar, pero luego recordó las palabras de Kardia y mejor dejó que Milo asimilara un poco las cosas.
Regresó nuevamente por sus cosas para poder irse a trabajar, pero antes de eso necesitaba pasar por Camus y llevárselo a su trabajo.
Milo había salido muy temprano de su casa, así le daría tiempo de llegar al lugar donde se estaba quedando y prepararse para presentarse a su trabajo.
Sentía una gran pesadez en su cuerpo, tenía al menos la esperanza de tener una oportunidad de estar con Camus pero no fue así.
Le quedó una enseñanza de toda esta situación y esa era que la vida se vive en su momento, era evidente que Camus no esperaría a que Milo llegara para estar con él.
Siempre le dio importancia a su trabajo y muestra de ello era su casa, tenía un completo desastre por salir corriendo y jamás le prestó atención a los pequeños detalles que la vida le ofrecía.
Justamente en estos momentos se encontraba frente a su escritorio mirando hacía la nada de la oficina, el sonido de los teléfonos se escuchaba a lo lejos, las voces de los empleados, incluso el pequeño radio que tenía a lado de él... Pero Milo no prestaba atención a su alrededor.
— Joven Milo.
Pero el heleno seguía con la mirada perdida, no se percató que el joven de cabellos rubios que le ayudaba, estaba llamándolo desde hace unos minutos atrás.
— ¡Joven Milo! — Gritó esperando que de esta manera lo escuchara.
De repente se dio cuenta de lo que pasaba, levantó la mirada y se encontró a Hyoga quien sostenía una charola con café y un pequeño postre.
— Yo... Perdón Hyoga ¿Qué sucede? — Cuestionó sacudiendo un poco su cabeza para despejar su mente y disimular que nada había pasado.
— Llevó cinco minutos intentando hablar con usted pero al parecer está muy distraído — Le respondió dejando la charola sobre el escritorio.
— No es nada, solo que no he descansado como yo hubiera querido... — Después de decir esto bajó su mirada a la charola — ¿Y esto que es?
— La señorita Saori se lo manda, también me pidió que le avisara que hoy está de encargado para cerrar como la otra ocasión.
— Bien, puedes retirarte Hyoga.
Milo se levantó de su silla giratoria para poder despejar su mente a través de las ventanas esperando que Hyoga saliera de la oficina.
El joven ruso se dio la vuelta para salirse pero la voz de Milo lo detuvo completamente en seco.
— Gracias Hyoga.
Al escuchar aquel agradecimiento lo dejó sin palabras, ahora que lo pensaba mejor, Milo se veía completamente diferente.
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