XV EL MAR BRAVO
Mirando a la ventana
contemplé algo a la deriva.
Eran tu alma y la mía.
En el oleaje de la ribera,
llenos de espuma estaban,
flotando entre tiburones
nuestros dos corazones.
Y en la tierra suspiraban
secándose al sol,
nuestros cuerpos malditos
y sin nada de emoción.
Golpeados por las rocas,
que estaban postradas allí,
estaban los dos heridos,
y los dos a punto de morir.
Y como se sabía que pasaría,
los dos cuerpos perecieron.
¿Y qué pasó con las almas?
Ellas ya descendieron.
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