Andrik se puso de pie rápidamente para contraatacar. Dió el siguiente golpe que fue un puñetazo que hubiera sido certero de no ser porque el otro había interpuesto su brazo. Andrik retrocedió.

Ambos casi al mismo tiempo se elevaron y la pelea continuó a varios metros de altura. Las demás criaturas alzaron la cabeza maravilladas para no perderse nada.

—¡Espledido! —dijo una de las sirenas—. Mejor que la danza de escobas realizadas por las brujas el año pasado.

La vampiresa a su lado asintió complacida.

La pelea, no obstante, seguía. Pero era obvio quién sería el ganador. Brandan era más veloz y fuerte que Andrik. Tanto que lo tenía acorralado contra una pared y hasta hace un instante lo había hecho impactar con un golpe sencillo contra una escultura en vidrio que estaba como adorno en la tarima. Pero Andrik era persiste y aunque ya tenía varias cicatrices y sangraba de su labio izquierdo, mientras que el otro apenas tenía un leve rasguño en una ceja, seguía luchando.

Mi destino dependía de él. No podía huir, pues había descubierto que habla dos vampiresas que me vigilaban mientras la pelea se realizaba sobre nuestras cabezas.

Agaché la cabeza, lamentandome por mi suerte. En ese instante sentí algo o alguien en realidad caía a escasos centímetros de mi, lo observé, pensé que era Andrik, pero no. Era Brandan. Había sido nockeado

Según supe después, Andrik había aprovecho un momento de distracción para darle un golpe lo suficientemente fuerte para que quedara fuera de combate.

Me alejé unos centímetros​ cuando ví que comenzaba a recuperar la conciencia

Fue cuando sentí que alguien me sujetaba del brazo y me arrastraba con él.

—Larguemonos de aquí —me dijo.

Era Andrik.

Nos elevamos y a gran velocidad atravesamos el vidrio del ventanales de la catedral.

—A la que fuiste es a la celebración de la inmortalidad. —me explicó mientras sobrevolamos la que yo reconocí era mi ciudad—. Cada mil años se sacrifican humanos para Lucifer, su amo, y así renovar su juventud e inmortalidad. Generalmente, los llevan pero también toman incautas como tú que han caído erróneamente.

—¿Quien era ese tal Brandan? Casi te acaba.

—Es nuestro líder. Es el vampiro más antiguo, nadie con dos dedos de frente se atreve a enfrentarlo.

—¿Por qué me ayudaste, entonces? —algo en mí esperaba una declaración romántica.

—Tal vez cargo de conciencia. La invitación era mía —acepró—. No creo que a tus padres les hubiera gustado verte siendo una ofrenda para Lucifer. Además me agrada enfrentarme a enemigos más fuertes que yo.

Hice una mueca de desencanto, que afortunadamente, no notó.

—Pero eres uno de ellos —repliqué.

—No, no lo soy. Al menos no como tú piensas.

Fue lo único que me dijo, antes de dejarme en la puerta de mi casa y desaparecer.

Apenas puse un pie en uno de los escalones, la puerta se abrió. Era mi madre. Inventé toda una historia que fantásticamente ella creyó, lo que me hizo pensar que quizá había tenido algo de ayuda.

El resto del año fue igual a todos aunque con un sabor diferente. Rara vez veía a Andrik como siempre. Sólo una vez se me acercó a hablarme, fue para decirme que no develara jamás su secreto ni el de su gente o algo malo podría pasarme. Accedí, no solo por la amenaza, sino porque no deseaba mezclarme con esos horrorosos seres otra vez.

La siguiente navidad. Una nueva invitación apareció en mi puerta. La tomé y la rompí en mil pedazos, sin necesidad de abrirla. No quería tener que celebrar otra navidad monstruosa.