Capítulo VI: Relaciones sociales y ansiedad
Nuestros niveles de ansiedad muchas veces dependen de la calidad de las relaciones que mantenemos con otras personas. Por eso es tan importante que seamos en cierto modo exigentes a la hora de elegir a quién dejar que forme parte de nuestras vidas, ya que no todo el mundo es de fiar y no con todas las personas podemos llevarnos bien y mantener una relación sana. Y nada de eso es nuestra culpa, simplemente son las circunstancias de la vida. Por lo tanto, teniendo en cuenta esto, vamos a deshacernos de esta otra creencia irracional que tanto daño nos puede hacer: "para considerarme una buena persona tengo que gustarle a todo el mundo".
No, amigo/a. Caerle bien a todo el mundo es algo imposible, y las opiniones que los demás tengan de ti no siempre tienen por qué definir quién eres. La gente se equivoca, juzga a los demás sin conocerlos e interpreta muchas veces las situaciones y los comportamientos de una manera totalmente subjetiva que nada tiene que ver con la realidad. Además, cada individuo tiene su propio concepto de lo que es ser buena persona o perfecto, y por lo tanto, es imposible coincidir con los de todo el mundo, puesto que lo que puede estar bien para alguien, para otra persona quizás sea algo inaceptable.
Pero entonces, ¿cómo sé si estoy haciendo las cosas bien si no me tiene que importar la aprobación de los demás? Pues muy sencillo: sé la mejor persona que puedas e intenta mostrar la mejor versión de ti mismo/a, pero sin juzgarte cada vez que te equivoques (porque todos necesitamos aprender de nuestros errores), dejar de quererte ni poner las necesidades de los demás por encima de las tuyas. Porque si quieres tener la fuerza y energía suficiente para ser empático y generoso con quienes te rodean, tienes que sentirte primero a gusto contigo mismo/a y cuidarte. Y eso no es egoísmo, sino amor propio. No tienes por qué hacer nada que no te apetezca solo por agradar a la otra persona, ni esforzarte en vano por querer gustar a alguien con el que nunca vas a conectar por muy buena persona que seas. Ya te he explicado antes por qué eso es imposible.
Pero ahora me gustaría aclararte otro punto. Si eres como yo y te preocupas en exceso por todas las tragedias que ocurren en el mundo (guerras, crímenes, catástrofes o injusticias de cualquier tipo), soñando con una utopía que nunca va a llegar a existir, déjame decirte lo siguiente: es totalmente válido sentir dolor al percibir todas esas desgracias y tu sensibilidad dice mucho de ti como persona, pero tú solo/a no vas a cambiar el mundo, y ninguna guerra ni nada desagradable que veas en las noticias depende de ti. No obstante, con esto no te estoy diciendo que te tenga que resultar indiferente todo lo que esté pasando, sino que intentes gestionar tu sensibilidad pensando racionalmente lo que podrías hacer para poner tu granito de arena y ayudar (si es que puedes contribuir en algo) y, si no es así, aceptarlo sin sentirte mal por ello y pensar en cómo podrías hacer del mundo un lugar mejor, siendo la mejor persona que puedas ser con quienes te rodeen.
Y bueno, volvamos a hablar sobre estas relaciones que sí forman parte de nuestro entorno y que tanto daño nos pueden hacer si son tóxicas. No siempre tienen por qué ser de pareja, ya que las relaciones entre amigos/amigas y familiares pueden ser igual de dañinas. Te lo digo desde mi propia experiencia, porque, si te soy sincera, he tenido más problemas con las amigas (sí, amigas mujeres) que con los chicos. Y esto es algo de lo que apenas se habla, porque la mayoría de las chicas tienden a quejarse de los hombres, diciendo que todos son iguales y cosas por el estilo. En cambio, nadie comenta que entre nosotras muchas veces también existe la envidia, los celos y el deseo de posesión, lo cual puede afectar muchísimo a nuestra salud mental, hasta el punto de sentir cómo tu cuerpo tiembla al recibir un mensaje en el que ella te hable con mal tono, reprochándote, por ejemplo, algo del pasado que tu mente borró para protegerte, con el único fin de volver a hacerte sentir culpable y dejar de quererte a ti misma para solo estar pendiente de ella. No exagero, y tampoco pretendo ahora subestimar las relaciones de pareja en las que el hombre maltrata tanto física como psicológicamente a la mujer (o viceversa). Tan sólo quiero hablar de mi experiencia y hacer ver que por las "amigas" también se puede sufrir, y mucho. Podría contar por aquí millones de ejemplos como este, desde amigas obsesivas y posesivas que solo me querían para ellas mismas y pretendían que yo les prestara atención las 24 horas de cada uno de los siete días de la semana, hasta otras con las que he compartido cientos de recreos a su lado y que, una vez llegó el verano, dejaron de contar conmigo y me volví invisible para ellas. Ambos extremos afectan igualmente a la salud mental, puesto que una no quiere ni ser invisible ni que te invadan constantemente tu espacio.
Desde mi punto de vista (y me gustaría comentarlo aunque no tenga mucho que ver con lo que quiero tratar en este libro), hoy en día las mujeres pedimos que haya feminismo y que los hombres nos respeten y nos traten como nos merecemos. Eso es algo que, obviamente, me parece maravilloso, porque tanto nosotras como ellos debemos contar con los mismos derechos y deberes. Sin embargo, muchas veces las mujeres somos las primeras que nos vemos las unas a las otras como rivales en vez de como hermanas, y esto, a mi modo de ver, nos debilita mucho. Para promover la igualdad de género, tenemos que estar unidas, apoyándonos las unas a las otras, sin envidias ni egoísmos, poniéndonos en el lugar de las demás y pensando que todas tenemos en común que somos mujeres, por muy diferentes que podamos ser las unas de las otras. Quizás si todas fuéramos así, yo contaría con más amigas de las que tengo y estaríamos unidas como hermanas sin tener que ponernos necesariamente en contra de los hombres. Porque, por supuesto, no todos son iguales y es posible mantener una relación sana con ellos si ambas personas tienen la madurez suficiente. Al fin y al cabo, lo más importante en las relaciones no es ni el género, ni la raza, ni la religión, ni la etnia, ni la orientación sexual, sino el ser una buena persona y sentir esa conexión tan especial que nos permite estar unidos.
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