Capítulo III: La historia de mi ansiedad
Bueno, pues tal y como lo dije al final del capítulo anterior, en este me gustaría empezar a contarte toda la historia entre mi ansiedad y yo, desde el principio.
Antes de nada, quisiera aclarar que ella ha formado parte de mi personalidad desde siempre. Sin embargo, hace ya casi un año, viví un acontecimiento que para mí resultó ser bastante traumático, aunque no lo contaré por aquí porque se trata de algo demasiado íntimo como para publicarlo. Desde entonces, descubrí que la ansiedad de verdad va mucho más allá de ser simplemente una persona que se preocupa por las cosas. Ya lo expliqué previamente, como podrás recordar. Pero lo que sí puedo mencionar aquí son los síntomas de un ataque de ansiedad. Lo que siente alguien en ese estado. Sí, sé que ahora te preguntarás por qué me tomo esa molestia por algo que te puede mostrar fácilmente Google o chatGPT. Y soy consciente también de que para quien lo haya sufrido es algo demasiado básico y obvio. Pero la verdad es que, a veces, no viene mal tener presentes ciertas cosas, por muy evidentes que puedan parecer. Es como cuando estás haciendo un problema de matemáticas, aunque te sepas de memoria las fórmulas, siempre es conveniente poder verlas con tus propios ojos para así evitar cualquier malentendido o error (a no ser que estés en un examen, claro). Pero bueno, espero que, a fin de cuentas, hayas entendido lo que pretendo decirte.
Y ahora sí que sí, vayamos al grano. Como probablemente supondrás, estos son los síntomas de un ataque de ansiedad, derivados de la creencia de que hay un peligro inminente:
-Taquicardia (el corazón te late a mil por hora)
-Sensación de ahogo (el pecho te duele y sientes que no puedes respirar, y por eso jadeas)
-Hormigueos y sudoración en manos y pies (yo personalmente nunca he sudado durante un ataque de ansiedad, pero sí he sentido hormigueos en ciertas partes de mi cuerpo)
-Sensación de pérdida de control (en casos extremos, incluso puedes dudar de si lo que estás viviendo es real o no o sentir tu visión borrosa)
-Temblores, bloqueos, mareos, dolores inexplicables, nerviosismo extremo...
-Frustración y sensación de estar acorralado
-Insomnio (empiezas a tener dificultades para conciliar el sueño por las noches, ya que tu cabeza no para de pensar ni tu cuerpo de moverse en la cama), aunque al mismo tiempo necesitas estar todo el día durmiendo
-Dificultades para concentrarte debido a pensamientos intrusivos.
-Irritabilidad, estado de alerta constante, cambios en el estado de ánimo y el apetito, etc.
-Miedos infundados e irracionales en los que crees profundamente.
-Pensamientos y conductas autodestructivas debido a un exceso de perfeccionismo (y sentimientos constantes de culpa)
-Necesidad de rutinas y planificación
Y estos son los principales síntomas, y también los más comunes, de la ansiedad desregulada y sus ataques.
No, no estoy exagerando.
No, no pretendo llamar tu atención (más bien todo lo contrario, quiero pasar desapercibida para que nadie me juzgue).
No estoy loca, aunque a veces necesite gritar.
Y no estoy siendo dramática.
Solo tengo ansiedad. Y punto. Intenta ponerte en mi lugar, aunque no lo entiendas al cien por cien porque no hayas vivido, por suerte, lo mismo. No deja de ser una enfermedad como cualquier otra.
Prosiguiendo con mi historia, puedo decir que, tras haber sufrido ese acontecimiento, empecé a experimentar estos ataques y síntomas más frecuentemente, pues antes simplemente era sensible, perfeccionista y me preocupaba por las cosas (que por cierto, el tema de la alta sensibilidad quisiera abordarlo en algún capítulo, pero de momento centrémonos en la ansiedad). Y la verdad me cuesta aún creer cómo pude sobrevivir a un curso tan difícil como segundo de bachillerato mientras sobrellevaba todas estas crisis y cada uno de esos síntomas que antes he enumerado. Y no solo sobrevivir, sino que lo he superado de la mejor manera posible, obteniendo la máxima calificación en todas las materias pese a los obstáculos. Porque, a pesar de que mi mente haya sido y sea mi peor enemiga, quien más me maltrata, tuve que convivir en clase constantemente con ciertas personas que me menospreciaban y querían echarme abajo una y otra vez. Pero tampoco me gustaría profundizar mucho en eso ahora mismo, ya que por fin estoy de vacaciones y no me apetece pensar en ciertas personas del pasado con las que no volveré a tratar nunca más. Ahora más que nunca, tengo que aprender a cuidarme y quererme, y convertir en mi mejor amiga al demonio que tengo dentro de mí.
Sé que esta historia no ha sido especialmente larga, pues quería resumir mi experiencia resaltando solo lo más importante, y, al mismo tiempo, compartir contigo una reflexión madura sobre la misma, οmitiendo detalles que tal vez no te resulten útiles.
A continuación, en el próximo capítulo, quisiera abordar el proceso de empezar a ir al psicólogo y comenzar a hacer terapia. Porque la salud mental es igual de importante que la física, y todos necesitamos ayuda de este tipo en algún momento de nuestras vidas. Así que si alguien alguna vez te dice que está yendo al psicólogo, jamás lo taches de "loco" o "enfermo mental", porque no dirías lo mismo sobre un paciente que consulta a su médico de cabecera.
Dicho esto, nos vemos ahora en cuanto deslices. ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro