Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 47 • Cambios (I)

Segunda Realidad · Año 2039 · 22 de Noviembre · Canadá ·

Y así, mientras caminaba por dentro, Nathan empezó a reconstruir la batalla en la que se vieron inmersos.

- Esa es... la mano de Atenea -indicó en el momento empecé a tocar la marca de sangre que se había quedado grabada en el extremo superior de la pared del recibidor- Cuando salió disparada por la fuerza del agua, su herida se abrió. Pero al contrario de lo que esperábamos, eso no la paró, se ayudó de la pared para levantarse y vino a atacarnos de nuevo, taponándose la herida con su otra mano -añadió.

Podía imaginarlo. La sangre ya estaba seca, pero se veía cómo había dejado un rastro más abajo, probablemente por la herida del costado.

Después me volteé y empecé a adentrarme junto al resto en lo que hasta el momento había sido un comedor cálido y acogedor, y del que, sin embargo, ya sólo quedaban restos del calor de las llamas.

Éstas, habían quemado parte de las paredes y de los suelos, así como algunas mantas y estanterías que se encontraban ennegrecidas y con un fuerte olor a humo, todavía reciente. De hecho, las estanterías y algunas de las mantas se encontraban tiradas por el suelo, mientras que otras habían quedado reducidas a la mitad, al haber sido consumidas por el fuego junto a otros objetos, como los almohadones o las amacas de mimbre, que en su momento le habían dado al comedor tan buen aspecto.

- Cuando la descubrimos husmeando, parecía desconcertada -indicó Érika. Recuerdo que nos gritó: ¡¿Qué hacéis vosotros aquí?!

- Me acuerdo también de ese grito. Ella estaba muy alterada y nosotros muy asustados, uno al lado del otro -corroboró Nathan.

- Pero tú le recibiste de un modo súper correcto -le halagó Érika- Recuerdo lo tensa que estaba la situación, y aún así, le preguntaste su nombre y si buscaba algo, manteniendo la mente fría en todo momento.

- No, no, yo tenía mucho miedo, pero estaba más preocupado por Jawara, que estaba solo en el piso de arriba -se justificó- Además, me dio la impresión de que no nos esperaba. Era como si para ella hubiéramos debido estar en otro sitio -puntualizó- Y eso me dio un poco de lástima -concluyó.

- Ahí todavía no nos había atacado. No sabíamos nisiquiera quién era ni cómo había encontrado la cabaña -continuó explicándonos Érika- Lo único que sabíamos era que vosotros no estábais.

- Habíais desaparecido -nos recriminó Nathan.

- Luego, en cuestión de segundos, la mujer volcó la estantería que se encontraba a nuestro lado, probablemente, en un intento desesperado por bloquearnos el paso -continuó explicando Érika- Pero de lo que no debió darse cuenta es de que la estantería tenía velas encendidas sobre algunos estantes, y también cayeron con ella.

- De esta forma, al principio no pudimos saber que la casa se estaba incendiando. La estantería tapaba el hueco de las escaleras donde Érika y yo nos habíamos topado con ella, impidiéndonos ver algo -continuó Nathan- Pero enseguida empezó a ascender el humo.

- Me acuerdo de cómo empezamos a toser... -añadió Érika, con los ojos empañados- Tenía miedo.

Enseguida se giró a mirar a Nathan, quizá porque necesitaba sentir que alguien más le entendía, pues sólo ellos habían vivido aquel traumático suceso.

- No pintaba bien -justificó él- El humo no dejaba de subir, y cada vez era más negro. Sabíamos que si seguíamos así moriríamos asfixiados -explicó.

- El problema era que intentábamos mover la estantería, ¡pero no se movía! -nos comunicó Érika, mostrándose sumamente molesta- Empezamos a empujarla una y otra vez, con todas nuestas fuerzas. Pero no podíamos moverla.

- Y el humo no dejaba de subir -añadió Nathan.

Érika nos guió entonces hacia el hueco de la escalera, y se agachó para enseñarnos algo. La estantería de la que hablaban... estaba llena de sangre, con numerosas marcas de nudillos y arañazos grabados en ella.

Acto seguido, me fijé en las manos de Érika, y mi estómago se encogió de inmediato. ¿Cuántas veces lo había...?

- Érika no dejó de golpearla ni un segundo, ni aun cuando se le saltaban las lágrimas del dolor -me confirmó Nathan- Estaba empeñada en conseguirlo, pero yo llegó un momento en el que dejé de insistir, y me puse a pensar en otras opciones que pudieran sacarnos de allí -admitió- No podía ser que una estantería pesara tanto. Y si después de todo el tiempo que estuvimos empujando no habíamos podido moverla, para cuando lo hubiéramos conseguido, la casa se habría incendiado por completo.

- Y aquí tenemos el truco... ¿veis todas estas estanterías? Atenea las había volcado todas, apilándolas unas sobre otras frente al acceso de las escaleras en el que Nathan y yo nos encontrábamos -nos indicó Érika, sin poderlo creer todavía- De no ser por Nathan, no habríamos podido salir de allí con vida... -manifestó agradecida, mientras hundía sus dedos en las marcas de una de las estanterías.

- Y al final, ¿cómo lográsteis salir? -pregunté bastante tensa.

- Mientras seguía intentando mover la estantería, Nathan subió a la habitación -comenzó explicando.

- Quería comprobar que la distancia entre la ventana de la habitación de Jawara y el suelo no nos mataría en el caso de saltar -aclaró él- Pero la altura era mayor de la que esperaba, y no sabía realmente si de esa manera podría sacar a Jawara -indicó con el gesto turbado, como si estuviera reviviendo el mal trago.

- Instantes después, una masa de agua se me llevó por delante. Y junto a mí, al resto de estanterías que nos impedían salir de aquel agujero -declaró Érika, todavía sorprendida.

- Nathan, ¿controlaste tus poderes? -le pregunté sorprendida. Pues no recordaba haberle visto nunca usarlos, y no porque los desconociera. Me daba la impresión de que no lo hacía por principios, porque se avergonzaba del modo en que los había obtenido.

- No me quedó otra -masculló molesto- Estando en una situación de vida o muerte como esa, el orgullo sólo es un enemigo más.

- Pero, ¿cómo lo hiciste? -le pregunté intrigada.

- Se me ocurrió que quizá podía controlar el agua de la bañera. Así que, abrí el grifo y dejé que el agua se desbordara -reveló- De alguna manera, no sé por qué, presentía que sólo conectando con ella podría dirigirla. De modo que intenté concentrarme en sentir el agua, pero fue inútil, las preocupaciones no me dejaron poner la mente en blanco -admitió- Así pues, de tanto esforzarme e insistir, sin darme cuenta, acabé acelerando el ritmo al que entraba el agua en el cuarto, apareciendo a una velocidad que parecía imposible, y por la que, en segundos, el baño quedó inundado, destrozando la puerta con la presión y arrastrándolo todo escaleras abajo, como si de un pequeño tsunami se tratase.

- ¡¿¿Queeee??! ¡Pero qué guaapo! -exclamó Liam, tan orgulloso como fascinado.

- Sí, no está tan mal como pensaba -admitió Nathan, notándosele mucho más cómodo con sus poderes miméticos.

- ¡Aún se quejará! -gimoteó Liam, quien parecía envidiar nuestra condición.

- La verdad es que gracias a que Nathan inundó la casa, no sólo pudimos salir del encierro, sino que también evitamos que la casa se quemara por completo -reflexionó Érika.

- ¡¿Pero cómo que el agua llegó hasta el comedor?! -prorrumpió Liam.

- Claro... la masa de agua arrastró todo a su paso hasta más allá del comedor... Érika y yo incluídos -le indicó su hermano menor, notándose cierto malestar en su voz.

- Pero de esa forma pudísteis apagar el fuego -recalqué lo positivo, pues no entendía porqué Nathan se había puesto tan triste al recordar aquello.

- Sí, pero... Érika y yo fuimos arrastrados por el agua y acabamos golpeándonos contra los muebles y objetos que se llevó con ella, hasta que acabó desbordándose y saliendo por las ventanas que también destrozó por la presión -explicó- Por eso Érika tiene así la pierna... -declaró apenado.

- ¡Ay, peque, noo! -añadió Érika, compadecida- ¿De verdad te llevas sintiendo mal por eso desde entonces? ¡Pero si no es nada! -intentó animarle moviendo la pierna de arriba abajo para demostrarle que estaba bien, pese a que, ciertamente, tenía una herida bastante fea y no parecía de las que dolían poco.

- Vaale... -aceptó entre sollozos, ya un poco más tranquilo, mientras se frotaba las lágrimas- Pero luego pienso mirártela bien y ponerte una crema que hace tiempo me enseñó mi abuela y es muy útil para evitar infecciones -le advirtió.

- Claro, amore, tú mandas. Al fin y al cabo, eres el curandero del grupo -continuó animándole con una ternura casi maternal, probablemente debido a lo dulce y extrovertida que era.

Me acerqué entonces a una de las ventanas bajo la cual había una gran cantidad de cristales rotos, esparcidos por el suelo. Y Nathan continuó reconstruyéndonos a partir de ellos el modo en el que se habían desenvuelto los acontecimientos.

La verdad es que no fue el agua quien los rompió primero -me indicó- Hubo un momento durante la noche en el que escuché cómo se abría la puerta -empezó- Y pensé que podríais haber sido cualquiera de vosotros, así que no le di más vueltas. Yo estaba en la habitación de Jawara, controlándole la fiebre y el ritmo al que respiraba -explicó- Sin embargo, horas después, Érika me alertó de que no estábais, y de que, en su lugar, creía que un intruso había entrado en la casa.
Sí... -corroboró ella- Yo estaba en el piso de arriba, descansando tranquila, en mi cuarto, cuando de repente, escuché un ruido bastante fuerte de la zona de abajo -explicó- Me asusté un poco, así que fui a vuestras habitaciones a comprobar que también lo hubiérais escuchado -matizó- Pero cuando llegué, al único al que pude encontrar fue a Nathan, quien se había quedado dormido en el suelo junto a la cuna de Jawara -concluyó, e hizo una pausa.
¿Dónde estábais? ¿Por qué habías desaparecido? No sabíamos nada -añadió, un poco dolida- Lo único que sabía es que había escuchado cómo unos cristales se rompían y que alguien caminaba por encima de ellos sin que esperáramos visita -concluyó con cierta tensión contenida.
Parecía como si estuviera reviviéndolo allí mismo, en ese mismo momento.
Fue entonces cuando me despertó y bajamos a hurtadillas -continuó Nathan- Érika iba armada con la daga de VIX y yo con la pistola de Liam, que pude recuperar de la habitación de Rose -nos puso en contexto.
Sin embargo, las armas no nos sirvieron hasta mucho después, cuando tuvimos que enfrentarnos a Atenea cuerpo a cuerpo -matizó Érika.
Sí, la verdad es que la inundación me debilitó tanto que el agua dejó de brotar en el momento me golpeé contra la pared y caí al suelo, quedándome inconsciente durante algunos minutos -especificó Nathan.
Minutos después, el comedor estaba destrozado, pero húmedo, simplemente húmedo, ya no había rastro de las llamas -nos indicó Érika mientras observábamos las humedades que habían salido en algunos de los pilares que sujetaban el piso de arriba- Recuerdo también que en el momento pude recomponerme de aquella avalancha, tenía madera clavada en la pierna y Nathan estaban en el suelo.
¿Y Atenea? ¿Qué pasó con ella? -pregunté tensa.
De alguna manera, las imágenes que me describían iba creándolas en la mente y transportándolas a la casa, como si cada escena que contaban hubiera pasado simultáneamente, en ese mismo momento.
Pensé que, al igual que yo, debía de haberse golpeado con algún mueble y haberse hecho una herida bastante profunda como para dejar un rastro de sangre como el que dejó -explicó Érika- Sólo sé que, cuando alcé la vista, la ví alejarse hacia el recibidor, probablemente en un intento por ponerse a salvo.
Pero, en seguida volvió a por nosotros -matizó Nathan- Recuerdo cómo empezó a gritar poco después: "¡¿DÓNDE ÉSTA?!" "¡¿DÓNDE ÉSTA?!" Una y otra vez, como si estuviera loca o algo parecido, con una voz que se escuchaba cada vez más grave y más sombría, como distorsionada -continuó- Para entonces, yo me estaba despertando del golpe y ella había entrado en el comedor con una herida abierta en el costado -concluyó.
Furiosa y desesperada, prácticamente fuera de sí, mientras se sujetaba la herida con una mano, empezó a lanzar los muebles y objetos del comedor que iban cruzándose en su camino hacia Nathan -prosiguió Érika la explicación.

Y entonces, no sólo nos encontró a nosotros, también lo que andaba buscando desde que entró por la ventana -le interrumpió Nathan.
¡Tú, niño! -le gritó nada más verle, según dijo Érika- Ese colgante es mío.... Dámelo, o muere -le advirtió con una frialdad fulminante, de acuerdo con Érika, en el momento se dio cuenta de que Nathan llevaba consigo el colgante de Aaron- Al mismo tiempo, vi cómo Nathan, con el cuerpo todavía entumecido, intentaba ponerse en pie, escondiendo el colgante con su mano -continuó explicando ella- Después, cuando se levantó, su gesto se tornó serio, como si estuviera concentrándose y no tuviera miedo. E inmediatamente después, sacó la pistola y empezó a apuntarle.
No podía hacer otra cosa -se justificó Nathan- Mientras me levantaba también me fijé en Érika. Estaba enfrente mía, en el extremo opuesto, intentando sacarse una enorme estaca que se le había clavado en la pierna -indicó- Y aunque ahora dice que no fue nada, aún recuerdo cómo gritaba del dolor mientras intentaba sacársela.
¿Fue allí? -le interrumpí para preguntar por el sitio.
Sí -me lo confirmó Érika, tras comprobar el lugar que había señalado- Lo peor fue sacarla, es cierto. Luego pude hacerme un torniquete con la falda, tal como me enseñaste -me habló a mí, en concreto- y levantarme de nuevo para intentar ayudar a Nathan -continuó- Pues, Atenea empezó a apuntarle también con su pistola, tras reírse de él, sarcástica.
Me fijé entonces en el espacio, y al observalo más detenidamente, me di cuenta de que sí que era cierto que había una gran masa de sangre reseca y bastante homogénea en la esquina en la que Érika se estuvo desangrando.

- ¿De verdad me vas a disparar? ¡Pero si te tiemblan las manos! -le dijo Atenea riéndose de él, nada más le vio coger el arma, según indicó Érika- Lo cierto es que Nathan se había levantado con una imperiosa intención por protegernos... -continuó.

Dilo -le interrumpió Nathan- Pero era la primera vez que apuntaba a una persona con un arma, y no pude contener los nervios -explicó- Cuando Atenea acabó de burlarse, volvió a ponerse seria y me apuntó también con su arma, mientras tapaba su herida -matizó- Me indicó entonces que disparara si quería hacerlo, porque esa sería la última oportunidad que tendría.

- Y lo hizo, Nathan le disparó -nos comunicó Érika, orgullosa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro