Capítulo 45 • Criaturas (I)
Segunda Realidad · Año 2039 · 22 de Noviembre · Canadá ·
Tercera Parte
Tiempo después, lo primero que ví fue nuestra cabaña carbonizada.
Me habían recostado sobre el lomo de Liam, quien se encontraba descansando frente a unos árboles, en una posición que me otorgaba una perfecta panorámica para asumir que una árdua batalla había sucedido mientras dormía.
A continuación, lo siguiente en lo que pude fijarme fue en el muñón que me había quedado. Estaba limpio y vendado. Incluso podía notar cómo las lianas con las que había parado el sangrado habían acabado integrándose en su piel, cicatrizándolo.
No obstante, verlo tan recuperado me llevó a pensar que tal vez había dormido mucho más tiempo del que pensaba.
Inquieta, empecé a balancearme para tratar de despertar a la bestia.
- ¡Hey, hey! ¿Qué haces? -me recriminó Liam, malhumorado- Venga, a seguir durmiendo, que estoy cansado -me mandó refunfuñando.
Estoy segura de que habría querido dormir más tiempo. Al fin y al cabo, más allá de lo mucho que le gustaba dormir, estaba recuperándose de una dura operación.
Pero yo no podía saberlo, no tenía un recuerdo nítido de lo que había pasado antes de desmayarme. Y la preocupación que me generaba la incertidumbre, junto a la impaciencia que me caracterizaba, acabaron por completo con sus horas de sueño.
- ¿Dónde están todos? -le pregunté sin miramientos.
Me encontraba muy desconcertada. No había nadie más allí aparte de nosotros, pero Liam parecía tranquilo.
- No me vas a dejar dormir, ¿verdad? -me recriminó con sarcasmo, pero también con cariño.
- No -le confesé sincera
- Desde luego que ya te has despertado. Aunque ya era hora hermana, también te digo -me comentó ciertamente molesto.
- ¿Llevo mucho tiempo dormida? -pregunté extrañada.
- ¿No te acuerdas? ¡En menudo lío nos metiste! Pensaba que la palmabas -me recriminó.
- Recuerdo que VIX dijo algo de una transfusión de sangre... -comenté con duda.
- Exacto, perdiste mucha sangre. Por eso te desmayaste. Pero VIX, no sé cómo, pudo sacarme la sangre del cuerpo y hacerla levitar hasta tu boca e introducírtela mientras te la sujetaba e intentaba evitar que la cerraras en medio de las convulsiones que estaba haciendo tu cuerpo. Minutos después, empezaste a recuperar el color de tu piel. Fue entonces cuando te dejó a mi cargo y se dirigió a la cabaña. Pues, mientras tratábamos de salvarte, escuchamos cómo Nathan y Érika gritaban desde su interior -me explicó.
- ¿Pero están todos bien? -pregunté con preocupación, y todavía desorientada.
- Sí... Ahora vendrán -añadió sonriente- Estoy seguro de que tienen tantas ganas de verte como tú a ellos.
- Y, por cierto, de ahora en adelante, VIX es mi puto padre -añadió.
- ¿Y Jawara? ¿Qué ha pasado? Vuelvo a sentir su esencia... -pregunté desconcertada y con el corazón en un puño.
- Lo perdimos durante unas horas... Pero el bosque lo salvó -explicó serio- Ahora se han ido a por los preparativos para la ceremonia -me comentó mientras terminaba de desperezarse.
- ¿Cómo? ¿Pero qué ha pasado? -inquirí alarmada.
- Tranquila, prácticamente, todo hubo terminado antes de que llegáramos -me comunicó agachando el rostro y mirando hacia otro lado, como si me estuviera ocultando algo de lo que había pasado.
- Pero, ¿y Atenea? -pregunté extrañada.
- Mira, allí están -añadió con orgullo- ¿Por qué no les preguntas tú misma? -sugirió.
Al verles, se me saltaron las lágrimas. Estaban malheridos, sucios y con los ropajes destrozados. Érika iba cogeando, con la falda ensangrentada y rasgada en el lado derecho, donde mostraba una pierna llena de sangre reseca y una gran herida que parecía haber sido provocada por un corte bastante profundo.
Asimismo, Nathan tenía la cara entremezclada con lo que parecía ser carbón y sangre. Y bajo sus deslumbrantes cabellos anaranjados, ahora resecos y pegados al rostro debido a la sangre, me pareció entrever cómo uno de los ojos lo mantenía cerrado bajo una enorme cicatriz.
VIX tampoco estaba mucho mejor. Igualmente sucio y con la túnica llena de sangre, aunque parecía estar menos malherido externamente que el resto, al haber perdido prácticamente la mitad del agua de su cuerpo, su masa corporal había quedado igualmente reducida, pasando de ser un hombre grande, con un cuerpo robusto y fornido, a estar prácticamente irreconocible debido a la delgadez extrema en la que se había sumido.
Sin embargo, nada de eso importaba ya. Estábamos todos, no faltaba nadie. Ni siquiera el pequeño mimético, a quien Nathan sostenía entre sus brazos con esa vivacidad única que le caracterizaba y que llenaba todo a su alrededor de júbilo y esperanza.
- ¡¡Ro!! -gritó Nathan desde la lejanía- ¡Lo conseguimos! Te dije que lo haríamos -añadió emocionado.
- ¡Mami, mami! ¡Lo oeguimos! -le siguió el pequeño mimético, tan enérgico como siempre.
- ¡¡Peque!! ¡Nathan! ¡Érika! ¡Qué alegría veros! -les devolví el saludo. No podía creerlo.
Rápidamenteintenté levantarme. Necesitaba abrazarles, hablar con ellos... Pero VIX fue mucho más rápido y vino corriendo a ayudarme.
- Heey, calma preciosa, que acabas de despertarte de una mutilación complicada -me indicó con gran delicadeza y ternura mientras me ayudaba a levantarme.
- ¿De verdad me veo bien? Creo que mi cuerpo no logrará regenerar mi mano. Estoy muy débil VIX, siento como si hubiera perdido todo mi poder -me mostré vulnerable, mirándole un poco asustada.
- Rose, eres preciosa. Siempre lo serás, no importa cuánto cambies -me indicó con cariño- Además, ya podrás regenerarla, y si no, buscaremos una prótesis. Por el momento yo tampoco me veo capaz de usar mis habilidades miméticas. Probablemente no podamos intentar regenerar nuestros cambios corporales hasta que no pasen algunos meses y el bosque empiece a recuperarse. Al fin y al cabo, una tercera parte de éste ha desaparecido, y con ello, buena parte de nuestro poder -me explicó- Pero... ha valido la pena, ¿no crees? -concluyó esperanzado, mirando a Jawara con una agridulce sonrisa que sacaba a la luz las pequeñas arrugas que acompañaban sus desgastadas mejillas.
- Por supuesto que sí -afirmé con convicción, mostrándome enormemente agradecida.
Y una vez nos hubimos reunido, Liam dio paso a la ceremonia de despedida.
- Es la hora -advirtió con seriedad, ahora que ya se había despertado del todo y empezaba a colocarse la túnica que VIX le había hecho a su medida.
- ¿Haces los honores? -le preguntó VIX, con sumo respeto, pues ahí no sólo estaba hablando con su hermano, también lo estaba haciendo con el Guardián del bosque Quebec.
- Faltaría más -le respondió solemne.
Instantes después, Liam empezó a rugir. Y entonces, la magia del bosque se nos mostró como nunca antes lo había hecho, revelándose aquellos secretos y criaturas sobre las que Nathan me había hablado cuando éramos pequeños, pero que nunca antes había podido llegar a enseñarme porque estaban escondidos tras un velo.
De este modo, algunos seres elementales y pequeñas criaturas que se mantenían ocultas en el bosque empezaron a salir de entre los terrenos arbolados de aquel paisaje que se me antojaba imaginado, a medio camino entre la realidad y lo que pensaba fantástico.
Silfos y sílfides, gnomos, dríades, y algunos chenoo, comúnmente conocidos como gigantes de piedra, junto a otros seres que no pude identificar, empezaron a acercarse hacia donde nos encontrábamos, mientras miles de luces doradas ascendían al cielo.
Yo, por mi parte, sin poder dejar de observar la gran cantidad de pequeñas esencias que nos rodeaban, pregunté encandilada: ¿Qué son esas luces? ¿Luciérnagas?
No, Rose, es mucho más triste y mucho más mágico que eso -me confesó VIX-Todas esas luces que ves son las almas de aquellos árboles cuya vida les ha sido arrebatada, y ahora Liam debe conducirlas hasta el árbol madre, en donde al fin podrán descansar en paz -me rectificó mientras guiaba mi cuerpo hacia la cabaña, mostrándome así cómo se concentraban las almas en el árbol sobre el que había sido construida.
- Entonces, ¿tú también puedes verles? -le pregunté con asombro.
- Pues claro, pequeña. Yo siempre he podido -me recordó.
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