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Capítulo 43 • Malas Noticias (I)

Segunda Realidad · Año 2039 · 22 de Noviembre · Canadá ·

Segunda Parte

Horas después de la batalla, retomé la consciencia. Me sentía muy débil, incluso atontada. Prácticamente como si me hubieran sedado.

Empecé a fijarme entonces en que los pocos trozos de la corteza que me quedaba se habían podrido y que alguno de ellos me colgaba del brazo, listo para acabar de despegarse en cualquier momento.

De este modo, conforme mi cabeza volvía en sí, empecé a ser capaz de distinguir la zona del bosque en la que nos encontrábamos, y posiblemente, la zona hacia la que nos dirigíamos. Pero al no estar segura le pregunté a Liam, que era quien nos estaba llevando hasta ellos.

Liam, ¿dónde? Jawara —dije con dificultad.

Pero Liam no respondió, corría descontroladamente en busca de Nathan, de quien no sabía nada desde que nos habíamos marchado. Corría desesperado, apenado por la muerte de Jawara, pero sobre todo preocupado, muy preocupado por su hermano pequeño, quien había sufrido hasta el extremo la enfermedad del pequeño mimético y ahora también tendría que lidiar con lo que parecía ser su muerte.

Asimismo, el duro golpe tampoco parecía asumiblepara VIX, quien todavía consciente, sentado a lomos de Liam, con la cara chupada y la mirada perdida,trataba de asimilar la derrota, pero sobre todo la muerte del hijo de Rose y de su buen amigo Sirhan.

Petrificado y metido en sí mismo, en un estado prácticamente de shock, intentaba pasar el duelo,incluso antes de haber podido ver al pequeño. Sin embargo, la profunda tristeza que mostrabano parecía indicar que lo superaría en poco tiempo. Era como si le hubieran robado parte de su alma, o al menos, así es cómo él mismo lo había descrito.

Al verle así, se me rompió el corazón. Yo estaba triste, pero él… él estaba destrozado. Y aunque traté de compartir su dolor, ni siquiera pude acercarme.

Aquella fue la primera vez que vi llorar a VIX de esa manera. Un llanto entrecortado y tan desgarrador que me dejó sin palabras.

Intenté consolarle, pero las palabras sirvieron de poco. Sin saber qué hacer ni cómo ayudarle, sólo podía hacer una cosa. Así que, le abracé, le abracé mucho.Lo hice durante horas, hasta que pudo calmarse y volver a su estado habitual, frío y distante.

- Sirhan no me lo va a perdonar nunca —me confesó acongojado.

- Mi vida… esto es la guerra... Lo hará —fue lo último que le dije antes de imbuirnos en un absoluto silencio.

No obstante, a las horas, VIX y yo pudimos sentir cómo el pelaje de Liam se erizaba.Y aquello lo rompió por completo.

- ¿Qué ocurre? —le pregunté tensa.

Tenía la sensación de que algo no iba bien.

- Es extraño, conforme más nos acercamos a la cabaña, más intensa se vuelve esa energía maligna que noté hace horas —nos confesó cauteloso, reduciendo bastante el ritmo— Recuerdo haberla sentido próxima a nosotros cuando estábamos caminando por el bosque intentando alcanzar a VIX y desaparecer justo después de que avistara a los aldeanos —añadió— Por eso pensaba que la habíamos dejado a atrás, pero ahora la noto justo enfrente de nosotros —reflexionó extrañado.

- Debemos de habernos cruzado —concluí.

- Es posible. Pero si partimos de esa hipótesis, cuando noté anoche su presencia tuvo que venir desde el lugar en el que se encontraban los aldeanos y después cruzar la zona en la que nosotros estábamos —teorizó Liam.

- Eso parece, pero no entiendo el problema —le comuniqué seria, pues sentía que lo que fuera que estuviera pasando era más grave de lo que podía llegar a imaginar.

- Rose, esta presencia lleva persiguiéndonos desde que salimos de la aldea, y aunque logramos despistarla, nos encontró igualmente. Desde entonces ha estado merodeando los alrededores de la cabaña, y encima ahora sabemos que también nos cruzamos anoche —me recordó— Esas son una gran cantidad de oportunidades para atacarnos, y las ha desaprovechado todas —advirtió.

- O no —teorizó VIX.
- Exacto —planteó Liam— Al principio pensaba que simplemente quería matarnos a Rose o a mí, pero tengo la sensación de que lo que busca está en la cabaña, y no somos nosotros —concluyó con cierto resquemor.

- VIX, ¿crees que pueda haber sido Atenea? —inquirí con recelo.

- Ha sido Atenea —confirmó rotundo— Al principio no lo tenía claro, pero sólo ella llevaría a cabo un plan tan macabro y tan perfecto. Además, el tanque de luz que utilizaron los aldeanos es un prototipo del tanque de guerra que utiliza la marina en nuestra realidad temporal —explicó.

- Entonces, si podía saber perfectamente dónde estábamos en todo momento y nos ha obligado a salir de la cabaña es porque quiere algo de ella, ¿no? —reflexioné inquieta.

Bueno, lo que está claro es que si nos ha hecho salir a propósito para buscar a los aldeanos y alejarnos de la cabaña es porque buscaba evitar el enfrentamiento directo. Así que, o bien es muy débil o bien estaba muy debilitada —planteó nuestro gran oso rojo mientras corría.

- Tiene el costado destrozado, no sé ni cómo ha podido sobrevivir —añadió VIX, mientras agachaba la mirada fulminante.

- Sí, estaba muy débil cuando la ví, pero los aldeanos debieron curarla —les conté— Supo hacerse muy bien la víctima cuando nos encontramos —añadí con sarcasmo, mostrando lo mucho que también la despreciaba.

- Vale, bien, entonces estamos todos de acuerdo en que el objetivo de esa tal Atenea se encuentra en la cabaña —concluyó Liam— Pero ¿qué puede ser? —nos preguntó con gran interés.

- A mí se me ocurren dos cosas —comentó VIX.

- Jawara y… —planteé en voz alta.

- Su billete de vuelta —añadió VIX.

- ¿El colgante de Aaron? ¡¿Se lo robaste?! —pregunté estupefacta.

- Nathan le ha hecho algún retoque que otro —me lo confirmó— Y ahora es suyo. Así será más fácil encontrarnos en el futuro —concluyó.

- Entonces, si buscaba a Jawara y el colgante lo tiene Nathan, sea como sea, ¡están en peligro! Y Érika también —reflexioné intranquila, separándome de VIX con tal de prepararme para luchar en cualquier momento— ¡Tenemos que llegar cuanto antes! —exclamé angustiada.

- Eso intento —me reprochó Liam, quien no había dejado de correr con tal de ayudar a su hermano pequeño.

- Aún así, hay algo que no encaja —volví al tema— ¿Cómo es que nos ha encontrado? ¿No se supone que la cabaña es una guarida secreta? —planteé extrañada.

- Puede que utilizara a los aldeanos como cebo —sugirió VIX.

- Puede que los usara como cebo, sí. De hecho, seguro. Pero estoy convencido al 100% de que no fue para conseguir eso —objetó Liam— Noté su presencia días antes cerca de la cabaña, así que sabía dónde nos encontrábamos incluso antes de que saliéramos al bosque. Es más, ¿qué cojones? ¡Recordad que sentí su presencia mucho antes! Desde que escapamos de la aldea, hasta que días después la perdimos a través del desvío que tomamos por los ríos —reflexionó agudo.

- En ese caso, uno de vosotros dos es quien la ha traído hasta aquí —concluyó VIX.

- Eso parece —contempló Liam.

- Pero eso tampoco tiene sentido. Atenea y yo nos perdimos la pista mucho antes de conocer a Liam. Ella estaba gravemente herida y acabó siendo resguardada por los aldeanos, mientras que yo pude esconderme de todos en casa de Innoko, sin que volviéramos a encontrarnos —les contradije.

Había algo que se nos escapaba.

- Hmm… —empezó a balbucear Liam— Durante nuestro viaje recuerdo que mencionaste que te dolía el hombro porque una persona que no lograbas recordar te había disparado —planteó entonces.

- ¡¿Te dispararon?! —se alertó VIX.

- Sí, aún me duele un poco desde entonces… —confesé aquejada.

- Déjame ver —me indicó con preocupación, mientras se acercaba a verme la herida.

- No, tranquilo. Estoy bien, no te preocupes, de verdad —me negué a que me examinara. Con la fiebre que tenía no quería que hiciese más esfuerzos.

Me miró mal. Entonces, cerró los ojos y empezó a entrar en un estado de trance.

- ¿¡Pero qué haces!? —le grité preocupada. Ya había hecho suficientes esfuerzos, y no sabíamos cuánto más podría soportar.

- Rose, no hay que interrumpir —me regañó Liam.

Pero VIX se mantuvo concentrado, e instantes después empecé a sentir un pequeño cosquilleo que se fue extendiendo por todo mi cuerpo.

- Argh… —me quejé del dolor. Sentía como si miles de agujas fueran a atravesármelo desde dentro.

Pero no duró mucho. VIX no tardó en resolver aquel rompecabezas y salir del estado de trance.

- Rose, tengo malas noticias —advirtió VIX profundamente serio.

- Dime —le pedí con coraje. Me esperaba lo peor, pero debía de ser valiente.

- Has sido tú la que has traído hasta aquí a Atenea… Te han insertado una bala rastreadora —nos informó serio, bajando la mirada.

- ¿Y ahora qué? ¿qué es eso? —pregunté alarmada.

- Si no la sacamos, Atenea sabrá dónde estás en todo momento —explicó.

- Pues sácala —le pedí con convicción.

- No sé si es una buena idea —manifestó preocupado.

- ¿Por qué? —pregunté perpleja.

- Lo único que se me ocurre para sacártela es dirigir la bala por el agua que forma tu cuerpo, tal como he podido notarla cuando te examinaba el hombro, conduciéndola hasta una zona que puedas regenerar en poco tiempo —me comentó serio— En ese caso, tendría que conseguir concentrar mucha agua y elevar su temperatura hasta un punto en el que esa parte de tu cuerpo explotaría —continuó—Sólo así podríamos extraer la bala —me advirtió con una frialdad cortante.

- ¿Y no podemos sacarla de otra forma? No sé, con tu daga o algo —planteé con cierto temor.

- No, mi daga la tiene Érika, es de eso de lo que venía cuando os reencontrásteis. Le pedí que fuera a la casa de campo a comprobar que Atenea no se la hubiera llevado, y a cogerla de paso —me comunicó— Además, este tipo de balas son bastante gruesas, más que un dedo incluso, así que, si lo hiciéramos con una daga u otro objeto cortante, aunque el daño sería menor, podríamos no llegar a poder sacarla siquiera —me indicó verdaderamente angustiado.

Lo pensé durante unos segundos. No sabía si podría regenerar esa parte. Estaba muy débil y prácticamente sin corteza. Pero enseguida supe que realmente no tenía elección.

- La mano izquierda —le indiqué firme.

Pero VIX no parecía convencido. Preocupado hasta el punto de cabrearse, miró a otro lado y se apretó el puño con fuerza.

-¡VIX, hazlo ya! —le exigí molesta. No podía soportar más la tensión.

Segundos después, VIX entró en trance, y tras sentir al hormigueo intensificarse, mi mano desapareció.

-¡¿Qué coño ha sido eso?! —gritó Liam con aprensión, tras sentir cómo los restos de mi mano caían esparcidos por su espalda.

-Ahí está, la bala rastreadora... Una perfecta máquina de rastreo, tan perfecta como ilegal, preparada para traspasar únicamente la primera capa de la piel y quedarse activa dentro del cuerpo de la persona que ha recibido el disparo una vez ha sido activada por el disparador —añadió VIX, mostrando un gran respeto hacia ese artefacto, al tiempo en que se acercaba a cogerlo de entre los restos y la sangre que habían quedado esparcidos entre el pelaje de su hermano mayor.

-¿Qué dices? ¡Entonces podríamos haberlo solucionado rompiéndole la pistola a Atenea! —le recriminé sumamente molesta mientras trataba de parar la hemorragia.

-No cariño, no era una opción, de verdad que si lo hubiera sido no te hubiera hecho esto —me dijo VIX, entre lágrimas— Las pistolas rastreadoras funcionan por huella dactilar, se activan con el disparador y de esta forma están conectadas con él. Por eso, aunque hubiéramos destruido la pistola, Atenea podría haberla sustituido por otra en cualquier momento, activándola con su huella más adelante, que es la que debe de estar registrada en la bala —me explicó, mostrándose impotente, mientras rompía parte de su túnica para tratar de ayudarme.

Pero no llegó a tiempo. Yo fui más rápida. Viendo cómo la vitalidad se me escapaba y empezaba a marearme, sumida en un dolor insoportable, me concentré todo lo rápido que pude y empecé a extender mis lianas del pelo hasta el extremo de la muñeca que no me había explotado.

-¡ROSE! —gritó VIX con temor al ver cómo palidecía.

Había detenido la hemorragia, pero seguía demasiado débil.Empecé a verlo todo blanco. Y de un momento a otro, sin poder ver qué ocurría, sentí cómo me abalanzaba al vacío. Pero antes de notar la caída, unos robustos brazos me rescataron al vuelo.

-¡Rose! ¡Rose! No te desmayes, por favor, vuelve en ti —escuchaba de fondo mientras VIX me agitaba de un lado a otro.

-¿Qué pasa? —escuché cómo Liam le preguntaba preocupado.

-Está muy pálida, pero tiene pulso —advirtió con gravedad.

-¿¿Y qué hacemos?? —añadió con la respiración entrecortada debido al sobreesfuerzo, pues había incrementado rápidamente la marcha.

-¡No lo sé! Ha perdido mucha sangre ¿Crees que podrías donarle parte de la tuya? Yo estoy demasiado débil como para hacerlo y sería más efectivo utilizar el poco poder que me queda para hacer una trasfusión entre vosotros. Pero si no puedes, lo haré yo —le comunicó enormemente preocupado, pero con la mente fría, manteniendo la calma.

-Haz lo que tengas que hacer, pero sálvala —añadió rotundo— Ya hemos llegado.

Lo cierto es que lo último que dijeron o hicieron no puedo recordarlo con claridad. Sólo recuerdo sentir cómo alguien me cogía en brazos y me recostaba en algún lado antes de provocarme un enorme dolor en el brazo y empezar a notar cómo mi cuerpo absorbía una gran cantidad de sangre.
Imaginaba que aquella persona había sido VIX, pues era el único que estaba allí. Recuerdo pensar en que ya no quemaba y, por ende, que le había bajado la fiebre.

Aliviada, caí agotada sobre él.

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