Capítulo 41 • Enfrentamientos (I)
Segunda realidad · Año 2039 · 20 de Noviembre · Canadá ·
Y así, escondidos entre la inmensidad del bosque, nos pusimos manos a la obra. VIX continuó recuperándose en el salón mientras cuidaba a Jawara e intentaba evitar que llevara a cabo alguna de sus travesuras, mientras el resto nos ocupábamos de preparar los equipajes.
Fueron unos días inolvidables... De los mejores... Tuvimos tiempo para comer, reír y trabajar juntos, tiempo para conocernos mejor, o en el caso de VIX y yo, para despedirnos como pareja. Sin embargo, tuvimos que ponerles fin antes de lo previsto debido a que Jawara empezó a enfermar con suma rapidez, mostrando unos síntomas que nunca antes habíamos visto.
En muy poco tiempo, el vigoroso color de sus lianas empezó a tornarse gris, la corteza que recubría sus extremidades comenzó a pudrírsele y caérsele a cachos, hasta que poco a poco, la vitalidad que le caracterizaba empezó a apagarse.
Jawara se moría. Y no sabíamos porqué. Estuvimos varios días probando remedios caseros y planteando hipótesis, pero Jawara no dejaba de empeorar, sus lianas se ahuecaban y empezaban a caérsele, la savia que cubría sus mejillas desaparecía y su temperatura corporal empezaba a incrementarse hasta que finalmente, la fiebre pudo con él, cayendo desmayado a hombros de Nathan.
De este modo, el ambiente festivo que caracterizó la cabaña durante los primeros días cambió radicalmente, tornándose en una profunda tristeza y desesperación, que en el caso de Nathan, fue empeorando día tras día, hasta el punto de volverse tan obsesivo que ni siquiera comía o dormía con tal de no separarse del pequeño mimético.
Mientras, el resto continuábamos buscando una solución. Pero al final fue el propio bosque el que nos dio la clave. Dos o tres noches después de que Jawara empezara a enfermar, una extraña sensación empezó a recorrer mis vetas y más profundas capas de corteza. Y entonces, mi corteza también comenzó a resquebrajarse.
Aquello no era buena señal, más bien lo contrario. Sin embargo, que únicamente nos estuviera pasando a los miméticos arbóreos era demasiada casualidad, lo que me hizo pensar que tal vez en el bosque estaba el origen del problema. Así pues, teniendo en cuenta que no debía quedarme mucho más tiempo para acabar como Jawara, decidí adentrarme en lo más profundo de Quebec en busca de respuestas.
Y como no quería alterarles más de lo que ya estaban, salí esa misma noche sin avisar a nadie, dejando únicamente una nota en la que indicaba que no debían preocuparse, que solamente había ido al bosque en busca de una posible solución para Jawara y que regresaría lo más pronto posible.
No obstante, cuando salí por la puerta y me dispuse a bajar, pude ver a Liam, quien parecía estar esperándome escaleras abajo desde hacía rato.
- ¡Qué haces ahí! ¡Deberías de estar durmiendo! -le regañé susurrando.
- Tú también lo has sentido, ¿verdad? -me preguntó igualmente entre susurros.
- ¿Sentir el qué? -le pregunté con incertidumbre.
- El bosque se muere... Su vitalidad se apaga lentamente -me confesó preocupado.
- Sí, algo he notado -le dije mientras le enseñaba la carcoma de mi antebrazo.
- Está gritando. Son gritos de auxilio, y vienen de allí -me señaló entonces la parte derecha del bosque, aquella por la que semanas atrás había llegado hasta la aldea de Quebec.
- ¡Pues vamos! ¿A qué estamos esperando? -sopesé con premura.
- A Nathan y a VIX. En la visión que tuve aparecíais los tres -comentó severo.
Y de pronto, la puerta empezó a crujir.
- ¿Pensábais iros sin decir nada? -nos regañó entre susurros una grave voz masculina mientras bajaba las escaleras.
- No lo creí necesario, no pensaba que me fuera a llevar mucho tiempo -me disculpé.
- También estáis aquí por el bosque, entiendo -afirmó severo, mientras acababa de bajar el último escalón con ayuda del bastón.
- Sólo falta Nathan -le confirmó Liam sus sospechas.
- Marchémenos pues, Nathan no vendrá -sugirió rotundo.
- Pero VIX, en la visión de Liam Nathan también aparecía -le contradije con duda.
- No dejará a Jawara. Vámonos -reiteró convencido y empezó a andar hacia la zona del bosque desde donde se le escuchaba agonizar
- Está bien, pero ves más despacio, recuerda que sigues con el costado vendado -le regañé con cariño mientras Liam y yo nos acercábamos hasta los pocos metros que había avanzado.
- No hay tiempo. Desde que llegasteis siento una amenazante presencia, y estos últimos días no ha hecho más que incrementar su fuerza -indicó VIX, mientras se colocaba una túnica- Tomad, ponéoslas, son túnicas térmicas. No sabemos a qué vamos a enfrentarnos, pero al menos nos protegeremos del frío -nos dijo mientras nos las lanzaba.
Al final, el frío hibernal y su gélido aire, junto al rastro de nuestras pisadas en la nieve... Una nieve que cubría todo a su paso... Suelos, casas y las más altas copas de cedros, pinos y abetos que formaban los bosques, no eran más que indicadores de que efectivamente, el invierno había llegado a Canadá, y no podíamos ignorarlo.
De tal modo, nos colocamos las túnicas y terminamos de adentrarnos en las profundidades de aquel bosque antiguo.
Y así, tras varios kilómetros caminando en una tranquilidad aséptica y un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el sonido de algunos animales y el transcurso del agua de los ríos que todavía no se habían acabado de helar, VIX y yo empezamos a debilitarnos a un ritmo mucho más rápido, lejos aún del bullicio de las máquinas y el griterío de la furiosa multitud que trataba de encontrarnos.
- ¡VIX! ¡Debemos de estar cerca! ¡Mis piernas están muy débiles, casi no puedo moverlas! -le grité unos cuantos metros más atrás.
- ¡Ro, vamos! ¡Sé que puedes hacerlo! -me alentó con ímpetu mientras también trataba de avanzar.
- Esa maligna presencia otra vez... Noto cómo nos acercamos a ella -murmuró Liam bastante preocupado, mientras observaba atentamente el magnífico y abrumador paisaje que nos iba envolviendo a cada paso que dábamos.
Instantes después, VIX se detuvo, quedándose contemplando lo que fuera que estuviera pasando.
- ¿¿Qué ocurre?? -le pregunté entre gritos mientras tratábamos de alcanzarle, atravesando la espesa nieve e intentando esquivar las enormes raíces que se escondían bajo la misma.
- Mirad -nos advirtió con asombro una vez pudimos llegar.
El bosque estaba desapareciendo. Uno tras otro, los enormes y vigorosos árboles caían derribados a un ritmo frenético, acorde a la masacre que las motosierras, tractores y cosechadoras estaban permitiéndoles cometer a los pueblerinos de Quebec.
- ¿Por qué? ¿Por qué hacen esto? -pregunté desolada.
- No podemos saberlo, pero sí podemos pararlo -reflexionó VIX- Voy a intentar algo -advirtió serio, al tiempo en que se agachaba para introducir sus manos en la nieve.
Liam en cambio, tan sólo pudo emitir un desgarrador rugido.
- ¿Liam? ¿Eres tú? -pregunté temerosa, esperándome lo peor.
- ¿He vuelto a esta forma? Vaya, pero si yo sólo quería cagarme en sus muertos -manifestó sorprendido.
Mientras tanto, VIX comenzó a concentrarse y sus manos empezaron a adquirir un color rojizo al desprender vapor de agua, como si su sangre estuviera hirviendo y con ésta, la nieve, queQ empezó a derretirse.
Minutos más tarde, una gran cantidad de la nieve que nos rodeaba se había vuelto agua. Y entonces, VIX se sentó en el suelo, cerró los ojos y entró en una especie de trance. Tenía el rostro prieto y el ceño fruncido. Parecía que estaba haciendo mucha fuerza, como si estuviera sosteniendo algo, pero no fue hasta un poco después que una masa de agua empezó a elevarse.
Yo le miraba atónita. No acababa de comprender qué estaba haciendo, pero tampoco quería desconcentrarle. Justo después de elevar el agua, VIX empezó a hacer extraños movimientos con las manos, como si buscara comprimir algo. Y entonces, el agua empezó adquirir una forma homogénea, al tiempo en que se iba congelando de forma paulatina, hasta volverse una gran masa de hielo.
- ¡Increíble, macho! ¡No sabía que también podías crear hielo! -añadió Liam emocionado, al tiempo en que daba un pequeño salto.
Sin embargo, aquel salto generó tal estruendo que el suelo acabó temblando y con ello, VIX tuvo que abrir los ojos y distanciarse de aquel estado meditativo, con lo que la masa de hielo acabó en el suelo hecha pedazos.
- ¿Estás bien? -le pregunté a VIX, preocupada.
- Sí... un poco cansado, pero creo que podré hacerlo de nuevo -manifestó con dificultad.
- Ha sido Liam el que te ha desconcentrado, ¿verdad? -pregunté por curiosidad.
- Sí, pero no pasa nada, tengo que poder hacerlo aunque hayan distracciones externas. Además, esto tan sólo era una prueba -reflexionó despreocupado.
- Perdoona -se disculpó Liam, avergonzado.
- ¿Pero qué pretendías? -le interrogué.
- ¿Vees las máquinas sobre las que está la gente? -preguntó de forma indirecta.
- Claro -afirmé.
- Si conseguimos pararlas, tal vez podamos evitar que alguien salga herido -apuntó perspicaz.
- Hmm... ¿Te refieres a...? ¡Pretendes congelar sus motores! -reflexioné maravillada.
- Exacto, o sus ruedas -puntualizó.
- ¡Es brillante! -añadí entusiasmada- Creo que yo también puedo intentar algo -reflexioné- Liam, ¿nos llevas? VIX y yo vamos a tratar de pararlos, pero será mucho más fácil apuntar si nos acercas -le sugerí optimista.
- ¡Pues claro! ¡Subid, rápido! -exclamó enérgico.
- Vale, pero espera mi señal para arrancar a correr, que nos conocemos -le detuve así, antes de que saliera disparado.
- Claro, claro -se relajó.
De tal modo, subimos a su lomo lo más rápido que pudimos, y una vez arriba, empecé a concentrarme tal como había hecho VIX. Quería ver si también era capaz de mover una parte del bosque, pero no sabía muy bien cómo hacerlo. Para ello, cerré los ojos, extendí mis brazos hacia los lados, y empecé a tirar con fuerza de las lianas que sentía cubrir a los árboles más próximos. Pero no podía acercarlas como me imaginaba en la mente y estaba empezando a impacientarme.
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