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Capítulo 40 • Re-Soluciones (II)

- Vale, bien, a ver si lo he entendido. Entonces, creéis que Nathan puede buscar completamente solo a los líderes del resto de países que formarán parte del Bando Sublevado y mostrarles todas las pruebas que esconde el diario para convencerles de formar una organización con la que derrocar a un gobierno que tratará de hacerse con el oxígeno del mundo, pero que todavía no existe, ¿no? -comuniqué muy poco convencida.

- ¿Y quién dice que estará solo? -preguntó una refinada voz femenina.

Aquella voz... Me giré rápidamente para comprobarlo, ¿podía ser que fuera? Pero era imposible...

- ¿¿¡Érika!?? -grité asombrada.

- ¡Hola, guapísima! -añadió ella con una gran sonrisa.

Ciertamente, situada bajo los rayos de sol que iluminaban la entrada a la cabaña, Érika se nos mostraba radiante. Vestía una falda satinada rosa palo, cubierta por un jersey oversize color negro, complementados con un bolso de un blanco roto y unos tacones negros, que en su conjunto combinaban a la perfección con sus largos cabellos rosa metalizado.

- Pero, ¿cómo? No sabía ni si habías sobrevivido -le murmuré nostálgica.

- Es una larga historia -comentó con orgullo, al tiempo en que dirigía su mirada hacia VIX.

- Pensé que quizás ella podía ayudarnos -confesó desde el sofá, mostrándose duro.

- Entonces, ¿fuiste a buscarla? Pero... ¿cuándo? Y... ¿cómo? -pregunté tan desconcertada como ilusionada me encontraba.

- Tenía la esperanza de que al menos ella te hiciera volver... -me confesó triste.

- Amiga mía, ¡este hombre te quiere mucho! ¡Más te vale cuidarlo! Vino malherido hasta París sólo para tratar de ayudarte a tomar una decisión respecto a vuestro futuro -me confesó seria, pero feliz, sumamente feliz.

- Lo sé, es idiota. Va de sensato y luego no hace más que ponerse en peligro por mí -le respondí con cariño, mostrando lo afortunada que me sentía.

- Bueno, ¿podemos dejar ya de hablar de mí? ¡Sólo quise solucionar el problema! Y ya está, solucionado, ¿no? ¡Pues continuemos con el plan! -nos interrumpió VIX un poco mosqueado.

Me reí interiormente. Le había dado vergüenza.

- Vaale, tranquilo, ya dejamos de hablar de ti, pero sí quiero saber cómo lograste encontrarla -insistí.

- Bien -añadió rotundo- Cuando te fuiste sabía que no serviría de nada ir detrás tuya... Así que Harvey me llevó sobre él hasta el aeropuerto, nos subimos a un avión y volamos hasta París, en donde pude encontrar a Érika paseando por el Louvre, justo en donde hace tiempo me dijiste que tratarías de encontrarla -trató de explicármelo lo más clara y resumidamente posible.

- Sí, así fue. Aunque pudo encontrarme gracias a un golpe de suerte. Y es que, después del atentado dejé el instituto y me puse a trabajar a tiempo parcial como ayudante en el museo, mientras investigaba junto al equipo de mi padre el origen de los terroristas que los medios habían ocultado -explicó- Pero si estoy aquí es sólo debido a que necesitaba saber qué había sido de ti, Rose -concluyó.

- ¿A qué te refieres? -pregunté desconcertada.

- Bueno, lo cierto es que, aunque VIX me encontró entre los pasillos del museo, no pude confiar en él al principio. Al fin y al cabo, aquel sombrío hombre al cual reconocí como aquel que nos avisó del atentado con tan poca antelación como para pararlo, se me acercó vestido con una oscura túnica y un sombrero de tres picos mientras cogeaba sostenido sobre un bastón -justificó así su desconfianza.

- Sí, la verdad es que no parece muy buena presentación. Pero entonces, ¿por qué decidiste darle una oportunidad? -inquirí sorprendida.

- Bueno, al final, mi necesidad por saber qué le había pasado a la chica de la azotea que me había salvado fue lo que me hizo tomar la decisión de acudir al punto de encuentro que aquel misterioso hombre me había susurrado al oído minutos antes de marcharse por la escalera de incendios -concluyó con cariño, tal como parecía recordar aquel día en el que nos hicimos íntimas.

- Pero, ¿por qué ahora? Llevo mucho tiempo preocupada por saber qué había pasado con Érika -le recriminé a VIX, pues sabía el dolor que la incertidumbre y la culpa me habían causado.

- Mientras te protegía, alejarme era demasiado peligroso -aseveró con dureza.

- Rose, ahora estoy aquí, ¿no? Es lo que importa -cortó así Érika una posible discusión.

- Sí, lo cierto es que sí -le respondí aliviada, tratando de centrarme en lo importante.

- ¡Y tanto! ¡Menudo pibón! -añadió Liam sin ningún tapujo.

- ¿Y este de qué va? -se quejó Érika, mostrándose bastante ofendida.

- Ah, es Liam, tranquila, en realidad es buena gente -traté de calmarla.

- Está bien, lo dejaré pasar, pero Liam, debes saber que estás hablando irrespetuosamente a la hija del presidente de Francia, así que espero que no se repita -le advirtió con dureza.

- Pof, ¡qué pereza! Discúlpe pues, princesita -se quejó Liam.

- Espera, espera, un momento. Perdonad que os corte, pero es que estoy tratando de asimilar esta nueva información, ¿dices que tu apellido es el mismo que el del presidente porque eres su hija? -incidí sumamente sorprendida.

- Así es, amiga. Siento no habértelo podido contar antes, pero mi padre siempre me ha mantenido en el anonimato y era un secreto que debía guardar. Por eso sé que me salvaste simplemente porque eres buena persona, y eso te honra, pero por eso mismo también, desde que supe que seguías con vida, avisé a mucha gente poderosa que quiere devolverte el favor. Así que os puedo asegurar que podréis contar con el gobierno francés para financiar el inicio de esta conspiración -nos comunicó con gran emoción.

- Pero Érika, no es necesario que me devuelvas nada, llamar a la policía era el mínimo que haría por cualquier persona. Y somos amigas, nunca me deberás nada -rechazé su oferta un poco ofendida.

- ¡Lo sé, Rose! Pero por eso mismo, si quiero ayudarte es porque somos amigas. No te preocupes, de verdad, que no lo hago por cumplir, es porque verdaderamente quiero ayudarte -trató de tranquilizarme.

- Ya... Pero es que creo que no lo estás pensando bien, lo que quieres darme es demasiado -le advertí con franqueza.

- Rose, tú creíste en mí, ¿te acuerdas? Me apoyaste en mi sueño de viajar por el mundo cuando ni siquiera yo me atrevía a imaginarme llevándolo a cabo y ahora me toca a mí apoyarte en la búsqueda de tu hermano. Además, me gusta este cambio de vida, pues ciertamente, no se me ocurre una manera mejor de cumplir mi sueño que ayudándote a construir con Nathan esa organización que podría salvarte en un futuro -me confesó con cariño y gran convicción, mientras terminaba de entrar y se disponía a sentarse en torno al fuego, junto al resto del equipo.

- Entonces, ¿el presidente de Francia está de acuerdo? -le pregunté de nuevo. Aquella información era demasiado importante como para que no quedara clara.

- ¿Mi padre? ¡Sí, claro! Me dijo que nos ayudaría con la financiación y que nos mandaría algún equipo. Pues, como creo que puede sobreentenderse tras veinte años de anonimato, mi padre es muy sobreprotector conmigo... Y además, desde que la policía secreta no encuentra a las personas que propiciaron el atentado, mi padre sospecha que algo grave está pasando y que muy posiblemente la seguridad de Francia esté en peligro. Además, si lo piensas, su única justificación para mandar dinero francés a Canadá, es mi petición y una corazonada suya. Así que le conviene mantenerlo en secreto -reiteró así el asunto.

- Pero, ¿y Nathan...? -murmuré apenada.

Me entristecía alejarle de todos los seres queridos que le quedaban.

- Rose, no te preocupes, de verdad. Os echaré muchísimo de menos, pero así sólo tendré más ganas de reencontrarme con vosotros y muchas más fuerzas con las que luchar por la causa. Además, no estaré solo, Jawara estará conmigo, y siempre tendré vuestro recuerdo -me dijo lleno de ternura y cariño, mientras trataba de contener las lágrimas entre aquellos vigorosos y grandes ojos.

- Visto así... -añadí triste, pero todavía dudosa.

- Sí, Rose, es lo más seguro. Yo aquí no tengo ningún peligro inminente, pero vosotros sí lo tendréis nada más crucéis el portal -me reiteró convencido, demostrándome una vez más una gran confianza en sí mismo y una gran capacidad de sacrificio.

- Pero Liam, ¿por qué quieres ayudarnos? No tienes ninguna necesidad... -me dirigí entonces a Liam. Necesitaba entenderlos a la perfección para poder aceptar aquel cambio de planes.

- Ayudaros implica patear el culo a los malos, ¿no? ¿Acaso existe mejor? -me respondió sin más.

- Sí... pero Liam, no es tan sencillo, venirte con nosotros cambiaría tu vida y la de Nathan. Creo que deberías pensártelo mejor durante estas semanas -le respondí preocupada.

- Rose, creo que se te olvida una pequeña cosita, pequeñita, ¿eh? Pero un poco importante también -se burló con cariño, tal como solía hacer.

- ¿Qué cosa? -le respondí intrigada.

- Que soy tu Guardián -me advirtió con cariño, al tiempo en que me mostraba su cálida sonrisa.

Segundos después, me quedé pensativa, necesitaba un momento para asimilarlo todo. Y entonces, poco a poco, tras contemplar a todas aquellas maravillosas personas que se encontraban a mi alrededor y ver que todas querían ayudarme de corazón, me di cuenta de que ya no estaba sola.

Y entonces, mis emociones se desmoronaron.

- Bueno, pues supongo que ya no me queda ningún argumento con el que contradeciros -suspiré convencida, antes de que unas lágrimas contradictorias, lágrimas de felicidad y tristeza, de nostalgia, esperanza e impotencia, empezaran a inundar mi rostro.

- ¡¡Vamos!! -añadió Liam con ímpetu.

- No amiga, no te queda otra -me advirtió Érika con una sonrisa.

- Esto es sólo el comienzo del árduo camino que nos queda por delante -advirtió VIX, imperturbable.

- Pero lo conseguiremos -declaró Nathan con gran ambición en su mirada.

- ¡Emos! ¡Emos! -repitió entonces Jawara alegremente.

- Sí... Cuento con ello -les dije entonces, reconfortada, mientras terminaba de secarme la cara, al tiempo en que trataba de recomponerme de la vorágine de emociones.

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