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Capítulo 38 • Persecuciones (II)

Segunda realidad · Año 2039 · 22 de Noviembre · Canadá ·

Aquel viaje que habíamos emprendido juntos desde la aldea fue un viaje largo. Me había permitido comprender mejor a Liam y sobre todo, conocerme a mí misma, mis fortalezas e inseguridades, mis necesidades, límites y habilidades... Todo ello había sido puesto a prueba en los últimos días.

Me había dado cuenta de que necesitaba ser más fuerte si quería proteger a mis seres queridos, pero sobre todo, y más importante, de que vivir una historia de amor como la que contaban las grandes novelas sólo podía darse en tiempos de paz, mientras que VIX y yo buscábamos ir a la guerra.

Del mismo modo, cruzar buena parte del bosque nos llevó días, pero entre ello vivimos numerosas experiencias y momentos inolvidables que acabaron forjando una gran amistad entre nosotros.

Atravesamos la vigorosa hierba de extensas praderas; subimos pequeñas colinas vestidas por violetas; nos mantuvimos durante horas en silencio, escuchando el piar de los pájaros y los gruñidos de algunos animales medianos discutiendo; y entre tanto, cruzamos por los altos y rojizos árboles de Quebec, y hasta pudimos ver cómo nacían algunas pequeñas ardillas gracias a la elevada altura que el tamaño de Liam permitía.

De esta manera, nuestra amistad no sólo me ayudó a ver el mundo desde un prisma más sosegado, más libre, más humano, sino también, a desconfiar de las apariencias y a confiar en las acciones ajenas, que algunas veces se mostraban tal como eran, desinteresadas, y sin mayores pretensiones o tretas.

Finalmente llegamos al río de plata. En él guardaba muy buenos recuerdos. Malos también. Pero nunca antes lo había atravesado a espaldas de un oso mítico, tal como estaba a punto de suceder.

- ¿Preparada? -me preguntó con afecto aquel gran oso rojo.

- ¿Y tú? -le respondí de la misma manera.

- Agárrate fuerte y no te sueltes, vamos a entrar -me advirtió con convicción.

De tal modo, asentí y me agarré a su pelaje con todas mis fuerzas, al tiempo en que cogía todo el aire que pudiera. La primera zona del lago por la que íbamos a entrar tenía una gran profundidad, al contrario de la cabecera del río en el que VIX y yo nos habíamos besado tiempo atrás.

Segundos después estábamos buceando en las profundidades del lago, en dirección hacia la cabaña y hacia las partes menos profundas del río.

Aquella experiencia... me dejó sin palabras. Las aguas metálicas, los peces de colores y las pequeñas plantas acuáticas... Era un mundo nuevo que sólo con Liam había descubierto.

- ¿Cómo vas? -le pregunté nada más salimos a respirar.

- Nadar a contracorriente es más difícil de lo que pensaba, pero podré hacerlo -me confesó serio, probablemente pensando en lo que le quedaba por hacer antes de cumplir su objetivo.

- Confío en ti -le dije con convicción, mientras volvía a agarrarme fuertemente de su pelaje, antes de que volviéramos a sumerjirnos.

Continuamos así durante horas. Liam estaba exhausto, había tenido que hacer un gran esfuerzo para llevarnos desde la zona baja del río hasta la más alta, en donde se encontraba la cabaña. Y aunque no tardamos mucho tiempo en cruzar el lago y abandonar las profundidades acuáticas en virtud del caudal más liviano del río, su corriente era fuerte y su disposición empinada, lo que hacía más difícil la hazaña.

- Mira Rose, allí lejos -me indicó Liam mientras me señalaba la casa del árbol.

No dije nada y me quedé contemplándola. Para mí era como si hubiera pasado una eternidad.

- ¿Puedes continuar o descansamos? -le pregunté al verle jadeando.

- Ufff, un descansito no me vendría nada mal -añadió entre suspiros antes de salir del río y lanzarse sobre la hierba.

- Si es que... ¿a quién se le ocurre? -le reprendí con admiración, mientras le rascaba detrás de la oreja.

- Uuuh, siii, qué gustito -me confesó verdaderamente contento, haciendo extraños gestos con su cara y dando patadas contra el suelo de un modo espasmódico.

- Me estás dando mal rollo -le dije de broma.

- Joo, pero si yo soy buena vibra... -dijo apenado, antes de asentarse finalmente en el suelo.

Tumbados entonces, conversamos un rato y comprobé sus heridas, que afortunadamente estaban sanando. Sin embargo, a mí continuaba molestándome un pequeño pinchazo en el hombro que llevaba acompañándome desde que desperté con Liam en aquel inhóspito paraje.

- Liam, tengo una pequeña molestia en el hombro, pero por delante parece completamente curado... ¿puedes comprobar que se me haya cerrado bien la herida? -le pregunté mientras me bajaba de su espalda y me aproximaba a su rostro.

- Yo lo veo bien -dijo tras examinarme.

Me quedé pensativa. Notaba algo raro.

- Tienes la marca del impacto y algunas raíces como incrustadas alrededor, como si estuviera cicatrizando... -me comentó confuso, pues él no notaba nada extraño, o al menos, no más extraño de lo que implicaba mi propia condición.

- Vale... -manifesté contrariada.
Aparentemente mi hombro estaba bien, pero yo seguía sintiendo ese pequeño pinchazo.

- Puede que te duela porque se esté curando... Yo esperaría a ver si se te pasa en unos días -me comentó despreocupado.

- Sí, supongo que me tendré que aguantar -concluí insatisfecha.

Después reemprendimos la marcha, hasta llegar a las escaleras que daban acceso a la cabaña. 

Una vez allí, Liam se quedó fuera, mientras que yo subí por ellas con el fin de dar por concluida aquella estúpida pelea. Ya arriba, abrí la puerta lentamente. No quería interrumpir nada, pero antes de que pusiera un pie en la casa ya estaban Jawara y Nathan abrazándome en la entrada.

Aquel acto me hizo sumamente feliz, les había echado mucho de menos, pero era VIX quien me preocupaba, de modo que no tarde un segundo en preguntar por cómo estaba.

Inmediatamente después, una severa voz masculina se refirió a mí desde el sofá con cierto cariño y aparente indiferencia.

- Pensaba que no volverías -añadió aquella varonil voz con cierta tristeza.

- Bueno, he cambiado de idea -le confesé arrepentida, desde aquella puerta entreabierta.

Después me aproximé hasta él y me quedé mirándole con ternura.

- Menos mal -me confesó abatido, envolviéndome en un profundo e inesperado abrazo verdaderamente emotivo.

Y así, entre lágrimas agridulces, nos besamos.

Al terminar, sonreímos y nos quedamos mirándonos fijamente, agradecidos de poder estar juntos nuevamente. Pero sobre todo, en aquel momento, no sé porqué, de alguna manera supe que no volveríamos a pelearnos por nada parecido.

- VIX, siento mucho todo lo que te dije, yo... tengo miedo de perder a las personas que quiero -le confesé compungida.

- Yo... no sé ni qué decir, no podía creer que te hubieras enamorado de mí... Por eso tampoco tuve en cuenta tus sentimientos y me equivoqué, me equivoqué mucho... -me respondió acongojado.

- No te preocupes, sé que enarmorarte de mí tampoco entraba en tus planes cuando viniste a rescatarme -le disculpé sin más rencores y con una pequeña sonrisa de lado, comprendiendo que todo lo ocurrido había sido una sucesión de causalidades y que entre todo lo que había perdido, también le había ganado a él.

- Sí, fue un fallo por mi parte. Debí haber imaginado que el amor de mi vida sería capaz de enamorarme tuviera la edad que tuviese, en la realidad temporal que fuese -se disculpó un poco avergonzado, dejándome ver a través de su sincera timidez.

- Me parece injusto tener que elegir entre mi hermano y tú, pero al fin comprendo que si no podemos estar juntos es porque yo quiero a mi hermano por encima de todo, al igual que tú me quieres a mí por encima de todo -le confesé también.

- Es que... hemos vivido tanto juntos... desde que te ví en el bosque cuando tan sólo era un renacuajo y buscabas encarecidamente a tu padre... -me confesó con los ojos empañados y llenos de ternura, probablemente debido al cariño con el que conservaba aquel recuerdo.

- Sí... por eso mismo me he dado cuenta de que tomar la decisión de ir a salvar a Léon es únicamente mía, que no te atañe a ti ni al bosque ni al mundo, y que por tanto, es un deseo egoísta en el que sin embargo tú quieres ayudarme, a pesar de que de esa manera no podemos vivir una historia de amor corriente, ni tan siquiera vivirla... -le expliqué también.

- No Rose, en eso te equivocas, nosotros estamos viviendo una verdadera historia de amor y desde luego que no es corriente, es única -me discutió rotundo.

- Además, aunque tu hermano no hubiera sido capturado, tú seguirías estando en peligro y yo nunca dejaría que te pasara nada -continuó rectificándome mientras me miraba con sus ojos vidriosos.

- Lo sé... Nadie se ha sacrificado nunca tanto por mí... No sé ni cómo agradecértelo... -le respondí compungida.

- Rose, no tienes nada que agradecer, desde que te conocí envuelta en aquellas cenizas y harapos mientras corrías alegremente por el bosque supe que ya nada me haría más feliz que verte sonriendo despreocupada como aquella vez -me respondió con ternura.

- VIX, te quiero tanto... -añadí con los ojos empañados y mi corazón encogido.

La decisión de separarnos era tan dura... no podía soportarlo. Por un momento dudé en hacerlo, pero entonces VIX lo notó y me abrazó con todas sus fuerzas.

- Mira Rose, sé que si no intentas rescatar a tu hermano nunca podrás ser plenamente feliz, por mucho que vengues a los bosques o destruyas a tu padre y puedas vivir en un mundo pacífico. Y yo no quiero eso... Verte feliz es lo único que quiero, ¿entiendes?... Así que, por favor, no dudes más, la decisión de viajar al futuro y rescatar a tu hermano es igualmente egoísta y vamos a tomarla juntos -continuó rebatiéndome aquel pensamiento y alentándome con convicción.

- ¿Vees? No sé cómo puedes quererme tanto, ¡estás loco! -le reproché entre lágrimas de felicidad antes de volverle a besar.

- Mi vida, ya deberías saberlo, mientras tú sigas queriendo que esté a tu lado, allí me tendrás -me contestó tiernamente y me recogió entre sus brazos.

- Más te vale, porque yo no pienso vivir una vida en la que no estés -le advertí con cariño mientras apoyaba mi cabeza sobre su brazo bueno y dejaba caer mis lágrimas sobre él.

- Opinamos lo mismo pues -me respondió serio, tal como solía hacer.

Y entonces, me sentí en casa.

- Te echaba de menos -le confesé.

- Y yo a ti, pequeña, y yo a ti -me dijo con cariño mientras me sugería que me acercara a abrazarle de nuevo.

- ¿Otro? ¿Estás seguro? Igual te sale una úlcera, o peor, tu brazo empieza a supurar azúcar -me metí con él.

- Sí, estoy seguro, no puedo hacerme el duro con el poco tiempo que nos queda -añadió serio, antes de besarme apasionadamente.

- Concuerdo -le dije mientras mordía mis labios al tiempo en que VIX empezaba a besar mi cuello y le iba quitando la ropa.

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