Capítulo 36 • Despertares (II)
Segunda realidad · Año 2047 · 19 de Noviembre · Canadá ·
Poco después, al ver que no podía atravesar mis lianas, el oso empezó a cansarse, echándose hacia atrás entre gruñidos. Fue entonces cuando la bestia me descubrió el cuerpo de la abuela de Nathan tirado sobre el suelo, probablemente sin vida tras las sucesivas pisadas que la bestia debía haberle propiciado.
Pero lo cierto es que no fue así, y no tardé mucho tiempo en darme cuenta. La anciana continuaba con vida y en su lugar, su cuerpo se estaba desvaneciendo.
- Rose, hija. No me queda mucho tiempo -me confesó entonces la anciana, ahora que también podía verme.
- ¡Estás viva! -le solté de sopetón, mientras pensaba en cómo llegar hasta ella sin que el oso pudiera atacarnos de nuevo.
Con tal fin, pense en crear un grueso muro de lianas que nos separara del oso y que me permitiera aproximarme a ella sin desquiciarle. Para ello, devolví mi pelo a la normalidad y salí de la jaula en la que me había escondido, concentrándome de nuevo en lanzar mis ramificaciones capilares hacia la pared contraria de aquella que tenía a mi espalda. Después, una vez se hubieron clavado mis lianas, procedí a cortarlas con la corteza que me arranqué de los brazos. Y finalmente, ya muy débil y con mi pelo cortísimo, me aproximé hasta la anciana con el fin de salvarla.
Al verse acorralado, el oso empezó a rugir de nuevo, encolerizado.
Mientras tanto, confiando en que no pudiera atravesar la barrera, traté de ayudar a la anciana. La cogí en brazos con tal de incorporarla, pero ella me pidió que parara, pues tenía algo que decirme y necesitaba guardar las pocas fuerzas que le quedaban.
- Rose, cielo, no estoy en este estado por culpa de Liam. Mi nieto sólo está siendo probado por el bosque para asumir el cargo de Guardián una vez yo desaparezca por haber incumplido mi promesa con el espíritu del bosque -me confesó moribunda.
- ¿Cómo? -pregunté con el llanto contenido.
- Verás, la condición de Guardián de Quebec también conlleva una maldición con la que debemos lidiar. Todo bosque tiene un espíritu guardián, y en el caso de Quebec, el espíritu en el que los guardianes nos convertimos es en el llamado Leshen o Lisovik de la mitología eslava, cuyo espíritu acabó siendo exportado a las tierras canadieses. Y como sabes, pues es una criatura conocida en nuestras tierras, el Leshen tiene capacidades físicas sobrehumanas y el poder de cambiar su forma, alterando su tamaño y convirtiéndose en cualquier animal que desee -me explicó ya prácticamente agonizando.
- ¡¿Liam es el Leshen?! -exclamé anonadada, mientras me volteaba para ver a aquella criatura con un gesto compasivo.
- En nuestro caso, al ser humanos y contener el espíritu del Leshen en nuestro interior, únicamente nos podemos transformar en el animal que más en sintonía se encuentre con nuestra alma, y parece que en el caso de Liam ha resultado ser el oso. Pero nunca se sabe, el mío era la tortuga -matizó también.
- ¿Te puedes convertir en tortuga? -le pregunté extrañada.
- No parece muy útil, ¿verdad? Pero al final todo depende de cómo utilices tu ingenio, pues gracias a ello pude protegerme de sus zarpazos, dado que mi espalda está protegida por una endurecida piel que utilizo a modo de caparazón. Y por lo que veo, es a mi nieto a quien el bosque ha decidido poner a prueba convirtiéndole en oso y dándole así la oportunidad de convertiese en el próximo Guardián de Quebec, en el caso de que pueda domar a su espíritu animal. De hecho, sólo si vence podrá volver a su forma humana y continuar siendo el mismo -concluyó así su explicación, prácticamente ya con su cuerpo translúcido.
- ¿Y qué necesita para lograr hacer eso? -le interrogué por si podía ayudar a Liam en algo.
- Debe aceptar sus dos condiciones, la humana y la espiritual. Ahora mismo dichas condiciones están luchando para imponerse una sobre la otra, pero él debe encontrar un equilibrio entre las dos. Será entonces cuando el bosque podrá comunicarse con él y sellar el juramento -me indicó reflexiva.
- ¿¿Y si no lo logra?? -inquirí alarmada.
- El bosque le borrará la memoria y vivirá una vida normal -matizó serena.
- Espera, espera, ¿pero le borrará toda su memoria? -le pregunté angustiada.
- Así es, al fin y al cabo, ser Guardián implica una gran responsabilidad, puesto que tú conectas con el bosque, con sus preocupaciones y pensamientos. Por eso mismo el bosque nunca permitiría que un humano viviera con tan importante conocimiento en su poder -reflexionó con seriedad.
- Entonces, si tan importante es para un Guardián proteger al bosque, ¿cómo es que después de tantos años has llegado a incumplir una promesa con el espíritu del bosque? -pregunté de nuevo, totalmente desconcertada.
- Sí... Al contarte la historia de El despertar de los bosques estaba hablando de ti, mi niña. Sabía que si no en ese momento, en algún otro te darías cuenta de que eras tú. El problema es que el bosque siempre ha tenido esos planes para ti, pero prefería que los acontecimientos acabaran derivándote a la venganza por decisión propia. Y yo, como mensajera entre los espíritus y las criaturas que habitan la tierra, sólo debía darte las pistas necesarias para que fueras haciendo tu camino hasta cumplir el destino que el bosque te tenía preparado -me explicó entre lágrimas.
- Anciana, ¿y qué tiene eso de malo? -le pregunté seria, sin saber exactamente qué estaba pasando.
- Mi deber como guardiana es proteger al bosque por encima de todo. Por eso también os protejo a vosotros, los miméticos, pero no debemos priorizar vuestros deseos o necesidades a los del bosque y es por eso que he incumplido parte de mi juramento -continuó explicándomelo todo de la forma más clara posible, aunque cada vez quedara menos de ella.
- Pero no lo entiendo, no has incumplido nada de eso -reflexioné desorientada.
- Sí, mi niña, sí lo he hecho. Al contarte directa y claramente lo que el bosque espera de ti, te estoy dando la libertad de elegir tu destino por encima de los deseos del bosque -me confesó con una sonrisa que se abría paso entre sus lágrimas.
- Pero, ¿por qué? ¿Por qué lo has hecho? ¡No era necesario! ¡Y mucho menos si sabías que hacerlo te consumiría! -le recriminé alterada.
- Quiero a mi nieto más que a nada en el mundo. Por eso quiero que seáis verdaderamente libres para elegir qué queréis hacer con vuestra vida, lejos de la responsabilidad que el bosque espera verter sobre vuestros hombros. Y sé que tanto si decidís vengar a los bosques y acabar con Átomus, como si decidís continuar vuestra vida en pareja, alejados de la sociedad y de las rivalidades políticas, siempre encontraréis la manera de estar juntos. Pues niña, al final, eso es lo que verdaderamente importa -concluyó así sus últimas palabras antes de desvanecerse por completo.
Recuerdo que su muerte me entristeció mucho, sobre todo porque sabía lo importante que era para VIX.
Nathan me había contado que le guardaba un gran aprecio porque cuidó de él y de su hermano cuando eran pequeños, hasta el punto de considerarla su abuela. Sin embargo, recuerdo que me advirtió también que nunca había sabido realmente quién era, pues nunca le había llegado a decir su nombre ni había revelado su identidad en ningún momento.
Me dijo también que todos en la aldea le llamaban la "Anciana del bosque" porque vivía dentro de él desde hacía décadas, y que por esa misma razón llegaron a pensar que estaba loca. De hecho, le culpabilizaron del incidente en el que murió tanta gente intoxicada por el agua de Quebec, rechazándole durante años, a excepción de Mía Brown, quien decidió ayudarle.
En ese momento recordé también aquello que me contó Nathan sobre las veces en las que le había ayudado con algunas tareas del bosque durante el tiempo en que vivieron juntos, y cómo la anciana le había contado numerosas leyendas e historias mágicas sobre Quebec dentro de la guarida del bosque, la actual casa del árbol en la que VIX y Nathan habían criado a Jawara después de que la anciana se la legara a los Brown, en agradecimiento por su desinteresada amabilidad y compañía.
Así pues, mientras pensaba en cómo iba a contarle todo esto a Nathan y a VIX, a sabiendas de lo importante que era aquella anciana para ellos, tuve que dejar mis sentimientos a un lado y trazar un plan con el que salir ilesa de allí, sin que Liam pudiera ser herido o saliera perjudicado.
Pero no resultó nada fácil, el oso cada vez estaba más furioso y descontrolado. Había estado arañando y rompiendo gran parte de las lianas que formaban el muro, hasta el punto de formar un pequeño boquete en el centro del mismo.
Además, había destrozado los muebles que decoraban la parte del salón en el que lo había recluído y no dejaba de abalanzarse contra las paredes, probablemente en un intento desesperado por huir.
Y es que, los guardias que estaban escondidos entre los tejados de las casas que bordeaban la zona en la que me escondía, no tardaron mucho más en empezar a asomarse por la ventana, y si yo pude darme cuenta de que se encontraban sobre nuestro tejado poco antes de que empezaran a disparar, el oso debió presentir su presencia mucho antes.
Ante tales circunstancias, y estando sola de nuevo y sin lianas que poder lanzarles, me di cuenta de que volvía a estar acorralada y prácticamente desarmada. No podía salir por la puerta principal porque el oso estaba justo delante de ella y no podía salir por la ventana porque los guardias llegaban dispuestos a acabar con todo ser vivo que hubiera acabado con su jefe.
No tuve más opción que coger la pistola de Liam y apuntar a la ventana en un intento suicida por sobrevivir, pero en el momento en que los guardias se asomaron con la intención de eliminar a disparos a lo que fuera que hubiera emitido aquellos amenazantes sonidos, el oso logró tirar abajo la puerta principal y llevarse consigo gran parte de las paredes.
-¡Dejádle en paz! ¡Es Liam! ¡Es inofensivo! -les grité con todas mis fuerzas al ver que los guardias empezaban a retirarse, probablemente con la intención de perseguir al oso, que había salido corriendo hacia el bosque.
Pero mis palabras no fueron escuchadas y pronto empezaron a perseguirle a través de los tejados.
Así pues, no dejándome otra opción, tuve también que correr tras ellos.
- ¡¡Tenéis que escucharme!! ¡¡Mataréis a Liam!! -les grité con todas mis fuerzas mientras difícilmente trataba de perseguirles, saltando y corriendo entre los tejados de las casas que conformaban aquel barrio.
Y así, conforme el enorme y rojizo oso avanzaba sin rumbo, destrozando todo lo que se cruzaba a su paso, los matones de Liam empezaron a dispararle. No obstante, con ello sólo lograron asustarle más, volviéndolo más agresivo y llevándole a atacar a varias de las personas que todavía se encontraban en la calle.
Así pues, ante los disparos, gritos y rugidos, una buena parte del pueblo trató de averiguar qué estaba pasando, saliendo de sus casas desorientados, alertados, y en muchos casos aterrados, de tal forma que algunos se quedaron observando a una distancia prudencial, mientras que otros se acercaron más con la intención de salvar a los heridos.
Pronto, en el momento Liam quedó acorralado en un callejón y los guardias se encontraban lo suficientemente próximos como para poder acertarle, uno de los disparos alcanzó fácilmente el lomo del mismo, generándole una herida por la que empezó a desangrarse, y por la que decidió saltar al tejado desde el que le habían atacado, destrozando los cuerpos de los matones que hacía un momento le habían disparado.
Sin embargo, eso no paró a los matones que se encontraban unos tejados más atrás de aquellos en los que ya sólo quedaban los restos de sus compañeros.
- ¡¡Acabad con él!! -gritó uno de ellos.
En seguida, una nueva bala alcanzó la pierna del oso, llevándole a exhalar un grito de dolor con el que hizo retumbar las calles.
- ¡¡¡Dejádle en paz!!! -grité desolada desde uno de los tejados próximos a los guardias.
Pero fue inútil, rápidamente se colocaron en posición de rematarle, no dejándome otra opción que enfrentarles.
Fue entonces cuando tomé la decisión de concentrar todas mis habilidades miméticas en salvar a Liam, aunque aquello pudiera suponerme una pérdida de la consciencia.
Entré en un estado de trance por el que conecté con las raíces de los árboles que discurrían por debajo del suelo de aquellas casas y calles. Y así, una vez las hube notado, me concentré en endurecerlas y elevarlas con todas mis fuerzas, imaginando en mi mente cómo éstas traspasaban los suelos, tejados y paredes de las casas en las que se encontraban los matones.
Acto seguido, la mayoría de las casas que se encontraban frente a mí empezaron a derrumbarse, y con ellas, varios de los matones que todavía seguían con vida, así como la forma animal de Liam, que entre gruñidos trataba de escapar del derrumbe.
Yo, por mi parte, empecé a balancerame aturdida de un lado a otro, notando los ruidos y estruendos del derrumbe cada vez más lejanos y las sensaciones que empezaba a experimentar mi cuerpo cada vez más potentes. Primero, un cosquilleo en mis manos. Después, una extensión de éste a través de mi cuerpo. Y finalmente, antes de que mi vista se perdiera por completo y mi cuerpo terminara de desplomarse sobre el techo, una sensación de dolor profundo en el hombro tras haber sido atravesada por una bala fulminante que al mismo tiempo parecía haber podido recuperar la consciencia de Liam.
- ¡¡Rose!! -vociferó el oso entre gruñidos mientras trataba de evitar ser sepultado por los escombros.
Pero aquel grito fue lo último que pude escuchar antes de desmayarme.
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