Capítulo 30 • Duelos (II)
Después de un rato estando desmayado sobre el suelo, con las llamas rodeándole y árboles cayendo, Nathan logró recuperar la consciencia.
Escuchaba unos llantos de los que recordaba haberse encargado antes. Unos llantos que parecían lejanos, pero a la vez muy próximos.
- ¡Jawara! -exclamó en su mente, justo antes de abrir sus ojos.
Y allí lo vio, rodeado por varios árboles caídos mientras eran consumidos por el fuego, tumbado boca arriba, llorando y mirando al cielo, fuera de la mochila que a Nathan se le había caído justo después de desmayarse.
Sin embargo, al ver que estaba bien, únicamente con la cara ennegrecida debido a la ceniza que flotaba en el ambiente, Nathan pudo respirar tranquilo.
Inmediatamente después se levantó con dificultad, pues estaba todavía muy débil. Cogió al niño y lo envolvió en su túnica, intentando evitar que inhalara el humo del incencio. Después, viendo lo rápido que avanzaba y el sumo peligro que podían suponer las llamas para un mimético arbóreo, decidió ir al río.
Pero la debilidad de sus piernas le impidió salir del bosque, teniéndose que recostar sobre uno de los troncos que se encontraban próximos a la orilla, a unos metros previos a la salida.
Así pues, exhausto y sin poder moverse, recostado sobre el tronco de un árbol mientras llevaba a Jawara en brazos, empezó a pedir auxilio.
- ¡¡¡Ayudaa!!! -exclamó entre gritos, elevando su voz al máximo, en un intento desesperado por ser rescatados.
- ¡¡¡Estamos aquí!!! -añadió con fuerza, poniendo en ello todas sus esperanzas.
- ¡¡¡Por favor!!! -concluyó exasperado, dejándose la voz, mientras veía con desesperación cómo el fuego se extendía rápidamente hacia ellos.
De este modo, Nathan estuvo gritando durante largos minutos, repitiendo aquellas palabras una y otra vez, desesperado, tragando humo y tosiendo, gritando sin parar hasta que cayó desmayado.
King, por su parte, como guardián de Eskdale que era, no tuvo más remedio que poner su protección por encima de todo, de los deseos de Aaron o los suyos propios, teniendo así que abandonar la pelea con Nathan y la persecución del mismo. Sobre todo, ahora que había decidido asumir el cargo de guardián después de haber huído de él y de la transformación que suponía durante tanto tiempo.
Pues, así como le ocurrió a su padre, King sabía que en el momento cogiera el arco que le legó antes de morir, adquiriría el cargo de guardián de Eskdale, reencarnándose en él la criatura mítica que protegió el bosque durante años, desde que el primer cazador se perdió y murió a allí dentro, convirtiéndose en la criatura que las leyendas canadienses conocen bajo el nombre de Baykok.
Y es que, aunque King recordaba cómo la reencarnación en el Baykok había acabado consumiendo a su padre, pues éste buscaba suplantar la identidad y consciencia del portador, después de la gran derrota sufrida en Carisbrooke se dio cuenta de que debía ser más fuerte si quería ayudar a Aaron. Y haría lo que fuera necesario.
King recordaba la deuda que tenía con Aaron, quien le había ayudado desde bien pequeño, llevándolo consigo cuando tan solo era un niño huérfano en medio del bosque de Eskdale, una vez su padre fue consumido por el Baykok y su madre asesinada por él.
Cuando Aaron descubrió que King no sólo era el hijo del espíritu maligno que deambula por los grandes lagos, sino que también contaba con habilidades sobrenaturales, no tardó en plantearse los beneficios que aquel niño huérfano podría reportarle.
Así, desde sus siete años, Aaron lo cuidó como si fuera su hijo, encargándose de él desde el momento en que lo sacó de Eskdale, antes de que la vinculación con el bosque pudiera llegar a darse.
- ¿Y King te contó todo eso? -le interrumpí con desconfianza.
- No, eso me lo contó Sura cuando vino a rescatarnos. Durante años, ella y Aaron estuvieron criándolo -me respondió VIX, con su habitual serenidad.
- Pero, si no recuerdo mal, en el diario de la Rose de la primera realidad decía que los guardianes no revelaban su identidad a los humanos. Entonces, ¿cómo podían saberlo? -reflexioné intrigada.
- Sobre eso, Sura me dijo que el arco que porta King es otro de los susurros y que su arrolladora necesidad de consumir el alma del portador le mantiene ligado a él, aunque incumpla una de las bases fundamentales de los guardianes -me explicó sosegado.
- Por que los susurros son creados por los propios bosques, ¿no? -teoricé.
- Sí, supongo que si los guardianes tienen la misión de proteger los bosques temporales y el arco de King te convierte en el Baykok, una criatura que busca proteger el bosque mientras consume la consciencia del portador si éste no es suficientemente fuerte como para doblegarlo, no creo que al bosque le convenga cambiar de guardián, puesto que perdería a un buen portador del arco -consideró reflexivo.
- Claro, de esta manera el bosque puede protegerse mejor porque no sabe si encontrará a alguien que pueda doblegar al arco como King -resolví pensativa.
- En efecto -concluyó VIX.
Y así, tras la interrupción, VIX continuó contándonos aquella persecución.
- King se dirigió hacia el lago con la intención de extinguir el fuego... -comenzó de nuevo.
- No obstante -añadió- lo que King no podría haberse esperado mientras tomaba el camino hacia el río era encontrarse a uno de los pequeños miméticos sentado sobre el cuerpo de Nathan, tapado con una capa, mientras éste último permanecía inconsciente, recostado sobre uno de los árboles próximos a la salida.
Aquello debió cambiar los planes de King, quien se dirigió hacia ellos con la intención de matar a Nathan y llevarse a Jawara consigo. Se acercó entonces, lentamente, tratando de no despertarle.
Sin embargo, en el momento sus manos empezaron a asfixiarle, Nathan se despertó por instinto, volcando a Jawara hacia un lado, al mismo tiempo en que sus habilidades miméticas se desbordaron, elevando su temperatura corporal de una manera descontrolada, con la que King debería haberse abrasado.
Pero no lo hizo. Para sorpresa de Nathan, King contaba también con habilidades miméticas. Sus mismas habilidades miméticas.
Fue Jawara, sin embargo, quien desconcertado, al ver a Nathan luchar por su vida, intentando soltarse de algo que no veía, lanzó sus pequeñas rastas hacia delante, todavía endebles y sin afilarse, en un intento inconsciente por liberar a quien consideraba su padre. Y de este modo, King salió disparado lejos de allí, a la zona del bosque que ya había sucumbido al paso de las llamas.
Segundos más tarde, Nathan cayó de nuevo, rendido en medio del bosque, pero ésta vez habiendo perdido ambos brazos. Se habían consumido como consecuencia de utilizar un poder que realmente no sabía controlar y que en realidad usaba por instinto. Pues no hacía mucho que había podido descubrir que era poseedor de aquellas habilidades.
Jawara, sin embargo, confuso y aterrado, se puso a berrear desconsolado.
Y entonces llegó Sura.
Minutos antes, en el bando de los Alaoui, todos los compañeros de King habían sido asesinados por Sirhan, el otro mimético, quien aún debilitado, pudo atravesar a los tres guardias de las SSF con sus afiladas rastas, provocándoles un boquete en el estómago a unos y en el pecho a otros.
Sin embargo, tampoco debía llevar demasiado tiempo dominando ese poder, pues acabó agotado y tuvo que marcharse junto a Gérard en busca de Asha, sin poder despedirse de Jawara y Nathan.
Así, Gérard y Sirhan se dirigieron hacia el otro extremo del bosque, que todavía no habían asolado las llamas, con tal de llegar a su casa de la manera más rápida y segura posible. Sura, por su parte, se adentró en el bosque del extremo derecho, que quedaba claramente diferenciado del izquierdo por el yermo camino que lo dividía en el centro.
Y así, una vez dentro, tapándose los ojos con el brazo para protegerse del humo y las llamas, Nathan pudo entrever cómo Sura se acercaba hasta ellos.
- ¡¡Nathan!! ¡¡Jawara!! -gritaba Sura con todas sus fuerzas, mientras intentaba abrirse paso entre los árboles que todavía se mantenían erguidos en la parte del bosque que continuaba quemándose.
Jawara seguía llorando. Tenía miedo. Pero no era capaz de identificarlo.
- Sura... -pronunció Nathan con dificultad y los ojos entreabiertos.
- Menos mal, pensábamos que estábais muertos -clamó exhausta.
- No, aún me queda mucho por lo que luchar... -añadió con dificultad.
- ¡¿Pero qué te han hecho?! -exclamó justo después con su frágil vocecilla, cuando se hubo fijado bien en el aspecto de Nathan.
- No han sido ellos... -manifestó con una tímida voz.
- He sido yo... -concluyó Nathan.
- He gastado el agua de mi cuerpo para incendiar el bosque y eso me ha consumido casi por completo. Pero, me recuperaré, sólo necesito beber agua... -continuó explicándole.
- ¿Tú? ¿Pero cómo puede ser? -exclamó desconcertada, sin dar crédito al estado de Nathan.
- Sura... yo también soy un mimético -intentó explicarle antes de ponerse a toser.
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