Capítulo 3 • Misterios (I)
Tercera realidad · Hechos del 2047, narrados desde el 2074 · 21 de Junio · Desde Francia, sobre Francia ·
Retomando lo que tuve que dejar ayer a causa de una falsa alarma de asalto. Ahora que me siento nostálgica mientras observo mi pluma de escribir medio rota, decorada con unas pequeñas plumas azul turquesa deshechas en la parte trasera y concluidas en una punta afilada, ya medio negra de la suciedad que me rodea. Ahora que tengo pues, el tiempo para dejar que la tinta fluya entre mis carnes corroídas por la guerra, quiero hablarte más sobre mi familia.
Al fin y al cabo, es por ellos que estoy aquí. Son ellos mi primer motivo de lucha y el motivo por el que acabé abandonando el que fue mi sueño hace ya mucho tiempo. Un buen motivo, sin duda, no sólo para abandonar ese sueño, sino también, para abandonar mi tiempo.
Es por ellos pues que sigo aquí, sosteniendo este libro con mis finos dedos, chupados, huesudos y maltratados por el paso tiempo y por la guerra, pero llenos de cólera, decididos a lograr un mundo mejor.
Por otro lado, sobre lo que decía de mi familia. Mi hermana Blanche era hermosa, una chica rubia de pelo largo y liso con unos enormes ojos azules que parecían sobresalir de su cara de lo grandes que eran. Y aunque no la conocía demasiado, pues era muy reservada, todavía le echo de menos.
Por su parte, mi hermanastro Léon es un niño de pequeños rizos castaños y una carita tan adorable que es imposible no querer achucharle todo el tiempo. Es hijo de un hombre con el que mi madre tuvo una relación hace años, tras conseguir el divorcio y poder asentarse definitivamente en Francia. Es un poco llorica también, y justo cuando me mira con esos ojitos marrones llenos de lágrimas es cuando no puedo resistirme a cualquier cosa que me pida.
Quizá lo he tenido siempre un poco consentidillo, aunque bueno, es mi hermano pequeño, ¿acaso debería tratarlo de un modo distinto?
Ahora que han pasado 2 años desde que se le llevó a esta tercera realidad, en el caso de que Léon siguiera con vida, debería tener ya veinte años. Pese a ello, tengo claro que, en el caso de volver a verle, seguiría tratándole como al inocente y juguetón hermano que era. Aunque claro, eso en el caso de volver a verle, puesto que en todo este tiempo, todavía no he logrado encontrarle.
¿Pero qué pasó? ¿Cómo aparecimos en esta realidad paralela? Todo se remonta al 12 de septiembre del año 2047 y la aparición de aquel hombre misterioso.
Aquel día, como todos los demás, me dirigí a la azotea de mi instituto a la hora del almuerzo, donde estaba prohibido el paso por la peligrosidad que suponía. No obstante, en mi opinión, era el lugar más agradable del instituto, dado que nadie venía nunca por allí. Por esa razón y por las magníficas vistas que tenía de las montañas y de la vieja parte del pueblo, me saltaba las normas y me colaba sin ser vista.
Aunque claro, ese nefasto día no iba a ser normal en ningún momento, y desde luego, tampoco encontraría la tranquilidad que solía acompañarme. No, al menos, con todos los cambios que se estaban produciendo.
Así pues, ya en la entrada de la azotea me topé con la que sería una de mis mejores amigas en el futuro, Érika. Una chica con el pelo tintado de rubio platino y mechas rosas, el cual, llevaba suelto bajo una pamela blanca, quedando perfectamente conjuntado con sus pendientes de aros y su colgante, que incluía en su interior una piedra de color rosa a modo de amuleto.
De nariz chata y hermosas facciones, tenía también unos preciosos ojos café y un cuerpo esbelto, con curvas muy marcadas. Vestía de una forma muy atractiva, resaltando sus curvas con un top blanco vintage, decorado con tres flores minimalistas y unos oscuros vaqueros bien ceñidos, que le hacían realmente atractiva. No obstante, pese a que nunca antes había visto a una chica tan guapa, lo que más me llamó la atención de ella no fue su físico, sino su risa.
Pues, de hecho, la conocí de una manera bastante cómica. Abrí la puerta para entrar en la "paradisíaca" azotea, y al no esperármela detrás de la puerta, acabé chocándome con ella y cayéndonos juntas al suelo. Fue en ese momento cuando ella soltó esas peculiares carcajadas de las que hablaba. Eran tan extrañas y divertidas que enseguida me contagió la risa. Y así estuvimos durante varios minutos, riéndonos de una manera descontrolada pese a ser dos completas desconocidas.
Esa fue, posiblemente, la primera vez que alguien me vio de verdad. Es más, tras las risas vino un silencio incómodo, y pese a no ser lo habitual, fui yo la primera en romperlo.
- Me llamo Rose. Hacía mucho que no me reía así, pareces una chica divertida -le dije, más confiada que de normal.
- ¿Qué te ha hecho venir por aquí? No suele ser un lugar demasiado popular... -le pregunté también, bastante intrigada.
- Eres muy directa, ¡me gusta! -declaró ella mientras sonreía y me daba la mano para que pudiera levantarme más fácilmente del suelo.
- Rose, ¿no? Yo, Érika, Érika Lambert -se presentó, dándome la mano.
- Sí -afirmé sonriente, mientras cogía su mano, lista para incorporarme.
- Pareces una chica solitaria, pero me gustas. Creo que seremos buenas amigas -exclamó radiante, llena de luz.
- No entiendo por qué, pero yo también tengo esa extraña sensación de complicidad -respondí dubitativa, pero ilusionada.
- ¡Sí! ¡Exactamente esa palabra rara que has dicho! No esperaba encontrar aquí a ninguna chica, y mucho menos a una con la que sentir una conexión tan intensa. La verdad es que he venido porque hace un rato encontré una nota en mi escritorio. Ésta indicaba una dirección a la que acudir, en donde supuestamente me encontraría con alguien. Pensaba que se trataría de algún chico que querría declarárseme, dado que la letra era bastante fea, pero has acabado resultando ser tú y, en este sentido, la sorpresa ha acabado siendo mucho mejor de lo que esperaba -añadió ella.
- Bueno, hay chicas que también escriben mal y también podrías gustarle a alguna de ellas. Creo que deberías tener más cuidado con los prejuicios -apunté.
- Muy cierto, perdona, todavía caigo a veces en el error de pensar que la heterosexualidad constituye la mayoría de nuestra sociedad y que los típicos actos romantizoides que tanto hemos visto en el cine y la televisión están únicamente reservados para parejas hetero -se excusó así.
- Sí... el cine de Hollywood ha hecho mucho daño - añadí pensativa.
- Y, por otra parte, qué raro lo de la nota... ¿es posible que hubiera algo más escrito? -le pregunté dudosa.
- ¡Ah! ¡Sí! ¡Claro! También ponía que en unos minutos ocurriría una catástrofe y que sólo Rose podría evitarla - exclamó un tanto intensa.
- ¡Ah! Y otras cosas más que no me sé de memoria, aunque ahora entiendo lo de "Rose". Aun así, supongo que será una broma, más con lo torpe que pareces, ¡cómo vas a solucionar tú una catástrofe! -advirtió Érika bastante despreocupada y burlona.
- Érika, primero, y lo más importante. No soy torpe ¡quien es torpe aquí eres tú! No intentes cargarme el muerto... ¿A ver de quién ha sido la culpa de que nos hayamos caído antes? -le contesté un poco irritada, casi al borde de perder los nervios.
- Y segundo, aunque menos importante. Por casualidad, no habrás traído contigo esa nota, ¿no? -volví a preguntarle, pues lo cierto es que la situación estaba empezando a preocuparme.
- Sí, sí la he traído. Como en el borde ponía "13:35" y no entendía lo que significaba exactamente, esperaba que la persona con la que me encontrara pudiera explicármelo -respondió ella, más clarificadora.
- Y sobre lo de la torpeza... bueno, aquí la que se ha estampado contra mí has sido tú... Yo no diga nada y lo digo todo -respondió Érika de un modo burlón.
- ¿Pero tú ves normal pararte enfrente de una puerta? ¿De verdad creías que eso iba a salir bien? -le respondí muriéndome de la risa.
- Yo no veo el problema -añadió desconcertada, elevando sus brazos, y mostrando así su disconformidad.
- Bueno, pongámonos serias -le pedí, cambiando de tema, tratando de manejar la situación de la mejor manera posible.
- Sí, sí, vamos, vamos -respondió ilusionada, poniendo todo su interés.
No parecía notar la gravedad del asunto. Me pareció un poco ingenua, y en este sentido, bastante adorable.
-¿Sabes, Érika? Hoy me están pasando cosas muy raras. Y no entiendo ninguna de ellas, lo que no suele ser habitual, la verdad -le comenté preocupada.
-¿Sí? -me preguntó sorprendida.
- Sí -me reafirmé.
- Creo que algo malo va a pasar y siento que soy la clave para impedirlo. Sin embargo, yo no recuerdo haber hecho nada para provocar que me vigilen, me busquen o me quieran secuestrar. Tampoco tengo ninguna información o capacidad física destacable que me pueda convertir en alguien tan relevante como para poder ser capaz de poner fin a una catástrofe -continué, expresando mi desconcierto y desazón.
- La nota dice que debemos encontrar una llave en esta zona -añadió.
- ¿Una llave?... Vale, bien, busquémosla -le dije a Érika, mientras me concentraba en encontrarla.
- Eso sí, ¡ya podrías haberlo dicho antes! -le recriminé también.
- ¡No me ha dado tiempo! -se excusó, con su dulce y aterciopelada voz.
De repente, unas tablas de madera se me cayeron encima.
- ¡Perdón, perdón! ¡Ha sido sin querer! No estoy acostumbrada a caminar con tacones por esta zona -se disculpó Érika entre pequeños grititos después de tropezar con las tablas de madera que había colocadas sobre una de las paredes de la azotea.
Éstas colisionaron segundos después, directamente contra mi cabeza.
- Pero mira ¡Rose! ¡Detrás de las tablas hay un post-it pegado en la pared! -apuntó Érika toda orgullosa. Orgullosa de su torpeza.
Mi paciencia estaba llegando a su límite. Ya no sabía si reír o llorar. Al final opté por seguir riéndome de nosotras y de la suerte que era contar con la torpeza de Érika, la cual, sí debía ser considerada una habilidad extraordinaria, capaz de acabar con cualquier catástrofe y de destruir el cráneo de cualquiera.
Así pues, quitamos el post-it de la pared. Éste estaba completamente en blanco y al hacer esto, descubrimos un pequeño agujero en la misma. Metí mi mano en él por si pudiera encontrarse allí la llave, pero no había nada, absolutamente nada. El agujero estaba vacío. Todo parecía haber sido una mentira, una gamberrada. Así que, Érika y yo nos decepcionamos bastante.
No obstante, lo que sí era seguro es que gracias a esa extraña nota Érika y yo pudimos conocernos, conectar, y eso nos marcó más de lo que en su día pude imaginar.
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