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Capítulo 19 • Peligros (I)

Con el paso del tiempo empecé a sentirme acorralada entre la inmensidad de un bosque que conocía, pero en el que nunca antes había estado sin VIX. Me sentía perdida.

De este modo, sintiéndome insegura, toqué instintivamente uno de los árboles más próximos al río, entre los que sinuosamente se enroscaba, cerrando los ojos del mismo modo en que lo hice cuando era pequeña, como si entrara en una especie de trance. Y de nuevo, lo sentí todo muy próximo a mí. Desde el piar de los pájaros que se encontraban en las copas de los árboles al aire frío que hacía tiritar las pequeñas ramas de los arbustos. Desde la vitalidad que sentían las raíces al sorber el agua al sonido de unas conocidas pisadas, junto a otras desconocidas, que hacían crujir la añeja madera de nuestra casa, a unos metros de allí.

- Debe de ser VIX -pensé, con la emoción contenida.

Me sentía orgullosa y cada vez más cerca de conocerme mejor, tal como VIX me había advertido. Pero la emoción por haber logrado dominar una de las habilidades que parecía tener mi parte mimética no duró demasiado, puesto que no tardé en sentir una amenaza inminente.

VIX no estaba solo.

- ¿Y si está en peligro? -pensé de inmediato.

De repente, entre aquel hermoso lugar, empezaron a aparecer pequeñas motas de polvo dorado flotando en el aire. Entonces, mi mano empezó a introducirse dentro del tronco que había tocado. La corteza se tornó viscosa en las zonas que rozaban mi piel, hasta el punto de poder pasar mi mano a través de ella. Y así, una vez hube introducido en su totalidad uno de mis brazos, continué intentándolo con la pierna, dándome cuenta de que ocurría lo mismo. Proseguí pues con el resto de extremidades, hasta acabar fusionándome con el árbol.

Una vez dentro, las sensaciones que me generó el contacto con la corteza se volvieron mucho más potentes que al tocarla simplemente, pudiendo llegar a escuchar incluso, hasta las conversaciones de una lejana aldea, el llanto de un bebé y el sonido del metal chocando entre sí, en la misma dirección oeste de la que había sentido previamente los pasos.

- Definitivamente, algo malo está ocurriendo en la casa de campo -pensé.

Sin embargo, antes de que me hubiera dado cuenta, mi cuerpo se había descompuesto, mis piernas se habían vuelto raíces, mis brazos corteza y mi cabeza había pasado a formar parte de la médula del árbol.

Tal mímesis llevó mi conciencia más allá, permitiéndome sentir el conjunto del bosque y algunos árboles y arbustos que bordeaban la aldea y la casa de campo.

Fue entonces cuando visualicé uno de los árboles que bordeaban la casa. Un fresno. De tal forma que, cuando decidí volver a salir de allí, mi brazo empezó a formarse conforme pensaba en extenderlo fuera del tronco, y del mismo modo se fue materializando el resto de mi cuerpo, hasta que finalmente quedó fuera del fresno, situándome en la parte trasera de la casa de campo que una vez perteneció a mi familia.

Una vez allí, empecé a escuchar gritos. Parecía una discusión entre dos personas.

Me asomé por la ventana de mi cuarto con la esperanza de que estuvieran en el comedor y pudiera escuchar algo. VIX estaba peleándose con la mujer rubia trajeada que vi en mi instituto. Llevaba puestas unas extrañas gafas azules, de un color similar al de sus labios, pero también, unos tacones con afilados puñales con los que trataba de golpear a VIX, quien portaba una pequeña daga, con la que paraba todas las envestidas de aquella mujer. Y de repente, un nuevo grito, mucho más agudo y familiar, sonó desde el pasillo, que no alcanzaba a ver desde mi campo de visión.

- ¡Aaah! -exclamó una voz.

- ¡Deja en paz a mi hermana, bravucón! -advirtió otra voz, ésta vez masculina, a uno de los hombres que le sujetaban mientras le profesaba una patada.

¿Podía ser que fueran? No me lo pensé dos veces, entré por la ventana, dispuesta a entregarme.

- ¿No soy yo a quien buscabais? ¡Pues aquí me tenéis! Ya podéis soltar a mis hermanos -exclamé con determinación mientras entraba en el comedor.

- ¡¡Rose!! -gritaron mis hermanos entre lágrimas.

- ¡¡Necia!! ¿¿Qué haces aquí?? -me recriminó VIX, furioso, mientras trataba de contener a la mujer.

Instantes después uno de los dos hombres de traje, el que sujetaba a mi hermano, trató de dispararme, sin éxito. No obstante, al ver que con ello no conseguiría nada, dejó al pequeño Léon en manos del otro hombre, cogió uno de los cuchillos de la cocina y vino hacia mí. Mientras, Léon logró coger otro de los cuchillos que se le habían caído a aquel hombre al intentar encontrarlos en la cocina.

- ¡VIX! ¡Está viniendo hacia mí! -advertí asustada.

- ¡Niña! ¡Colócate detrás mía! -gritó desesperado.

Rápidamente, gracias a la proximidad, pude colocarme tras VIX. De esa manera, quedamos VIX y yo enfrentados a Atenea y su subordinado.

Apuntándonos unos a los otros con objetos afilados. VIX con una daga, Atenea con sus tacones, el subordinado con un cuchillo, y yo con el revestimiento de mis brazos, que los había arrancado de nuevo, estábamos dispuestos a luchar.

- ¿Ahora te haces llamar VIX? -preguntó Atenea con ironía, haciéndose la interesante.

- No te incumbe -exclamó VIX, molesto.

Ambos se colocaron en posición. El subordinado de Atenea, por su parte, un hombre de pelo blanco vestido con traje de oficinista, al igual que su compañero de pelo negro, seguía alerta, esperando órdenes, sin quitarme el ojo de encima.

- La verdad es que, si piensas lo mucho que te has desmejorado, resulta hasta gracioso -sopesó la joven de ojos azules y mirada fulminante en un intento por desestabilizar a VIX.

- Puede que mi cuerpo haya ganado edad, pero sigo moviéndome mejor que tú -le respondió VIX, con su impasible indiferencia.

Ambos se atacaron y sonó un fuerte sonido metálico.

Poco después, estando muy próximos el uno del otro, VIX alzó su daga y le cortó una oreja.

- Argh... -añadió Atenea, mientras dejaba que sangrara.

Así pues, dio algunos pasos hacia atrás, tratando de recomponerse.

- Siempre me pareciste muy inteligente, ¿por qué sigues luchando por un proyecto que no tiene futuro? -preguntó VIX, intrigado.

VIX se acercó más a ella e intentó golpearle en el estómago, pero Atenea le interceptó rápidamente con el pie. Entonces VIX volvió a profesar otra estocada, mucho más fuerte, con la que Atenea tuvo que volver a dar un paso a atrás.

- ¿Sin futuro? Como se nota que llevas desaparecido de tu verdadera realidad dos años... -expresó con dureza.

- No soy el único que traspasé las fronteras del tiempo -concluyó él.

- ¿Crees que no sé nada de nuestro mundo? El proyecto está a punto de concluirse. Para cuando regresemos, Rose sólo servirá para crear más miméticos puros con los que sistematizar una industria que, con sólo uno de ellos, ya se ha demostrado que funciona -explicó, con esa mirada de sádica que tanto rechazo le generaba a VIX.

- ¿Badru está vivo? -preguntó VIX con los ojos vidriosos y una voz melancólica.

Sólo quedaba un paso más y Atenea hubiera quedado acorralada contra la pared, pero VIX flaqueó por un momento y Atenea pudo ganar posiciones con una de sus patadas, con la que hirió gravemente la pierna derecha de VIX.

- ¿Para qué crees que estamos aquí sino? Necesitamos el diario de Rose para saber exactamente cómo contrarrestar los efectos secundarios de la savia mimética, pero no por ello vamos a no comercializarla, ¿acaso sabe Rose por qué estás tú aquí? ¿Sólo para salvarle a ella? -preguntó con malicia.

Entonces VIX le atacó. Aquel comentario había sido muy inoportuno. Pero ella paró el golpe con facilidad.

- ¡Mientes! Los planes de Aaron y el pequeño Badru quedaron sepultados en el castillo de Carisbrooke. Si no, ¿cómo es que tu cuerpo no ha cambiado prácticamente nada desde la última vez que te vi? No debes de haber hecho más que un viaje -le recriminó VIX, verdaderamente molesto.

- ¿Eso crees? -se rió.

- ¿De verdad piensas que tengo ahora 39 años? -cuestionó ella, llena de sarcasmo.

Empezó a reírse como si estuviera loca. Pero VIX y yo nos mantuvimos alerta, no sabíamos qué podía pasar.

- ¿Cómo has burlado las leyes del tiempo? -preguntó VIX, intrigado.

- ¿Para qué están las personas si no es para sacrificarlas? Tengo a compañeros que saltan todas las veces que hace falta y mueren por mí -le confesó ella, turbando su gesto hacia una cara mucho más sombría.

Y de pronto, dio un salto y uno de sus afilados cuchillos salió disparado de su zapato, clavándose en el hombro izquierdo de VIX.

- Argh... -se quejó con su ronca voz, llevando su mano hasta la herida que le había profesado.

Acto seguido VIX se quitó el pequeño cuchillo de golpe y lo tiró al suelo, lejos de Atenea.

Segundos después, de su brazo empezó a salir un hilo de sangre, pero él hizo caso omiso.

- Nathan, cariño, ¿por qué no vuelves a tus juguetitos de tiro? Se te daban mejor -se burló aquella.

- No pienso destrozar la casa de Rose -añadió concienzudo.

Así pues, recolocándose y apuntándole de nuevo con su daga, VIX se concentró mucho más, a la espera de que Atenea se aproximase.

- ¿Siempre fuiste así de sentimental? Sabes que te pienso matar, ¿no? -se burló con su potente y atractiva voz.

Atenea sacó entonces un puñal de un liguero que llevaba debajo de su corta falda de traje, y se acercó con agilidad y rapidez hasta VIX, para atacarle.

Empleó numerosos movimientos que parecían propios de las artes marciales. Pequeñas estocadas con el puñal, dirigidas hacia las partes más sensibles del cuerpo, como el cuello, les provocaron a ambos varios cortes. Entonces lo intentó con las patadas, las cuales, dirigió en su mayoría hacia su herida, pero VIX pudo esquivarlas todas y antes de que bajara la pierna en la última que trató de profesarle, VIX le atacó con la daga a la pierna que le mantenía en pie, generándole un corte bastante profundo.

- Aun con todo, la experiencia hoy me dará la victoria -aseveró entonces VIX, reflexivo.

- ¿Experiencia? Si te hubieras quedado conmigo en lugar de con esa puta sí que hubieras tenido muchas experiencias -exclamó Atenea, mostrando su menosprecio hacia VIX y, sobre todo, hacia mí.

Atenea estaba en el suelo y VIX se dirigía a terminar con todo, pero entonces me escuchó gritar y se giró. El hombre que llevaba el cuchillo me había acorralado mientras VIX y Atenea se enfrentaban en solitario. Yo había podido hacerle algunos cortes en los brazos, pero al golpear mis piernas, todavía débiles, no le fue difícil hacerme caer al suelo y colocarme el cuchillo en el cuello. VIX no se lo pensó dos veces, lanzó su daga contra aquel sombrío hombre, dejándose indefenso, pero haciéndome libre.

- Matarle debió haber sido mi primer movimiento -añadió VIX, reflexivo, una vez el cuerpo de aquel hombre cayó sobre mí.

Mientras, Atenea se había hecho un torniquete con la camisa blanca que llevaba.

Entonces, vestida únicamente con un sujetador negro de encaje, con la camisa apretando fuertemente su herida, se levantó de nuevo, aunque con dificultad. Estaba furiosa.

Dio entonces un paso atrás y se colocó de nuevo en posición de ataque. No parecía que fuera a rendirse. Pues, aunque VIX le había herido, no había llegado a perder tanta sangre como él.

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