Capítulo 11 • Confesiones (I)
Ya sentada pude dar cuenta de una nota que VIX me había dejado, y junto a ella, un plato de galletas de canela y una taza de café con leche que me resultaron extraordinariamente familiares.
La taza era una pequeña obra artesanal de cerámica, de aspecto ovalado y decorada con un degradado que tenía un acabado muy similar a los que podía recordar haber realizado para algunos amigos y familiares.
Por todo aquello, la situación empezó a resultarme poco o nada alentadora. Así pues, nerviosa, di un sorbo al café, pero al ver que no pasaba nada, empecé a tranquilizarme, dando cada vez más sorbos hasta que no quedó rastro de él.
No fue muy distinto lo que ocurrió con las galletas.
Después me di cuenta de que no había leído la nota en la que ponía mi nombre. Quizá era una advertencia de que la comida estaba caducada, veneno, o una petición de que no tocara las galletas porque éstas pertenecían a los dos pequeños animales que tanto aprecio parecía tener aquel hombre. Empero, si ese era el caso, ya era demasiado tarde, y no había remedio que pudiera encontrarle.
Fue justo cuando empecé a leer la nota cuando VIX entró por la puerta, volviendo más inútil si cabe aquello de lo que había tratado de avisarme, pues se dirigió a mí nada más entrar, al mismo tiempo en que profesaba un enorme mordisco a un bocadillo que sostenía entre sus manos, terminando así de explicarme aquello de lo que había tratado de comunicar con anterioridad.
- Has llegado antes de que pudiera terminar de leer tu nota, me he quedado por lo de "volveré lo antes posible, no te preocupes..." -le dije decepcionada.
- ¡Eso es el principio! -me recriminó entre risas.
- Pero la comida sí te ha dado tiempo a terminártela ¿eh? -apuntó después, mientras trataba de esconder una pequeña sonrisa.
- ¡Ahora ya no hay remedio que valga! -le respondí avergonzada, haciendo muecas con la cara en un intento por ocultar mi bochorno.
- Bueno, me alegro de que te haya gustado el desayuno, o más bien almuerzo -creí oírle decir, por lo bajito que lo dijo, a modo de burla-
- Imaginaba que harías lo posible por no quedarte en la cama, pese al problema de tus piernas -añadió también.
- ¿Y tú? ¿dñDónde has estado? -le interrogué intrigada y en cierta manera preocupada, pues era ya muy tarde y en toda la mañana no había sabido nada de él.
- Tenía recados que hacer -respondió escuetamente, sin entrar en detalles.
- ¿¿Todo el día?? -le recriminé sorprendida.
- Sí, Rose, tengo más obligaciones más allá de cuidar de ti, por mucho que quiera que te recuperes lo antes posible -respondió secamente, denotando cierta molestia.
- Recados como, ¿cuáles? -le asalté de nuevo.
- Como hacer la compra -me contestó rudamente, tal como solía hacer, mientras sacaba una bolsa con comida de detrás suyo.
- ¿Podría acompañarte un día? -pregunté con interés.
Ponerme en contacto con otras personas continuaba siendo una de mis principales motivaciones.
- Tal vez -respondió él.
- ¿Cuándo? -continué insistiendo.
- Cuando puedas caminar podría planteármelo -puntualizó.
- VIX, otra cosa, la verdad es que llevo preguntándomelo desde que pronunciaste mi nombre, ¿cómo es que lo conoces? -le comenté extrañada.
- Llevo mucho tiempo buscándote -confesó.
- ¿A mí? -me señalé extrañada.
- Sí, perdóname, te puse en peligro nada más entrar en tu tiempo y no tuve más remedio que llevarte conmigo una vez fuiste interceptada por ellos -trató de excusarse, aunque no parecía sentirse mejor por ello.
- Pero, ¿quiénes son "ellos"? ¿los terroristas? -empecé a sacar mis propias conclusiones.
- Sí, pero más que terroristas, "ellos" son viajeros del tiempo, al igual que yo -puntualizó así, con total naturalidad.
- ¿Viajeros del tiempo? ¿Cómo puede ser eso posible? -le pregunté extrañada, al mismo tiempo en que una parte de mí parecía creerle.
- ¿Recuerdas el collar que descifraste hace dos noches? -empezó así a responderme a las preguntas que días antes no parecía estar dispuesto a tratar.
- Sí, claro, nunca había visto nada igual -le contesté llena de curiosidad.
- Ciertamente, es prácticamente único, sólo existe otro colgante que funcione de una manera similar, pues no es nada fácil lograr hacerte con la substancia que le permite funcionar -explicó concienzudo.
- Sobre todo, es un artefacto que actúa como recipiente de lo que algunos llaman "oro líquido", que es lo verdaderamente inigualable -me dijo, tratando de ser lo más preciso posible en su explicación.
- ¿Podría ser que cuando hablas de oro líquido te refieras a la resina de los árboles? -sugerí yo.
- Efectivamente, a la resina de los bosques también se le llama "oro líquido" debido a la gran rentabilidad que empezó a suponer para las familias que se encargaban de su extracción hace años, pero esta resina sí que vale oro de verdad, pues vale tiempo -matizó él.
- ¿Y qué tiene eso que ver con poder viajar en el tiempo? -le cuestioné.
- Eso es lo que hace tan especial a esta resina en particular, pues te permite atravesar los portales temporales que esconden algunos bosques mágicos. Ésta de aquí no procede de unos árboles cualquiera, sino de los árboles del bosque de Quebec, cuyas propiedades son capaces de traspasar los límites de lo imaginado. Es por eso que, si alguna sustancia debe tener el valor del oro, es ésta que guardo aquí -respondió él, tratando de ser lo más aclarativo posible mientras me enseñaba su colgante.
Después, una vez lo hubo guardado, caminó hasta los fogones de la cocina, con la intención de hacer la comida.
- ¿Y a qué se debe ese carácter tan especial del bosque? -añadí con duda.
- Bueno, no puedo asegurártelo del todo, pero después de dos años de investigación, parece ser que en el mundo existen algunos bosques en los que la magia se vuelve real. Yo los llamo bosques temporales, para diferenciarlos del resto -comenzó explicando.
- ¿Mágicos? -pregunté llena de curiosidad.
- Eso parece, sí -reafirmó él.
- Pero, dices que no han sido siempre mágicos... -reflexioné pensativa.
- Por lo que he podido comprobar, parece ser que no siempre fueron mágicos no, sino que empezaron a serlo una vez tomaron contacto con sustancias radioactivas, aunque podría ser que siempre lo fueran y que éstas sustancias los activaran simplemente -añadió él, también, con cierta incertidumbre en su rostro.
- Entiendo... -le contesté pensativa.
- Según la investigación que estuve llevando a cabo, lo que ocurrió en el bosque próximo a esta casa es que una de la plantas que crece en el agua del río que atraviesa el mismo, en el momento tomó contacto con unas sustancias radioactivas, empezó a producir una especie de partículas que acabaron desarrollando una cierta consciencia en la propia naturaleza que habitaba sus alrededores. Y así, a partir de ese suceso, nacieron nuevas formas de vida, algunas mágicas, conocidas únicamente por los mitos y leyendas canadienses y las más lejanas tierras de los inuits -explicó VIX, tan fascinado como yo.
- ¿Sabes qué planta era? -le pregunté desbordada de curiosidad.
- Una elodea densa. Son plantas acuáticas típicas de la zona de Norteamérica, oxigenan las zonas pantanosas y los humedales, tal como ocurre en el gran río que desemboca en el pantano del bosque. Son también plantas invasoras, por eso pienso que pueden estar vinculadas con otros bosques en los que he podido confirmar la existencia de magia -respondió él.
- ¿¿Hay más?? -le pregunté sorprendida, tras hacer un intento de salto.
- Que yo sepa, al menos, dos más -me contestó con su habitual seriedad.
- ¿Y qué lugares son? -pregunté intrigada.
- Uno de ellos podría ser el conocido como "Valle de las Hadas" o "Fairy Glen", en la Isla de Skye, en los highlands escoceses. De él se dice que fue creado por las hadas, pero no he podido comprobarlo -me concretó así.
- ¿Portales temporales? No habías hablado de nada de eso -continué mirándole con una extraña cara, sin dar crédito a todo aquello que me estaba contando.
- Sí, escuché una vez a la anciana de Quebec hablar de ellos y pensé que quizá algo de verdad podía haber en aquellos mitos que me contaba de pequeño. Así que, me puse a investigarlos. Pero esa es otra historia -añadió indiferente.
- Entonces, si lo he entendido bien, los portales temporales están en esos bosques temporales gracias a su magia y si los atraviesas, atraviesas una frontera temporal y llegas a una nueva dimensión o realidad física, ¿no? -reflexioné pensativa.
- Así es. No obstante, las elodeas también provocaron que otros elementos o seres propios del paisaje adquirieran capacidades únicas, tal como ocurre con la resina de algunos de sus árboles, la cual, si se vierte sobre el río, permite abrir el portal por el que atravesar las barreras del tiempo.
- ¿Y todo el mundo puede atravesar esos portales? -pregunté con duda.
- No, sólo puede atravesarse si una persona es portadora de un catalizador, que es lo que hace mi colgante, y bebe del oro líquido antes de verter una parte de él sobre el portal temporal que se quiera abrir -me advirtió.
- ¿Y qué pasa si bebes el oro líquido sin pasar por la frontera temporal? ¿También puedes viajar en el tiempo? -pregunté intrigada.
- Sí... -sostuvo apesadumbrado.
- ¿Entonces para qué es necesario usar los portales? -pregunté desconcertada.
- Eso depende de lo que busques -determinó.
- ¿A qué te refieres? -inquirí.
- El oro líquido te permite viajar sin un portal, pero sólo te permite viajar tanto tiempo hacia atrás desde que éste fue vertido por última vez. Te devuelve a un pasado que ya viviste, pero es el propio tiempo transcurrido entre verter la substancia y bebértela el que puedes echar hacia atrás. Por lo tanto, bebiendo del frasco no puedes decidir cuánto tiempo viajar ni la dirección. Pues, al no haber portal, no hay camino que seguir -matizó, tratando de explicarse lo mejor posible.
- Pero, no entiendo la peligrosidad en todo esto -me mostré perpleja.
- Verás, lo que ocurre es que el tiempo se cobra tu tiempo. Esto lo hace con tal de equilibrar las paradojas temporales. Con ello quiero decir que ingerir el oro líquido te quita años de vida. Y en este sentido, usarlo supone un gran sacrificio. Es peligroso -explicó serio.
- ¿Te quita años de vida? -pregunté sorprendida.
- Sí... Usar los portales te permite viajar a allá donde te guíen tus pensamientos, pero cuando llegas al nuevo destino tienes catorce años más... Así lo indica el catalizador -sopesó con una voz profunda y grave.
- ¡¿Eso es lo que significa el número de tu reloj?! -exclamé sorprendida, deseosa por saber más.
- Sí... Es a través de este líquido que tanto ellos como yo hemos podido encontrarte. No obstante, lo más probable es que ellos hayan salido en el portal del bosque de Eskdale, próximo al lago que hay en esa zona de Inglaterra, en cuya catarata, la "Stanley Ghill Force", se haya el otro de los portales temporales que he podido llegar a descubrir en los últimos dos años -continuó explicándome con la mayor claridad posible mientras terminaba de montar la ensalada.
- Creo que ya lo voy entendiendo... -le dije pensativa.
- ¿Y cómo los descubriste? -continué el interrogatorio.
- Pasando a través de ellos -respondió con naturalidad, como si la respuesta a mi pregunta constituyera una obviedad.
- Sí, claro, pero, ¿por qué a través de estos y no de otros? -maticé.
- Debemos considerar la posibilidad de que existan más portales, pero no tengo suficientes vidas para comprobarlo -reflexionó.
- ¿Y cómo es que supiste de la existencia de estos portales? -le pregunté intrigada.
- Supongo que... -añadió reflexivo- Fue un poco de magia y un poco de suerte -concluyó.
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