~Capítulo 5. No te distraigas o algo siempre atacará~
El automóvil que está estacionado frente a nosotros es un Chevrolet de color rojo metálico; tiene la pintura un tanto desgastada y las ventanas de los asientos traseros cubiertas con cartón. Aun cuando pensarías que eso no tiene estilo, sí que lo tiene, incluso si no sé explicar la razón.
Ya hemos bajado del Hummer para cuando los pasajeros del Chevrolet también dejan el auto y abren las puertas del piloto y copiloto a la par. De ambas emergen dos hombres altos y con una apariencia que definitivamente grita "postapocalíptico". Llevan chaquetas de cuero, jeans desteñidos y llevan el cabello largo a la altura del hombro. Comparado a ellos, nosotros lucimos como un grupo que fue a hacer una excursión escolar y que no tiene idea de cómo llegó aquí.
No existe exactamente un protocolo para saber qué hacer cuando te encuentras con otro grupo de personas que no son zombies en el apocalipsis... Una vez nos limitamos a mirarnos mutuamente con un grupo de mujeres que parecía a punto de destriparnos; en otra ocasión, fue más problemática la gente que quiso obligarnos a celebrar el 4 de julio que los mismos zombies que nos atacaron ese día en sí. De las veces más recientes, fue cuando pasamos la noche junto a un piloto de avión que contaba chistes bastante racistas.
En todas esas ocasiones no nos molestamos en ir más allá. Después de todo, cada quien se unió a un grupo bajo su propio interés, así que realmente no tiene caso crear una amistad con alguien que no volverás a ver.
Sí, eso es lo que debe suceder.
Por unos momentos no hicimos más que mirarnos con visible incertidumbre y vacilación. Había sido más cortesía que otra cosa bajar del Hummer para... ¿saludar? Aunque justo ahora no nos estamos saludando.
O así es hasta que uno de los hombres, el más alto, sonríe y dice:
—Hey, hace mucho que no vemos a gente por aquí, ¿será que ustedes son un augurio de que lloverá? —Esboza una amplia sonrisa digna de un supermodelo, luego añade—: Soy Connor, por cierto. Él es Gaspar, mi hermano gemelo. —Señala al hombre a su lado, que tiene una apariencia un tanto más seria.
Ambos sí tienen un gran parecido. Usan ropa similar y tienen el mismo color de ojos grisáceo y color de piel morena. Y pese a eso, no hay manera de confundirlos. Connor, el que acababa de hablar, luce de sangre más ligera y con más humor... Asimismo, Gaspar hace un excelente contraste y me recuerda de forma vaga a los días en los que Narel despierta de mal humor y con hambre.
Hablando de Narel, es ella la que da un paso al frente y escruta con la mirada a Connor.
—Bien —dice, y no nos presenta—. Supongo que luego de esta cálida introducción, cada quien puede irse por su lado...
—Esperen —decido intervenir, y tanto Connor como Gaspar me miran—, de hecho... ¿Puedo hacerles una pregunta? ¿Conocen un sitio llamado "El Refugio"?
Los hombres comparten una rápida y fugaz mirada que casi pasa inadvertida para nosotros.
—De hecho —dice Connor, haciendo énfasis en las palabras que yo usé—, hace rato que murió la batería de nuestro auto. Supongo que si nos ayudan, podríamos responder tu pregunta. Un pequeño intercambio de intereses, ya saben, ¿les parece un precio justo?
Narel arruga la frente. Luego mira el Chevrolet y tensa la mandíbula.
—Pasamos cerca de una gasolinera cuando veníamos hacia acá —murmura, y debo admitir que me sorprende un poco que tome parte en el trato—, podemos ir a revisar si hay algo que quede ahí.
—Excelente —responde Connor con su mirada iluminándose. Y luego se le queda mirando expectante hasta que Narel hunde los hombros.
—De acuerdo, iré rápido... Benny, quedas a cargo de los idiotas.
Y luego toma el Hummer y da media vuelta sin pensárselo demasiado (o al menos así parece; estoy seguro de que lo pensó demasiado antes de llegar a esa conclusión). Mientras esperamos a que ella regrese, nosotros nos volvemos hacia Connor y Gaspar y ninguno dice nada por unos momentos
—Y bueno —empieza diciendo Connor, ladeando la cabeza—, ¿cuánto tiempo llevan en la ciudad?
—Como día y medio —responde Zury casi de inmediato. No puedo evitar darme cuenta de que tiene su mirada pegada en Gaspar y parece embelesada, y es que oh, a veces olvido que es una mocosa de doce años que rara vez se encuentra con otras personas con las que flecharse. Soy consciente de que es un flechazo inocente, aunque igual siento algo de recelo hacia la idea de que Gaspar parece pasar los veinticinco años. Frunzo las cejas y titubeo.
—Ja, sí —digo yo—, supongo que no hemos tenido tiempo de ir por ahí como turistas y esas cosas. Qué lamentable.
Connor se ríe.
—Bueno, esa es la vida promedio de todos ahora, ¿cierto? —bromea. Gaspar a su lado asiente con la cabeza, como confirmando ese comentario (me considero heterosexual, pero no puedo evitar darle la razón a Zury en silencio... hay algo en el misterio de que no hable que lo vuelve extrañamente atractivo)—. Eh, es un poco raro hablarles y no saber sus nombres.
Por un momento me planteo si es seguro dárselos, y luego pienso: joder, ¿qué va a hacer con nuestros nombres? No es que sea un hombre de cuarenta y tantos que nos engaña a través de un videojuego para luego doxxear la dirección de nuestras casas y secuestrarnos. Y mientras pienso en eso, Aren da un paso hacia delante y dice:
—Yo soy Aren.
—Y yo Zury.
—Me llamo Benny.
Tardo en darme cuenta que soy el único que falta hasta que todos se voltean a verme.
—Un gusto, soy Dalton —me presento, parpadeando varias veces y sonriendo a medias.
—Parecen un grupo unido —señala Connor. Y después apunta con su pulgar hacia su automóvil—. Nosotros solíamos tener un grupo así... y eh, bueno, deben imaginarse qué pasó. Al final solo quedamos Gaspar, yo y ese precioso automóvil que ven ahí.
—Es un auto bastante elegante —dice Aren, y me sorprendo un poco de oírlo interesado por una conversación que involucra automóviles cuando el muy idiota apenas sabe distinguir una camioneta de un autobus—, ¿de qué año es?
Connor parece entusiasmarse de que la conversación gire en torno a su Chevrolet y comienza a relatar una larga historia acerca de su origen, cómo fue que lo reconstruyó de cero con ayuda de sus amigos y que hasta ahora no le ha fallado en ninguno de sus viajes. Por otro lado, Zury se emboba con Gaspar y trata de hacerle hablar.
—Así que... ¿de dónde son tú y Connor? Se ven como que vienen de un sitio como Los Ángeles.
Gaspar frunce el ceño.
—¿Por qué de ahí? —inquiere. Zury se sonroja y juguetea con sus pulgares.
—Ah, es que los dos lucen como actores y eso... Pienso que triunfarían bastante en ese medio; quiero decir, no es que ahora puedan hacerlo, ¿verdad? Aunque no por falta de talento, sino por, eh, el apocalipsis y todo eso...
—Hum, ya veo.
—¿Soy yo o algo raro está pasando justo ahora? —pregunto hacia Benny, alejándome un poco de los dos idiotas y los otros dos idiotas atractivos. Benny arquea las cejas.
—Hay algo raro —confirma—, aunque debe ser que no estamos acostumbrados a encontrarnos con otras personas. Quizá ya perdimos la costumbre de saber socializar... Mira a Zury, hasta se le olvidó hablar, pobrecita.
Me río entre dientes y no me molesto en explicarle a Benny el porqué se le ha olvidado a Zury hablar. Me paso una mano por el cuello y suspiro.
Y me sobresalto cuando el rabillo de mi ojo detecta un movimiento a mi izquierda. Es casi instintivo. No soy como Narel, pero tampoco soy un inútil indefenso (ya no, al menos). Saco la pistola que le quité a Narel y pongo mi dedo al gatillo incluso antes de pensarlo.
Provoco que Zury y los hermanos gemelos se sobresalten, pero al final vale la pena... Después de todo, hay un maldito zombie justo detrás de ellos y a lo lejos del Chevrolet.
Así que no lo pienso antes de jalar del gatillo y dispararle.
Antes de que digan: "¡Oh, no, el ruido!", pueden sentirse tranquilos. Las pistolas que lleva Narel tienen silenciadores y son particularmente perfectas para dispararle a los zombies en pleno apocalipsis. Sin embargo, como dije antes, encontrar un zombie solo es el augurio de que saldrán más (los disparos son para tranqulizarte a ti mismo... La verdad es que no evitarán la horda de zombies).
Aún recuerdo la primera vez que le disparé a uno de ellos.
—Está bien, Dalton —fue Narel la encargada de consolarme incluso cuando pensé que yo había ocultado a la perfección cuánto me había afectado dispararle a la cabeza de esa mujer... Había sido aterrador y traumático. Incluso cuando sus ojos lucen sin vida, ¿cómo se supone que vas a sentirte bien luego de pegarle una bala a una persona y ver cómo la sangre emana de ahí a borbotones? Maldición. Es horrible—. Les hiciste un favor, ¿sabes? Los infectados no sienten ni piensan... Ellos ya están muertos. A lo que le disparaste ahí es un simple organismo que vive por el odio y la infección, ¿lo entiendes? Le diste un descanso por fin... Ahora podrá dejar de atormentarse a sí misma.
Y a pesar de esas palabras, Narel hace lo imposible por no disparar a menos que sea estrictamente necesario. Yo disparo si tengo una pistola a la mano y me siento amenazado por uno de ellos. Por otro lado, ella espera al último momento para averiguar si realmente tiene que hacerlo y, si no, prefiere huir.
Tal vez Narel sí es mejor que todos nosotros.
—¡Wow, eso fue increíble! —elogia Connor cuando gira la cabeza y ve cómo el cuerpo de un hombre veinteañero cae al suelo con una bala en el pecho—, tienes muy buenos reflejos.
No suelen elogiarme, por lo que no sé qué hacer con eso y, en lugar de responder, me limito a ponerle el seguro a la pistola (casi me disparé una vez por no hacerlo y se me quedó el trauma de nunca volver a repetir ese error) y guardarla en mi abrigo.
Narel regresa a los pocos minutos y estaciona el Hummer casi en el mismo sitio que antes. Luego baja del asiento del conductor (azotando la puerta, claro está) y le lanza a Connor un bidón de amarillo chillón con una mueca. El hombre apenas si consigue atraparlo y, por suerte, no luce ofendido por el lanzamiento.
—¡Excelente! —dice.
—Ya, ahora suelta lo que sabes —gruñe Narel.
Connor parpadea varias veces.
—Oh, ¿aquí? —inquiere, señalando a su alrededor—. Oye, tu chico acaba de matar a uno de esas bestias... No creo que sea conveniente hablarlo en este lugar; supongo que están al tanto de que esas cosas se comunican entre sí y se organizan para hacernos la vida un infierno, ¿eh?
Narel me mira, como para confirmar lo que está diciendo. Yo asiento con la cabeza y le señalo discretamente la pistola en mi abrigo. Ella hunde los hombros y luce derrotada.
—Mierda —murmura—. Sí, como sea. Vámonos a otro lado.
Y así cada quien se sube a su respectivo automóvil y nos fiamos de que Connor y Gaspar nos están llevando a un sitio de confianza, puesto que son ellos los que se ponen en frente del Hummer y nos hacen señas para que les sigamos.
—¿Qué se creen esos idiotas? —dice Narel cuando ya estamos todos arriba del auto y pisa el acelerador para no perderlos—. Dos hermanos en un Chevrolet, ¿acaso se creen Sam y Dean Winchester? Malditos pomposos...
—Oye —se queja Zury, frunciendo las cejas—, deja de maldecirlos. No nos han hecho nada malo.
—Sí, creo que solo estás celosa del carisma que ellos tienen —bufa Aren, apoyando las manos en la parte posterior de su cabeza y alzando las cejas.
—Considero que no deberíamos sacar juicios apresurados de nadie, tanto para bien como para mal —dice Benny con palpable incertidumbre. Está sentado en el asiento del copiloto y luce un tanto conflictuado.
Me abstengo de hacer algún comentario respecto a Connor y Gaspar y me limito a mirar por la ventanilla. Me hormiguean las manos ante la idea de que ellos realmente puedan tener información acerca del Refugio... Creí que tardaríamos más tiempo para encontrar gente que supiera al respecto, ¡cuánto me alegra saber que no pude haberme equivocado más! Trago saliva trabajosamente y me cuesta calmar los latidos acelerados del corazón (en parte, por la emoción y, a la vez, por acabar de matar un zombie), me concentro tamborileando los dedos sobre el borde del asiento y me enfoco en pensar en otra cosa.
Llegamos a un alto edificio contiguo a una rivera que no parece haber sido "hecha" de forma artificial, sino que da la impresión de que la propia naturaleza se salió de control hasta apropiarse de aquella zona de la ciudad. Hay un par de árboles y retoños, así como vasta vegetación y un río al que le bordea una pequeña y empinada colina llena de tierra. El edificio, por su parte, luce destrozado y sus paredes yacen agrietadas; parece a nada de venirse abajo.
Gaspar, que es quien va al volante del Chevrolet, estaciona el auto junto a las puertas del edificio. Narel gruñe por lo bajo y se estaciona justo detrás de ellos. Todos abandonamos nuestros transportes y por unos segundos solo se escuchan los azotes de puerta.
—¿No les parece que es más cómodo hablar en el lobby de un hotel? —inquiere Connor con una sonrisa que se estira de oreja a oreja. Noto las ganas de Narel por rodar los ojos; Benny bosteza y Aren y Zury asienten como si aquello tuviese todo el sentido del mundo.
—Vamos, ¿a ti también te gustan? —digo hacia Aren cuando tengo oportunidad de hablarle en privado. Incluso cuando no confío en su gran juicio, debo admitir que no sé con quién más externar mis dudas (sé que Narel se limitaría a criticar a los hombres aún más, que Zury los defendería a uñas y dientes y que Benny no diría mucho de utilidad).
Aren se encoge de hombros.
—Ellos son cool —responde—, vamos, ellos realmente saben estar en el apocalipsis y están a punto de darte información sobre tu hermano.
Hago una mueca.
—Lo sé, pero... Ah, me preocupa un poco si son o no de confiar.
—Descuida, amigo, estamos aquí contigo, ¿eh? No dejaremos que nada malo pase.
Asiento con la cabeza.
Connor nos abre las puertas del lobby y descubrimos que, en efecto, se trata de un hotel. La alfombra bajo el suelo tiene manchas sospechosamente de color carmín; los tapices de los muros están rasgados y hay teléfonos y bolsas tiradas por ahí. La mayoría de los muebles están tumbados y, extrañamente, hay iluminación gracias a unos dos focos encendidos que parecen que lo han dado todo por seguir así. Titubeo y no puedo evitar agradecer en silencio que no haya ningún cadáver.
Nos sentamos en círculo sobre una mesa junto a la ventana, cosa que Narel no se lo pensó dos veces antes de proponer. Connor y Gaspar se sientan juntos frente a mí, Narel y Zury a mi izquierda; y Benny y Aren a mi derecha. Las sillas son incómodas y están cubiertas de polvo, pero al menos no se desploman ante nuestro peso.
—Así que —digo, tragando saliva—, ¿qué saben sobre el Refugio?
—Que está en Texas —responde Connor, y lo suelta tan abruptamente que tardo en procesar sus palabras.
—Espera, ¿en serio?
Connor se encogió de hombros.
—No me sorprende que no lo conozcan —dice—, están muy al norte y hay muy pocas personas en esta zona, debieron haberse ido de aquí hace mucho... Pero, hum, sí, el Refugio es un sitio bastante conocido en el sur de aquí y en el norte de México. Estuvimos ahí hace dos meses y la verdad es que ha crecido bastante en población y seguridad. Hay gente de todos los lugares, o al menos de aquí en el continente. No han podido hacer mucho por recuperar el país o lo que sea, mas han avanzado bastante en cuanto a tratar de recuperar vidas y ayudar a la gente.
—Mierda —suelto—, eso es increíble... Realmente es real.
Connor sonríe.
—¿Acaso pensabas que no lo era? —bromea.
—¿Exactamente en qué parte de Texas? —cuestiona Narel, arrugando la frente y volviendo al tema serio de la conversación.
—Sino mal recuerdo, todos están en Houston.
—Esperen... —Frunzo el ceño—, ¿ustedes estaban ahí? ¿Por qué se fueron?
Los hermanos se ven entre sí de nuevo con esa fugaz y rara mirada de gemelos.
—Bueno —empieza diciendo Connor—, queríamos aventuras, ¿sabes? No es el tipo de cosas que puedas tener encerrado en un refugio repleto de gente traumada... Así que nos fuimos. Solo nos quedamos alrededor de media semana, pero estoy seguro de que quizá ustedes tendrán mejor suerte ahí.
—Ah, ya...
Sacudo la cabeza y me doy cuenta de lo abrumado que me siento. Me levanto de la silla y parpadeo con fuerza.
Es solo que...
Maldición
El Refugio existe. Realmente existe. Hansel no me mintió. Me froto los ojos y abandono el lobby sin decir nada. Estoy demasiado alterado y eufórico como para poder quedarme quieto.
Salgo al aire fresco e inhalo y exhalo varias veces. Cierro los ojos y me dirijo hacia la rivera, limitándome a escuchar el ruido que provoca el agua saltando del río y la corriente rápida que se dirige hacia el fondo de la ciudad. Mis dedos hormiguean y mi garganta se cierra.
Esto es demasiado. Es demasiado.
No sabía que puedo sentirme así de entusiasmado por algo.
—Eh, Dalton, ¿cierto? —La voz de Connor me sobresalta y me hace abrir los ojos de golpe. Me giro y tardo en entender que me ha seguido hasta acá.
—Ah, sí —murmuro, sin poder ocultar mi confusión e incertidumbre. Pese a eso, esbozo una sonrisa amable y me giro por completo para encararlo—, ¿qué pasa?
—Quería hablar contigo... De hecho, queríamos, pero Gaspar se quedó con tus amigos.
—¿Hablar conmigo? ¿Sobre qué?
—Nos gustaría que te nos unieras.
Titubeo.
—Hum, ¿podrías ser más específico? —inquiero—, ¿unirme a dónde...?
—A nosotros. A nuestro equipo. Tienes exactamente el tipo de agallas que estamos buscando y hace tiempo que queremos encontrar a alguien que nos acompañe al noreste del país.
—Al noreste —repito. Todos sabemos a estas alturas que fue esa zona la que cayó más rápido y con más fuerza en todo Estados Unidos, estando ahí las ciudades más pobladas como New York, Washington DC y Boston. Entrar ahí es como entrar directo a la boca del lobo... Así como fue la más afectada, es obvio concluir que es ahí en donde se concentra la mayor población de infectados por el NIM. Mi sonrisa se vuelve agria y hundo los hombros—. Eh, lo siento, en realidad no estoy interesado en ir hacia allá... Solo quiero llegar al Refugio y encontrar a mi hermano. Hum, ya tuve muchas aventuras para toda una vida.
Connor suspira y da unos pasos hacia mí.
—Solo decía porque eres bastante perspicaz —responde, chasqueando la lengua—, además, digamos que solo tienes dos opciones aquí.
—Ah, bueno, supongo que una de esas implica rechazar tu amable invitación y que cada quien vaya por su lado, ¿verdad?
—¿Te cuento un secreto, Dalton?
—Uh, no es necesario, pero imagino que igual lo harás...
—No nos fuimos del Refugio.
—Oh.
—Nos echaron de ahí. Tal parece que no está bien visto el hurto y el homicidio.
Arqueo las cejas. Vaya, pienso, esto escaló de mal a peor muy rápidamente.
—Puedo entender por qué no está bien visto —digo en un hilo de voz, dando unos pasos hacia atrás y dándome cuenta de que Connor avanza los mismos que yo retrocedo—. Quiero decir... ¿Qué se supone que debo decir?
Connor sonríe. De pronto su sonrisa deja de parecer cool y genial y se torna macabra.
—Es aburrido estar en el apocalipsis si no hay nada a qué dispararle, ¿no crees? —pregunta—, pero descuida... Al menos tu muerte será la más tranquila.
¿Qué mierda?
No tengo tiempo de pensar o de defenderme antes de que Connor me empuje.
Y, cómo no, yo tropiezo y caigo hacia atrás. Atrás en donde está la colina. Atrás en donde se encuentra el río.
Ya no puedo pensar en nada cuando el agua se me mete por la nariz y los oídos y todo se oscurece.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro