~Capítulo 2. ¿Esto es una familia?~
—Estoy buscando a mi hermano —dije cuando me encontré con Narel y Zury.
En ese entonces aún no se unían al grupo Benny y Aren. Para empezar, ni siquiera nos considerábamos un grupo en lo más mínimo. En ese momento solo éramos tres desconocidos (bueno, un desconocido y una madre e hija) que se habían encontrado en la estación abandonada del metro. Había sido una casualidad. Algo que no estuvo lo más remotamente planeado.
Yo había llegado ahí tras huir de una horda de zombies. Llevaba dos semanas sobreviviendo por mi cuenta desde que el apocalipsis empezó oficialmente (cuando la infección llegó a mi país y éste cortó comunicación con el exterior como todos los demás lo hicieron). Había tenido bastantes malas experiencias y toda la gente que me había encontrado resultó ser cruel... Parece ser que el apocalipsis zombie tiende a volverte malhumorado y con tendencias homicidas.
Pero Zury y Narel fueron diferentes. Incluso si al inicio me asusté y pensé que ambas iban a matarme y comerme, acabé dándome cuenta que ellas no tenían malas intenciones. Teníamos dos horas sentados en el mismo sitio cuando les dije aquello. Era la respuesta a la pregunta de Narel "¿hacia dónde vas?".
Narel asintió con la cabeza. Se veía cansada y tenía ojeras marcando su piel morena.
—¿Y dónde está él? —cuestionó. Lo pensé por unos momentos.
—No lo sé —dije—. Lo estoy buscando.
—¿Dónde piensas que podría estar?
—No lo sé.
—Parece que no sabes nada.
—Por fin estamos de acuerdo en algo.
Una sonrisa tiró de sus labios y se levantó. Habíamos estado sentados sobre las filas de espera para subir al metro (solo que no había metro y no estábamos esperándolo en lo absoluto) por un largo rato, por lo que ella se estiró y bostezó.
—De acuerdo —dijo—. En ese caso, te ayudaremos.
Aquello me sorprendió. Le miré con palpable sorpresa y titubeé.
—¿A ayudarme a encontrar a mi hermano? —cuestioné, solo para asegurarme de que estuviéramos en la misma página de todo el asunto. Narel asintió con la cabeza y cruzó los brazos sobre el pecho.
—No tenemos ningún lugar a dónde ir —sentenció, mirando de soslayo a Zury. Ella en ese entonces tenía diez años y me parecía una bebé. Tenía la cara más redonda y sus ojos siempre estaban abiertos con el miedo llenándolos—. Además... parece que no tienes ni idea de cómo sobrevivir a esta mierda. Un adulto debería hacerte compañía.
No pude ofenderme por eso. Me sentí incrédulo y mi corazón se aceleró ante la idea de tener a alguien junto a mí en medio del apocalipsis. No hallé razones para negarme y una sonrisa tiró de mis labios.
—¿Harían eso? —inquirí, tragando saliva y mirando hacia el suelo—. No sé dónde está él y mucho menos dónde empezar a buscar...
—¿Está en el país?
—Eso creo.
Narel asintió.
—Con eso es suficiente —dijo—. Recorreremos el país para ayudarte a encontrarlo. Asumiendo, claro, que haya sobrevivido. —Lo dijo con un tono que mezclaba la suavidad con la crudeza de la realidad. Era evidente que no quería hacerme falsas esperanzas y, al mismo tiempo, decírmelo con cariño y delicadeza.
Sonreí.
—Él está vivo —dictaminé—. Lo sé. Estoy seguro de que él ha sobrevivido y seguirá haciéndolo. No es de los que mueren fácil.
—¿Cómo se llama? —preguntó Zury. Era la primera vez que me dirigía la palabra.
La miré y dije:
—Su nombre es Hansel.
Y ahora estoy aquí.
Viendo la primera señal de mi hermano desde que el apocalipsis había comenzado. Había viajado por ciudades y meses. Había viajado en días lluviosos y a temperaturas bajo cero. Había viajado tanto para encontrarlo y ahora me parecía surrealista haber hallado su mensaje.
Siento un nudo en mi garganta y me quedo estático por unos momentos. No soy capaz de reaccionar y me limito a mirar la nota con el rostro pálido.
Zury y Narel se acercan a mí para reclamarme. Sin embargo, se quedan inmóviles tras leer el cartel y sus miradas se vuelven vacilantes.
—Hansel... —dice Narel en voz alta, parpadeando varias veces—. ¿Es...?
—Mi hermano —respondo. No le culpo por haberlo olvidado. No he hablado de él desde ese momento que las conocí a ellas. Finalmente aparto la mirada del mensaje y miro a Narel—. ¿Qué es el "Refugio"?
Ella arruga la frente.
—Nunca he oído hablar de eso —murmura—. Aunque, por otro lado, la última vez que hablamos con otro ser humano fuera de este grupo fue hace medio año, así que... bueno. Es normal que estemos algo desactualizados.
Asiento a medias y suspiro. Es verdad eso. Al comienzo del apocalipsis era usual que nos encontraramos a otros grupos de personas como el nuestro (hay una historia divertida de una de esas ocasiones. Si hay tiempo, se las contaré), aunque últimamente eso no ha pasado... Cada vez es más difícil hallar a otra gente. Eso es tanto triste como reflexivo. Te pone a pensar cuándo será tu último día y si alguna vez habrá otro grupo con el que pudiste haberte cruzado, pero por azares del destino todos ustedes murieron y eso ya no pudo ser real, por lo que ese grupo en cuestión se pregunta "¿cuándo volveremos a cruzarnos con personas de nuevo?", y así se hace un círculo vicioso hasta que deja de ser un círculo. Porque para ser un círculo necesitas que se repita.
Y sabemos que, cuando la humanidad se extinga, ese proceso se extinguirá con ella.
—De acuerdo —digo, sin poder evitar sentirme decepcionado mientras mis labios se curvan en una mueca—. Tengo que llegar al Refugio, aunque no tengo idea de dónde está ni qué es... —Me paso una mano por el cabello y tenso la mandíbula—. Supongo que podría ser peor.
—¿Estás seguro de que él te dejó el mensaje? —inquiere Zury con tono suave. No trata de ser una mocosa engreída; se oye genuinamente preocupada por mí—. Quiero decir... ¿no es un poco raro que te llame Gretel? Ese es nombre de niña.
Mi mueca se transforma en una sonrisa.
Quiero contarle acerca de él y de nuestra infancia. Quiero hablarle de dónde surgió ese apodo y por qué estoy buscándolo.
Pero no lo hago.
Cuando Benny y Aren se unieron al grupo, todos pusimos una regla:
"No se habla del pasado".
Es más una regla para ahorrarnos momentos depresivos y recordar las cosas que habían pasado gracias al apocalipsis. Sabemos que todos hemos atravesado infiernos personales, así que establecimos esa regla para evitarnos malos entendidos y no sentirnos absorbidos por el pasado; para no volvernos la muleta emocional de nadie y que fuese más fácil seguir adelante. También sabemos que, si realmente lo quisiéramos, hablaríamos de eso. De cómo Narel y Zury habían terminado solas en esa estación del metro. De cómo habíamos encontrado a Aren atrapado bajo escombros y apenas con vida. De porqué Benny había estado en ese mismo edificio y había corrido a nosotros para pedir ayuda y sacar a Aren de ahí. De si Benny y Aren se conocían antes de eso. De qué había pasado conmigo y por qué jamás me han visto llorar.
No hablamos de eso. Así que decido callar y no contarles sobre Hansel.
—Sé que es él —digo a cambio. Mi certeza y determinación se oyen genuinas y eso me tranquiliza. Entonces no estoy fingiendo... de verdad creo en eso—. Estoy completamente seguro de que mi hermano dejó este mensaje.
Narel apoya las manos en su cintura y frunce los labios en una mueca.
—Bien —dice—, entonces tendremos que ir a buscar ese Refugio o lo que sea.
—Ni siquiera sabemos qué es eso —dice Zury, arrugando la frente—. Quiero decir, claro que deberíamos ir, especialmente si tu hermano te dejó este mensaje... Pero antes deberíamos buscar información.
Me enorgullezco del tono de voz que emplea Zury. Ella es así de seria y metódica como Narel e, incluso cuando no es mi hija, no puedo evitar sentir entusiasmo de oírla hablar de ese modo. Sonrío a medias y hundo los hombros.
—Es verdad —concuerdo. Por mucho que me llame la idea de lanzarme a gritar "¡Hansel" por todas las ciudades, sé que es estúpido. Además, no soy solo yo; Narel y Zury están dispuestas a acompañarme, así que no debo pensar solo en mí—. En ese caso, espero que encontremos personas cuanto antes. Muero por hallar información sobre este mentado Refugio... si es que existe, ¿y si es una especie de código o algo así?
—¿Qué tipo de código sería ese? —inquiere Narel. Me encojo de hombros.
—Ni idea.
—Entonces no creo que lo sea. Si lo fuese, tendría que ser fácil de entender, o al menos para ti.
Le doy la razón en silencio.
—¿Oyes eso? —Zury de pronto se queda pasmada y nos mira con los ojos abiertos de hito en hito.
Ella tiene muy buen oído, por lo que Narel y yo no tomamos en balde sus palabras y nos ponemos alerta. Narel tensa los hombros y sus cejas se fruncen hacia abajo.
—Mierda —dice por lo bajo, apretando los dientes. Y concuerdo con ella. No hay otra forma de describir la situación.
Esta es la cosa: actualmente el 80% de las ciudades alrededor del mundo están siendo habitadas por zombies. Es algo de esperarse. El virus terminó con la cabeza de toda esa gente que no pudo huir y se quedó renegada a existir en el lugar en el que antes tuvieron vidas normales. Por lo general, todos estos zombies se la pasan en sus casas y tienen las cabezas bajas y los ojos hundidos. Algunos ni siquiera están vivos y están tirados por ahí con sus cadáveres pudriéndose. Otros solo viven porque se alimentan de animales, alimañas e incluso otros zombies.
Lo mencioné antes.
Los doctores le dieron el nombre de "Neuro-Infección Memoriolitica"
Algo dramático que va perfecto con lo dramática que es la situación, ¿cierto?
Imagina que eres una persona normal en el mundo en el año 2032. Imagina que, de pronto, escuchas las noticias acerca de un virus (aunque el término más correcto sería "infección") que se transmite a través del contacto directo con fluidos corporales infectados, como la sangre, saliva y el líquido cefalorraquídeo. Imagina que te recuerda a la pandemia del COVID y piensas "nos encerrarán un tiempo como en ese entonces y las cosas volverán eventualmente a la normalidad". Imagina que no es así. Que cuando la pandemia empieza, ves que nadie obedece las indicaciones del sector salud; todos creen que solo será algo pasajero y solo un puñado de gente se toma en serio la situación.
Imagina que eres como todos ellos y decides que da igual... ¿qué es una gripe que se te quitará al cabo de unas semanas? ¿Por qué tendrías que detener tu trabajo solo porque un montón de gente decidió que debías hacerlo? Así que no lo haces. Lo ignoras.
Ahora imagina que el virus llega a tu país.
Los medios de comunicación caen. El virus rápidamente se propaga, porque hay algo que no te dijeron: la forma en que actúa la infección. Porque la mal información te hizo creer era igual al COVID. Porque la verdadera información estuvo oculta gracias a que los primeros países infectados cortaron sus formas de comunicación.
Imagina que vas al trabajo en un día que crees normal. Te encuentras con colegas y charlas con gente. Uno de ellos está particularmente enfermo, pero no le das importancia.
Al día siguiente, ese colega se ausenta. No vuelves a saber de él. Al segundo día tú también empiezas a sentirte mal. Te duele el cuerpo y sientes que empiezas a olvidarte de pequeños detalles, como dónde dejaste las llaves del auto o qué cenaste ayer.
Pasan los días. Las cosas empeoran.
Tu memoria a corto y largo plazo se vuelve deficiente. Sientes que ya no sabes quién eres y te sientes mal, realmente mal. Tienes fiebre y todo el tiempo te duele el cuerpo.
Llega un punto en el que ya no recuerdas tu nombre.
Solo sabes que te sientes violento y eres exactamente igual al 80% de la población en tu país. Deseas propagar la infección. Quieres que la gente sana sienta tu desesperación; lo anhelas, lo necesitas.
Te conviertes en uno de ellos.
Y ya no hay vuelta atrás.
Me muerdo el labio inferior con fuerza y doy un paso hacia atrás cuando nos damos cuenta de que hay una figura humana mirándonos al final de la calle. Tiene la piel pálida, los ojos hundidos y las pupilas sin vida. Básicamente está muerto. Solo lo mantiene vivo el odio y la desesperación; no puede pensar ni hablar. No recuerda su nombre ni quién era antes de que esto le pasara.
Es triste.
Es endemoniadamente triste.
Pero todos sabemos que, si encontramos un zombie, es cuestión de tiempo antes de que aparezcan otros. Tenemos la teoría de que mantienen una comunicación secreta entre sí que nosotros no entendemos. Debe ser algo del virus que a lo que nadie ha podido darle explicación.
Narel, Zury y yo nos miramos. No es necesario que nadie hable para saber cuál debe ser nuestro siguiente paso.
Poco a poco, vamos retrocediendo sin apartar la mirada del zombie. Aunque no queremos alertarlo, tampoco podemos enfrentarnos a la posibilidad de un ataque.
—Supongo que se cancelan las provisiones —dije en un susurro con tono irónico. Narel me dedicó esa mirada de "ahora no es momento, Dalton". Y sonreí a medias.
A veces, cuando estás en el fin del mundo y tienes a un zombie a unos metros de distancia frente a ti, solo puedes sonreír como un idiota. De otra forma, caerías en la demencia.
Una vez que conseguimos girar en una esquina y perder de vista al zombie, nos echamos a correr.
Mi respiración se acelera y escucho los latidos de mi corazón en mis oídos. Trago saliva trabajosamente y siento que todo mi alrededor se sacude. No importa cuántas veces lo haga, mi cuerpo no está acostumbrado a esto... Al esfuerzo físico, a correr.
No pueden culparme por eso (o tal vez sí).
La verdad es que no tenemos una buena dieta. Sobrevivimos a base de comida enlatada y nuestro sistema inmunológico se ha hecho muy fuerte por la cantidad de cosas que hemos digerido y que no eran precisamente comida, aunque eso no implica que yo tenga un buen organismo dispuesto a soportar largas carreras... La última vez que tuvimos que correr por zombies que nos perseguían fue hace tres meses.
Habíamos estado en buena racha hasta ahora.
A veces creo que soy yo el que está salado y vive de mala suerte. De las ocasiones que habíamos huido de zombies siempre estuve involucrado. Esta vez no es una excepción, para mi desgracia.
Escucho un gorgojeo a la distancia. Debe ser el tipo de comunicación que mantienen los zombies, porque hasta ahora no hemos escuchado a ninguno hablarse como nosotros lo hacemos. El gorgojeo pronto se vuelve en muchos más.
Antes de saberlo, tenemos a una horda de zombies detrás de nosotros.
—¡Esto es emocionante! —grito, porque ya da igual si gritamos o no. De todos modos estaremos siendo perseguidos por un montón de infectados.
—¡Cállate! —me contesta Narel con la cara roja de correr.
Acabamos volviendo a donde antes. Al comienzo de la ciudad.
—¡Suban al Hummer, luego iremos por Benny y Aren! —vuelve a decir Narel y Zury y yo obedecemos. Ya hemos pasado por esto antes y tenemos un método para reunirnos.
Conseguimos llegar al Hummer y no pierdo el tiempo. Me subo en el asiento del copiloto y Narel en el del conductor. Cerramos las puertas con fuerza y Zury deja una abierta en la parte de atrás para Benny y Aren.
—¡Es tu culpa, Dalton! —chilla Zury—, ¡siempre los atraes!
Me sorprendo al escucharla. Pensaba que solo yo había notado ese detalle. Una sonrisa tira de mis labios y, apenas girándome sobre el asiento, contesto:
—¡Será que soy muy atractivo!
A pesar de la situación, Zury tiene el tiempo de sacarme la lengua.
Narel da un volantazo al virar por una de las calles y casi provoca que me golpee la cabeza contra el cristal. Mascullo por lo bajo un "ten cuidado" y me aferro con los dedos al borde del asiento, porque el cinturón de seguridad no es algo en lo que pueda confiar justo ahora.
Y, como ya da igual si los zombies saben de nuestras presencias, Narel empieza a tocar el claxon como si su vida dependiera de eso (quizá no su vida, pero sí la de nuestros amigos).
—¡Vamos, idiotas, ¿en dónde están?! —grita, asomando la cabeza por la ventana mientras pisa el acelerador para dejar atrás a la horda de infectados que nos siguen, o al menos intentarlo. La verdad es que esos bastardos corren a una alarmante velocidad. Nuestra teoría es que pueden alcanzar tales velocidad porque, estrictamente, ya no pueden considerarse humanos.
Quizá las limitaciones físicas tienen relación con el cerebro. Quizá, al olvidar quiénes son, también olvidan que no deberían ser capaces de correr 80 kilómetros por hora.
Suspiro y frunzo el ceño, asomando la cabeza también por la ventanilla y empezando a gritar los nombres de Benny y Aren.
—¡Por esto yo debía ir con Benny! —suelto de la nada, maldiciendo cuando otra vuelta brusca de Narel me hace chocar la cabeza con el techo del Hummer.
Ni Narel ni Zury me contestan. Están demasiado ocupadas con lo suyo... O sea, tratando de que nadie se muera, lo normal.
Y los vemos.
Benny y Aren van saliendo de una tienda de comestibles con las mochilas llenas a unos cincuenta metros de distancia cuando nos ven. Ambos lucen sorprendidos, pero no lo piensan demasiado antes de correr hacia el Hummer... Bueno, no hacia el automóvil en sí; sino, más bien, hacia un punto estratégico para poder subirse de la forma más eficiente posible.
Narel reduce la velocidad abruptamente y escucho a Zury quejarse cuando se golpea la frente con el respaldo de mi asiento. Ella hace espacio en la parte trasera y vuelve a abrir la puerta del Hummer que se había cerrado por el viento.
Sucede en menos de un minuto. Aren y Benny suben al auto y avientan las mochilas hacia Zury para hacer espacio suficiente. Cierran la puerta y gritan "¡Adelante, vámonos!". Narel vuelve a emprender marcha y acelera a más no poder.
Esto implica un gasto grandísimo de gasolina y un riesgo de quedarnos sin ella en el peor momento. Tal vez, de no ser por los zombies, podríamos haber asaltado alguna gasolinera para ver si corríamos con suerte de encontrar alguna para llenar el tanque. Pero ese "tal vez" ahora solo es válido en un mundo alterno; no en este.
Narel da algunas vueltas a lo largo de la ciudad para perder de vista a los zombies. Durante todo ese rato me rehúso a mirar por el retrovisor por el miedo a lo que encontraré.
A nadie le gusta mirar a los infectados por la NIM.
Como dije, es cruel y triste. Es desgarrador ver esos ojos sin vida y los rostros llenos de ira y violencia irracional. Ni siquiera los animales lucen así... Simplemente es salvaje y horrible; no hay forma de que ver eso no te resulte en un amargo sabor de boca.
Y quizá pega más porque no puedes evitar pensar: "¿cuándo será mi turno de lucir como ellos?".
Me estremezco ante la idea y arrugo la frente. Aparto el pensamiento a los pocos instantes y me hundo en el asiento.
A la media hora ya no hay rastro de los zombies y Narel ha seguido adelante en la ciudad, incluso cuando somos conscientes de que es un gran riesgo adentrarnos a una ciudad desconocida. Lo hemos hecho antes y siempre ha desembocado en más conflictos y persecuciones.
Cierro los ojos y decido concentrarme en calmar los acelerados latidos de mi corazón que resuenan en las paredes de mi mente.
Podré haber vivido de esta forma dos años. Podré haber huido de zombies por días y días. Podré haber visto esos ojos antes... y aun así... Aun así me sigue afectando. Me sigue doliendo.
No es fácil de digerir.
—¿A dónde vamos? —cuestiona de pronto Aren cuando cae en la cuenta de que Narel está dispuesta a cruzar la ciudad—, nunca he visto que hagamos algo sin un plan...
Narel frunce las cejas hacia abajo.
—Vamos a buscar el Refugio —dice. La miro con una mezcla de adoración y timidez.
—Te quiero mucho —le digo. En sus labios se dibuja el boceto de una sonrisa.
—Lo sé.
—¿Qué es el Refugio? —pregunta ahora Benny—, ¿y por qué iremos hacia allá?
Narel suspira dramáticamente y baja la velocidad del automóvil, sacando una mano por la ventana y saludando al viento como tiene por costumbre por hacer cuando quiere irse de una situación incómoda y físicamente no puede.
—Porque Dalton debe hallar a su hermano —es su explicación. Carraspeo con la garganta para dar más detalles.
Por lo que les cuento acerca de la nota que me había dejado y el porqué tengo la certeza de que él está vivo.
—Bien —murmura Aren, arqueando una ceja—, supongo que si estás seguro de que está vivo, deberíamos buscarlo.
Debo admitir que aquella reacción tranquila me sobresalta. Parpadeo varias veces y me giro sobre mi asiento para mirarlo.
—¿En serio? —inquiero, sintiendo un nudo en el corazón (¿eso tiene sentido?). Sonrío ampliamente y finjo sorberme la nariz—. Aww, de acuerdo, puedes ser mi mejor amigo.
Aren choca el puño conmigo.
—Pero ¿hay un plan? —cuestiona Benny, ladeando la cabeza. No pretende deshacerme las ilusiones, mas sí hacernos enfrentarnos a la realidad.
—Ah, no... —respondo, mordiéndome el labio inferior—. ¿Buscar el Refugio es un plan?
—No, esa es la meta —interviene Zury.
—Ni, isi is li miti —le imita Aren con tono agudo. Como está sentado a su lado, Zury le da un codazo y le mira con la frente arrugada.
—Tonto —le espeta.
—Zury —gruñe Narel con tono de advertencia. Hunde los hombros y curva sus labios en una mueca—. Este es el plan por ahora: encontraremos un sitio donde pasar la noche y mañana veremos qué hacer con lo del Refugio. No creo que hagamos mucho porque no tenemos forma de averiguar al respecto... De momento nuestra forma de vida seguirá siendo la misma, aunque estaremos atentos a cualquier información sobre el Refugio, ¿les gusta la idea?
Los demás asentimos con la cabeza; nadie puede proponer algo mejor, después de todo.
Luego de una hora, Narel estaciona el Hummer en un parque. El tipo de parque grandísimo y que alguna vez debió ser un sitio maravilloso para ir a pasar los fines de semana. No nos gusta arriesgarnos a dormir en edificios porque implica encerrarnos y correr el riesgo de que nos acorralen los zombies; en cambio, en los espacios abiertos es más simple encontrar salidas y vías de escape. Estamos más expuestos, pero también sabemos manejarnos mejor.
Dejamos el vehículo a un lado y preparado para largarnos en él si hace falta, y sacamos nuestras bolsas de dormir de las mochilas y el equipaje. Acomodamos todo junto a un montón de juegos para niños y nos sentamos al lado de un par de columpios.
No puedo evitar sentir una punzada en el pecho al ver todos esos juegos y aprieto los dientes ante la pregunta de qué sucedió con los niños que jugaban aquí... Es decir, claro que sé lo qué pasó, pero ¿quién quiere pensarlo abiertamente?
Apenas se ha puesto el atardecer y, aunque preferimos viajar por la noche, esta vez es una excepción; es peligroso conducir a oscuras en una ciudad sin luces y sin conocer nada de ella.
—Todo estará bien —dice de pronto Narel, como advirtiendo en mis pensamientos. La miro con sorpresa.
—Sí —coincide Benny, que había estado muy callado durante todo el viaje (aunque a nadie le asombra)—, encontraremos a tu hermano. Ya verás.
Y ahí, mientras la noche empieza a ponerse y las estrellas se asoman, no puedo evitar sentir que estoy en casa.
Sonrío y asiento.
—Eso espero —atino a contestar. Zury y Aren me observan desde el otro extremo. Los dos tienen miradas fijas en mí y me sonríen de vuelta.
Así que...
¿Esto es una familia?
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