~Capítulo 1. Solo dale "skip" al inicio~
Yo lo llamo apocalipsis.
Quiero decir, es la palabra más acertada, ¿verdad? Es una palabra que significa "revelar" o "retirar el velo". No estoy seguro de cómo se relaciona con las cosas que han pasado, pero sé que tiene algo emotivo que me hace pensar "sí, es la palabra más acertada para definir nuestros problemas".
Así que si me preguntan, diré que fue el apocalipsis el que me lo arrebató todo y, al mismo tiempo, la razón por la que empecé a vivir. Sonará contradictorio. Supongo que también es algo egoísta pensarlo.
A veces me hace sentir que todo fue mi culpa.
Sin embargo, si le preguntas a Narel, ella te dirá que prefiere decirle "la mierda que me hizo dejar todo atrás", aunque quizá omitirá las malas palabras frente a su hija Zury. Y si le preguntas a Zury, entonces ella solo te mirará con ojos vacíos y se quedará en silencio. No puedo culparla. Si para mí fue difícil afrontar la destrucción de la vida que siempre conocimos, no imagino cómo debió ser para una niña que tenía diez años en ese entonces.
Al menos yo pude cursar la secundaria. Ella ni siquiera tuvo eso.
Y ahora, si le haces esa pregunta a Aren, él soltará una carcajada y dirá con ese tono de autosuficiencia: "¿acaso hay que darle nombre a lo que nos arrebató nuestra vida?". Pero Aren siempre ha sido más denso y suele ponerse a filosofar bastante. Tal vez no deberías hacerle caso.
Por último, tenemos a Benny. Al igual que Zury, él no habla mucho. Y en cuanto al apocalipsis se refiere, Benny habla de él como "la calamidad". Él es más serio. Quizá por ello estudió abogacía y tenía un buen empleo antes de que todo esto empezara.
¿Y cómo empezó?
Olvídenlo.
Yo tampoco quiero hablar de eso.
Nadie quiere hablar de eso.
—¿Cuánta falta para que lleguemos a la ciudad? —se queja de pronto Zury, aunque es normal que Zury se queje. Debe ser que está en la preadolescencia y todo eso.
—Ya estamos a una hora —responde Narel con una tranquilidad falsa. Ella va al volante del Hummer y tiene el ceño ligeramente fruncido.
—Eso dijiste una hora atrás.
El problema con estar en medio del apocalipsis es que no puedes usar ningún transporte público. ¿Metro? No, eso dejó de funcionar hace un año y medio. ¿Autobuses? No, nadie los conduce ya. ¿Autos? He ahí el dilema: por un lado, es difícil encontrar alguna gasolinera para llenar el tanque o cargarlo; y por otro, te hace pensar "da igual, correré el riesgo".
Y eso estamos haciendo.
Llevamos en este Hummer lo que debe ser... ¿mediodía? Quizá más. Es bastante reciente si nos ponemos a analizarlo. Narel tiene una peculiar habilidad para hacer que los autos vuelvan a la vida, lo que nos viene de maravilla cuando tenemos la casualidad de encontrar un automóvil con el tanque medio lleno. Encontramos este vehículo tosco y grande hace... ¿dos semanas? El punto es que estamos maravillados con él y a todos nos encanta, aunque justo por eso nos aterra la idea de llegar al momento en que se quede sin gas y no tengamos dónde llenarlo.
Sin embargo, tampoco piensen que nuestro amor a este Hummer implica que estamos felices. ¿Quién va a estar feliz en el apocalipsis? En cambio, estamos hastiados de estar sentados en este sitio por lo que parece ser una eternidad y sentimos que nos asamos por el maldito calor que hace fuera y que se concentra dentro del auto... No podemos encender el aire acondicionado, porque eso gasta energía innecesaria. Así que todos debemos aguantarnos el mal humor y observar en silencio el paisaje verdoso y repetitivo que bordea la carretera.
Hemos estado sobreviviendo a esto juntos el tiempo suficiente para habernos visto ya de mal humor en incontables ocasiones; a estas ocasiones, nadie más que Narel se toma la molestia de fingir calma o felicidad. No es que nos agarremos a gritarnos, mas tampoco hablamos entre nosotros. Supongo que solo coexistimos a través de nuestros intereses en común y eso es todo.
Llevamos con nosotros (las habríamos puesto en la cajuela, pero ya habíamos tenido una mala experiencia con eso) las pesadas y grandes mochilas que contienen todas las cosas que podríamos necesitar. Botellas de agua. Comida enlatada. Mudas de ropa. Ese tipo de cosas aburridas y que se han vuelto las únicas posesiones que tenemos.
Tal vez pienses que, como es el apocalipsis, podríamos tener todo lo que quisiéramos. Asaltar esas tiendas departamentales y hurtar toda la comida... pero eso habría servido hace dos años. Actualmente todo lo que buscamos es comida con muchos conservadores, no importa lo mal que sepa y, por tanto, nuestra búsqueda es muy limitada. Y tampoco es fácil, pues siempre tenemos que tener un ojo en nuestras nucas para huir de los zombies.
Porque, oh, claro que hay zombies.
Aunque nadie los llama zombies, o no lo hace la gente cuyos familiares fueron llevados por el virus. Es un término ofensivo y absurdo... es como llamarle vampiro a alguien que padece leucemia, o es el ejemplo que Benny me da cuando yo insisto en llamarles zombies. No me malentiendan. No es que me gusta quedar como un idiota, sin embargo, es mucho más corto que decirles "los afectados por la Neuro-Infección Memoriolitica".
Tal vez sí soy un idiota.
Da igual. A nadie le importa realmente que seas un idiota cuando preferimos preocuparnos sobre si estaremos vivos mañana.
—¿Podemos detenernos un poco? —vuelve a insistir Zury al cabo de un rato, gimiendo de frustración y frotándose los párpados—. Estoy cansada y me mareo de la velocidad...
—Todos estamos cansados —gruñe Aren, porque él nunca ha sido bueno lidiando con niños. Desde el inicio tuvo sus diferencias con Zury, aunque ahora solo se tratan como hermanos distantes que se odian en silencio pero se salvarían mutuamente si alguno estuviera en riesgo de caer por un risco (o eso creo yo)—. Si nos detenemos, tardaremos más en llegar a la ciudad.
—No importa. Estoy cansada.
—Todos estamos cansados.
Nadie quiere oír la discusión entre una mocosa de doce años y un adulto joven de veintidós, así que tanto Benny como Narel y yo ponemos los ojos en blanco y suspiramos. Aren es el tercero más joven de nuestro grupo, o el tercero más viejo... Estaba en medio de cualquier modo. Puesto a comparación, yo me veo como el segundo adolescente malhumorado del grupo. Tengo dieciocho, aunque estoy seguro de que soy mucho más maduro emocionalmente que Aren.
Debe ser que Aren nos contó (de lo poco que alguna vez nos ha contado) que antes del apocalipsis su padre se ocupaba de él y lo mantenía. Era un chico rico, alguien con clase. Y al verlo con su cabello rubio y sus ojos azules de telenovela, lo primero que pensarías sería "ah, sí, él definitivamente fue millonario".
Y ahora está en un grupo que va a pie a todos lados y que se ducha en ríos cada tres días.
(Olviden lo de las duchas cada tres días. En lo que a ustedes concierne, nosotros somos muy higiénicos).
Suelto un suspiro y Benny, Narel y yo miramos con cara de pocos amigos a Zury y Aren para ver si así se detienen y se callan por el bien de todos; pero no lo hacen.
Pasamos la siguiente media hora oyéndolos discutir sobre si la leche de fresa viene de vacas rosas. Y sí, Aren es el que defiende esto.
—Eres un idiota —setencia Zury, y le doy la razón en silencio. Porque ella está sentada a mi lado izquierdo y Aren al derecho. Prácticamente los escucho hablarse con claridad a ambos y empiezo a detestarlos.
—Vocabulario —gruñe Narel, viéndola por el espejo retrovisor. Benny, en el asiento del copiloto, suspira.
—Dices cosas peores que yo.
Narel no tiene una respuesta para contradecirla y hunde los hombros en derrota. A veces pienso que Narel no está muy interesada en la maternidad y lidia con Zury solo porque no queda de otra (en un buen sentido, claro). Ella tiene la barbilla afilada y sus ojos verdes siempre se muestran recelosos. Cuando la conocí, lo primero que pensé fue "ella va a matarme", aunque ahora sé que Narel es amable y que solo tiene la sangre fría por las cosas que ha experimentado incluso antes del apocalipsis. No es que nos lo haya contado, mas no hace falta que lo haga para tener esa sospecha. Especialmente por esas cicatrices que le hemos visto por casualidad en sus brazos y piernas.
Por otro lado, Zury es mucho más callada y nunca se toma la molestia de aparentar amabilidad en lo más mínimo. Es directa y cortante. Tiene el cabello marrón cortísimo al raz de la oreja y los labios casi siempre fruncidos en una mueca. En fin, preadolescentes.
Todos nos alegramos cuando llegamos al final de la carretera abierta, observando los inicios de una ciudad que, hace dos años, estuvo repleta de autos y tráfico; de gente gritando "¡quítate del camino, pedazo de imbécil!" mientras apretaban el claxon con toda la furia del mundo; de niños en las calles jugando con pelotas y pegándole a las ventanas de los vecinos; de ese ambiente citadino y agitado que nunca descansaba.
Ahora ya no hay nada de eso.
Solo hay un frío silencio y los vestigios de lo que alguna vez fue todo esto.
Es desgarrador.
—De acuerdo, ya saben las reglas —dice Narel, estacionando el auto unos metros antes del cartel de bienvenida a la ciudad y estirándose un poco en su lugar para deshacer el entumecimiento de las extremidades. A pesar de que Benny es el mayor de todos (con casi cuarenta años), Narel siempre se toma la molestia de organizarnos. Debe ser que nos considera demasiado tontos que, si no nos dicen qué hacer, seremos comidos por los zombies... ¿Saben? No estaría equivocada—. Dalton, por favor, no te distraigas con las tiendas de música.
La miro con fingida y dramática confusión.
—¡¿De qué hablas?! —respondo, cruzándome de brazos—. Yo jamás haría eso. Quien se distrae firma su sentencia de muerte...
—¿Puedo ir con Aren esta vez? —inquiere de pronto Benny. Porque solemos ser equipo para ir a conseguir provisiones mientras que Narel se lleva consigo a Zury y Aren para tenerlos bajo control.
—Oh, Dios, me estás cambiando. No puedo creer que mi mejor amigo me esté cambiando.
—¡Creí que yo era tu mejor amigo! —se ofende Aren.
—¡Jamás en mi vida he dicho eso! —contesto. Luego miro a Benny y añado—: Está bien, lo entiendo. Ya no soy suficiente para ti.
Benny es algo (muy) diferente a mí. Para empezar, es (mucho) más alto que yo y tiene una complexión amplia y robusta. Tiene los hombros anchos y el cabello de color oscuro. No inspira confianza a primera vista, pero si le das una oportunidad, descubrirás que es la persona más pura del planeta.
Y es que, ah, también suele tomarse las declaraciones irónicas y sarcásticas de forma literal.
—Eres más que suficiente —responde. Lloro en silencio—, pero preferiría tener a un compañero que no se distraiga por el álbum de BTS que salió hace años...
—¡¿Cómo esperaban que no me distrajera?! Era una edición especial.
—Que no puedes reproducir en ningún lugar, tonto —dice Zury, poniendo los ojos en blanco. Ella tiene razón (jamás le digan que yo dije eso), pues el apocalipsis no solo se llevó a gran parte de la población y cambió nuestra forma de vida, sino que, por si fuera poco, nos arrebató la tecnología. Todas las fuentes de energía habían muerto, ¿quién las podría mantener? No hay empresas que innoven, no hay plataformas de streaming, no hay Netflix ni Amazon; ni Apple o Microsoft; ni celulares o computadoras.
No hay nada de eso.
Todos nos las apañamos como podemos sin nada de eso... ¿Y cómo? Oh, ni siquiera sé.
En el fondo extraño llegar a mi casa y poner una película en Netflix al azar.
Realmente éramos felices y no lo sabíamos.
Olviden eso.
Yo no era feliz.
—De acuerdo, haremos esto —dice Narel, frunciendo el ceño y pasándose una mano por el cuello en gesto frustrado—. Dalton, irás conmigo y Zury por esta vez...
—¡Pero yo quiero ir con Benny! —me quejo.
—Benny no quiere ir contigo.
Suspiro y miro a Benny con una mueca.
—Bien —suelto—. Tienes suerte de ser mi mejor amigo o me molestaría contigo...
Benny parpadea varias veces sin estar seguro de qué responder.
Y eso zanja la conversación.
Dejamos el auto y cada cual baja por su lado. Afuera el calor es más intenso y me hace gruñir por lo bajo. El Hummer es amplio, aunque eso no significa que no agradezca despegarme de Zury y Aren un rato y no sentirlos pegados a mí con cada maniobra brusca.
Avanzamos a pie hasta llegar a la ciudad. Ignoramos los edificios semidestruidos y el denso silencio de ultratumba al que ya estamos acostumbrados.
Nadie dice palabra alguna. Todos sabemos que nunca debemos hablar cuando llegamos a una nueva ciudad.
Siento un nudo en la garganta y mi mandíbula se tensa. Pensarías que por la cantidad de veces que he hecho esto ya estaría acostumbrado.
Pero ¿quién se acostumbra a ver la vida destruida y la desesperanza ahondando en cada rincón? Ni siquiera me molesto a estas alturas en leer el cartel de bienvenida de la ciudad. ¿Por qué lo haría? ¿Qué utilidad habría en saber el nombre de la ciudad desolada que estábamos por cruzar?
Es mediodía, así que el sol está en su punto más alto y lastima. Porque claro... incluso cuando han pasado dos años desde que murieron todos los procesos que estaban acabando con el medio ambiente, el entorno aún no se recupera. Hay plantas y enredaderas creciendo y rompiendo el concreto; trepando y rodeando edificios. Es muy raro que veas animales salvajes, incluso las ratas son cosa extraña. La naturaleza ha estado tratando de recuperar territorio, pero no es fácil... ¿cómo sería fácil tras años y años de horror y arrebatamiento? Por ello el clima sigue siendo una locura y las altas temperaturas llegan a alcanzar los 50 grados centígrados.
Nos separamos al llegar a una intersección en una calle que se divide en tres partes. Benny y Aren se van por la izquierda, mientras que Narel, Zury y yo tomamos la derecha.
Seguimos sin hablarnos. Nadie se lo toma a mal.
Narel nos guía a través de las calles con experta calma. Incluso cuando sabe tanto como nosotros acerca del lugar en el que estamos, no tiene problemas para actuar como que sabe lo que hace. Es un don fantástico que tiene, porque inspira confianza y nos da la sensación de que estamos en buenas manos.
Así que caminamos a través de las calles, siempre en el medio del asfalto y sin acercarnos a los edificios abandonados.
Me detengo en seco cuando veo algo.
Narel y Zury tardan en advertir que me he detenido. Cuando lo hacen ya están unos metros por delante. Ambas me fruncen el ceño.
—Te juro que si es algo sobre BTS, voy a matarte —gruñe Zury con fastidio. Su volumen de voz es bajo y apenas audible. Estamos acostumbrados a hablarnos así.
Sin embargo, le ignoro.
Mis ojos están fijos en un poste de luz y la nota pegada descuidadamente a su superficie con cinta adhesiva. Mi boca se seca y mi garganta se cierra.
Me acerco con lentitud al poste y observo la nota con los ojos abiertos a más no poder.
Es una hoja blanca y con las esquinas amarillas y sucias. Está escrita con tinta negra y la letra apenas es legible. Parece haber sido hecha a las carreras.
La nota dice:
"Para Gretel.
También estoy buscándote.
Estoy yendo el Refugio.
No pierdas la esperanza.
Veámonos ahí.
Atte: Hansel".
N/A: Nueva historia, nuevos personajes para traumar, yei.
Esta historia fue creada para el concurso ONC bajo el disparador número 108.
En fin, ojalá les guste la historia, porque se vienen muchas cositas interesantes <3
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