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La razón por la cual vivir.


Aquel beso había pasado, el tiempo para ambos se había detenido pero el mundo seguía corriendo, a pesar de todo la vida seguía, en ese instante ambos decidimos irnos a nuestras casas, exactamente a dos cuadras y media estábamos cada uno de nuestros hogares.

Caminé el camino más corto que he podido caminar pero se sintió tan largo, cada segundo me llegaba un recuerdo, ese recuerdo de una triste vida que vivía, mi regreso capaz no cambie nada, un padre alcohólico, una madre anegada, unos hermanos crueles, una familia que parecía mi martirio.

Recordaba todo lo que mi hogar causaba en mi mente, aún así me animo a ir a lo que era mi hogar, seguro no habían notado mi ausencia, capaz ya estaban felices de que no volviera, pero si no me equivoco, dijo Melanie que ellos fueron a visitarme, seguro ya saben que supuestamente estoy muerto, seguro ya están celebrando.

Cuando llegó con mucho entró, lo hago muy lentamente aún así por accidente causó un ruido.

—¿Qué horas son de llegar? —escucho decir a mi padre desde su habitación, siempre con mal humor, con esa voz gruesa.

—Era mejor que no vengas más, desde que dijiste aquellas palabras tú no eres bienvenido —dijo mi madre, sé notaba que mi presencia no era grata en esta casa.

—No se preocupen solo vine por mis cosas y me marcho —susurre en eso la puerta se abre.

—¡Hijo! —dice mi madre con lágrimas en los ojos.

—Ya me iré para tu felicidad —decía en eso un abrazo que no esperaba fue dado por ella, sentí tanta paz como un sentimiento nuevo, tantos años esperando cariño por su parte, todavía recuerdo la última vez que sentí algo igual, tan solo tenía 6 años cuando ella lloraba cada noche mientras acariciaba mi cabello y yo fingía estar dormido.

—Hijo, estás vivo —dijo mi padre, cuál por primera vez me había dicho hijo, se sentía una hermosa sensación, aquel hombre que me había negado toda la vida, un día justo hoy se le digna llamarme hijo, algo estaba pasando que comenzaba a gustarme.

El mundo se me derrumbó cuando ambos me abrazan muy fuerte, la mujer más hermosa del mundo me lloraba sin saber la razón, tantos años guardándole un odio sin justificación se perdieron en un abrazo, notaba como el hombre más serio del mundo, el hombre más duro, más frío soltaba lágrimas, los minutos corrieron, contaban como era vivir sin mi, aunque en lo que había sucedido era una leve ausencia mía, aún así era la ausencia que hacía falta.

No todos era perfecto, la realidad no era tan fácil como la fantasía, en aquel mundo todo era un caos, mi corazón se volvió loco al ver tal realidad, no faltó que pasaron unos días y todo volvía a ser como antes.

El infierno comenzó a revivir, todos los días eran peleas, entre mis padres, ahí fue donde recordé el porque me fui de la casa a pequeña edad, para más de yapa un hermano sometido al vicio y otro con la ligera desgana de auto superarse, no esperaba los días por irme de aquel lugar, irme lo más lejos, alquilar algún cuarto lo más lejos.

Pero eso sería huir de nuevo, me gustaba escapar de lugares donde no me sentía cómodo, y eso hice al mes siguiente, me fui de aquel lugar que llamaba familia.

Pasaron los días, comencé a vivir en una habitación pequeña donde mi vida se reducía en una cama y un escritorio, más una pared llena de notas de que recordaba de aquel mundo de donde venían mis sentimientos.   monotonía me comenzó a consumir, el trabajo, los estudios y largas noches de desvelo con la escritura, mi vida era estar despierto 18 horas y dormir 6 en diferentes horarios, se suponía que al despertar todo sería un lecho de rosas pero así no era la vida, o yo estaba distraído, como dicen uno está solo, vacío porque no se da cuenta de los detalles.

Fue un día mientras pateaba una lata de cerveza que había encontrado en la calle cuando una voz me dice: —¿Qué daño te hizo aquella lata?

Fue justo aquella voz quién me había mantenido vivo tantos días.

—Aquella lata es culpable de ponerse en mi camino —respondí dándole un último golpe.

—Entonces si yo me atravieso en tu vida me patearías —dijo ella.

—¡No! —susurré despacio.

—¿Dónde estás yendo? —me pregunto cambiando el tema.

—A mí cuarto —respondí sin ánimo, estaba cansado por el trabajo.

—Te acompaño —dijo ella con una sonrisa.

—Esta bien —respondí, mientras que comencé a caminar pero en eso comienza a patear la lata, hasta llegar a lo que era mi pequeño rincón.

—¿Desde cuándo vives aquí? —dijo mirando mi pared llena de notas. En eso se mantiene en silencio al notar un dibujo de ella pero con el nombre de conciencia, sentía vergüenza como pena por dentro aunque por fuera mantenía una tranquilidad.

—¿Soy yo? —pregunto mientras me miraba.

—Si eres tú, te dibujé antes de que pasará todo, pero hace días para no olvidar como era mi conciencia le puse el nombre, también mientras más tiempo pasa comienzo a ponerle rostro a mis sentimientos, mi hermano mayor es el odio, mi hermano menor el amor, pero todavía estoy dudando, que sean ellos, cada noche me desvelo pensando en lo que viví ahí —dije mientras ella comenzaba a mirar todo lo que estaba en mi escritorio, tenía un desorden por algunas partes, habían bocetos, de cosas que vi, como las caras de mis sentimientos, no quería olvidarlos tatuando a cada uno en mi memoria o dónde suponía que estaban mis recuerdos más importantes.

—¿Desde cuándo me amas? —pregunto, mientras note que sostenía una foto, cuya foto sin verla ya sabía de cual se trataba.

—No sé —respondí, en aquel momento era tonto decir palabras románticas, no daba para ser cursi algo que amaba ser.

—No sabes, o no quieres decir —dijo colocando la foto en una pizarra y sosteniéndola con una tachuela.

—Aquella foto fue lo único que tenía de ti, desde el día que me marché, para que mentirte que te amaba desde los 7 años cuando no sabía ni el significado, nada más puedo decir que me gustabas de ahí, ni más ni menos —mi voz se sentía presionada por mi pecho, como si estuviera quebrándose por la sinceridad— pero fueron hace unos años donde te volví a ver y ahí ya comprendía de que me gustabas, en aquel tiempo cuando regrese no sabía que tú eras la niña que tenía en fotos, fue como si mi corazón lo deducía porque le llamaste la atención y Ada más fue necesario un segundo al verte —dije mientras recordaba aquel día donde ambos nos cruzamos en un autobús, ella que subía y yo que bajaba, quedándome en mi destino queriendo volver a subir porque ella lo hizo, pero no podía, recordando que me quedaba mirando como el bus se marchaba y al perderlo de visto seguía mi camino.

—Aquel día yo también te note —dijo mientras ella se sentaba en la silla que estaba en el escritorio.

—Luego pasó lo que ya sabemos, que no es necesario contar —dije mientras me sentaba en un rincón de lo que era mi habitación.

—Somos tan iguales, ambos necios y poco expresivos cuando se trata de estos temas, aún así tenemos la valentía de querernos —dijo ella, mientras se acercaba para sentarse cerca mío.

—Intentémoslo, si no funciona será hermoso mientras dure y si funciona nos amaremos como nadie se ha amado —susurro acostando su cabeza en mi hombro.

—Sabes mi conciencia me trataba mal —en eso una sonrisa se me escapa— recuerdo cuando me tiro una piedra para dejarme ver qué era frío y sonría nada —dije en eso ella cierra los ojos.

—¿Qué más? —susurro mientras yo comencé a hablar. Así fue como mi vida monótona había cambiado, cada día nos encontrábamos en un parque para hablar de aquel mundo.

Desde aquel día todo cambio, lo que comenzó con una búsqueda terminó con el comienzo de una relación, mis sentimientos ya estaban vivos, comencé a usar mi creatividad, desde la tristeza hasta el amor, cada día me gustaba como estaba con ella, la había convertido en la protagonista de un libro que ambos estando juntos podíamos leer.

—¡Despierto Leo —escuche aquella voz que me gustaba por, siendo un placer auditivo.

«Ay no, no me digas que todo fue un sueño» me dije abriendo los ojos, mientras veo a mi conciencia. —Dime estoy en la realidad o en el mundo de mis sentimientos —pregunte mientras miraba a mi alrededor, estaba en un bosque, o algún lugar con mucha vegetación.

—Si, estamos en el mundo de tus sentimientos, es más acabamos de llegar al territorio de la pereza y por eso tienes sueño —dijo ella mientras sonreía.

—Soñé que te llamabas Melanie y que nos enamorábamos, creo que ya estoy recordando mi realidad —susurre triste.

—¡Te amo mucho estúpido! —dijo la conciencia besándome— sabes, soy Melanie, si nos enamoramos es más llevamos 2 años de casados —dijo mostrándome un anillo de bodas.

—Si esto es un sueño no quiero despertar —dije, cerrando los ojos mientras en mi mente regresaba otra vez al mundo de mis sentimientos y emociones, lo que amaba era que cuando estaba despierto estaba Melanie para ser mi guía en la realidad mientras cada vez que cerraba mis ojos estaba mi Conciencia guiándome en mi fantástico mundo.

Y al final había encontrado la razón por la cual sentir y era ella...

Fin...

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