Capitulo 19
Hola hola!! Estaba de buen humor, y dije: voy a dejar capitulo jaja...
Bueno espero les este gustando la historia, como vengo diciendo desde hace varios capitulos atras, me ayudarian un monton si votaran y dejaran su comentario. No solo me ayudan a saber su opinion, sino a que la historia pueda crecer.
Gracias y espero la disfruten...
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Jason decidió no enfrentarse a su padre en ese momento, necesitaba pensar qué paso dar a continuación. Ahora entendía por qué Keyla había mantenido distancia, ella de alguna manera, sabía quién era Edward Callahan. Suspiró hondo, convocando a la paciencia y se alejó presuroso.
Sus hermanos lo observaron interrogantes, él se limitó a dejar el móvil en el mismo lugar de donde lo había tomado y corrió a su habitación por una cazadora. Observó el teléfono que su madre le había obsequiado, un móvil de última generación, que aún no había podido explorar. La tecnología nunca lo motivó, tal vez porque no creció rodeado de grandes lujos.
Bajó los escalones de dos en dos, repasando mentalmente las palabras que dedicaría a Keyla. Se detuvo solamente un minuto, dirigiéndole unas palabras a Micah.
—Necesito salir… —balbuceó replanteando la idea que se construía en su mente —. ¿Podrías llevarme?
—Toma uno de los vehículos, el Porsche es mío —musitó.
—No sé conducir —susurró tratando de ocultar su vergüenza.
—Hombre, haberlo dicho antes —de un salto se levantó y agitó un juego de llaves que sacó de su bolsillo. Se giró hacia Juliette e hizo una mueca —. Dile a madre que tendremos que hablar de ese tema cuando vuelva.
Juliette arqueó las cejas, pero se limitó a no hacer preguntas. Se encogió de hombros y continuó con la tarea de degustar la tarta. Micah en dos zancadas estaba a su lado, sonriéndole como niño que acaba de descubrir un regalo.
Jason se acercó a su hermana y depositó un beso en su mejilla. Nunca dejaría de sorprenderse por la facilidad con la que podía expresarse con ella. Juliette era un libro abierto y una persona con la cual era muy fácil encariñarse.
—Jason no olvides que prometiste presentarme a Keyla —musitó adivinando el motivo de su partida.
—Si logro convencerla —susurró para sus adentros.
Llegaron al garaje, donde más de ocho autos de alta gama estaban aparcados. Micah apretó un botón del llavero y la alarma de un Porsche gris plata comenzó a sonar. Su hermano señaló con su mano el vehículo, instándolo a subirse. Jamás había sentido el potente motor rugir, los cómodos asientos y la adrenalina de la velocidad.
—Respira, hermano —exclamó Micah sonriendo —. Parece como si estuvieras a punto de vomitar. ¿Es hermosa mi máquina, verdad?
Jason asintió tratando de hacer regresar el oxígeno a sus pulmones. No llegaba a ver el contador de velocidad, pero suponía que estaban arriba de los ciento cincuenta. Solamente rogaba llegar ileso, y de ser posible con todos sus órganos en su lugar.
—Recuérdame enseñarte a conducir —murmuró Micah —, disfrutaras de la velocidad cuando estés tras el volante.
Jason se relajó en el asiento de cuero negro y cerró los ojos. Imaginó que se encontraba en un lugar paradisiaco, besando cada terminación nerviosa del cuerpo de Keyla, haciéndola suspirar y rogar por cada caricia. Se sobresaltó cuando el vehículo se detuvo de repente.
—Llegamos —musitó su hermano, quitando las llaves del contacto.
—¿Vendrás conmigo?
—Claro. Quiero conocer a la mujer que te tiene agarrado de las pelotas —bromeó.
Un gruñido bajo sonó de la garganta de Jason y se apresuró en descender del coche. Entró pisoteando a la librería, seguido de un muy sonriente Micah.
***
Keyla sostenía el teléfono en su mano, esperando que la persona del otro lado de la línea se dignara a responder. Había meditado esa decisión un millón de veces, sopesando los pros y los contras. Al fin se había determinado en comunicarse con su ex novio, con la esperanza de obtener ayuda o algún consejo.
—¿Diga? —la ronca voz de Philip la hizo reaccionar, esperando no haberse equivocado.
—¿Philip? Soy Keyla…
—Oh, no esperaba tu llamada —su voz sonaba efectivamente sorprendida, como si lo último que esperara escuchar en su vida fuera a Keyla.
—Lo sé —resopló —, es que… necesito hablar contigo.
El silencio se apoderó de la línea por incontables minutos, hasta que un suspiro derrotado de Philip resonó.
—Key, sé que me comporté como un idiota la ultima vez… y he estado ansiando poder encontrarme contigo para disculparme.
—¿Eso significa que estas dispuesto a verme?
—Sí, pero bajo mis condiciones.
Keyla dejó de respirar, sabiendo de antemano que con Philip siempre había que ir con paso firme, no sabías cuando podía salir con alguna de sus extrañas proposiciones.
—Dime.
—Voy a invitarte a almorzar, así podremos hablar en territorio neutro.
La idea no la sorprendió, y no era una cita, se dijo mentalmente. Pero para no dar lugar a falsas especulaciones, optó por aclarárselo.
—No es una cita, Philip. Digamos que es un almuerzo de negocios —exclamó Keyla con voz firme.
—Lo entiendo, no debes preocuparte.
—De acuerdo, ven por mí a las once, te estaré esperando —concluyó, dando por finalizada la conversación.
—Perfecto. Estoy feliz de haber recibido tu llamada.
Keyla no respondió, ya que no sabía qué decir. Optó por el silencio, aunque diera lugar cualquier suposición. La llamada acabó y ella se dejó caer sobre el taburete. Maya se ubicó a su lado, mirándola con el ceño fruncido.
—¿Te he mencionado que creo que estas cometiendo un error? —farfulló cruzándose de brazos —. No debes confiar en Philip, y lo sabes.
—No necesito que cumplas la función de mi conciencia —espetó irritada —. Sé muy bien lo que debo hacer, deja de tratar de enredar mi mente.
Maya suspiró y volvió a retomar su trabajo en el club de lectura. Había descubierto que disfrutaba de la interacción con otras personas, compartir opiniones y beneficiarse de la crítica de los libros.
Keyla acabó de arreglarse para salir a almorzar con Philip. Había vestido un sencillo pantalón y una blusa sin mangas, poco maquillaje cubría su rostro y llevaba su cabello en una cola alta. No puso demasiado esfuerzo en verse bonita, Philip nunca sería Jason. Y ella quería verse hermosa solo para él.
Salió de la librería cuando vio el auto de su ex novio aparcado, dio un último vistazo a Maya, que la observaba con el ceño fruncido en una sola línea. Suspiró, ajustó la correa de su bolso y caminó hacia el vehículo. Con una gracia que nunca había visto en Philip, él se aproximó y abrió su puerta. Keyla agradeció el gesto con un asentimiento de cabeza, incapaz romper el silencio.
—Hola Key, te ves… bien —saludó Philip.
—Tú también.
Las pocas palabras que cruzaron fueron un «¿Cómo estás?» y «¿Cómo va el negocio?» El cosquilleo que ella sentía en su estomago no era similar al que percibía cuando estaba con Jason. Con Philip era la anticipación de, una no muy agradable, conversación. Intentaría calmar su temperamento y suplicar su ayuda si fuera necesario. No sería fácil, lo sabía, pero tratar no costaba nada.
—Aquí es —murmuró deteniendo el vehículo.
Keyla observó por la ventanilla y se encontró con un lujoso restaurante. Un joven le abrió la puerta y luego tomó las llaves, llevándose el auto consigo. Philip le tendió el brazo, pero de inmediato se percató de su acción y lo dejó caer al lado de su cuerpo. Con una señal le permitió adelantarse, dio el nombre de la reservación en recepción y un camarero los llevó hacia su mesa.
Confirmaron su pedido al camarero y Keyla tomó las precauciones de siempre. Envió un mensaje de texto a Maya, indicándole el nombre y dirección del restaurante. Nunca estaba demás ser previsora, pensó. Bebió un sorbo de agua y se permitieron almorzar antes de abordar el tema que realmente le inquietaba.
—Estoy intrigado —comentó Philip —. No esperaba tu llamado, creí que no querrías verme ni en tus sueños…
—Y no estabas equivocado. Estaba enfadada, no podía creer que me hicieras contraer ese préstamo —negó con la cabeza y suspiró —. Pero ahora te necesito, Philip. Puedes enmendar tu acción ayudándome.
—Dime qué quieres que haga.
—No sé si estás al tanto, pero resulto ser que Edward Callahan es el padre de Jason—susurró, tal vez si decía las palabras en voz baja no fueran reales —. No puedo ni quiero ponerlo en contra de su familia. Necesito resolver mi situación con el banco, las cosas en la librería están prosperando, pero tienes que darme algo más de tiempo.
Philip bebió un sorbo de vino, sin quitarle la vista de encima en el trayecto. Reposó sus manos cruzadas sobre la mesa y la miró a los ojos.
—Sabes que respondo ante Callahan… —comenzó —. Si lo contradigo posiblemente pierda el trabajo.
—No te pediría esto si no fuera una emergencia. Philip, sabes bien lo que significa la librería para mí. Apelo a tu lado sentimental, que sé que tienes.
—¿Qué quieres que haga? —murmuró entre suspiros.
—Solo que logres extender el plazo de pago, solo eso pido. Sé que lograré conseguir el dinero suficiente. No puedo perder el negocio de toda la vida de mi familia y permitir que construyan un centro comercial o un complejo de edificios en su lugar.
—Intentaré hablar con mi supervisor, haré lo posible por ayudarte —se inclinó sobre la mesa y tomó las manos de Keyla entre las suyas —. Te lo debo, lo sé. Actué mal, no pensé en tus sentimientos y me arrepiento de ello. Yo… sigo teniendo sentimientos por ti.
—Philip…
—No digas nada, sé que perdí mi oportunidad —con su pulgar acariciaba el dorso de la mano de Keyla. Bajó el tono de su voz, tratando de llegar a ella —. Pero te pido que me perdones, necesito de tu perdón. Estuve pensándolo mucho desde que te visité en la librería, te vi tan radiante a pesar de lo sucedido y me dio mucha rabia saber que yo no había puesto esa sonrisa en tus labios. Mucho tiempo deseé volver a verte, pero tenía miedo. No quería tu rechazo.
—Yo… te perdono. Sé que no eres un ser frio y despiadado como Callahan.
—Lo fui, hice cosas de las cuales no me enorgullezco. Jugué con las ilusiones de la gente para poder tener un billete más en mi bolsillo. Pero jamás me voy a perdonar haberte herido.
—Está bien, todos merecemos una segunda oportunidad —Keyla sonrió e intentó retirar sus manos, pero Philip la tenía apresada entre las suyas sin intención de dejarlas escapar.
—No sé si me la merezco, pero te agradezco que me la ofrezcas. Eres valiosa Key, y no te imaginas lo tonto que me siento por haberte perdido.
—Philip, sabes que yo ya no siento lo mismo por ti… Amo a Jason, y a pesar de que su padre esté en medio en estos momentos, sé que acabaremos juntos —murmuró dándole la mejor sonrisa de disculpa.
—Lo sé. Vi en tus ojos el amor que sientes por él —suspiró y cerró los ojos, como si le doliera lo que estaba a punto de decir —. Por favor dime que podemos ser amigos. Quiero volver a verte…
Un murmullo a sus lados los alertó de una presencia que se encaminaba hacia su cabina. Keyla miró en shock cómo el cuerpo rígido de Jason se dirigía hacia ellos. Podía percibir que sus fosas nasales se ensanchaban, tratando de incorporar más oxigeno para calmar la ira que se construía en su cuerpo.
Siguió la mirada de Jason hasta sus manos entrelazadas y se apresuró en separarse. ¿Qué hacía él aquí? ¿Cómo la encontró? Maya, pensó, su amiga posiblemente le había dado la información. Se incorporó de un salto cuando vio que él se posicionaba al lado de Philip, con sus manos en puños al costado de su cuerpo.
Nada bueno podía salir de esto.
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