Capitulo 12
Hola, he aqui un nuevo capitulo. Como dije antes trataré de subir con mayor frecuencia, espero que la trama los atrape y le den una oportunidad a Jason y a Keyla.
Apreciaría sus comentarios y votos, para saber que lo estoy haciendo relativamente bien.
Gracias y que lo disfruten.
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Los días pasaban y Keyla seguía sin tener las respuestas para sacar adelante su negocio. Maya había quedado en visitarla y proponerle algunas ideas, y Jason continuaba con su insistencia de ofrecerle dinero. Para completar la situación, había despertado con un terrible malestar, la cabeza le zumbaba como si miles de abejas estuvieran haciendo panal en su cerebro. El cuerpo se sentía lánguido, sin fuerzas, hasta el simple acto de mover un pie delante de otro conllevaba un tremendo esfuerzo.
Había sido incapaz de desayunar, tenía un nudo del tamaño de una bola de estambre gigante, en su estómago. Cuando observó su reflejo en el espejo, supo que no se sentía mejor de lo que se veía. Le había costado conciliar el sueño, y las sombras debajo de sus ojos, así lo demostraban. Estuvo dando vueltas en la cama toda la noche, sintiendo la acompasada respiración de Jason sobre su cabeza.
Amaba dormir a su lado, no podía recordar cómo era ocupar una cama tan grande en soledad. Escuchar el latido de su corazón, era mejor que cualquier nana para dormir. Aunque esa noche, ni ese grato sonido la acunó.
—¿Cómo te sientes? —murmuró Jason, abrazándola por la espalda.
—¿Me veo tan mal? —inquirió encontrando su mirada frente al espejo.
—Te ves enferma. ¿Por qué no te quedas en cama y descansas un poco? —susurró depositando un suave beso en su cuello.
—No puedo, debo abrir la librería, de lo contrario jamás reuniré ese dinero —murmuró girando dentro de sus brazos y uniendo sus labios. Al percatarse de lo que acababa de hacer, se separó —. Lo siento, voy a contagiarte cualquier virus que tenga.
—No me interesa. Contágiame lo que quieras, siempre y cuando no dejes de besarme —musitó volviendo a tomar posesión de su boca.
Keyla sintió el fuego crecer en su interior, como cada vez que los carnosos labios de él tomaban propiedad de los suyos. Recorrió con la lengua su labio inferior, para luego succionarlo. Ese simple gesto, provocó que un gemido escapara de la garganta de Jason. Y en ese preciso momento, el beso suave se volvió apasionado. Sus brazos la acercaron a su cuerpo, alineando su creciente entrepierna a su centro.
Jadeó al percibir el sutil movimiento de su pelvis, llevándola a experimentar un placer inigualable. Arqueó su espalda, tratando de unir sus cuerpos aún más, fundiéndose en una sola persona. La boca de Jason descendió hacia el hueco entre sus senos, deslizando la camiseta hacia abajo, para permitir posar sus labios con facilidad. Keyla se aferró a sus cabellos, tirando de ellos con urgencia, gimiendo cuando la humedad de su lengua se posó sobre uno de sus pechos.
Jason sabía que debía detenerse, pero la suavidad de su piel lo atraía, como si fuesen polos apuestos y estuvieran imantados. Rodeó con su lengua el erecto brote de sus senos, y saboreó su esencia. Keyla sabía como un dulce algodón de azúcar, era su debilidad. Los pequeños gemidos que escapaban de su boca, eran música para sus oídos. Y cuando ella tiró de sus cabellos, supo que debía detenerse. Ella estaba enferma y no debía aprovecharse de su debilidad.
—Ángel, debemos detenernos —jadeó alzando la cabeza, observándola. Permanecía con los ojos cerrados, pero el placer se notaba en su expresión.
—No quiero que te detengas —murmuró abriendo esas brillosas esmeraldas, que eran capaces de atravesar su alma.
—No estás bien —se incorporó sin alejarla de sus brazos y posó un beso sobre la comisura de sus labios —. Cuando mejores, prometo complacerte con creces.
Ella resopló, como si fuese una niña a la cual le hubieran negado su paleta. Solo le faltaba hacer mohines y zapatear. Vio ese gesto completamente adorable, y entendió que había llegado a amar cada movimiento de los músculos de su rostro, cada contracción de sus labios y sobre todo cada sonrisa.
—De acuerdo, pero no voy a quedarme en casa. Bajaré a la librería, de todos modos solo debo permanecer sentada —musitó recomponiéndose.
Él asintió y se alejó, odiando tener que abandonar el calor de su cuerpo. Besó su cabeza y se despidió, insistiendo en que si llegaba a sentirse mal, volviera a la cama. Cerró la puerta, indeciso si debía dejarla sola. Pero hacía menos de tres días que había vuelto a la obra, y no podía darse el lujo de perder ni un día. Necesitaban el dinero.
Caminó el trayecto, sin esconder la sombra de preocupación que lo asechaba. Ella estará bien, se dijo, Maya llegará pronto. Había oído una conversación de las amigas, y sabía que la blonda aparecería con propuestas para promocionar la librería.
Acortó la distancia hacia su trabajo, y apenas estuvo a la vista de su jefe, fue convocado al tráiler que hacía las veces de oficina. Entró sintiéndose incómodo, nervioso por tener que exigir un mayor pago, que a pesar de que lo merecía, no estaba acostumbrado a las exigencias.
—Jason, me alegro ver que te has recuperado muy bien —murmuró Mike, indicándole mediante señas, que tomara asiento.
—Tuve mucha suerte.
—Sí, muchacho, tienes un ángel de tu lado —susurró su jefe, cruzando las manos sobre el escritorio.
Lo tengo, pensó Jason. Duerme conmigo cada noche.
—Mike ¿podíamos hablar del porqué me convocaste? —musitó tratando de centrarse en lo verdaderamente importante.
—Sí, claro —su jefe carraspeó y una gota de sudor recorrió su frente —. Quiero que acordemos la suba de tu salario, como solicitaste. Eres un excelente obrero, responsable… y después de lo sucedido, eh… creo que tenemos suerte de contar contigo.
Mike se removió en su asiento, incomodo en comunicar la decisión de sus superiores. Mientras tanto, Jason estaba pendiente de cada movimiento, y comenzaba a perder la paciencia.
—Ve al grano, por favor.
—Bueno, mi superior está dispuesto a darte un aumento, si firmas un acuerdo declarando no iniciar acciones contra la empresa por tu accidente —cerró la boca en una dura línea, demostrando no estar de acuerdo con la decisión —. Sabes que no creo eso sea necesario, eres un buen muchacho, y lo que hiciste fue para salvar a Jeff, no porque quisieras más dinero. Pero sabes cómo es esto, los jefes quieren asegurar sus traseros.
—Entiendo —musitó Jason cruzándose de brazos —. ¿Cuál sería el arreglo?
—Seguirías siendo el capataz, estando a cargo a los muchachos, pero teniendo un aumento de sueldo.
—¿Podré hacer horas extras?
—Claro, no hay problema… entonces ¿estás de acuerdo?
Jason pareció meditar su decisión unos minutos. Por más que el acuerdo no significaba grandes cambios, optó por aceptarlo, eso era mejor que empezar de cero. Asintió con la cabeza y de inmediato Mike le tendió un bolígrafo junto a unos papeles. Se tomó el tiempo necesario para leer el documento, y tras acordar que lo establecido era lo indicado, firmó.
—Perfecto, Jason —su jefe le sonrió y guardo el documento en un cajón —. Puedes regresar a tu tarea. Y no dejes que los muchachos te intimiden, sabes que son poco revoltosos, pero no matarían ni una mosca.
—Claro —se limitó a responder, con prisa por salir de la oficina. Estaba sintiéndose ahogado, tal vez Keyla me contagió su enfermedad después de todo, pensó. Cuando tuvo contacto con el frió aire matinal, desechó la idea, no estaba enfermo, estaba agobiado. Todo lo transcurrido en esos días recaía sobre sus hombros, y el saber que aún tenía por resolver la situación de Keyla, le quitaba la respiración.
***
Keyla sabía por la mirada desaprobatoria de Maya, que estaba en desacuerdo con permanecer levantada en su estado. No se sentía mejor que cuando se incorporó esa mañana, el mundo le daba vueltas y el dolor de cabeza persistía. Su amiga la sometió a un intenso interrogatorio, dejando entrever sus sospechas de un embarazo. Sospecha que ella se dedicó a descartar, ya que ambos se habían cuidado, usando condón y mediante la píldora.
Parecía más probable estar sufriendo un pico de estrés o una gripe, y Keyla entendió que si los síntomas no se calmaban con el analgésico que ella misma se recetó, tendría que ir al hospital. De lo contrario, cuando Jason volviera la llevaría a rastras si continuaba con su negativa de descansar.
—En verdad, Key, te ves como la mierda —murmuró Maya, dejando sobre el mostrador los bocetos.
—Gracias por ser tan sincera.
—Digo lo que veo —se encogió de hombros y suspiró hondo —. Insisto en que deberías hacer reposo, déjame a cargo de la librería. Prometo no acosar a ningún cliente —bromeó Maya.
—No puedo. Necesito ponerme en movimiento, de lo contrario jamás me sacaré esa deuda de encima y mi estrés no se irá —sentenció retomando la lectura de las propuestas —. ¿Crees que sea conveniente utilizar tus contactos para promocionar en el periódico?
—Por supuesto. Si de algo han de servir mis influencias, es para esto —musitó fingiendo estar enojada.
—De acuerdo… entonces, ¿tú crees que sea buena idea organizar un club de lectura?
—Me parece una idea maravillosa. Podrás cobrar una cuota mínima por socio, y además ofrecerles las promociones de dos por uno. Muchas personas no acuden a las librerías porque son muy perezosos para hacerlo —Maya tomó un libro de un estante cercano y lo ojeó con poco interés —. Y si otros pueden leer por ellos, mejor aún. La gente se interesa en esas cosas.
—No lo sé —Keyla vaciló, pero considerando la situación decidió aceptar —, pero lamentablemente no tengo muchas opciones. Tendré que intentarlo.
—Sacaremos adelante el negocio, Key. No te preocupes —susurró su amiga tomándola de la mano.
Maya se retiró entrada la tarde, alegando tener un compromiso imposible de cancelar. Keyla la despidió asegurándole que estaría bien si permanecía unos momentos sola, además Jason estaría al llegar. Cuando cerró la librería y el aire helado de la noche por caer, la hizo estremecerse hasta sus huesos. Reuniendo toda la fuerza posible, logró subir los escalones a su departamento, sintiendo cómo sus piernas se debilitaban con cada paso.
Quitó el cerrojo y logró abrir la puerta de entrada, pero su cuerpo no resistió y se desplomó en un vano intento de seguir adelante.
Jason se extrañó cuando vio que la librería estaba cerrada, por lo general Keyla permanecía hasta tarde haciendo finanzas y clasificando libros. Por ese motivo, tuvo la certeza de que algo no iba bien. Se apresuró en subir las escaleras, y de la puerta abierta puedo vislumbrar, un delgado brazo. Corrió el último tramo, y su corazón dejó de latir cuando vio a Keyla tendida en el piso, inconsciente.
La tomó en sus brazos, y con cuidado la depositó en la cama. Buscó unos paños mojados, y los colocó en su frente y rostro. Ella reaccionó, gimiendo de dolor. Intentó abrir los ojos y Jason la tranquilizó.
—Ángel, no te esfuerces, ya estoy aquí —acarició sus mejillas y depositó un casto beso en sus labios —. Eres terca, te dije que deberías hacer reposo.
—Me… duele… —balbuceó.
—¿Qué te duele, Key?
—Mi cuerpo entero. Mi…cabeza —susurró en un tono apenas audible de voz.
—Te llevaré al hospital —Jason se apresuró en tomar su cartera, donde ella tenía su documento de identidad y los datos del seguro social —. Vamos, ángel.
Volvió a levantarla en brazos, y a paso seguro descendió los escalones. No se detuvo a tomar las llaves del auto, ya que él no sabía conducir, por lo que debió llamar un taxi para que los llevara hasta el centro de salud. Debería haber llamado a emergencias, pensó. Pero ya era tarde para lamentaciones, el taxi los había dejado frente al hospital más cercano, el mismo en el que había estado internado él, meses atrás.
En la guardia, los atendieron de inmediato, interrumpiéndole el paso cuando quiso acompañarla a la revisión médica.
—Debe permanecer en la sala de espera —comentó una enfermera —. La doctora verá a su novia, quédese tranquilo.
Era fácil decirlo, pero imposible de hacerlo. No podía permanecer calmado, cuando no sabía qué sucedía con Keyla. La palidez de su piel, y la languidez de su cuerpo, lo habían mantenido al borde de la locura. Solo deseaba que no tuviera que lidiar con un problema mayor que un resfriado.
Una hora pasó, y le permitieron ingresar a la habitación donde su ángel dormía plácidamente. Estaba conectada a un suero intravenoso, y su pecho apenas se movía por la debilidad de su cuerpo. Jason se acercó a su cama y tomó sus manos entre las suyas, besándolas. Ella se removió, pero sus ojos no se abrieron.
—¿Señor, es usted familiar de la señorita Waters? —inquirió una joven doctora. Jason asintió y ella le tendió la mano —. Ella estará bien, ha tenido un pico de estrés, sumado a la falta de sueño y la mala alimentación. Su cuerpo se ha revelado, por así decirlo, y decidió apagarse para recobrar energías. No tiene de qué preocuparse, unas horas de sueño y una alimentación mediante suero, lo solucionarán. Pero luego, deberá tratar lo que sea que esté estresándola, para no incurrir en el mismo estado.
Jason asintió, entendiendo que los últimos días habían sido una tortura para ella, y seguramente su cuerpo estaba recriminándoselo. La doctora se fue, y el permaneció a su lado. No permitiría que cuando Keyla despertase viera a nadie más que a él.
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